La educación de Emilio (4)

Retomo la historia de la relación entre Mercedes y Emilio y la la educación sexual de éste

  1. Lección 3: Hay otros centros del placer

Dejadas a un lado mis reservas, quedamos que cuando quisiera estar con ella, no tenía más que ir a su casa y que, si era ella la que me deseaba, ya me lo haría saber.

Dejé pasar unos días sin verla, no quería que pensara de mí que era un "salido", un obseso del sexo que sólo pensaba en follar; pero la verdad era que ardía en deseos de volver a besar sus pechos, de llenar mis sentidos con el olor y el sabor de su coño en plena excitación y de sentir mi polla envuelta en el calor de su sexo húmedo.

Una mañana, salía con mi madre y ella apareció como por ensalmo, saludó efusivamente a ambos y bajó hasta la calle con nosotros. Discretamente me dio un sobre que, en privado, vi que contenía un llavín y una nota que decía. "Te espero esta tarde".

Pasé la mañana pensando en ella, impaciente por verla de nuevo. De vuelta a casa, comí rápidamente y dije que había quedado con unos amigos. Mi madre se extrañó de mis prisas; pero no dijo nada, sólo me miro por encima de las gafas intentando penetrar en mi mente con ojos de madre.

Bajé corriendo un tramo de escalera, haciendo ruido para que en mi casa no les quedara duda de que me había ido, y volví sobre mis pasos muy lentamente evitando que me oyeran.

Abrí la puerta de casa de Mercedes, la cerré tras de mí y me deslicé casi como un felino hacia el interior de la casa. De su dormitorio salió una voz.

Pasa, Emilio. Te he oído salir de tu casa y te esperaba.

Desde el umbral de la puerta la vi. Estaba tumbada en la cama, desnuda, jugueteando distraídamente con sus dedos en el bello de su pubis.

Desnúdate. – Ordenó, sin más preámbulo.- Quiero enseñarte algunas cosas que seguro que no olvidarás

Obedecí sin decir nada. En silencio me fui quitando la ropa, mientras no dejaba de mirarla. Estaba espléndida, como siempre. Desnudo me tumbé en la cama sintiendo la temperatura y la suavidad de su piel.

El primer beso fue suave y delicado. Nuestros labios se aproximaron hasta apenas rozarse. Nuestras lenguas comenzaron tímidamente a explorar la boca del otro y finalmente, nos lanzamos el uno sobre el otro con vehemencia.

No paré hasta tener su coño en mi boca. Ambos, de costado sobre la cama, teníamos el sexo del otro al alcance de nuestras bocas. Yo sólo quería paladear de nuevo el sabor de su coño, que actuaba en mí como un afrodisíaco; pero su boca me volvía loco. Era incapaz de recorrer su sexo con mi lengua de manera coordinada.

Sentí algo extraño en mi polla, no identificaba que estaba haciendo manipulando mi polla de aquella manera, ni que era lo que sentía ajuntándose a mi verga erecta. Miré a ver que estaba haciendo y descubrí mi miembro enfundado en un preservativo.

¿Y esto?. – Pregunté sorprendido.

No preguntes y déjame hacer. – Respondió, sin más explicaciones.

Me colocó boca arriba sobre la cama y se situó sobre mí, como había hecho en nuestro primer encuentro. Con su mano dirigió mi verga haciendo que la penetrara; pero no fue en su coño donde acabo mi polla, si no atravesando el esfínter de su ano. La sensación fue para mi extraña; por una parte el contacto con el condón y por otro la manera de presionar sobre mi polla.

Se movía lentamente, subiendo y bajando sobre mi cuerpo y yo sentía mi polla como presa en un cepo, pero me era extraño el contacto del látex sobre mi piel. A pesar de ello, las sensaciones placenteras empezaron a crecer. Su cuerpo se movía de manera muy sensual, ondulando las caderas, se acariciaba los pezones. Sobre mi verga contraía los músculos de su ano, haciéndome sentir unos momentos de intenso placer que me hacían gemir de manera descontrolada, y la visión del momento me excitaba tremendamente.

Se inclinó para besarme, y peguntarme al oído:

¿Te gusta así, cariño?

¡Oh, sí, me encanta como te mueves!

A mi también me gusta sentirme llena de tu polla.

Mientras decía esto, sus pechos rozaron mi boca y me apresuré a chupárselos, arrancándole sonidos que demostraban el placer que sentía

¡Acaríciame el coño, amor! – Exclamó entre gemidos

Llevé mi mano a su sexo, deslizándola entre los cuerpos de ambos, y lo encontré inflamado de pasión. Mis dedos se deslizaron solos y penetraron el ella.

No tan rápido, sólo acaríciame entre los labios. – Gimió, Mercedes

Con su cuerpo pegado al mío y mi mano cada vez más mojada acariciando su sexo, me movía rítmicamente en su interior haciendo que mis testículos chocaran repetidamente contra su trasero. Nos besábamos con pasión y yo me sentía en el paraíso. No se cuanto tiempo había transcurrido cuando Mercedes se levantó y se colocó a gatas. Interpreté de inmediato su deseo y me coloqué tras ella, hundiendo mi verga en su recto de un solo golpe hasta el fondo.

Me abracé a ella y comencé a follarla como si fuéramos una pareja de perros en celo. Una de mis manos amasaba y masajeaba sus pechos, pellizcando sus pezones de tanto en tanto; con la otra, comencé a introducir los dedos en su coño. Primero uno, luego dos, tres,… y ella pedía más y más. Los cinco dedos formando un cono acabaron penetrando en su cuerpo en medio de gemidos y jadeos. Sus fluidos se deslizaban por mi brazo hasta gotear desde el codo hasta las sabanas totalmente arrugadas que cubrían el lecho y notaba claramente las contracciones de su vagina. Mercedes estrujaba las sábanas con sus manos y no paraba de gemir y jadear. Ambos estábamos apunto de corrernos y ella también lo notó

¡Amor, aguanta, no te corras; aún tengo cosas que enseñarte!. ¡Haz que acabe, ya!

Con el pulgar, busqué el duro botón del clítoris y mantuve el resto de mi nao en su interior.

¡Oh, oh, oh…! – Gimió apunto de explotar – Eres un chico de recursos. Sigue así, así, así ….

Un cálido río fluyó por entre mis dedos a la vez que giraba su cara buscando mi boca y unos instantes después se dejaba caer sobre la cama.

Me tumbe a su lado y le besé en los labios. Me había sacado el condón y mi verga se mostraba erecta como un monolito. Mercedes sonrió y me devolvió el beso, yo no pude controlarme y me lancé a chupar sus pezones. Me dejó hacer, y recorrí su cuerpo con mi lengua hasta llegar a su sexo que lamí y besé llenándome de su sabor intenso. Suavemente me detuvo e hizo que me tumbara boca abajo.

Sin previo aviso, con sus manos separó mis glúteos y su lengua se clavó como un dardo en mi ano. ¡Señor, que extraordinaria sensación, nueva para mi, embargó mi cuerpo! Mi polla, prisionera entre mi cuerpo y la cama, pujaba por levantarse.

¿Te gusta, Emilio? – Interrogó Mercedes

Sí, claro. Es estupendo

Pues relájate que esto no ha hecho más que empezar

Sentí como un dedo de deslizaba suavemente en mi ano y lo movía en mi interior como buscando algo. Luego fueron dos dedos. Notaba un cosquilleo interior y como mi polla se endurecía aún más y como algo fluía de ella hasta sentir que me estaba mojando.

¡Me meo, me corro,…Ay, no sé que me pasa! – Exclamaba desconcertado y lleno se sensaciones para mí desconocidas hasta ese momento.

No te meas ni te corres, amor. Estas descubriendo otros placeres

Sacó los dedos y me dio la vuelta. Volvió a introducir los dedos en mi ano y yo volví a gozar con ese acto. Mientras sus dedos me estimulaban internamente, su lengua empezó a recorres mis testículos y creí morir de gozo. Subió lentamente por mi verga y me sentí en el paraíso. Su boca tomó mi polla y el mundo se acabó para mí. Arqueé el cuerpo y llené su boca con una riada de semen, que se escurría por la comisura de sus labios y caía sobre mi pubis. No dejaba de mamarme la polla ni de mover los dedos en mi recto y yo gritaba y gritaba de placer.

Quedé extenuado y cuando abrí los ojos, Mercedes estaba a mi lado mirándome fijamente. De sus labios todavía goteaban restos de semen cuando me besó.