La empresa

Otro día mas en la oficina hasta que el cuento cambia por completo

Hoy está siendo otro anodino día más en la oficina. Uno como otro cualquiera, a decir verdad, parece que vivo en el día de la marmota. La gente entra sin llamar, ni saludan, ni un “oye te apetece un café”. Algo muy malo he de haber hecho en otra vida para que me pongan en el mismo sitio que la fotocopiadora. Es que ni la becaria me da los buenos días, que por cierto mira que esta buena la niñata. Da igual, de vuelta a mi ordenador, tres correos nuevos en la bandeja. Ahora si son amables, pero claro es que quieren que les haga su trabajo porque se van antes o les da pereza o yo que se. Tengo un taco de papeles desordenados encima del escritorio y la mitad no se ni de que son, ya estaban aquí antes de que yo llegara y si esto fuese una peli o un libro seguro que tendría una botella de whisky escondida por alguna parte, pero no hay suerte.

Las tres de la tarde, me voy para mi casa. Esta es la parte que más me gusta de mi trabajo, la de volver a ponerme la chaqueta para irme y no volver. Ojalá eso fuese verdad así que los papeles se quedan en la mesa para mañana que por desgracia abre de volver. Ya estoy frente a las frías e inoxidables puertas automáticas del ascensor, solo son tres miserables pisos, pero me niego a bajarlos por las escaleras y como otra de tantas malas decisiones en mi vida…. –¡Ramírez! Venga usted a mi despacho- Así me lo grita desde el otro lado del pasillo. Pues nada, media vuelta.

A este cabrón si le va bien, y ni siquiera es el jefe jefazo, un jefecillo intermedio pero que vamos para mí como si fuese el presidente del Gobierno. Bajo, medio calvo, regordete, con un traje que cuesta como mi moto pero que le queda fatal y con una mala hostia como el edificio entero. No entiendo como un tipo así ha podido llegar donde ha llegado porque muy espabilado tampoco no es. Será que se le dan bien las entrevistas debajo de la mesa. Su despacho ya lo quisiera yo para mí, eso sí era calidad y no la mierda gris que tengo yo. Me siento frente a él esperando el rapapolvo que yo que sé porque me va a caer esta vez, y en efecto, por no haber acabado a tiempo mis tareas. ¿Cómo coño quiere que acabe mi trabajo a tiempo si no paran de mandarme las mierdas que nadie quiere hacer? De verdad un día le pego fuego al edificio.

Tres treinta de la tarde y quien me lo iba a decir, tocan horas extras. Por como paso desapercibido en esta empresa nadie diría que tengo un trabajo tan importante que no puede esperar hasta mañana. Bueno tampoco tenía mucho más que hacer en casa. Me vuelvo a quitar la chaqueta, me aflojo un poco la insufrible corbata, me remango la camisa. Por lo menos estoy cómodo. Al rato veo pasar por el pasillo a la secretaria del jefe ¿Qué narices hace aun aquí? Lleva un par de cafés y seguro que ninguno es para mí. Pero bueno pronto dejó de importarme porque por fin está acabado el maldito e improrrogable trabajo, se lo voy a decir al jefe para que sepa que me voy.

La puerta de su despacho esta entornada, apenas un par de centímetros la separan del marco. Decido asomarme con cuidado antes de llamar y ¡sorpresa! Doña secretaria también estaba haciendo horas extras. Una mesa de despacho muy moderna y cara, pero sin nada delante que impida una visión perfecta de esa puta arrodillada debajo con la falda completamente subida hasta la cadera, sin blusa ni sujetador, con un tanga de encaje blanco precioso y con la polla del gordito bien metida hasta la garganta. La hija de puta no paraba ni para respirar, mamándola sin manos. Metiéndosela hasta el fondo despacio. Por lo menos la tenía bien enseñada. Se me acababa de encender la bombilla, no iba a desperdiciar esa oportunidad que me había puesto la vida en bandeja. Saque mi teléfono y con cuidado lo apoye en el marco de la puerta. Abro la cámara, deslizo uno a la izquierda “video” y botón rojo. Spielberg acaba de llegar y está dispuesto a crear una obra maestra. La zorrita seguía mamando, era casi obsesivo, como una feligresa que adora a su dios, se la veía esmerarse por hacerlo bien. Nunca había visto tanta devoción en un francés. Ni pagando. – dame tus bragas – Ordeno el jefe con total naturalidad. Ella obedeció con una facilidad pasmosa y sin sacarse la verga de la boca deslizo su tanga por sus muslos, salvo una a una las rodillas apoyadas en el suelo y con algo más de dificultad luego los tacones. Ahora si se la saco de la boca, para mirarlo cual cachorro que espera su recompensa mientras alargaba su mano. El jefe acepto el presente de su secretaria y automáticamente se las llevó a la cara. ¡viejo verde! Ella algo esperaba porque estaba inmóvil arrodillada frente a el hasta que de repente le espeto en la cara – sigue mamando, zorra – Y sin más, otra vez Ahora tenía una vista privilegiada del cochito de la secre, depiladito y cerrado, normal tampoco era muy mayor, en la parte de arriba de los treinta diría yo. Tenía un culo espectacular, redondo y firme, bien puesto gracias a innumerables horas en el gimnasio. Me estaba quedando un video para la posteridad cuando el jefe empezó a estremecerse y a soltar patéticos gemiditos. La agarró por la cabeza para que no se soltase y de repente, paró en seco. Desde mi posición no podía ver nada, pero era obvio que le acababa de descargar en lo mas profundo de su garganta. Bueno mi trabajo aquí ha terminado, mejor me voy sin molestar.

Quince minutos después me encuentro en los aparcamientos de la empresa, ya sobre mi moto, mi maravillosa moto que es lo único que me da color a mi vida. Poniéndome en casco y los guantes, preparándome un poco cuando veo aparecer a la susodicha, toda digna ella y algo despeinada ¿llevara puestas las bragas? Se va derecha a su pedazo de BMW y me saluda cortésmente, aunque sin parar, se mete en su coche y se larga. Sera que en esta empresa necesitan una buena ración de rabo para ser simpáticas. Tomo nota.

¡Por fin en casa! Ya era hora. Y ahora sí, mi rutina de por las tardes. Pijama, copa y cachimba. Sentado en mi sofá con los pies en la mesa y dando vueltas por el menú de Netflix sin saber muy bien que poner me acuerdo del video… Ya sé que voy a ver. Me pongo aún más cómodo si cabe. Me bajo los pantalones y ya la tengo dura imaginando que yo soy el jefe y que por secretaria puta tengo a la becaria. En lo mejor de mi fantasía, mientras veo como la secretaria mama como una profesional me llega una notificación. El puto jefe. No es verdad, pienso. ¿Qué coño querrá ahora? Abro el correo y mucho bla, bla, bla, productividad, bla, bla, bla, reestructuración, bla, bla, bla, nos vemos obligados a prescindir de sus servicios ¡¿Cómo?! No me lo puedo creer. El hijo puta me despide. ¡Pero si soy yo el único que curra en ese antro de mierda!

Cierro el correo, y veo otra vez el video pausado. Ya ni me acordaba de eso, lo tenía en segundo plano. Y como si de un capítulo de dibujitos se tratase el diablillo de mi hombro izquierdo hace aparición para decirme que le mande el video. Que o reconsidera el despido o se lo mano a su mujer y al marido de la secretaria. Seguro que les hace mucha gracia. Y esperando a que el angelote del hombro derecho se pronuncie en contra voy redactando el correo, pero no, el angelote se ve que está de vacaciones porque ni aparece. Y entonces pienso. Tampoco estoy tan a gusto en ese trabajo. Yo me voy a ir, pero te llevo por delante. Cambio la dirección de correo, se lo voy a mandar al jefe jefazo, al gordo de verdad y le voy a hacer creer que me despide porque los he pillado. Enviar…

Alea iacta est. De esta o me devuelven mi trabajo o acabo en la cárcel. No os voy a mentir, el resto de la tarde la pasé bastante nervioso. Mientras me preparaba la cena veo que me llaman el móvil, un numero larguísimo, de una centralita. Respondo y ¡hostias! El jefe, pero el jefe jefazo, al que le había mandado el video. Me quedo petrificado, ojiplático, notando como unos goterones de sudor fríos recorrían mi frente y mi espalda, pero contra todo pronóstico, mi interlocutor estaba tranquilo. Me devolvió mi trabajo con efecto inmediato y me emplazo al día siguiente en su despacho. Quería hablar conmigo.

Él trabaja en otro sitio, en otra ciudad para ser exactos así que tuve que madrugar. Cuando llegue a sede central lo primero que me llamo la atención fue la gran cantidad de mujeres que había, digamos que por cada hombre allí fácil podía haber cuatro o cinco chicas. Todas guapísimas y elegantemente vestidas. Cojo el ascensor, como siempre, pero ahora tenía una buena excusa, era la putisima planta catorce. En todo lo alto del castillo, la planta entera eran los aposentos del jefe y el despacho de su secretaria. No le faltaba un detalle y si me pareció que el despacho del jefecillo tenía calidad y elegancia no tenía ni punto de comparación con aquello, eso si era clase. Estaba super nervioso esperando como cerdo que lo llevan al matadero cuando veo aparecer a una chica, la secretaria CEO. Eso si era una mujer, de las que solo se ven en las revistas ¡joder que buena estaba! Una rubia despampanante que bien podría haber desfilado para Victoria´s Secret. Si ya era alta de por sí, subida a esos taconazos más todavía, con unas gafas que se compran en la sección de super sexis. Blusa blanca escotada, falda de tubo gris a medio muslo, medias negras de muslo, se le veía el encaje por la parte interior de la falda. Muy simpática ella y agradable me pidió que por favor la acompañase, guiándome por el pasillo hasta el despacho del jefe. Mientras tuve la oportunidad de mirar dentro de todas las salas que tuviesen la puerta abierta. Es que soy así, de natural curioso. Aquella planta era una especie de apartamento para el jefe. Tenía concina, sala de billar incluso un dormitorio donde pude ver que una morena de cuerpazo espectacular, subida a unos taconazos y vestida únicamente con un tanga negro intentaba cerrar la puerta para que no la pillase, pero tarde. Te vi enterita.

La secretaria me anuncio al jefe que se puso en pie para recibirme. Me ofreció pasar y sentarme en un sofá que tenía frente a la ventana, ni siquiera en frente a su escritorio, en el sofá. Él se sentó en otro que tenia justo en frente, separados ambos por una mesita baja de café. Lo primero que me sorprendió, a diferencia del regordete de mi otro jefe era la educación y amabilidad que este autentico desconocido me ofrecía, me hablaba como si me conociese de toda la vida. Ya está, me va a dorar la píldora para que no los denuncie o algo. La rubia volvió a entrar – ¿les apetece un café? – si por favor, yo quiero uno como siempre y ¿usted que va a tomar? – me pregunto cortésmente – yo uno con leche. Aquel hombre me explico que estaban pasando cosas raras en mi delegación y que el correo que le mande la tarde anterior dejaba claro que yo era la clase de persona que necesitaban para investigar aquello, alguien sin escrúpulos dispuesto a hacer lo que fuese necesario. ¡Hombre! Yo no me definiría así ni mucho menos, pero si aquello me devolvía el trabajo pues sí, soy tu señor x. Aunque cosas raras, follarse a la secretaria no es algo que se pueda calificar de “raro”

La rubia regreso con los dos cafelitos, dejándolos sobre la mesa – ¿necesitan algo más? – sí, trae a Mónica y prepárate. Cuando se fue, el jefe me explico que lo “raro” era que venían notando movimientos extraños en las cuentas y en las contrataciones, que algo no cuadraba y querían poner orden allí. Ahora ya si empezaba a enterarme. Pocos minutos más tarde volvió a entrar aquella rubia, trayendo de la mano cual niña pequeña a la morena que había visto en tetas hacia un rato. Seguía vestida únicamente con aquel tanga negro cuando la puso frente a nosotros. Estaba flipando en aquel momento. ¡joder que tetas! Preciosas, grandes, redonditas, bien puestas y la rubia a su lado de forma casi instintiva se llevó las manos al botón superior de la blusa, desabrochándolo, después el siguiente, luego el de abajo, poco a poco empezaba a vislumbrarse un precioso sujetador blanco sosteniendo dos grandes pechos. Se quito totalmente la blusa dándosela a la morena que cuidadosamente colgó en un perchero cercano a la puerta mientras su amiga se bajaba la cremallera trasera de la faldita. Deslizándola suavemente por sus piernas hasta sacársela completamente y entregándosela también a su compañera. Hizo luego lo propio con el sostén, dejando libres otro par de hermosos senos también grandes y turgentes. Ambas permanecían firmes frete a nosotros. Una tapada exclusivamente por su elegante y carísimo tanga negro y la otra vestida únicamente con un par de medias negras y otro tanga igual de elegante y caro, pero en blanco. – quitaos las bragas – dijo el jefe. Con la confianza de saber que esas dos chicas iban a obedecer como si de robots se tratase y efectivamente, ambas obedecieron. Se quitaron los tangas y los depositaron sobre la mesa quedándose ahora si con sus coñitos a la vista de los allí presentes, perfectamente depiladas. – sírvete – me ofreció mi nuevo mejor amigo, señalando aquellos trozos de tela que ahora estaban a nuestro alcance. El negro para mí – buena elección – me dijo – Mónica es una chica muy obediente, lleva poco tiempo con nosotros, pero tiene mucho potencial para llegar alto en esta empresa. ¿No es así, puta? – si señor, soy una puta obediente. – pues ya sabes lo que tienes que hacer y procura que se vaya de aquí contento y relajado – refiriéndose a mí. Mónica, la chica morena se puso frente a mí, arrodillándose entre mis piernas y sin que yo le dijese nada me desabrocho el cinturón y el pantalón, me bajo la cremallera y metió su mano con habilidad dentro de mis calzoncillos, sacándome la polla que ni que decir tiene que llevaba tiempo tiesa como una piedra. Mónica, cual empleada obediente se la metió en la boca y comenzó a mamar despacio, sin florituras, recorriendo la longitud completa de mi polla, desde la base hasta el capullo mientras que su compañera la rubita hacía lo propio con el jefe, arrodillándose frente a él y bajándole los pantalones hasta los tobillos. Mucho más cómodo así por lo que hice lo mismo y me los bajé también hasta abajo del todo.

Mientras esas dos zorras nos comían nuestras duras pollas el jefe me explico en que consistiría mi nuevo trabajo. – quiero que investigues todo en tu delegación. Te daré acceso completo y podrás investigar que está pasando, eso sí, quiero que lo hagas con total discreción, seguirás desempeñando tu antigua función para no levantar sospechas. Esta va a ser tu prueba, si la superas y veo que puedo confiar en ti ascenderás por la empresa tan rápido que acabaras mareándote y como ves, los incentivos merecen la pena. Tú decides. – acepto. Como no iba a aceptar promocionar rápido después de tantos años condenado al ostracismo, más aun cuando mi “incentivo” se esmeraba por no dejarme otra opción que la de aceptar el trato. Nos estrechamos la mano mientras aquellas chicas ni se inmutaban. Estaba totalmente empapado, la muy puta mamaba ensalivando y dejando fluir aquella mezcla de babas y esperma por su cuello y su pecho. Cuando toto estuvo bien empapado, ella misma se metió mi polla entre aquel par de grandes melones para hacerme una espectacular cubana mientras me miraba a los ojos llevándome casi al clímax.

El jefe agarro a su rubia del pelo y se puso en pie, con la polla tiesa. – me llevo a esta guarra a enseñarle para lo que sirve. Tu siéntete libre de hacer con la tuya lo que te plazca. Sin límite – pero no traigo preservativos – le dije – no te preocupes, estas guarras están esterilizadas, córrete a gusto dentro de su coño. – me respondió mientras sacaba a la rubia a rastras por el pelo fuera de allí dejándome a solas con Mónica, la puta de Mónica.

Ella me miraba esperando algo de mí, una orden o lo que fuese mientras seguía pajenadome despacio con sus tetas. Sin límite me acababan de decir y después de ver como trataban a la rubia, esta guarra debería estar acostumbrada, así que hice lo mismo, el agarre del pelo y la puse con fuerza a cuatro patas en el suelo, obligándola a presionar su cabeza contra la alfombra. Tenía frete a mi dos preciosos agujeros dispuestos a ser violados sin compasión, solo debía elegir el primero de ellos. Ese culo me tenía hipnotizado y fue en ese instante, cuando me fijé con calma que vi un plug metálico, con una piedrecita roja incrustado en su ojete. Se lo quité y vi que estaba limpio. Estas zorras están enseñadas. Apunte mi rabo a su culo, la agarre por los cachetes y sin compasión la empale hasta el fondo. Ella gritó, pero no se movió. Comencé a follarla tan duramente como podía mientras ella gritaba de dolor, pero seguía sin moverse. Pronto sus gritos se convirtieron en llantos mientras que la sometía a la follada más salvaje de mi vida hasta que note como ya no podía más. Presione mi cadera con fuerza contra sus nalgas para soltar dentro de ella todo mi amor. Me corrí varias veces, con un placer que pocas veces había sentido. Cayendo poco después de espaldas contra el cómodo sofá. Con mi polla aun iniesta. Mónica se incorporó dolorida y de forma automática se dispuso a limpiar con una toallita húmeda mi miembro que poco a poco perdía su vigor. – Mónica, ¿Cómo es que permitís esto? – le pregunte con la vaga esperanza de que me diese una respuesta satisfactoria. – No puedo responder a eso – me contesto mientras me limpiaba con delicadeza y con la cara llena de los churretes que le habían dejado sus lágrimas al correr el maquillaje. – ¿pero entonces que sois prostitutas? – no somos prostitutas, somos propiedad de la empresa. – propiedad de la empresa, no me esperaba para nada esa respuesta.

Cuando acabo de limpiar volvió a colocarse el plug y se quedó de pie a mi lado como una diligente criada esperando. No lo pude resistir y puse mi mano en su muslo, acariciándola, tocando lo que me daba la gana sin preocupación alguna. Me puse en pie tras ella para llegar bien a sus tetas, eran firmes y blanditas, completamente naturales. Luego deslice por su abdomen despacio hasta su coño – abre las piernas, puta. – le susurre al oído para que ella obedeciera en el acto, dándome fácil acceso a su rajita. La muy guarra estaba empapada. Me impregno completamente los dedos incluso antes de meter dos de ellos dentro de su cuerpo. Estaba caliente, húmedo, apretado. Y fue entonces cuando note que mi polla había vuelto a despertar. Me senté de nuevo en el sofá – follate. – le ordene y ella se subió sobre mi regazo, me cogió la polla con su suave y delicada mano adornada con una exquisita manicura francesa, llevando la punta de mi cipote a la entrada de su cueva. Y entonces se sentó sobre mí, penetrándose hasta el fondo. Me cabalgo como si de una bailarina del vientre se tratase mientras yo metía mis dedos aun empapados en sus fluidos en su boca para limpiármelos. Le magree todo lo que quise las tetas y la eche sobre mi para que quedasen a la altura de mi cabeza, agarrándola del culo mientras ella seguía cabalgándome. Ahora no era llanto lo que escuchaba, eran gemidos de placer, la muy puta se estaba corriendo sobre mi hasta que yo también lo hice, volví a descargar, pero esta vez dentro de su coño. Hacía años que no descargaba dos veces y mucho menos con tal caudal de leche. Cuando ella se sintió llena, se bajó de mí, procurando recoger el exceso de mi leche que brotaba de su raja con la mano para después llevárselo a la boca. – ¿porque haces eso? – no debemos desperdiciar nada, el esperma de los hombres es nuestra recompensa. Y nada más decir eso, se volvió a arrodillar para acabar de limpiar los restos de leche de mi nabo. Esta vez. Con su lengua.

Tras aquello volví a vestirme. No sabía muy bien que hacer, si quedarme esperando o ir en busca del jefe. Poco importo porque la rubia volvió a entrar en el despacho, seguía desnuda, pero traía consigo unos papeles que me entregó. – ¿Qué es esto? – es su nuevo contrato como auditor de la empresa y el contrato de confidencialidad. Me respondió. – he de leer esto bien antes de firmarlo. Ella asintió con la cabeza mientras yo me disponía a leer aquello mientras las veía por el rabillo del ojo allí paradas sin hacer nada. – tu ¿Cómo te llamas? Dije señalando a la rubia. – me llamo Miriam, señor. – muy bien Miriam, mientras leo esto ¿Por qué no me comes la polla? – si señor. Respondió ella poniéndose manos a la tarea inmediatamente.

Aquel contrato no estaba nada mal, y el suelo no se quedaba atrás, si todo iba bien podía llegar a ganar en un mes lo que antes en todo un año. Incentivos, coche de empresa, teléfono, todo. Aunque los incentivos que me interesaban no estaban en ese contrato. Miriam seguía mamándome la polla a la vez que le pedía a Mónica un bolígrafo. Me apoye en la mesita de café procurando que la putita de Miriam no se sacase mi polla de la boca y firme sin más. Tras eso, el turo del contrato de confidencialidad que leí así por encimilla porque me imaginaba lo que ponía. También lo firme, entregándole ambos contratos a Miriam que únicamente se sacó mi polla de la boca para llevárselos. Ahora si acabe de vestirme cuando el jefe volvió para despacharme amablemente deseándome suerte en mis investigaciones y acompañándome educadamente a la puerta. Mire a tras antes de salir de aquel despacho para ver por última vez a aquellos dos monumentos desnudos y pensando que por fin había tenido un golpe de suerte en mi vida.

Mientras volvía a casa y la adrenalina comenzaba a dejar espacio para la vida real comencé a darle vueltas a lo que había pasado. ¿y si todo aquello no era más que un gran montaje para contrarrestar mi video? ¿Qué narices había querido decir con aquello de “propiedad de la empresa”? ¿acaso se podían poseer personas? ¿Qué coño acababa de pasar? No importa, volví a casa, a mi rutina, con tiempo de copa y Netflix solo para que Miriam me llamase a mi teléfono para decirme que me tomase hasta el lunes siguiente antes de volver a la oficina, para crear mi coartada. ¡Joder y encima vacaciones! De puta madre.