La enigmática vecina de la mirada sexual
...La ropa más provocativa. Sabe que me gusta que enseñe más de lo decente. Incluso se permite algún flirteo. Si vamos a la playa siempre las tetas al aire y si podemos hacer nudismo se abre de piernas sin complejos para que el sol caliente su coño.
La frase de mi vecina de la mirada de sexo me había dejado confuso. La leve excitación que ya tenía gracias a las formas rotundas de mi vecina rubia y al pecho desnudo de la de caderas anchas se incrementó fulminantemente. ¿Qué significaba eso de que podía darme las tetas de la rubia? No me dio tiempo a tratar de preguntar. Tras arrojarme el cebo a la cara se dio la vuelta y comenzó a recoger sus cosas. Llamó a los dos niños y a la abuela y salió por la puerta del recinto de la piscina como si nada hubiera sucedido.
Al cerrar la puerta sólo se permitió una mirada de soslayo hacia mi y una sonrisa franca hacia la rubia que la despedía. Yo me quedé sentado, con el bañador hinchado y con la mente dispersa. Había conseguido que mi objetivo no fueran las tetas de la rubia, ya no la miraba. Ahora pensaba en esa mirada de sexo y un hormigueo me recorría la espalda.
No me acuerdo de en qué momento empecé a disfrutar mirando. Si recuerdo que muchas veces me he sentido mal, como si estuviera cometiendo algún delito. Poco a poco he ido aceptando mi condición y entendiendo que no tenía que avergonzarme de esta forma de sentir placer. Sólo miro lo que se deja enseñar, nada más, en el fondo siempre es necesaria la participación de otra persona que se deja mirar, también por placer, y a veces, supongo, por descuido. O no.
Mi vida sexual ha estado siempre marcada por esta preeminencia del placer visual sobre el resto de los placeres. Tampoco diré que soy un inexperto, no se trata de eso, pero si es cierto que he tenido más placeres virtuales que reales. Cada mirada se ha convertido en una historia irreal en mi imaginación, historias que nunca llegaban a hacerse carne. Por eso me sorprendió la promesa de mi vecina, os diré que se llama Dita. Era como si leyera mis pensamientos, como sí fuera capaz de meterse en mi imaginación. Sólo estaba empezando, me sorprendería mucho más.
Desde ese día algo cambio en mi forma de ver el sexo. No la volví a ver al menos en dos semanas. Me fui de vacaciones unos días y cuando regresé no coincidí con ella. Supuse que también se había ido de vacaciones. Aunque seguía intrigado por su promesa, comencé a olvidarme de ella, pero como os digo, algo me había transformado.
Durante las vacaciones el sexo con mi mujer suele ser muy bueno. No es malo en general, sólo previsible. Le cuesta entrar en acción, pero cuando se calienta es capaz de muchas cosas. Sus agujeros se derriten y se la puedo meter por donde me apetezca. Pero eso no pasa siempre, al menos no tan a menudo como yo quisiera. Sin embargo, durante las vacaciones siempre se vuelve más atrevida.
Así es que ante la perspectiva de unos días de buen sexo conyugal olvidé a mi vecina y me centre en las carnes de mi mujer, Tera. No es una belleza deslumbrante, pero tiene algo especial, quizás también en la mirada, que te embruja. Tiene un culo rotundo, de esos que agarras con ganas y a pesar de superar los 40 tiene unas tetas de vértigo. A mi me lo parece. Me encanta verlas botar cuando se sienta encima de mí para follar.
El caso es que Tera suele relajar sus costumbres cuando salimos de vacaciones. La ropa más provocativa. Sabe que me gusta que enseñe más de lo decente. Incluso se permite algún flirteo. Si vamos a la playa siempre las tetas al aire y si podemos hacer nudismo se abre de piernas sin complejos para que el sol caliente su coño. Este año su descubrimiento ha sido la mamada mirándome a los ojos. Desde que le cogió el gusto a chuparme la polla lo hace con ansia. Tiene una pelea por tragársela entera y creo que lo acabará consiguiendo.
Pero hasta ahora todo lo hacia con los ojos cerrados. Esta vez decidió mirarme a la cara mientras me comía la polla. Con su lengua recorría el glande, haciendo círculos y después se metía la cabeza en la boca de golpe. Fue un descubrimiento excitante. Esa noche logró que me corriera en su boca y siguió mirándome mientras dejaba limpia mi polla. Después sacó la lengua me enseñó la leche y se la tragó. “Está rica”, me dijo y se marchó a lavarse….