La entrevista
Necesitaba contratar a una camarera para mi bar de copas y acabé decidiéndome rápido.
Era la tercera candidata que entrevistaba esa tarde. Se presentó vestida con un vaquero ceñido con cortes y un top negro ajustado que realzaba su busto y dejaba su ombligo al descubierto.
Ella era alta, metro ochenta quizá, tenía el pelo largo y liso teñido de rojo degradado en varios tonos. Era muy bonita de cara. Tenía las facciones suaves, unos labios carnosos, pero no demasiado y unos ojos verdosos que resaltaban en su piel morena. Recuerdo que pensé que estaba muy morena para principios de mayo, seguramente se diera rayos UVA.
De cuerpo era bastante atlética. Lucía un vientre plano adornado con un aro en el ombligo y unas piernas largas y estilizadas a pesar de ir con zapato plano. Sin embargo, lo que más atraía mi mirada era su pecho. Con ese top tan favorecedor se apreciaba un buen par de tetas que, sin duda, eran la joya de la corona.
Como había hecho con las otras candidatas, le pedí que diera una vuelta para poder verle el culo. El trabajo requería buena presencia y para mí era importante asegurarme. No tuvo ningún reparo en complacerme y pude ver que por detrás estaba tan buena como por delante. Sin duda, era la chica más atractiva que se había presentado para el puesto.
Le indiqué que se sentara en la silla de delante de mi escritorio y empezamos con la entrevista. Primero formalidades para romper el hielo, y luego ya pasamos a cuestiones más importantes para el trabajo. El puesto era de camarera en un bar musical/discoteca que tenía en la Costa del Sol.
Jon - He visto en tu currículum que tienes muchísima experiencia para tener tan solo 24 años. Cuéntame un poco tu historia.
Irina - Siempre he sido una persona desenvuelta y ya en el instituto me propusieron trabajar para discotecas de mi ciudad repartiendo flyers y eso. Después de eso podríamos decir que me especialicé en el mundo de la noche y fui cogiendo trabajos de camarera, gogó, relaciones públicas, guardarropa... Además, mis padres tienen un restaurante y también he trabajado de camarera ahí mucho tiempo.
Jon - Podríamos decir que lo llevas en la sangre, entonces.
Irina - Sí, más o menos. Además, es un sector que siempre me ha ofrecido oportunidades y, como puedes ver en el currículum, llevo desde los 17 trabajando sin parar.
Jon - Ni siquiera vacaciones.
Irina - Vacaciones de verano como el resto de la gente pocas, pero tengo la oportunidad de disponer de semanas sueltas a lo largo del año y viajar más independientemente. Lo prefiero, la verdad.
Jon - El puesto que necesitamos cubrir es de camarera, vamos, poner copas en la barra. Pero también le pedimos a nuestras camareras que ayuden a crear ambiente y animar el local. No sé si has estado antes en el local.
Irina - Sí, he venido alguna que otra vez.
Jon - Entonces entiendes lo que te digo. Básicamente es poner copas el 90% del tiempo, y en algunos momentos hacer un poco de espectáculo. Bailar, hacer promociones, cosas así. No tendrías inconveniente en eso, ¿verdad?
Irina - No, no creo. Por lo que he visto son cosas bastante sencillas, no necesitáis bailarinas expertas. Yo hace bastante que no hago de gogó, pero creo que para lo que requerís doy el perfil.
Jon - Sí, es verdad, es bastante sencillo, pero lo comento para que no haya sorpresas después. Otra cosa importante a tener en cuenta es que cuando hay eventos destacados, como Nochevieja, Halloween, San Valentín, fiestas que nos sacamos de la manga, el personal se disfraza según el tema. ¿Eso tampoco sería problema?
Irina - No, no tengo problema en disfrazarme ni vestir de algún modo especial.
Jon - Genial, eran los dos puntos que más me preocupaban.
Irina - Porque, ¿vosotros marcáis la línea de cómo hay que vestir o vengo yo como quiera?
Jon - A ver, puedes venir como quieras, pero un poco acorde a lo que es la sala. Si puedes vestir sexy, mejor, atrae más al público. Pero nada exagerado.
Irina - Vale, creo que me queda claro. Y cuando son días temáticos, ¿la ropa la decidís vosotros?
Jon - Depende. A ver, no te vamos a obligar a ponerte nada que no quieras. Para mí, lo importante es que estemos todos cómodos y si te proponemos algo que ves excesivo lo puedes decir y buscamos alguna solución. Lo que sí me interesaría saber es si tendrías inconveniente en trabajar algún día en bikini, por ejemplo, cosas así.
Irina - No, en principio no. He trabajado en sitios que eran cada día fiesta temática, por así decirlo, y me ha tocado ir de todas las maneras: bikini, lencería, disfraces, transparencias, body painting, bikinis que brillan en la oscuridad, pijamas...
Jon - Entonces, si algún día hacemos alguna fiesta temática un poco subida de tono, ¿no tendrías inconveniente tampoco en participar?
Irina - No, no sería un problema. De hecho en Ibiza empecé trabajando de gancho.
Jon - ¿De gancho?
Irina - Sí, verás. Yo a Ibiza fui con un grupo de amigos de vacaciones tras acabar el instituto. En aquel entonces yo ya era muy "echada palante" y me iba mucho la fiesta. Un día fuimos a una discoteca en la playa y empezaron a hacer un concurso de camiseta mojada. Mis amigos, conociéndome, empezaron a picarme para que me animara a participar, pero a mí me daba algo de vergüenza y me resistía. Además, el premio creo que era nada, consumiciones o algo así, quizá un premio simbólico, no me acuerdo. Total, que al final varios chicos se unieron y me dijeron que si participaba en el concurso me pagaban mi parte del apartamento, solo por participar, así que al final cedí y me apunté. Además, claro, yo con 18 años estaba mucho mejor que ahora, y descontrolada como iba, pues acabé dándolo todo en tanga en el escenario y gané el concurso.
Irina - Total, que además de ahorrarme un dinero, me lo pasé muy bien y lo volví a repetir dos veces más, aunque ya no gané. Después de la tercera vez, un señor se me acercó para decirme que me quería proponer algo. Yo me asusté, la verdad, porque pensaba que quería pagarme por sexo, y yo ahí sí que no he querido entrar nunca. Sin embargo, no era eso. El hombre tenía varias discotecas en la isla y lo que quería era contratar una animadora. Una chica joven que no conocieran de otros locales que se presentara a los concursos de camiseta mojada que montaba en sus locales para animar a otras chicas a quitarse la vergüenza y ver que no pasa nada, y una vez en el concurso, animarlas a quitarse la ropa.
Irina - Yo me quedé un poco en shock cuando me contó el trabajo, y me pregunté cuáles de las chicas que había participado conmigo en los concursos era el gancho. Le dije que me lo pensaría y me dio su número. La verdad es que no pagaba mal.
Irina - Al día siguiente se lo comenté a mis amigos y todos los chicos me animaron a aceptar y las chicas a pasar del tema. Lo estuvimos comentando, pensando pros y contras, que si no lo hacía yo lo haría otra, que el dinero me vendría bien... Así que le llamé y me acabé quedando en Ibiza dos meses más de lo previsto. Estuve haciendo de gancho un par de semanas y luego me fichó de camarera.
Jon - ¡Vaya! Entonces has trabajado en topless.
Irina - Sí, ya te digo que me ha tocado hacer de todo.
Jon - Aquí no tenemos previsto llegar tan lejos, pero es bueno saber que sería una posibilidad.
Irina - Sí, siempre que no sea incómodo. Lo que no me gustaría es exponerme a que me soben. No me molesta quitarme la ropa, pero no soporto que me toquen.
Jon - ¿Que no te toquen?
Irina - Sí, que no me toquen. Si hay que hacer "body shots" y cosas de esas, por ahí sí que no paso. Lo intenté en Ibiza y no puedo con ello. Los chicos siempre se propasan.
Jon - Ah, no. Si te refieres a eso no pasa nada. Otra cosa, ¿tienes algún tatuaje?
Irina - No, ninguno. Ya solo me queda el piercing del ombligo.
Jon - Lo pregunto porque claro, a veces con los disfraces acaba asomando algún tatuaje que normalmente no se ve, y no quisiera tener alguna sorpresa desagradable. Algún susto hemos tenido.
Irina - ¿Y eso?
Jon - Bueno, tuvimos una camarera que tenía un tatuaje bastante escondido, pero un día se le vio y, bueno... Era conflictivo, ya me entiendes.
Irina - Pues no tienes que preocuparte, que no tengo ningún tatuaje y los piercings que tenía se me habrán cerrado ya todos de no usarlos, salvo el del ombligo.
Jon - ¿Y cicatrices o alguna otra marca visible que debiera tener en cuenta?
Irina - No, tampoco, no tengo marcas visibles. ¿Quieres que te lo demuestre?
Jon - Son formalidades que tengo que preguntar. Para curarnos en salud, ya sabes.
Irina - En serio, si quieres te enseño que no tengo nada raro en el cuerpo. Después de todo es mi herramienta de trabajo.
Yo me estaba poniendo cardíaco. No me había atrevido a pedirle a ninguna de las chicas que se quitara nada y ahora tenía a la más buenorra de todas las que se habían presentado dispuesta a desnudarse sin que se lo pidiera.
Jon - Bueno, no es lo habitual, pero sí es verdad que el físico es un punto muy importante para este trabajo.
Irina - Pues no se hable más. Total, si me acabas contratando te vas a cansar de verme.
No estaba para nada de acuerdo con Irina, nunca me iba a cansar de ver ese monumento.
Se levantó y se quitó el top, dejando al descubierto un sujetador negro que cubría más de la mitad sus senos y tenía encaje que dejaba parcialmente a la vista parte de su areola. Luego se desabrochó y bajó los pantalones, mostrando sus braguitas a conjunto y sus piernas perfectas. En ese punto ya tenía el pene completamente erecto.
Se sentó para acabarse de quitar los pantalones y los zapatos y se mostró ante mí vestida únicamente con un conjunto de lencería negra con encaje supersexy. El sujetador, como dije antes, dejaba entrever la parte superior de su areola, que calculé que sería grande por la distancia respecto a los pezones, que se marcaban perfectamente. Las braguitas también eran de encaje y anunciaban que su depilación era muy concienzuda. Imaginé que se daría laser y que no tendría ni un solo pelo, pero no podía asegurarlo.
Se acercó a mí y se dio la vuelta para que pudiera verla de espaldas. Las braguitas no eran propiamente un tanga, pero dejaban a la vista casi la totalidad de las nalgas. Qué delicia. Tenía el culo muy bonito y bien puesto, carnoso, un poco respingón y sin un ápice de celulitis.
Se volvió a dar la vuelta para mirarme a la cara y me dijo.
Irina - Como puedes observar, no tengo ninguna marca rara. Había llevado piercings en los pezones, pero hace más de 2 años que no llevo nada y se habrán cerrado. Ya verás que no se nota nada.
Y tras decir esto se llevó las manos al broche de la espalda y se quitó el sujetador. Ahora la tenía delante mío, con su pecho exuberante y desnudo a unos 50 cm de mi cara. Obviamente miré, y me llamó la atención lo bien puesto que lo tenía para el tamaño de esas berzas. Apenas se notaba el efecto de la gravedad.
Jon - ¡Guau! ¿Son operados?
Irina - Qué va, es todo natural. ¿Quieres tocarlos para comprobarlo?
Jon - ¿Qué?
Irina - Puedes tocarlos, no me importa. Una cosa es que me soben babosos y otra es que me toque un compañero por motivos laborales.
No me lo pensé dos veces y agarré bien ese par de tetas. Tenían un tacto increíble, se notaba que era todo auténtico y genuino, nada de silicona ahí. Jugueteé también un momento con sus pezones, que como había anticipado estaban en el centro de una gran areola, y al contacto con mis dedos se erizaron todavía más de lo que ya estaban originalmente. Irina emitió un ruidito que interpreté que era de placer.
Jon - Estaba mirando lo que decías de los piercings.
Irina - Ya, ya. Los piercings.
Ella se echó hacia atrás, recuperando una postura erguida y le tuve que soltar las tetas, muy a mi pesar, pero después de todo eso era una entrevista de trabajo que se estaba yendo mucho de madre.
Se quedó de pie delante mío, vestida únicamente con esas bragas negras tan sugerentes. Yo aprovechaba que la tenía ahí desnuda para recrearme la vista e inmortalizar la imagen en mi cerebro sin decir nada.
Irina - ¿Y bien? ¿Satisfecho?
Jon - Sí, sí. La verdad es que encajas muy bien con lo que buscamos, me encanta tu actitud y no parece que tengas ningún tatuaje ni nada raro.
Irina - ¿Parece? Si me acabas de examinar entera.
Jon - Es un decir, me refiero a que me gusta lo que he visto en ti.
Irina - Ah, vale, pensaba que querías que me quitara las bragas.
Joder, pues claro que quería, pero no sabía cómo decirlo sin quedar como un baboso. Había decidido ya que quería contratarla y ya había visto más de lo que era necesario para mantener una relación profesional normal.
No supe qué decir y permanecí en silencio mientras intentaba pensar una respuesta coherente. Pero parece que ella interpretó el silencio como una respuesta convincente.
Irina - Bueno, no viene de aquí tampoco.
Y se llevó las manos a las bragas y las empujó hacia abajo hasta hacerlas caer al suelo. Ahora estaba completamente desnuda. Como había intuido, no se le veía ni un solo pelo por debajo de las cejas. Me fijé en que estaba morena por todo el cuerpo salvo un triangulito minúsculo alrededor del coño.
Jon - Iba a decir que no era necesario. Te iba a contratar de todos modos antes de que te quitaras nada.
Irina - Da igual. Así ya me has visto desnuda y nos lo hemos quitado de encima.
Jon - ¿Cómo?
Irina - Algunos de mis jefes de cuando empezaba no sabían qué hacer para ver a sus empleadas desnudas y se inventaban mil movidas que acababan siendo bastante desagradables, así que llegó un día que decidí que cuanto antes me vieran desnuda, antes se quitaban la tontería de la cabeza. No me entiendas mal, no digo que todos los hombres seáis así, pero prefiero curarme en salud y a la que tengo una ocasión más o menos razonable, aprovecho para desnudarme delante del jefe y evitar así situaciones desagradables futuras.
Yo cada vez flipaba más con esta chica, era como un regalo caído del cielo y tenía las ideas muy claras. Mientras me contaba su política sobre jefes, se había vuelto a poner las bragas.
Jon - Vaya, nunca me había encontrado con una situación así, no sé qué decir.
Irina - Pues puedes decir que estoy contratada. (Y me guiñó un ojo)
Jon - Pues estás contratada, enhorabuena.
Le tendí la mano para estrechársela y me miró entre sorprendida y divertida.
Irina - Dos besos, ¿no?
Bufff, me daba hasta miedo darle dos besos porque tenía una erección brutal en ese momento. Por otro lado, me moría de ganas de sentir de nuevo el contacto con su piel desnuda, porque seguía ahí casi desnuda, vestida únicamente con unas bragas que dejaban casi todo su culazo al descubierto.
Igualmente me acerqué a ella, que tuvo que ver el bulto en mi pantalón sí o sí, pero imagino que estaría ya acostumbrada. Nos dimos dos besos y pude sentir lo bien que olía su colonia.
Después, ella volvió a vestirse mientras hablábamos un poco de cualquier cosa y se despidió hasta el jueves, día en que firmaría su contrato y empezaría a trabajar.