La enfermera
Aquella noche de insomnio, el escritor se sentó delante de su ordenador con una página en blanco y empezó a desgranar el relato de una fantasía para que ella leyera durante la larga noche de guardia
LA ENFERMERA
Aquella noche de insomnio, el escritor se sentó delante de su ordenador con una página en blanco y empezó a desgranar el relato de una fantasía para que ella leyera durante la larga noche de guardia, en aquella planta de un hospital de la ciudad donde ella vivía, a cientos de kilómetros de donde él estaba escribiendo. Sabía que sus relatos la entretenían y la evadían de la rutina diaria.
Después de una de esas noches en que todo se complica, pacientes recién operados que hay que controlar continuamente, otros que llaman para que les den algo para aliviar sus dolores, los que llegan vía urgencia, para los que hay que preparar camas, historial y medicación. Una de esas noches que pasan volando, pero que el cansancio acompaña el dolor de pies y de espalda, y se desea llegar a casa para meterse en cama.
Aquella mañana, sin embargo, ella no iría a su casa, ni a dormir en su cama. Su amigo estaba en la ciudad, la esperaba en la habitación de un hotel. No había tenido tiempo siquiera de pensar en ello durante aquella pesada noche. Ahora, mientras se cambiaba de ropa, pensaba si no había sido una tontería quedar con él, lo que más le apetecía era ir a su cama y dormir, aunque por otro lado también le apetecía verlo y dormirse acurrucada en sus brazos durante un par de horas, antes de que él debiera salir a hacer las gestiones que le habían llevado a la ciudad. El era abogado y estaría allí un par de días para resolver asuntos de sus clientes.
Durante el trayecto al hotel, sintió cierta angustia al pensar que podrían pensar en la recepción del hotel cuando la vieran entrar sobre las seis y media de la mañana y dirigirse al ascensor para subir a una habitación. En eso no había pensado. Esa hora era más normal salir del hotel que entrar, y más una mujer sola.
Él le había dicho que cuando llegará al parking que lo llamará por teléfono, así lo hizo
- Buenos días ¿Te he despertado?
- Pues sí. Había puesto la alarma para dentro de diez minutos. Has llegado antes de lo previsto.
- Es que no había tráfico a esta hora. Pero venia pensando que si me dirán algo en recepción, no es muy normal entrar en el hotel a estas horas.
- No te preocupes, coge el ascensor que hay en el parking que pone “acceso al hotel”, te llevará al hall y al lado están los que suben a las habitaciones, desde recepción no se ve, además no cuelgues y sigue hablando conmigo por teléfono, así te sentirás mejor.
Ella hizo tal como él le explicó, cambió de ascensor y pulsó el botón de la planta que le había indicado.
Mientras ella subía, él se había puesto el pijama, siempre dormía solamente con el slip pero había pedido el desayuno para dos en la habitación y debía estar a punto de llegar.
- Estoy delante de la puerta
- Ya te abro…
-
Cuando hubo entrado, él cerró la puerta y la abrazó, en cuanto ella dejó la bolsa donde llevaba la ropa para aquellos dos días que iban a pasar juntos en el hotel, a pesar de que tenía que trabajar por la noche. Se besaron tiernamente.
- Vengo reventada. Ha sido una noche infernal.
- No te preocupes. Te das una ducha, desayunas y te metes en cama a dormir.
- Mmmm ..suena bien, pero tú tendrás que irte pronto.
- No te preocupes. Sobre las cinco de la tarde volveré a estar aquí. Por cierto, aquí está tu tarjeta para la puerta, así puedes entrar y salir sin problema.
- Eres un cielo. Pues te haré caso, me voy a la ducha.
- ¿Te puedo acompañar? Así ya tendré una cosa hecha.
- Sii, me gusta ducharme contigo. Ya lo sabes.
En ese momento llamaron a la puerta. Ella se sobresaltó y se lo quedó mirando con extrañeza.
- Tranquila. Será el desayuno.
Efectivamente era la camarera del servicio de habitaciones que dejó sobre una mesita redonda una bandeja con zumo de naranja, café con leche, bollería, tostadas, mantequilla y mermelada.
- ¡Qué detalle! Eres un encanto – le dijo, mientras le daba un suave beso en los labios, una vez la camarera se hubo marchado.
- ¿Y ahora que hago, me ducho, desayunamos o me pongo a dormir?, No sé qué hacer.
- De momento vamos a ducharnos, después ya veremos – le sonrío él.
Una vez desnudos, se metieron en la bañera. Él le pidió que se relajara y que dejara hacer a él. Abrió los grifos del agua fría y la caliente, fue comprobando la temperatura con la mano y cuando el agua estuvo suficientemente equilibrada de calor, la mojó por todo el cuerpo, luego puso la ducha teléfono en chorro masaje, y manteniéndola a distancia le aplicó aquel chorro de agua por los hombros, luego fue bajando por la espalda. Lo hacía despacio, y ella sentía como sus músculos se iban relajando. Era agradable aquella sensación, ella se dejaba hacer de forma totalmente pasiva. Él siguió con el chorro de agua masajeando la espalda hasta bajar a los glúteos y las nalgas. Como de forma involuntaria, por un momento dirigió el chorro de agua hacía la entrepierna de ella, aplicándolo por unos momentos directamente al coño. Ella no dijo nada, no tuvo tiempo, él lo retiro enseguida. ¡Lástima!- pensó ella. Le había gustado aquella breve sensación. Volvió a subir el agua hacia la espalda, luego cerró el grifo, se puso una buena porción de gel en ambas manos y procedió a enjabonarla por delante y por detrás, despacio, masajeándole ahora con ambas manos en los hombros, la espalda, los pechos, en los que se recreó hasta que notó como los pezones se ponían tiesos. Ella permanecía con los ojos cerrados, dejándose hacer y realmente sus músculos habían soltado la tensión acumulada, aunque se volvieron a poner en alerta cuando una mano empezó a enjabonarle la entrepierna por detrás, y la otra hacia lo mismo por delante, juntándose ambas justo encima de su sexo. La sensación fue tan placentera que inconscientemente arqueó las piernas.
- Mmmm que ducha más relajante, sería capaz de quedarme dormida aquí de pié – dijo sin abrir los ojos y disfrutando de aquella tierna sensación de ambas manos deslizándose sobre los labios de su zona de placer.
- No te acostumbres…
- Sería estupendo que todos los días tuviese una ducha así después del trabajo – ahora abrió los ojos y lo besó apasionadamente en la boca.
Ssus cuerpos resbalaban uno pegado al otro lubricados por la espuma de jabon que cubría el cuerpo de ella, quien a su vez tomo un poco de gel y le enjabonó la espalda a él mientras se besaban. Cuando sintió el miembro de él duro contra su vientre, bajó su mano y se lo enjabonó con una serie de movimientos adelante y atrás, que de haber seguido mucho rato hubiesen provocado que él se fundiera. Antes de que eso sucediera, él abrió de nuevo el agua y puso la ducha en posición de lluvia para quitar bien el jabón.
Cuando estuvieron bien aclarados, él la envolvió en una toalla sabana y con sumo mimo y ternura la secó por todas partes, deteniéndose nuevamente con especial dedicación entre las piernas, ella de nuevo le facilitó la labor arqueándolas . El suave roce del esponjoso algodón, volvió a causarle una más que placentera sensación. Cuando hubo terminado de secarla le ofreció el albornoz, sosteniendo con ambas manos para que ella se lo vistiera, en un detalle totalmente caballeresco. Después se secó él con otra toalla y se puso también su albornoz.
- Ahora solo falta que me prepares las tostadas con mantequilla y mermelada.
- ¿No desea nada más la señora? – Bromeó él, dándole una palmadita en el trasero, al tiempo que le indicaba la salida del baño.
- No. De momento, no – Bromeó ella también con voz y gesto pícaro.
- Pues a mí se me ha ocurrido algo para relajarte mejor antes de las tostadas con mermelada.
- Pero si ya estoy super relajada, con esa ducha masaje tan fantástica que me has dado.
La abrazó, la acompañó para que tumbara sobre la cama, le desabrochó el albornoz separándolo de forma que su cuerpo desnudo por delante quedó ofrecido en una hermosa vista, colocó un almohadón en el suelo sobre el que se arrodilló.
- Cierra los ojos, relájate y no hables – le decía mientras con lambas manos en el interior de sus muslos le daba la señal para que abriese las piernas, algo que ella hizo de inmediato, flexionándolas por las rodillas y apoyando los pies sobre la cama.
Él depositó su boca sobre el coño de ella y tranquilamente, de forma lenta, recreándose en cada movimiento, usó toda la destreza de su lengua para recorrer cada pliegue, la entrada y el clítoris, con movimientos alternativos arriba y abajo, parándose encima del clítoris para succionarlo, y en la entrada para intentar introducir unos milímetros de la lengua. Así, sin prisas, permaneció dándole placer, hasta que notó que ella tenía pequeños espasmos pélvicos y que su respiración se aceleraba. Entonces concentró toda su acción sobre el clítoris, hasta que ella arqueó la espalda al tiempo que emitía un profundo gemido y le apretaba la cabeza entre sus piernas. Acababa de correrse en un lento orgasmo que le llegó como en pequeñas olas, haciéndole arquearse y levantar el culo de la cama varias veces. Él no dejó de succionar el clítoris hasta que notó que ella había explosionado por completo.
- Bueno. Ahora sí, te prepararé las tostadas – le dijo cariñosamente, incorporándose mientras se retiraba de entre sus piernas.
- Uff. Creo que ya no quiero desayunar, ahora me dormiría en un santiamén.
- Ni hablar. Aquí hay un suculento desayuno. Necesitas reponer fuerzas y luego podrás dormir.
- ¿Tienes que irte pronto?
- Me queda aún hora y media.
- ¡Qué bien! Así podre dormirme a tu lado. ¿Me abrazaras por detrás, mientras me duermo? Me encanta.
- Claro. Pero venga a desayunar, sino no habrá tiempo para ese abrazo.
Se sentaron alrededor de la mesa. Mientras él ponía mantequilla y mermelada en las tostadas, ella le había cogido con su mano derecha el miembro , que sobresalía del albornoz duro y tieso, y se lo acariciaba en un suave masaje.
- ¡Me encanta mirarte preparar las tostadas! – le dijo burlona, mirándolo a los ojos, mientras su mano seguía jugueteando.
- Si no te estás quieta, te vas a tener que poner tú la mermelada y la mantequilla.
- Se me ocurre… otro sitio donde poner la mantequilla y la mermelada.
- ¿No estabas cansada y querías dormir?, ¡Venga a comer, qué ya están todas preparadas!
Sirvió el zumo y el café con leche para los dos, mientras ella lo miraba encantada por tanta atención. Finalmente no pudo resistir la tentación de cumplir el deseo de ella. Tomo su polla con una mano y con la otra y la ayuda de la espátula de la mantequilla untó el capullo con mantequilla y mermelada, se levantó y se la ofreció. Ella abrió los ojos sorprendida, sonrió y la saboreó, sin dejar de mirarlo a la cara, hasta que él la retiró de nuevo.
- Ummm, esta riquísima la mermelada – Volvió a decir ella con mirada pícara y relamiéndose los labios.
- Cumplidos los deseos de la señora… ¿Podemos desayunar, o pruebo yo el sabor de la mantequilla en un croissant abierto?
- ¡Por supuesto! Se me ha abierto el apetito. Y no, creo que es mejor que te la comas en el pan, demasiado pringosa para el… croissant – seguramente que si él hubiese insistido, ella hubiera aceptado encantada, pero no lo hizo y se decidió a desayunar antes de que se enfriara el café.
Entre bromas y risas, dieron buena cuenta de la bandeja de desayuno.
Cuando hubieron terminado de desayunar, se quitaron el albornoz y se metieron desnudos en la cama. Ella se puso en posición semi fetal, dándole la espalda y dejándose abrazar encajada en el cuerpo de él, que había adoptado la misma posición para sentir el calor de su piel. Como cierre del abrazo, él mantenía en cada una de sus manos un pecho, mientras su pene duro intentaba buscar acomodo entre los muslos de ella. Estaba claro que aquello iba a durar poco y que ella no se dormiría aún tan pronto, pero era muy agradable para los dos sentir el calor y el contacto de sus cuerpos, así con los ojos cerrados y en silencio.
Sus cuerpos desprendían calor como si tuviesen fiebre. Él no resistió la necesidad de acariciarla. Soltó un pecho y con la palma de la mano acarició suavemente su vientre, sus caderas y llegó a juguetear con los dedos entre los ensortijados pelos del monte de Venus, dejando ir sus dedos un poco más abajo, buscando la zona del clítoris. Ella separó un poco los muslos, lo justo para permitir que dos dedos alcanzaran a presionar aquel botón de “encendido”. Estaba claro, ya no estaba cansada ni tenía sueño, solo necesitaba sentirse fundida con el cuerpo de él. Se giró muy despacio, evitando perder el contacto de los cuerpos, hasta que notó sus pezones duros aplastados contra el pecho de él. Buscó su boca y se besaron, sin prisa, explorando y saboreando sus lenguas. Ahora, la polla dura y con la punta mojada se alojaba entre los cálidos muslos de su amada, ansiosa de penetrar dentro de ella.
- ¿Me haces el amor? – le susurró al oído- así… me dormiré mejor.
- ¿Quieres que te haga el amor o que te folle?
- Ahora, que me hagas el amor.
Se hizo el silencio. Él se fue colocando encima del cuerpo de ella, sin perder el contacto de la piel pero apoyándose en los brazos para evitar que su peso recayera sobre ella. Bajó besándola desde el cuello hasta alcanzar con su boca los pechos y recrearse succionándolos, metiéndolo todo lo que podía en la boca, ayudado por la mano de ella que le ofrecía la teta como si estuviera amamantándolo. Dentro de la boca, él giraba su lengua alrededor de los pezones que estaba totalmente erectos.
Ella se colocó de forma que le hizo espació entre sus piernas flexionadas sobre las rodillas, facilitando sentir la tremenda erección de él rozar entre sus muslos. Bajó una mano entre los dos cuerpos y cogió la dura polla, llevándola hasta colocar la punta en la entrada de su coño, momento en que él con un suave movimiento de pelvis la introdujo en el cálido y ya húmedo coño. Ella abrió la boca y lo miró a los ojos con enorme ternura, su rostro estaba encendido. Se movió debajo de él, buscando contacto pleno. Él estuvo un buen rato besándola en la boca, mientras entraba y salida solo con la punta de la polla. Notaba que eso la encendía aún más entre placer, pasión y ansiedad, porque ella se movía buscando más contacto.
- ¡Métela hasta el fondo ya! – le suplicó en voz baja.
Él le obedeció con un brusco movimiento de cadera que llevó la punta de su polla hasta el fondo del coño, en silencio, concentrado en darle el máximo placer. Ella lo recibió con un profundo jadeo.
- Así. Así… lléname de ti.
Él siguió entrando y saliendo, primero despacio, empujando hasta el fondo, dejando que sus testículos chocaran contra las nalgas de ella; luego aceleró el ritmo, incorporándose sobre sus brazos, ya no importaba el roce de los cuerpos, ahora todo el placer se concentraba en el rápido y profundo vaivén sobre la deslizante cavidad que abrazaba su dura polla.
- Sí, ahora fóllame.
- ¿Ya no quieres que… te haga el amor?
- No, ahora quiero que me folles así, duro. Quiero correrme como una guarrilla.
- Tu nunca serás una guarrilla mi amor.
La estaba follando duro, las embestidas eran profundas y casi con rabia, quería hacerle gozar hasta que dijera basta. Estaban en uno de esos momentos de desenfreno que se tienen cuando hay complicidad absoluto entre un hombre y una mujer, sin inhibiciones, diciendo y haciendo lo que la madre Naturaleza nos pide. De pronto sintió como empezaba a formarse un nudo en el interior del coño que apretaba su polla. Supo que ella estaba a punto de correrse. Siguió con movimientos de cadera adelante y atrás, pero ahora sin sacar casi la polla, no quería que aquel nudo se la expulsara. Siguió dándole fuerte.
Ella la sentía toda dentro, le parecía estar totalmente empalada por aquel falo que parecía más grande dentro de lo que en realidad ella veía fuera. El placer que sentía no era solo físico, era algo más profundo, tanto que unas lágrimas empezaron a bajar por sus mejillas.
- No pares… sigue…
- Estas llorando, te pasa algo – Él aflojó el ritmo creyendo que la estaba molestando.
- No, No. Es que soy muy feliz, te amo. Sigue llenándome de ti. Me encanta sentirte así fuerte dentro de mi.
El recuperó el ritmo. Empezó a notar que también le faltaba poco para correrse, cuando ella lanzo un gemido, levantó la cabeza y la espalda, al tiempo que el nudo de su coño empezó a palpitar, su cadera empujo hacia arriba buscando sentir la polla bien adentro. Fueron varios espasmos, hasta que las palpitaciones fueron suavizándose y ella volvió a dejar su cuerpo descansar sobre la cama. Se había corrido con un multiorgasmo.
El paró por unos momentos de entrar y salir, estaba cansado, sudando, pero feliz de ver como ella había disfrutado.
- Termina tú, por favor. Quiero recibir tu placer dentro de mí.
Él estaba aún situado entre las piernas de ella, con la polla dura dentro del coño, sus zona de los testículos estaba mojada de los jugos de ella. Levanto la pierna derecha y le pidió que estirará la suya izquierda, ambas estaban aún flexionadas por las rodillas. Una vez que ella la hubo estirado, sin sacar la polla del coño, se puso a horcajadas sobre esa pierna de ella, al mismo tiempo con la mano le ayudo a pasar la otra por delante de él hasta colocarla cruzada sobre la otra y doblada hacia el vientre. En aquella posición ella se vio forzada a ponerse de lado, casi boca abajo. Él sentía la pierna de ella rozando sobre sus testículos y su culo.
Empezó de nuevo a entrar y a salir, mientras con las manos apretaba los glúteos de ella, la visión que tenia lo excitaba tremendamente, estaba disfrutando de ver como su polla entraba y salida en el coño de ella, visto desde atrás; además la sensación de tener sus nalgas a su alcance y el roce de sus testículos sobre la pierna estirada, le producía un placer añadido al que su polla experimentaba dentro del coño. Ella había vuelto un poco la cara para contemplarlo como disfrutaba, esa visión y el placer que sentía en aquella posición, se dio cuenta que en esa posición cada vez que se la metía y la sacaba rozaba directamente con su punto G dándole un inmenso placer, le hizo volver a sentir que tenía otro orgasmo.
- Me gustaaa… me voy a correr otra vez.
- Córrete amor. A mí me falta poco también.
Aceleró el ritmo y al sentir el nuevo nudo, no pudo resistir y sintió como fruto del profundo placer que sentía, un chorro de semen recorría toda su polla hasta inundar el coño de ella. Sintió la necesidad de empujar hasta dentro, notando el glande en lo más profundo del coño. Cuando el último espasmo de leche salió de su polla, no pudo aguantar más y se dejó caer al lado de ella.
- No podía aguantar más. ¿Has podido llegar?
- Sii, me ha encantado – se volvió ella a besarlo y acariciarlo.
El respiraba con dificultad, su corazón latía como una ametralladora, su cuerpo estaba empapado en sudor.
- Me has… agotado - sonrió él
- Es que eres muy malo. Yo quería dormir – le susurro, sonriendo, mientras de daba besitos en el pecho y con la mano le acariciaba la cara.
- Ya. Gracias por el esfuerzo – Se rió él, dándole una palmada sobre el culo desnudo. Tendré que volver a ducharme – se lamentó.
- Descansa un poco, luego te duchas y yo me duermo. Déjame que ahora te abrace yo. Me encanta estar así contigo.
- Lo malo es que ahora tu descansaras y luego seré yo el que este cansado.
- No te preocupes. Para mí será un placer trabajar por ti… solo aquí en la cama – Sonrío picara, mientras le daba un tirón en su ya encogido miembro.
Permanecieron así abrazados en silencio, hasta que la respiración de él volvió a la normalidad.
Cuando salió de la ducha y se vistió, ella ya dormía. La beso en la frente y la arropó con las sabanas y una ligera manta. Salió de la habitación sin hacer ruido, no sin antes haber colgado el cartel “no molesten”.
Cuando ella despertó, se quedó pensando, llamó a una buena compañera que estaba de fiesta y le pidió que le volviera un favor, que la supliera aquella noche.
Lo que siguió aquella noche, y al día siguiente…, será otra historia.
Estaba siendo una noche tranquila, eran sobre las cuatro de la mañana cuando ella terminó de leer el relato. Sentía una ligera presión en las sienes, seguía el dolor de cabeza del que se había olvidado mientras leía. Se dio cuenta también que su sexo estaba húmedo y quse sentía el roce de la braguita debido a lo hinchado que estaba , que una de sus manos había estado acariciando inconscientemente un pecho y el pezón estaba duro. En definitiva, necesitaba sentir un orgasmo. Recordó el consejo que un día le diera un buen amigo, para rebajar la presión sanguínea, y el dolor de cabeza,.Sonrío con picardía.
Pensó si el escritor habría terminado como ella, al finalizar el relato. Quiso pensar que sí, casi seguro que sí, seguro que sí. Se fue al servicio que tenían solo para las enfermeras. Cerró la puerta, se quitó el pantalón blanco de trabajo y quedándose solo en braguitas, apoyó la espalda contra la pared, subió un pié y lo apoyó sobre el wc, separó la otra pierna y cerró los ojos.
Mientras su mano acariciaba su sexo por encima de las braguitas, que ya mostraban una mancha de humedad, rememoró las escenas del relato y se imaginó al escritor pensando en ella mientras se masturbaba. Se apartó las braguitas a un lado, flexionó un poco las piernas y se masturbó lentamente, hasta que sintió que sus piernas empezaban a temblar. Entonces aceleró el roce de una mano sobre el clítoris, mientras dos dedos de la otra entraban y salían de su mojado e hinchado coño. Tuvo que reprimir un grito cuando se corrió, nunca había sentido tanto placer con un orgasmo de masturbación. Se lo dedicó al escritor, a cambio del que él, seguro, le había dedicado a ella a cientos de kilómetros de distancia.
Cuando sus piernas volvieron a recuperar la fortaleza, se sentó en la taza del wc, hizo pipi, aunque le costó, y se limpió con papel. Después se subió las bragas y volvió a ponerse el pantalón, se miró en el espejo y se vio la cara colorada, se la mojó con agua fresca y volvió a su mesa a sentarse enfrente del ordenador. Tomo el ratón, pulsó el botón borrar sobre el email que había recibido con el relato, y siguió con los informes de sus pacientes. Entonces se dio cuenta que el dolor de cabeza había desaparecido, se acordó de su amigo y sonrió.
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