La enfermera (3)
Continuacion de la saga la enfermera.
Después de aquel día tuve la completa seguridad de que nuestra relación iba a durar mucho tiempo, así que solo me dedique a esperar su llamada para volver a verla, solo era cuestión de tiempo y paciencia.
Recibí la llamada cuatro días después, solo quería hablar, no podía verme de momento, su marido estaba en casa, no había salido de viaje como tenía previsto, así que hasta la semana próxima no nos veríamos, estuvo mimosa, cariñosa y atenta por teléfono, te echo de menos y tengo ganas de volver a verte y sentir tus caricias" me dijo.
Han transcurrido seis días y por fin quedamos una tarde después de salir de trabajar, vamos al cine y luego a cenar, así que prepare mis mejores galas para encontrarme con ella. La recogí en el hospital, iba vestida con una camisa blanca y una falda color negro hasta media rodilla, muy discreta pero elegante, me baje del coche y le di un beso en la mejilla, una vez dentro, le dije que se quitara las braguitas que llevaba puestas, se me quedo mirando pero no hizo comentario alguno, se limitó a quitárselas y guardarlas en su bolso.
En el trayecto al cine metí mi mano bajo su falda para tocar su coñito que estaba húmedo, le pregunte porque estaba así y me dijo que le había excitado pensar que no llevaría la tanga toda la tarde. Mis dedos se fueron de inmediato a su clítoris, estaba inflamado con ganas de que lo tocase, así que comencé a masturbarle con suavidad al principio, ella empezó a gemir, abrió las piernas acomodándose de tal manera que me facilitaba la labor, por lo que mi mano tuvo vía libre para ir más rápido, la mire a la cara y tenía los ojos cerrados, su respiración era rápida y profunda, su cara estaba roja de placer, agarró mi mano y la llevo hasta el interior de su vagina, tenía dos dedos dentro de ella cuando empezó a gritar que le venía un orgasmo, que no parara, que siguiera tocándola, durante cinco minutos hice lo que me pidió.
Satisfecha quiso que la dejara descansar cosa que no hice, volví a tocar su clítoris ella tenía unas convulsiones fuertes que no podía controlar, intentaba quitarme las manos a toda costa, pero le dije que de eso nada, así que tuvo que soportar mi autoridad sin protestar y dejarse hacer, sabía que la sensación que sentía era insoportable, casi dolorosa pero ella era mi sumisa en ese momento y tenía que acatar mi voluntad, no paraba de gemir, gritar, insultar, llorar, sus temblores eran bestiales, de pronto se quedó sin respiración me miró a los ojos y estalló en un torbellino de placer provocado por un orgasmo venido del dolor que la invadía, su cuerpo estaba totalmente descontrolado, se tuvo que agarrar al salpicadero del coche porque no podía entender que eso le estuviera pasando, su cuerpo no respondía a ninguna orden de su mente, era pura energía, así la tuve hasta que llegamos al aparcamiento del cine.
No sé qué pasaría por la mente de algunos conductores pero por sus caras me imagino que estaban escandalizados, la lujuria que se vivía en mi coche en esos momentos era para mandarnos a la cárcel por negligencia en la conducción y seguridad vial.
Durante quince minutos tuvo que descansar para recuperar la respiración y normalizar los latidos de su corazón, poner en orden sus pensamientos, me odiaba y a la vez estaba sorprendida por haberla llevado a ese extremo de placer desconocido para ella. Estaba totalmente entregada a su sumisión, sabía que ya no podría negarse a nada.
Entramos en el cine por separado para que nadie sospechara de nosotros, no había mucha gente pero sí había cola para comprar las entradas, le dije que fuese ella a recogerlas. Estando allí un hombre de unos cuarenta años se le acercó más de la cuenta, rozándose con ella con la excusa de que le empujaban, Ana me miró y con un gesto le dije que se dejara hacer, entendió lo que le pedía aunque a regañadientes dejo que la situación siguiera, ella miro al hombre y como no le dijo nada éste se atrevió a más y puso la mano en su culo sobándolo todo lo que quiso, estaba sofocada, el tío debió pensar que Ana le daba permiso ya que pasó la mano por su cintura y la llevó contra su paquete, todo ello con bastante discreción pero evidente para mí que lo observaba desde fuera. Cuando terminó de comprar las entradas y vino a mí, estaba colorada como un semáforo en rojo, a punto de llorar por la vergüenza que había pasado, me confesó que sentía un choque de sensaciones, frustrada, humillada, pero muy excitada a la vez, la sensación de saberse desnuda debajo de la falda, sobándola un tipo desconocido y viendo como yo la miraba había sido demasiado delirante.
El tipo venia buscándola pero en cuanto me vio como le miraba desistió de la idea y se largó con el rabo entre las piernas, no le volvimos a ver.
Cuando nos sentamos en la sala estaba temblando como un flan, cogió mi brazo y estuvo cerca de media hora abrazada a él, no tenía intención de seguir poniéndola en más situaciones comprometidas, habían sido suficientes por un solo día, pero ella según se iba tranquilizando fue maquinando un hermosa venganza, sin mediar palabras me bajo la cremallera y me saco el pene, empezó a tocarlo con suavidad, menos mal que en la fila que estábamos, la ultima, no había nadie, se lo metió en la boca y empezó a chuparla con bastante rapidez a la vez que me hacia una paja descomunal, la puso tan dura que decidió follarme, se subió la falda hasta la cintura y se sentó encima de mí mirando hacia la pantalla, clavó la polla hasta el fondo y en el más absoluto silencio empezó a moverse despacio, con suaves movimientos, muy sensuales, su vagina se agarraba a mi pene de tal manera que pensé que me iba a ir enseguida tal era el placer que sentía, cuando le dije que me llegaba ni corta ni perezosa se quito de encima y me dejo con las ganas,
Te correrás cuando yo quiera y no cuando te dé la gana, ahora soy yo quien corta el pastel y tu dejaras que sea yo la que decida cuando te va a venir.
Vaya cara de viciosa que tenía cuando me dijo esas palabras, imposible negarme a ello, merecía la pena pasar por el aro, a ver hasta dónde estaba dispuesta a llegar.
Con la falda por la cintura se sentó en su sillón y empezó a masturbarse con una mano y con la otra siguió tocándome la pene sin dejar de mirarme a la cara; ya empezaba a estar desquiciado del placer que sentía y la frustración de no poder correrme, porque cada vez que me iba a venir Ana lo intuía y dejaba de tocarme, así una y otra vez cuatro o cinco veces. Vamos toda una tortura china.
No me explico como nadie se dio cuenta de lo que estaba pasando en la última fila porque aquello era un desmadre, Ana se había corrido una vez e iba buscando el segundo; yo estaba que me daba algo, así que perdí la paciencia, la cogí del pelo y la llevé a mi falo, empezó a lamerlo con ganas, no dejó de masturbarse, tardé menos de cinco minutos en tener mi orgasmo y soltarlo todo dentro de su boca y al sentir que me iba se corrió al unísono conmigo, sus gemidos se ahogaron en mi polla.
Recuerdo que pensé que la estaba transformando en una libertina de mucho cuidado, había perdido todo pudor, se había convertido en una amante lujuriosa, sin ninguna vergüenza. Para Ana todo era válido siempre que fuese conmigo.
Cuando acabo la peli nos fuimos a una pizzería que estaba cerca de la plaza España, nos sentamos en una mesa aparatada en un rincón uno frente al otro y pedimos la cena.
Le miré a los ojos y pregunte por que estaba conmigo, ella sonrió tímida, aparto los ojos y meditó durante unos segundos la respuesta.
Estoy contigo porque produces en mí un morbo que nunca antes había sentido con nadie, ni siquiera con mi marido.
Calló durante un buen rato, sabía cuál era la siguiente pregunta y no sabía cómo contestar a ella.
Juan cuando te conocí hacia unas horas que acababa de tener una discusión con Antonio, estaba furiosa y harta de no tenerle conmigo en casa, siempre fuera por su trabajo, me paso muchos días a solas y eso al final pasa factura. Tú apareciste en el momento menos oportuno. Con esa mirada y esa sonrisa malévola que tienes, tu seguridad y destreza con la seducción, tus elogios y adulaciones constantes me hicieron temblar de deseos en menos de una hora, si te llego a coger en otro lugar te violo allí mismo, tío. Por eso te dije de vernos por la noche, tenía ganas de follarte.
Luego a solas me di cuenta que eso no se lo podía hacer a mi marido, era una locura y no estaba bien, yo no soy una puta, pensé. Por esa razón no fui a verte, quería estar lo más lejos de ti, una porque me avergonzaba de mi conducta de la mañana, otra porque si te veía de nuevo iba a cambiar de opinión. Así que pedí permiso a mi enfermera jefe para ausentarme de la planta con la excusa de que no me encontraba bien.
Pero cuando te vi entrar en el bar del hospital me dio un vuelco el corazón, mi coño se puso a palpitar y se humedeció incontroladamente, mi boca se quedo sin saliva, mis pechos se hincharon y mi mente luchaba por mantener la lucidez. Estabas ahí ignorándome y me sentía mal, avergonzada por haberte dado plantón y en ese momento me dije que le dieran por culo al capullo de mi marido, pero de esta noche no pasa, lo violo.
Me evitabas la mirada, me saludaste solo al entrar y pasaste de mí, eso me cabreo mucho, pero sabía que estabas enfadado conmigo y con razón. Mi cabeza era un hervidero de pensamientos, ¿cómo te podía recuperar?, ¿dónde te iba a follar?
Mis compañeras me vieron muy alterada y me preguntaron qué pasaba, no supe mentirles y les dije que tú eras el chico de la mañana, ya les había hablado de ti.
Pues sí que te ha puesto cachonda el tío nena, estas temblando, me dijeron, échale un polvo y acaba con la calentura que llevas encima.
Claro, ¿donde le hecho un polvo? ¿En el baño?, no te jode, como si fuera tan fácil y menos en el hospital, se entera todo Tenerife mañana por la mañana.
Las muy capullas se rieron de mi a carcajadas y Carmen me dijo.
Si quieres te doy la llave de la consulta de trauma, te lo llevas allí, a esta hora no habrá nadie en planta.
Joder, no me lo pensé dos veces, extendí la mano y le dije suéltalas que me quemo por dentro, todas reían mi espontaneidad, cuando me dio las llaves se me erizó el vello del cuerpo, no había vuelta atrás, la decisión estaba tomada. En ese momento te vi levantar de la butaca y marchar hacia el ascensor y sin despedirme de mis compis me fui a por ti. Eso fue todo lo que pasó. Pero no me arrepiento de nada de lo que sucedió después.
No paraba de reír oyéndola contar su versión de esa noche, era el colmo, si ya de por si fue todo raro aquella noche, lo de ella con sus compañeras fue estrambótico.
Lo que no me pude imaginar jamás es que fuese a sentir tanto placer y me enganchase a ti de la forma que lo he hecho. Hacer lo de esta noche en el cine, que puta soy, madre mía, no me podía imaginar que me dejara sobar por un baboso como el tío del cine y me pusiera cachonda viendo como me mirabas. Ni hacer el amor en la playa a plena luz del día, ni dejarme dar por el culo, todo eso me lo pide Antonio y lo mando a tomar por el culo, me divorcio de él y no me ve el pelo más, pero contigo me ha pasado lo contrario, has despertado en mi algo que quería salir y no se atrevía.
La cena fue entretenida y agradable, un paso más para conocernos mejor y ver qué cosas teníamos en común aparte del sexo.
Salimos del local y paseamos por la avenida de Anaga, oliendo el aire marino y sintiendo la brisa fresca en nuestras caras. Era una noche despejada y agradable.
Cuando llegamos al coche después de media hora de pasear, me cogió la mano derecha y se metió mi dedo gordo en su boca, me dijo que tenía ganas de hacer el amor de nuevo. La bese en los labios y le dije que la iba a llevar a un sito donde haríamos el amor al aire libre.
Ella creía que la iba a llevar a la playa de las Teresitas que es donde las parejas se van para esos menesteres por la noche. Pero mi idea era llevarla a playa de Balayo, por la carretera de Igueste de San Andrés. Poco conocida y muy íntima por la dificultad en llegar allí.
Cuando llegamos estábamos completamente solos, salimos del coche y la paz del lugar invitaba a quitarnos la ropa e irnos a la orilla de la playa. Su pelo hacia reflejos con la luz de la luna, su cuerpo desnudo entró en el agua hasta las rodillas y me rodeo con sus brazos, besándome nuevamente en los labios, metiendo su lengua en mi boca buscando la mía con pasión, mi mano derecha se fue a su cabeza y la izquierda a su espalda y eso fue mi perdición porque en cuanto note sus pechos en mi torso me puse como una moto y mi pene empezó a crecer de una manera descontrolada, cuando mis manos bajaron por su espalda y las posé en su culo ya perdí toda capacidad de razonamiento y sin pensarlo dos veces me la llevé al coche.
Iba a entrar en el interior del coche cuando la cogí de la mano y le impedí que lo hiciera, la apoye contra la puerta y me puse detrás de ella, le abrí las piernas y mis manos bajaron a su coñito en busca de su clítoris, le masajeaba despacio y su reacción no se hizo esperar, empezó a gemir y a temblar de placer, ahora sí que gritaba como una posesa, nadie la iba a oír, así que iba dándole mas y mas caña a su coñito, le metí un dedo, dos.
Intentaba mover su culito pero no la dejaba, así que saque mis dedos de su vagina, agarre mi polla y la lleve a su culo, en cuanto vio mis intenciones dejo de moverlo; no opuso ninguna resistencia a mi penetración, poco a poco fue entrando en su cavidad anal, ella empujaba hacia mí para que la penetración fuese cada vez mayor y más profunda, eso unido a que no le dejaba de masajear su clítoris produjo una reacción en cadena de placeres incontrolables, gemidos y convulsiones.
Dios mío, que me está pasando, madre mía que es esto, que cabrón eres, que me estás haciendo hijo puta, me estas matando.
Cuando le vino el primer orgasmo sus gritos se debieron oír en la capital porque parecía que la estaban degollando de tan fuerte que lo hacía. Estuvo a punto de arrástrame al suelo con ella cuando sus piernas no la pudieron sujetar, tuve que andarme ligero para que no callera, la cogí en mis brazos y la lleve al capó del coche y la senté encima, preocupado por su reacción le pregunte si se sentía bien, me miraba con esa mirada que tienen las personas que han perdido la conciencia por unos minutos.
Estaba realmente asustado, durante unos minutos no supo responder a mis preguntas pero se fue recuperando poco a poco, abrazándose a mi cuello me daba besos en la cara, ojos, labios y no paraba de decir:
Joder, joder, que pasada tío, que pasada uf, joder.
Por mi ya tenía bastante por una noche, el susto me había quitado las ganas de continuar, así que mi intención era irnos de allí, llevarla a su casa. Pero ella por lo visto tenía otras ideas porque cuando se lo propuse me dijo.
Y una mierda hijo puta, de eso nada. Tu de aquí no te vas sin correrte cabrón, lo que me has hecho esta noche te lo voy a hacer pagar con creces.
Sentada como estaba en el capó cruzó sus piernas por mi cintura y restregó su vagina en mi pene masturbándose poco a poco, en dos minutos ya la tenía tan excitada que no hizo falta que nadie la dirigiera para que entrase en su tesoro, de golpe sin miramientos, sentí como iba para adentro y ella lo acogía con deseo, no paraba de moverse, con sus piernas me empujaba hacia ella para que la penetrara, mientras me decía al oído que no me moviera, que la dejara hacer.
Me fue subiendo calor por todo el cuerpo, notaba como me venía el placer y que me ponía los pelos de punta, mi pene se iba sensibilizando cada vez más, sentía como su vagina se lo trababa y succionaba, el placer era mas y mas fuerte, sus movimientos eran rítmicos y bien dirigidos por lo que el orgasmo fue inevitable, un chorro de espera salió disparado hacia el interior de su cuerpo con tanta fuerza y rapidez que me resulto hasta doloroso de tanto placer que sentí.
No dejó de moverse durante un buen rato hasta que sin proponérmelo mi pene volvió a responder a sus caricias y se puso erguido nuevamente en su interior, pero esta vez quería ser yo quien llevara la voz de mando.
La tumbé boca arriba encima del capó y cogí su piernas llevándolas a mis hombros, en esa posición tenía sus dos orificios a mi antojo, así que la penetre nuevamente por el ano, ella dio un respingo porque no lo esperaba, pero enseguida se recuperó y me dejó hacer. Ya no podía más del placer que tenía en su cuerpo y reventó en un nuevo orgasmo, este más controlado que el primero pero igual de placentero.
Salí de ella y le di la vuelta con los pies en el suelo y su cuerpo totalmente apoyado en el capo y la penetre por su vagina, despacio, sin prisa, yo ya me sentía muy cansado y no me quedaban muchas más fuerzas, joder me estaba agotando la fierecilla ésta.
Me dedique a sentir el roce de mi pene en su interior, el calor que me daba su húmeda vagina, su respiración, como jadeaba, como temblaba cada vez más fuerte, como sus paredes se iban estrechando alrededor de mi polla dándome cada vez mas y mas placer.
Tocaba su hermoso culo, su espalda la arañaba con mis uñas, ella iba a mas en su placer particular, me vino poco a poco y se lo iba diciendo a ella, cuando estaba en el clímax Ana también se vino y nos corrimos los dos juntos, ya no podía mas, estaba agotado, me costó un buen rato recuperar el aliento, la muy puta se reía de mi, presumía de su victoria, me había derrotado en mi propio terreno.
Nos lavamos en la orilla entre bromas y risas, éramos dos críos riéndonos de nuestras travesuras, de dos golfos enamorados de nuestros instintos primitivos, nos fuimos al coche y nos vestimos.
De camino para la ciudad le pregunte si estaba bien, preocupado por su pérdida de conciencia y me contesto que estaba en la gloria y que quería repetir experiencia.
La deje en la puerta de su casa y se despidió con un beso dulce y cariñoso.
Hasta otro día amor, fue su despedida.