La dulce trampa (6)

Se acerca el momento en que Carlitos, el pequeño nerd, será finalmente enculado por Naomi, la voluptuosa y enorme Transexual.

Sin querer, me quedé profundamente dormido entre los brazos de la gigante. No era para menos, después de todo, estaba viviendo la noche más intensa y emocionalmente agotadora de mi vida.

Me di cuenta que el sueño me estaba venciendo, cuando Naomi se levantó del sillón donde me tenía acurrucado y, chupeteando tenuemente el lóbulo de mi oreja, me dijo al oído:

-Descansa un poco, chaparrito, yo voy un momento a mi cuarto, por algo que nos va a hacer mucha falta-.

-No, sigue acostado bebé-, añadió, al ver que intentaba levantarme. –Yo sé que con un ratito basta, para que recargues la batería-.

Volviendo a cerrar los ojos, reflexioné nuevamente que esa chica en verdad tenía poderes mentales o poseía información privilegiada sobre mi persona. Lo pensé porque efectivamente, tengo la cualidad de que a veces requiero muy poco tiempo para descansar, entre 15 minutos y media hora.

Nunca he sabido si está en mi naturaleza o que así me acostumbré por tanto viajar y cambiar continuamente de horarios, pero el caso es que puedo caer en una total somnolencia y al poco tiempo, volver en mi completamente repuesto.

Pero en este caso, no fue mi reloj interno lo que me despertó, sino un piquete en la pompa.

-¡Auch! ¡Que fue!-, exclamé, tratando de levantarme, pero sin conseguirlo, pues la Mulata estaba nuevamente a mi espalda, sosteniéndome con firmeza contra el sofá.

-Quietecito, nene, que puedes romper la aguja-, dijo ella entonces.

¡En la madre! ¡Me estaba poniendo una inyección! ¡Y conociendo a la chica, sabía que la sustancia que en esos momentos ingresaba a mi organismo, podía ser cualquier cosa!

-¿Qué…que…que me estás inyectando, Mami?-, cuestioné, dándome cuenta que por primera vez en la noche, estaba realmente alarmado.

-¡Ah! ¡Sólo es un antigripal, Cosita!-, respondió ella, con tono de guasa y envolviendo con un brazo mi tórax. –Es que los niños tetoncitos suelen enfermarse de su pechito en esta época del año-.

-¡Mami! ¡No la ching…!-, empecé a reclamar, para inmediatamente corregirme. -¡Perdón! ¡Disculpa, Mamita! ¡No qui-quise ser grosero! Pero, ¡ya! ¡En serio! ¿Qué diablos es esa cosa?-.

Ella rió contra mi nuca, divertida tanto por mi preocupación, como por mi evidente temor a las consecuencias de mi insolencia.

-Tranquilo, niño grosero, tranquilo-, empezó a decir, mientras retiraba la jeringa, ya vacía y presionaba un algodón contra el área del piquete. –Te aseguro que es algo totalmente inofensivo.

-Además, ¿verdad que tengo bueno mano, Cosita?-, añadió, sobando juguetonamente mi nalga-.

-Pues sssi…eso sí-, respondí sinceramente, pues el pinchazo fue casi indoloro y al parecer no había inflamación alguna.

-Es que contigo, todo lo hago con amor, bebé-, susurró, repegando su paquete a mi culito. -¡Pero, úpale, nene, que tenemos mucha noche por delante!-.

Naomi acompañó sus palabras levantándose de un salto y jalándome con cierta fuerza del brazo, para hacerme quedar de pie en el piso.

-¡Ándele dormilón!- añadió, girándome en dirección al baño. -¡Échese agua a la cara, que así modorrito, no le sirve a Mami para nada!-.

Apenado por haberme quedado dormido, fui y vine en un santiamén. Además, me urgía saber que me había administrado la brillante, pero impredecible joven. La encontré apaciblemente desparramada, con ese descaro juvenil que tan bien le sentaba, inhalando uno de sus cigarros especiales y con su copa en la mano.

-Ven chiquito, siéntate aquí-, dijo al verme, palpando el lugar a su lado, justamente "su" esquina. En cuanto me acomodé, ella se desperezó como gata, se me repegó de ladito, cruzando la pierna por sobre mis muslos. Había quedado atrapado en el rincón.

-Toma pequeño, lo acabo de prender para ti-, dijo, dándome el pitillo y rozando con sus dedos mis piernas desnudas.

Yo la obedecí en automático, embelesado por el calor de su cuerpo y su mirada de gitana.

-"Nadie diría que me acaba de dar una mamadota"-, pensé. -"¡Me sigue poniendo tan nervioso, que cuando recién llegué al depa"-.

-¿Te la estás pasando bien, bebito?-, preguntó de pronto Naomi, procediendo a desatar y abrir por completo mi bata, con absoluta naturalidad, como si lo hubiera hecho toda su vida.

-Co-Como nunca antes con na-na-nadie, Mami-, conseguí responder, sintiéndome de nuevo indefenso, pero encendido, al quedar prácticamente desnudo ante ella.

-¿Y te está gustando como te trata Mamita y todas las cositas que te hace?-, prosiguió, mientras hacía círculos con una uña alrededor de mis pezones.

-¡Me fas-fascina! ¡Todo! ¡To-todo lo que me haces!-, contesté sinceramente, ya en plena erección.

-¿Y te sientes seguro conmigo, verdad? ¿Sabes que nunca te haría daño premeditadamente, verdad mi muñequito?-.

Esto último lo dijo bajando su mano en mi parada pollita y empezando una suave, pero enloquecedora masturbación.

-¿Se-seguro?-, tartamudeé. –Ssssi…si me-me siento seguro…-

-Entonces nenito, con todo lo que me acabas de decir, puedo concluir que confías en mí-, añadió, envolviendo mi glande con todas sus uñas y sometiéndolo a breves pinchazos.

-Ssssi, Mamita-, corroboré, tras pensar unos segundos. –Aunque nos aca-acabamos de conocer…si…si confío en ti...-

-Que bueno flaquito-, expresó, sonriendo y acercando su rostro al mío. –Por que a Mami se le antoja no decirte para que sirve la inyección.

-¿NO? ¡Pero Mamita, la verdad yo quisiera…!-, y ya no pude decir más, pues Naomi aprisionó mi boca y me estampó con su peso contra el respaldo del sillón.

Aunque me sabía atrapado, en verdad quería aclarar el punto e intenté apartarla, empujándola del pecho con desesperación. Pero ante lo inútil del esfuerzo y con mi cuerpo volviéndose de mantequilla por las caricias de la gigante, me rendí a la seducción.

-¡Mmmmm!… ¡Que ricas manitas, bebé! ¡No sabía que sobaras tan bonito!-, dijo ella de pronto, liberándome un poco. Entonces me di cuenta que con las mismas manos que había intentado rechazarla, estaba yo amasando entusiasmadamente sus tetotas.

-¡Mami! ¡No seas mala!-, protesté, tratando de nuevo de separarme con mi máximo esfuerzo. -¡Por favor dime…-

-¡Ay, que tierno!-, interrumpió mis súplicas, conmovida y divertida al mismo tiempo. -¿Qué estás haciendo, flaquito? ¿Estás empujando a Mami con todas tus fuerzototas?-.

-Ehhh….sssi, Mamita, es que de verdad necesito saber…-, intenté responder, pero ella sepultó mi vocecita con una de sus juveniles carcajadas.

-¡Cosita!-, dijo cuando finamente terminó de reír. -¡De verdad que eres una criaturita de los más entretenida! ¿Para que me empuja, mi flaquito, si sabe que no me va a hacer ni cosquillas?-.

La gigantesca colegiala acompañó sus burlonas palabras inmovilizando mis muñecas con una sola mano y frotando traviesamente su nariz contra la mía.

-Yyyo…..eeeste…-, quise argumentar, sintiéndome completamente ridículo, pero ella volvió a interrumpirme con zalamería.

-No, no, tontito. ¡Ya déjese de bobadas, que mi nene se puede romper los bracitos! ¡Ándele! ¡Mejor sígale ordeñando las chichotas de Mami, que ya era hora que se decidiera a tocarme!-.

Y volvió a silenciarme con sus labios. Unos minutos después, mientras ella me metía mano por todos lados y su boca me repasaba enterito, mi atolondrado cerebro logró darse cuenta que a cada momento me volvía más vulnerable ante ella.

-"¡Es absurdo"-, pensé, como entre sueños. –"¡Ve tu a saber que me habrá inyectado y yo aquí tan campante, dejándome manosear como puta cachonda y bien agarrado a sus tetotas!"-.

En eso la Mulata se separó un poco y colocó una mano encima de las mías, siguiendo el ritmo de mis caricias en sus pechos.

-¡Que bueno que te decidiste a acariciarme tú solito, sin decirte nada! A ver, ¿Por qué no se había atrevido, mi rey? ¿Qué acaso no te gusta mi cuerpo?-.

-Yo…este…-

-¡Ya sé, ya sé! ¡No tienes que decir nada! ¡Mi niño es muy tímido y le tiene mucho respeto a su Mami! ¡Pero no te preocupes, bebé, que te voy a ampliar el permiso! ¡De aquí en delante, puedes tocar lo que tú quieras!-.

Y volvió a arrinconarme por largo rato.

-¿Sabes, bebé?-, dijo de pronto, sin yo haber insistido en lo absoluto. –Lo que pasa es que esta noche todavía te esperan algunas sorpresitas y el efecto de la inyección es una de ellas-.

-Te voy a explicar un poquito, pero antes vamos a inspirarnos-, continuó, bajando del sillón y arrodillándose entre mis piernas. –A ver: primero dale una fumadita al cigarro, así, detenlo, detenlo… ¡ahora suéltalo! ¡Que rico, verdad! ¡Ahora otra! ¡Eso! Aguanta…aguanta… ¡Ya! ¡Para fuera! ¡Bien! ¡Una última, bien larga! ¡Así! ¡Así, golosito! Uuuna. Dooos. ¡Tres! ¡Suéltalo!-.

La Mulata decía todo esto mientras sus manos jugaban con mi parada pollita, como si fuera un pequeño resorte. Lo que la despiadada chica hacía, era jalar hacia abajo mi pene lo más posible y soltarlo de repente para que rebotara en mi vientre. Una y otra vez, terminando de nublar mi mente.

Luego me quitó el puro, inhaló un par de veces y lo colocó en el cenicero, para proceder a completar, muy a su manera, la esperada explicación.

-Mira nalgoncito -, dijo con mucha calma, mientras empezaba a mamar con suavidad mi verguita. –Cuando menos te lo esperes, pero en muy poco tiempo, vas a sentir ciertos cambios en ti, muy íntimos, en tu cuerpecito-.

-¿Cambios?-, intenté replicar, capturado por el revoloteo de su lengua. -Pe-pero Mami…-

-Sin peros-, afirmó ella, con total determinación, pero sin dejar de lamerme muy reposadamente, sin urgencia. -Sólo te voy a decir que esa sustancia está preparando tu organismo, para las cositas ricas que van a pasar y que deseas desde que nos conocimos por Internet.

Yo no entendía ni jota, pues además me tenía totalmente capturado con la mamada. Cierto que ésta no era salvaje, como la anterior, pero el toque de la chica era exquisito y lo suficientemente intenso para quebrar mi voluntad y aniquilar mi resistencia.

Ella, claro, me supo nuevamente en sus manos y siguió imponiendo sus alucinantes ideas.

-Bueno chaparrito-, expresó de pronto en tono casual, sentándose a mi lado. –Tenemos que hacer algo de tiempo y se me ocurrió un jueguito-

-¿Un jueguito?-. Fue todo lo que pude decir, repegándome automáticamente a ella, pues mi diminuto, pero deseoso falo, se quedó con ganas de más.

-¡Sí! ¡Va a ser divertido!-, comenzó a explicar, con los ojos chispeantes. -¿Sabes, Carlitos, que yo nunca tuve novio formal?-.

-¡No! ¡No es cierto!-, expresó, realmente sorprendido. -¡Si te caes de buena, Mami!-.

-Gracias, bebé-, sonrió halagada, jalándome por la cintura. –Pero es verdad. Mi papá me tuvo estudiando todo el tiempo y nunca hubo muchachos que me visitaran por las noches en mi casa, como a todas las chicas, para platicar en la sala.

-Eeen-tooon-ceeees-, continuó, metiendo un dedo con coquetería en mí ombligo. –se me ocurrió, que ya que tengo a la mano un chico lindo como tú, vamos a jugar a los noviecitos.

-¿A los novios, Mami?-, cuestioné intrigado, pues la verdad, después de haber sido casi violado por la gigante, no entendía para donde iba.

-Sí, pequeño-, agregó, cerrando y atando mi bata y haciéndome cruzar las piernas. -Vamos a ser dos enamorados sentaditos en el recibidor, con las luces apagadas e intentando aprovechar el tiempo, pues los papás de la niña están a pocos pasos y pueden venir en cualquier momento.

-PERO-, añadió, con las pupilas repentinamente inflamadas de lujuria, -como ésta es mi fantasía, se me antoja que TÚ seas la señorita virginal y tímida y YO el novio cachondo…-

E inmediatamente me besó, arrinconándome con sus tetotas, para empezar a acosarme como el más calenturiento de los "pretendientes".

La gigante se metió de lleno en su papel y empezó a darme un completísimo tratamiento de noviecita adolescente, mientras yo efectivamente iba respondiendo como tal.

-¡Anda chiquita, no seas mala!-, susurró a mi oído, comenzando a llamarme en femenino. -¡Abre las piernitas para tu novio, que al cabo estamos solitos!-.

-¡No, papacito! ¡No! ¡Que nos pueden cachar!-, respondí excitadísimo, pero apretando los muslos, como defendiendo "mi honor". ¡Había asumido involuntariamente mi rol!

-¡No pasa nada, mamacita!-, vociferó "mi chico" con voz áspera. –Tus viejos están embobados viendo la tele. A ver, ¿cuándo le he fallado a mi princesita?-.

-Nnno, nunca mi Amor…pe-pero…-

-¡Pero nada, flaquita!-, atajó, metiendo la mano con rudeza en mi escote. –Acuérdate que así estabas de rejega la primera vez que te agarré las tetitas. ¡Y ya ves! ¡Ahora te encanta, cachondita!-.

-Bu-bu-bueno…ssssi-, balbuceé, dejando que mi libidinoso "prometido" abriera mi bata y dejara mis chichis al aire. –Pero ahorita no se pu-pu-puede, papi…-

Mi "papi" aplicó entonces la clásica técnica que siguen los chicos cachondos ante las novias que están hablando demasiado: un beso francés y una buena manoseada de tetas. Yo claro, como toda "niña pudorosa", primero intenté rechazarlo, empujándolo por los hombros, pero acabé arqueándome hacia delante y ofreciéndole descaradamente mi busto.

Entonces "él" vio su oportunidad y sin sacar su lengua de mi boca, se lanzó a meter una mano por debajo de mi faldita.

-¡No, gordo! ¡Eso no!-, exclamé "horrorizada", sujetando su mano, protegiendo mi intimidad.

-¿Por qué no, mamacita?-, susurró, "persuasivo", llevando sus dedos al nudo de mi bata y bajando su cabeza para chupetear mis pezones.

-Essss que….es que…es que nooo, Papi… ¡No se puede!-, protesté, sin soltar su traviesa mano.

-¡Ándale, tetoncita!-, insistió, como consumado "seductor", rozando mi pubis por encima de la tela y haciéndome temblar. -¡Yo sé que te va a encantar que acaricie tu panochita!-.

-¿¡MI…MI PANO-PANOCHITA?!-, tartamudeé, genuinamente impactado por el placer que sentí cuando "él" rebautizó mi miembro. -¿Mi panochita? ¡No, mi rey! ¡No seas así! ¡Ahí no!-.

Con esa sola palabra, mi "novio" me puso donde quería, pues aunque mi boca siguió protestando, mi libido decidió soltar su mano.

-¡Así cosita sabrosa!-, expresó inmediatamente el muy "cabrón", apresurándose a deshacer el lazo para desnudar del todo a su ingenua chica. -¡Flojita y dejándose llevar por su papi!-.

-No, gordo…deveras…porfa-, murmuré apenas, pero ya bien pescada de los fuertes brazos, con los ojos nublados y dejándolo abrir por completo la batita.

-¡Uy, que tenemos aquí!-, exclamó, llevando con presteza su mano a mí entrepierna. -¡Una panochita nuevecita! ¡Y es todita para "miguel"!-.

La ardiente delicadeza con que "mi prometido" empezó a tocarme, me hizo sentir que realmente mi pene se había transformado en una vagina. Paseaba sus yemas por el falo, de arriba a abajo y arañaba suavemente el interior de mis muslos y los costados de mis nalgas. Todo esto, mientras su lengua volvía a dar una repasada en toda regla a mis tetitas.

-Hablo…en…en serio Papi-, seguí diciendo, pero permitiendo que él separara al máximo mis piernas. –Ya…ya deja de to-tocarme ahí… ¿Si?... ¿Si, Negrito? ¿Si, Negrito Chulo?-.

El NEGROTE, claro, me ignoró y lo extraño es que eso me hizo sentir más femenina que nunca, como una ansiosa virgen en manos de un macho dominante. Empecé a jadear en su oído y a mover las caderas de adelante, hacia atrás, repegando yo "solita" mi pubis contra su mano.

-¡Mira, la que no quería!-, murmuró, burlón, mi "macho". -¡Ya estás gimiendo con ganas de más! ¡Y hasta te mueves como culebrita, mamacita! ¡Ya sabía yo que eres toda una putita!-.

-¡PUTITA! ¡No! ¡Que tienes, tonto!-, grité, ofendidísima, golpeando sus anchos hombros con mis pequeños puños. -¡Yo soy una señorita decent…. ¡Ahhhhhhhhhhhh!-.

La chica "pura y recatada", o sea yo, se tragó sus palabras cuando su lujurioso prometido, expertamente le mordió un pezón y acarició con mayor vigor su panochita.

-¡Ahhhhhhhhhhhh!... ¡Ahhhhhhhhhhhh!... ¡Ahhhhhhhhhhhh!-, seguí gimiendo, terminando de echar por tierra la máscara de pudor, al sujetar a "mi novio" por la nuca, repegándolo a mi tetita.

Pero Naomi aparentemente se crecía como varón, por qué sin dejar de torturar mi "clítoris", volvió a mofarse de la moralidad de su noviecita.

-¡Si, claro!-, dijo, mirándome a los ojos con sarcasmo. -¡Si luego, luego se nota que mi chica es virtuosa e íntegra. ¡Pero íntegramente puta y virtualmente zorra!-.

Ya no tuvo caso protestar. Mis continuos y cada vez más fuertes gemidos y el incontrolable vaivén de mis caderas, revelaban mis ansias de ser tratada como una ramera. Estaba totalmente sometida a los deseos de mi impetuoso noviezote y llegaría hasta donde él quisiera.

Más en ese momento, empezó a ocurrir algo que me shockeó como nunca: ¡Me estaba humedeciendo! ¡Sí! Conforme el intenso magreo me calentaba más y más, en igual proporción sentía claramente que se iba mojando mi culito.

Al mismo tiempo y terminando de sembrar la alerta en mis sentidos, percibía un agradable y creciente cosquilleo en todas las regiones pélvica y anal, algo completamente nuevo. En el caso de mi pene, se acompañaba de espasmos que lo catapultaban de repente hacia arriba. Y en cuanto a mi recto, además de empapado, empezaba a sentir que se contraía y distendía.

-"¡Pero, que me está pasando!"-, pensé, angustiado, pero sin dejar de cooperar con mi ansioso chico. –"¡Me voy a orinar, a cagar o no sé! ¡Pero algo muy cabrón esta sucediéndome!".

-¿Papi? ¿Pa-pa-papitooooo…?-, empecé a decir, ansiosa por comunicarle mis inquietudes.

-¿Mmmmm?-, murmuró apenas, más que entretenido en mis tetas y mi "panochita".

-Papito, ten-tengo que ir al baño. Necesito hacer pipí…-

-¿Pipí, mamita? Pero si tienes tu vejiguita vacía, mi reina-, objetó palpando mi plano vientre, pero sin dejar de mordisquear mis pezones.

-¡Pues algo me va a dar, gordo! ¡Me está punzando el culito y estoy escurriendo mucho! ¡Toca! ¡Toca!-, gimoteé realmente "asustada" y llevando su mano a la entrada de mi culito.

-¡Uy, chiquitita! ¡Pero si estás empapadita!-, expresó, al encontrarse con el charquito que mi extraño escurrimiento estaba formando en la superficie del sillón. -¡Con lo seriecita que te ves y en realidad tan cachondita!-.

-¿Pero eso que tiene que ver?-, reclamé, muy turbada. -¡Te estoy diciendo que tengo que ir al baño! ¡Que algo se me va a venir!-.

El "muchachote" volvió a reír ante mi angustia y empezó a hacer círculos con su dedo alrededor de mi agujerito.

-Nada va a salir ahorita por aquí, tontita, más bien este culito de puta tiene muchas ganas de que le entre "algo"…-

-¿¡Entrar?! ¿¡Cómo que entrar?!-. Yo estaba cada vez mas nervioso…o nerviosa… ¡o lo que fuera! Por que era cierto que ya hacía buen rato que me moría por ser enculado, pero… ¡Que demonios tenía eso que ver con la anti-natural reacción de mi culo!

-Mira bebita-, empezó a decir mi "machote", con tono de hombre experto hablándole a una jovencita. –Esta liquidito es muy normal, son flujos que las señoritas empiezan a segregar cuando se excitan…-

-¡Es que ese es el problema, Naomi!-, atajé, saliéndome del juego y al borde del histerismo. -¡Yo no soy mujer! ¡Soy hombre! ¡Cómo puedo estar segregan… ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!-.

La enloquecedora interrupción se dio cuando varios dedos se colaron fácilmente en mi palpitante recto. Ni siquiera había ejercido presión. Entraron como mantequilla y mi ano inmediatamente los atrapó, goloso.

-Estás muy equivocada, Putita-, recalcó "él", tajante, pero abrumadoramente seductor y devolviéndome con facilidad a mi rol de mujercita.

-Tú, eres MI CHICA-, continuó, implacable, mientras hacía amplios remolinitos en mi conducto. –Una niña tan, pero tan cachonda, que ahorita mismo su papi le está metiendo tres dedotes, juntitos, así como sí nada. ¿Por qué? Porque este culito de zorra está todo encharcado y dilatado, y con mucho antojo de algo muy, muy especial…-

-¿An-antojo?... ¡Ahhhhhhhhh!... ¿De que… ¡ahhhhhhhhh!...de que, Papito?... ¡Ahhhhhhhhh!-.

Yo estaba fuera de mí. Ya antes los dedos de la Mulata me habían hecho enloquecer, pero ahora era diferente, más intenso, mucho más profundo. Como sí el sistema nervioso de mi conducto, estuviera conectado a mi pene, trasmitiendo todas las intensísimas sensaciones a mi glande y testículos. Además, los flujos realmente facilitaban las cosas y la manota de mi "macho" estaba llegando casi hasta las tripas.

Para rematar y hacerme sentir mas emputecida, mis senos también empezaban a manifestar ligeras contracciones, como si crecieran un poco a cada espasmo, mientras mis pezones se habían transformado en gruesos aguijones, sensibles incluso al roce del aire.

-¿Cómo qué antojo de que, Mamita?-, prosiguió mi fajador. -¡No te hagas tontita! De eso que se le antoja a todas las señoritas normales, cuando entran a la edad de coger y se les empieza a calentar la panochita… ¡De una buena verga!-.

-¿U-u-una…verga?-, murmuré. -¡No, gordo! ¡No seas grosero conmigo! Yo no creo…-

-No es lo que tú creas, nalgoncita, sino lo que pide tu cuerpecito-, asentó, con aire de adorable patán. –Y ahorita, lo que esta figurita de teibolera necesita, es una reatota como ésta…-

Con un sencillo movimiento, mi experto "novio" jaló mi mano, la metió por debajo de su bata e, introduciéndola en su calzón, la puso por primera vez en contacto con su durísimo chorizo.

-¡Que…que….que grue-grue-gruesa, Pa-Papi!-, exclamé con los ojos muy abiertos y bien aferrada a la cosota. La túnica no me permitía ver, pero lo que yo estaba agarrando debía ser la cabeza…y era una cabezota tan monstruosamente ancha, que mi manita no la abarcaba del todo.

-Sí, bebita-, confirmó "él", con sonrisa de adolescente engreído. –Acá tu padrote tiene una salchicha bastante gordita, ni cómo negarlo.

-Y además-, añadió, dándose más aires, -me han dicho que también es muy larga. A ver, suéltamela tantito, flaquita. ¿Sí? Es te voy a dar un tour, mamacita.

Entonces el atrevido "Mulato" manipuló su herramienta por debajo de la túnica, aparentemente liberándola del calzón, pero sin dejarla a la vista. Luego volvió a tomar mi mano y la condujo a la base de su verga, la que tampoco pude rodear.

-Aqqui…aquí… ¡aquí está todavía mas gruesota, mi Rey!-, expresé, con los ojos muy redondos.

Mi "novio" rió, satisfecho de verme cada vez mas liberada y desvergonzada.

-Se equivoca mi nena-, me corrigió, acariciando mis tetitas. -Es más o menos igual de gruesa en la base, que en el glande. Pero no era eso lo que te quería enseñar-.

-¿No, negrito?-, pregunté, "melosa" y apretando el tremendo priapo. Definitivamente estaba encantada en mi papel de noviecita curiosa y cachonda. –Entonces, Papi, ¿qué me vas a enseñar?-.

-La longitud exacta de lo que mi puta se va a comer-, respondió con contenida ferocidad y mirándome de nuevo con apetito bestial.

-Mira, zorrita-, añadió, mordiendo mis labios, -cuando Papito diga, vas a ir subiendo tus deditos, siguiendo el contorno de la reata. No tiene chiste, linda, te la deje bien acomodada, pegadita a la barriga. Tienes que hacerlo así, de a poquito, por que si no te me infartas, nena.

-"En realidad, Naomi es así conmigo en todo", pensé, con ensoñación de jovencita enamorada. –"Con una tierna brutalidad que me trae todo apendejado"-.

-¿Lista, tetoncita cachonda? ¡Dale! ¡A recorrer "vergolandia"!-.

Empecé a subir lentamente mi mano, tan emocionado como una colegiala deseosa de aprender todos los secretos del sexo de mano de su novio. Además, realmente era el primer pene que tocaba, aparte del mío, y el morbo y la lujuria me tenían en las nubes.

Conforme escalaba el interminable miembro, mis ojos se abrían más y mi culito palpitaba enloquecido, mientras mi pervertidor "chico" sonreía ante mis reacciones. Cuando llegué de nuevo a la cabezota, hacía mucho que había pasado de su ombligo. La verga que me iba a desvirgar, debía rondar los 30 centímetros.

-¡Uy, chiquita! ¡Tienes cara de asustadita! ¿No le gustó la pollota de papi?-.

-Sssi…si, papacito, me encantó-, respondí tímidamente, pero más caliente que nunca. –De hecho, entre más te agarro la vergota, más siento ricas cosquillitas en mi hoyito…-

Mi "mulatote" estalló en una carcajada, encantado con mi cachonda sinceridad. Luego puso su mano sobre la mía y empezó a masturbarse lentamente, utilizando mis dedos.

-Bueno, culoncita, ¿Qué te pareció el tour? ¿Si está larga la reata de Papi?-.

-¿Larga? ¡Larguísima, mi Rey!-, contesté, descaradamente lujuriosa. -¡Y bien, pero bien gruesotota, Papito! ¡Parece macana!-.

Pero luego añadí, pues empecé a preocuparme:

-De hecho, ¡Te pasas, gordo! Está….está…grande…de… ¡De más!-

-¿De más? ¡Que raro, chiquita! ¡Yo pensaba que para las putitas, entre mas grandota, mas antojable!-, dijo "socarrón", manipulando mis dedos y haciéndolos recorrer de nuevo toda la longitud de su instrumento.

-Pues sssi….si, se antoja, Papi…nomás que…-

-¿Nomás, que…?-.

-…que no me va a caber, negrito chulo…-

La cantarina risotada que volvió a retumbar en toda la casa, me demostró que a aquella Trans yo le divertía igual en cualquier papel: hombre o mujer, tímido o atrevido, cachondo o temeroso.

-Por eso no se preocupe, mi putita, que para eso es que se le está haciendo agua el culito.-

-¿SI? ¿De veras?-, pregunté, "emocionadísima".

-De verdad, chiquitita-, respondió, mirándome enigmáticamente. -Cuando llegue el momento, el agujerito de mi nena va a poder recibir tooodo este chorizote.-

-¿T O D I TO, Papi? ¿No me va a lastimar?-, insistí, aunque empecé a entender la idea.

-Toditito, hasta adentro, sin causarte ningún daño y dándote mucho, mucho placer-, contestó, afirmando lentamente con la cabeza. –Es más, flaquita: cuando te meta la vergota, no sólo vas a estar suficientemente dilatada y lubricada, sino que además tu culito tendrá una nueva sensibilidad, tan especial, que gozarás de un orgasmo muy diferente a los que has tenido hasta ahorita. Va a ser el mejor de tu vida-.

-"Entonces para eso es la dichosa inyección"-, pensé, descifrando la intensa mirada de la Mulata. –"¿Será otro descubrimiento de esta chica? ¡No, si me vine a topar con Bill Gates! Pero, ¿y por qué siento tan hinchados los pechos? ¡Nomás falta que se me queden así! Aunque, pensándolo bien, unas tetitas más grandes no me vendrían mal, quizá…"-

-Lo que podemos hacer, es ir practicando-, dijo de pronto la gigante, cortando mis meditaciones.

-¿Prac-Practicando…papi?-. Yo involuntariamente, seguí dándole trato de varón.

-Sí, nalgoncita-, dijo "él" con mucha paciencia. –Hay que ensayar, para ver si te va a caber mi reata.-

-¿En…en mi… cu-culito?...-

-No Putita, para eso no estás lista, aunque ya mero. Con lo que vamos a practicar, es con tu boquita…-

Yo abrí la boca para responder, pero el "mulatón" aparentemente había previsto mis quejas, pues rápidamente me enmudeció con una de sus alucinantes lengüetadas a la francesa, al mismo tiempo que me daba dedo en el culito. Cuando ya me tuvo "temblorosa" y "mansita", me soltó y se paró, caminando unos pasos hacia detenerse en el centro de la sala.

Dándome la espalda, dejó caer la bata al piso y empezó a inclinarse hacia delante, bajando su tanga, lenta y sensualmente. Con igual pausa y evidentemente presumiendo sus nalgotas, se enderezó, para finalmente girar hacia mi con la premeditada tranquilidad de quien se sabe el centro del espectáculo.

-¡Wooow!...-…, fue todo lo que pude decir.

¡Me había quedado corto! ¡El obscuro miembro que se exhibía ante mis abiertos ojos, debía rondar fácilmente los 35 centímetros! ¡Y era más grueso que mi muñeca! ¡Ni siquiera sabía que había penes de esas dimensiones!

-¡Wooooooow!...-…, repetí, incapaz de palabras racionales e hipnotizado por el palpitante falo.

La brillante cabezota asemejaba una bola de billar y coronaba un miembro que apuntaba al techo, aparentemente duro como el acero y completamente cubierto por dilatadas venas.

Por último, el tamaño de los testículos era tal, que a simple vista, parecía que yo necesitaría mis dos manos para poder acunarlos.

-¡Woow!... ¡Woow!... ¡Woow!...-…, volví a decir, sintiendo fuertes palpitaciones en mis pezones y culito, pero cerrando mis piernas y cubriéndome con la túnica, como protegiéndome por instinto.

-¿Te paso un jarrito para la baba, chaparrito? ¿O mejor te cierro la boquita, para que no te entren los mosquitos?-.

Naomí había vuelto a hablarme en masculino, quizá por que ella misma, así desnuda y en el colmo de las contradicciones, se veía más femenina que nunca.

Y es que era increíble el contraste entre la sensual sonrisa, la breve cintura, las rotundas tetotas, la carita de colegiala y la pose de modelo….con la que seguramente es una de las mayores vergas del mundo.

Yo aún seguía víctima del hechizo, cuando ella empezó a caminar hacia mí, sonriendo avasalladora.

-Se me hace que voy a tener que enseñarte a hablar a señas, bebé… ¡te volviste mudito!-.

-¿Mmmm?-, alcancé a "decir", refugiado en el rincón del sillón, con mis piernas dobladas y abrazadas contra mi pecho y la mirada fija en el enorme pene, ahora casi al alcance de mi mano.

-¡Ah! ¡Ya sé!-, expresó entonces ella, reasumiendo la actitud de burlona sensualidad que la caracterizaba. –A lo mejor mi niño está un poco débil por que Mami ha jugado muchas horas con él y necesita comidita. ¿Será eso, mi nene?-.

-Definitivamente debe ser eso, Cosita-, prosiguió ella, al ver que yo no respondía. –Pero no te preocupes, pequeño, que Mami tiene lo que necesitas. ¡Ven acá!-.

Manipulándome con facilidad, la Mulata me arrastró hacia ella, dejándome sentado en la orilla del sillón, con el culo justo en el borde y mis piernas colgando. Luego, permaneciendo de pie, se inclinó y me quitó la batita, con precisión y delicadeza, como desnudando a un bebé, para arrojarla despreocupadamente a un lado.

Después, separó mis piernas y se metió entre ellas, dejando mis muslos a ambos lados de los suyos. Finalmente levantó mi barbilla, forzándome a subir la mirada, que hasta ese momento permanecía clavada, excitada, pero temerosa, en sus pies.

Mi rostro quedó entonces directamente frente a su verga… ¡Y que verga! ¡A esa distancia, parecía más enorme que nunca!

-Es tú biberón, bebito, para que recobres fuerzas-, empezó a decir la gigante, observándome con intensidad y sonrisa de hechicera. – ¡Es mágico, nene! Vas a ver que te va a quitar lo mudito… ¡y hasta vas a cantar como pajarito!-.

Con mis sudorosas manos apretadas sobre los muslos, yo sólo atinaba a pasar mi vista, alternadamente, entre el imponente miembro y los chispeantes ojos de la gigante.

-Pero, ¡no seas tímido, bebé!-, siguió diciendo Naomí, mas dueña que nunca de la situación. -¡Ándele, mi niño, agarre su bibi, que Mamita se lo trajo con mucho cariño!-.

Yo automáticamente obedecí y aferré el inmenso falo, pero así me quedé: inmóvil, mudo y con los ojos muy abiertos, como si de verdad el embrujo ejercido por el miembro, acalambrara mis músculos y pensamientos.

Ardía en deseos de devorar la vergota y ponerme a succionarla como loco, pero en realidad no sabía como proceder o que pasos seguir, para poder alojar el enorme falo en mi boca.

Y es que una cosa es desearlo y conocer la teoría, y otra muy diferente es llevarlo por primera vez a la práctica y con semejante ejemplar.

-A ver, pedacito, ya me di cuenta por que te quedas ahí, todo engarrotado y babosito-, dijo ella entonces. -Lo que pasa es que hasta ahorita, Mami nada más te había dado teta y no sabes utilizar un biberón, ¿verdad?-.

-Ssssi…Ma-Mami…-, pude al fin decir.

-¡Vaya! ¡Hasta que hablaste, chaparrito! ¿Sí, qué, bebé?-.

-Sssiii…que no sé…que nunca…yo nunca…-

-¿Nunca te has metido en la boquita uno de éstos? ¿Verdad, Carlitos?-. La Mulata hizo la pregunta adentrándose hasta lo mas profundo de mis ojos, como dándome a entender que, más allá del juego, debía seguir confiándole mis dudas y temores y no sentirme apenado por mi inexperiencia.

-No, Naomi…nunca, pero…pero me muero por empezar contigo-, respondí, jugando otra vez la carta de la total sinceridad.

-¡Cosita!-, expresó ella, agachándose, besándome tiernamente y mirándome a los ojos con una sonrisa de oreja a oreja. –No creí que alguien tan lindo, fuera primerizo hasta ese punto. Pero, ¡no te preocupes! De verdad, por mí, entre más novato sea mi nene, mejor. ¡Me está fascinando estrenarte toditito!-.

-¡A ver, chiquito!-, añadió, enderezándose y retomando el maternal rol que tanto le encantaba. –Póngase de rodillas-.

-¿De rodillas, Mami?-.

-Sí, nene, hincadito ahí mismo, en la orilla del sillón, para que puedas alcanzar el chupón-.

Obedecí, claro y efectivamente, el ancho glande quedó directamente por debajo de mi boca.

-Ahora, criatura, tienes que sobar bien tu bibi, despacito, de arriba a bajo, para mantener la leche calientita. ¿OK? ¡Ándele! ¡A sobar, se ha dicho!-.

Alentado por su mirada, empecé a pasar mis manos a todo lo largo del miembro, intentando abarcar la circunferencia con mis dedos. Estaba en verdad maravillado por el contraste entre la dureza de la carne y la suavidad de esa piel.

-¿Aquí…aquí también te sobo…Ma-Mamita?-, pregunté, a cada momento más emocionado, tocando los grandes testículos.

-¡Claro, chiquito! ¡Que rápido aprende mi niño! ¿Sabes que es eso, nene?-.

-Nnno…¿¡Qué es, Mami?! ¿¡Que es?!-, pregunté, fingiendo esa infantil ingenuidad que tanto le gustaba a la gigante.

-Es un dispositivo especial exclusivo del biberón de Mami-, explicó, divertidísima. –Ahí se le pone el cereal y las vitaminas para que mi niño crezca sano y fuerte.

-Aunque la verdad -, añadió melosa, pasando sus uñas por mi espalda, -se me hace que mi rorro ya se quedó así: delicado, lindo y chiquitito.

-¡Es que así me puedes mimar mejor, Mamita!-, respondí, igual de zalamero y sin dejar de acariciar todo el aparato, cada vez con más fervor.

Tras unos cuantos minutos, agregué, con tono travieso:

-¿Mami? ¿Y para mantener la leche calientita, no será mejor con mi lengüita?-.

Ella sonrió ampliamente, encantada con la picardía de mis ojos.

-Sí, nenito, es mejor con tu lengüita. Así que empieza a lamer todo el biberón, toditito, pero sin dejar de darle sus sobaditas.

Durante la siguiente media hora me dediqué a repasar con mi lengua y mis dedos, cada milímetro del garrote. Lo masturbaba, lo lamía, sobaba los grandes huevos e incluso recorría suavemente con mis dientes la longitud del mástil.

Estaba tan excitado y tan totalmente entregado a la verga, que involuntariamente empecé a restregar mi pene contra los muslos de la Mulata, mientras mi culo palpitaba con vida propia.

-¿Ma-Mami…?-…, empecé a decir, sin descuidar mi "biberón".

-¿Qué pasa, chiquito?-.

-Es que…se me hace… ¡Se me hace que me voy a hacer pipí!-, expliqué, fingiendo alarma y mientras sentía escurrir abundante flujo por mis muslos.

-No, mi amor. Ahorita no vas a ir al baño. Mami quiere que sigas entibiando tu bibi-, respondió, un poco extrañada y sin saber a lo que me refería.

-Pero, Mamita, ¡ya se me están saliendo unas gotitas!-, insistí, mirándola socarronamente y parando el trasero.

-¡Aaaaah!-, exclamó sonriendo, mientras palpaba el transparente chorro que me brotaba del ano. -¡Hablas de eso, nene! ¡Es muy normal! ¡Los bebitos a veces de emocionan tanto con su biberón, que se les sale poquita pipí!-.

-¡Es que es mucha, Mami!-, persistí, mirándola desde abajo y agitando provocativamente el culito contra su mano. -¡Te voy a empapar el sillón!-.

-Usted no se preocupe, pequeño-, contestó, encantada con mi cachonda coquetería e introduciendo la punta del índice en mi dilatado agujero. –Ahorita no hay pañales a la mano y prefiero que mi bebé siga con su mamila, que está muy flaquito. ¡Ándele, nene! ¡Moviendo la lengüita!-.

Inmediatamente me sometí a la placentera indicación, moviendo de atrás, hacia delante las caderas, para penetrarme solito con el dedo de la Mulata.

-Que rico te mueves, putito-, dijo ella de pronto, con la voz enronquecida y las pupilas inflamadas de deseo. -Se ve que te encanta la vergota de Mami-.

Yo no pude responder, pues mi boca se encontraba ocupada con sus enormes huevos, pero le guiñé afirmativamente un ojo e intensifiqué el vaivén contra su mano.

-Bueno, chiquitín-, añadió, tras unos minutos, tomando mi cara, pero sin desatender mi culito. –Ya estuvo bien de calentadas. Es hora de que mi nene empiece a alimentarse en forma.

La voluptuosa Mulata dijo lo anterior mirándome significativamente y pasando con suavidad el glande por mis entreabiertos labios. Yo me acobardé de repente.

-¿Quieres…quieres que te…que te la mame, Mami?-, pregunté tontamente.

-¡Ay, bebito! ¿Qué voy a hacer contigo?-, reclamó, fingiendo severidad y negando con la cabeza. –Se me hace que tengo que traerte una maestra de educación especial, para que te quite lo retrasadito. ¡Pues claro que tienes que mamarla, tontín! Si no, ¿Cómo va a salir la lechita?-.

-Pues…pues sí, pero…-

-¿Pero qué, taradito?-.

-Que el chupón está…está muy gordo y…y no lo abarco, Mami…-

Ella volvió a sonreír y suspiró resignada, como recordándose que estaba ante el más inexperto de los novatos. Luego me besó y me dijo al oído:

-No te inquietes, tontito. Mami sabe que tienes la boca muy chiquita, pero si te esfuerzas y lo haces con cariño, yo sé que lo vas a lograr.

-Además-, añadió, volviendo a repasarme la boca con la cabezota, -yo ya me comí enterita tu Pollita, ¿no quieres darme el mismo gusto?-.

-Si, pero…pero… ¡no es lo mismo! ¡La tuya es mucho más grand…!-

-¡A callar!-, me interrumpió alzando un poco la voz y dándome una fuerte nalgada. -¡Ya le he dicho que no tengo que darle tantas explicaciones! ¡Mami sabe lo que es mejor para su bebé! ¿Quieres mamila, si o no?-.

Naomi mostraba impaciencia, más no enojo e incluso seguía sonriendo, pero su fuerte mano sacudiéndome con cierta rudeza por una oreja y su mirada de advertencia, me hicieron saber que tenía dos opciones: mamar ó mamar.

-Sssi…si quiero ma-mamila, Mami…-…, respondí tras pasar saliva.

-¿En serio?-, insistió, con las manos en las caderas y arqueando una ceja. –Por que si no, no hay problema. Debe haber muchos niños huerfanitos, que estarían encantados con una Mami como yo y con este biber…-

-No-, la interrumpí con firmeza y aferrando fuertemente el falo, súbitamente serio. –Mami es sólo mía y este biberón es nada más para mi-.

Su cara volvió a iluminarse con una sonrisa de niña, mientras en sus ojos se notaba que mi arrebato de celos la había enternecido y halagado. Soltando mi oreja, se agachó y me dijo al oído:

-Si, celosito, ese bibi es nada más suyo y Mami no quiere a ningún otro niño, más que a usted.

-Pero la leche se tiene que tomar calientita-, añadió, volviendo a enderezarse y tomándome por las orejas. -Así que desde ahorita, ¡calladito y mamando!-.

Guiado por las poderosos manos de la Mulata, intimidado por su mirada y deseoso por dar el siguiente paso, abrí lo más que pude mi boca y empecé a lamer el hinchadísimo glande.

Al principio tuve dificultades, pues la punta del miembro realmente apenas entraba en mi cavidad bucal. Pero las caricias de la gigante en mi nuca y sus ojos de gitana, me fueron relajando y a los pocos minutos ya estaba otra vez totalmente entregado y con mis labios rodeando la cabezota.

-Así, así bebé-, murmuró Naomi, inclinándose un poco y volviendo a penetrarme, ahora con varios dedos. -¿Ves que fácil es para los putitos mamar verga? ¡Ya hasta estás bien empapadito de nuevo, mi cielo!-.

No supe si era por mi creciente excitación, pero realmente a cada momento me era más fácil introducirme el miembro a la boca. Sentía las mandíbulas y las comisuras de los labios increíblemente elásticas, mientras que mi paladar producía una cantidad tan grande de saliva, que al poco tiempo todo el falo estaba brillante y empapado.

Más excitado que nunca, empecé a subir y bajar mi cabeza, engullendo una porción cada vez mayor del garrote, mientras mis caderas giraban como locas al compás de la deliciosa dedeada y mis pezones se inflamaban y palpitaban.

La gigante empezó a gemir bajito y a revolver sensualmente mi cabello, mientras sus dedos empezaron un furioso pistoneo en mi culo. ¡Ella también estaba muy excitada!

Halagado por su reacción, liberé su falo por un momento.

-¿Mami, te está gustan… ¡Aggggggg!...-

Sujetándome fuertemente del cabello de la nuca, ella inmediatamente me obligó a volver a tragarme el miembro, sin darme tiempo a completar la frase.

-Shhhhhhhh-, susurró acariciando mi rostro con la otra mano y mirándome con una media sonrisa de poder. –Sí me está gustando y muchísimo, nalgón, pero ya le dije que usted, cabroncito, debe estar calladito y mamando-.

-Así que si mi nene deja de chupar sin mi permiso-, añadió, plenamente dominante y pellizcando con cierta violencia mi miembro, -Mami le va a arrancar al niño su exquisita y diminuta pollita, de una sola mordida, para prepararla con limón y sal. ¿Entendiste, putito?-.

Asentí con la cabeza, un poco asustado, pero más que nada totalmente fascinado con el control que ejercía sobre mí la gigante, ya fuera con su portentosa fuerza, su sensualidad o con sólo una mirada. Con vigor, voluptuosidad, autoridad y dulzura, Naomi ya había logrado transformarme en una indefensa mascota, sólo pendiente de los deseos de su Ama.

Ella sonrió mas ampliamente al verme por completo sometido, me tomó por ambas orejas y empezó a meter y sacar su vergota, moviendo acompasadamente las caderas de adelante, hacia atrás.

¡Me estaba cogiendo por la boca! ¡Y lo hacía tan deliciosa y rítmicamente, que yo empecé a acompañar con fervor el movimiento, mientras me sujetaba fuertemente de sus nalgotas!

-¡Eso, chiquito!-, expresó, con los ojos cerrados y la cabeza inclinada hacia atrás. -¡Pésquese bien de la colita de Mami, no se me vaya a caer!-.

-Si quieres, bebito-, añadió, sin detener su erótico vaivén, -también puedes agarrarte de mis chichotas, que ya te había dado permiso y además, las tienes muy abandonadas-.

No sólo obedecí, sino que empecé a recorrer el inmenso y bellísimo cuerpo con mis manos, totalmente enfebrecido. Amasaba los senos, el trasero, los muslos y apretaba suavemente los testículos y la base del pene, mientras mi boca se dilataba y engullía una porción cada vez mayor de la salchichota.

Sentía mis pompas y piernas totalmente empapadas, mientras mi culito y pezones vibraban con algún tipo no conocido de taquicardia.

De repente ella se detuvo bruscamente y levantándome en el aire por las axilas, me arrojó con facilidad y precisión hacia el centro del sillón, donde caí semiacostado, sin lastimarme. Luego la gigante se sentó en su rincón del sofá, bien derecha contra el respaldo y su pulsante macana apuntando al techo.

-Ven acá, tragoncito-, ordenó con ojos de pantera en celo. –Pero hazlo a gatas, como perrito faldero-.

Yo me sometí nuevamente a su mandato, acercándome en cuatro patas, hasta que mi cara quedó directamente sobre el enorme falo.

-¿Qué esperas, putito?-, dio entonces, acariciándome la espalda. -¡Ándele, bebé! ¡Sígale con su ración de verga!-.

No me hice nadita del rogar e inmediatamente empecé con un sube y baja, cada vez mas profundo, a lo largo del cipote. Quizá por la posición, increíblemente ya podía alojar casi la mitad de la longitud de la reata y empecé a sentir como el glande rozaba mis anginas.

Me alarmé por un momento, creyendo que me asaltarían las nauseas, pero inmediatamente percibí como mi garganta se dilataba. ¡Finalmente comprendí que la nueva y asombrosa elasticidad de mi boca, también se debía a la bendita inyección!

-Así es, nenito-, dijo entonces ella, leyendo mis pensamientos. –Ya le había dicho a mi Rey, que si le ponía empeño y cariño, todo se le iba a dar con facilidad y placer-.

-Además-, añadió, riendo bajito y como hablando consigo misma, -se me hace que en tu caso, el efecto se duplica, por que me resultaste toda una zorrita, mi chiquita-.

No dije absolutamente nada y seguí mamando con fervor, mientras mis nalgas iniciaban un suave bamboleo, de lado a lado, como para llamar su atención. A esas alturas a mi me daba igual que me hablara en masculino o femenino, mientras siguiera seduciéndome dulce y dominantemente.

-¡Ay, putito! ¡Que rico mueves la colita! ¡Como perrito contento!-, exclamó, encantada con el movimiento de mi trasero.

-¡A ver, firulais!-, añadió, empezando a darme suaves nalgadas. -¡Mueva mas rápido el rabito, para su Amita! ¡Ándele! ¡Mamando y meneando la colita!-.

Como un verdadero chucho, empecé a agitar más intensamente el trasero, mientras ella incrementaba la intensidad de sus azotes y me obligaba a arreciar el ritmo de la mamada con su mano en mi nuca.

El manantial que brotaba de mi ano ya había formado un charco en el sofá, mientras mis tetitas y pene me empezaban a doler por la excitación.

-¿Sabes por que te acomodé así, mi perrita?-, dijo ella entonces, entre cada vez mas fuertes jadeos y empezando a subir sus caderas al encuentro de mi boca. –Porqué de esta manera, en cuatro patitas, todas las cositas ricas de mi putita, le quedan a Mami al alcance de la mano-.

Diciendo esto, la Mulata empezó a recorrer con ambas manos todo mi delicado cuerpo, desde la nuca, hasta los muslos, deteniéndose largo tiempo en mi culo y miembro.

Arañándome el abdomen, llegó a mis inflamados pechitos, que pendían hacia abajo evidenciando como nunca su forma y volumen femenino.

-¡Uy, chiquitita!-, expresó emocionadísima y jaloneándome como loca de los pezones. -¡Que ricas se te pusieron las tetitas! ¡Y así como estás, te cuelgan bien sabroso, como vaquita!-.

-¡A ver, puta chichona!-, añadió con rudeza, jalándome por el cabello de la nuca. -¡Deja de mamar tantito, que necesito que tengas libre la boca!-.

Luego empezó a hablarme con calma, entrecerrando los ojos y sonriendo con picardía. Su mano masturbando mi pene y su expresión de superioridad, me hicieron saber que me iba a someter a un nuevo juego.

-Quiero saber cosita, si en verdad eres tan listo como yo creo-, empezó a decirme, sin dejar de amasar mis pechos. –A ver, dime, ¿como hacen las vaquitas?-.

-¿Las…las vacas…Ma-Mami?...-

-¡Sí, las vacas, burrito!-, insistió, dándome una cachetadita. –Ellas no hablan, ¿verdad? Entonces, ¿cómo se expresan las vaquitas?-.

-¿Mu…Mugen, Mamita?-, respondí titubeante, inseguro de para donde iba.

-¡Así es bebé!-, exclamó, contenta. -¡Y cuando les están manoseando las tetitas, pues más fuerte mugen de contentas! ¿Verdad?-.

-Sssi…Mami…así debe ser…-

-¿Y quien es mi vaquita tetoncita?-, preguntó, empezando a exprimir hacia abajo mis senos, uno con cada mano, mientras besaba mi entreabierta boca.

-Yo Mami…yo soy tu…tu vaquita tetona…-…, musité temblando, arrebatado por el dulce jaloneo.

-¡Pues entonces a mugir, chichona!-, ordenó implacable. -¡Muge de contenta, mientras Mamita te ordeña las tetitas!-.

-¡Muuuu…!-, empecé a decir tímidamente, pero con deliciosos escalofríos por toda la espalda.

-¡Más fuerte, vaca puta!-, exigió, tironeando hacia abajo mis pezones.

-¡Muuuuuuuuuuu…!-, obedecí, con mi pene brincoteando como loco.

-¡Así! ¡Así!-, gruñó, fuera de sí. -¡Pero más fuerte! ¡Muge mucho más fuerte! ¡Como vaquita feliz!-.

-¡Muuuuuuuuuuuuu!...¡Muuuuuuuuuuuuu!...¡Muuuuuuuuuuuuu!...-

El salvaje magreo de la Mulata en mis pechos realmente me tenían inspirado, mugiendo a todo pulmón, mientras restregaba mi rostro contra sus tetotas y mis caderas oscilaban adelante y atrás, como violando al aire.

Su mano sujetándome repentinamente por la nuca, me reveló que ella también estaba que ardía.

-¡Ay, bebé!-, exclamó llevando mi boca a su garrote. -¡Muges tan rico, que ya me pusiste toda cachonda! ¡Mejor sigue mamando verga, putito, mientras Mami te ordeña la pollita!-.

La mulata inmediatamente empezó a cogerme por la boca, haciéndome subir y bajar la cabeza, mientras elevaba también sus caderas, introduciéndome el priapo más adentro que nunca.

Al mismo tiempo me masturbaba furiosamente, mientras su mano libre seguía ordeñando alternadamente mis tetas, con tal pasión, que sentía que me las arrancaba.

-¡Cosita!-, ronroneó en mi nuca, al incrementar el mete y saca en mi boca. –Se me hace que tu biberón ya está a punto. ¡Chúpele más fuerte, mi nene! ¡Que ya viene la lechita!-.

La gigante metió entonces su enorme mano por entre mis nalgas, para al mismo tiempo que clavaba profundamente el pulgar en mi culo, tironeaba hacia atrás mi verguita y huevos con los demás dedos.

Empezó a bufar, metiendo más de la mitad del chorizote en mi ensalivada boca, mientras sus salvajes caricias me tenían el borde del orgasmo.

-¡Ya putito! ¡Ya viene!-, urgió entre gemidos. -¡Te la tomas todita, cabrón! ¿OK? ¿OK, nenito?...¿¡Nenito tragón?!...¿¡Zorrita cachonda?!...-

En el punto previo a la explosión, la gigante empezó a decir incoherencias, mientras casi me dislocaba las mandíbulas por la fuerza de sus embestidas.

Yo estaba más que listo y deseoso y me preparé para el terremoto.

-¡Ya, bebé! ¡Ya viene, putito! ¡Ya! ¡Ya! ¡Ya! ¡Yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa…!...

-¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh…!

El rugido de la Mulata cimbró todo el edificio, mientras que mi boca empezaba a recibir tal cantidad de semen, que debió llegarme hasta el cerebro.

Los chorros se estrellaban directamente contra mi garganta, lo que facilitaba mi rápido y goloso tragar, pero aún así una gran cantidad escurría por mis comisuras y resbalaba verga abajo.

Yo seguí mamando como si la vida me fuera en ello, deliciosamente motivado por los dedos de Naomí que, clavados en lo profundo de mi culo, también me estaban provocando un intensísimo orgasmo.

Durante momentos interminables la leche siguió manando del falo de mi dueña, mientras mi verguita escupía la suya sobre el sillón y todo mi cuerpo se cimbraba de placer.

Finalmente, el "biberón" se agotó y sin dejar mi posición, empecé a limpiar lo que se había escurrido, lengüeteando, glotón, el tronco, los inmensos huevos y cada rincón de la cabezota.

En cuanto me vio terminar, la enorme colegiala me manipuló por la cintura y girándome en el aire, me colocó sobre su regazo, acurrucado como bebé y con su brazo acunándome desde la espalda, hasta el culo.

Su tierna mirada y su sonrisa de niña volvieron a desarmarme y me dejé besar a profundidad, aferrándome a sus hombros.

Yo aún estaba muy sensible por el orgasmo, por lo que el nuevo y embriagador morreo, me provocó espasmos en la espalda.

-¿Te gustó la lechita de Mami, bebé?-, dijo ella finalmente, separándose de mis labios y acariciándome todo con su mano libre.

-Es la cosa más deliciosa que he probado en mi vida-, respondí relajadamente, apretándome contra sus tetotas.

-Que bueno que te gustó, chiquito-, añadió, mordiendo mi cuello. –Y también me agrada ver que mi niño es muy goloso y obediente, pues se tomó hasta la última gotita de leche y dejó bien limpiecita la mamila-.

Diciendo esto, Naomi volvió a besarme apasionada, pero brevemente, para después acurrucarme contra su pecho y empezar a deslizar sus uñas por mi espalda, desde mi nuca, hasta el nacimiento de mis nalgas.

Apenas me estaba relajando, creyendo que las emociones cesarían por un rato, cuando la traviesa voz de mi dominante amiga, me recordó que aún había noche para rato.

-Oye, pequeño…-

-Mande, Mamita-, respondí muy modosito, pero sabiendo que algo tramaba.

-Ahora que lo pienso, eres medio desperdiciadito y no te tomaste toda la leche…-

-¡No, Mami! ¡Sí me la acabé toda!-, respondí, genuinamente contrariado. -¡Mira! ¡Hasta dejé brillosa la mamila!-.

Esto lo dije levantándome un poco de su regazo y empuñando el cipote de la Mulata, que aún permanecía erecto a su máxima expresión.

-No, tontito-, corrigió con dulzura, pero arqueando amenazadoramente una ceja, -Me refiero a esa otra lechita…-

La gigante sujetó entonces mi oreja y con facilidad, me hizo girar la cabeza hacia el centro del sillón. Ahí, un considerable charquito de esperma me recordaba que yo también había vivido una placentera eyaculación.

-¡Pe-Pero Ma-Mamita! ¡Esa…esa…es mía!-, reclamé tímidamente, implorándole con los ojos.

-No importa, mi rorro-, atajó, terminante. –Leche, es leche y los niños no deben desperdiciarla. Así que, ¡a tomársela toda!-.

La Mulata no me dejó ni intentar una nueva súplica, pues inmediatamente se levantó del sillón, conmigo en brazos. Ya de pie, volvió a malabarearme como muñequito, para acomodarme de nuevo en el sofá, a cuatro patas y con mi cara directamente encima de la mancha de semen.

Yo volteé hacia ella y rogué otra vez, pero ahora intentando hacerme el simpático.

-¡Es que esa no vale, Mamita! ¡Yo, mi biberón, lo dejé bien limpiecit… ¡Ayyyyy!-.

-¡A callar, Firulais!-, me interrumpió ella, con una fuerte nalgada. -¡Los perritos no hablan! ¡Y menos cuando se han portado mal y andan dejando su mugrerito por la casa!-.

Me quedé inmóvil, con la pompa ardiéndome por el manazo e inmediatamente entendiendo que no había forma de evadirme. Nuevamente excitado por el juego de dominación, me anticipé a sus deseos y empecé a agitar el trasero.

-¡Eso esta mucho mejor!-, expresó riendo al verme, claramente embriagada con mi sumisión. -¡Moviendo la colita para su Ama, como buen chucho faldero!-.

Luego comenzó a pasearse a lo largo del sillón, recorriendo la distancia de mi cabeza, a mi culo, mientras me acariciaba delicadamente la espalda. Finalmente hincó una rodilla y se inclinó junto a mi oído.

-Bueno mi cachorrito-, ronroneó, intimidante, -quedamos en que te vas a comer toda la lechita que tiraste, por que no se debe desperdiciar y menos dejar cochinaditas en la sala. ¿OK?-.

Yo asentí humildemente con la cabeza, pues inconscientemente sabía que en ese momento me tenía prohibido hablar.

-Bien, pues ¡a lamer se ha dicho, Firulais!-, exigió, poniéndose de pie y chasqueando los dedos. -¡Y sin dejar de menear el rabo para tú Ama, con la que estás muy feliz!-.

Ni por un instante pensé en resistirme e inmediatamente empecé a repasar todo el charquito con la lengua, sin descuidar ni un rincón, mientras movía de un lado a otro el culo.

En realidad, estaba tan embrujado por el sensual dominio de la gigante, que si en ese momento me hubiera mostrado un aro, yo sólo me habría puesto a hacer trucos, como pero cirquero.

Supe que Naomi disfrutaba del espectáculo, cuando sentí pasear sus dedos por la separación de mis nalgas.

-¡Ay, chiquito!-, exclamó, enronquecida. -¡Que rico te ves así, agitando la colita para Mami, bien contentito, como perrito chihuahueño! ¡Me estás cachondeando de nuevo!-.

Su mano volvió a afianzarme con fuerza por el cabello de la nuca, mientras algo muy grueso empezó a repasarme la raja del culo. ¡Me estaba apoyando su vergota!

-Se me hace, putito, que no me voy a esperar a darte tu siguiente sorpresa y te voy a encular de una vez…-

La gigante no me dio oportunidad ni de decir pío, pues sujetándome por los tobillos, me giró bruscamente sobre mi mismo para dejarme boca arriba en el mismo sillón. Mirándome directamente a los ojos, levantó y separó mis piernas hasta que mis rodillas quedaron alineadas con mis orejas, dejando mi orificio listo para ser atacado.

Entonces, sonriendo irresistible y majestuosamente, apoyó el glande y la entrada de mi culo.

-¿Listo, bebe?-.

Tragué saliva y apenas iba a contestar, cuando:

-DING-DONG…DING-DONG…-

¡Me salvó la campana!