La embarazada, mi perro y yo, el trío perfecto.
Ante esa nueva amistad, cada tanto le decía que me gustase que viniese a mi casa, que ha pesar de nunca nos habíamos visto, la sentía como si la conociese desde toda mi vida, sucediéndole algo similar a ella.
La embarazada, mi perro y yo, el trío perfecto
Hola soy Cindy (34), abogada, hace un tiempo que estoy separada, y confieso que me encanta la zoofilia, algo que practico habitualmente. Ya hacia un tiempo que chateaba con una desconocida, con la que fuimos manteniendo un buen vinculo, concretando una intima amistad, su nombre es Sofía, si bien vivíamos en el mismo país, no era fácil concretar un encuentro. Después de una serie de conversaciones, en la que le contaba que tenía un perro, y ella me respondía que los adoraba, sin llegar a manifestar mi experiencia con el animal, a los efectos de evitar algún rechazo por su lado.
Ante esa nueva amistad, cada tanto le decía que me gustase que viniese a mi casa, que ha pesar de nunca nos habíamos visto, la sentía como si la conociese desde toda mi vida, sucediéndole algo similar a ella.
Si bien me costó convencerla, dado ella que vivía en pareja, un buen día me escribió que le gustaría conocerme, realmente me dio una gran alegría, con la duda que pasaría vivir unos días con alguien desconocido, era un riesgo, pero de cualquier manera le dije que me dijese cuando pensaba hacerlo.
Al siguiente día me contestó que en unos días, podría ser, y si me parecía bien una semana, me pareció que era razonable, un tiempo suficiente, en el caso de arrepentirme, inmediatamente le reenvié un mail, diciéndome día y hora de llegada que la pasaría a buscar por la estación.
Estaba bastante nerviosa, en la espera de Sofía, algo que nunca realizado con alguien, así que ordené la casa, compré víveres, tratando de dejar todo preparado, para dedicarme solo a ella poder salir y hasta ir algún lado cercano.
Llegó el día tan día previsto, me sentía como una colegiala a lo que supongo que mi amiga debía de pasar por la misma situación, el encuentro fue muy emotivo, y parecía que nos conocíamos de por vida una mujer mucho más atractiva que las fotos que me había enviado, con sus apenas 23 años, muy sensual y sumado a eso su panza de embarazada, de la que había mantenido en secreto, que le comento:
“Vaya, que sorpresa, no me habías comentado nada sobre tu estado”
“Bueno, realmente quería sorprender, estoy de 6 meses”
“Felicitaciones, que será”
“No lo sé todavía”
“Y tu pareja que dice”
“Lamentablemente no hemos separado, por un tiempo o definitivo, veremos que sucede en el transcurso de un tiempo”
Me quedé algo sorprendida por lo que me decía, pero en el fondo me hacia feliz que carecía de compromisos, además sentí una gran atracción hacia ella, ese candor y su gracia eran algo muy seductor, y hasta su timidez parecía completar ese encanto, donde supuse que la verdadera mujer estaba contenida, como que no se animaba a expresar lo que realmente era, el tiempo lo aclararía.
Cuando Leo mi pastor Alemán, vino a conocerla, sentí que se creó inmediatamente una conexión entre ambos, por la manera de festejarla el perro, algo poco común con los desconocidos y ella que se arrodilló para acariciarlo, abrazarlo y hasta dejar lamer su cara, sin ningún rechazo
A veces en la manera que hicimos nuestra relación, pueden existir sorpresas, en el sentido que lo que una supone, después no cumple las expectativas que se suponía, así que veremos que nos provoca el destino.
Los dos primeros días, lo pasamos muy bien salíamos, disfrutábamos de la playa como de la pileta, paseos nocturnos e ir a los mall y almorzar ahí. Hasta el momento no había sucedido nada, tampoco hice algo para provocarlo, pero sentía una atracción cada vez mayor hacia Sofía, su manera de ser, esa candidez que se acrecentaba con su desarrollada preñez, estar encinta igual la mantenía muy sensual, a pesar que no hacía nada para demostrarlo. Fue una mañana de verano muy calurosa, especial para estar adentro con aire acondicionado.
Cuando Leo se hizo presente, a pesar de que era un perro algo gruñón ante las visitas, con Sofía parecía tener algo distinto, lo mismo que ella hacia él, parecía que se había creado una química especial entre ambos. Si bien no me percaté en el primer momento, en ese corto tiempo, notaba ese acercamiento, diría implícito tanto en uno como en el otro. Aunque esa mañana ocurrió algo no previsto, el perro estaba en un estado de motivación total, cuando comenzó a acosar a Sofía con una desesperante ansiedad, no dudé cual podían ser sus intenciones, además nunca lo había visto de esa manera, había algo que lo estimulaba, posiblemente por su estado de preñez, o algunos días de abstinencias o el calor no sé, pero los movimientos acelerados y las intenciones de montarla, eran más que evidentes.
El rostro de Sofía no denotaba desagrado, y hasta festejaba esos “agasajos” aunque trataba de calmarlo de una manera sutil, sin dejar de reírse de las locas intenciones del perro. Frené los propósitos del animal, por el temor de que llegase a dañar a mi amiga, aunque no me fue fácil, al ver la punta roja de su miembro aflorando, no dudé que lo cautivaba sexualmente. Me excitó esa situación, hasta pensé que Leo cumpliese con su objetivo, a partir de ese momento comenzó a circular por mi mente algunas ideas muy poco ortodoxas.
A pesar de que teníamos gran tiempo para conversar entre nosotras, en distintas oportunidades traté de intimidar sobre nuestras relaciones sexuales, tema relativamente común entre, no todas las mujeres, y si lo hacen, pocas van al detalle de esa relación. Sofía era una chica algo reservada, a pesar que cuando tocaba algún tema sobre sexo, parecía encenderse su rostro.
Recién en el tercer día, hubo un pequeño, progreso, estábamos en las reposeras tomando sol, le sugerí, que se quitase en sostén dado que estábamos muy protegidas de posibles miradas indiscretas, como para romper esa resistencia, me saqué el mío, diciéndole:
“No me gustan que queden las tetas blancas”, volcándome en la reposera sin dar importancia a si lo hacía o no.
Al rato se los quitó, quedando al descubierto unas grandes y bellas mamas. El intenso sol nos hizo transpirar bastante, el dorso de Sofía estaba muy seductor, brillante por el protector solar, y la transpiración que producía su cuerpo, su voluminosa panza, y sus pechos eran muy sensuales, y su tanga prácticamente no se notaba, como consecuencia de su abdomen.
En un momento le pedí si podía acariciar su atractiva panza, a lo que gustosa me lo permitió, desplazando mi mano sobre su crecido abdomen, ella mantenía cerrado sus ojos disfrutando mis caricias, no tocaba más que la periferia de su vientre, pero noté que sus pezones se erizaban, era poco perceptible pero evidente. No quise adelantarme demasiado temiendo que se ofendiese o se terminara yendo de casa.
No sucedió mas nada, así que cenamos, algo de charla, televisión, lamenté no tener películas eróticas para verlas juntas, pero cerca de medianoche nos fuimos a acostar. Esta era la tercera noche que dormía, en la otra habitación, no sé que me pasaba pero estaba bastante excitada, me levante como a las 3 am, a tomar algo en la cocina, Leo dormía al oírme se levantó como para festejarme, lo acaricie en la cabeza, su natural instinto hizo llevar su hocico a mi entrepierna, lo dejé acercarse, su ávida lengua comenzó a friccionar sobre mi sexo, instintivamente me quité mis bragas, para sentir más plácidamente su acercamiento, me recosté sobre la mesada de la cocina separando mis piernas, para permitirle un mejor contacto.
El juego previo continuo, llevándome a una mayor estimulación, mi cuerpo vibraba, aumentando mi respiración algo entrecortada, me coloqué en posición de perrita, levantándome mi camisón, esperando me respondiese sexualmente. Sus patas se apoderaron de mi cintura y en pocos segundos sentí su miembro buscar mi abertura. Su penetración fue intensa, si bien ya lo había hecho varias veces ese momento me pareció distinto. Sentía como su miembro crecía en mi seno, mi entrecortada respiración se fue transformando en gemidos, no traté de acallar mis sonidos de satisfacción, creo que los intensifique, mientras el perro me apareaba con toda su energía.
En el momento más vibrante de ese alocada apareamiento, oí unos silenciosos pasos, no me cabía dudas de que Sofía, que estaria observando nuestra relación, me alegré que así fuese, a lo que aumenté mis quejidos, para darle mayor erotismo al acto. Apenas sentí la esperma de mi perro regar mi cavidad, un fuerte orgasmo envolvió mi cuerpo, en instantes se desprendió de mi útero, que una vez liberado, me giré pero mi amiga no estaba.
Volví a mi cama, al pasar por su cuarto la vi acostada, no sabía bien qué hacer, pero me mantuve despierta esperando oírla o que viniese a mi alcoba, intuía que algo tenía que suceder. Permanecí atenta a ver que podría llegar a hacer, cuando sentí unos leves gemidos, no me cabía dudas de que se estaba auto estimulando. Me levanté y fui hasta la puerta de su cuarto, al ver mi silueta se detuvo, entré y me senté al borde de su cama, y acariciándole la cabeza le dije:
” Tranquila sé que te excitó lo que vistes, puedo ayudarte si quieres”, desplacé las sabanas de su cama, sin darle tiempo a nada, tomé su mano y llevándomela a mi boca chupé sus dedos, aun impregnados por sus sabrosos jugos, levanté algo su camisón, que a través de una leve luz, pude ver su atractivo embarazado, con sus curvas y sus preponderantes pechos. Acaricie su piel, que captaba un leve temblor, producto del nerviosismo y la excitación posiblemente contenida. Prendí la luz del velador, colocando un pañuelo sobre el mismo, para que no fuese tan intensa la luminosidad, creando un ambiente más intimo. Sus pómulos se encendieron denotando un cierta retraimiento, sin por eso, detenerme en lo que le iba forjando, me dispuse a darle la mayor energía, en ese primer encuentro lésbico.
Así que levanté mas su prenda, hasta que se la quité, quedando solo con su pantaloncito, accediendo sin ningún impedimento, rozando con la palma de mi mano sus apetitosos pezones, que lentamente se iban erigiendo, ante mi sensual y cálido contacto, besé levemente sus labios. Su abdomen se agitaba al unisonó de sus pechos, su cuerpo se iba relajando a medida que mis caricias se iban esparciendo sobre su piel.
Besé su boca más intensamente, para darle confianza y a su vez incrementar su excitación, sin dejar de tocar su cuerpo, entrelazando nuestra lenguas, mientras nuestros labios se fueron aferrando poco a poco a los míos, con total desesperación. El círculo de las aureolas de sus pezones parecía haber aumentado, llevé mi boca a dicho sector, lamiendo sus puntas erectas, para después pasar a mamar de su pecho, succionando con fuerza sus tetillas, hasta lograr extraer su néctar materno.
Su cuerpo comenzó a alborotarse, sin dejar de mamarle, mi mano comenzó a friccionar cerca de su sexo, mientras sus piernas se separaban, a la espera de algo mas, permitiéndome un mejor acceso.
Besando su piel, me fui acercando a su sexo, que parecía vibrar por mi estimulación, desplace sus pantaloncitos, su clítoris había adquirido un tamaño similar a sus pezones, lo besé para después rodearlo con mis labios, succionándolo y friccionarlo con la punta de mi lengua, hasta llegar a morderlo suavemente, mientras Sofía, no dejaba de gemir, emanando considerablemente su flujo vaginal.
Ciertamente, Sofía estaba en un estado de total fogosidad, acelerando su respiración, su sexo estaba totalmente húmedo, al tocar su grieta, gimió con intensidad, mis dedos se fueron incrustando en su interior friccionando sus paredes internas, desplazándose rápidamente como consecuencia de la lubricación, producida por la emanación de sus líquidos, mientras mi lengua iba bajando lamiendo su cuerpo, desplazando mi rostro hasta llegar a su sexo, humedeciéndose con sus líquidos vaginales.
Sentí como se ofrendaba en cuerpo y alma, esa impresión me estimulaba, y a su vez me hacía sentirme su dueña, intensifiqué mis provocaciones sobre su sexo, que no dejaba de emanar ese líquido propio de la exaltación glandular, metí unos de mis dedos en su aro trasero, que poco a poco se fue dilatando hasta poder introducir un segundo, mi boca devoraba su vagina, el cuerpo de Sofía era un volcán de convulsiones.
Me quité mi camisón quedando ambas como dios nos trajo al mundo, nuestros cuerpos se fueron fusionando, a medida que el clímax se iba intensificando. Quería producirle un sinfín de placeres, llevarla al clímax total, entre susurros y gemidos, me iba entregando su cuerpo, sus pechos parecían haber crecido y sus pezones completamente erectos, me demostraban su estado de fogosidad, incrementé con mis dedos en sus cavidades hasta llevarla a un paroxismo totalmente alocado, introduciendo mi lengua en el interior de su boca.
Después de esos juegos intensos, con una serie de orgasmos mutuos, nos dormimos juntas, cerca de la madrugada me desperté, Sofía dormía plácidamente, me atraía su cuerpo desnudo, como invitando a ser poseído, deseaba disfrutarla, ser su dueña, hacerla gozar hasta agotarla sexualmente. Pensé en Leo, pero no me pareció adecuado, continúe imaginando una serie de cosas, hasta quedarme dormida.
Me levanté más temprano, dejando dormir a Sofía, que lo hacía plácidamente desparramada desnuda en la cama.
Preparé el desayuno, cerca de media hora después, apareció en la cocina con su bata, algo abrumada, mientras la saludo le pregunto:
“Buen día, estás bien?”
“Buen día, si, si, lo estoy” que después de unos minutos, me dice:
“Discúlpame Cintia, yo nunca hice algo así, tampoco era mi intención espiarte, pero al verte con Leo, no pude dejar de alterarme, nunca creí que era algo tan excitante. Cuando chateábamos, dudé si lo podías hacer, por la manera de hablar de tu mascota, descartándolo, creyendo que era una mal pensada.”
Mientras seguía hablando, descargando cosas, evidentemente contenidas, prosiguió diciendo:
“Nunca había tenido una relación lésbica, me encantó, además hacía tiempo que no tenia sexo, tu invitación fue como un imán, me brindabas una cierta atracción dispuesta a conocerla, aceptando lo que me pidieses, sin saber bien, a que podía atenerme. He tenido más de una fantasía con una amiga desde que tenía 12 años, pero jamás me animé a contárselo, ni a practicarlo”
Mientras seguía confesando cosas, se mantenía alejada, con los brazos cruzados y la cabeza baja, como avergonzada por lo que me relataba, así que me acerqué, la abrace tratando de contenerla, mientras me besaba suavemente.
Creo que fue un desayuno muy especial, aparte que de casi se lo devoró, era difícil comentar que me pasaba, no sé si me enamoré de ella, pero no quería desperdiciar un segundo del tiempo, que estaríamos solas.
Después de desayunar y nos tiramos al sol, Sofía se había quitado su sostén, como algo habitual, me miró con una cara picara, a la que le devolví ese gesto con un guiño. El perro dormía en un extremo del parque protegido del sol, al rato lo llamé, viniendo enseguida, lo acaricie, hasta que me dio unos lengüetazos en señal de cariño.
Me levanté y me acerque a la reposera de Sofía, me arrodille junto a ella, y acaricie su panza, no tardé en tocar sus tetas y jugar con sus pezones, su reacción fue casi inmediata, me beso y estaba preparada para una nueva relación. Sin decirle cual era mi intención, le fui quitando su tanga, friccioné su clítoris y fui introduciendo mis dedos, su flujo se hizo presente inmediatamente, a pesar que sus pómulos se sonrojaban, se iba entregando en el juego rápidamente.
Me acerco a su oído y con voz muy sensual, le pregunto
“Haz tenido relaciones con un perro” , me miró intrigada, como curiosa, y con una leve sonrisa me contesta:
“No jamás”
No dije mas nada y seguí excitándola, la induje a hacerlo en el pasto, ya me había desnudado, así que nos colocamos en posición de 69, por la intensidad con que me estaba mamando mi cavidad sexual, a pesar de ser la primera vez, me demostraba su estado de estimulación. El perro merodeaba el lugar, buscando con su hocico el olor que debía proveer del encuentro de nuestras piernas, lamiendo donde podía, sin quitarse del lugar.
Aprovechando la situación, me separé algo de mi amiga, abriendo más sus piernas, que entusiasmada en mis besos, y caricias, no sé en qué dimensión estaba, cuando el perro no tardó, en lamer la vagina de Sofía, lentamente lo dejé para que se hiciese dueño de esa parte mientras me giré para besarla y excitar sus pechos. Cada tanto oprimía su vejiga, mirándome sorprendida, hasta que me dice,:
“Vas a hacerme mear”
“Hazlo, si eso necesitas ” manifestándonos cada vez más intensamente en su excitado cuerpo, mientras echaba la cabeza hacia atrás, contrayendo las extremidades de sus pies, gimiendo, crispando los dedos de sus manos, ese intenso acoso, parecía llevarla a un estado de total lascivia, disfrutando verla en ese estado de paroxismo.
Hasta que sin poderse contener mas, ante ese apremio, me mantuve oprimiendo su vejiga, comenzando a emitir una serie de gemidos, propias de un orgasmo, seguido de unos chorritos de orín, que a pesar de su contención, terminó evacuando unos prolongados chorros, mojándola , al igual que parte de mi rostro, demostrando algo de retraimiento por lo sucedido. Tomando su rostro besándola dulcemente, en demostración de contención y aprobación por su incontinencia. Aunque siempre tratándose de disculpar me dice:
“Ay, perdóname, no pude contenerme’’
“No es necesario que te disculpes, déjate llevar, me encanta llevarte al ` límite de las cosas”
Esa noche mientras nos comenzamos en el sillón a acariciarnos, hasta dejar nuestros cuerpos libre de toda prenda, el estado de Sofía estaba más que estimulado, mi lengua humedecía la totalidad de su piel, me encantaba verla en ese estado. El perro merodeaba, acercándose intentando lamer nuestros cuerpos sudorosos e más que nada nuestra zona más intima.
Estaba a punto de obsequiarle a Leo, pero prefería disfrutarla, lamer y succionar sus aberturas más preciadas, hacerle cosas, usar los juguetes que tenia, hasta penetrar su recto. Pero no hice nada de eso, solo la llevé a un estado de total exaltación. Ver como su cuerpo se convulsionaba, gimiendo con total libertad, mientras mis dedos se introducían en su útero. Pensé en que se quedase más tiempo, aunque dudaba si lo podría hacer.