La elección de Sandra 2

Capítulo final

Aviso al lector que el siguiente relato es bastante duro y de que en modo alguno trata de reflejar la realidad ni el mundo del Sado y sus relaciones. Es simple ficción.

Sandra, o Tragamierda, que era como todo el mundo la llamaba, no tardó mucho en conocer cual era su nueva posición en el mundo.

Era la última mierda.

Su deber como la esclava que era consistía en dar servicio a los clientes que las otras putas rechazaban, en realizar los servicios que las otras putas no hacían y en general, ser utilizada para culaquier cosa que a su amo, a sus amigos o a la clientes se les pasara por la imaginación por muy peligrosa, sucia y asquerosa que fuera.

Todo esto no hizo falta que se lo explicará nadie.

Sandra se despertó de buena mañana cuando su amo la agarró de los pelos, le metió su polla en la boca aún abierta por la mordaza dental que tenía y se meo dentro. A continuación, como si fuera lo más normal del mundo, vertió en su boca un cubo lleno de desechos.

Nunca en su vida había sentido un sabor y un olor tan repulsivo.

Unas inmensas ganas de vomitar se adueñaron de ella.

Sin prestar una pizca de atención, el negro tiró de su collar para ponerla de pie, lo enganchó en una argolla de la jaula para ponerla en posición de L invertida.

Y comenzó a reventerla el culo.

-Como se te ocurra vomitar te lo tragas. - Aseguró en mitad de las embestidas.

Sandra vio las estrellas en cada penetración del único agujero virgen que aún quedaba en su cuerpo.

Lo único que se oía eran los gemidos, prácticamente sollozos suplicantes de la chica.

Una vez terminó de correrse y quedarse a gusto, revisó si Tragamierda había vomitado.

No lo había hecho.

Tiró de la argolla para abajo hasta poner a cuatro patas, la posición perfecta para lo que deseaba haecer ahora.

El detalle de que no se había tirado a su perro aún le jodia.

Ahora había llegado el momento.

No solo iba a ser solo uno, iban a ser varios, toda una jauría, y por todos los agujeros de su cuerpo.

Sandra no pudo ver nada, solo sentirlo.

Como el primer animal clavaba sus patas delanteras en ella y comenzaba a penetrarla hasta lo más profundo de su ser.

Fueron varios, no los contó.

Solo sabía que pollas excesivamente grandes para una recien desvirgada como ella

Fue vaginal, anal y oral.

Llegó a tener a la vez la polla de un perro en el coño y otra en la boca.

Llegó incluso a tener la polla de un perro meando directamente en su boca.

Notaba que la estaban dejando la espalda hecha unos zorros.

A su amo le gustaba verla sangrar.

Al fin terminó, todo acabó cuando una voz llamó desde dentro del club.

Al parecer la necesitaban.

El negro agarró el collar y comenzó comenzó a pasear.

La quería a cuatro patas.

Entraron los dos juntos en el local, como amo y perra. Se dirigieron hacía una habitación apartada.

-Aquí tenéis a Tragamierda, la única cerda que se lo haría con dos harapientos como vosotros.

Se sentó en el sillón que había en la habitación.

Sandra, a su lado y a cuatro patas, no levantaba los ojos del suelo.

-¿Esta muy usada?

-Que va, hasta ayer era virgen, pero ya me he encargado de que no lo sea. Pero hablemos claro. Es joven, es guapa, está sana y desde luego no vais a encontrar nada mejor por diez pavos.

¿Diez pavos? ¿Iban a prostituirla por diez putos pavos?

-Esta bien, queremos verla.

Su amo dio un fuerte tirón de la correa de Tragamierda y esta se erguió. Ahora podía verlos bien. Eran un par de viejos vagabundos.

La certeza de que su amo pensaba que la usarán ese par de pordioseros la repugnaba y excitaba al mismo tiempo.

-Levántate Tragamierda, y deja que te toquen.

Así lo hizo. Sandra se pusó de pie y camino unos pocos pasos hasta donde se encontraban los vagabundos.

Estos comenzaron a manosear sus pechos, su culo, su pelo y su sexo.

Este último lo tenía tan sensible que con unos pocos toques ya estaba mojándose otra vez.

-Esta muy sucia – mencionó uno de ellos.

Sandra se murió de la vergüenza. No se había lavado ni aseado desde ayer y la habían hecho de todo.

-¿Y desde cuándo os importa eso a vosotros dos?

La agarron aún con más fuerza.

-Solo queda aún un detalle. ¿Qué podemos hacer con ella?

-Oh, eso es lo más divertido de todo. Lo que os de la gana.

Su amo se levantó de la silla, agarró la cabeza de su esclava y acercó a la boca abierta de su esclava unas tenazas.

Sandra gritó como nunca cuando una de sus muelas fue arrancada.

Aún rabiando de dolor la tendieron y encadenaron en una mesa con las piernas muy abiertas y las rodillas altas para que los dos hombres pudieran penetrarla a la vez tanto por su coño, su culo o por su maltrecha boca. Totalmente a la merced de los deseos de los dos hombres.

Uno de ellos, se la metió en el culo mientras llenaba su coño con su mano y su compañero aún la tenía dentro de la boca.

Luego llegaron los azotes a su expuesto coño.

Lo hicieron con el cinto, y no se conformaron solo con su coño. Su culo, sus muslos, su vientre, sus pechos e incluso su cara fue azotada.

Cuando terminaron todo su cuerpo ardía y estaba señalado con marcas rojizas.

Por supuesto no se iban a ir sin probar si de verdad hacía honor a su nombre.

Los dos hombres por turnos se tumbaron encima de su boca y se pusieron a realizar sus necesidades.

-Pues si que se traga la mierda, sí.

Sandra estaba rendida, reventada y destrozada para cuando la dejaron sola.

Llevaba ¿Un día? ¿Dos? ¿Toda una vida? de auténtica locura.

Su amo llegó un rato más tarde para recogerla.

Por supuesto le importaba una puta mierda el estado en el que se encontraba su esclava.

Tras quitarle las cadenas y levantarla, la dirigió hasta el cuarto de baño, donde la volvió a dejarla.

Los clientes habituales, conocedores de la situación, habían traído con ellos diferentes cosas para meter en la boca de la esclava.

Tragamierda no solo tuvo que tragarse los meados y mierda de todo el día de varios de ellos, también gusanos, bichos, colillas de tabaco, pures que era mucho mejor no tener ni la menor idea de que estaban hechos.

Cuando su jornada laboral terminó, en lo único que pensaba era en volver a su casa.

-Vamos, Tragamierda, despierta.

Sandra llevaba un año entero desde que se entregó a su amo y señor.

Un año entero en que nadie había dicho su nombre o podido pronunciar una palabra.

Pero sobre todo, un año entero desde que decidió volver con su amo y señor.

Tras la brutal experiencia que había vivido, su amo se la encontró llorando y sin fuerzas para nada.

No hizo falta que le dijera nada porque sabía que estaba pasando, así que simplemente la libero.

Una vez libre, Sandra volvió a su casa.

Nunca llegó.

Su mente y cuerpo exigían volver con tal intensidad que se dio la vuelta a mitad de camino.

Volvió de regreso al burdel y se colocó de rodillas delante de su amo.

Este cogió unas tenazas para arrancarla otra muela y luego la entregó a los perros para que la usaran.

En ese tiempo, la mordaza dental había pasado a ser parte de ella y su perfecta dentadura ya era cosa del pasado pues su amo le había arrancado todas las piezas dentales una a una.

Las muñequeras y tobilleras ahora eran de metal y estaban unidas a su cuerpo. Al igual que el collar del cuello, que no se podía quitar y del que colgaba una argolla grande.

Tenía anillados los pezones, el coño y el clítoris. Aros que servía tanto para engancharla y tirar de ella como para colgarla.

Llevaba tatuado su nombre en el pecho y otro en la pierna que indicaba cuya leyenda era “Cerda con amo”

En ese tiempo los pordioseros y otra gente de similar calaña se habían convertido en sus clientes habituales, pues sabían a ciencia cierta que Tragamierda estaba dispuesta a cualquier cosa.

Es más, necesitaba que la tratasen así.