La enfermera en prácticas comió de mi pene herido
Aquella joven y complaciente estudiante de enfermería, me hizo la mejor mamada de toda mi vida. Yo estaba ingresado por una operación que había tenido en mi pene, ella acudía diariamente a curarme pero ese día hizo mucho más, mis fluidos recorrían su boca, ella tragaba.
Hola a todos, hoy, voy a contaros mi primera experiencia sexual. Por aquel entonces yo estaba ingresado en el hospital para corregirme una pequeña malformación en la piel de mi pene, está no estirada como debía y al desarrollar mi pene y agrandarse este de forma brutal tanto en longitud como en grosor, la piel me quedaba muy tirante y me producía fuertes dolores así que, me hicieron injertos de piel para corregir este problema.
La operación fue todo un éxito pero mi pene quedo virgen de nueva piel y muy dolorido. Esta nueva piel debería de coger cuerpo y asentarse en mi pene pero para ello necesitaba muchas curas y reposo, reposo que aquel día, desde luego, no tuvo.
Cada día, desde la operación, un grupo de enfermeras acudían a realizarme mis curas, la mayoría eran ya mujeres maduras, sin atractivo, tan solo acudían, realizaban su cura y, casi sin hablarme, se iban pero había una enfermera en particular que me tenía totalmente prendado, ella era estudiante de enfermería y estaba realizando sus prácticas en el hospital en donde yo estaba ingresado, era muy joven, 19 años, morena, con melenita corta, unos ojos verdes que enamoranban, bajita, de cuerpo menudo y una sonrisa picara que me volvía loco.
La primera vez que apareció por mi habitación para curarme y me regaló su sonrisa, sus cuidados, su atención y esa dulzura con la que manejaba mi pene herido, no pude evitar tener mi primera erección con ella, ufff, me ruboricé al instante, imaginaros un chico adolescente ante su enfermera, joven y hermosa, y yo con mi polla herida totalmente tieza y gorda como un mástil. Era tal la vergüenza que tuve en ese momento qué ni siquiera me atreví a decir nada. Ella, cuando vio esa pedazo de polla adolescente, herida, gorda y dura, rebosante de venas que parecían que iban a estallar de la cantidad de sangre que corría por ellas, también se ruborizo, también se sonrojo pero note algo más en su mirada, note deseo, note lujuria, note su hambre de llevarse mi polla a la boca, así, tal cual estaba, repleta de cicatrices, palpitante de puro deseo, gorda y dura como nunca había estado.
Pasados unos segundos de rubor, ella se recompuso y me dijo:
-tranquilo, no pasa nada, es una reacción normal, me dijo mientras me sonreía. Estaba tan avergonzado que no pude decirle nada.
Ella me hizo su cura y, con la misma sonrisa con la que vino, me deseo buenos días y se marchó hasta el día siguiente.
Aquella primera experiencia con ella, me avergonzó pero también me cautivo. Cada día rezaba para que el próximo día fuera ella también la que viniese a curarme, a veces tenía esa suerte y otras no.
Siempre que era ella la que venía a curarme, mi polla reaccionaba con la misma intensidad, era su momento ante ella. Al final, ambos nos acostumbramos y dejamos de ruborizarnos ante ese esplendor que mi pene le regalaba cada vez que acudía a curarla.
Mi polla andada totalmente necesitada, imaginaros, con la fogosidad que tenemos los chicos, sin poder tocarme hasta que mis heridas cicatrizaran, rebosante por dentro de leche que no podía expulsar, ufff, mi polla era una bomba de relojería que podía estallar en cualquier momento, y, un día, así fue.
Cada vez que ella venía a mi habitación a curarme, notaba esa mirada, ese deseo, esa hambre de polla, de mi polla, cada vez que ella me curaba, temia que mi excitación pudiera desembocar en una enorme corrida tan solo por su cura, pero no, tan solo se mostraba gorda y vigorosa ante sus delicadas manos. Así transcurrieron otros encuentros hasta aquel mágico día.
Ese día, antes incluso de que ella llegará, mi polla ya estaba dura, gorda y palpitante como nunca. Cuando ella llegó, note esa mirada de deseo desde el primer momento, su sonrisa, aquel día, era una mueca de deseo, tenía fuego en su mirada, supe al instante, que ese día iba a hacer mucho más que una simple cura.
Me saludó como cada día, -Buenos días, cómo estás?
Bien, respondí yo. Pero se notaba que era un saludo forzado, que su mente estaba en otro lado, su mente y su deseo estaban en mí, y lo que guardaba ahí abajo.
Iva a empezar a curarme como cada día y ahí estaba mi polla, palpitante como siempre ante ella pero aquel día, ni siquiera empezó la cura. Se aproximó a mi polla candente y gruesa con la gasa y el betadine pero ninguno de ellos acabo cubriendo mi pene. Se quedó unos segundos extasiada con la gasa en una mano y el betadine en la otra observando mi polla, sin decir nada, sin hacer nada, tan solo la miraba rebosante de deseo hasta que, de pronto, dejo sus manos libres y agarró mi polla con tal fuerza e intensidad, que me hizo un poco de daño. Empezó a meneármela arriba y abajo, arriba y abajo, me dolía ya que mi piel nueva aún no estaba hecha pero también estaba gozando como nunca lo había hecho. No me podía creer que estuviera pasando todo aquello, ella mirara mi polla embelesada mientras la masajeaba con ambas manos. Era tal la pasión que le estaba poniendo y era tal la cantidad de leche que guardaba dentro que aquella polla herida podia estallar en cualquier momento.
En un momento dado, aproximó su boca a mi polla, y empezó a mamármela, ahhhhhhgg, Dios, qué dulzura, qué boquita, qué agradable calorcito, no podría aguantar mucho más. Ante tanta fricción en un pene herido y doloriento, este empezó a sangrar, la sangre de mi polla mezclada con su saliva, recorrían su boca con tal intensidad que aquel sonido era indescriptible, puro gozo.
Dios, aquella polla iba a estallar ya, empecé a gemir con fuerza, ella noto como mi pene empezaba a contraerse y empezó a succionar, lamer y masajear mi polla con aún más fuerza y está, finalmente estállo, aahhhhhh, el semen salía de mi polla, como un volcán en erupción y toda esa leche estaba acabando dentro de su boca, era tal la cantidad de fluidos que guardaba dentro de su boca, sus babas, mi sangre, y toda esa cantidad ingente de leche, qué de su boca manaban fluidos como si aquello fuera una fuente, WoW, era impresionante, todo ese líquido espeso y amarronado, mezcla de sangre, babas y semen, caia sobre mi polla, dejándome totalmente empapado, finalmente, mi pene dejo de manar y allí quedó ella, con mi polla gorda aún dentro de su boca, saboreando aún todo ese manjar, recorriendola con su lengua, aún gorda, dura y sanguinolenta, así estuvo por lo menos un minuto hasta que finalmente se separó de ella, entonces pude contemplar su cara en todo su esplendor, estaba totalmente impregnada de fluidos y entonces hizo algo que me sorprendió pero a la vez me encantó, se aproximó a mi cara, a mi boca, me beso con pasión, nuestras lenguas se unieron y empezamos a besarnos y a tragar de nuestros fluidos, cuánta intensidad, cuánta pasión, fue excitante. En un momento dado, ella se separó de mí y volvió en si, se ruborizo, ahí estaba ella, impregnada de babas, pidiendo perdón por lo que había pasado, avergonzada y, aún muy excitada. Yo, le respondí que no se preocupara, que me había encantado, pero ahí estaba mi polla, ante ella, aún gorda y dura, impregnada de sus babas, de mi semen y de mucha sangre.
Dios, que he hecho-- Ella empezó a angustiarse, intenté calmarla pero no lo consegui.
Aquel día, Ana, me hizo la mejor cura, en todos los aspectos, que nunca me había hechó y ,si, muy a mi pesar, aquel día, me hizo también, su última cura.
No volví a verla más, a partir de aquel día, ya no volví a verla por el hospital, los siguientes días previos a mi alta, las enfermeras viejas y amargadas eran las que me curaban pero era tal el gozo de su recuerdo cada vez que me curaban, que también con ellas, empeze a empalmarme, algunas de estas amargadas enfermeras sonreían, otras incluso se molestaban pero, en algunas, intuí una mirada de deseo de muy grato recuerdo, o no?
Eso es algo que dejaré para un próximo relato.
Deseo, os haya gustado mi relato.
Un abrazo para tod@s..
Hasta la próxima!