La encerrona

Victoria trabaja en una panadería, se lleva muy bien con sus jefes, dos primos de unos 30 años, lo que le permite comportarse pícaramente con ellos, lo que la lleva a una difícil situación...

LA ENCERRONA

Todavía estoy confusa, por lo que me sucedió ayer y necesito contárselo a alguien. Sé que la culpable de lo que pasó soy yo, por ser tan desinhibida y lanzada, lo confieso.

Veréis tengo 24 años y desde los 20 trabajo en una panadería. Mis jefes son dos chicos de unos 30 años, son primos y siempre se han portado muy correctamente conmigo. En los últimos días, con el calor debo confesar que me he comportado un poco provocativamente con ellos.

Quizás por eso ayer al entrar en el despacho para cambiarme justo antes de marchar a casa Fermín entró tras de mí, se acercó e intentó besarme, yo me separé de él y le abofeteé.

¿Pero que haces? – pregunté sorprendida.

Vamos, si llevas varios días provocándome – dijo y sujetándome fuertemente por los brazos acercó sus labios a los míos y me besó con pasión, primero intenté resistirme, pero luego sucumbí ante sus besos.

Al separarnos Fermín actuó de un modo desconcertante para mí, me cogió por las muñecas y me empujó hacia la mesa, me puso de espalda a él y me obligó a inclinarme sobre la mesa. Yo estaba asustada, sobre todo al notar que debido a la fuerza con que me tenía cogida no podía volverme ni moverme. Con la cara pegada a la mesa sentí unas manos deslizarse por mis piernas.

Lolo, ¿eres tú? – pregunté pensando que era su primo, pues intuía que Juan no podía ser, ya que me sujetaba las muñecas a la espalda con ambas manos.

Las manos de Lolo me bajaron las bragas. Sentí la presión de un pene contra mi pierna. Fermín liberó mis muñecas y me hizo tender los brazos sobre la mesa. Yo estaba muy nerviosa e intentaba deshacerme de él.

Tranquila- me dijo – hoy vas a gozar de dos buenas pollas.

Empece a excitarme a pesar de sentirme un poco desconcertada y atemorizada. Miré por encima de mi hombro mientras me agarraba con fuerza a los lados de la mesa y vi a Lolo untándose las manos con una crema. Luego sentí como ambos de movían tras de mí y unas manos empezaron a acariciar mis nalgas, lo que hizo aumentar mi excitación. Repentinamente sentí unos dedos moviéndose circularmente alrededor de mi ano, acariciándolo delicadamente y moviéndose hacía mi sexo para introducirse suavemente y volver a sacarlos, lo que hizo que mi cuerpo se estremeciera. Seguidamente la mano se deslizó por mi cuerpo hasta alcanzar mis senos y otra mano la acompañó sobando mis pechos. Mis pezones se erizaron y endurecieron mientras aquellas manos los acariciaban.

Está a punto, Lolo – dijo Fermín.

Nerviosa me preparé para recibir la embestida. En aquel instante, un dedo penetró en mi ano. Al principio se deslizaba lentamente, pero luego entraba y salía cada vez más rápidamente, haciéndome vibrar de deseo. Repentinamente sentí como otro dedo se introducía en mi ano.

A continuación, dos fornidas manos me cogieron por las caderas y sentí un grueso glande rozando el exterior de mi ano y en una rápida embestida sentí como se abría paso en mi interior. Mi cuerpo empezó a moverse y agitarse al ritmo de sus acometidas. Giré mi cabeza y vi que era Fermín el que me embestía cada vez más brutalmente una y otra vez, taladrándome con su verga.

En medio de mi ofuscación, vi que Lolo se acercaba a Fermín con las manos untadas en crema, le agarró por la cintura y le bajó el pantalón hasta los tobillos. Fermín aceleró el ritmo de sus embestidas y cuando Lolo embadurnó las nalgas de su primo, Fermín lanzó un gemido de placer y me penetró con tanta furia que casi me levantó del suelo. Gemí asustada, tenía ganas de llorar, pero no podía. Entonces oí como Lolo se bajaba la cremallera de la bragueta, me giré y vi como liberaba su polla y penetraba a Fermín, que dejó caer su cuerpo sobre mi espalda.

¡Oh, Dios! – exclamé aun más asustada - ¡Sois gays!

Más o menos – dijo Fermín cínicamente - ¡Pero te gusta! ¿verdad, zorra? Te gusta que te follemos los dos, así.

No – gemí con un hilo de voz y comencé a sollozar sintiendo las acometidas de Lolo penetrando a Fermín.

Al verles joder y sentir a la vez la palpitante polla de Fermín en mi ano sentí cierto morbo. Inmediatamente sentí como Lolo embestía a Fermín por última vez y se corría. Me deshice del abrazo de Fermín y me giré. Ambos se apartaron y se sentaron sobre el sofá. Vi como se besaban en la boca, lo que me provocó cierto asco, así que cogí mi ropa y mientras me vestía les dije:

Sois unos canallas.

Luego salí de allí a toda prisa. Estaba asustada y no sabía que hacer. Creo que hoy no iré a trabajar.