La entrenadora personal. Parte 3

Demasiada tentación para no caer en ella, ¿o quizá me pueda librar de la culpa si me reconcilio con mi mujer?

Allí estaba ella, con su precioso culo en pompa y su coñito brillante deseando ser penetrado. Y muy cerca estaba yo, con mi polla más dura que “el pan de antes de ayer.”

Lo malo era que al otro lado de la puerta y a punto de echarla abajo.

estaba la recepcionista.

–Ale, me meo.

Alejandra cambió por completo su semblante lascivo, por uno que no me gustaba nada. Me hizo un gesto para que me escondiera en uno baño, se tapó con una toalla y se dirigió a abrir la puerta. Me escondí como pude en uno de los dos baños que había y escuché a Alejandra al otro lado del vestuario abrir la puerta.

–Sorpresa¡¡¡

Al escuchar eso me dio un pequeño vuelco el corazón y me asomé como pude a ver lo que estaba ocurriendo. Abrí ligeramente la puerta y vi a un hombre bastante alto y corpulento con un ramo de rosas en la mano. Alejandra desnuda, porque el susto había provocado que se le cayera la toalla.

–Pero querido, que vergüenza–dijo al mismo tiempo que trataba de taparse.

–Amor, te he visto mil veces desnuda–espetó el que debía ser su marido.

–Lo sé, pero no con público-dijo en referencia a la recepcionista.

–No te preocupes Ale, yo también te he visto muchas veces empelotillas–rió.

–Uy, ¿cómo es eso?¿y no me avisás?–bromeó el gigante .

–Sos un pervertido–dijo Alejandra al tiempo que terminaba de anudarse la toalla.–venga fuera los dos de aquí, que me tengo que duchar.

–Preciosa, ni me has dado las gracias por el ramo, déjame al menos enjabonarte.

La recepcionista y el supuesto marido de Alejandra comenzaron a reír a carcajadas, mientras que a esta no le hizo ninguna gracia. Los empujó fuera del vestuario, y les pidió que le esperaran fuera.

A todo esto caí en la cuenta que mi situación era más que comprometida. Estaba desnudo en el vestuario del personal; el marido de la mujer a la que acababa de provocarle un orgasmo esperándola; y no sabía como salir de allí sin que nadie me viera. El gym estaba a punto de cerrar y mi vestuario estaba en otra zona de las instalaciones.

En cuanto Alejandra cerró la puerta fui a vestirme como buenamente pude, el calentón obviamente había desaparecido por completo y ambos estábamos muy nerviosos.

–¿Ese es tu marido?–pregunté

–Lo siento mi niño, lo siento–Alejandra estaba notablemente alterada.

–¿Cómo salgo yo ahora de aquí sin que me vean?–dije casi llorando.

–No te preocupes, yo me encargo de entretener a Bea, y a mi marido le mando al coche a esperarme. Toma esta llave, es para que abras la puerta de la escalera por la que hemos bajado, mañana me la das.

Al día siguiente no teníamos que vernos, pero el nerviosismo nos hizo apresurarnos, y le dije que sí.

Ella se vistió a toda prisa, y a pesar del mal rollo que tenía encima, tuve que fijarme en su figura y tener malos pensamientos. Follarla allí mismo con su marido a escasos metros era muy morboso, pero demasiado peligroso, sobre todo teniendo en cuenta el volumen del susodicho esposo.

Terminó de vestirse y antes de marcharse se acercó y me plantó un beso en toda la boca mordiéndome el labio.

–Vos y yo tenemos algo pendiente-me espetó al tiempo que me agarró la polla con mano firme–y esta tiene que estar dentro de mí, más pronto que tarde. Acto              seguido me volvió a dar otro muerdo antológico.–Aguanta un poco y sal pasados unos minutos, según sales a la izquierda y a unos 20 metros tomas la escalera                para subir a salas. Nos vemos pronto.

Vi cómo se marchaba al compás de sus nalgas y antes de cerrar la puerta se giró y me guiñó un ojo.

Hija de puta, pensé. ¿cómo podía ser tan jodidamente erótica? ¿y cómo podía zorrearme en un momento como ese?

Pegué mi oreja a la puerta y les escuché hablando, cuando hubo un tiempo de silencio abrí la puerta y atisbé si había moros en la costa. Al fondo estaba Alejandra mirando en mi dirección, y charlando con la recepcionista en un tono no muy cordial. La tal Bea estaba de espaldas así que salí rápidamente, llegué a las escaleras, subí y me topé con la puerta cuya llave me había dejado Alejandra para abrir.

Aquello parecía una película de suspense, ya que el gym tenía los espacios muy abiertos y había cristal por todas partes. Yo podía ver a Alejandra y Beatriz en todo momento, y un simple giro de cuello de esta, sería suficiente para delatarme.

Conseguí abrir la puerta de acceso a las salas de máquinas, las crucé a toda prisa y bajé por la escalera que daba acceso a los vestuarios de clientes. Alejandra me vio meterme en los vestuarios, y Bea en todo momento no giró su cabecita.

Al llegar a mi taquilla respiré aliviado. Me sentía un poco mareado, el cúmulo de sensaciones era demasiadas: entrenamiento de alta exigencia, sesión de sexo oral del bueno, y casi una pillada in-fraganti. Demasiado para un espacio de tiempo tan corto. Consulté el móvil y eran casi las 23, yo debía estar en casa hace una hora. Al mirar los mensajes esperaba ver uno de mi amada esposa preguntándome donde estaba, pero me sentí un poco decepcionado al no ver ninguno. Todavía no tenía una excusa preparada para el retraso, así que no escribí nada.

Me desnudé rápidamente, me fui a la ducha y al sentir el agua tibia sobre mi piel, me calmé. Me calmé tanto que recordé los momentos con Alejandra en el vestuario. Recordé la tersura de su piel, la dureza de sus pechos, de su culo, la humedad de su entrepierna…Se me puso dura y sin advertirlo me encontré tocándomela. Pero en una ráfaga de cordura, me di cuenta de la situación y paré.  Cerré el grifo y salí a toda prisa de la ducha, salí tan deprisa que no la vi venir.

Lo siguiente que recuerdo es estar en el suelo encima de Bea, con mis manos en sus pechos y mi polla en estado de semi-erección en su entrepierna. Una típica escena de caída chico-sobre-chica en  una película.

–Perrr—doon­–dijimos los dos al unísono y acto seguido me levanté. Ella salió a toda prisa.

La verdad es que la recepcionista estaba muy pero que muy bien. Y palpar sus pechos me confirmó que eran más que apetecibles.A pesar de esos pensamientos me vestí a toda prisa, y salí del vestuario. Bea me esperaba en la puerta.

–Perdóname, es que pensé que no había nadie y tengo que revisarlo todo. Juraría que no había nadie en la sala cuando fui hace un rato.

Tenía estudiada la respuesta

–Sí, yo estaba al fondo y me pareció verte, estaba estirando y relajándome.  En silencio y tal rollo yoga-sonreí.

Ella sonrió también y pareció tragárselo , me despedí y antes de salir por la puerta algo me impulsó a mirar hacia atrás. Bea estaba llamando por teléfono y levantó la mano despidiéndose. Estaba buena la muchacha.

En el trayecto a casa en el coche, fui fraguando mi excusa. Que si me había vuelto a entretener con mi viejo amigo, que si el entrenamiento se había alargado más de la cuenta, que si le había comido el coño a mi entrenadora…No, mejor esta excusa no.

Al llegar a casa, mi linda mujercita estaba sentada en el sofá con el móvil liada. Al verme soltó un simple:

–¿Qué te ha pasado?

Esperaba un poco más de preocupación en ella, y me dolió un poco su actitud pasota. Aún así la esperaba y mi excusa pretendió hacer daño.

–Me ha dado una pequeña lipotimia y me he quedado hasta que se me ha pasado.

Ella se levantó sorprendida y me cogió del brazo tocándome la cara.

–Jope nene, ¿estás bien?–me preguntó preocupada.

La di un beso y la abracé.

–Ahora estoy mejor.

Estuvimos abrazados unos breves instantes que me parecieron eternos. Yo seguía amando a mi mujer con todo mi corazón, a pesar de desear a otras mujeres la quería y la deseaba sexualmente. Pero la vida es demasiado compleja.

–¿Quieres que te prepare algo?–me preguntó, atenta.

–No te preocupes, me dieron algo allí y ahora no tengo hambre

–Jope cariño, ¿y cómo te ha pasado eso?¿te ha dado mucha caña el entrenador?

Esa pregunta también me la esperaba, así que salí del paso evitándola, argumenté que no había comido bien y la animé a irnos a la cama.

Nos fuimos al cuarto y nos cambiamos para meternos en la cama. Al ver a mi mujer desnudándose mi vena salida se activó. Al fin y al cabo yo no me había corrido. Así que tras mucho tiempo tenía que follar con ella. En lugar de lanzarme al vacío, tomé la táctica de “guerra de guerrillas”. Acosar poco a poco al enemigo. Nos acostamos y me pegue a su cuerpo por detrás. La abracé y la di un beso en el cuello. La conozco demasiado y ella también a mi, así que cuando me notó tan cerca, ella misma pegó su culo a mi paquete. No hizo falta más acoso.

Empecé a acariciar su vientre, y poco a poco bajé hasta su coñito, suavemente, despacio. Como a ella le gustaba, todo muy pausado al principio. Pero de repente ella se revolvió, se dio la vuelta y me besó con pasión, su lengua inundó mi boca y peleó con la mía.Me quitó la poca ropa que llevaba y bajó como una posesa hasta mi polla, que nada más bajarme los slips saltó como un resorte y la golpeó en los labios, labios que la engulleron con ansia. Agarré su cabeza y comencé a apretarla contra mi, no le gustaba que le hiciera eso, pero en aquel momento no dijo nada y mi enhiesta polla golpeaba su garganta. En ese momento me vinieron a la mente imágenes de Alejandra, recordé la estupenda mamada que me hizo en los vestuarios y mi imaginación voló.

Hasta que reaccioné bruscamente. Aparté a mi mujer de mi, la cogí en volandas y la puse a cuatro patas. Ella tenía una actitud sumisa, la adoptaba en pocas ocasiones y yo estaba dispuesto a aprovecharme.Puse mi lengua a la altura de su clítoris y la di un gran lametón hasta llegar a su culo, repetí la acción, dos veces. Ella se estremecía de placer. Yo saboreaba su exquisito coño.

–Métemela–bramó.

Volví a lamerla y esta vez metí mi lengua dentro, cogí su mano derecha y la llevé hasta su clítoris. Empezó a masturbarlo.

–Métemel–ZAS¡

Antes de que terminara, le di un sonoro azote en el culo. Aulló

ZAS¡

Otro azote en la otra nalga. Volvió a aullar. Mi boca fue a su encuentro y me mordió, me hizo daño

–Hija de puta–la espeté

–Métemela cabrón de mierda–estaba desatada.

Le agarré del pelo y le susurré al oído

–Hoy mando yo, ¡puta¡

–Sí,joder, pero por favor méteme—

ZAS¡

Otro azote

ZAS¡

Ella se retorcía mezcla de dolor y placer. Bajé de nuevo hasta su coñito y volví a comérselo con sumo gusto. Sus gemidos fueron en aumento. Y cuando estaba a punto de correrse, paré y le metí mi dura polla de golpe.

–Hijoooo de putaa, dame fuerte.

Le agarré de sus crines morenas y largas. Comencé un bombeo pausado y firme. No quería correrme pronto. Con cada embestida le daba pequeños tirones del pelo. Ella seguía frotando su clítoris.

Cuando estaba de nuevo a punto de correrse se la metí con mucha fuerza pero me quedé dentro sin moverme. Aplasté mi pecho sobre su espalda y me acerqué nuevamente a su oído

–¿Te está gustando zorrita?

–Claro que sí cabronazo, pero necesito correrme, déjate de jueguecitos y fóllame du-

ZAS, ZAS¡

Dos fuertes azotes callaron sus protestas y dieron paso a sus aullidos, pero sin darle tiempo a respirar, comencé un mete y saca frenético que le supo a gloria, porque no paró de gemir, suspirar y relamerse su dulce boquita.

Su culo perfecto vibraba al compás de las embestidas de mi pelvis. Solté mi mano derecha de su pelo, arañé suavemente su espalda hasta llegar a su culito. Mi dedo pulgar comenzó a jugar sobre la entrada de su ano. Antes de proseguir llevé dicho dedo a su boca, y ella lo chupó con lujuria. Cuando estuvo bien mojado lo llevé de nuevo a su culo y esta vez presioné con fuerza y conseguí metérselo.

–Fóllame duro cabrón, que estoy a punto.

Con mi dedo dentro de su culo, había llegado el momento de taladrarla sin piedad. En aquel momento no era mi amada mujer, sino mi perra y tenía que follarla como tal.

Mi polla horadaba su encharcado coño una y otra vez sin descanso. Ella no paraba de frotar su clítoris, y sus gemidos inundaban la habitación. Mi polla la penetraba en distintas direcciones, yo sabía que eso a ella le encantaba.

Y llegado el momento…

–Me corro, sí me corro, sí joder¡¡

Cogí su cabeza y la hundí en la almohada mientras seguí penetrándola con furia. Vi como su cuerpo se estremecía ante mis embestidas y metí el dedo gordo hasta el fondo de su culo. Su cuerpo convulsionaba entre gemidos ahogados, y noté mi orgasmo llegar.Me vacié en su interior bufando como un poseso, y me desplomé sobre ella para morder su hombro.

Permanecimos así  unos minutos, respirando profundamente, sin decir nada. Nuestros cuerpos sudorosos se acoplaban a la perfección,. Le acariciaba el pelo, besaba su cuello. Se giró y nos comimos la boca con pasión, y con amor.

Pasado ese tiempo, me quité de encima de ella. Y me tumbé boca arriba. Ella se incorporó levemente. Me miró, sonrió

–Lo de puta te ha sobrado un poco, eh¡; pedazo de salidorro.

Me empecé a descojonar.

–Cariño, la emoción del momento-repliqué-y tú no te has quedado corta con lo de "cabrón de mierda"

–Sí,pero no es igual pero procura evitarlo.

No había reproche en su tono. La miré fijamente. Estaba preciosa. Debía recuperar mi matrimonio. Si se hubiera quedado embarazada esa noche sería perfecto. No dijimos nada al respecto. Ella se hizo un ovillo y se acurrucó junto a mi. Dormimos como lirones.

Al día siguiente mis sensaciones eran confusas. Estaba completamente enamorado de mi mujer, pero Alejandra me hacía perder la cabeza. Además ella estaba casada. ¿Hasta que punto merecía la pena?

Me pasé todo el día reflexionando sobre ello. Mi mujer me escribía al móvil y se la notaba feliz, feliz y cachonda.

“Esta noche mando yo perrito” ”te voy a atar y a hacer de todo”

Parecía que nuestra pequeña crisis había llegado a su fin. Esa noche era viernes, salimos a cenar, a tomar una copa y a bailar un poco. No solíamos tener esas veladas. Era una reconciliación en toda regla. La noche fue larga, perdí la cuenta de los orgasmos, pero me preocupó que en algún momento, pensé en Alejandra.

Los días sucesivos fueron buenos, amor y sexo. ¿Qué más se puede pedir?. No fui al gimnasio en toda la semana. La excusa de la lipotimia me vino al pelo.Decidí borrarme del gym, y a mi mujer le conté que ya me sabía las rutinas y las haría por mi cuenta. A ella no le hizo gracia, pero al ver que sí hacía los entrenamientos por mi cuenta, estuvo conforme.

Aún así seguía pensando en Alejandra. Me sentía mal por no haberme ni despedido. Pero era mejor no verla.

Pasó más de un mes desde la casi pillada en los vestuarios, y posterior reconciliación con mi mujer. Esa noche llegué a casa tras un largo día de curro, y me la encontré en el sofá llorando.

–Nena, ¿qué ocurre?

Ella no contestó y volví a insistir con mis preguntas. No decía nada, estaba abatida, hundida.  Me puse muy nervioso y empecé a pensar que podía haber averiguado algo de Alejandra.

–Nena por favor, llamo al médico como no me digas nada.

Lo que sucedió en ese momento pareció ocurrir a cámara lenta a través de mis ojos. Ella estaba echa un ovillo sobre el sofá, y metió su mano en el bolsillo de la bata que llevaba puesta. Sacó un artilugio que al principio no supe lo que era. Me lo ofreció y pude entender su estado.

El puto test de embarazo había dado negativo, una vez más.

–Nena, por favor. Mañana mismo voy a hacerme las pruebas, y si es necesario acudir a un centro de fertilidad lo haremos. Pero por favor no te pongas así.

Estaba encerrada en su dolor y no atendía a razones

–La noche que lo hicimos cuando te dio la lipotimia acaba de empezar mi periodo fértil–balbuceó entre sollozos.

Me acerque y apoyé mi cabeza en su costado. No necesitaba palabras, tampoco sé si necesitaba contacto, no supe que necesitaba en aquel momento. Estaba perdido. Pasamos allí un buen rato hasta que finalmente ella se levantó y se fue a la cama. Intenté ir tras ella pero me pidió estar sola. Me quedé en salón, sólo y hundido. Lloré.

Cuando me desperté al día siguiente se había ido. Nunca había hecho eso. La llamé al móvil  no me respondió. La escribí y tampoco.Pasé uno de los peores días de mi vida, pero supuse que necesitaba estar sola. Al llegar a casa la encontré haciendo las maletas y me dio un vuelco el corazón.

–Nena pero que haces?

No dijo nada, se limitó a seguir con lo que estaba haciendo.

–NENA–grité presa del pánico

Se asustó ya que no estaba acostumbrada a que lo hiciera. Paró de hacer lo que estaba haciendo y mirando hacia abajo me dijo

–Me voy unos días fuera con Eva y Elena. Hay un seminario en Lisboa y han pedido voluntarios para ir.

–¿Me estás diciendo la verdad?

No dijo nada y siguió con su maleta. Me acerqué a ella y la cogí del brazo. Ella paró y suspiró hondo, la miré completamente desangelado.

–Es la verdad. Pero también es cierto que necesito estar sola unos días. Por eso me ofecí.

–Entiendo, pero podrías habérmelo dicho,y podrías haber respondido a mis mensajes y tal.

Se dio la vuelta y me dio un abrazo. No dije más.Nos fundimos en un profundo abrazo. Tras separarnos terminó de hacer la maleta y se dispuso a irse.

–¿Ahora mismo te tienes que ir? ¿de noche?

–El avión sale a las 6.30, duermo donde Eva que hay 3 minutos al aeropuerto. Cuando llegue al hotel te escribo, ¿vale?

No dije nada, las lágrimas afloraban en mis párpados. Ella se acercó hacia mi y me dio un leve beso en la comisura de los labios que me supo a un triste adiós.

Apenas dormí esa noche, me sentía como si me hubieran abandonado. De cierta forma era así. Me escribí con un par de amigos que trataron de animarme. No tenía ganas de hablar con nadie.

Llegué tarde a trabajar, todos me notaron algo raro y simplemente aludí una mala noche. Me pasé la jornada ensimismado, ausente. Pero al menos no estaba solo y pude desconectar por momentos. Era viernes y la verdad, eso no me gustaba nada la idea de pasar todo el fin de semana solo.

Al llegar a casa encendí el móvil ya que lo había quedado olvidado por las prisas. Vi un mensaje de mi mujer, muy seco, muy triste en el que simplemente decía que había llegado. La contesté ipso-facto y la vi en línea, miré expectante por si respondía. Se mantuvo en línea unos minutos y no contestó.

Pasado un rato volví a escribirle. Volvió a ocurrir lo mismo, un buen rato conectada y ninguna respuesta. Le llamé. Me colgó y acto seguido me escribió.

“estoy bien, pero ocupada. No me llames que el roaming es muy caro. Cuando esté más libre te escribo”

¿Caro? Por unos minutos no nos íbamos a arruinar, y deseaba hablar con mi mujer. Me puse furioso, la casa me asfixiaba y lo único que se me ocurrió fue salir a correr. !en qué hora se me ocurriría¡

Estaba anocheciendo y hacía una temperatura excelente. Acababa de llegar la primavera y muchas chicas aprovechaban la llegada del buen tiempo para lucir sus encantos. Me crucé con varias chicas haciendo running, y era imposible no fijarse en sus cortas mallas y prominentes escotes. Me sentía cabreado, pero curiosamente cuanto más cabreado estoy, más caliente me pongo.

Para tratar de concentrarme , subí el volumen de la música que llevaba en mi móvil y empecé a correr más rápido. Discurría por una senda perteneciente a un gran parque cercano a casa, y multitud de corredores, corredoras y ciclistas nos agolpábamos. Decidí salirme y callejear un poco.

No sé como llegué, quizá por instinto, o quizá el subconsciente me llevó hasta prácticamente las puertas del gimnasio de Alejandra.

Paré, más que nada porque estaba exahusto. Doblé mi torso y apoyé mis manos sobre mis rodillas, extenuado.

¡ZAS!

Un picor insoportable en mi nalga izquierda me despertó del momento de descanso.

–Perdona, mi niño se me fue la mano­­–una voz familiar pronunció  aquellas palabras

Alejandra se tapaba la boca avergonzada, hallé honestidad en sus ojos. Una chica jovencita y algo entrada en carnes le acompañaba.

–Vaya forma de decir hola a un viejo amigo–protesté, no me había sentado bien el azote.

–Lo siento, lo siento–quería darte flojito, pero al venir en carrera no calculé bien.

–De acuerdo, no pasa nada. ¿cómo estás?

–Gracias, tu también estás muy bien.

Reímos los tres a carcajadas

–Esa broma es masculina–repliqué

–Bueno, permíteme que te la robe–se giró hacia la chica–Amaya,¿me esperas en el Gym? Puedes ir estirando, tardo 3 minutos

La chica asintió y se encaminó a paso ligero hacia el gimnasio.

–¿Una nueva alumna?-pregunté

–Claro, se casa dentro de dos meses y también ha hecho un plan express. Tengo que hacer que se meta en el vestido como sea

–Hay que ser uno mismo, sobre todo el día en que te casas.

–Amaya será ella misma con 10 kilos menos, nada más.

–Yo la veo bien, la chica es mona.

Alejandra se acercó hacia mi despacio con un gesto serio. Puso su boca muy cerca de mi oído y susurró

–¿Te gusta más que yo?

Me puso muy nervioso, porque a pesar de venir de correr y tener todo su cuerpo sudado, olía muy bien. Y la cercanía de su piel me erotizaba como siempre.

–¿Te gusta que te regalen el oído?

–Esa expresión es de acá, y no me gusta. Tan sólo dime la verdad

Me puso sus labios pegados al lóbulo de mi oreja y notar su tacto me provocó un escalofrío. Noté como su mano bajaba hasta mi pantalón, pero para  mi sorpresa fue a parar a mi bolsillo. En un abrir y cerrar de ojos me sacó el móvil y se retiró juguetona.

–Ey, ¿qué haces?

Ella reía, y tecleaba en mi teléfono sonriente. Cuando hubo terminado, me lo enseñó y pude ver en mi pantalla que había anotado su número.

–Podría haberme echo una llamada perdida a mi misma y tener así tu número. Pero no quiero parecer una acosadora. Me encantaría que me llamaras. P-a-r-a l-o              q-u-e q-u-i-e-r-a-s…

Estas últimas palabras las dijo muy despacito y muy sensualmente. Me devolvió el teléfono y me dio un beso en la mejilla muy cerca de la comisura de los labios.

–Te veo en forma–dijo al mismo tiempo que salía corriendo dirección al gimnasio al ritmo de sus espectaculares nalgas botando.

¡Pero que hija de puta!. Pensé una vez más. Se giró y me lanzó un beso. Sonreí. Como no tenía suficiente comedero de cabeza ahora otra cosa más, y esto pensaba que lo tenía superado. Y encima estaba muerto y mi casa estaba a casi 5 kilómetros.

Volví caminando deprisa, mirando una y otra vez el teléfono. Ni la llamé ni la escribí. Llegué a casa y volví a recurrir al tópico de la ducha fría. La verdad es que es muy útil.

Cené algo, puse la televisión y cogí el móvil para escribir nuevamente a mi mujer. Estaba conectada, le pregunté si tenía tiempo para hablar. No obtuve respuesta a pesar de que seguía en línea. Empezó a sentarme mal la cena así que dejé el teléfono y puse una de mis series favoritas. La solía ver con mi mujer, pero estaba bastante enganchado y era lo único que se me ocurría para distraerme. Me chupé tres capítulos de tramas e intrigas políticas en la Casablanca.

La serie me hizo desconectar pero todavía seguía con la mosca detrás de la oreja. Tanto con mi mujer como con Alejandra.

Busqué a Alejandra entre los contactos de Whatsapp.  Estaba offline pero no hacía mucho de su última conexión.

“Hola”

La tentación me pudo. Me quedé mirando la pantalla del móvil. Ella no se conectaba. Sin embargo cambié a los mensajes de mi mujer y ella sí estaba conectada. La volví a saludar y preguntarle como estaba. No contestó y me cabreé profundamente. La mandé una nota de audio expresándole mi malestar. La respuesta fue la misma: silencio.

Me fui a la cama a intentar dormir. Volví a mirar el móvil por si Alejandra había respondido. En teoría no había visto el mensaje. Eran más de la una de la madrugada, y yo estaba agotado y cabreado. Dejé el móvil en la mesilla y me dispuse a dormir. A pesar de darle muchas vueltas a todo en mi cabeza me quedé dormido por el cansancio acumulado que llevaba.

No sé que hora sería cuando los zumbidos del móvil me despertaron. Al principio, no sabía ni donde estaba. Cogí el móvil y aparecía un mensaje en pantalla de un número desconocido. Lo abrí al instante.

“hola mi niño”. Y una foto de los morritos de Alejandra a continuación.

Eran casi las 5. Y no sabía si responderla o no. Posiblemente hubiera llegado de fiesta y quizá estaría algo bebida. ¡Qué coño! Era el mejor momento.

“hola guapa, ¿qué haces conectada a estas horas?”

Tras un moderado espacio de tiempo, donde se la veía escribir y parar, escribir y parar…

“he salido con las niñas, llegamos ahora”

Y sin comerlo ni beberlo, me mandó una foto con un vestido corto donde estaba espectacular.

“Pivón” Le escribí

“mucho pivón, pero nadie me liga”

“eso es porque intimidas”

“¿Y a ti también te intimido? Te recuerdo que ya te he comido la polla”. Me tuve que reír porque se la notaba muy borracha.

“bueno, con esos comentarios un poco”

Tardaba bastante en contestar. En la pantalla del móvil veía como escribía y se volvía a parar. Finalmente lo que me mandó me dejo con la boca abierta. Una espectacular foto de su coño en primer plano, con sus dedos índice y corazón abriendo los labios vaginales.

“¿te gusta cabrón?”

Vaya si me gustaba, tanto que el empalme fue ipso-facto. A falta de pan buenas son tortas, así que me bajé el pijama y me dispuse a hacerme una buena paja mirando esa delicia de foto.

“me encanta, me voy a masturbar con esta foto”

Le contesté, y antes de que pudiera ponerme “a lo mío”, recibí otro mensaje.

“deja de hacerte pajas y ven a follarme ahora mismo. Estoy sola”

Joder, esta vez sí que se dio prisa.

Valoré la situación, la infidelidad ya estaba cometida. Tan sólo me faltaba culminarla, los remordimientos ya estaban presentes. Así que, ¿para que lidiar con unos remordimientos que me compensaban tan poco? Al menos que esos remordimientos sirvieran para algo.

“Tardo 15 minutos en llegar, no te me duermas”

Me vestí a toda prisa, y cuando estaba a punto de salir por la puerta recibí otro mensaje. Supliqué para no fuera mi mujer, ni para que fuera Alejandra arrepintiéndose.

Volví a abrir la boca, al ver el resultado de una nueva foto. Un dildo metido en el precioso culito de mi entrenadora personal con un mensaje más que sugerente.

“Tranquilo que mi amigo me mantendrá despierta, vos tené cuidado con el coche”

Ni que lo diga, en mi estado de nervios y la hora que era, podía ser un peligro al volante. Fui bastante rápido, no sin pararme en una gasolinera a por una caja de preservativos.

Llegué a la puerta de su piso, y cuando me disponía a escribirle un mensaje, ella se adelantó

“1c, pero mira antes hacia arriba”

Allí estaba ella, otra vez la silueta Hitchcokiana tras sus cortinas. Sus perfectas tetas culminadas con sus duros pezones dibujaban la erótica noche. Ni contesté.

Fui hacia la puerta del bloque, y al comprobar que no estaba abierta esperé que ella me abriera. Fueron unos segundos que me parecieron horas. Finalmente se escuchó el típico sonido del telefonillo y pude entrar.

Subí las escaleras como alma que lleva el diablo. Miré bien las letras de las distintas puertas y al ver la letra C con la puerta abierta no dudé en entrar. Estaba todo a oscuras menos una tenue luz al final de un largo pasillo. La ventana que supuestamente daba a la calle, donde Alejandra había estado escasos minutos antes, estaba abierta y la brisa que se colaba en el salón hacía ondear las cortinas.  A pesar de la oscuridad parecía un bonito piso, con una decoración minimalista.

Dirigí mi mirada hacia el final del pasillo, y me dirigí hacia lo que parecía una habitación. Cuando abrí la puerta lo que vi, me volvió a dejar sin palabras

Alejandra estaba a 4 patas sobre una gran cama, con el dildo metido en su culo mientras se abría su coño y frotaba su clítoris.

–Vamos cabrón, a qué estas esperando.

No dije nada, y simplemente llegué hasta ella y hundí mi boca en su coño. Joder estaba empapada. Con mi mano derecha le metí más el dildo en su culo arrancando un alarido de su boca.

–¡Cómo sabes lo que me gusta!

Metí mi lengua todo lo que pude, me hubiera gustado tenerla más larga. Y llegar incluso hasta su útero. Estaba fuera de mi, y la iba a destrozar, y ella a mi, por supuesto.

Estuve comiendo su dulce coño y penetrando su estrecho culito durante un buen rato, hasta que ella me paró entre gemidos.

–Ahora dame tu “posha”

Me desabrochó el vaquero a toda prisa y me mordió suavemente la polla por encima del slip. Me miraba con ojos incendiados en lujuria. Me relamía del gusto. Me mordió del lateral del slip y tiró de él hacia abajo. Se fue hacia el lado opuesto e hizo lo mismo. Mi polla salió como un resorte golpeando su cara. Ella misma la volvió a coger y golpeó sus labios. La besó, la lamió, la engulló…y la volvió a engullir hasta el fondo, una vez y otra, incluso se provocó una arcada. Me tenía al borde del abismo, sobre todo por la tensión acumulada. Si seguía con esa espectacular mamada no duraría mucho. Pero paró. Ye me la estrujó con fuerza

–Todavía no cabrón, me tienes que follar bien follada.

Yo no podía articular palabra, era un autómata y hacía cualquier cosa que ella me pedía. Así que me quité los pantalones mientras ella volvía a ponerse en pompa.

Fui a coger la caja de preservativos y en ese mismo momento, sonó mi teléfono. No era un simple mensaje, sino una llamada. Una llamada a las 5 de la mañana sólo podía ser de una persona.

Alejandra reaccionó y frunció el ceño. Yo la miré sin saber qué hacer. Mi mujer sabía que siempre dejqaba el teléfono en vibración por las noches. Alejandra me miraba impaciente.

–Podés coger el teléfonito si querés, pero si lo haces te perderás la sorpresa que te tengo preparada. Vos decidís.

Cogí el teléfono del bolsillo del pantalón, mis sospechas se confirmaron y la llamada seguía en curso.

Alejandra se levantó y se dirigió hacia una puerta del cuarto donde estábamos y me miró con una mirada demasiado inquietante. El teléfono seguía sonando.

¿De qué sorpresa hablaba? ¿Qué coño podía hacer yo?

Continuará…

Gracias por los comentarios en los anteriores relatos y por los correos. Os propongo una cosa: decidid vosotr@s el final.

Os pido que me pongáis en los comentarios o me mandéis por email, cómo queréis que termine este relato. El próximo que escriba, será el final de esta serie, y me gustaría que me dijerais que os gustaía que ocurriera. Entre todos los comentarios y mails recibidos, diseñaré el final que más se adapte a vuestros gustos

Publicaré el relato entero con estas tres partes publicadas en Todorelatos, revisadas y mejoradas, más la última entrega en función de lo que me contéis. Lo haré en mi blog dentro de una semana.

Saludos