La dulce trampa (8)

Agradezco todos los comentarios de quienes se han tomado la molestia de leer esta serie de relatos. Mi especial reconocimiento a Meli, Peritillo, Rudy, Marquillo, PPJV, Juanp55, Elclokc y MARIZTA. En verdad, me han motivado a seguir.

Antes que nada: un agradecimiento, una disculpa y una explicación:

Agradezco todos los comentarios de quienes se han tomado la molestia de leer esta serie de relatos. En verdad aprecio las críticas, ya que gratamente me ha sorprendido que el 99 por ciento, son constructivas.

Mi especial reconocimiento a Meli, Peritillo, Rudy, Marquillo, PPJV, Juanp55, Elclokc y MARIZTA. En verdad, me han motivado a seguir.

La disculpa es por lo largo de los textos. Yo mismo me he dado cuenta que tiendo a perderme en detalles y que prolongo demasiado las situaciones, no se diga el clímax. Y aquí entraría la explicación:

Es la primera vez que escribo este tipo de historias y considero que uno va aprendiendo a base de regarla. Tendrá que llegar el momento en que mi narrativa, que sin hipócrita modestia creo que no es nada mala, sea también ágil y concreta, sin tantos rodeos. Después de todo, éstos son Relatos Eróticos y no propuestas para el Premio Nóbel.

Pero eso ya se verá después y, por lo pronto, otra vez gracias a los Lectores y Autores de "Todorelatos", pero sobre todo, a los creadores de este excelente site.

ABUR……….

PD: Para quien le interese, Carlitos, vivirá su "clímax" en el próximo capítulo, el número IX.

LA DULCE TRAMPA

CAPÍTULO VIII

Cuando finalmente ingresé al estudio de Naomi, me encontraba sumamente agitado. El encuentro con Isabelle no había durado ni 10 minutos, pero habían bastado para que la doncella me hiciera sentir muy vulnerable y excitado a mas no poder.

En realidad, la francesa no se había sobrepasado del todo y ni los breves roces a mi piel, ni sus miradas indiscretas, se podían considerar como un abierto acoso, aunque sí una muy prometedora insinuación.

Más bien lo que el episodio terminó de demostrar, fue que esa noche yo era carne de colchón y que con mi poca experiencia, inferioridad física y una cada vez más evidente personalidad sumisa, sería presa fácil para las imponentes y exuberantes vampiresas que rondaban ese departamento.

-"Había oído de la Jaula de las Locas… ¡Pero yo vine a caer a la Casa de las Dóminas!"-, pensé, sonriendo para mi mismo y para nada molesto con la situación.

-"¡Y lo que falta! ¡Que apenas van llegando las "chicas malas" y al parecer, todas están grandotas y buenotas! ¡Ni modo! ¡A someterse a la belleza!-.

Así reflexionando, llegué al fondo del despacho, donde la Mulata hablaba al teléfono en alemán, estirada en un gran sillón reclinable, con los tobillos descansando en el filo del escritorio… y sus tetotas expandidas y más apetitosas que nunca.

En cuanto me aproximé, ella extendió un brazo y me jaló por las solapas, apoyando sus piernas en el piso y colocándome entre ellas. Sonriéndome, pero sin suspender la conferencia, presionó mis hombros hacia abajo, para fácilmente dejarme hincado.

Quedé frente a la vergota que, en esos momentos, reposaba tranquila sobre un muslo. Subí la mirada y el pícaro guiño que me regaló, me hizo saber que la gigante tenía ganas de divertirse un poco. Claro, con su juguetito.

Encantada, la dominante colegiala me vio pasar saliva y entonces tiró de mí oreja, acercándome más hasta dejar mi rostro sobre su entrepierna.

Con los ojos lanzando chispas, tomó el enorme falo y deslizó la cabezota por mis labios, como aplicándome colorete. Después hizo lo mismo en mis mejillas, ojos, nariz y cuello, entreteniéndose en cada milímetro.

La novedosa caricia me provocaba placenteras cosquillas y cerré los ojos, pero un par de enérgicos chasquidos me devolvieron a la realidad y a la impetuosa mirada de Naomi. Con unas cuantas señas y sonriendo poderosa, ella me indicó lo que debía hacer a continuación.

Primero me apuntó con su índice y luego señaló insistentemente su vergota, para rematar con un nuevo, implacable y repetido tronar de dedos.

-"Tú… ¡A mamar! ¡Y rapidito!"-. Ese era el significado de la inflexible y silenciosa orden y a mi no me quedó más que obedecer.

Completamente segura de que acataría sus instrucciones, la curvilínea gigante reclinó la cabeza hacia atrás y apoyó un pie cómodamente sobre mis nalgas, mientras seguía con su charla.

Yo empecé a lamer, acariciar y chupar todo el cipote, que inmediatamente cobró vida, hasta apuntar desafiante al techo. Intimidado por la actitud de la chica, pero principalmente por que ya le había agarrando gusto a la poderosa macana, empecé a introducírmela lentamente, pero sin pausa, en la boca.

Concentrado en darle placer a mi "Ama", pude sin embargo entender partes de la plática, ya que yo hablo un aceptable alemán.

-Así es, Kirsten-, decía, mientras empezaba a acariciar mi nuca, gozando del esmero con que mimaba su instrumento. –Necesito réplicas de todos los artefactos que te mencioné, ya instalados aquí, para pasado mañana-.

-¡Claro, güerita! ¡Los voy a cuidar como oro! ¡Ya sabes que mi edificio es muy seguro!-, añadió, riendo y empezando a subir y bajar sus caderas, al ritmo de la mamada. -¡Y además, ni hagas escándalo, que la mitad son inventos míos y toditos, yo los financié!-.

Mientras la tal Kirsten respondía, mi gigante tapó la bocina para empezar a gemir bajito, mientras me aferraba por la nuca. Luego se apartó un poco del teléfono y se dirigió a mi.

-Así me gusta ver a mi putito-, susurró con ferocidad. –Bien prendidito de la verga, mientras Mami se relaja.

-¿Qué? ¿Cómo dices, Kirsten?-, dijo de pronto, volviendo a poner atención a la conferencia. Luego sonrió y volteó a verme. –Sí, güerita, aquí lo tengo y bien ocupadito. ¿Cómo supiste?.... ¡Ay, no es cierto, si ni ruido hace mi chiquito! ¡No ahorita, por lo menos!...-

Inmediatamente noté dos cosas: que la charla en ese momento se refería a mi y que la Mulata se estaba poniendo aún más cachonda, pues el garrote se puso como piedra y sus pies empezaron a amasar mis nalgas, mientras seguía con la plática.

-Te aseguro que no fue él, por que los bebitos no hablan con la boca llena y al mío, ahorita lo tengo muy, muy ocupado, disfrutando de su biberón… ¡Ja, ja, ja!… ¡Sí, ese exactamente!...-

La colosal chica levantó entonces mi barbilla, obligándome a mirarla a los ojos y lanzándome un retozón beso. Estaba clarísimo que disfrutaba muchísimo avergonzándome y presumiendo mi sumisión ante su amiga.

-¡Ah, pero no hay problema! Si lo que quieres es oír a mi perrito, ¡te lo voy a conceder!-.

Naomí pulsó algunos botones del aparato telefónico, al mismo tiempo que accionaba otro auricular cercano, del tipo inalámbrico. Tras cerciorarse de que ambos dispositivos quedaron en línea con la alemana, colocó al lado de mi rostro el modelo portátil.

-¡A ver, firulaís!-, dijo, entonces, dirigiéndose a mi, pero permitiendo que Kirsten escuchara las bochornosas órdenes. -¡Chúpale mas fuerte, que quiero que mi amiga escuche como lame un buen perrito faldero!-.

Alentado por la aplastante sonrisa de mi dueña y extrañamente excitadísimo por ser humillado ante una desconocida, empecé a succionar y sorber el durísimo priapo, con el escándalo de un escuincle comiendo paleta.

-¡Vaya!-, escuché al teléfono una armoniosa y femenina voz, pero de timbre mas bien frío y fuerte acento germano. -¡Que delicioso se oye! ¡Ha de mamar riquísimo ese cachorrito! ¡Me lo deberías prestar!-.

-¡Cuando quieras… pero rentado, güera! ¡Que ejemplares así, no se consiguen fácilmente!-.

-Si, ya me llegó la foto que me mandaste por Internet y la verdad, el niño está para tenerlo todo el día comiendo… ¡Por todos lados!-.

Las chicas estallaron en una carcajada, encantadas con sus bromas, mientras yo, el candidato a ser alquilado, seguía bien pescado a la mamila de mi Mami.

-Oye, Naomí-, dijo entonces la alemana, -hablando de Internet, necesito comentarte un proyecto, que consiste en…-

La Mulata escuchó a su amiga, pero poniendo atención sólo a medias. La mamada que le estaba prodigando y el verme tan sometido a sus deseos, la tenían bufando de caliente.

Con este explosivo estado de ánimo, la gigante volvió a llamar mi atención chasqueando los dedos, para indicarme a señas que me pusiera de pie. En cuanto lo hice, me desnudó de tres zarpazos, hizo girar mi cuerpo y me empinó sobre el escritorio.

Sin dejar de atender a Kirsten, tapó brevemente el auricular y se levantó, para ordenarme al oído:

-Ábrete bien las nalgas, puto, que te voy a comer el culo-.

Apenas me vio asentir con la cabeza y separar, obediente, mis posaderas con las manos, volvió a sentarse, inclinó el sillón hacia mí y empezó a chupetear salvajemente mi agujero.

Cubriendo su receptor, Naomí pistoneaba la lengua, mientras sus uñas arañaban mi espalda y sus dedos tiroteaban hacia atrás mis testículos y verguita. Yo empecé a gemir.

-¿Qué están haciendo, jovencitos?...-

La divertida voz de la alemana nos sacó de concentración. ¡Me había escuchado! ¿Cómo? Pues por medio del teléfono inalámbrico, que Naomi colocó sin querer sobre el escritorio, al lado de mi cabeza.

La Mulata inmediatamente apagó el aparato y se disculpó, apenada.

-Perdóname Kirsten, te aseguró que te estaba poniendo atención. Lo que pasa es que este cabroncito mama muy sabroso y… ¡una no es de palo! Pero, mira…-

-No tienes que disculparte, Naomi-, interrumpió la germana, riendo un poco. –La culpa es mía por sacar un tema fuera de agenda. Yo sé que estás empezando unas merecidas vacaciones, que tienes visitas y que, lo más importante, quieres disfrutar de tu noviecito-.

-Te agradezco la comprensión, güera-.

-¡Ni hablar, preciosa! ¡Para eso estamos las amigas! Y no te preocupes por los artefactos. Yo misma me voy a encargar de todo y ahí van a estar según tus deseos -.

-Gracias, Kirsten…-

-Sólo te voy a pedir un favorcito, Naomi…-

-Claro, ¿dime?-.

-Pásame a tu chico, que quiero presentarme. Después de todo… ¡ya lo oí mamar y gemir!-.

-No estoy segura-, respondió Naomi, dudando. –Bueno, está bien. Pero tranquilita, ¿OK? ¡Que ya te conozco, amiguita!-.

Entonces mi anfitriona me sentó en su regazo y me extendió el inalámbrico, nuevamente encendido.

-Anda, pequeño-, me dijo, con una mirada de advertencia. -Mi amiga te quiere saludar. ¡Ya sabes! ¡Bien atento y educadito, como Mami te ha enseñado!-.

Yo tomé el auricular, me aclaré la garganta y empecé mi "presentación" a distancia.

-¿Bueno?-.

-Hola, jovencito. Yo soy Kirsten Beckdorff-Damnkenn, una de las mejores amigas de Naomi y tú debes ser Carlitos-.

-Así es seño-señorita, Car-Carlos Miranda, para servirle…-

-Sí, ya me han comentado que además de lindo, eres muy, muy servicial y ardo en deseos de constatarlo personalmente-.

El tono marcadamente autoritario de la bella, pero fría voz, me tenía muy intimidado, pero no podía hacer quedar mal a mi "novia", que me observaba atentamente y escuchaba por la otra línea. Decidí lucirme.

-Espero conocerla pronto, señorita, para demostrarle que mi dueña me tiene muy bien amaestrado y que sé atender a sus amigas como se merecen-.

Mi servil comentario hizo reír a las dos chicas, pero mientras Naomí me acarició con cariño la verguita, satisfecha con mi actuación, Kirsten me dio una probadita de su tiránica personalidad.

-Me da mucho gusto oír eso, Carlitos-, empezó a decir, arrastrando la voz. –Porqué en cuanto te vea, voy a arrancarte la ropa, a empinarte en el suelo como la perra que eres y a ensartarte la verga tan profundo, que vas a…-..

-¡Épale! ¡Que tienes, tonta! ¡Me lo vas a infartar!-, intervino de pronto Naomí, evidentemente molesta y abrazándome contra su pecho.

Mi "novia" decidió interferir en cuanto vio que la violentísima sexualidad de Kirsten me provocó un shock, haciendo que mis ojos se abrieran como platos y que todo mi cuerpo empezara a temblar.

Mi atemorizado semblante le causó tal preocupación, que arrojó ambos aparatos al escritorio y activó la comunicación " hands-free " o de viva voz, para poder apapacharme con ambas manos.

La alemana rió largamente antes de contestar.

-¡Discúlpame, Naomi! ¡No pude resistir la tentación de jugar tantito con tu niño ¡Pero no pretendía asustarlo, ni hacerte enojar!-.

Sin dejar de acariciar mi espalda, para tranquilizarme, la Mulata soltó el aire y volvió a sonreír, ya más relajada.

-¡Te pasas, güera!-, respondió finalmente. -¡Pobrecito, mi chiquito! ¡Casi se hace pipí del miedo!-

Las dos volvieron a reír juntas, con esa clase de complicidad, que sólo surge tras años de amistad. Entonces Kirsten volvió a hablar.

-Pero no se por que te enojas, Naomi. ¿No me dijiste que tu chico es muy obediente y sumisito?-.

-Sí, pero…-

-¿Y que te resultó un putito de lo más cachondo?-.

-Claro, sólo qué…-

-¿Y que le encanta ser tu perrito, tu bebé, tu "noviecita", tú…-

-¡OK! ¡OK! ¡Sí!-, cortó Naomí, elevando la voz y advirtiéndole a su amiga que se estaba propasando nuevamente. –Pero a lo mejor lo que no te he explicado bien, es otra cosa-.

En ese momento la Mulata levantó hacia ella mi rostro, que tenía acurrucado contra sus tetotas y me miró con ternura. Acariciando mis mejillas, empezó a hablar.

-Mira Kirsten, mi chiquito es todo eso y más, pero también es un niño muy delicadito, que en una sola noche está descubriendo muchas cosas sobre sí mismo y al que hay que ir desflorando poco a poco y con mucho cariño-.

-Es muy lujurioso y siempre tiene el pitito bien parado-, continuó, sonriéndome, -pero también es muy sensible, como un bebito llorón, tanto, que se antoja protegerlo de vampiresas agresivas, como tú-.

-En estas pocas horas, ya me lo comí todito, lo puse a mamar verga y a mover la cola como perrito, y, en un ratito más, me lo voy a coger, bien cogido.

-Pero, te insisto güera, todo con mucha ternura y sin sobrepasar sus propios deseos. Así ha sido y así será-.

Se hizo el silencio por unos momentos, durante los cuales la gigante bajó su rostro hacia mí y me dio uno de sus besos de novia posesiva, de los que al mismo tiempo, me excitaban a tope y me hacían sentir querido y protegido.

-Te estás encariñando, ¿verdad, negrita?-, dijo entonces la alemana, con un tono cargadísimo de afecto por su amiga.

-La verdad, sí-, respondió la Mulata, sin dejar de verme a los ojos.

-No sabes cuanto me alegro, de verdad Naomi. Ya te hacía falta algo así-.

-Y es por eso mismo-, agregó mi gigante, en tono mas festivo, -que espero que mi mejor amiga, trate a mi nene muy bien, que no me lo maltrate, ni se aproveche de su tamaño-.

-¡Claro! ¡Ni lo menciones! ¡Ya te dije que estaba bromeando! Aunque por supuesto, espero que me permitas divertirme tantito con él…-

La germana moduló muy sensualmente la voz, casi violándome a distancia.

-¿Y para que crees que te estoy invitando unos días, tontita?-, respondió Naomi, riendo y dirigiéndome una significativa mirada. – ¡Pues para que me ayudes a adiestrarlo, güera! ¡Pero des-pa-ci-to, que si no, luego me lo traumas! ¿OK?-.

-¡OK! ¡No se diga más! ¡Te veo mañana por la tarde! Bye-.

-Bye, Kirsten-.

En cuanto colgó, la Mulata volvió a besarme brevemente y de inmediato saltó del sillón, para dirigirse a una esquina del privado, conmigo en brazos.

-¡Órale, pequeño!-, expresó alegremente, abriendo con el pie la puerta de un espacioso y elegante baño-vestidor. -¡Que ahí acurrucadito, se me antoja mucho ultrajarte y para eso tenemos toda la vida!-.

-Si, Mamita, sólo quería preguntarte…-

-Después, pequeño. Urge una regaderazo, por que andamos medio pringosos-.

La gigante me colocó en el piso, sacó de un estante dos gorros de baño y resguardó con ellos el cabello de ambos. Luego se metió en la regadera, abrió las llaves y, tras regular la temperatura a su gusto, volteó hacia mí.

-Ven marranito-, dijo con sencillez, llamándome con un dedo.

En cuanto me aproximé, la chica se inclinó un poco, extendió un brazo y me sujetó por la verguita, que como había dicho ella, permanecía bien erecta. Con total naturalidad, me jaló bajo el agua, donde ya estaba ella.

Cuando quedamos bien empapados, me empujó por el trasero fuera del chorro, vació abundante jabón líquido en su mano, se arrodilló frente a mí y empezó a aplicarlo en todo mi cuerpo, como si lo hubiera hecho toda su vida.

El trato de la voluptuosa chica no dejaba de volverme loco, pues al mismo tiempo me enjabonaba con total familiaridad, como a un bebé, que se entretenía sensualmente con mi anatomía, jugueteando con mi pene y tetas.

-Mamí-, logré decir, embelesado con su tacto. –Sé que tenemos prisa, pero tengo que hacerte una pregunta.

-Claro, precioso. Dime-, respondió distraídamente, mientras bajaba mi prepucio, para lavar bien el glande.

-¿Tienes…tienes planes para mí pa-pa-para los próximos días?-.

Decidí plantearle abiertamente mi incertidumbre, pues aunque sabía que disfrutaba con mi timidez, también me había percatado que a la gigante le gustaba la franqueza.

-¿La charla con Kirsten puso a trabajar tu cabecita? ¿Verdad, pequeño?-, contestó, tras tomarse unos momentos.

-Sí, Mamita-.

-Yo sé que eres muy inteligentito, que no puedo ocultarte nada y que tienes muchas dudas, tesoro-.

-Pero-, añadió, amasando mis tetitas, -ya te he dicho que tienes que confiar en mí. Cuando YO lo considere conveniente, te revelaré lo que tengo planeado para ti, desde hace tiempo.

-¿Desde hace tiempo? ¡Pero si acabas de conoc…!...

-DESPUÉS-, interrumpió ella, sonriendo, pero dándome una fuerte nalgada de advertencia. –Ahorita lo que necesito es que te voltees, para lavar muy bien ese lindo y tragón culito que tienes-.

La expresión de la Mulata me obligó a obedecerla inmediatamente y me giré contra la pared, levantando obedientemente el trasero. Ella palmeó mis pompas con aprobación, dejó caer entre ellas un chorro de jabón líquido y procedió a introducírmelo con un dedo.

El aromático y suave shampoo me estaba llegando muy adentro, cuando ella pasó su otra mano por delante, para empezar a masturbarme.

-¿Te gusta, bebé? ¿Te gusta como te baña Mamita?-, me dijo al oído, con sus tetotas contra mi espalda.

-Es el regaderazo más delicioso de toda mi vida-, respondí rápidamente, apretando mi culo contra su mano.

Ella rió por mi reacción, cada vez más fascinada con la dócil lujuria que despertaba en mí. Luego se me separó y me obligó a doblar las rodillas hacia delante, al mismo tiempo que jalaba de mis huevos hacia abajo, llevando mi trasero en dirección al suelo.

Como resultado de la rápida maniobra, quedé en cuclillas, con su largo dedo en mi interior.

-Pues si en verdad te está gustando tanto, ayúdame a lavarte bien, nalgoncito. ¡Ándele, mi nene! ¡Muévase! ¡Arriba y abajo, para que el jabón llegue hasta tus tripitas!-.

Maravillado por la imaginación de la gigante y por las mil y una formas que tenía de hacerme sentir al mismo tiempo dominado, que deseado, empecé a hacer sentadillas, despacio, disfrutando las deliciosas sensaciones que el roce provocaba en todo mi recto.

-A ver-, dijo de pronto, -quédate arriba tantito bebé, que tengo que poner más jabón. Así… así… ¡Listo, chiquito! ¡Pa´bajo de nuevo, a ensartarte tu solito!-.

-¡Ahhhhhhhhhhh!-, exclamé en cuanto bajé el trasero. -¿Ahora son más…más dedos, verdad Mami?-.

Ella rió bajito, antes de contestar.

-Sí, flaquito, son tres. Es que eres un putito de culo glotón y apenas así te doy llene… por ahorita-.

-¡Bien!-, exclamó minutos después. -¡Arriba, niño, que te toca enjabonarme!-.

Al enderezarme, ella me giró hacia ella y colocó el frasco de jabón líquido en mi mano, quedándose hincada. Entendí debía atender su abundante delantera.

Sin pensarlo dos veces, apliqué una gran cantidad del gel sobre sus hombros, para dejar que escurriera hacia abajo. Primero froté bien su cuello, clavículas, nuca, axilas y brazos, para después saltarme a la cintura y costados. Estaba retrasando el delicioso momento.

Tomando más jabón, me dispuse entonces a atacar el opulento pecho.

-Con…con tu permiso, Mami-, expresé, súbitamente nervioso.

-Adelante, caballero-, respondió, divertida con el temblor de mis manos. –Son todas suyas-.

-"¡Dios!"-, pensé, en cuanto puse mis manos en las chichotas. –"¡Es increíble que sean artificiales! ¡Tan suavecitas, firmes y esponjosas! Yo no sé mucho de esto, pero juraría que son…"

-Reales-, dijo entonces ella, completando mis pensamientos y mirándome enigmáticamente. –Sí, bebé. Los pechos de Mami son de verdad, todititos de esponjosa carnita-.

Lo de la telepatía, ya no me sorprendía, pero sí la extraña revelación.

-Es una larga y complicada historia que ya te contaré-, añadió, adelantándose a mis preguntas. -¡Y ya basta de sobarme tanto, cachondo! No te emociones, que faltan mi espalda, pompas y otra cosita, bueno…mas bien cosota, ¿verdad?-.

Lo último lo dijo mirando significativamente hacia abajo, donde su portentosa verga ya había despertado y apuntaba poderosa al techo. La vista del chorizote lanzó una inmediata señal a mi culo, que empezó a humedecerse.

-Sssssi, Mami-, respondí por fin. –Déjame le sigo con lo demás.

Me coloqué tras ella y volví a dejar caer un abundante chorro desde arriba, distribuyéndolo inmediatamente con mis manos. Al llegar a sus nalgas, presioné ligeramente hacia delante, queriendo jugar un poco.

-Empínese, señorita-, dije, con acento autoritario. –Necesito llegar a todos sus rinconcitos-.

Ella obedeció, riendo.

-Claro, jefecito-, dijo, volteando a verme y meneando la grupa. -Lo que usted diga, señor-.

Envalentonado con su "obediencia", froté vigorosamente el shampoo por las nalgotas, entreteniéndome en la división de las mismas y rozando el culito. Luego llevé el jabón a su interior, donde mi delgado dedo fácilmente se abrió paso, para llegar muy adentro. Con mi otra mano empecé a sobar desde atrás los huevotes y la base del garrote, que en esos momentos cabeceaba, como buscando pelea.

-Ahora, señorita-, expresé, en el mismo tono, -quiero que se ponga a hacer sentad…-

-¡Pues fíjate que no, chiquito!-, me interrumpió alegremente, echando por tierra mi supuesta autoridad, mientras se enderezaba y giraba hacia mi.

-Lo que a Mami se le antoja ahorita, es otra cosa-, dijo, nuevamente al mando y colocando mis manos sobre su vergota.

-Pe-pero, Ma-Mamita-, balbuceé, indeciso, -hay gente esperándonos y…-

-Deja que yo me preocupe por eso-, atajó, con una sonrisa de poder y mientras me tomaba por las orejas para acercar mi rostro al enorme glande. -¡Tú, a mamar, que ahora Yo quiero hacerte una pregunta!-.

Empecé a introducir el grueso falo en mi boca, que inmediatamente se dilató para recibirlo. La Mulata tenía razón: mi organismo reaccionaba extraordinariamente a la famosa inyección y todo mi cuerpo sufría una maravillosa metamorfosis a la mínima caricia.

-A ver, señorito-, dijo entonces ella. -¿Por qué tardó tanto en venir para acá?-.

¡En la madre! ¡Ella sabía! En ese instante estuve seguro de que, quien sabe cómo, la gigante estaba enterada de mí no tan inocente encuentro con la doncella.

-Es que es-estaba…-, empecé a decir, sacándome el cipote de la boca y mirándola a los ojos, -…limpiando, Ma-Mami, como…como me dijiste…-

-¿Tanto tiempo, bebé?-, me interrumpió, levantando, escéptica, una ceja.

-Bu-Bueno…es que había mucho que hacer y…-

-¡Pero no dejes de masturbarme, nalgón!-, cortó, implacable. -Las manitas las tienes libres y puedes moverlas mientras inventas mentiritas, ¿verdad?-.

La sonrisa de hechicera y su penetrante mirada, me terminaron de convencer que no tenía caso mentir. Sobando, obediente, la tranca, decidí decir la verdad.

-Me…me topé con Isabelle…-, empecé a decir, haciendo un esfuerzo por sostenerle la mirada.

-¿Mi guapísima doncella?-, atajó, entre divertida y amenazadora. -¿Y por eso te retrasaste?-.

-Es que…es que…me sorprendió desnudo y la verdad…me sacó todo de onda…-

-¿Izy te cachó encueradito, mi nene? ¿Y te vio todito?-.

La Mulata se había puesto a juguetear con mi pene, mientras ronroneaba a mi oído. Concluí que yo corría menos peligro siendo totalmente sincero.

-Todito, Mami…la pilila, las pompis…todo…-

-¿Y que más hizo, esa malvada francesa, chiquito? ¡Por que yo la conozco muy bien y es una verdadera come-niños!-.

La gigante empezó a penetrar con sus dedos mi culito, mientras su vergota cabeceaba mas dura que nunca. Evidentemente el relato la excitaba.

-Ella me…me tocó…-

-¡¿Te metió mano, la perra cachonda!?-, exclamó, fingiendo enojo. -¡Que indecente! ¿Y te tocó, mucho, putito?-.

-¡No, Mami!-, me apresuré a aclarar. -La verdad, sólo me rozó, cuando me ayudó a ponerme la batita…-

-¡Ah! ¡Si hasta te vistió! ¡Mira que servicial, la putilla!-.

-Ssssi…Ma-Mamita…se portó muy…muy amable y…-

-¿Y se puede saber DONDE dejaste que ESA GATA te rozara tan amablemente, mientras MAMI estaba PREOCUPADA por tu tardanza?-.

Yo tragué saliva, pero ya no había marcha atrás.

-Aquí…y a-aquí…y también…también…aquí…-, respondí en un hilo de voz, señalando consecutivamente mi trasero, pecho y pene. -¡Pero fue muy rápido, Mamita! ¡Y te juro que yo le iba a reclamar, pero en eso llegaron…!...-

Naomi cortó el aire con una mano, interrumpiendo tajante mi atropellada explicación. Luego se me quedó viendo fijamente, antes de agacharse un poco y preguntarme roncamente al oído.

-¿Y te gustó, bebé? ¿Te gustó que esa francesita mano-larga, tan linda y pechugona, haya palpado tus cositas?-.

Respiré profundamente, cobré valor y respondí.

-Si, Mami…la verdad, sí me gustó…-

-¿Ella o que te tocará? ¿Exactamente, que fue lo que te gustó?-. La gigante se había apoderado de mi miembro y huevos, todo en una mano, apretándolos suave, pero amenazadoramente.

El hielo bajo mis pies se hacía más delgado, pero yo ya estaba sobre él.

-Todo, Mamita, todo me gustó mucho… Ella y… como me miró y… me habló y me…me tocó…-

Los dedos se crisparon un momento sobre mis genitales, como si los fuera a arrancar, pero inmediatamente la presión cedió y se volvió un suave mimo. El silencio, sin embargo, se hizo aplastante.

-¿Estás…estás enojada conmigo, Mami?...-

-En realidad, no, bebé-, respondió acariciadoramente. –Es más, me excita mucho el imaginarte ahí, encueradito, sin saber que hacer frente a una chica tan bella y sensual como Izy -.

-Sí estoy un poquillo celosa-, agregó, volviendo a juguetear con mí agujero, –pero tu no tienes la culpa de ser tan cachoncito. Precisamente así te escogí, por que de otra forma no funcionaría todo lo que tengo proyectado-.

La Mulata volvió a agacharse, para mordisquear eróticamente mis labios.

-Pero, además y que tal vez no sabes todavía, es que Mami es muy depravadita y liberal, que te tiene preparadas experiencias bastante alucinadas y que te va a dejar jugar con muchas, muchas niñas tanto o mas lindas, que Isabelle-.

-Sólo que, de una vez, te voy a hacer una advertencia-, añadió, sujetándome fuertemente por el cabello de la nuca. –Todo lo que hagas tiene que ser con mi consentimiento. ¿Entiendes, putito?-.

-Sssi…entiendo…-…medio respondí, acobardado por la súbita ferocidad de su expresión.

-Ya sea que YO te lo dé anticipadamente o TÚ lo pidas antes de hacer algo nuevo, pero todo tiene que tener mi permiso… ¿TE QUEDA CLARO?-.

-Si…sssii…-

-¿¡De verdad, cabroncito!? ¿¡O te lo hago entender A MI MANERA!?-.

-No…no es nece-necesario, Mami…me queda muy, muy claro…-

-¡Bien!-, respondió, soltándome y mirándome sonriente, mientras ensartaba varios dedos en mi culo. –Pues entonces quiero que me des una muy buena mamada de verga, que se me antojó venirme en tu boca, mientras me entretengo con este boquetito-.

Yo en el acto obedecí, pues el profundo mete y saca que ella ya había iniciado, me tenía más que dispuesto. Así, al mismo tiempo que me tragaba el garrote, empecé a masturbar mi propia verguita.

-¡Nada de eso, niño impúdico! ¡Traiga para acá esa manita!-, dijo La Mulata al verme, quitando mi mano de mi pene y colocándolo sobre el suyo.

-Pero, Mami…yo creí que… ¡Ayyy!-.

-Pues no ande creyendo tontito-, me interrumpió, dándome una cachetada, lo suficientemente fuerte para hacer arder mi mejilla. –Lo quiero con sus dos manitas apapachando mi tranca-.

-Ssssi…Mamita, pero a mi también me tienes muy cachondo, por favor no me dejes con las… ¡Gaaaaack!-.

-Precisamente te voy a dejar con las ganas-, sentenció ella, tras obligarme a engullir de nuevo su vergota. –Es tu castigo, papacito, por andar de coscolino con Isabelle-.

-Estas prevenido-, añadió, con un par de nalgadas de advertencia. -¡Ni se te ocurra venirte! ¡Que ya sabes que Mami puede ser muy mala, cuando se enoja!-.

-"Sobre aviso, no hay engaño"-, pensé resignado y me propuse hacer que se viniera en la forma mas placentera posible, poniendo en práctica todo lo aprendido esa larga noche.

A los pocos minutos ya la tenía gimiendo, con sus manos recorriendo desesperadamente todo mi cuerpo.

-¡Ay, bebito! ¡Que rápido aprendes!-, expresó emocionadísima, mientras se amasaba ella sola sus tetotas. -¡Que delicioso mamas! ¡Y que ricas manitas! ¡No dejes de sobarme el tronco y los huevos! ¡Síguele! ¡Todito, mi nene!-.

-¡Siiiiiiiiii!.... ¡Así! ¡Así! ¡Así, mi tragoncito!..... ¡Asiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!........ ¡Aaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhh!...-

La gigante me mantuvo fuertemente sujeto por la nuca, mientras depositaba en mi garganta su abundante venida. Los borbotones de esperma brotaban tan violentos, que claramente los sentía chocar contra mi tráquea, antes de empezar a correr hacia mi estómago.

Ella permaneció por unos momentos recargada de espaldas contra la pared, con los ojos cerrados y respirando despaciosamente, sin liberar mi boca, como disfrutando el momento.

Luego volvió a verme, entrecerrando los ojos y sonriendo ligeramente.

-Insisto-, dijo suspirando. -Que joya de putito, me vine a encontrar en ti-.

Sin darme tiempo a responder, se puso de pie y, tirando de mi oreja, me obligó a hacer lo mismo. Luego envolvió con su antebrazo mi cintura, por el abdomen y me levantó como pluma, dejándome doblado en el aire, con la mitad superior de mi cuerpo colgando y el culo directamente bajo la ducha.

Y así, como si nada, procedió a abrir mis nalgas y a meter y sacar un dedo, permitiendo que el chorro de agua me llegara muy adentro.

-¡No seas mala, Mamita!-, imploré, mientras mi cabeza pendía hacia el suelo. -¡Por favor saca tu dedote de ahí, que me vas a dejar bien picado!-.

-Ni modo, bebé-, respondió, riendo, pero sin suspender la dulce tortura. –Quien le manda andar de coqueto con las doncellas buenotas… y sin mi permiso-.

-Además-, añadió, festiva, -los niños deben tener el culito bien presentable cuando hay visitas-.

Cuando quedó satisfecha, me puso de pie bajo la ducha, para que el agua se llevase los restos de jabón. Una vez que ella hizo lo mismo, cerró las llaves y me llevó de la mano afuera, donde retiró los gorros y me dio una toalla.

-Apúrate chaparrito, que aquellas están loquísimas y si me descuido… ¡me destrozan la casa!-.

-¡Pero te van a encantar!-, añadió, guiñándome un ojo. –Todas son lindas, jóvenes, con unos cuerpazos y muy altas… ¡Al gusto de mi nene!-.

De que me gustaban altas, ni hablar. Pero me estaba dando cuenta que las amistades de Naomi eran mas bien gigantes, de personalidad bastante dominante y muy inclinadas a agarrarme de su juguetito. Pero… ¡que se le iba a hacer!

-¡Casi lo olvido!-, dijo de pronto la gigante, palmeándose la frente. –Termina de secarte, pequeño, que tengo que checar rapidito un asunto-.

La chica abandonó el baño y pude oírla hablar apresuradamente del teléfono de su despacho. Cuando volvió, sonreía de oreja a oreja.

-¡Todo listo, mi Rey!-, me dijo, alegremente. – ¡Ahora, a arreglarnos!-.

Naomí sacó entonces de un ropero un vestido muy parecido al que usó para recibirme, pero algo más elegante y en color azul oscuro. Tras tomar además un tanga del mismo color y unas altas zapatillas de tacón, se dirigió a un tocador cercano, donde empezó a vestirse.

-"¡Menos mal!"-, pensé aliviado. –"Parece que la cosa es más formal y no creo que me vaya hacer salir en bata"-.

Con esta idea, sugerí inocentemente:

-Mami, ¿puedes mandar traer mi ropa de tu cuarto? Debe estar un poco arrugada, pero quizá Isabelle podría…-

-¿Cuál ropa, chiquito?-, me interrumpió, distraídamente, ya enteramente vestida y ajustando los lazos de sus zapatillas. -¡Ah! ¡Esa ropa! No, bebé. Ya está todita en la lavandería. La llevé mientras estabas dormidito-.

La Mulata hablaba con total naturalidad, sin voltear a verme y mientras empezaba a maquillarse, cómodamente sentada en un banquito frente al espejo.

-¿En-en-entonces, que me voy a poner yo? ¿LA BATITA?-, pregunté completamente horrorizado.

-¡Claro que no, tontín!-, respondió, sonriéndome por medio del reflejo. –Tu atuendo es una sorpresita y precisamente le pedí a Izy que lo traiga para acá-.

Como si la hubiera invocado, en ese momento la esbelta mano de la doncella apareció en la entrada del baño, tocando discretamente la entreabierta puerta y haciéndome temblar con su irresistible acento parisino.

-¿Me permite, mademoiselle Naomi? Traigo su encargo-.

-¡Adelante, preciosa! ¡Pareces nueva! ¡Ya sabes que puedes entrar con confianza!-.

- Naturellement, mademoiselle , disculpe mi titubeo-, respondió con exquisita cortesía la morena, adelantándose. –Es sólo que tengo la impresión que el señorito se puede sentir cohibido conmigo-.

El "señorito" o sea yo, se encontraba clavado en el suelo, atrapado en la electricidad que llenó el ambiente, en cuanto la morena ingresó a la habitación.

-"Y para colmo… ¡Otra vez encuerado!"-, pensé, totalmente ruborizado, percatándome que había abandonado la toalla a unos pasos y sin quedarme más remedio que tapar mi pollita y pechos con las manos, como las mujeres pudorosas.

- Bonsoir , don Carlos, es un placer verlo de nuevo-, saludó la doncella, mirando fijamente mi ridícula pose, con una pícara sonrisa-.

-Bu-buenas noches, Isabelle-, respondí a duras penas. –Disculpa que te reciba así, pero…-

-No, bebé, no seas tan tímido con ella-, intervino Naomi, -que precisamente uno de sus deberes es ayudarte a vestirte, por lo que debes acostumbrarte a que te vea desnudo, ¿verdad Izy?-.

- Oui , madame -, respondió la morena, con su eterna y turbadora sonrisa y paseando su mirada entre mi cara y mi entrepierna. –Y si me permite, agregaré que será un placer atender a monsieur en todo lo que deseé-.

-Estoy segura de ello, Isabelle-, contestó mi anfitriona, en el mismo tono. La mirada de complicidad que las chicas intercambiaron en el espejo, me puso la carne de gallina.

-Pero, ¡que maleducada soy!-, agregó de pronto, mi gigante, girando en el banquito hacia nosotros. -¡No los he presentado formalmente! A ver, mi nene, salude a la señorita, como se debe-.

-¡Pero, Naomí!-, protesté, imprudente. -¡Si ya nos conocimos en el recibi…!...-

-¿¡NAOMI?!-, me paró ella en seco, alzando una ceja amenazadoramente. -¿Escuché mal ó me llamaste Naomi, bebé?-.

Yo la miré desesperado, parpadeando nerviosamente, como suplicándole que no me exhibiera ante la bella mucama. Pero su expresión era inquebrantable.

-Perdón…qui-quise decir, Mami…-, me corregí con una vocecita, temeroso y totalmente avergonzado. -Ma-Ma-Mamita… Mamita chu-chula…-

Se hizo un pesado silencio, en el que yo intercalada tímidamente mi mirada entre el piso, el severo rostro de mi dueña y la pícara expresión de Izy, quien me observaba con una mezcla de ternura y compasión, como una gata ante un insignificante ratoncito.

-Así está mejor, jovencito-, dijo finalmente Naomi, riendo ante mi angustiado aspecto, pero aún del todo inflexible. –Ahora obedezca y preséntese adecuadamente.

La Mulata se había cruzado de brazos y me observaba con la dulce severidad de una profesora de kinder inspeccionando los modales de su alumno consentido.

Tras titubear un momento, me adelanté estirando un brazo hacia la francesa, descubriendo mis tetitas, pero dejando la otra mano sobre mi pene.

Más mi "maestra" me detuvo antes de poder decir nada.

-¡No, chiquito! ¡Así, no!-, exclamó, interpretando de maravilla a una escandalizada institutriz

–Acuérdate pequeño, como te enseñe-, añadió, pacientemente. -Bien derechito y con un brazo cruzado atrás, arribita de las pompis, mientras extiendes la otra manita para presentarte como un caballerito-.

Las chicas volvieron a cruzar una mirada de entendimiento, divertidísimas a mi costa.

-"¡Condenadas, grandotas!"-, pensé, derrotado por las sensuales mujeres. –"Son como los velociraptors de Jurassic Park… ¡Cazan en grupo!"-.

Suspirando, me di por vencido y di un paso al frente, adoptando la posición indicada y descubriendo, sin más, mi verguita. Para colmo de males, ésta lucía más parada que nunca, constatando que en realidad gozaba de aquel juego de humillación.

-¿Cómo esta usted, señorita?-, dije por fin, totalmente ruborizado y extendiendo mi mano libre hacia arriba. –Yo soy Carlos Mirada y estoy para servirle-.

- Enchantée, monsieur -, respondió la doncella, esta vez sin inclinarse en absoluto, haciendo notar más la diferencia de estaturas e incrementando mi turbación. –Yo soy Isabelle Fabignon D'Aboville y como le dije antes, estoy absolutamente a sus órdenes.

-"¡Dios, que hembra!", pensé, con el culito palpitándome como loco. –"Con razón el término "mujer fatal" es de origen francés… ¡Esta chica es toda una femme fatale ! ¡Y que tetotas!"-.

-Si quieres, puedes parpadear, mirón-, dijo entonces, la Mulata. -¡No se te vayan a salir los ojos, bobito!-.

La burlona expresión me hizo tragar saliva y retirar mi vista inmediatamente de Isabelle, para dirigirla a mi celosa "novia". Pero, afortunadamente para mi, ella estaba regocijada al máximo con mi sumisa admiración a la voluptuosa francesa.

-Bueno, basta de formalidades-, dijo entonces, mi gigante. -¿Dónde está el regalo para mi niño, Izy? Pásamelo por favor, que lo acaba de traer Eva y no he tenido tiempo de verlo-.

La doncella abandonó un momento el vestidor, para retornar con dos pequeñas cajas adornadas con moños, que entregó a su patrona.

Colocándolos en el tocador, la Mulata se apresuró a desenvolver el paquete más grande, lanzando un gritito de emoción en cuanto se asomó al interior.

-¡Uy, que linda ropita!-, expresó, levantando una finísima tela. -¡Se te va a ver preciosa, chiquito!-.

-"¡Mi madre!"-, pensé abatido, al ver las reducidas prendas que Naomi sostenía en alto. –"O sea que el show no ha terminado"-.

-Siempre he dicho que Evita tiene muy buen gusto-, continuó Naomi. –Y seguramente el resto del pedido es igual de coqueto y encantador. ¿Isabelle?-.

- ¿Oui, mademoiselle?-.

-Por favor ayuda al señor a arreglarse tras aquel biombo-, expresó mi chica, girando de nuevo al tocador e ignorado soberanamente mi expresión de pánico.

-¿No prefiere, madame , que lo vista aquí, frente a usted?-.

-No preciosa, lo dejo en tus manos-, respondió Naomi, completamente concentrada en retocar su peinado. –Ahí donde te digo, tienes todo lo necesario para que me lo dejes bien guapito y me den la sorpresa.

- Comme vous ordonnez, mademoiselle -, asintió la morena con una sencilla caravana, tomando las cajas y, con una deslumbrante sonrisa, extendiendo su mano hacia mi. -¿Me acompaña monsieur ?-.

Yo miré implorante a mi anfitriona a través del espejo, pero al ver que ésta seguía en su papel, me volví a someter y dejé que la inquietante doncella me llevara hacia la dichosa mampara.

Atrás de ésta y como lo dijo Naomi, no faltaba nada para el arreglo personal, desde un completísimo tocador, hasta un juego de tres altos espejos acomodados en forma de herradura, de tal manera que colocado entre ellos, se podía apreciar cualquier parte del cuerpo desde diversos ángulos.

En cuanto el biombo nos ocultó a la vista de la Mulata, Isabelle se arrodilló con gracia a mi lado, acomodó las cajas en el piso y procedió a inspeccionarlas.

-Creo que debemos empezar con esto, señorito-, dijo ella de pronto, balanceando juguetonamente en su índice un diminuto calzón de un intenso azul cobalto.

-¿Y eso, que…que es?-, pregunté tontamente, capturado por la traviesa mirada de la francesa.

-Es lingerie Pero… ¿Cómo se dice en español? ¡Oh, oui ! ¡Una tanga! Es una linda tanga, monsieur -

-¡Ya ví que es una tanga! ¡No estoy ciego-, atajé, desesperado ante la situación. -¡Pero debe haber un error, porqué …!...-

-No creo, don Carlos-, me interrumpió amablemente, extendiendo la prenda sobre mi cadera. -¡Mire! Es de su talla, señorito-.

-Es más-, agregó, con su cautivadora sonrisa, -me atrevo a decir que debe sentarle estupendamente. Por favor, levante un pie para probársela…-

-NI LOCO, me pongo eso, Isabelle-, la interrumpí, cruzándome de brazos enfurruñado.

Ella sonrió ante mi rabieta e intentó convencerme de acuerdo a mi infantil actitud.

-¡Ánde, señorito! ¡No sea malo con Izy!-, expresó, pellizcando mi mejilla, como a un niño berrinchudo. –Levante la piernita… ¿Si?-.

Pero yo seguía en lo mío. Y es que independientemente de que la tanga iba de acuerdo a mis secretos gustos y en el fondo anhelaba probármela, algo en mi se rebelaba a que hasta la doncella de la casa, me tratara como a un pelele.

Ante mi terco silencio, la morena insistió, cambiando de estrategia:

- Il a été supplié, monsieur Se lo suplico, señor-, dijo tomándome de las manos y acercando su rostro al mío. -Necesito vestirlo o me va a regañar la señorita-.

-¡No inventes, Izy!-, rebatí, intentando evitar caer en la evidente trampa. –No creo que Naomi…-

- Mademoiselle es muy bondadosa y comprensiva-, me interrumpió, poniendo ojos de niña indefensa. -Pero no tolera la ineptitud. ¿Usted no quiere que pierda mi trabajo, verdad?-.

La curvilínea chica empezó a pasar seductoramente las yemas de los dedos por mis muslos, acercándose peligrosamente a mi paradísimo pene. Esto podía ser parte de un enloquecedor chantaje, pero su mirada realmente me decía que podía tener problemas con su jefa, o sea, mi dominante dueña.

-OK, Isabelle, me pongo lo que tú quieras-, suspiré, sabiendo que me estaba dejando manipular como un títere. –Pero me molesta un poco que abuses de tu belleza y de que tienes todas esas… cosotas. Además, me da la impresión de que diviertes agarrándome de tu juguet…-

La francesa no me dejó terminar, pues fundiéndome las pocas neuronas que me quedaban sanas, me plantó un suave, pero estremecedor beso en los labios.

Merci !-, ronroneó inmediatamente a mi oído. -¡ Merci beaucoup, mon petit monsieur !

-"Muchas gracias, mi pequeño señor", traduje mentalmente, saboreando la frase con los ojos cerrados.

A tal grado me fascinó la deliciosa forma en que la francesita demostraba su agradecimiento, que solito levanté el pie para que la chica me colocara la dichosa tanga.

En cuanto me vio, ella rió como adolescente y, completamente desinhibida, cubrió todo mi rostro de pequeños besos, mientras susurraba en su idioma.

- ¡Ainsi, mon amour! -, dijo, con ese acento que me producía cosquillas en toda la espalda. - Comporte-toi bien avec moi, et je te rendrai fou d'un plaisir -.

-"¡Esta no sabe que la entiendo perfectamente!"-, pensé divertido y muy halagado con sus ardientes palabras. -"O sea, chiquita, que si me porto bien contigo, ¿tu me vas a enloquecer de placer? ¡Ya dijiste, mamasota!-.

- Mademoiselle Naomi tiene razón -, siguió ella entusiasmada, acariciando mis rostro y hablando consigo misma. -¡ Yo sont un petit homme adorable !-.

Pero por más encantado que estuviera con los mimos de la apasionada doncella, ya nos estábamos tardando demasiado y tampoco había que tentar al diablo.

-Disculpa, Izy-, dije entonces, poniendo mi mejor cara de inocente. -¿Si me vas a vestir? Por que se me está cansando la pierna de tenerla levantada-.

-¡Que barbaridad!-, respondió totalmente apenada, pero sin quitar su preciosa sonrisa. -¡Que torpeza la mía! ¡Enseguida, monsieur !-.

Yo ya había decidido cooperar al máximo con la chica, totalmente prendido de su encanto y sensualidad. Pero cuando vi que la prenda prácticamente no me tapaba nada, casi me arrepiento de mi docilidad.

-Está…está muy chi-chiquita… ¿No crees Izy?-, balbuceé, volviendo a ruborizarme intensamente.

-¡Se ve usted precioso, don Carlos! ¡ Magnifique !-, expresó contentísima, como niña ante juguete nuevo. -¡Compruébelo usted mismo, si me hace favor!-.

Entonces la morena se puso de pie y empujándome suavemente por la parte baja de la espalda, me llevó en medio de los espejos.

-"Pues la verdad, si me veo muy mono"-, pensé con un cosquilleo de excitación. El diseño de la tanguita resaltaba enormemente mi femenina figura, mientras que el intenso color cobalto, contrastaba con mi sonrosada piel.

Por delante, la prenda no era más que un triangulito que apenas tapaba mi pollita y por detrás, mis rozagantes posaderas prácticamente lucían desnudas.

-Con su permiso, monsieur -, dijo de pronto la doncella, separando con toda naturalidad mis nalgas e introduciendo más profundamente el hilo dental.

-¡Aaahhh!-, respingué, sorprendido, pero automáticamente excitado. -¿Por…porqué…hicis-hiciste eso, Isabelle?-.

-Lo siento, señorito-, se disculpó ella, pero con los ojos ardiendo de divertida lujuria. –Es que así sus… eh… glúteos, lucen mejor-.

-Bu-bueno-, acepté, respirando agitado. –Sigamos con lo demás, por fav…-….

-Antes, un último detalle-, me interrumpió la sonriente chica, introduciendo su mano, como si nada, en la parte delantera del bikini y pegando mi erecta verguita contra mi abdomen.

-¡Aaaaaahhhhhhh!-, exclamé, ahora sí con un verdadero brinco. -¿Y ahora…eso que…que fue?-.

-De verdad debe disculpar mi atrevimiento, señorito-, argumentó, en absoluto arrepentida. –Lo que pasa es que aunque pequeña, su… cosita, está muy…muy… ¿Cómo se dice? ¡Ah, sí! ¡Muy dura y paradita! Y si no la acomodamos bien, llama demasiado la atención… ¿No cree, monsieur ?-.

-Bueno-, agregó inmediatamente, sin esperar mis posibles réplicas. –Vamos a completar el conjunto-.

Entonces la chica sacó un ligerísimo brassier del mismo color y material de la tanga y sin darme tiempo a nada, colocó los delgados tirantes en mis hombros y lo abrochó a mi espalda.

-"¡Wow!-, pensé yo, alelado, ante mi reflejo. -¡De verdad que yo sería una muy, muy apetecible chica!"-.

El transparente sujetador era diminuto y apenas cubría mis pezones, pero tan bien diseñado, que levantaba y juntaba mis tetitas, resaltando enloquecedoramente un volumen y forma, que yo no imaginaba que tenían.

En conjunto, la lencería evidenciaba escandalosamente mi femenina silueta, acentuando la brevísima cintura, respingón culito y torneadas piernas.

-Se ve usted hermoso, monsieur-, dijo entonces Isabelle, con genuina admiración. -¡ Absolument délicieux !-.

La francesa se había colocado de pie, unos pasos atrás de mí, contemplando pecaminosamente y desde todos los ángulos mi reflejo.

-¿De verdad te…te gusta, Izzy?, pregunté, inseguro. -¿No te parezco ridículo? ¿Cómo un…como un patético maricón?-.

La doncella sonrió dulcemente y luego se aproximó y agachó, para abrazarme desde atrás y acunar mis pechitos con sus largos dedos.

-Le diré, don Carlos-, susurró a mi oído, -que una cosa es un simple homosexual y otra muy diferente es alguien tan primorosamente construido, con carita de niña precoz y tentador cuerpo de mujercita…como usted-.

Tragué saliva. Mis pezones latieron furiosos y por un momento, me perdí en el reflejo de los hechiceros ojos verdes de la francesa.

-¿INTERRUMPO?...-

Ambos pegamos un brinco ante la repentina aparición de Naomi, pero mientras yo me puso pálido y empecé a temblar, Isabelle se limitó a retirarse unos pasos y cruzar las manos por detrás, sin abandonar su eterna sonrisa de Angelina Jolie.

-¡Ma-Mamita!-, empecé a balbucear, frotando las manos en mis muslos. -¡Izzy sólo me estaba ajustando el bra…-

-¡Chiquitito!-, me interrumpió ella, comiéndome con los ojos. -¡Que rico te ves!-.

La gigante actuaba como si no acabara de cacharme en brazos de otra y totalmente concentrada en arrancar mis breves prendas con la mirada.

-¡Que bueno estás, papacito!-, continuó ella, haciéndome sentir profundamente halagado y excitado. -¡A ver! ¡Date una vueltecita para mi!-.

Yo obedecí de inmediato y empecé a girar con lentitud, sumiendo ligeramente el abdomen, inflando el pecho y levantando el culito, todo sin dejar de mirarla al rostro y haciéndole ver que me estaba exhibiendo para ella.

-¡Bebé!-, siguió mi dueña, con las pupilas encendidas de deseo y como si me observara por primera vez. -¡Como te lucen todas tus cositas! ¡Tus tetitas, piernitas y nalguitas!-.

Yo estaba realmente fascinado con el cachondo inventario que Naomi hacía de mi anatomía e instintivamente empecé a adoptar sugerentes poses, olvidando por completo la presencia de la mucama.

-¡UY! ¡Y que bonito modelas! ¡Te voy a comer, papito! ¡Ven aquí!-.

Con el corazón alborotado obedecí, comprendiendo súbitamente que aunque mujeres como Isabelle podían volverme loco, era la Mulata la que me traía cacheteando la banqueta.

Al llegar a sus pies, la vi más alta que nunca, pues los elevados tacones le agregaban al menos 10 centímetros. Pero eso me encantó, haciéndome sentir tan pequeño y delicado, como un duende ante una poderosa amazona.

Inconscientemente adopté una postura de sexy colegiala, con mis manos cruzaditas atrás, una pierna adelantada a la otra y la cadera ladeada, quebrando levemente la cintura.

-Entonces, ¿das tu aprobación, Mami?-, dije entonces, jugando coquetamente con fuego. –Porqué Isabelle dice que se me ve muy, pero muy bien. ¿Tú que piensas?-.

Naomi sonrió ante mi suicida deseo de ponerla celosa y por toda respuesta me levantó con una sola mano por las nalgas, me aplastó contra sus tetotas y metió profundamente su lengua en mi boca, mientras me magreaba por todos lados.

Sería que realmente le enloqueció mi aspecto, que le excitó sorprender a la doncella agarrándome las tetas o mi insensato intento de darle picones, pero la gigante estaba desatada y ya me tenía semidesnudo, con una teta al aire y la pollita de fuera.

-¡Ma-Mamita!-, jadeé, separándome a duras penas de su boca. -¡Nos está viendo Izzy! ¡Me da vergüenz... Aaaaahhhhhhhh!-.

-No importa-, me silenció ella, con un apretón al glande y mordiéndome un pezón. –Isabelle sabe que eres MI putito sumiso y que puedo tomarte cuando, como y donde yo quiera-.

-Cla-Claro, Mamita, pero… ¡Aaaaaaaahhhhhhhhhhh…!

-Además-, volvió a interrumpirme con un delicioso piquete de culo, -tú tienes la culpa, papacito, por tener este cuerpecito de azúcar y exhibirlo tan cachondamente para Mami… y por otras cosas, que ahorita vamos a platicar-.

Entonces la Mulata se dirigió resueltamente al tocador, sosteniendo todo mi peso en el dedo con que me tenía ensartado. Al llegar al alto mueble, me acomodó boca abajo, con el trasero bien levantado, el pecho aplastado contra la superficie y mirando en dirección a la doncella.

-Ven por favor Izzy-, ordenó con amable decisión. –Te quiero en el banquito, con tu cara a la misma altura que la de este cabroncito-.

Me empecé a alarmar por el giro que daban las cosas y más cuando observé a la doncella avanzar con absoluta calma, sentarse con sensualidad y colocar cómodamente los antebrazos en el borde del tocador, donde apoyó el rostro.

A centímetros de los míos, los chispeantes ojos de la francesa lanzaban el mensaje de que disfrutaba intensamente el verme indefenso frente a su patrona.

-¿Isabelle?-, dijo entonces Naomi.

-¿ Oui, Mademoiselle ?-.

-Quiero que por favor le preguntes al bebé, quien es él-.

-Disculpe, monsieur . ¿Quien es ust…?

-No, preciosa-, interrumpió mi dueña, con una risita que me provocó un escalofrío de temor. –Olvídate un momento del "usted". Ahorita, DON CARLOS no es más que un niñito que se ha portado mal y tú vas a ayudar a su Mami a darle una lección.

Los voluptuosos labios de la francesa dibujaron una amplia sonrisa y cruzó con la gigante una rápida mirada de complicidad. Luego apoyó la cara sobre una mano y volvió a hablarme, ya transformada en una dominante mujer.

-A ver, chiquito… ¿ Celui qui es-tu ? ¿Quién eres tú?-.

-Soy Ca-Carlos Miranda y… ¡Aaaayyy!...-

La poderosa mano de Naomi había caído tan fuerte sobre mi trasero, que casi me lanza fuera del tocador.

-Te equivocas, bebé-, dijo Isabelle, captando inmediatamente las intenciones de la Mulata. –Te voy a preguntar de nuevo: ¿Quién eres tú?-.

-Soy…soy…el putito sumiso de Mami y creo que me he portado un poquito mal…. ¡Aaaayyyy!-.

-¡Uy!-, expresó, fascinada, la doncella. -¡Que fuerte estuvo esa nalgada, mon petit ! ¡Creo que a tu Mami, no le gustó la respuesta!-.

Izzy estaba totalmente desinhibida y mientras hablaba, acariciaba mi rostro y pasaba los dedos sugerentemente por su escote.

-¡Ah, ya sé!-, añadió. -¿Será que el pequeño se portó MÁS, que un poquito mal?-.

-¡Si! ¡Eso…eso es!-, gimoteé desesperado, intentando que cesaran los azotes. -¡Me porté mucho, muy mal!-.

-¿Y porqué, escuincle malo?-, intervino Naomí, empezando a pellizcar cruelmente mi verguita. -¿Qué hiciste? ¿Desobedeciste a Mamita?-.

-¡Siiiiiii!... ¡Ay! ¡Ay!... ¡Deso-Desobedecí!... ¡Ayyyy!... ¡Ayyyy!...-

-¿Y en qué desobedeciste, perro?-, insistió mi dueña, clavando aún más sus uñas. -¿EN QUÉ?-.

-¡Andaba… ¡Ayyyy!... ¡Yo andaba de coqueto... ¡Ayyyyyy!… ¡De coqueto y de cachondo con la doncella!... ¡Ayyy!... ¡Ayyy!... ¡Ayyyyyyyyy!…-

-¿Y lo PEOR de todo, es que fue SIN PERMISO de quien?-, reiteró la Mulata, haciéndome sentir que me arrancaba el pene.

-¡Ayyyyyyyyy!… ¡Sin tú permiso!... ¡Ayyyyyyyyy!… ¡Sin permiso de Mami!... ¡Ayyyyyyyyyyyy!... ¡Ya no!... ¡Ayyyyyyyyyyyyyyyyy!… ¡Ya no, por favor!... -

A veces creo que de no ser por la francesa, Naomi en verdad me hubiera castrado. Poniéndose de pie, Isabelle colocó suavemente su mano sobre la de mi explosiva Ama y se atrevió a intervenir.

-Pero ya no lo va a volver a hacer, Mademoiselle -, suplicó con cautela, para inmediatamente inclinarse hacia mí. -¿Verdad que ya no lo vas a volver a hacer, chiquito?-.

-No… (Snif)… No lo vuelvo a hacer, Ma-Mamita… (Snif, snif)… De veras que no lo…no lo vuelvo a hacer…-

-Anda bebé-, añadió la doncella, limpiando mis lágrimas. –Pídele perdón a Mami. Pídeselo, mon petit -.

-Perdóname, Mamita… (Sob, sob)… Te juro que si me perdonas, no te vuelvo a fallar jamás…-

Giré mi rostro hacia la gigante y la miré realmente arrepentido. Ella ya había dejado de torturar mi miembro, pero hasta ese momento empezó a dar muestras de que su enojo disminuía.

-Izy-, suspiró pesadamente, liberando de todo mi pene y tratando de controlarse. – ¿Puedes ir al bar de mi despacho? Necesito que traigas una cubeta con hielos, un whisky, un coñac y mis cigarros especiales. Sírvete algo tú también y no tardes, por favor-.

En un santiamén la mucama ya estaba de vuelta, con una bien surtida charola.

-Ven, chiquito-, dijo entonces, sentándome con cuidado sobre el tocador, con mi espalda recargada en el espejo. Su expresión comenzaba a relajarse y sus hermosos ojos me decían que se arrepentía del brutal castigo.

Recargándose a mi lado, me dio unos sorbos de coñac, mientras presionaba cuidadosamente contra mi adolorida pollita, algunos hielos envueltos en una servilleta.

-¿Te duele aquí, bebé?-, me preguntó con infinita ternura. -¿Te maltrataron tu verguita?-.

-Si, Ma-Mami-, respondí, todavía moqueando. -¡De por sí, casi ni tengo! ¡Y ya mero me dejan liso!-.

Tras mirarse un instante entre ellas, las chicas estallaron al mismo tiempo en una juvenil carcajada, encantadas con mi ocurrencia y disolviendo la tensión del ambiente.

-¡No seas tontito!-, expresó Naomi todavía riendo y empezando a deslizar suavemente un solo hielo por mi palito, ya sin la servilleta. –La poquita que tienes es preciosa. ¿Verdad, Isabelle?-.

- Oui, Mademoiselle -, ronroneó la morena, pegándose a mi costado y tomando otro hielo, pero para dejarlo gotear delirantemente sobre mi glande. –El penecito de monsieur , es la cosa más excitante que he visto jamás-.

Yo estaba que aullaba de contento. Con las manos que tenían libres, las exuberantes mujeres acariciaban mis muslos y testículos, mientras me mantenían deliciosamente aplastado, por ambos costados, por sus fabulosas tetotas.

Entonces Naomí me tomó por la barbilla y volvió a devorar mi boca.

-Esto-, explicó, mordisqueando mi labio inferior, -es porqué yo también quiero que me disculpes, nenito. En verdad estoy apenada por haberse dejado llevar tan violentamente por los celos.

-¡Pero tú tienes la culpa, Cosita!-, agregó, levantando del todo mi sujetador y chupeteando mis pezones. -¡Estas tan lindo, que te quiero para mi solita!-.

Aunque aún un poco adolorido, mi diminuto falo se crecía con los mimos y piropos y apuntaba desafiante hacia el techo, hinchado como nunca.

-¿ Mademoiselle ?-, dijo de pronto la francesa, con una timidez extraña en ella.

-Dime, linda-, respondió Naomi, separándose un poco de mi.

-Yo también quiero pedirle disculpas. Creo que malinterpreté sus intenciones o me dejé llevar por mi temperamento. Lo que haya sido, fui yo quien le causó problemas al señorito-.

La curvilínea doncella tenía los labios temblorosos, la mirada insegura y en general, mostraba una humildad que hacía contraste con su altiva estampa.

-Yo provoqué a Don Carlos-, añadió la mucama, -y acataré cualquier sanción que usted decida. Le aseguro que nunca quise hacerla dudar de monsieur y que jamás interferiré entre ustedes… más allá de lo que usted misma pida-.

Mi Ama la observó reflexiva, para finalmente jalarla por la nuca y fundirse en un apasionado beso con ella, justo frente a mis ojos.

-"¡Condenadas!", pensé yo, al borde del orgasmo por la cachonda escena y muriéndome de ganas de improvisar un trío de lenguas. –"Si ya se me hacía raro que Isabelle se tomara tanta confianza"-.

-"Definitivamente éstas mamasotas ya se han cogido… confianza, y ni duda cabe que ya estaban de acuerdo para divertirse, juntitas, conmigo"-.

-No te preocupes, Izy-, dijo por fin, la Mulata, separándose de la mucama y mirándola posesivamente, como a una más de sus pertenencias. –La verdad, también a ti te iba ir muy mal, pero te voy a aplazar la penitencia como recompensa por defender a mi bebé-.

-¿Aplazar? Pero, Mademoiselle -

-Sin peros, putita… ¡O te castigo de una vez!-, atajó la gigante, haciéndome entender que yo no era ahí el único candidato a esclavo

-Lo que ahorita necesito de ti, mi dulce criada-, agregó, pasando la lengua por sus labios-, es que me hagas un favor-.

Naomi había jalado a Isabelle frente a ella, para empezar a acariciar el tentador trasero de la doncella por debajo de su faldita, mientras empezaba a desabotonar su blusa.

-El favor que usted quiera, Mademoiselle -, respondió Izy con cara de puta viciosa y repegándose a mi dueña.

-Tengo que adelantarme a atender a mis invitadas, por lo que necesito que termines de arreglar a mi chiquito y sobre todo, que lo ayudes a relajarse por completo, para poder enfrentar lo que le espera.

La Mulata concluyó la frase, colocando sugerentemente la mano de la francesa sobre mi paradísimo pitito.

-¡No!-, di un brinco, horrorizado. -¡Yo…yo ya no quiero problemas, Mami!-.

Ambas volvieron a reír por mi reacción y mientras Isabelle empezó a masturbarse lentamente, la lengua de Naomí volvió a repasarme las anginas.

-No vas a tener ningún problema, bebé-, musitó la gigante a mi oído, terminando de desabrochar la camisola de la francesa. –Porqué estoy a punto de extenderte un permiso especial-.

Entonces mi Ama empujó a la morena frente a mí y la acomodó de pie entre mis muslos, colocando mis manitas sobre los desnudos melonzotes.

-Pero, Ma-Mami… tú me prohibiste…-, tartamudeé, sorprendido.

-¿Te acuerdas de éstas tetotas, chaparrito?-, me interrumpió la Mulata, obligando a mis dedos a amasar el opulento pecho. –Son las que casi te dejan bizco y que ahora, Mami te las va a prestar por un ratito.

Yo ya estaba hipnotizado por los chispeantes ojos y las chichotas de la mucama, quien había intensificado sensualmente la masturbación y me sonreía con descarada lujuria, aparentemente encantada de someterse a mis antojos.

-Mira nenito-, empezó a explicarme Naomi, colocándose detrás de Isabelle y terminando de quitarle la blusa. –Durante 15 minutos, esta criadita tan buenota esta autorizada para hacer TODO lo necesario para que te relajes-.

-Pero, Mami, si ya estoy relaja…-

-Y a ti, chaparrito-, me interrumpió, -te doy permiso de agasajarte con ella y desquitarte de las calentadotas que te ha dado, PERO con una condición-.

La gigante se inclinó hacia delante, pasando sus brazos por los lados de la morena. Bien pegada a su espalda, me sujetó con fuerza por la nuca y empezó a masajear con su otra mano mis tetitas, mirándome posesivamente.

-No puedes hacer con ella, NADA que no hayas hecho conmigo-, precisó. -NI puedes dejarla llegar, más allá de donde he llegado YO. ¿Te queda claro, putito?-.

-Si Mami, clarísimo-, asentí de inmediato, ante su mirada de advertencia.

-Y tú zorrita-, añadió con fiereza al oído de Isabelle. -¿Comprendiste? ¿O tengo que explicarlo con otros métodos?-.

-Le entendí perfectamente Mademoiselle -, respondió la francesa, girando el rostro hacia Naomi y frotando lascivamente el trasero contra el paquetote de NUESTRA dueña.

-¡Excelente!-, exclamó la Mulata, jalándome por las nalgas para pegarme por completo a las desnudas tetotas de la mucama.

Enseguida se separó de nosotros, encendió uno de sus cigarros especiales y tras disfrutar un par de fumadas, volvió a reclinarse en la cómoda, al lado de nuestros casi juntos rostros.

-Antes de irme, quiero ver a mis dos sirvientes besándose. ¿Se besarían para Mami, chiquitos?-.

Por toda respuesta, la francesa sonrió y envolvió la totalidad de mi boca entre sus voluptuosos labios, brindándome una de esas lengüeteadas que aflojan las piernas y las sientes hasta la nuca.

-¿Te gusta mucho mi putito? ¿Verdad, Isabelle?-.

Naomi arrastraba roncamente la voz, metiendo su lengua entre las nuestras, repartiendo mordiscos, marcando su propiedad.

-Oui, Mademoiselle -, gimió la morena, dejándose magrear por su patrona.

-¿Y a ti chaparrito?-, añadió a mi oído, colando una mano bajo mis pompas y clavándome un grueso dedo. -¿Te está gustando el permiso especial?-.

-¡Mmmmm!... ¡Sí, Mamita!... ¡Aaaahhhhh!... ¡Me está recontra-fascinando!-.

-Me da gusto Chiquito, por que es mi manera de pedirte disculpas por haber sido tan dura hace rato contigo-.

-¡Ni lo menciones, Mami!-, respondí a duras penas, atrapado en las traviesas manos de la francesa. –Con disculpas como ésta… ¡Puedes castigarme cuando quieras!-.

La gigante volvió a llenar el lugar con su risa de niña, para tomar de nuevo su cigarro y empezar a dirigirse a la salida. Pero antes de abandonar el vestidor, lanzó la bomba.

-Ya sabes Izzy-, ronroneo, la gigante. –Haz lo que quieras con mi chiquito, lo que sea necesario para que se le quite lo tímido y quede listo para modelarle a todas mis amigas…-

-¿¡Mo-Modelar?!-, me atraganté yo. -¿¡COMO?! ¿¡CUANDO?!...-

-Ahorita bebé-, prosiguió mi "novia", disfrutando de mi turbación. –En cuanto Isabelle te deje bien relajado y te ponga guapito, vas a exhibir ese cuerpecito de putita que tienes para un grupo de alocadas chicas-.

-¡Pero Mamita!-, protesté, saltando del tocador y caminando hacia ella. -¡Si la bata ya está muy arrugada y…-

-¿Y quien dijo que vas a modelar la batita?-, atajó Naomi, deslizándose desafiante hacia mí, hasta que nos encontramos frente a frente, yo descalzo y ella en sus elevadísimos tacones.

Al más de 2 metros de altura, sus ardientes ojos presagiaban peligro y ya no me hizo tanta gracia el saberme tan diminuto.

-¿En-Entonces que…que quieres que mo-mo-modele, Mami?-, cuestioné en tono bastante más humilde y medio agachando la mirada.

-Te voy a dar una pista, PEQUEÑITO-, respondió, reacomodando con calma mi brassier, gozando de mi acobardada expresión. -¿Te gustó tu nueva ropita interior?-.

-¿La…la lencería? ¿No me digas que…-

-Sí, putito-, me interrumpió sonriendo implacable e inclinándose hacia mí. –En un ratito voy a presumirles tu culito y tetitas a mis amigas, haciéndote vestir NADA MÁS que preciosas tanguitas y muy sexis sujetadores-.

-Allá en la sala-, continuó, introduciendo juguetonamente un dedo en mi entreabierta boca, -te espera un lote de coquetísima lencería, que mandé traer especialmente para ti-.

-Y NO ME SALGAS con que no te gusta la idea, PERRITO, por que tengo PRUEBAS de que TE MUERES por mover la colita, EN PANTALETITAS-.

-¿Pru-Pruebas, Mami?...-

-Al menos cuatro-, sentenció, recorriendo con sus manos mi anatomía. –Esta paradísima pollita, esos pezones tan inflamados y tu dilatado y muy encharcado culito-.

-Le faltó la cuarta evidencia, Mademoiselle -, intervino entonces la doncella, con una risita de complicidad-.

-Sí, ¿verdad? ¿Cuál era? ¿Cuál era?-, respondió Naomí, cruzándose de brazos y mesando su barbilla. -¡Ah, es que la tienes tú, Izy! ¡Arrójala, preciosa!-.

Tras buscar en la bolsa de su delantalito, la francesa lanzó por encima de mí un pequeño objeto rosado. Antes de que éste llegara a manos de la gigante, yo ya sabía que era-.

-¿Qué es esto, chaparrito?-, preguntó la Mulata, haciendo girar en el índice la femenina prenda que yo había dejado en el baño de su recámara.

-Un…un calzón de mu-mu…mujer, Mami…-

-¡Y es rosita! ¡Y que bien huele! ¿Es tuya esta pantaletita, chiquito?-.

-Sssi…si, Ma-Mamita…-

-¿Y la traías puesta cuando llegaste? ¿Verdad?-.

-Si, Mami…-

-Eso significa que te agrada usar ropa interior de mujer. ¿No es así, bebé?-.

-Sssssi…sí Mamita…-

-Si… ¿QUÉ, perro?-.

-Si me agrada usar ropa interior de mujer…Mami…-

A cada palabra, Naomi se mostraba más despiadada, a la vez haciéndome sentir cada vez más pequeño y humillado.

-Entonces… ¿Por qué TANTO ESCÁNDALO con la sesión de modelaje que te tengo preparada? ¿EH, PUTO?-.

Involuntariamente tardé en responder, ya que me empezaron a temblar las piernas y sentí que el corazón me saldría por la boca. Finalmente y con los ojos repentinamente húmedos, miré a mi perversa Ama.

-Es que yo creía que sólo tú me ibas a ver…-

Naomi observó como mis lágrimas resbalaban en silencio por mis mejillas y una vez más, en un instante, su semblante cambió de la más cruel dureza, a un total y amoroso enternecimiento.

-¡Ay, chiquitito!-, exclamó, con la voz quebrada y abrazándome a su pecho. -¡Si te caes de tierno! ¡Me vas a matar de remordimiento, por ser tan dura contigo!-.

La gigante fue agachándose hasta quedar semi-sentada en el suelo, conmigo acurrucado en su regazo. En esa postura me besó como lo haría una incestuosa madre, con su más querido e indebidamente deseado hijo.

-Lo que tu no has entendido, mi Rey o a lo mejor no te he explicado bien, es que hombrecitos COMO TÚ, resultan de lo más atractivos para chicas COMO YO… ¿Verdad, Izzy?-.

-Absolutamente irresistibles-, ronroneó la francesa, acuclillándose frente a mi y apretando sus tetotas entre los brazos.

-¿Quiere decir, Mami, que tus amigas son…?...-

-SÍ bebito, la mayoría-, me interrumpió Naomi, respondiendo anticipadamente mi pregunta. –De hecho prácticamente todas, incluyendo la cachonda criadita que tienes a tu lado y que te trae loco con su cuerpazo-.

-¿¡Tu también, Isabelle?!-, cuestioné, genuinamente sorprendido. -¡Pero si no se nota!-.

-Es qué mon petit monsieur es bastante bobito y no se ha fijado bien-, respondió pícaramente la francesa, llevando mi mano bajo su falda y haciéndome sentir tremenda reata.

-¿En serio no te lo imaginabas, mi nene?-, preguntó la gigante, deslizando la prenda de la mucama hacia arriba, para que yo apreciara mejor el paquetote. -¿O no esperabas caer en un mundo de sensuales chicas con vergotas?-.

-Más bien… ¡No creí tener tanta suerte!-.

Las "chicas" volvieron a reír por mi ocurrencia, fascinadas con la facilidad con que me sometía a sus encantos y a las mil trampas que iban improvisando.

De pronto Naomi se fijó en un reloj de pared y se levantó de un salto, para dejarme en los brazos de la francesa, quien permanecía hincada. Ésta a su vez, me acomodó bien apretadito a sus tetotas y se puso de pie, como si yo no pesara nada.

-¡Que barbaridad!-, expresó la Mulata, acomodando su vestidito -¡Ya casi va a amanecer y ni me les he aparecido a las invitadas!-.

-No se preocupe Mademoiselle -, la tranquilizó Isabelle. -Aquí dentro el día no se nota y le aseguro que las chicas tienen el ambiente en su punto-.

-Además-, añadió, -les dejé bocadillos y una buena dotación de SUS cigarros, por lo que creo que ahorita traen las pilas bastante cargadas-.

La gigante empezó a alejarse, pero justo en la puerta se detuvo y giró hacia nosotros.

-Ven acá, mi amor-, ordenó dulcemente.

Yo inmediatamente brinqué de los brazos de la francesa, para correr hacia mi adorada esclavizadota.

-Mándeme, Mami-, dije, infantilmente servil, abrazándome a su cintura y frotando mi mejilla contra el opulento pecho.

Ella apretó mi cara a su cuerpo y deslizó las uñas por mi columna vertebral.

-Sólo quería asegurarte, bebé, que todo va a salir bien y que mis lindas amigas van a quedar fascinadas contigo-.

-¿En verdad lo crees, Mamita?-, insistí, parándome de puntitas, para acercar más mi rostro al suyo-.

-Tan lo creo, que el problema va a ser evitar que te violen en grupo-, añadió, pellizcando la punta de mi nariz. -¡Y ya basta de plática, chiquillo mimado! ¡Ándele! ¡A ponerse guapito!-.

Entonces la Mulata me giró 180 grados, para empujarme hacia Isabelle con un par de nalgadas. Me estaba sobando las posaderas, cada vez más enviciado con el cariñoso, pero impredecible maltrato, cuando mi Ama agregó:

-Izy: te encargo mucho a mi niña-.

-¿Niña?-, pregunté ingenuamente, volteando a verla. -¿Te refieres a mí, Mami?-.

-Sí, perrita-, concluyó Naomi, mirándome burlona, de arriba abajo. –Desde este momento empiezas a llamarte Karlita, la putita más cachonda y servicial de esta casa-.