La entrenadora personal IV

Tras mucho tiempo, lo siento, dejo la 4ª parte de esta saga, que algunos ya leísteis en mi desaparecido blog. Espero os guste y me animéis a seguir escribiendo, que realmente lo necesito.

Efectivamente el número en la pantalla era el de mi mujer. Miré a Alejandra, volví a mirar el móvil. Mi dedo índice se dirigió hacia la pantalla, dudé por un segundo, un solo segundo. Pulsé el botón rojo.

“mi polla entraba y salía sin cesar de su húmedo coño, mientras notaba un intenso placer húmedo en mi perineo…”

Tiré  el teléfono hacia un lado. Acto seguido me despojé de mi camiseta, me terminé de quitar los pantalones y los slips los tiré donde pude.

La miré sonriendo maliciosamente y puse las manos en un claro gesto de “y ahora qué”. Alejandra me devolvió la sonrisa maliciosa, y abrió la puerta de lo que parecía ser su vestidor. Desapareció un momento y me quedé extrañado. ¿Qué demonios tendría en ese vestidor?

No tardó más de 10 segundos en volver a aparecer, pero me parecieron horas. Su espectacular figura desnuda apareció caminando pero a a mis ojos levitaba. Su brazo derecho iba pegado a su cuerpo, pero el izquierdo lo tenía ligeramente levantado, parecía que sujetara algo.

Poco a poco su mano fue apareciendo ante mi vista, y mis ojos se dirigieron a lo que ella sujetaba. Me costó descifrar lo que era al principio, pero tras breves momentos de duda detecté que iba cogida de otra mano, esa mano se fue convirtiendo en un brazo, y ese brazo pasó a ser una figura femenina. Mis ojos fueron subiendo por su brazo hasta llegar al cuello de la desconocida. Ascendí un poco más hasta su cara que estaba tapada por su pelo. Miraba hacia el suelo, y era difícil reconocerla.

Alejandra avanzó hacia la cama y poco a poco fui distinguiendo el cuerpo de la invitada. Sin duda no era un cuerpo como el de Alejandra, todo lo contrario. Muchas curvas rotundas. Y entonces, “chas”, caí en la cuenta.

–¿No decías que era mona? Pues ahora vas a saber lo bien que la chupa.

Allí estaba la nueva discípula de Alejandra completamente desnuda y expuesta. Pensé que esta mujer tenía un fetiche con las personas que entrenaba. Y yo me iba a aprovechar de toda aquella situación.

Me acerqué a las dos, y Alejandra hizo que la chica se agachara. No hizo falta decir, más. Se arrodilló, y sin siquiera mirarme ni usar sus manos, empezó a lamerme. Miré a Alejandra que sonreía y se ponía a mi espalda. Besó mi cuello y empezó a acariciar mi culo.

Aquello ya era demasiado y mi polla creció como la nariz de Pinocho.

La próxima mujer casada engulló mi polla, y empezó a mamar como si no hubiera un mañana. Giré mi cabeza y busqué la boca de Alejandra, la cual encontré rápidamente. Notar sus labios y su lengua me encantó, y estuve besándola durante un largo espacio de tiempo.

El besó se cortó cuando la chica que estaba de rodillas paró de chupármela. Se había tomado un respiro, pero esto pareció no gustarle a Alejandra que se agachó y desde atrás mía agarró la cabeza de la chica con sus dos manos, y la obligó a comérmela.

–Susanita, te he dicho que no pares el ejercicio hasta que yo te lo diga–ordenó Alejandra.

No supe descifrar si era un juego, o una orden real.

El caso es que la tal Susanita volvió a tragarse sin descanso mi falo, el cual estaba en su máxima expresión. Se llegaba a atragantar ante las acometidas de Alejandra que tenía su boca a la altura de mi culo. Así que como yo estaba caliente como nunca, me aventuré a abrírmelo y ponérselo en su cara. Alejandra primero me mordió la nalga, lo que me hizo dar un respingo. El siguiente muerdo fue más suave. Y lo siguiente fue lamerme desde los huevos hasta el culo.

Fue realmente placentero sentir la doble mamada, y no tardé mucho en correrme en la boca de Susanita. Gemí como no recuerdo hasta entonces, y tuve que retirarla porque la sensibilidad podía conmigo.

Me separé de ambas mujeres y, extenuado, me senté en la cama desnudo y con la polla llena de restos de semen y saliva de Susanita.

Miré a Alejandra que seguía de rodillas, sonriendo, respirando profundamente al igual que todos los que estábamos en la sala.

–¿Así que esta es la sorpresa?

–Tan sólo acaba de comenzar. ¿No te gusta?

–Es más que obvio que me gusta, pero también me hubiera gustado sólo contigo.

–Lo sé, pero Susanita se casa muy pronto, y esta es una pequeña despedida de soltera. Si quieres le digo que se vaya y nos quedamos los dos solitos.

Susana se levantó con la intención de irse.

–O puede quedarse y tan sólo mirar.

Me quedé pensativo, Alejandra no sólo estaba jugando con la chica, sino que también lo hacía conmigo. Y yo no estaba para muchos juegos, pero sí con unas ganas terribles de follar.

–Decide tú que eres la anfitriona.

Alejandra se levantó poco a poco y pude volver a admirar una vez más su espléndida figura sin una gota de grasa. Se acercó a Susana, que era una persona opuesta físicamente, pero con mucho atractivo. La puso una mano en uno de sus enormes pechos, lo acarició y pellizcó el pezón. La chica gimió pero su actitud seguía completamente sumisa.

–¿Qué hacemos Susanita? Le regalamos un buen espectáculo?

Susana simplemente asintió, y Alejandra se agachó levemente para succionar sus pezones. La muchacha arqueó la espalda, mientras emitía suaves gemidos, que fueron intensificándose cuando Alejandra deslizó la mano entre sus piernas.

Frotaba su coño con vehemencia, arrancando a la chica gemidos cada vez más sonoros.

Alejandra dejó por un momento de lamer los pechos de Susana, y me dedicó una de sus mejores miradas lascivas. En ese momento la muchacha emitió un fuerte gruñido, signo de su inminente orgasmo. Alejandra la penetró con los dedos con furia, y la chica comenzó a convulsionar. Gemía tan fuerte que los vecinos deberían estar alucinando.

Pero en aquella habitación todo daba igual.

Susana se agarró como pudo a Alejandra mientras se corría entre convulsiones, emitiendo auténticos chillidos de película porno. Alejandra me miraba con un vicio que, aunque no me era desconocido, sí me resultaba aún más erótico, dada la situación.

Cuando Susana terminó de correrse, comenzó a dar besos a Alejandra en su hombro, y buscó su boca. Ésta le rechazó, y la empujó sobre la cama.

–No te muevas que enseguida sigo contigo. Mejor dicho, seguimos–remató antes de venirse hacia mi y enseñarme su mano reluciente de los jugos de Susanita.

Se arrodilló entre mis piernas y lamió uno de sus dedos pringosos por el flujo de la muchacha. Llevó otro hacia mi boca, el cual engullí y saboreé con deleite. La miraba a los ojos, y ella tenía clava su mirada en los míos.

–Está rica, ¿verdad?–simplemente asentí.

Permanecimos unos segundos lamiendo sus dedos al compás, hasta que ella se retiró. Miró mi polla y estaba levantada pero no del todo. Me sonrió y se dirigió hacia ella con su boca. La engulló con gusto, y comenzó a mamarla como sólo ella sabe.

Giré la mirada y Susana nos observaba curiosa. La verdad es que la chica estaba muy bonita en esa postura, tumbada de lado en la cama, con la cabeza apoyada en su mano.

Sus enormes pechos desnudos, eran más que apetecibles. La mamada de Alejandra era espectacular, pero justo en ese momento volvió a vibrar mi móvil. Ella notó mi inquietud y tragó mi polla con más fuerza si cabe.

Pero el móvil no paraba de vibrar, y volvió a incomodarme. Alejandrá paró de chupar.

–Trae el móvil–ordenó a Susana.

La chica obedeció como una autómata, y se levantó hacia donde estaba mi teléfono. Lo cogió y lo trajo hacia nosotros.

–Alejandra–protesté. Ella cogió el teléfono y sin mirarlo me miró a los ojos seriamente.

–Cógelo, te juro que no haremos ruido. Inventate cualquier excusa y apágalo.

No me dejó opción a rechistar, así que para acabar con aquello y seguir a lo importante. Obedecí.

–Dime corasssón–fingí una voz de borracho no demasiado creíble. Antes de terminar la frase, Alejandra volvió a engullir mi polla, lo que me provocó un respingo.

–Nene, nene ¿dónde estás?–demandó mi adorada esposa

–Pues donde quieres que esté, en casa que acabo de llegar de cachondeo–continué falseando la voz de "borrachín".

Tarea realmente difícil ante las acometidas de Alejandra. Acometidas que se hicieron prácticamente irresistibles cuando ordenó a Susana unirse a la fiesta. Ambas mujeres se postraron arrodilladas ante mi, y mientras Susana lamía el tronco de mi durísima polla, Alejandra se encargaba de mis testículos, proporcionándome un placer hasta ahora inusitado.

–Joe, nene. Estás borracho. Y yo aquí solita.

–Pues te has ido porque has querido, porque nadie te dijo que te fueras–finalicé esa frase con un, no muy convicente, "hip". Sonido que fue provocado porque Susana se tragó mi polla hasta el fondo

–Pues estoy solita en la cama, si estuviera allí contigo ahora mismo, seguramente estaría entre tus piernas comiéndote eso que me gusta tanto–al parecer mi mujer estaba cachonda y por eso me llamaba.

Vivir para ver.

Alejandrá escuchó la conversación y paró de mamar, me miró maliciosamente. Y me señaló el número dos, señalando a Susana que seguí a lo suyo. Entendí su mensaje y como estaba bastante dolido con mi mujer, a pesar de estar poniendole los cuernos bien puestos, decidí ser un poco más cruel.

–Pues a mi me gustaría que se uniera alguna amiga tuya y me la comierais entre las dos–arriesgué demasiado.

–Mmm, que guarro eres. Te gustaría que la zorra de Eva te la comiera al mismo tiempo que yo ¿verdad?–joder con la que estaba rayada por no poder tener hijos. Andaba más caliente que el falo de un churrero. Sí el falo, no el palo. Que los churreros también tienen falo, y no sólo palo.

Alejandra paró de mamar y me sonrió de nuevo. Las dos chicas entrelazaban sus lenguas alrededor del tronco.

–Claro, me gustaría que os pusierais las dos a cada lado y lamierais entre las dos.

–Mmm, a ella le encantaría, me contó que te vio pajeándote, y que te la hubiera comido sin dudarlo.

Aquella era una noche sin duda memorable, de momento disfrutaría de lo que estaba ocurriendo, y cuando la cachonda de mi mujer, y la zorra de su amiga volvieran a Madrid íbamos a tener más que palabras.

Alejandra y Susana hacían lo que describía a mi mujercita, y yo estaba flipando en colores. Ver sus lenguas juntas alrededor de mi polla, era todo un sueño hecho realidad.

–Pues cuando vuelvas os venís a casa las dos juntitas, me la coméis bien comida entre las dos, y después os follo bien folladas.

–Joder claro que sí, nene. Ponnos a 4 patas a las dos y fóllanos como tú sabes.

Alejandra al oír esto, paró y se levantó. Cogió a Susana de la mano y la llevó hasta la cama. La puso a 4 patas y me miró fijamente.

–Abre el culo de Eva, que voy a follarla como nunca la han follado. ¡Vamos!

Alejandra entendió el mensaje, e hizo lo propio con Susana

–Lámele el coñito–ordené a mi mujercita

–Qué cerdo eres ¿quieres que le lama el coño a mi amiga?

–Claro que sí, lámeselo, vamos.

Alejandra sonrió y comenzó a lamer el coñito de Susana, que empezó a gemir suavemente. Era una delicia ver como su lengua devoraba ese coñito de labios vaginales gruesos y rositas.

–Eres un guarro, pero ahora mismo sería capaz de lamérselo si estuvieras aquí con nosotras.

–Muy bien, haz que se moje bien mojada, que la voy a taladrar como nunca.

Alejandra siguió dando placer oral a la chica, y su rotundo trasero me ponía bastante cachondo. Pero me preocupaban sus más que acuciantes gemidos. Se lo hice saber a Alejandra, que paró y se dirigió al vestidor.

–¿Te gusta como le como el coño a Evita, verdad guarro?–gritó mi mujer

—Me encanta–contesté, y acto seguido me acerqué al coño en pompa de Susana  le di un profundo lametón. La chica no se lo esperaba y dio un respingo.

–Déjame que yo también pruebe el coño de tu amiguita–y volví a lamer el jugoso coño de Susana.

–¡Mmmm me pone cachonda pensar en eso, cerdo! Soy capaz de avisarla, está en la habitación contigua, y no creo que esté dormida porque hemos llegado hace poco.

El corazón se me puso a mil, sí aún más a mil. Mi mujer, mi inocente mujer, estaba a punto de llamar a su amiga para contarle las fantasías que estabamos teniendo con ella. Mientras tanto iba a follarme a esa bonita muchacha entrada en carnes, y a Alejandra.. a Alejandra ya no sé ni que le haría

–No te atreves–mi voz ya no imitaba a un borracho. Estaba demasiado sereno.

–¿Crees que soy una sosa? Eva ya me dijo que el soso eras tú. No estoy de acuerdo, pero lo que estoy segura es que yo no lo soy. ¿Quieres que le avise y hablamos los tres?

Los seis, pensé.

En ese momento Alejandra apareció vestida de dominatrix. Aquello me hizo entender muchas cosas, pero terminó de transportarme a un estado desconocido de placer. Traía en su mano una mordaza con una bola, como la de Pulp Fiction.

Me miraba desafiante, pero en realidad yo estaba más pendiente de lo que había al otro lado del teléfono.

—¿Quieres que vaya o no?–inquirió mi mujer.

Un rotundo SÍ salió de mi boca y en ese momento Alejandra amordazó a Susana.

—No cuelgues–mi mujer dejó de hablar unos segundos. Segundos que no desaproveché, pues puse mi polla a la entrada del coño de Susana y la penetré con fuerza.

Me quedé dentro de ella mirando a Alejandra, que sonreía ampliamente. Se fue colocando debajo de Susana con su cabeza al altura de su entrepierna. Y comenzó a lamerla el clitoris. Así que yo comencé a penetrarla acompasadamente.

Me había olvidado por completo del teléfono, hasta que escuché unos gritos.

–Nene, nene. ¿Estás ahí?

—Sí, perdona

–Escucha atentamente

Una voz familiar salió del auricular del teléfono.

–Hola pajillero—Eva sin duda. Le encantaba mofarse de mi.

—Hola mirona–no me iba a quedar callado.

A todo esto había parado el ritmo, de la follada y Alejandra se había dado cuenta. Por ello, me metió un dedo en el culo, que me hizo clavársela de golpe de nuevo. Emití un respingo que fue audible para las dos mujeres al otro lado del teléfono.

—No te habrás corrido ya, Billy el rápido–se mofó Eva

—No seas tan mala—mi mujer me defendió.

Fui capaz de acompasar la follada, con la conversación telefónica. Mi polla entraba y salía sin cesar de su húmedo coño, mientras notaba un intenso placer húmedo en mi perineo.

Alejandra era la pieza que más me desestabilizaba. Pero tenía que controlar aquello como fuera.

–Si me la hubieras comido aquella noche, sabrías que no soy tan rápido–la desafié.

–Claro, pero como eres un soso, no me agarraste de la nuca y me follaste la boca–las palabras de Eva me pusieron a mil, y Susana lo agradeció porque empecé a follarla con más fuerza. Alejandra alternaba el clitoris de la muchacha, con mis huevos, mi perineo y mi culo.

–Cariño, a esta zorra le gusta que le traten mal, así que si quieres que nos la follemos tendrás que ser muy duro–mi mujer me aclaró lo que no hacía falta aclarar.

Ellas reían divertidas, pero sus risas no denotaban mofa. Parecía que realmente sentían morbo.

–Entonces habrá que tratarla como se merece cariño. Desnúdala y ponla a 4 patas–no podía darle paso a los preliminares, la cosa estaba muy avanzada.

–¡Quieto vaquero!–protestó Eva–no vayas tan rápido.

–Hazlo o cuelgo ahora mismo–el silencio se apoderó de la llamada. momento en el que aproveché para cabalgar con fuerza a Susana.

La chiquilla gemía ahogadamente por la mordaza de su boca, pero sin duda lo estaba disfrutando como la que más. Aproveché un momento en el que mi polla salió de su coñito, para meterla en la boca de Alejandra, que la recibió con gusto. En ese momento, me di cuenta que no me había puesto condón, la situación me había superado, y aunque me preocupé ligeramente, no podía parar para colocármelo.

—¡Hijo de puta!, tu mujercita ya me tiene a 4 patas y con el culo en pompa. ¿contento?

En ese momento estaba en la  gloria, mirando hacia el techo, con la polla metida en la boca de Alejandra, e imaginando como la amiguita de mi mujer estaba a 4 patas y expuesta. Y lo mejor de todo, mi propia mujer allí. Para que aquello fuera perfecto solo faltaría que ellas estuvieran presente en carne y hueso, y hacer la orgía del siglo.

–Quiero verlo–exigí

–¿Cómo dices?–preguntó Eva

–No quiero que me toméis el pelo, cariño, hazle una foto y mándamela.

–¿Crees que es mentira?–protestó mi mujer.

–No, pero quiero verlo–volví a exigir.

Las dos mujeres, no dijeron nada. Al parecer habían adoptado un papel de sumisas, del cual yo estaba encantado. Mientras ella supuestamente hacían la foto en cuestión, yo saqué la polla de la boca de Alejandra y me dispuse a penetrar de nuevo el coñito de Susana, que parecía protestar por su ausencia.

Pero en ese momento, Alejandra, agarró con fuerza mi rabo, y lo llevo hasta el culito de la muchaha. Usó su otra mano, para volver a penetrar mi culo y me forzó a que la enculara. Lejos de rechazarlo, Susana hizo fuerza contra mi, permitiendo que tras unos segundos de lucha, mi polla se alojara dentro de su estrecho ano.

En ese momento recibí una foto en el whatsapp, y creí tocar la gloria, al ver la carita de mi mujer dando un beso en el culo, supuestamente de Eva.

–¿Te gusta cabrón?–espetó Eva–¿Te gusta ver como tu mujer besa mi culo¸

Solo pude balbucear, pero me recompuse.

–Preferiría ver como besa tu coño–todo o nada.

–¿Crees que no me voy a atrever, cariño?–habló desafiante mi mujer.

–Hazlo y cállate–estaba concentrado en ellas, porque el punto de no retorno no estaba muy lejos. La estrechez del culo de Susana, junto con el dedito que Alejandra tenía en la entra de mi culito, me tenían a punto.

–Mmm, tu mujer tiene más sangre que tú hijo de puta- escuché a lo lejos en el teléfono.

–Cariño, estoy lamiendo el coñito de esta zorra, ¿así es como te gusta que sea?

—Claro que sí, pero déjame verlo

Penetraba muy despacito el culo de Susana y Alejandra había hundido su boca en el coño. La masturbaba frenéticamente, y Susana se estremecía de placer.

El timbre del whatsapp volvió a Sonar, y cuando vi la foto llené el culo de Susana de mi esperma caliente. Alejandra aprovechó para lamer las gotas que rezumaban.

—Mmmm, sí hija de puta, másss–se escuchaba al otro lado del teléfono.

Sentí nuevos espasmos que me hicieron eyacular aún más, pero no podía dejar de mirar la foto. Mi dulce mujercita entre las piernas de la zorra de su amiga, con la boca hundida en su coño, y mirándo hacia la cámara del móvil. Quizá la foto más erótica y más morbosa que hubiera visto jamás

Eva gemía sin parar mientras gritaba improperios a mi mujer. Yo saqué la polla del culo de Susana y Alejandra la engulló para no dejar ni un rastro de leche.

–Mira escucha–dijo Eva.

Al instante escuché chapoteos y sonidos guturales. Sin duda la hija de puta había puesto el teléfono pegado al coño.

–Vamos córrete ¡Puta!–espetó mi mujer. Y volvieron a escucharse los sonidos vaginales, y de fondo los gemidos de Eva.

A todo esto, me di cuenta que Alejandra seguía mamando mi polla, y empezó a molestarme. Me acababa de correr y tenía demasiada sensibilidad. Le aparté, y ella protestó con la mirada, pero aplaqué su protesta con un beso de tornillo, que la hizo sonreír.

Me desplomé en la cama, pude ver el rostro de Susana, extasiado, desfallecido. Joder, había sido uno de los mejores polvos de mi vida. Al otro lado del teléfono los gemidos de Eva ya eran aullidos. Se estaba corriendo como una loba en celo.

Alejandra se puso a mi lado y comenzó a acariciarme. Susana se liberó de su mordaza y se tumbó a nuestro lado. Tras unos segundos de silencio en el teléfono. Se escucharon risas.

–No veas como come el coño tu mujercita–soltó Eva.

–Es que tiene un coño muy rico–rió mi mujer.

Yo no comprendía nada, era surrealista, pero no iba a desaprovechar aquella oportunidad.

–Descansad un poquito porque esto no acaba más que comenzar–dije esto al mismo tiempo que miraba a las dos mujeres que tenía a mi lado.

Continuará...