La emisora de radio

Un descuido en una emisora de radio puede provocar una situación muy embarazosa...

Carmina nunca había sido aficionada a escuchar la radio, hasta que su hija Yolanda fue elegida para trabajar como locutora en uno de los programas de la emisora local.

Estaba orgullosa de su hija. En una ciudad tan pequeña como aquella, el puesto de Yolanda se consideraba "haber triunfado en la vida" y por supuesto ella no dejaba de regodearse en ello. No había nadie a quien no hiciese saber de quien era la voz que les amenizaba las tardes.

Eran casi las diez de la noche y el programa estaba a punto de terminar. A partir de esa hora, los trabajadores de la emisora se iban a su casa dejando puesto una grabación preparada a base de música con un intervalo de noticias cada hora, cosa que muy pocos sabían.

A pesar de eso, Yolanda tardaría aún un par de horas en llegar a casa con su marido, pues se solía quedar un par de veces a la semana en su pequeño despacho de la radio para preparar las emisiones. O eso es lo que todos creía...


Por fin las diez. El día laboral había acabado y Yolanda se había despedido de sus oyentes hasta el día siguiente. Se repatingó en su silla intentando relajarse un poco. le dolía la garganta y deseaba marcharse a su casa.

Pero aquella noche aún tenía cosas que hacer....cosas que hicieron que se animase y que se olvidase de su dolor.

Javier, el técnico de sonido la miraba desde la cabina de control. Se sonrieron levemente y desviaron la mirada a sus quehaceres, simulando que tenían más cosas que recoger que los demás.

Minuto a minuto, los compañeros de Yolanda y Javier se fueron despidiendo hasta que se quedaron solos.

Volvieron a mirarse y a sonreirse, pero esta vez ninguno desvió la mirada.

Yolanda se levantó y mientras caminaba hacia la puerta que separaba ambas salas se atusó rápidamente la melena negra.

Javier no le dió tiempo ni a hablar. Sus labios se pegaron vorazmente a los de ella y sus manos fueron en directa hacia su culo.

Sabían que ya no quedaba nadie en el edificio...no corrían peligro.

La camisa de él cayó sobre el suelo mientras ella lamía ávidamente su cuello y su torso y recorría con las manos su espalda. Entonces él la cogió en brazos y la sentó sobre el panel de control.

Yolanda sintió como se le clavaban en las nalgas algunos botones y mandos y protestó..

¡ No ! Aquí no, podemos estropear algo...

Está bien...sobre tu mesa entonces...

La levantó en volandas y sin dejar de besarla la llevó en hasta la sala de locuciones.

No se habían dado cuenta de que habían dejado activado un botón y que en la cabina en la que entraban un letrero luminoso les revelaba que se estaban metiendo en un problema....

ON AIR


Álvaro estaba sentado en el sillón leyendo el periódico. tenía puesta la radio, pero apenas le hacía caso. al principio oía con toda su atención el programa de su mujer, pero con el tiempo sólo lo ponía para sentirse acompañado.

Hacía unos minutos que el programa había acabado y ahora sonaba la música de la grabación que él si conocía. Pop nacional de moda. No le gustaba ese estilo de música, pero no le apetecía levantarse para apagar el aparato ni cambiar de emisora, así que lo dejó.

Tras unos minutos más ,de repente la música se cortó y sólo se oía silencio por el altavoz.

En la boca de Álvaro se formó un rictus de rabia. Esperaba que Yolanda no tardase aún más por un problema técnico. Bastante con que se quedase a preparar las siguientes emisiones como para que encima se retrasase por eso.

Decidió levantase a apagar la radio, pero entonces...pareció como que se oía algo, aunque no sabía que era.

Se acercó al aparato y se quedó esperando por mera curiosidad.

Entonces oyó una risa apagada y tras eso una voz...

Ten cuidado con el micro, ponlo sobre la silla...

Era la voz de Yolanda...

Vale...espera que el cable está liado, no te enfríes eh...

Ja ja ja ja ja...Tranquilo, ya sabes que para ti siempre estoy caliente....

¿ Yolanda ? ¿ Un hombre ? ¿ No te enfríes ? ¿ Para ti siempre estoy caliente ?

¿ Qué coño era todo aquello?

El corazón de Álvaro comenzó a latir desaforadamente...


Tras dejar el micrófono apoyando en la silla, Javier volvió hacia Yolanda. Volvió a besarla poniendo las manos sobre los hombros y haciendo que se recostara sobre la mesa en la cual la había sentado.

Se situó entre sus piernas y comenzó a acariciar sus pechos, pellizcando los pezones por encima de la tela.

Ella gimió de placer y le miró anhelante.

Entonces Javier metió las manos por debajo de su falda y acariciando los muslos llegó hasta la cinturilla del tanga, del cual tiró muy lentamente, deslizándolo hasta los tobillos y dejándolo caer al suelo.

Yolanda se incorporó para alcanzar el cinturón de Javier y desabrocharlo, cosa que el aprovechó para despojarla de la camisa y del sujetador, tras lo cual comenzó a devorar sus pezones. Los lamía y los mordía casi con brutalidad como si estuviese hambriento de ellos.

Ella levantó un poco las caderas apoyándose en las manos tras lo cual se subió la falda hasta enrollársela en la cintura, esto provocó que sus pechos se movieran aplastándose contra la cara del hombre, lo cual pareci´ohacerle enlocoquecer. Cogió ambos pechos con la manos y los amasó apretándolos con fuerza. Los gemidos de ella era una mezcla de placer y un tenue dolor.

Yolanda, a pesar de todo no tardó en conseguir arrastrar los pantalones y los calzoncillos por las piernas de Javier hasta dejárselos por debajo de la cadera. entonces lo rodeo con sus piernas y lo atrajo hacia si restregando su coño húmedo y sensible contra la polla de él.

Pero Javier quiso retrasar el momento un poco más. Sabía que cuanto más tardase en penetrarla, más disfrutaría ella.

Volvió a empujarla contra la mesa haciendo que se tumbase. Recorrió con la lengua el vientre de Yolanda deteniéndose en su ombligo, introduciendo su lengua en él como si quisiera penetrar en sus entrañas.

El recorrido de la ávida lengua siguió hasta llegar al pubis de la mujer, bordeándolo y lamiendo sus ingles, dibujando el triangulo que formaba su vello.

Sus gemidos eran cada más intensos y pedían que la boca de Javier besara ya sus íntimos labios de forma urgente.

A él le encantaba alargar las situaciones y que ella le pidiese que le hiciera algo.

Vamos, no aguanto más cómemelo ya maldito cabrón, me estoy desesperando....

mmmmmm...Así me gusta, que me pidas las cosas por favor.

Ambos rieron antes de que la lengua de Javier comenzara a explorar el coño de Yolanda.


Álvaro se había puesto lo primero que había encontrado y ya se encontraba en su coche camino al local donde estaban las oficinas de la radio.

Se consideró a si mismo masoquista, pero no pudo evitar sintonizar en el aparato del coche la emisora donde su mujer estaba ofreciendo un espectáculo porno radiofónico a toda la ciudad

Oír los jadeos y las palabras obscenas que se dedicaban el uno al otro, lo enfurecía cada vez más. Sus manos apretaban el volante como si éste tuviese la culpa de todo.

Hacía rato que había reconocido la voz del hijo puta que se estaba tirando a su mujer. Javier...quería matarlo. Nunca habían tenido una amistad muy estrecha, pero se conocían lo suficiente como para no haber sospechado nunca algo así.

Paró el coche ante las puertas de las oficinas. Mientras se bajaba del coche hecho un furia, se le ocurrió la idea de que no sabía como entrar si la puerta estaba cerrada con llave, pero por suerte para él, no lo estaba.

Mientras subía las escaleras que llevaban a la sala de Yolanda, recordó que toda la ciudad estaba escuchando lo que pasaba allí. Así que paró y tomó aire antes de seguir subiendo. No le iba a dar a la gente más espectáculo del que había recibido.


Yolanda se encontraba con su cara y su pecho apoyado sobre la mesa, ofreciendo su trasero a Javier el cual lo había tomado y lo estaba penetrando con furia. La agarraba por las caderas, para atraerla contra si.

A cada embestida, ella arqueaba la espalda gimiendo con fuerza de puro placer, mientras el emitía roncos sonidos que indicaban que estaba próximo a llegar al orgasmo.

De pronto, Javier notó algo pesado y caliente que caía sobre su hombro. Miró hacia él y vio una mano de hombre. Salió de Yolanda sin miramientos y se dio la vuelta para encontrarse con la cara de Álvaro.

Yolanda giró la cabeza para ver que pasaba. Sus ojos casi se salieron de sus orbitas al ver a su marido allí haciéndoles una señal de silencio poniéndose un dedo sobre los labios.

Javier estaba pálido y a Yolanda les temblaban las piernas. Ninguno de los dos era capaz de decir nada. Y menos aún cuando una sonrisa maquiavélica apareció en los labios de Álvaro, mientras señalaba el cartel luminoso indicando que habían echado un polvo ante mieles de oídos.

Durante unos segundos los oyentes de toda la ciudad solo escucharon un profundo silencio y de repente, de nuevo la música.

Lo que ocurrió allí tras la aparición de Álvaro, sólo Carmina, la madre de Yolanda llegó a saberlo con exactitud, contado por su llorosa hija horas más tarde, cuando apareció en su casa con un par de maletas.

Para cualquier comentario podéis escribirme a estadovirgen@yahoo.es