La entrevista 03
Sandra se enamora calladamente de Sofia, hasta que se da la oportunidad de confesarle sus sentimientos
La entrevista
Capítulo 3
Sandra, don Miguel me espera
La hermosa secretaria le abrió la puerta y espero que traspasara el umbral, mirando de reojo la atrayente figura de la hermosa Gerente de Ventas.
Cuando Sofia entró al privado del Director Gerente, Sandra volvió a su escritorio, sin dejar de pensar en el cuerpo que exhibía esa bella mujer que era Sofia y en esas reuniones de trabajo estratégico, como su jefe solía enfatizar, aunque para ella desde un principio fue evidente que dichas citas eran mucho más personales y privadas de lo que él quería hacerle creer.
Y tuvo cuidado de que Sofia supiera que ella estaba al tanto de lo que sucedía en esas reuniones, cuando una mañana en que Sofia se retiraba después de finalizar una de esas citas privadas, con un tono en que no había ninguna inflexión especial, le hizo notar que su falda estaba recogida por la parte de atrás.
Señorita Sofia
¿Si Sandra?
La falda
Oh, gracias
Sofia se arregló la prenda con sonrojo en las mejillas encendidas por la turbación que le produjera la observación, lo que confirmó a Sandra la verdadera naturaleza de dichas reuniones. Cuando terminó con su falda, la miró con cierta turbación pero Sandra tuvo mucho cuidado de continuar con su trabajo como si no pasara nada. Abandonó la oficina con la sensación de que estaba en manos de Sandra, la que en cualquier momento haría pública su relación con el Director Gerente.
Esperó durante un tiempo que empezaran las habladurías en la empresa, pero finalmente tuvo que rendirse a la evidencia: Sandra guardó un silencio cómplice respecto a la verdadera naturaleza de sus relaciones con don Mario Sanchez. A partir de entonces Sofia buscó la amistad de Sandra, como una forma de demostrarle su agradecimiento, se acercó más a ella y trató de que hubiera un vínculo de amistad entre las dos, lo que finalmente hizo que se produjera una cierta complicidad entre ambas, las que perdieron la tirantez inicial y no era extraño verlas almorzando juntas, siempre sonrientes y divertidas.
Sandra nunca hizo ninguna observación ni insinuó nada respecto de sus relaciones con su jefe, tema que quedó implícitamente vedado en sus conversaciones. Y cuando Sofia quiso saber de la vida privada de Sandra, se encontró con la reticencia de esta para abordar ese tema, lo que la dejó intrigada, pero no insistió en ello. No se le conocía ningún hombre en su vida sentimental. Esa parte de su vida también quedó vedada en sus conversaciones.
Sandra se mostraba siempre muy interesada en las cosas de Sofia, por nimias que fueran. Pareciera que toda su vida fuera de un interés extraordinario para ella, lo que en principio le llamó la atención a Sofia, terminando por aceptarlo como algo natural de parte de alguien que la estimaba. No obstante, poco a poco, la sombra de una duda se fue apoderando de Sofia respecto de Sandra, pero obviamente no exteriorizó sus pensamientos en ningún momento y sus relaciones siguieron su curso normal.
Sandra, tráiganos unos cafés, por favor.
Cuando ingresó con la bandeja, don Mario estaba sentado en su escritorio, con unas estadísticas de ventas desplegadas sobre este y la bella Sofia sentada al frente, con las piernas cruzadas, mirándolo atentamente.
Sandra volvió a su escritorio y empezó a trabajar. El citófono volvió a sonar
Por favor, no me pase llamadas.
Volvió a su trabajo, pero fue interrumpida por las voces que venían del privado. El citófono había quedado mal colgado.
Anoche estrené ropa interior negra, como te gusta.
Disculpa, amor, anoche tuve un compromiso de última hora y no pude ir.
Me quedé esperándote hasta tarde, pero supongo que no podías llamarme
Cariño, podemos ponernos al día ahora. Mira como estoy de dispuesto para ti.
Eres malvado conmigo, Miguel, pero te perdono.
Sandra hizo el ademán de levantarse para avisarles que colgaran bien el aparato, pero se detuvo a medio camino pues con ello dejaría en evidencia que ella sé había enterado de todo lo que sucedía entre ellos. El diálogo había sido demasiado revelador y ellos sabrían de inmediato que su indiscreción había trascendido. Guardó el intercomunicador en el cajón inferior de su escritorio para evitar que algún extraño escuchara el diálogo que se desarrollaba en el privado. Fue al baño y sacó una toalla con la cubrió el aparato, de manera que se ahogaran las voces jadeantes que salían del mismo. Aún así no pudo evitar escuchar trozos de lo que se decían don Miguel e Sofia.
Ricaaaaaaa, mijitaaaaaa
Nooooo, por ahí nooooooo
Mijitaaaaaaaaaa
Aghhhhhhhh
Cuando Sofia salió del privado, una vez concluida la “reunión estratégica”, se despidió de Sandra con tanta naturalidad que nadie hubiera pensado que esa hermosa mujer, tan segura de si misma, venía de estar follando. Estaba abriendo la puerta cuando Sandra la llamó.
Sofia
Si?
¿Podemos tomarnos un café después la jornada? Es importante
Encantado, Sandra
Gracias.
Cuando Sofia salió de la oficina, se dirigió al Café donde ambas acostumbraban encontrarse para charlar. Sandra la estaba sorbiendo su express y otro la esperaba a ella. Conversaron de algunas trivialidades y cuando el mozo las dejó, Sofia consultó:
Ando algo apurada, pero me dijiste que tenías algo importante que decirme
Si. Muy importante
Bueno, dime mujer
Es algo embarazoso, pero es mi deber decírtelo, porque te quiero de verdad
Me tienes intrigada, Sandra
El citófono quedó descolgado durante la reunión, esta mañana
Sofia quedó muda por la impresión. Entonces Sandra había escuchado todo y sabía de la verdadera naturaleza de sus relaciones con Miguel. Y se preguntaba cual era su intención detrás de la revelación.
¿Por qué no le avisaste a don Miguel de inmediato?
Porque lo primero que se dijeron era tan comprometedor que habría sido bochornoso para ustedes dos el saber que yo los había escuchado
Te comprendo.
Y si te preguntas por qué te digo todo esto, la respuesta es simple: lo hago por ti.
¿Por mí?
Este tipo de descuidos puede ser fatal. Y no quiero que te pase nada malo.
Gracias, Sandra. Te debo una.
Dos
¿Si?
Olvidas lo de la falda
Sandra rió. Sofia comprendió a lo que se refería y rió junto con su amiga.
No pensé que hubieras sospechado nada entonces.
Sofia, lo de ustedes lo supe desde el día de la primera entrevista.
¿Cómo?
No olvides que soy la secretaria de don Miguel y entre otras cosas llevo sus cuentas, por lo que me toca revisar los recibos de sus tarjetas de crédito . Y así me enteré de que el mismo día que tuviste tu primera entrevista el cenó y se alojó en el Sheraton. Y casualmente esa noche me llamó su esposa, que creía que andaba fuera de la ciudad.
¿Por qué nunca me dijiste nada?
Al principio no te dije nada por una cuestión de prudencia, de no querer inmiscuirme en tu vida privada, pero después empecé a conocerte y a quererte.
Gracias, Sandra.
Somos amigas, ¿verdad?
Tienes razón. Dime ¿escuchaste todo lo que sucedió hoy en el privado?
Casi todo. Fue excitante
¿Excitante por Miguel?
Sandra hizo un gesto de rechazo con una mano, como desechando la sola idea que le había insinuado su amiga. Sofia la miró asombrada y en ese preciso momento creyó comprender finalmente que sus dudas se habían transformado en certeza. ¿A Sandra le gustaba ella?
Sandra, ¿entendí bien?
Ella la miró profundamente y sus ojos se humedecieron.
Tu . . .
No hubo necesidad de más palabras para comprender la implícita declaración de amor que había detrás de esa actitud de Sandra. Eso explicaba el silencio permanente de Sandra y su fidelidad hacia ella. Sofia calló, turbada, y no sabiendo cómo reaccionar optó por retirarse. No encontró otra manera de reaccionar que huir de ahí y de la verdad que le había golpeado en el rostro.
Sandra, discúlpame. Te dije que tenía un compromiso. Y voy atrasada. Hasta mañana
Hasta mañana, Sofia
Y muchas gracias por lo que me contaste. No volverá a suceder, lo prometo.
Durante el resto de la semana Sofia rehuyó la compañía de Sandra y ésta comprendió que la revelación había sido demasiado fuerte para ella y que no sabía cómo manejar la situación actual. Muy probablemente Sofia no quería herirla diciéndole que para ella era solamente una buena amiga y que no abrigaba los mismos sentimientos. Lo comprendía y lo aceptaba, por lo que esperó pacientemente a que decantara sus ideas y todo volviera a la normalidad entre ellas. Cuando Sofia la aceptara nuevamente como su amiga, todo sería como antes, aunque nada volvería a ser lo mismo.
Pero para Sofia el proceso había tomado otro rumbo. Sandra se hubiera asombrado si se hubiera enterado de los verdaderos pensamientos y sentimientos de su amiga y de lo equivocada que ella estaba al respecto.
Para ella, lo hecho por Sandra había sido una muestra increíble de lealtad y cariño, algo a lo que no estaba acostumbrada. Su vida siempre había sido una sucesión de luchas por sobrevivir en medio de un ambiente hostil, donde las mujeres invariablemente la veían como una enemiga dispuesta a arrebatarles con su belleza toda posibilidad de salir adelante en la vida, profesional o sentimentalmente.
El afecto de Sandra debía ser muy grande para haber hecho lo que hizo. Pudo haber sacado provecho de todo ello pero calló para no perjudicarla. Eso no tenía valor para ella, que sintió una oleada de cariño por su amiga y por su actitud.
Con el paso de los días, ese sentimiento fue siendo reemplazado lentamente por una atracción de tipo físico hacia Sandra, a la que empezó a ver como una hermosa mujer, con atributos físicos envidiables y una belleza fuera de lo común. Siempre había estado ahí, frente a ella, pero ella no se había percatado de los atributos de su amiga. Tal vez porque nunca la vio con los ojos con los que ahora la veía. Y lo que veía le agradaba.
Sofia, una mujer acostumbrada a ser admirada y deseada por los hombres que tenían la fortuna de conocerla, había desechado muchos pretendientes en su vida, a los que no consideraba dignos de estar con ella. Para una mujer tan especial era necesario un hombre especial Y en esa actitud ante los hombres su vida sexual era pobre, ya que los candidatos a la cama invariablemente eran rechazados por no ser dignos de poseer su hermoso cuerpo. Era una paradoja el que una mujer tan linda, con un cuerpo increíble, tuviera una tan pobre vida sexual. Pero su vanidad superaba esta carencia diciéndose a si misma que prefería esperar hasta encontrar el hombre adecuado. Y Miguel era uno de los pocos hombres que habían tenido la fortuna de llevarla a la cama. Y no se arrepentía de haber jugado al papel de puta con el, pues le había servido para hacerse con el cargo que tanto necesitaba.
Por otro lado, prefería la compañía de otras mujeres, con las que se sentía muy a gusto y no tenía que estar a la defensiva, repeliendo asedios. Estaba cansada de rechazar insinuaciones varoniles e inventar motivos y excusas para alejar a esos hombres. Con Sandra se había sentido muy cómoda, y ahora que se había enterado de su entrega por ella, empezó a anidar en su pecho un sentimiento más profundo, de agradecimiento, de cariño y algo más que en un principio no se atrevió a definir pero que con el paso de los días se fue haciendo claro como la luz: deseaba hacer con ella algo que estuviera a la altura de lo que Sandra había hecho.
Los días siguieron sin que ninguna de las dos se buscase. Al cabo de una semana, Sofia se acercó al escritorio de Sandra y le dejó un paquete de regalo.
Por tu no cumpleaños, amiga
¿Qué es?
Curiosa, espera a llegar a tu departamento y ábrelo cuando estés sola.
Cuando Sandra llegó a su departamento, se sirvió una copa de licor y abrió el regalo de Sofia, un cassette que tenía por título “A mi mejor amiga”. Cuando lo puso en el aparato de audio quedó asombrada. Era una grabación de un encuentro amoroso entre Sofia y don Miguel, que empezaba con una voz suave, que habló cerca del micrófono, presentando lo que venía “para ti, Sandra. Te lo mereces, amiga ”.
Sandra apagó el aparato y no quiso seguir escuchando. Tomó un largo trago, echó su cabeza hacia atrás, donde se quedó pensando, con los brazos levantados sobre su frente. Al cabo de unos instantes, apoyó sus codos en sus rodillas, su cabeza apoyada en sus manos y rompió en un largo y profundo llanto.
Al día siguiente, Sandra llamó a Sofia y la invitó a tomarse una copa después de la oficina. Esta aceptó encantada, suponiendo que le comentaría acerca de su regalo.
Cuando se encontraron, Sandra fue directo a lo que quería.
Debo decirte dos cosas. La primera es que te devuelvo el regalo.
¿Pero por qué, Sandra? Si lo hice especialmente para ti, porque te estimo.
Sofia, ese cassette es un arma mortal, es muy peligrosa para ti
Pero lo hice para ti porque confío en ti y sé que nunca harías mal uso de él.
Sofia, ese cassette es la muestra de confianza más grande que alguna vez alguien me haya dado. Con el superaste todo lo que yo pude haber hecho por ti. Es demasiado hermoso, es increíble, es ...
Y rompió en llanto. Sofia pasó su mano por la mejilla de Sandra, consolándola tiernamente. Cuando logró calmarse, continuó.
Lo segundo es que voy a renunciar al trabajo
¡No puede ser! ¿Por qué?
Sofia, sabes cuál es la verdadera razón de mi huida.
Sofia, cuando logró reponerse de la sorpresa, después de mirar a Sandra profundamente a los ojos, tomó una decisión y con determinación le tomó la mano a su amiga y apretándosela le dijo:
Vamos a mi departamento para que conversemos tranquilamente, sin interrupciones. El trago lo tomaremos allá.
Partieron en silencio y no se dijeron nada hasta arribar al departamento de Sofia, donde se sentaron en el living y se sirvieron un whisky cada una, como para darse valor para seguir la conversación. Sofia se sentó al lado de Sandra, puso una mano en la rodilla de esta y con una mirada de comprensión y cariño empezó a conversarle.
Ahora, hablemos sinceramente.
No puedo seguir en la oficina, Sofia. Es doloroso para mí.
¿Doloroso?
Sí. No puedo evitarlo. Es mejor que me aleje.
Pero yo no quiero que te alejes.
Sandra levantó la cara y la miró a los ojos. Sofia le sonreía.
El cassette que te regalé ¿Lo escuchaste?
No tuve valor. Solamente el inicio, con tus palabras a mí.
Si hubieras seguido escuchando te habrías enterado que en ningún momento lo nombré a el, porque mis pensamientos estaban en ti
¿Te estás burlando de mi, Sofia?
Mira como me burlo de ti
Acercó su rostro y sus labios se posaron en los de Sandra, que no podía creer lo que estaba sucediendo.
Sandra, has demostrado ser mi mejor amiga. Lo que has hecho por mí nadie lo habría hecho. Este mismo gesto de devolver el cassette es tan tierno, que estoy dispuesta a hacer realidad tu sueño. Y sé bien cuál es ese sueño.
Se levantó y empezó a desprenderse de su vestido. La blusa cayó y dejó expuestos ante la atónita mirada de Sandra, que miraba con la boca abierta, un par de senos tapados apenas por unos sostenes blancos diminutos. Y cuando la falda quedó en el suelo, Sofia se paró ante su amiga abriendo sus piernas, para que disfrutara el espectáculo de sus preciosos muslos y el bulto blanco entre estos.
¿Te gusta lo que ves?
¡Ere impresionante!
Ven, acaríciame
Sandra se puso delante de Sofia, la abrazó y besó con pasión, en tanto ésta la iba despojando de sus prendas, para dejarla cubierta solamente por un sostén y el calzón. Las dos mujeres, abrazadas, besándose, estaban semi desnudas en un cuadro impresionante de sensualidad. Una mano de Sandra se fue directamente al sexo de Sofia y empezó a acariciarlo con delicadeza por sobre la suave seda del calzoncito, en tanto la otra acariciaba sus senos por encima de su pequeño sostén. Sofia, en tanto, apretaba la cabeza de Sandra y la acercaba, imprimiendo fuerza a los besos que intercambiaban. Una oleada de calor invadió a Sofia y el deseo de complacer a su amiga regalándole su cuerpo para hacerla feliz fue reemplazado por una excitación increíble, que la invadió completamente, tocando todas sus fibras de mujer.
Sandra
Si?
Bésame ahí
Sandra se arrodilló y haciendo el calzoncito a un lado, metió su lengua en la deseada cueva de Sofia, que al sentirla empezó a soltar sus primeros jugos. Así, parada en medio del living, con Sandra metiendo su cabeza entre sus piernas, Sofia tuvo un orgasmo increíble, en que se mezclaba el cariño por su amiga con el deseo recién nacido y que se le presentaba como algo muy placentero.
Y su excitación le reclamaba sexo con Sandra, que estaba completamente segura la haría feliz a su manera. Quería que ella fuera su macho pero también deseaba su cuerpo. Era algo nuevo en su vida y le agradaba la perspectiva.
Sandra, llévame a la cama, por favor.