La entrega

Un marido relata como entrego a su esposa a otro hombre para satisfacer una fantasia sexual.

LA ENTREGA

Mi esposa y yo somos una pareja madura, seria, recatada y de buen nivel social. Hemos tenido una vida sexual bastante satisfactoria; nos fuimos conociendo en la intimidad poco a poco y coincidimos en muchos aspectos; tenemos gustos, preferencias y fantasías que nos platicamos al estar en la cama y tratamos, uno al otro, de satisfacernos en ello.

Así hemos explorado las diversa formas de disfrutar el sexo, sin que nos hayamos arrepentido de nada de lo que hemos hecho o nos avergüence algo. Es decir, nos entendemos perfectamente bien en la cama y en la intimidad perdemos todo el recato.

Desde luego, la mayoría de las propuestas para hacer algo nuevo las he hecho yo, pues mi esposa siempre ha sido una mujer seria y de buen trato que no aparenta lo que es cuando está excitada. Sin embargo ella acepta de buena manera mis propuestas porque, con el tiempo, ha ido sintiendo la curiosidad y ganas de practicar algo nuevo.

Así, como toda pareja, comenzamos a tener sexo en la forma tradicional, con besos y caricias como preámbulo y penetración vaginal. Después comenzamos a practicar el sexo oral que fue una de las prácticas que más le gustó y entusiasmó, tanto hacérmelo, como hacérselo yo a ella. Somos tan adictos al sexo oral que, cuando se presta la ocasión, antes de salir a mi trabajo y sin desvestirnos, ella me pide que me saque la verga y me da una prolongada mamada para que me vaya a excitado, con esto podrán imaginar el gusto que tenemos por ese tipo de sexo.

En una ocasión, ya para irme al trabajo por la mañana, ella aún estaba en ropa de dormir y no se había bañado, me pidió que me la sacara un momento. Yo obedecí desabrochándome el pantalón y, como siempre, se prendió de mi verga chupándola y lamiéndola con la lengua en toda su extensión, y metiéndosela lo más que le entraba. Yo tenía prisa, pues se me hacía tarde, por lo que, acariciándole el cabello le pedí que la soltara con la promesa de que esa noche se la daba todo el tiempo que quisiera.

No sin gusto me la soltó y me hizo que le repitiera que por la noche se la daría como lo había prometido. Salí de la casa y en mi coche, rumbo a mi trabajo, seguía con la verga parada, y aun tratando de no pensar en lo rico que estaba sintiendo cuando mi esposa me la estaba mamando, no podía dejar la excitación que me había producido. Después de algunos 10 o 15 minutos de trayecto me venció la calentura y regresé a casa. Entré y me dirigí a nuestra recama y la encontré, como solía hacerlo, desnuda en la cama, con las piernas abiertas, masturbándose y sumamente excitada. Volteó hacía a mí con esa expresión en la cara que le produce la excitación sexual, es decir, la boca entreabierta y los ojos entrecerrados. No dijo palabra alguna, y sólo sacando su lengua, con la cabeza, me indicó que me acercara. Siempre me ha gustado ver a mi esposa masturbándose, de hecho en cada sesión de sexo, mientras nos acariciamos, platicamos cosas eróticas y nos masturbamos por un largo rato. Así, en ese momento, con lo caliente que me había ido y viéndola como me gustaba verla, me quite apresurado la ropa y me acerqué para ponerle la verga en la boca mientras ella se frotaba su clítoris con desesperación, y de esa forma, mamándome la verga y masturbándose nos mantuvimos un largo rato sin importar si no llegaba a tiempo a mi trabajo.

Ya bien caliente con la mamada que me estaba dando mi esposa, me dieron ganas de mamarla yo a ella y me fui con mi lengua a atacar su rajita preciosa rodeada de su vello púbico ralo y negro. Ella con los dedos de sus dos manos se la abría para que mi lengua se posara mejor en su interior y en su clítoris el que tenía dilatado y duro; lo mordisqueé con cuidado después de oler sus aromas naturales acrecentados, pues aún no había tomado el baño. Eso me excitó extremadamente, pues las veces que la chupaba generalmente se había bañado y aunque así su olor era rico, olor a sexo, que es un olor inigualable y el cual disfruto a placer, ahora estaba acrecentado y penetrante. Eso me produjo una excitación endemoniada al grado de la locura, por lo que, reconozco, sentí que me iba a venir a chorros muy pronto, lo que me hizo desprenderme de aquella preciosidad y casi si poder hablar se la puse en la boca para que tragara mi semen a raudales como estaba saliendo. Ella lo aceptó gustosa al momento que también se estremecía y gemía como lo hacía siempre que alcanzaba un orgasmo.

Después de esa sesión rápida me entró el apuro para irme a trabajar.

Mi esposa es una mujer de muy buen cuerpo pese a sus 45 años de edad; su cara es bella; su piel aperlada clara; su cara es ligeramente redonda y su cutis terso. Tiene el pelo negro y liso y acostumbra recogérselo apretado hacia atrás en donde lo remata con un moño o prendedor.

Tiene el cuerpo bien delineado, el busto de buen tamaño y firme, y sus nalgas protuberantes la hace más atractiva a la vista. Siempre me ha gustado y me ha atraído sexualmente. Le veo las nalgas vestida y me provoca excitación, y eso que se viste de manera discreta Si a ello se le agrega que fue despertando poco a poco al sexo y que le gusta gozarlo de todas las formas que se nos van ocurriendo, pues ahí tengo mujer caliente y buena para rato.

Cierta noche, cuando estábamos desnudos besándonos y masturbándonos, le pregunte que si no le gustaría que otro se la cogiera para que probara una verga diferente a la mía. Me contestó que ya lo había pensado y que la sola idea la excitaba al grado que, cuando estaba sola, tenía esa fantasía y al masturbarse alcanzaba varios orgasmos con la excitación que le producía. Le dije que a mí también me excitaba la idea de que se la cogiera otro, y que también, al imaginarme que lo estaba haciendo, me excitaba demasiado al grado de que la eyaculación la alcanzaba rápido.

Nos pusimos a fantasear y le dije en ese momento que se imaginara que estaba con otro y que me dijera lo que, en su imaginación le hacía, mientras no seguíamos masturbando y besándonos. Ella aceptó y me dijo que en ese momento se imaginaba que un hombre menor que yo la besaba con ansias en la boca y que ella le entregaba su lengua que revoloteaba con la de él. Que la tomaba por las mejillas y la apretaba mientras la besaba, y que ella sentía, a su lado, a la altura de su muslo izquierdo, una verga que se iba parando a medida que se apasionaban los besos. Que para conocer sus dimensiones la tomó con sus manos y se dio cuenta que estaba más grande y gruesa que la mía. Que en ese momento se estaba excitando mas al palpar aquella verga dura y caliente, y que lo estaba besado con más pasión. Que ya no aguantaba y que se la iba a mamar; que comenzó a lamer la cabeza de la verga que sentía interminable y que al tomarla con sus labios sintió que casi no le cabía en la boca, pero que estaba insistiendo en metérsela lo mas que pudiera aunque no tuviera un movimiento libre de su lengua para mamarla como quería. Que él la tenía tomada de la cabeza y que le empujaba suavemente para que se metiera toda la verga en la boca. Que estaba haciendo hasta lo imposible y que al fin encontró un ligero acomodo que le permitió comenzar con movimientos de sube y baja a saborear aquélla verga que le parecía descomunal. Continuó diciéndome: -ahora ya deje de mamarle la verga y lo estoy besando en la boca nuevamente y él me toma y me aprieta mis tetas con fuerza, como si nuca hubiera tenido algunas en sus manos-, ahora, dijo, -bajó una de sus manos y urde entre mis vellos buscando mi rajita que la siento ya bien húmeda-; por fin, agregó: - con sus dedos la encontró y con ellos me acaricia todo mi interior aprovechando la lubricación abundante que ya me produjo-. Siguió diciéndome: - Ahora desliza su boca hacia mis tetas y comienza a mordisquearme el pezón de una de ellas, después las lame y las chupa con fuerza. Siento que esta bien caliente mi amor-, me dijo, y yo le contesté, pídele que te coja mi reina. Me contestó que no, que todavía no, que quería seguir en ese punto de excitación más tiempo.

Enseguida me dijo: -ya se posó de rodillas frente a mí y me abre las piernas, creo que me la va a meter, pero: ¡0h!, No, me está mamando, le voy a abrir con mis manos mi panochita, como te la abro a ti, para sentir su lengua más profundo. Oh!, Mi amor, me esta mamando rico, me chupa y me mordisquea el clítoris y siento facinante. Ahora me pide que me ponga boca a abajo y me está abriendo las nalgas buscando con su lengua mi culo. ¡Oh amor!, ya lo encontró y me lo está mamando con fuerza, ¡no aguanto mi amor!, estoy meneando mi culo en su lengua para sentir más rico. Ahora, separa mis nalgas y me introduce un dedo preguntándome que si me gusta. Le contesto que me encanta y vuelve a la carga con la lengua para chupármelo nuevamente. Me pasa sus manos por delante y empuja el culo hacia él. Yo siento su cara en medio de mis nalgas que chupa y mordisquea de vez en cuando. ¡Oh, mi amor!, ahora me volteo para tomarle su verga y ponerla en la entrada de mi panocha porque ya quiero que me la meta, quiero que me coja, quiero sentirla adentro, ¡quiero que me duela mi amor!- exclamaba, -quiero que me duela porque esta verga está muy gruesa y muy grande. Ya la siento adentro mi vida, ya me esta empujando con fuerza como si fuera un animal, me la mete con fuerza y el dolor que sentí cuando empezó a entrar ahora lo siento sólo como un leve ardor placentero. Le pido que no se vaya a venir-, me dijo, -que espere un poco-. Ahora, continuó diciendo: - le pedí que la saque y que me la ponga en el culo. ¡Oh mi amor!, esta batallando para metérmela, me entra muy poco, acaso la mitad de su cabeza, ¡me duele mi amor!, ¡me duele!, pero me excita, ¡me excita mucho!, yo ya me he venido tres veces, y ahora siento los chorros de su semen que con fuerza se introducen en mis intestinos como un chorro de agua caliente. ¡Oh mi amor!, se ha retirado de mí, pero me ha dejado bien exhausta-. Para ese momento yo casi no escuchaba lo que me decía pues masturbándome me había venido oyéndola fantasear, la bese, la abrace y acaricié su cuerpo con ternura apretándola hacía a mi, pues seguía con los espasmos y estremecimientos que le habían producido la fantasía. -¿Porque soy tan puta mi amor?-, me preguntó. Finalmente me dijo que no sabía que la había excitado más, si la fantasía en sí, o platicarme como la vivía.

Así seguimos fantaseando por algún tiempo hasta que un buen día, cuando estábamos bien calientes, le dije que ya era hora de llevar a la realidad nuestra fantasía, -sí mi amor- me respondió. Se lo dije en ese momento de excitación porque yo sabía que en frío como que le dudaba. Le insistí, ¿buscamos a alguien que te coja mi amor? Respondió nuevamente que sí. Seguimos en lo nuestro y ya no seguí con el tema.

Al día siguiente me puse a pensar a quien proponerle que se cogiera a mi esposa. Pensé en amigos, en compañeros de trabajo, en parejas amigas, etc, etc, pero no me pareció la idea porque se me hacía difícil encontrar la forma de llegar hasta la proposición que queríamos. Además, como ya lo dije, somos una pareja seria y recatada, de buenos modales en nuestro circulo de amistades y éstas no saben todo lo que hacemos en privado y tampoco lo notan. Por eso preferí buscar a un extraño, alguien que no nos conociera, que estuviera interesado en ese tipo de sexo, que además fuera discreto y seguro para llevarlo a nuestro juego. Para eso busqué en Internet algún muchacho que ofreciera servicios sexuales a parejas o a mujeres solas. Así encontré a Raúl, que era un muchacho por ahí de los 35 años, a quien le dije que quería hablar con él con relación a su anuncio, pero que se lo quería tratar personalmente. Hicimos una cita en un café y le pregunté qué era lo que buscaba con su ofrecimiento en internet; me dijo que solo buscaba sexo con mujeres maduras, reprimidas o desatendidas que quisieran sexo seguro y discreto; que le gustaba este tipo de mujeres por la forma tan apasionada como se entregan en la cama; que no lo hacía por dinero ni por otro motivo más que por el puro placer ya que era muy caliente. Le platiqué la fantasía que teníamos mi esposa y yo, y le pregunté si estaba dispuesto a participar en ella. Antes de responderme me preguntó como era mi esposa y cual sería mi participación. Se la describí lo mejor que pude y le gustó; y en cuanto a mi participación, le dije que, conociendo a mi esposa, yo la tenía que poner en el punto de excitación adecuado y así entregársela para que lo pudiera aceptar; que de ahí el continuaría con ella haciendo lo que se fuera dando. Que una vez que yo se la entregara me concretaría a ver.

Raúl aceptó y le dije que iba a preparar el encuentro y que un día antes le llamaría para concretar los detalles.

Solíamos mi esposa y yo salir en algunas ocasiones a cenar, nos tomábamos unas copas y después, en lugar de ir a la casa nos íbamos a un motel. Esto porque, ella me decía, que ir a un motel la hacia sentirse como una puta, y a mí porque me producía una idea de clandestinidad, como cuando se corre una aventura con otra mujer en la que ambos se cuidan de que no los vean. Además, porque a ambos nos gustaba cachondearnos en el automóvil en la cochera del cuarto del motel antes de entrar a éste, lo cual hacíamos cuando ya estábamos bien calientes.

Preparé una salida a cenar un sábado en la noche y le llamé a Raúl para darle los detalles de la hora y el motel al que iríamos. Claro que a mi esposa no le dije cuales eran mis plantes, ni siquiera que ya había conocido y preparado a Raúl.

Ese sábado, después de tomarnos unas copas, a propósito hice que ella toma un poco más de lo acostumbrado para que se relajara, le dije que debíamos de irnos. Pagué la cuenta y antes de salir del restauran fui al baño y desde ahí marque el número de Raúl para decirle que ya nos íbamos al motel, que se acercara al lugar y que esperara mi siguiente llamada.

Llegamos al motel, nos asignaron, como siempre, una habitación con cochera y puerta corrediza, nos estacionamos, cerré la puerta corrediza y subí nuevamente al auto como lo solía hacer en otras ocasiones. Comencé a besar y a acariciar a mi esposa. A ella le fascinaba que nos cachondearamos en el interior del auto. Siempre comenzaba besándola porco a poco hasta que empezaba a notar que se prendía más y más en mi boca y comenzaba a darme si recato su lengua. Así ocurrió en esta ocasión y comencé desabrocharle la blusa para quitársela y quitarle también el sostén. Así, con el torso desnudo le comencé a chupar sus tetas a la vez que le comenzaba a acariciar sus piernas y su panochita por arriba de su bkini, pues en esta ocasión llevaba puesta una falda, sin medias en las piernas, pero sí traía bikini, aunque en otras ocasiones me daba la sorpresa al no llevar ropa interior. De aquella forma, lo que seguía era quitarle la falda y el bikini, a lo que se prestó levantando sus piernas o despegando sus nalgas del asiento según se requería. Ya con ella completamente desnuda me calentaba más y la comenzaba besar con mayor pasión y a chuparle sus tetas y atacarle con mis dedos su panochita y su clítoris. Siempre llegaba un punto, como ahora, en que al estar ya bien excitada, mi esposa se inclinaba sobre mi verga y me la comenzaba a chupar, primero suavemente y después como mayor fuerza, metiéndosela toda en la boca, chupándola con desesperación y jadeando profusamente. Después, y eso era signo de que quería gozar el momento, levantaba sus piernas y ponía sus pies en el tablero del auto; las abría y se comenzaba a masturbar.

Con dos dedos de la mano izquierda se separaba los labios mayores de su rajita y con el cordial de la derecha se acariciaba el clítoris. En ese momento yo me separé un poco, pues siempre era para mi todo un espectáculo erótico verla como se masturbaba, pues volteaba su cara de un lado a otro, movía su cadera con movimiento rítmico hacía adelante y hacía atrás, sacaba la lengua, entrecerraba los ojos y emitía ligeros quejidos de placer. Viendo aquello yo me masturbaba con moderación, pues todavía faltaba mucho goce de acuerdo al plan que tenía. Después de mucho rato de recrearme con aquel espectáculo me le acerqué nuevamente, ella me ofrecía su lengua con desesperación, yo le entregué la mía y le acaricié sus piernas. Aprovechando su posición, con las piernas en alto y sus pies descansando en el tablero se facilitaba hacer llegar un dedo a su culito. Así lo hice y se lo comencé a acariciar por fuera y luego le metí suavemente el dedo. Ella respondió con movimientos más rápidos de su cuerpo y con quejidos más de placer más fuertes, a la vez que me decía: ¡Más papito!, ¡Quiero mas!, ¡Síguele mi amor¡. Pensé que había que hacer una pausa pues, aunque mi mujer es multiorgásmica, no quería agotar sus explosiones hasta que no viniera lo siguiente. Así, diciéndole que iba a orinar al baño del cuarto le pedí que continuara masturbándose mientras regresaba.

Entré al cuarto y después de orinar aproveché para desvestirme, pues en el auto no lo había hecho, y para llamar a Raúl quien me dijo que ya estaba afuera del motel. Le di el número de habitación y le dije que tocara la puerta en veinte minutos aproximadamente. Regresé a tomar mi lugar en el auto y mi mujer continuaba masturbándose, no con tanta pasión, pero todavía excitada. Volví a la carga besándola y acariciándola para que mejorara su punto, y después de unos quince minutos le dije que ya era hora de ir al cuarto. Nos bajamos ambos desnudos del auto. Antes de entrar la abrace estando ambos de pié y continué besándola y acariciándole sus nalgas como me gustaba hacerlo. La tomé de la mano y entramos desnudos; cerré la puerta y seguí besándola y acariciándola, ambos de pié, cerca de la cama, y mientras le arrimaba mi verga parada a su panochita le acariciaba sus preciosas nalgas, lo que aumentó su excitación; en un momento dado dije al oído: vamos a cumplir nuestra fantasía, ¿Cual? me preguntó; que te cojan, le respondí. Se separó un poco de mí como sorprendida y me preguntó: ¿Cuándo lo vamos a hacer? . Le dije: -ahora mismo, va a venir Raúl, un muchacho que cité para esto-. Se quedó un poco sorprendida y la excitación se le comenzó a bajar. ¿Es cierto?, me preguntó, sí mi amor, le respondí, vamos a gozar mi reina, vamos a hacerlo, te va a gustar y lo vas a disfrutar le dije para animarla, Raúl es un buen muchacho y ya sabe lo que queremos hacer y está de acuerdo, además es discreto. En eso tocaron la puerta del cuarto; mi esposa, sin poder reflexionar todavía y estando denuda, se apresuró a entrar al baño y cerrar la puerta. La excitación se le había bajado y le entró un poco de pudor. Abrí la puerta del cuarto y, efectivamente, era Raúl, le dije que pasara y que se sentara en uno de los sillones frente a la cama; que mi esposa estaba en el baño y que yo le iba a indicar como lo íbamos a ir haciendo.

Raúl aceptó y se sentó. Yo me dirigí al baño. Ahí estaba mi esposa sentada en la tapa del inodoro con las manos en la cara. ¿Que te pasa mi amor?, le pregunté, nada, me contestó, solo que me tomó todo esto de sorpresa. La tomé de las manos y la invité a levantarse, ya estando de pié comencé nuevamente a besara, suavemente como si estuviéramos empezando pues la excitación ya la tenía en ceros y comenzaba a dudar. Ella comenzó suavemente también a responder a mis besos y mis caricias y si separar mucho su boca de la mía me dijo que sentía un poco de vergüenza, ¿porqué?, le pregunte, no sé, me contestó, todavía no lo asimilo; anímate le dije, estoy seguro de que lo vamos a disfrutar; acuérdate, le continué diciendo, todo lo que hemos hecho nos ha gustado y lo hemos disfrutado bastante, vas a ver. Volvimos a apretarnos en un abrazo y un beso. En ese momento tenía que apresurar el calentamiento por lo que comencé a urdir su panochita para buscar su clítoris que le era muy sensible, a la vez que le separé las nalgas y le comencé a meter una dedo en el culo que le fascinaba. A medida que apuraba aquellas caricias iba notando que aumentaba su excitación, que era lo que necesitaba para entregarla a Raúl y que el continuara con lo demás.

Debo de reconocer que tardó mas de lo usual para alcanzar la cachondez necesaria, creo que estaba más excitado yo acariciándola que ella, pues en unas dos ocasiones tuve que detener mi eyaculación. Ya cuando le noté que comenzaba a hacer movimientos de su cuerpo hacia mi verga y que me abrazaba profusamente por el cuello dándome besos cada vez mas apasionados y entregándome su lengua descaradamente, pensé que ya estaba en su punto. Vamos mi amor le dije, y sin soltarme del cuello y manteniéndola abrazada hicimos un movimiento como un paso de baile que ella me siguió. Abrí la puerta del baño y de la misma forma avanzamos hasta estar frente a la cama nuevamente, ella dando la espalda a donde estaba sentado Raúl y casi no se desprendía de mi boca ni de mi cuello. Yo, para hacerla sentir en confianza no la soltaba de la cintura como la tenía tomada. Continuamos así abrazados, besándonos, acariciándonos delante de Raúl. Poco a poco comenzamos a jadear, ella apretaba mas su cuerpo con el mío y se acariciaba la parte baja de su vientre con mi verga, empujando o haciendo movimientos de cadera circulares sin importarle que Raúl nos estuviera viendo. Comprendí que ya estaba lista. Me desprendí un poco de su boca y vi hacia donde estaba Raúl sentado que nos miraba con emoción, con la vista penetrante en las nalgas de mi esposa. Con una seña le dije que se quitara la ropa, lo que hizo con suma rapidez. Al quedar denudo pude ver que tenía la verga bien parada y, aunque la de él era más grande y gruesa que la mía, a mi parecer no era descomunal como la que me describía mi esposa en su fantasía.

A otra indicación mía Raúl se colocó detrás de mi esposa pero sin alcanzar su cuerpo, no dejaba de verle las nalgas como con ganas de tocarlas. Yo me separé un poco de ella y la empuje ligeramente hacía atrás, de modo que lo que primero sintió fue la verga de Raúl en sus nalgas. Al sentir tal contacto se estremeció un poco, y sin soltarla de las manos la empujé un poco más hacia el cuerpo Raúl. Este la tomó de los hombros y comenzó a besarle el cuello por la parte de atrás. Mi esposa me miraba con ojos de sorpresa y de interés. Raúl seguía besándole el cuello pero ya por el costado derecho, entonces, para ayudarla, le puse a mi esposa la palma de mi mano en su mejilla izquierda y la invite con ella a que volteara su cara a la derecha para que se rozara con la de Raúl; así lo hizo y comenzó a sentir los besos que éste le daba en su mejilla. Para ese momento yo le había soltado las manos y la dejaba fuera de todo contacto conmigo. Raúl, a su vez ya le había rodeado la cintura con sus brazos y sus manos comenzaban a palpar sus tetas.

Mi esposa, como aceptando ya lo que había empezado, cada vez facilitaba más la llegada de los labios de Raúl a su mejilla y comenzaba entreabrir la boca y a sacar la legua como lo hacía cuando su excitación demandaba besos. Raúl lo entendió y con un movimiento rápido se puso frente a ella, la abrazó y comenzó a besarla con pasión en la boca. Se notó que mi esposa sintió ahora de frente la verga de su extraño amante y tuvo un ligero estremecimiento de placer. La expresión de su cara denotaba que le había gustado. Raúl estaba entusiasmado con las nalgas de mi esposa, se le notaba a lejos porque las acariciaba, las apretaba, las frotaba de arriba a abajo, metía una mano y otra en medio de ellas, luego apretaba el cuerpo de mi esposa hacia él, a lo que ella respondía encorvando ligeramente el suyo. Yo me senté en el sillón en el que momentos antes estaba Raúl y comencé disfrutar de aquélla escena erótica. Se produjeron en mi mente sentimientos encontrados: por un lado ver a mi esposa entregada, ahora, sin recato, a otro hombre, lo que me causaba un cierto celillo. Por otro lado, viéndola desnuda, caliente y apreciando todo su cuerpo que a veces no veía en todas sus dimensiones cuando estaba en la cama con ella, se me despertó mi instinto vouyerista que me producía una inmensa excitación y placer. Conjugue esos sentimientos masturbándome, pues lo segundos se sobrepusieron a los primeros. Realmente frente a aquélla escena entendía porque mi esposa, cuando estaba bien caliente, me decía que se sentía bien puta, claro porque en esas circunstancias sí que lo era.

Mi esposa tomó la inciativa de dirigirse a la cama jalando de la mano a Raúl quien la obedeció dócilmente. Ella se acostó boca arriba hacia el medio de la cama y Raúl en la orilla. Estando los dos boca arriba comprendí la razón de mi esposa para ir a la cama: la verga de Raúl estaba bien parada, y aunque con dimensiones mayores a la mía, como dije, no era descomunal, pero era claro que mi esposa quería conocer sus proporciones pues mal acabaron de acomodarse en la cama cuando ella tomó la verga de Raúl en sus manos y comenzó acariciarla desde los testículos hasta la cabeza, como reconociendo de antemano lo que se iba a meter. Raúl se veía bien excitado, no cabe duda que mi esposa le había llenado el ojo, porque le besaba con fuerza la boca y sus mejillas, mientras sus manos buscaban sus tetas. Mi esposa, como de costumbre, llevó una de sus manos a buscar su clítoris, como lo hacía cuando quería prolongar sus momentos de placer; a la par de ello le entregaba con descaro su lengua y su boca a Raúl quien la recibía de buena gana a la vez que le ponía a su respuesta su mayor grado de intensidad. Se vía que mi esposa estaba gozando profusamente, pues no soltaba la verga de Raúl ni dejaba de masturbarse. En momentos como ese me decía que podía pasarse toda la noche así. Era claro que se le había pasado el pudor.

De pronto Raúl le susurró algo al oído a mi esposa y esta se incorporó y llevó su boca a su verga, le comenzó a lamer la cabeza como me lo hacía a mí la muy puta, luego se la empezó a meter y a chuparla con movimientos de su cabeza de arriba a abajo, a momentos la sacaba de su boca y la jalaba con la mano a lo que Raúl respondía con un ligero gemido; volvía a la mamada y luego se la sacaba y repetía la operación. Yo creo que el susurro que advertí eran las instrucciones que Raúl le había dado para que le mamara la verga. Después de que mi esposa le estuvo mamando de esa manera la verga, mi esposa le entreabrió mas las piernas a Raúl y le comenzó a chupar los testículos. Luego comenzó a chupar desde estos hacía arriba y se volvía a bajar a donde había iniciado y así sucesivamente. En un momento dado, con las manos le subió los testículos y le comenzó a lamer debajo de ellos, en plena entrepierna de Raúl, quien se veía que gozaba y mi esposa también, pues en una levantada de cara que dió le vi su rostro lleno, ya no de excitación, sino como de embriaguez de placer sexual, casi enajenada. Estoy seguro que mi esposa estaba gozando de ello a raudales, y estoy seguro también que Raúl le había dado indicaciones de como hacerlo. En fin ambos vueltos locos de placer, y yo no me quedaba atrás pues estaba gozando viendo y masturbándome profusamente.

Raúl se incorporó, le abrió las piernas a mi esposa y comenzó a chuparle su panochita. Esta, como a mí, le ayudaba abriéndosela con sus dedos. Raúl atacaba con fuerza el clítoris y mi esposa se revolvía de placer y, como en el auto, sacaba la lengua, entrecerraba sus ojos y volteaba su cara de un lado a otro soltando los gemidos que le producía la excitación. Estuve tentado a acercarme a la cama para besar a mi esposa en ese estado de gozo pero me contuve; tuve la fuerza de pensar que cuando yo la mamaba ella así se ponía y no había quien la besara. Además en ese momento estaba gozando con otro, no conmigo. Por eso preferí contemplarla, lo que me producía una mayor excitación y le atizaba mas a la masturbada que me estaba dando. De una manera inusual, pues conmigo no había pasado, mi esposa soltó una exclamación: ¡el culo papito!, ¡el culo!. Es decir quería que Raúl le chupara el culo; mientras gritaba esto, levantaba las piernas estirándolas hacía atrás, como para poner mas al alcance de su culo la lengua de Raúl. Claro que éste obedeció al instante y bajando un poco su cabeza se posicionó con soltura en el culito de mi esposa. Era todo un espectáculo verla en esa posición que conmigo no había tenido, pues yo la ponía acostada boca abajo, le abría las nalgas con mis manos y así le chupaba el culo. En esos momentos quería tener una cámara fotográfica a mi alcance para conservar aquéllas escenas, pero no me había preparado para ello. Con la lengua de Raúl en su culo, mi esposa se estremecía y ya no eran gemidos los que emitía, sino verdaderos gritos de placer. Raúl retiró un poco su lengua del culo de mi esposa y le comenzó a meter un dedo con un movimiento de mete y saca. Al sentir esto mi esposa le decía: ¡así papito!, ¡así!, !mas fuerte mi amor!, ¡mas fuerte ¡, a lo que Raúl obedecía dócilmente sin dejar de penetrar su culo con el dedo. Así, en esa posición como estaban, pude apreciar las dimensiones del trasero de mi esposa, sus nalgas redondas y grandes que al flexionar sus piernas y levantarlas hacía atrás anchaban sus caderas produciéndose así una silueta curvilínea maravillosa. Aquello era sumamente excitante y nuevo para mí, pues nunca la había visto en esa posición. Hacía mucho que no practicaba el gusto de fisgar.

Raúl dejó aquél quehacer, se incorporó y apuntó su verga a la panochita de mi esposa, ella lo contuvo un poco poniéndole sus manos en el pecho y algo le dijo con susurros que no alcancé a escuchar. Raúl asintió con su cabeza y prosiguió con sus planes. Después supe que mi esposa, en ese momento, le había pedido a Raúl que se la metiera por el culo porque quizás, si se venía en su vagina, no le iba a alcanzar la erección para la penetración anal que, en ese momento la deseaba más porque, a la vez, pensaba que quizás ya no volvería a estar con él y quería sentir las dimensiones de su verga por el culo. Raúl, como dije, siguió con su plan de cogérsela por la vagina y para eso tomó el condón que estaba sobre el buró, se lo colocó en su verga y se la comenzó a meter a mi esposa. Así iniciaron con un ritmo lento y acompasado a mover sus vientres, a la vez que se daban sus lenguas con pasión. Mi esposa rodeó el cuerpo de Raúl con sus piernas y lo apretó hacia ella sin dejar ambos de moverse. En esa posición se mantuvieron un largo rato hasta que mi esposa empezó a jadear nuevamente y a lanzar sus exclamaciones de placer mientras le decía a Raúl, ¡papito¡, ¡ papito¡ y le soltaba sus quejidos en su oído. Raúl se comenzó a mover con mayor velocidad sobre el vientre de mi esposa y en un momento dado se detuvo, sacó su verga de la vagina y retomó su posición acostado boca arriba al lado de ella; le pidió a mi esposa que se pusiera de costado, con su espalda hacía él, lo que ésta obedeció de inmediato a la vez que tomó su nalga que quedaba hacía arriba y la separó de la que quedaba abajo; Raúl colocó su verga en su culito que así quedaba más expuesto y la empezó a empujar hacía adentro.

Mi esposa comenzó a morderse los labios; seguramente le estaba doliendo la penetración con una verga más gruesa de la acostumbrada. Raúl, con tranquilidad, daba pequeños empujoncitos hacía adentro considerando las dimensiones de su verga y la estrechez del culo de mi esposa. En un punto determinado, dadas las circunstancias de la penetración, comenzó con un movimiento suave de entra y sale que mi esposa comenzó a disfrutar, seguramente porque su culo se había acomodado a la verga de Raúl y después del dolorcito que le pudo haber producido la penetración, llegaba el tiempo del disfrute. Mi esposa es especialmente sensible del culo, por lo que, sí de hecho disfruta enormemente las caricias que yo le hago con el dedo o al chupárselo, con mayor razón al sentir adentro una verga que, seguramente, le producía esa doble sensación de dolor y placer por lo gruesa que estaba. Raúl siguió con la penetración con mayor fuerza; abrazaba a mi esposa por el vientre y la empujaba hacia él; ella, por su parte, empujaba y paraba sus nalgas hacia atrás como colaborando para que la verga de Raúl le entrara lo más profundo posible. Se volvieron a producir los quejidos de placer de mi esposa pero ahora mas pausados y largos ¡Haaay!, Haaay! Haaaay¡ mismos que iban poco a poco apagándose, señal de que mi esposa estaba administrando sus orgasmos seguidos: ¡Haaaay...... Haaaaay....Haaaaay, continuaba......

De repente explotó: ¡Ya papito¡ ¡Ya papito!, ¡Yaaaaaa! Yaaaaa!, exclamaba con rapidez pero sin dejar de moverse. Raúl la apretó mas hacía él y aumentó la frecuencia de su movimiento y también soltó un par de quejidos, señal de que había eyaculado. Ambos terminaron sus movimientos con lentitud y les entró un momento de relax; se quedaron inmóviles en la posición en que estaban, es decir, él detrás de ella y, aunque seguramente Raúl sintió la flacidez de su verga y que el regreso del culo de mi esposa a su abertura original lo expulsaba, parecía que no querían separarse aun y cuando ya no estuvieran penetrados plenamente. Así estuvieron un buen rato como esperando que la respiración se les normalizara.

Después de ello Raúl le dio un beso en la espalda, se reincorporó y se sentó en el extremo de la cama, dando la espalda a mi esposa. Ella permanecía en la misma posición viéndome exhausta pero con cara de placer. No se le notaba pena, vergüenza o arrepentimiento. Me acerque y me pidió, extendiéndome sus brazos, que me acerca para besarme. Lo hice y me dio un beso con una manifestación de ternura y agradecimiento, a la vez que me pedía que le trajera la ropa del auto. Le dije a Raúl que iba a salir por la ropa de mi esposa y él me dijo, a su vez que por favor le pasara la suya que estaba en el sillón, como que a los dos les había entrado el pudor después de la calentura y yo me convertí en el valet de ambos. Le entregué su ropa a Raúl y salí por la de mi esposa. Al regresar, mi esposa y Raúl estaban trenzados en un beso. Al terminar de besarse se me quedaron viendo y les pregunté que si no habían llenado, ambos respondieron que no, sin embargo estuvieron de acuerdo en que por esa noche ya era suficiente. Mi esposa se metió al baño a ducharse. Yo me vestí también y pedí unas copas al cuarto para festejar el acontecimiento, fortalecer nuestra relación con Raúl, planear nuevos encuentros y explorar nuevas ideas..........Fin