La dulce trampa (5)

Naomi devora con su boca el culo y la pequeña verga de Carlitos, bebiendo su semen y haciendo entender al nerd que esa noche será deliciosamente enculado.

Esta vez fui yo quien llevó la pauta en el beso. Intentando agradarle, puse en práctica todo lo que ella me había venido haciendo durante la noche. Metí mi lengua lo mas adentro que pude, mordí y chupé un poco sus labios y hasta quise verme atrevido, jalando suavemente su lengua con mis dientes hasta sacarla de su boca y succionándola durante un rato.

Cuando me separé, sus ojos estaban un poco desenfocados y sus senos subían y bajaban con su agitada respiración.

-Que ardiente te pones de repente, chiquito-, dijo entonces la Mulata, con la voz muy ronca y sonriendo ligeramente.

-Así me pones tú, Mamita-, respondí sin dejar de tocarla. –Además que he tenido muy buena maestra.

-¿Ah, si? Pues ahorita, mi pequeño, tu Maestra te va a enseñar otra cosita que te va a poner todavía más ardiente.

-¿Si? ¿Qué es? ¿Qué es?-, empecé a preguntar entusiasmado, ansioso por seguir con la aventura.

-No comas ansias, gatito, ahorita vas a ver. Mira, agarra la caja de madera-. La Mulata se inclinó un poco hacia delante, para que yo, sin abandonar sus brazos, alcanzara el objeto que había dejado en la parte baja del librero.

-¿Listo, bebé? ¡Pues de vuelta al sillón!-.

Mas tardó en decirlo, que en llegar al sofá, acomodarse en su esquina, colocarme a su lado y empezar a abrir la caja.

-¿Son cigarros, Mami?-, inquirí intrigado, observando los objetos obscuros, delgados y alargados, del tamaño de una pluma, que sacó del estuche.

-Mas o menos. ¿Fumas, chiquito?-.

-Sí, Mamita, de vez en cuando-.

-Bueno, pues estas cosas se fuman, pero producen un efecto mas intenso que el tabaco.

-¿Tienen…tienen droga, Mami?-, pregunté, entre inquieto y emocionado. Yo había probado de todo en la vida, sin caer en adicciones y siempre me ha gustado experimentar, sobre todo en buena compañía. Pero no quería darle señales equivocadas: ni despreciarla, ni parecer vicioso.

Ella otra vez adivinó mis pensamientos.

-Si y no, bebé-, dijo tranquilizadora. –Déjame te explico. Ya habrás visto que soy bioquímica, pero lo que no sabes es que me dedico a la investigación avanzada en muchos campos. Hace un par de años me topé con un alga, rica en nicotina, pero principalmente formada por un polímero que una vez procesado, combina los efectos de la cocaína y la marihuana.

Yo la escuchaba alelado, cada vez más sorprendido de los alcances de la joven gigante.

-La cocaína es un enervante, o sea que te pone eufórico, mientras que la marihuana es medio alucinógena y aviva tus sentidos, pero es altamente depresiva. Pues bien, nenito, este cigarro, que es patente mía, combina lo mejor de ambas drogas, pero sin efectos secundarios, sin dañar tu cerebro y sin crear absolutamente ninguna dependencia.

-¡Guauh!-, expresé con genuina admiración, tomando uno de los delgados puros, envueltos en papel oscuro y con un discreto y elegante distintivo del "fabricante". –Mami, ¿y por que no los comercializas? ¡Harías una fortuna!-.

-En eso estoy, Cosita, pero poco a poco-, respondió sonriendo. –Ponte a pensar que los cárteles de la droga asesinarían a cualquiera que amenace seriamente su negocio. Pero bueno, ¡Nosotros a gozar!-.

Entusiasmado, me disponía a tomar el encendedor que Naomi tenía en la mesita lateral, pero ella me lo impidió dándome un golpecito en la mano y quitándome el cigarro.

-¡No tan de prisa, chaparrito!-, me reprendió, sonriendo. -Esta cosa pega fuerte y un chico tan pequeño como tú, se me puede poner loquito de más.

-¿Y entonces?-, reclamé desilusionado y con un puchero de niño. -¿Nomás voy a ver, o que?-.

La Mulata rió con ganas ante mi expresión, revolviendo mi cabello y pellizcando mi nariz.

-No, no, nenito, si vas a probar, pero Mami te va a ir dando de a poquito. ¡Tengo que cuidarte, cielito! Mira, ponte así.

A indicación de la exuberante gigante, me acosté boca arriba en el sillón, con mi cabeza en su regazo. Ella entonces aplicó la llama al pitillo y dio unas breves y rápidas bocanadas, para que "agarrara". Conseguido esto lo acercó a mi boca y se dispuso a instruirme.

-Mira bebé-, empezó a decir, realmente fascinada con la curiosidad que veía en mis ojos. –Vas a darle una chupada, no muy profunda y retienes el humo, como con la marihuana. Luego, cuando yo te diga, lo vas soltando despacito. ¿OK?-.

-OK, Mami-.

-¿Listo, pequeño? Va. ¡Chúpale, flaquito! ¡Chúpale!-, ordenó Naomi, aplicando el cigarro a mi boca y esperando a que diera una buena inhalada. Luego lo retiró, para que pudiera sostener el humo.

-Cierra los ojitos, Cosita-, susurró la Mulata, como una pervertidora consumada. -Ciérralos y relaja el cuerpo, que luego, luego vas a sentir el efecto.

Tenía razón. Un delicioso escalofrío surgió inmediatamente en mi nuca y sienes y empezó a correr por todo mi cuerpo, a partir de mi columna.

-Suéltalo, muñequito. Déjalo salir despacito-.

Obedecí, abriendo los ojos, para toparme con sus ojos de pantera, atenta a mis expresiones.

-¿Rico?-, preguntó suavemente.

-¡Riquísimo, Mami!-, respondí extasiado.

-Bueno, ahí va otro y luego sigo yo. Prepárese a disfrutar, por que ahora, mi chaparrito, le va a dar dos chupaditas seguidas y lo retiene, para que le pegue más fuerte. ¿Listo? ¡Éntrale, mi nene!-.

La gigante volvió a acercar el cigarro, con la seguridad de que seguiría exactamente sus indicaciones. Después de todo, ella era la maestra y yo el alumno plenamente dispuesto.

-Uuuna…Oootra… ¡Eso, bebito! ¡Ahora retenlo! ¡Aguántalo, chiquito y siéntelo en toda tu pielecita!-.

Otra vez acertó y yo empecé a sentir pequeños piquetes en todo el cuerpo, como si miles de agujas pincharan suave y rápidamente mi epidermis. Las yemas de los dedos me palpitaban y mi verguita empezó a hincharse como nunca.

-¡Uy, nenito! ¡Que rico! ¡Se te erizó todo el cuerito!-, expresó la Mulata emocionada, separando la tela de mi batita y pasando las yemas por mis pezones, ombligo, costillas, cuello y toda la parte superior de mi cuerpo. Luego reparó en la carpita que se había formado en mi entrepierna, localizó la punta de mi pequeño pene y empezó a darle apretoncitos. Yo estaba en la gloria.

-Ya suéltalo, chiquito, que debo controlarte y como quiera Mamita te sigue acariciando-.

Obedecí nuevamente, pero esta vez sin abrir los ojos, disfrutando de su toque y del poderoso efecto de la bendita alga.

-¿Qué tal, bebé? ¿Te gustó el descubrimiento de Mami, verdad?-.

-Tanto, Mamita, que cuando te decidas a comercializarlo, yo consigo el financiamiento-, musité embelesado, desperezándome como gato satisfecho y abrazándola por la cintura, recostándome de lado, pero sin abandonar su regazo. Mi respuesta provocó otra de las juveniles carcajadas de Naomi, quien comenzó a acariciar mi espalda con su mano libre.

-Pero ahora sigues tú Mami-, añadí, mirándola pícaramente desde abajo. –A ver si es cierto que las chicas grandotas aguantan más.

Mi reto la hizo levantar una ceja, aparentemente divertida y respondió metiendo una mano en mi escote y apoderándose de mis tetillas.

-Usted calladito y quietecito, niño buscapleitos, que efectivamente ahora le toca a Mamita-.

Sin dejar de torturar mis pezones, la gigante se llevó el cigarro a la boca, inhaló dos veces seguidas y retuvo el humo, cerrando los ojos y reclinando la cabeza en el respaldo. La relajada y sensual expresión que fue apoderándose de su rostro, lo dijeron todo.

Mientras ella fue soltando el humo, yo empecé a sentir que algo presionaba mi costado y me empujaba hacia arriba. Era su poderoso miembro que empezaba a crecer.

-¿Rico, Mami?-, pregunté entonces, acurrucándome más en sus piernas, realmente feliz de verla gozando y ser parte de ello.

-Riquisísimo, mi cielito-, respondió, clavándome sus pupilas levemente dilatadas y depositando el cigarro en el cenicero. -Pero yo sé como podría estar aún mejor.

Naomi abrió entonces su escote, colocó una mano en mi trasero y la otra en mi nuca. Entonces me jaló firmemente hacia arriba, hasta dejar mi rostro frente a una de sus expuestas tetotas. Mi boca quedó a centímetros de su pezón y mi cuerpo acurrucado sobre ella, casi en posición fetal, como un bebé a punto de recibir pecho. Y aparentemente esa era más o menos su intención.

-Cuando veas que empiezo a darle el toque, chiquito, tú comienzas a mamar la teta de Mami, despacito, como bebito lactando-, explicó entonces. –Estoy segura que tu boquita de frambuesa va a incrementar muchísimo mi placer. ¿OK?-.

Yo asentí con la cabeza, imposibilitado para hablar por la fascinación que ejercía sobre mí el formidable pecho. La vi acercarse el cigarro a la boca, succionarlo tres veces seguidas y reclinar la cabeza en el respaldo…y empecé con lo mío.

Me prendí del seno con ganas, abarcando todo lo posible con mis labios y lengüeteando lentamente el erguido pezón. Con los ojos muy abiertos para no perderme ni uno sólo de los deliciosos gestos de la chica, me esmeré en su placer, presionando suavemente con mis dientes y amasando con mis dedos todo lo que quedaba fuera de mi boca.

La Mulata finalmente soltó la bocanada y volteó hacia abajo con pereza. Me miró largamente, apenas sonriendo y entonces sostuvo mi nuca con una mano, mientras que con la otra acunó su seno y empezó a presionarlo con dos dedos, como si realmente bombeara leche hacia mi boca.

Y la verdad, comparando el tamaño de ambos cuerpos, pareciera la escena de una joven nodriza, amamantando a un mimado mocoso de cinco años, de esos que se niegan a ser destetados.

-No sabes lo que tierno que te ves ahí, nenito, con tus ojos bien abiertos, como descubriendo el mundo y tu boquita prendida a la teta de Mamita. ¿Estás tan feliz como se ve en tu carita?-.

Yo sólo pude asentir ligeramente con la cabeza, pues su mano en mi nuca me mantenía fuertemente presionado contra ella. De todas formas creo que no hubiera podido hablar, hipnotizado por la maternal voz, el calor de su cuerpo y la acariciadora y envolvente mirada.

-Que bueno, pequeño, yo estoy completamente feliz contigo, tanto, que se me hace que te voy a adoptar. ¿Te gustaría eso, angelito? ¿Te gustaría ser el rorro de Mamita?-.

Otra vez sólo pude responder con un gesto, pero ella adivinó mi afirmación en mi sonrisa y en el brillo de mi mirada.

-Tu sigue mamando, bebé, que yo siento muy bonito, además que estás muy flaquito y necesitas la lechita de Mami-, dijo, empezando a oscilar el tórax suavemente, como arrullándome.

-Pero esta manita mejor ponla acá, para que te pesques bien y me des todavía más placer-, añadió, colocando mi mano sobre su otro pecho y mostrándome como debía amasarlo.

Naomi volvió entonces a degustar el puro, aspirando ahora dos veces, a profundidad y reteniéndolo con absoluta expresión de golosa. Pero esta vez, al dejarlo escapar, no abrió los ojos, sino que permaneció con la cabeza reclinada hacia atrás, mientras sus dedos acariciaban mi nuca y su otra mano arañaba suavemente mis nalgas, por debajo de la bata.

-¿Sabes que es lo particular de esta droga, chaparrito?-, empezó a decir, bajando finalmente su mirada hacia mi. –Que me pone de lo más cachonda.

No necesitaba haberlo dicho. Su mirada había adquirido otra vez esa expresión de puro deseo animal, mientras que mi trasero, apoyado en su entrepierna, ya hacía rato que sentía el constante golpeteo de su verga cobrando vida aceleradamente.

Y si me quedaban dudas, ella lo puso más claro al dejar de lado el cigarro, separarme de su seno y manipularme con suave precisión, para dejarme sentado a horcajadas, de frente a ella.

-Pero, muy, muy cachonda, Cosita-, reafirmó, abriendo la parte de arriba de mi bata y jalándome violentamente contra ella. Yo sólo pude emitir un breve gemido al ser aplastado contra sus tetotas, pues durante los siguientes minutos, ella me robó la respiración.

Estaba desatada: mordía mis labios, chupeteaba mi cuello y daba deliciosos lengüetazos a mis pezones y axilas, mientras sus manos se clavaban en mis nalgas y muslos.

-¡Ay, tetoncito! ¡Pero que cosita tan sabrosa me vine a encontrar en ti!-, dijo de pronto, levantándome por las axilas y dejando mi pecho a la altura de su rostro. Inmediatamente, su boca se apoderó por completo de una de mis tetitas, mientras con una mano empezaba a amasar, como ordeñándome, la otra.

-¿Sabes que se me antoja ahora, pequeño?-, me preguntó al oído, suspendiendo momentáneamente la exquisita tortura.

-¿Qué, Ma-Ma-Mami?-, respondí jadeando.

-Seguir chupando, pero no el cigarro, sino otra cosita que ha de estar verdaderamente rica…-

La gigante no me dio tiempo de nada, pues levantándose del sillón, conmigo cargado, nuevamente me manejó como a un juguetito para dejarme sentado en el respaldo del sofá. Luego se acomodó frente a mi, hincada en el mismo mueble y empezó a desatar el nudo de mi bata.

Animado por la droga y más aún, arrebatado por su mirada, dejé de lado mis inseguridades. Sabía que la Mulata quizá se llevaría una sorpresa, pero me sentí preparado para afrontarla.

Cuando deshizo el lazo, la chica abrió con delicadeza mis piernas y retiró la tela, dejando al descubierto mi enhiesta pollita. Contuve la respiración y tragué saliva. Creo que jamás he sentido el tiempo transcurrir tan lento, como en ese momento, cuando esa gigantesca belleza con carita de colegiala, la mujer más excitante en mi vida, observaba atentamente mi más íntimo secreto.

La Mulata levantó por fin su mirada hacia mí y, con la misma expresión de niña dichosa que adoptó cuando descubrió mis tetitas, dio su veredicto.

-Es la verguita más chiquita y preciosa que he visto jamás…-

Yo de verdad que esperaba algo así, pero no pude evitar ruborizarme y, quizá por instinto de conservación, traté de defender mi "hombría".

-¿De…de veras, Mamita?-, empecé a argumentar, sin mucha convicción. -Tal vez…tal vez no sea en realidad tan…tan chiquita…-

-Te equivocas, bebito-, me interrumpió con ternura, acariciándome una mejilla. –Sí es muy, muy pequeña, en verdad minúscula, es más: debe ser de las pollitas más diminutas del mundo-.

-¡Y mira!-, continuó entusiasmadísima, mientras inspeccionaba su hallazgo. -¡Completamente lampiño! ¡Sin un solo bellito! ¡Ni siquiera en tus bolitas!-.

Los ojos se me llenaron de lágrimas. Abrí la boca, pero no me salieron las palabras. Me sentí del todo humillado, pero no por Naomi, pues ella inexplicablemente seguía sonriendo y tratándome con una excitante dulzura. Mi frustración reflejaba más bien mi más grande temor: el no poder satisfacer a una chica tan especial como ella.

-Yo…yo…sé que…Ya te había dicho…que no soy… lo suficiente….lo suficiente hombre para….para alguien como tú…que yo…que yo…-….

La boca de la gigante no me dejó continuar, pues levantándose un poco, me besó honda, pero cariñosamente, para después limpiar mis lágrimas con sus labios.

Luego volvió a hincarse, envolvió mis manos con las suyas y me miró con adoración.

-Tú, Carlos-, empezó a decir, -eres el hombrecito mas apuesto y sensual que he conocido, hecho a mi exacta medida, deliciosamente dotado de todo lo que necesito y anhelo para mi gusto y placer.

-Y esta verguita de azúcar-, añadió, mirando cariñosamente mí pene y acariciándolo con suavidad, -es para mí la cosita más linda y excitante del mundo, justamente como la imaginaba en mis más cachondos sueños.

-Pero, Naomi…-

-Pero nada, chiquito-, me silenció con un apretoncito a mis huevos. –Eres todo lo que deseo, necesito y espero en un hombre, el muñequito que por tanto tiempo he buscado y ahora que te encontré, puedo pasarme una vida demostrándotelo y voy a empezar ahora mismo-.

Sin más y con una última sonrisa, la exuberante chica bajó la cabeza, abrió su boca y se apoderó por completo de mi miembro, con todo y testículos, para empezar a regalarme el episodio más apasionante, hasta entonces, en mi vida.

Con sus manos aferrándome por las nalgas, quizá para evitar que cayera del sillón, la poderosa Mulata se dedicó a succionar mi falo con maestría, jugueteando con mis bolitas entre su lengua y paladar.

Yo jadeaba como nunca, aferrándome con ambas manos a su nuca, mientras iban subiendo involuntariamente mis piernas, para apoyarlas en sus hombros.

-¿Te gusta, chaparrito?-, preguntó, retirando momentáneamente su boca y empezando a masturbarme despacio, con sólo su índice y pulgar. -¿Te gusta como Mami te mama tu pilila?-.

Ella me miraba sonriente, exudando poder, gozando de verme temblando, con los ojos nublados y completamente sometido a sus antojos.

-¡Ahhhhhhh!... ¡Sí, Mami!... ¡Me gusta!.... ¡Me gusta, me gusta!-, exclamé, perdido en sus chispeantes ojos y en las sensaciones que me estaba provocando.

-Que bueno chiquito, por que Mamita está fascinada con la micro-pollita de su rorro, tanto, que se me hace que de aquí en delante, va a ser mi juguete favorito-.

La gigante descapulló entonces completamente mi miembro, exponiendo por completo el rojísimo glande. Luego volvió a bajar la cabeza y, con un dedo acariciando mi culito, se dedicó a morder y chupetear suavemente la cabecita.

Yo sólo podía seguir gimiendo como poseído, abriendo más mis piernas y sujetándome de sus orejas.

-¡Ahhhhhhh!... ¡Ahhhhhhh!... ¡No pares, Mami… ¡No… ¡ahhhhhhh!...pares, por favor!...-

-¡No, si no pienso detenerme, nenito!-, me respondió, con la voz ronca, sin levantar la vista de mi pene.

–Me estoy dando el gusto de volverte loquito un rato. ¡Por puro capricho!-, y empezó a meter la puntita de su lengua en el ojillo de mi miembro.

-¡Ah!...¡Ah!...¡Mami!…¡Ahhhhhhh!...¡Por favor!…¡Ahhhhhhh!...¡Me va a estallar la cabeza!...¡Ahh!...¡Ahh!...¡Ahhhhhhh!...-

-¡Que buena idea, bebé!-, exclamó radiante. -¡Vamos a derretirte el cerebro de puro placer!-.

Naomi se separó de mí, bajando un pie al piso. Luego pasó una mano por entre mis piernas, sujetándome del trasero y colocó la otra en mi espalda, mas arriba de mis nalgas. Entonces y sin esfuerzo alguno, me levantó en el aire, apoyó su otro pie en la alfombra y me extendió boca arriba en el sillón, con la cabeza pegada al porta brazos.

Parada a mi lado, la altísima chica me miró entrecerrando los ojos, como no del todo convencida con los resultados, pero inmediatamente sonrió, como si se le acabara de ocurrir una travesura y bajó sus enormes manos hacia mí.

Con los labios temblorosos y mi verguita todavía palpitando, yo me dejé hacer y la vi volver a abrir mi batita -que se había reacomodado con la maniobra- y tomar la parte trasera de mis pantorrillas, para levantar y separar poco a poco mis piernas.

Como resultado final, quedé con el ano y el pene completamente expuestos, con un tobillo hasta arriba, colocado en el respaldo del sofá, y la planta del otro pie apoyada en la orilla del sillón.

-¡Uy! ¡Que rico te acomodé, chiquito!-, dijo entonces, pasando sus uñas por todo mi cuerpo, desde los huevos, hasta los pezones, donde se entretuvo pellizcándomelos.

–Así me gusta mi nene: bien abiertito de patitas, con las tetitas desnudas y el culito y la verguita al alcance de mi mano, para lo que Mami guste y mande.

Luego se arrodilló a mi lado, en el piso, acomodando a su lado, cenicero, encendedor y lo que quedaba del bendito puro, al que volvió a aplicar fuego.

-Mira culoncito-, empezó a explicarme, mientras arrojaba algunas bocanadas de humo, -te voy a dar el cigarrito y voy a dejarte a la mano el cenicero…-

-Pero…-, la interrumpí, ansioso, -…pero, ¿no vas a seguir…con…con lo que estabas haciendo, Mamita?-.

-Sí bebé-, respondió, sonriendo ante mi lujuria y agachándose un poco para mordisquear mis pezones. –Pero ya te dije que me apetece fundirte las neuronas y eso es lo que voy a hacer.

-Como te decía-, continuó, pasando las uñas por mi muslo y haciéndome tomar el pitillo, -vas a ir dando fumaditas cuando te lo indique, mientras yo, voy a estar haciéndote cositas-.

-¿No es…peligroso, Ma-Ma-Mami?-, pregunté, repentinamente preocupado.

-No, mi niño-, respondió, alborotando mi cabello. –Lo de derretirte el cerebro es un decir, pero te aseguro que si vas a ver fuegos artificiales-.

-Pero, ¡ultimadamente!-, agregó, parándose y poniendo las manos en las caderas. –Las Mamis no tienes que dar tantas explicaciones a los nenes. -Usted calladito y obediente. ¿Estamos?-.

-Sí, Mami…-

-A ver-, añadió alzando una ceja y apretando suavemente la cabeza de mi pene. -¿Quien es el juguetito de Mami?-.

-Yyyo…yo, Ma-Mamita…-

-¿Y para que son los juguetitos?-, insistió, arañando mis huevitos.

-Para…para…-

-Para divertir a sus dueñas-, completó ella la frase. –Y tú eres todito mío, ¿verdad, Cosita?-.

-Sssí, Mamita…to-todo tuyo…-

-Entonces, pequeñín-, agregó, chupando su índice y presionándolo contra mi agujerito, -¿cómo se puede resumir todo esto?-.

-Yo…yo…yo soy el juguetito de Mami y estoy para divertir a mi dueña…a ti…Mamita…-

-¡Exactamente, bebé!-, exclamó, agachándose y besando suavemente mis labios. Luego se enderezó, tomó el cigarro de mi mano y se dirigió al otro extremo del sofá.

La gigante se recostó entonces entre mis piernas, apoyada en el sillón de cintura hacia arriba, boca abajo y con una rodilla tocando el suelo.

Con gesto de completa satisfacción, dio una larga chupada al cigarro, reteniendo el humo, mientras restregaba su nariz por la parte interna de mis muslos.

-Bueno, chiquito-, empezó a decir, dejando escapar el aire y dándome el pitillo. Sus ojos habían adquirido un brillo de completa lascivia. –Vas a ir haciendo exactamente lo que yo te diga. ¿OK?-.

-OK, Mami-.

-Te prometí que si te portabas bien, te mimaría como a un Reyesito y te iba a hacer cositas tan ricas, que te volvería loquito. ¿Te acuerdas, flaquito?-.

-Ssssi…si recuerdo…-

-¿Y he cumplido mi palabra, bebé?-.

-Sí Mamita…con creces-.

-Y apenas voy empezando-, afirmó segura. – ¿Listo? ¡Dale una fumada, una sola, pero bien larga, pequeño!-.

En cuanto me vio retener la bocanada, la Mulata separó más mis nalgas y empezó una serie de largas e intensas lengüetadas desde mi culito, hasta la punta de mi falo.

Yo contenía el humo, atento a sus instrucciones, por lo que tuve que retener los gemidos que inmediatamente quisieron brotar de mi garganta.

-Suéltalo, nene-, ordenó ella, con mirada de intensa y febril concentración y mientras empezaba a succionar mis bolitas-.

-¡Ahhhhhhh!... ¡Ahhhhhhh!... ¡Ahhhhhhh!...-, pude gimotear finalmente.

-Por lo que veo, a mi niño le está gustando el tratamiento-, ronroneó la chica, mordiendo la parte interna de mis muslos.

-¡Sí, Mami!... ¡Ahhhhhhh!... ¡Mucho! ¡Mucho! ... ¡Ahhhhhhh!...-

Era alucinante. La poderosa droga provocaba que cada nervio y poro de mi cuerpo, multiplicaran las sensaciones producidas por el lujurioso toque de Naomi.

-¡Pues chúpale de nuevo, mi Rey, que yo pienso hacer lo mismo!-.

Inmediatamente obedecí y también al instante sentí como mi pequeño miembro era succionado por los gruesos labios de la gigante. Tomándose su tiempo, ella empezaba por el glande, para ir chupando el resto hacia dentro.

Luego afianzó con sus dientes todos mis genitales, desde la base de los huevos y empezó a dar tironcitos, como si quisiera castrarme.

-Déjalo salir, pequeño-.

-¡Ahhhh!... ¡Ahhhh!... ¡Ahhhh!-, sollocé, en cuanto mi boca quedó libre, mientras ella chupeteaba mis nalgas.

-¿Ya? ¡Pues otra vez a chupar!-, ordenó, sin darme tiempo a recuperarme.

Con el corazón en las sienes, sentí que las manos de la Mulata levantaban ligeramente mi culito del sillón y sus pulgares abrían más mis nalgas. Entonces la larga lengua de la chica estrenó mi hoyito.

-¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh!...-, chillé, incapaz de mantener la fumarada.

Ella reaccionó dándome una sonora nalgada, pero sin dejar de devorar mi ano.

-Debería de zurrarte ahorita mismo, malcriado, por abrir la boca sin permiso-, advirtió ella, más ronca que nunca, masajeando amenazadoramente mis nalgas.

-¡Ahh!... ¡Ahh!... ¡Perdón, Ma-Mami! ...¡Ahh!...¡Perdón!...¡De verdad no pude aguan… ¡ahhhhhhh!...tar!... ¡Ahhhhhhh!..¡Perdón!...-

-¿Y eso es justificación, nene?-, ronroneó, trepando por mi cuerpo, para empezar a mamar mis tetitas. -¿Qué usted sea tan cachondo, le permite desobedecer a Mamita?-.

-¡Ahhhhhhhhhhh!... ¡No, Mami… ¡Ahh! ... ¡Ahh!... ¡Perdón... ¡Perdón!... ¡Ahhhhhhh!..-, respondí, incapaz de pronunciar otra cosa.

Entonces ella subió más, se irguió un poco apoyando una mano en el sillón y con la otra deslizó su bata hacia atrás de sus hombros, para dejar expuestas sus tetotas, colgando rotundas sobre mi rostro.

Con una sonrisa de poder, procedió a bajar el tórax, para empezar a pasar los hermosos senos por toda mi cara, cacheteándome con ellos y metiendo alternadamente los pezones en mi hambrienta boca.

-No hay problema, Cosita-, dijo entonces, mirándome a los ojos y dándome a mamar, con la mano, un pecho. –Esta vez no te voy a castigar. ¿Sabes por qué? Por qué me encantó el gritito que te provocó mi lengua en tu culo. ¿Te gusta como Mami te come el agujerito, bebé?-.

Yo asentí con la cabeza, pues mi boca estaba ocupada con su inmensa tetota.

-Sí, yo sé que te fascina que te haga el culito, cielo y que bueno… ¡por que lo voy a seguir haciendo!-.

La Mulata tomó el cigarro de mi mano y dio una larga fumada, reteniéndola con los ojos cerrados, mientras sus dedos movían mis labios, obligándome a seguir mamando suavemente su tetota.

Luego soltó con lentitud el humo, besó profundamente mi boca, volvió a darme el puro y se colocó de nuevo entre mis piernas.

-Quiero que los próximos minutos sean los mas intensos de tu vida, bebé-, empezó a decir, mordisqueando la cabecita de mi pene. –Para eso, sin que yo te diga, vas a ir dando fumaditas y soltando el humo cuando tú quieras.

-Es importante que no dejes de inhalar, por que quiero llevarte al límite del placer, chiquito. Pero como ya te dije, puedes abrir tu boquita cada que gustes, que además yo voy a estar encantada con el concierto de gemiditos que seguramente me vas a regalar.

-Y cuando te vayas a venir-, prosiguió, mordisqueando mis huevos, -por que estoy segura que vas a tener la corrida de tu vida, me avisas. ¿OK?-.

-OK, Mami-, respondí quedito, avasallado por tantas y tan intensas emociones.

-Bueno, pues ¡empieza a chupar, mi nene! ¡Que Mami ya va comenzar a mamar!-.

En cuanto ella me vio acercar el pitillo a mi cara, mi cerebro entró en fase de corto circuito.

Durante un tiempo que a mi me pareció interminable, la boca y manos de la Mulata se posesionaron como nunca de mi verga y culo, sin descuidar mis nalgas y tetitas.

Entre bocanadas de la alucinante alga, la habitación se llenó de mis quejidos, mientras Naomi me hacía sentir más sometido y excitado que nunca.

-¡Uy! ¡Que rico gime mi bebé! ¡Como un verdadera putita! ¿Quieres ser la Putita de Mami, cielito?-, preguntó exigente, adentrando profundamente su lengua en mi culo.

-¡Ahhhhhhh! ...¡Sí, Mami! ¡Sí!... ¡Ahhhhhhh!...-

-¿Sí qué, chichoncito?-, insistió, extendiendo una mano para amasar rudamente mis tetas.

-¡Ahh!...¡Ahh!...¡Sí quiero, Mamita!... ¡Ahhhh!... ¡Sí quiero ser tu… …¡ahhhhhhh!...putita!...¡Ahhhhhhh!...-

-Bueno, pues ¡sigamos emputeciéndote! ¡Chúpame bien el dedo, nalgón!-.

Apenas alcancé a ensalivar su índice, cuando la Mulata ya lo estaba introduciendo poco a poco, pero sin pausa, en mi agujero. Ya no pude hacer más que sollozar.

-¡Ahhhhhhhhhhhhhhhh!... Ahhhhhhhhhhhhhhhh!... Ahhhhhhhhhhhhhhhh!...-

-Que rico te comes mi dedito, bebé, se nota que naciste para ser enculado-.

-¡Ahhhhhhhhhhhhhhhh!... Ahhhhhhhhhhhhhhhh!... Ahhhhhhhhhhhhhhhh!...-

-¡Pero ábrete más de patitas, tragoncito!-, ordenó, azotando mis nalgas y forzándome a pegar las rodillas al tórax. -¡Quiero llegar bien, bien adentro!-.

-¡Ahhhhhhh! ...¡Sí, Mami!... ¡Ahhhhhhh!... ¡Sí!-, obedecí, sujetando mis muslos para mantenerlos contra mi pecho y dejar aún mas expuesto mi trasero.

La gigante empezó entonces un alucinante pistoneo en mi culo, mientras sus dedos masturbaban furiosamente mi verguita.

-¡Ahhhhhhh!... ¡Ya, Mami!… ¡Ahhhhhhh!... ¡Ya!...-

-¿Ya qué, Culoncito precioso? ¿Ya qué?-.

-¡Ahhh!... ¡Ahhh!... ¡Ya voy… ¡ahhhhhhh!... ¡Ya me voy a veniiiiiiiirrr!... ¡Ahhhhhhh!... ¡Ahhhhhhh!... -

-¡Pues vente, chiquito! ¡Véngase mi Putito hermoso, que es lo que estoy esperando!-.

Entonces ella volvió a sorprenderme, pues bajó su cabeza decidida y volvió a tragarse mi pollita, para empezar a succionarla con toda su alma.

-¡Ahhhhhhhhhhhhhhhh!... ¡No, Mami!... Ahhhhhhhhhhhhhhhh!... ¡Cuidado, que te los voy a…a…a echaaaaaaaar!...Ahhhhhhhhhhhhhhhh!...-

Por toda respuesta la Mulata incrementó el mete-y-saca de su dedo, perforando bestialmente mi culo, mientras su boca subía y bajaba por mi verguita.

-¡Ahhhhhhhhhhhhhhhh!... ¡De verdad, Mami!... Ahhhhhhhhhhhhhhhh!... ¡Te los voy….te los voy…a…a…a…aventaaaaaaaaaar!...Ahhhhhhhhhhhhhhhh!...-

-¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh hhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!...-

La cabeza me estalló. El corazón salió disparado por mi boca y el alma me abandonó del todo, mientras Naomi iba succionando mi pene, dejando el índice bien clavado en mi culo, sin sacarlo, pero moviendo suavemente la punta, masajeando mi próstata.

-¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh hhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!...-

A través de la nube que empañaba mi vista, pude ver como la gigante, con expresión de absoluto gozo, iba bebiendo mi semen, lentamente, pero sin pausas, chupando como niña golosa de un popote.

-¡Ahhhhhhhhhhhhhhhh!... Ahhhhhhhhhhhhhhhh!... Ahhhhhhhhhhhhhhhh!...-

Sin prisas y mirándome con absoluta posesividad, ella liberó mi pene, pero sólo para volver a descapullarlo y limpiar hasta la última gota de esperma.

-¡Mami!…¡Ahhhhh!...¡Mamita!...¡Ahhhhh!...¡Mamacita!...¡Ahhhhh!...-

Extrayendo finalmente su grueso dedo, la Mulata bajó mis piernas con delicadeza, me repegó contra el respaldo del sillón y se tendió a mi lado, de costado, para envolverme con su muslo.

-¡Mamita!... ¡Ahh!... ¡Ahh!... ¡Yo!... ¡Ahh!... ¡Ahh!..¡Yo!...-

-Shhhhhh, bebito, shhhhhh, -, me calló con ternura, besando suavemente mis labios y pasando las yemas de sus dedos por todo mi cuerpo.

-¡Es que Mami…! ...¡Ahh!... ¡Ahh!... ¡Ha sido…! ...¡Ahhhhh!...-

-Shhhh, silencio, nene, silencio-, insistió ella con ternura, girando mi cuerpo hasta dejarme de frente al respaldo, con sus tetotas contra mi espalda, su brazo rodeando mi cintura y su vergota apoyada en mis nalgas.

Luego mordisqueó mi nuca, dándome rítmicas nalgaditas, como arrullándome.

-Shhhh, calladito y reponiendo fuerzas, chiquito, que lo bueno apenas va empezando y Mami va a seguir estrenando a su putito…-