La empresa II - Comienza la investigación
Comienzo a meterme un un submundo que no conocía
Han pasado tres días desde que volví de aquel despacho. Al día siguiente me desperté sin saber muy bien si aquello había sido real o si todo fue un sueño de Resines, pero había sido completamente real porque las copias de los contratos que tenía sobre la mesa de la cocina eran bien reales, aunque empezaba a ponerme algo nervioso, no sabía nada de ellos desde que me fui y la idea de que todo aquello resultase una encerrona cada vez tomaba más fuerza en mi imaginación. Pero bueno mientras estaba disfrutando de unas merecidas vacaciones.
A media mañana sonó el timbre. Le abrí en bata con la taza de café aun en la mano. Era el repartidor con un paquete para mí – firme aquí con su DNI. Me dijo el tío a lo que sin más se lo di y cerré la puerta. Volví a mi cocina a terminar de tomarme el café mientras abría aquel sospechoso paquete sin remitente ni nada. Igual era una bomba y a tomar por saco todo. Pero resultó ser un IPhone nuevecito. Era como quince veces superior a mi teléfono personal y justo al lado las llaves de un coche. ¡No es verdad! Las llaves del coche de empresa. Parecía que todo aquello que había pasado iba a resultar cierto, por lo menos mi conciencia estaba empezando a tranquilizarse. También había una carta con instrucciones, lo que debía hacer nada más llegar, mi nuevo correo electrónico para hablar con ellos y solo con ellos, lo que le debería decir al jefe. Vamos, que me habían construido una coartada.
Ya era sábado por la mañana cuando vuelven a tocar al timbre preguntando por mí. Esta vez necesitaban que bajase a la calle. Me vestí como pude, con cualquier cosa, lo primero que pille por ahí tirado y baje a ver que narices querían cuando para mi sorpresa veo aparcado en frete una grúa de esas de asistencia en carretera y encima mi nuevo coche de empresa, nada espectacular, más bien discreto diría yo, un Renault Laguna negro que bueno, era gratis. Al subir de nuevo a casa después de aparcarlo donde pude sonó el teléfono. Ya tenía algunas aplicaciones instaladas por alguien. Era el inconfundible soniquete del WhatsApp. “hola soy Mirian, supongo que te acuerdas de mí, te escribo para comentarte que tu coartada ya está lista y puedes incorporarte a tu antiguo puesto a partir del lunes” trabajando un sábado, así que ganan tanta pasta. “perfecto Miriam, el lunes sin falta estaré en mi puesto” – “muy bien, cualquier cosa que descubras por favor comunícanosla lo antes posible” – “eso hare…. ¿Se lo pongo o no se lo pongo? Si, se lo voy a poner …. Puta” intensos segundos esperando su contestación para ver si la había cagado con eso ultimo o no, cuando por fin veo que pone. Escribiendo… “Muchas gracias señor”-“no te importa que te llame así”-“No señor en absoluto, al contrario, debe usted tratarme como merezco” No me esperaba para nada esa contestación, pero es bueno saber esas cosas.
Pasó el domingo y por fin llegó el lunes. Volví a retomar mi rutina de los últimos años, me puse mi traje y me dirigí a la salida, justo allí tengo un mueblecito donde dejo todas las cosas que llevo en los bolsillos nada mas entrar en casa: la cartera, el reloj, las llaves de la moto. Lo volví a coger todo pero esta vez había algo más, las llaves del coche. Me quede mirándolas por un segundo ¡Que coño! Solté las llaves de la moto y me fui en mi coche nuevo.
Al llegar a la empresa la gente me miraba, debían estar pensando que narices hacia allí si me habían despedido pero bueno me daba igual. Aparqué mi coche y me dirigí a mi antigua oficina. Fue una sensación rara, por un lado, detestaba aquel sitio, pero por otro al volver una sensación como de satisfacción recorrido mi cuerpo a si que supuse que debía estar volviéndome gilipollas y me olvidé de eso. Como todas las mañanas lo primero que hago es revisar mi correo. Había estado despedido a sí que no había nada nuevo, luego recordé que tenia otro correo, el que me habían dado para mi nuevo trabajo de super espía, accedí a el y esta vez sí que había un mensaje nuevo en la bandeja de entrada. Un mensaje de Mónica. “Buenos días, señor. Le doy oficialmente la bienvenida a la dirección de la empresa. A partir de ahora cualquier cosa que descubra con respecto a su sede comuníquenosla inmediatamente a través de este correo, yo seré su interlocutora a partir de ahora. Como parte del programa de incentivos por favor seleccione del archivo adjunto una empleada de las que le proponemos para que sea su nueva puta privada. Sin mas me despido de usted besándole los pies. La puta Mónica”
Justo debajo había un documento que abrí sin perder ni un segundo. Me puse a repasar aquello y descubrí con asombro que se trataba de las fichas de todas las empleadas femeninas de mi sede ¡de todas! Una ficha bastante extensa con información variada. Pasé un rato revisando aquel documento, si iba a elegir una para mi debía hacerlo bien hasta que de todas ellas una me llamo especialmente la atención. La becaria.
Irene. Una chica preciosa de 21 años que se encontraba en la empresa haciendo las practicas de cuarto de universidad. Una chica inteligentísima, risueña, con algún que otro gesto infantil. Tenia un pelo rojo natural tirando a naranja. Ojos verdes, alguna que otra peca en la cara. Usaba unas gafas de pasta negra que le daban un toque intelectual. No era muy alta, entre uno cincuenta y cinco o algo más, ni de broma llegaba al metro sesenta Tenia un cuerpo curvilíneo muy marcado, de vientre plano, se nota que se cuidaba. Yo diría que de sostén gastaría una talla 95C.
Ya está, había elegido la que seria mi incentivo: “buenos días puta, me gustaría que Irene, la becaria, fuese la chica que me entregaseis como incentivo” ya historia a parte seria como iban a conseguir que esa chica, que a parte de inteligente tenia un ramalazo feminista importante accediera a convertirse en lo que eran Miriam y Mónica. Pero bueno eso era problema de la empresa.
Parecía que estaba llamándola mientras mandaba el correo cuando entro Irene en mi despacho, como no, a hacer fotocopias. Como siempre vestía elegante. Teníamos un código de vestimenta en la empresa, pero no era especialmente estricto. La que se ponía escotazo era por que le gustaba y esta solía traerlo. Esta chica tenia un rollo Pin-Up que me ponía bastante con ese pelo rojo recogido con rizos, muy bien maquillada. Con una blusa rosa y una falda negra entallada por debajo de las rodillas estilo años treinta. Rematando el conjunto con un buen taconazo. Como siempre no me dijo nada, entro sin más. – Buenos días, Irene. Le dije yo con tono de no te cuesta nada saludar pedazo de zorra maleducada. – ¡ah! Perdona, buenos días, no te había visto… claro, no me habías visto porque esta oficina tiene el tamaño del Bernabéu.
Como no tenía trabajo me decidí a empezar mi investigación. Lo malo es que no tenia ni la mas remota idea de como narices iba a hacerlo. Recordé que el jefe me dijo que pasaban cosas raras con las cuentas a sí que pensé que seria un buen primer paso repasar los libros de contabilidad. Baje a ver al tío de ingresos y cuando le pedí que me dejase entrar en el archivo su respuesta fue que no podía entrar ahí, a lo que recordé que ahora tenia acceso a todo. – Bueno, gracias de todas formas. Le dije haciéndome el decepcionado – Lo siento tío. Me respondió a la vez que me volvía por donde había venido. Pero esto era una oficina y los oficinistas se van a desayunar, cosa que mi amigo el de contabilidad hizo en cinco minutillos de nada. Cuando lo vi salir me cole en su despacho. Trasteé un poco por el ordenado buscando a ver como se abría la maldita puerta. Había un programa para meter el nombre de quien solicita la entrada y una clave personal. Yo aun no sabía la mía y si la metía fijo me pillaban. Rebusqué por la mesa y en los cajones donde encontré una agenda de piel negra y al abrirla lo descubrí. El tío tenía apuntadas las contraseñas de todos no se les vayan a olvidar o algo ¡Seguridad ante todo! Ahora solo faltaba ver a quien le colgaba el mochuelo. Busqué uno al azar y metí sus datos en el programa y la cerradura de la puerta se abrió con un sonido que me recordó mucho a cuando meto primera en mi moto.
Cuando entré en el archivo lo primero que descubrí es que allí no limpiaban desde tiempo pretéritos. Me fui derechito a la sección de contabilidad sin saber por dónde empezar, allí había una estantería entera nada más que cuentas. Aquello podía llevarme siglos.
Ya llevaba allí un rato, había perdido la noción del tiempo cuando mi móvil vibro, no el mío, el IPhone de la empresa. Otro WhatsApp de Miriam. “Han avisado que estas ahí” esta gente debía tenerlo todo controlado para haber descubierto eso. ¿Qué coño iba a hacer? Me iban a pillar en mi primera misión. Me puse a darle vueltas con la mirada a la sala y vi en el fondo, medio en la oscuridad una puerta metálica de esas de emergencia, las que se abren empujando una barra horizontal. Se me encendió la bombilla. Empujé la puerta de emergencia dejándola entornada y me di la vuelta buscando un rincón oscuro. Gracias a dios a esa sala no había llegado aún el siglo XXI con sus leds y su eficiencia energética. Un par de lámparas alógenas daban la luz justa para no ir por ahí tropezándote con las cosas y entre eso y la mierda que tenían me pude esconder bien al fondo en un rincón.
No tardo en entrar alguien al archivo. Caminó unos pasos hasta ponerse debajo de una de las lámparas. Era la secretaria del jefe. O, mejor dicho, la chupapollas del jefe. Empezó a mirar despacio por todos lados, paseándose entre las estanterías. El eco de sus tacones resonaba en toda la estancia mientras veía con horror como se dirigía a mí, me estaba mirando fijamente y un par de estanterías antes de llegar a mí se paró, giró a la izquierda y se fue para la salida de emergencia. No me había visto en ese rincón oscuro. Ella cerro la puerta de emergencia y se dio la vuelta, pensaba que ya se iba, pero no, se fue a la sección de contabilidad, donde había estado mirando yo antes. Sacó un libro y lo reviso ¡No olvides que libro es! Pensé para mí. Después se fue al que había estado mirando yo porque con las prisas lo deje a medio meter. Ella simplemente lo empujo para ponerlo en su sitio y entonces sacó su teléfono. – Si soy yo… No aquí no hay nadie, quien sea que haya entrado se ha ido por la salida de emergencia… han estado mirando un libro que no tiene nada que ver… Si está a salvo… No, no lo han visto. Y entonces se fue.
Cuando volví a quedarme solo rápidamente corrí en busca de aquel libro. ¿Cuál era? ¿Cuál era? ¡Este es! Si era ese. Pero bien ahora que narices he de buscar. Me da igual, saqué el teléfono y le hice fotos a todas las paginas, suerte que no eran muchas. Y ya con el material a buen recaudo, esta vez sí, Sali por la puerta de emergencia.
De vuelta a mi oficina, procurando no ser visto pase las fotos del teléfono al ordenador y desde ahí, por correo a Mónica: “Querida puta. He sacado esto de los archivos, no sé muy bien si serán importantes o tendrán algo que ver con lo que estamos investigando, pero la secretaria del director estaba muy preocupada de que nadie los hubiera visto” adjunte las fotos y las mandé con la sensación de victoria y del trabajo cumplido. Sin olvidar después borrarlo todo del ordenador.
El día acabo sin saber nada de Miriam o de Mónica. Me fui a casa y me dispuse a mi rutina de todas las tardes. Cuando en medio de la peli, ya se me había olvidado por completo lo que había hecho esta mañana y que estaba en medio de una investigación de algo, me suena el teléfono. Era Miriam. – “Hola señor” – Hola puta ¿Qué necesitas? – “Le llamo con respecto a la documentación que nos ha remitido esta mañana” – Si bueno, perdonad, pero no sabía muy bien que estaba buscando – “Al contrario, en esas fotos se demuestra claramente un desvío de fondos de la empresa, ahora solo hace falta descubrir quien los a ordenado y hacia donde se dirigen” - ¡Ah! Pues me alegro de que os hayan servido de utilidad. – “Han sido fundamentales y gracias a ellos sabemos que por lo menos la secretaria esta involucrada. Deberá usted interrogarla para averiguar más” - ¿Interrogarla? ¿Cómo voy a hacerlo sin que me descubran? – “Esta noche deberá usted ir a su casa y allí podrá sacarle toda la información que necesite – No creo que me deje entrar – “No se preocupe ella es una de nuestras putas y como tales controlamos todos los aspectos de su vida. Recibirá usted en su buzón todo lo que necesita” – Ok puta, ire esta noche – “muy bien señor, y recuerde que desde ahora tiene usted permiso para usarla a placer, sin limite para sacarle la información. Me pongo a sus pies” – adiós, puta.
Las diez y media de la noche. Me llega un mensaje al WhatsApp con una ubicación, la casa de la secretaria, donde debería ir esa noche. Salgo de casa con las llaves del coche recordando que debía mirar en el buzón y en efecto, había un pequeño paquete. Espero para abrirlo a estar sentado en el asiento del conductor de mi coche y veo varias cosas: el mando de una cochera, una pequeña llave y otra mas grande, como de una puerta de seguridad. También había un pequeño sobre con unos datos escritos: B3. P7. II. C. Bastante críptico, si esperaban que me guiase con eso la llevan clara.
Conduzco durante más de media hora hasta llegar a un barrio de bloques residenciales, bastante tranquilo con aceras anchas y zonas ajardinadas, iluminado con farolas antiguas. Llevo el coche mas o menos hasta la ubicación del teléfono y aparco en batería entre otros dos coches, justo en frente dos puertas de garaje. Recuerdo que tenia un mando y pruebo suerte. ¡Eureka! La puerta de la izquierda se abre. Meto el coche dentro del garaje ¿Y ahora que hago con él? ¿Dónde lo dejo? Miro el mando y detrás tiene pegado con fiso un trozo de papel con el numero 362. Mucha empresa de alta tecnología, pero esto les ha quedado cutre. Empiezo a bajar plantas del garaje hasta la menos tres donde encuentro libre la dichosa plaza. Salgo del coche y cojo mi papelito con jeroglíficos. B3 empiezo a buscar y veo un ascensor con el B3 escrito. Al final no va a ser tan difícil. P7, pues supongo que será plata siete y presiono el botón, no funciona. Veo que hay un pequeño hueco para una llave, vale la pequeñita. La meto y giro sin problema, ahora si el ascensor funciona. Me asomo despacio al llegar, no hay nadie y la planta esta a oscuras. Salgo del ascensor sin meter mucho ruido y de repente las luces se encienden. ¡Dichosos sensores de movimiento! Casi me da un infarto, pero me viene bien porque veo justo en frente en la pared dos plaquitas: I para la derecha y II para la izquierda. Vale, tomo el camino de la izquierda hasta llegar a un rellano con cuatro puertas. Supongo que será la C, espero no cagarla. Meto la ultima llave y gira. Voy a allanar una propiedad privada y me siento aliviado de que la llave gire. Entro despacio, veo al fondo la luz del salón encendida y la tele de fondo. Cuando entro veo a la secretaria cenando. Ella me mira horrorizada, se pone en pie muerta de miedo - ¿Qué haces aquí?
Solo acababa de llegar y ya había decidido que me lo iba a pasar muy bien con esa zorra. Como desde la empresa me habían dicho es una puta de su propiedad y puedo usarla sin límites. Llevaba puesta una camiseta de pijama que no le llegaba a cubrir ni siquiera el ombligo, de tirantes con un generoso escote y sin sujetador. Debajo, únicamente tenia puestas unas braguitas de algodón blancas con lunaritos rosas. La ultima vez en el despacho del jefe, cuando la pillé debajo de la mesa no tuve oportunidad de contemplar esos preciosos pechos. Intuía por como suele ir vestida la zorra a la oficina que poseída dos buenas razones para que todos se diesen la vuelta a su paso y esta noche, iba a comprobarlo. – ¿Sabes quien soy? – Si lo sé, el que despidieron el otro día ¿Qué coño haces en mi casa? – Aquí las preguntas las hago yo, puta (siempre había querido decir esa frase) – Largo ahora de mi casa o llamo a la policía. – Tu no vas a llamar a nadie y ¿sabes por qué? Porque me manda la empresa y vas a obedecer todo lo que yo te diga. Fue escuchar que me mandaba la empresa y su rostro cambio por completo, si antes estaba preocupada ahora estaba visiblemente asustada. – Quítate la camiseta, puta. Ella obedeció, me sorprendió la facilidad con la que lo hizo teniendo en cuenta el desprecio con el que me miraba todas las mañanas. ¡Joder que melones! Me lo voy a pasar en grande. Me acerque a ella y al estar al alcance de mi mano ella dio un pasito hacia atrás. Entonces decidí que lo mejor sería un bofetón que le cruzo la cara con fuerza y acabando ella con la cabeza girada y todo el pelo sobre su cara. Ahora sí, pude tocarle las tetas eran gordas y grandes, naturales, con aureolas y pezones rosaditos, estaban calientes y suaves. Las amasé y sostuve notando su peso. Ella permanecía inmóvil.
Muy bien puta, quiero que te eches sobre la mesa del comedor. Ella sin decir nada se dirigió hasta allí, echándose como le había ordenado. Sus agujeros inferiores quedaban a la altura de mi cadera, bien expuestos. Ni se te ocurra moverte. – Si, señor.
Busqué por la casa algo que me permitiese inmovilizarla y encontré unas bridas en una caja de herramientas. De vuelta al salón ella seguía en la misma posición. Las putas de esta empresa son bastante obedientes. Abroche una de las bridas inmovilizando uno de sus tobillos contra una de las patas de la mesa, y con su otra pierna hice lo mismo en la otra pata. Con la otra brida, le amarre las manos a la espalda. Era una visión espectacular la de esa puta echada en la mesa, con las bragas aun puestas y completamente a mi merced. Puse mi mano en su espalda y suavemente la deslice hacia abajo, hasta llegar a su culo que acaricie por encima de las braguitas de algodón. Tenia un culo entre terso y blando, perfecto, grande y redondo. Seguí bajando mi mano, entre sus piernas hasta tocar su expuesta rajita. La acaricie y masturbe un poquito por encima de las braguitas. Estaba muy asustada porque no mojaba nada. Después de aquello se las baje hasta donde la apertura de sus piernas me permitió. Ahora si acaricie esa rajita directamente, estaba caliente pero seca. – Muy bien, vamos a empezar, puta. Le dije a la vez que le propinaba un azote en el culo.
Saque el móvil de la empresa y llame a Miriam. Pero esta vez no era una llamada de voz, un FaceTime. La descolgar pude verla en la cama, estaba leyendo un libro – Buenas noches seño ¿Qué necesita de esta puta? – Buenas noches puta ¡Mira lo que tengo! Presione el botón de voltear la cámara y entonces pudo ver a la secretaria inmovilizada contra la mesa, desnuda. – Muy bien señor, ha descubierto algo – Aun no puta, voy a interrogarla ahora y quiero que seas testigo. – Si señor voy a preparar algo para escribir. La vi salir de la cama con un pequeño short ajustado de un pijamita blanco e irse a una mesa de despacho. Ella apoyo el móvil en algún sitio, quedando un precioso encuadre de ella con las tetas desnudas. Yo por mi parte puse mi teléfono frente a la secretaria, de forma que se le viese bien la cara y se me pudiese ver a mi por detrás.
Me coloque tras ella y me quite mi cinturón de piel bueno. – Mirian ¿estas preparada? Dije algo mas alto para que pudiese oírme ya que el teléfono estaba algo separado – Si señor lo estoy. Entonces agarre mi cinturón a la vez por la punta y la hebilla y sin previo aviso descargue un latigazo contra la nalga de la secretaria que grito de dolor. – ¿vas a colaborar? Puta. – No puedo señor, me mataran. Dijo entre sollozos. ¡ZAS! Otra descarga de cinturón y otro grito de dolor – Respuesta equivocada zorra. - ¿Quién ordeno los desvíos de fondos? – No puedo decírselo, señor. ¡ZAS! Tercera descarga, empezaba a enrojecerse el culo de la secretaria. – Esta bien señor se lo diré, pero tiene que prometerme que la empresa me protegerá, yo solo obedecí a señor como es mi obligación. Dijo entre llantos. - ¿Quién fue? – Fue el director, señor – “el director de vuestra sede” pregunto Miriam a través del teléfono. – Si señora el ordena los movimientos de dinero. Miriam escribía mientras yo le propinaba otro soberbio azote, así de gratis. – ¿Dónde van destinados los fondos? – No lo sé señor, no me lo cuenta, yo solo soy una siempre secretaria. Dijo entre llantos y algo dentro de mi la creyó. Total, ya había cantado quien era el culpable no tenía sentido callarse ahora. – “¿la crees? Pregunto Miriam. – Si la creo. Respondí – Perfecto, llamare a mi amo para que esté al corriente. – Un momento Miriam, antes de colgar, quiero que veas esto.
Solté el cinturón al lado de la secretaria. Me desabroche el pantalón y me lo baje junto con los calzoncillos hasta los tobillos. Miriam observaba a través de la videollamada. Tenia la polla tiesa. Lleve un dedo hasta el ano de la secretaria. Estaba completamente cerrado, muy duro. Le abrí los cachetes con mis manos dejando perfectamente accesible su ojete y puse la punta de mi polla bien apuntada a la entrada de su culo – Miriam ¿Cómo me dijiste que tratara a esta puta? – “sin límite, señor” respondió ella.
Casi sin darle tiempo a acabar la frase empuje con todas mis fuerzas contra el ano de la secretaria, venciendo la resistencia que oponía su apretado ojete. Metiéndola hasta el fondo, momento en que ella grito de dolor. La agarré del pelo y la obligué a mirar a la cámara que apuntaba a su cara para que Miriam, desde el otro lado del teléfono tuviese buenas vistas. Volví a penetrar aquel culo sin compasión y sin parar, una y otra vez, buscando llenarlo de mi leche mientras aquella pobre infeliz pagaba por los pecados de su jefe. Ella lloraba de forma desconsolada, su dolor era directamente proporcional a mi placer mientras Miriam observaba todo. Tire de su pelo con fuerza obligándola a incorporarse un poco, con dificultad y agarre una de sus enormes tetas, estrujándola con fuerza e incrementando la cadencia de mis embestidas hasta que note como el placer se apoderaba de mi cuerpo, corriéndome en el culo de aquella desgraciada.
La sacarle la polla vi que la había desgarrado. Ella estaba tirada sobre la mesa dolorida y llorando. – ¿qué hacemos con ella? – “no podemos dejarla suelta, avisara a su jefe” – Pues tu dirás. – “déjeme pensar, señor y le volveré a llamar” Tras eso Miriam colgó el teléfono y yo vi el desastre que había causado. Me limpié, primero a mí y luego tuve la decencia de limpiarla a ella que entre suspiros y sollozos atinó a decir – Gracias, señor.
Mientras esperaba decidí que podía seguir divirtiéndome con mi nuevo juguete, le solté con un cuchillo las piernas, no así las manos que se las mantuve atadas a la espalda. La lleve del pelo entre tirones y empujones por la casa, buscando su cama. Al final la encontré y me tumbé boca arriba arrastrándola encima de mí. Ni siquiera le di la orden. Lleve su cabeza hasta mi polla metiéndosela seguidamente hasta la garganta. Iba a disfrutar de una buena mamada de la secretaria que todos en la empresa se quieren follar. La muy puta, incluso después de la tortura a la que había sido sometida, seguía mamando con una adoración digna de cualquier religión. No sé qué coño le harían a estas putas en la empresa pero estaba claro que era efectivo. Ella mamaba sin que yo le tuviese que decir nada, pero me apetecía algo mas intenso. La agarre por la cabeza para que no pudiese moverla y empecé a golpear con mi cadera contra sus labios, metiéndosela hasta lo mas profundo, con violencia, violándole la boca hasta que en lo mejor de la mamada, sonó el teléfono.
Deje de bombear pollazos a la garganta de aquella guarra, pero no se la saque de la boca, la mantuve metida hasta el fono al punto que comenzó a faltarle el oxígeno. Yo sin prisa mire el teléfono. Una nueva ubicación “trae a la secretaria a esta dirección” Muy bien, eso are, pero no antes de acabar con su boquita. Retomé las embestidas contra aquellos labios hasta que por fin pude descargar. Tragando ella el resto de mi esperma como si nada hubiese pasado en el salón.
Me vestí y a ella le eché por encima una gabardina sin ni siquiera desatarle las manos. Abrí el primer cajón de su mesilla buscando sus braguitas. Era ese, siempre es ese. Saqué un par de ellas y se las metí en la boca. Arrastre a aquella puta por la casa primero, descalza, luego salimos en dirección al coche, bajando por el ascensor y procurando que nadie me viese, aunque poca gente habría a esas horas de la madrugada. Llegué por fin a mi coche y metí a la secretaria en el maletero no antes de quitarle la gabardina para que estuviese fresquita.
Conduje por lo menos otra hora hasta el punto de encuentro. Unas naves industriales en unos astilleros. Al llegar un guardia me abrió la puerta, como si me conociese o supiese que llegaba, seguí conduciendo por aquellas instalaciones siguiendo la vocecita del GPS hasta una especie de hangar. Allí un gachón me apuntó a los ojos con una linterna y le asintió con la cabeza a otro guardia que había más atrás y que agrio las grandes puertas metálicas. Entré con mi coche procurando observarlo todo, no vaya a ser que un día de estos tuviese que contárselo a un juez. Había un montón de altísimas estanterías llenas de cajas metálicas y al fondo estaba Miriam. Vestida como si después se fuese a clase de aerobic, se ve que había tenido que salir de casa corriendo. Me bajé del coche mientras ella venia hacia mí. – ¿Dónde está? – La llevo en el maletero. Un guardia al oír eso lo abrió y la saco de allí por la fuerza. Llevándosela dios sabe dónde. Mientras se alejaba, la secretaria se giro para mirarme y vi en su cara como me pedía ayuda. No podía ser que después de lo que le había hecho me mirase con ojos de que yo fuese su ultima esperanza. – El jefe esta muy contento con sus resultados. Me dijo Miriam sacándome de mi trance – Como recompensa le da mañana el día libre y me ofrece a mi para que disfrute de mi cuerpo durante todo el día. – Bien puta, quítate la ropa y metete en el coche.
Ella obedeció como siempre, desnudándose allí delante de todos los guardias que no quitaban ojo y se sentó en el asiento del copiloto. Yo me senté a su lado y comencé a conducir rumbo a casa. Una vez nos alejamos un poco, ya en carretera le pregunte –¿Que va a pasar con ella? – Sera llevada a uno de nuestros centros de reeducación para que pueda volver a ser puesta al servicio de un nuevo amo – Pero… no el va a pasar nada ¿No? – No señor, no se preocupe, las putas somos activos valiosos para la empresa.
Oír eso me tranquilizo un poco, lo justo para que me apeteciese una mamada. – Bien puta voy a usar tu boca. Metete mi polla en la boca y no te la saques hasta que lleguemos o te dejo en cualquier cuneta. Ella no contesto, simplemente se inclinó sobre mí, me saco la polla y se la metió en la boca - ¡Ah! Tenemos mas de una hora de viaje hasta llegar, espero que estés bien entrenada. Note en mi polla como ella se estremecía al escuchar eso, pero le dio igual siguió a lo suyo
No tenia la cabeza tranquila y no paraba de pensar en todo lo que había pasado ese dia ¿en que narices me estaba metiendo?