La dulce trampa (3)

Sigue la larga noche en que un diminuto Nerd es seducido y dominado por una gigantesca y hermosa Transexual. Dominación, Feminización, Ciencia Ficción.

Cuando llegué al despacho de Naomi, con una copa de coñac recién servida, me di cuenta que al igual que todo en la casa, era inmenso. No era un privado cualquiera, sino una oficina en forma.

La primera parte estaba acondicionada en forma de recepción, con sillones, televisor, revisteros y un enorme librero, como para hacer placentero cierto periodo de espera. Más allá, a la derecha, una especie de Sala de Juntas, con una enorme mesa de forma ovalada y alargada, con al menos 20 sillas. Había un proyector, varios monitores de televisión, teléfonos, fax, cafetera y una especie de panel de control.

Al centro de la enorme habitación, un especie de plazoleta dominada con una gran escultura de la diosa Afrodita, al pie de un tragaluz.

Más allá, al fondo, la estancia se dividía en varias partes por medio de biombos. Una de las secciones, al parecer, era propiamente el privado de Naomi. Tenía un gran escritorio, archiveros, salita de descanso. Todo en finas maderas.

En otra esquina, había una sala de juntas virtual, con un inmenso panel de monitores de televisión empotrado a la pared, cámaras de video y sistemas de comunicación satelital, todo dominado por un altísimo sillón giratorio, de esos con rueditas. Ahí se encontraba la Mulata.

Me acerqué, en silencio, por que en esos momentos la chica se encontraba enfrascada en una conversación múltiple, dirigiéndose a las pantallas. Una cámara apuntaba directamente a ella y era evidente que las personas que aparecían en los monitores podían verla y hablarle y, a la vez, comunicarse entre sí.

Lo primero que me llamó la atención era que mi anfitriona se dirigía a sus interlocutoras en lenguas diferentes, con perfecta fluidez: inglés, alemán, francés, hasta creí escuchar idiomas bastante complicados, como ruso, árabe y otros seguramente centroeuropeos. ¡Es políglota! ¡Verdaderamente no paraba de sorprenderme!

Cuando estuve un poco más cerca, carraspeé, para hacerme notar discretamente, pero sin interrumpirla.

-¡Chiquito! ¡Ya llegaste, bebé!-, exclamó espontánea la gigante, girando el sillón hacia mi y desatendiendo momentáneamente la conferencia.

-¿Es el niño del que tan bien nos hablaste?-, se escuchó desde uno de los monitores, con acento francés. -¡Tráelo, no seas mala, que quiero verlo!-.

-¡Sí, sí, tráetelo para acá!-, se oyó en otra pantalla, con tipo de norteamericana. -¡Los chicos lindos siempre son bienvenidos!-.

-… ¡Síiii! ¡Siii! ¡Tráelo! ¡Tráelo!…-.

Lo último fue una verdadera andanada procedente de todas las divisiones del panel y sonó como una turba de adolescentes en persecución de una estrella de rock.

-"¡Pero si son todas mujeres!", pensé, aliviado de no haberme acercado más. –"Y viéndolas bien, todas son guapas y jóvenes… ¡Vaya juntita!"-.

-¡Calma, niñas, calma!-, interrumpió Naomi, girando de nuevo hacia las pantallas y dirigiéndose a sus oyentes con la frescura de una chica en fiesta de pijamas. -¡Ni loca se los traigo ahorita! ¡Están como loquitas y capaz que lo violan a distancia!-.

-Además-, añadió, sacando la cabeza de la silla, volteando hacia mí y viéndome de arriba a abajo. –Mi chiquito está estrenando batita y ahorita la va a modelar exclusivamente para mí. ¿Verdad, bebé?-.

Dudé un instante en responder. ¡Había muchos testigos! Pero sabía que no podía ponerla en ridículo frente a sus amigas.

-Ssssi, Mami…voy a modelar para ti solita…-.

Y se volvió a armar el relajo:

-… ¡Ay que lindo! ¡Yo quiero uno!... ¡Que mono! ¡Si hasta te dice "Mami"!... ¡Que bonita vocecita!...-¡Que educadito lo tienes, eh?... ¿Y dices que es bien guapito, verdad?... ¡Anda tráelo, tráelo, no seas malita!...-

-¡Ya, chicas, que me lo van a asustar!-, cortó de nuevo la Mulata, para añadir, conciliadora…y sugerente: -Miren, mejor luego hacemos una fiesta y se los presento en forma-.

-¿En toda forma?-, preguntó, aún mas sugestiva, la rubia con acento francés.

-EN TODA FORMA, especialmente a ti, Nicole... ¿Esta bien, chicas?-.

-… ¡Si!... ¡Esta bien!...¡OK!...¡Ya dijiste, eh?...-, respondieron en desorden.

-"¡Mi madre!", pensé, emocionado. "¿Me va a llevar a una orgía, o que? Pues si todas están como ella… ¡Yo me apunto!"-.

-OK. Asunto concluido y sigamos con la junta-, dijo entonces Naomi, interrumpiendo tanto a las chicas, como mis reflexiones. Luego volvió a voltear hacia mí y sugirió: -Cosita, ponte cómodo por ahí. Termino rápido, para poder estar contigo. ¿Si me esperas tantito, bebé?-.

-Si, Mami-, contesté obediente. -Pero si quieres, te espero afuera, no te quiero molestar…-

-No, quédate aquí, bien cerquita-, atajó, desnudándome con la mirada. –Que ya me urge continuar lo que empezamos…-

Me ruboricé. Cerré el cuello de mi bata y jalé los faldones hacia abajo, muy nervioso. Pero sonreí y asentí vigorosamente con la cabeza.

Ella pasó la punta de la lengua por su labio superior, me guiño un ojo y volvió a su conferencia.

-Vamos a brincarnos al último punto, niñas, ya después continuaremos bien-. Dijo, como una amable orden. –En ese tema, yo creo que lo que nos urge…-

Me alejé de la sala virtual, buscando donde matar el tiempo. Además de lo ya mencionado, el amplio despacho estaba acondicionado con isletas de descanso, repartidas armoniosamente aquí y allá. Sillones en semicírculos, televisores de plasma empotrados a la pared, estéreos, libros, revistas, cafeteras y pequeños bares. Varias áreas planeadas para relajarse en medio del trabajo o para organizar charlas de grupos.

Un área me llamó la atención. Era una habitación a la que se accedía a través de un gran marco sin puerta, pero cerrado a la vista por una cortina de tallos de bambú, en ese momento recogida a medias. Tenía un par de sillones y anaqueles repletos de trofeos, mientras que las paredes se encontraban cubiertas por fotos, diplomas y reconocimientos.

-"Son recuerdos y objetos personales de ella"-, me dije, paseando la vista por el íntimo lugar. Los trofeos eras todos de primeros y segundos lugares de diversas disciplinas atléticas, mientras que las fotos mostraban, en diferentes edades, a la Mulata.

-"Parece que siempre fue muy alta y linda, pero lo raro es que desde muy joven fue muy femenina y siempre vestía de mujer"-.

Pero cuando realmente me sorprendí, fue cuando vi detenidamente los diplomas.

-"¡Dios santo! ¡Y yo me creía un nerd!"…-

Todos con la foto y nombre de Naomi y firmas y sellos oficiales, los títulos acreditaban a la gigante en varias áreas: Medicina, Neurología, Endocrinología, Bioquímica, Física Estructural y Molecular, entre otras.

Los documentos expedidos por Harvard, La Sorbona, Instituto Tecnológico de Massachussets y otras universidades mundialmente famosas, hablaban además de una Naomi experta en campos más experimentales, que incluso sonaban a ciencia ficción: realidad virtual, manipulación genética, transmutación, teletransportación, intercambio de impulsos cerebrales, etc, etc, etc.

"¡Mi madre! ¡Si es toda una científico!", me dije, totalmente shockeado. "Y por como se está desenvolviendo en su junta, además habla mucho idiomas… ¿¡Cómo es posible?!...-

Yo seguía de espaldas a la entrada de la estancia, parado a un lado de un sofá y frente a los inexplicables diplomas.

"¡Debe ser un genio! Pero además, debe haber pasado toda su vida estudiando, parece que preparándose para la investigación altamente avanzada, como para crear cosas nuevas, cosas…"-….

-¡Que bonita batita, nene…!...-

La voz de Naomí, directamente atrás de mí, me asustó como nunca. Brinqué sobre mi mismo, girando en el aire, para quedar de frente a ella, con la espalda contra la pared.

Ella se encontraba sonriendo como pantera, cómodamente sentada en el ya mencionado sofá, con las piernas sensualmente cruzadas, ambas manos sobre una rodilla, recargada a todo lo alto en el respaldo…y comiéndome con los ojos.

-¡Ma-Mami! ¡No…no te oí llegar!... ¡Yo sólo estaba…! ¡Tú me dijiste…!...-

Yo estaba aterrorizado con las posibles consecuencias de haber espiado su intimidad, pero ella parecía no darle importancia, más interesada en la prenda que apenas me cubría.

-¡Pues sí que te queda justita, justita, mi Amor! ¡Se te ve todito! ¡Y todo luce muy rico! A ver, ¡ven acá!-.

La orden fue suave y cachonda, pero indiscutible y me acerqué temblando, todavía intentando una explicación.

-Ma-Mami-, empecé a decir cuando llegué junto a sus largas piernas, permaneciendo de pie y mientras ella comenzaba a pasar sus manos por todo el kimono, delineándolo contra mi cuerpo.

–Yo no…yo no pretendí fis-fisgonear…es que tu me dijiste que me…que me…entretuviera un ra-ra-rato, mientras acababas con tu…tu junta…y yo…-

-Olvídate de eso, bebito, tu has sido muy buen niño-, me interrumpió, descruzando sus piernas, atrayéndome entre ellas y aferrándome posesivamente de las nalgas. –Ahorita lo que me interesa, es otra cosa-.

Abrí la boca para decir algo más, pero ella me silenció metiendo su lengua hasta mi garganta. Sus gruesos labios envolvieron los míos, chupeteándolos y mordiéndolos un poco, mientras sus dedos levantaban por detrás la breve batita, para arañar en directo la piel de mis pompas.

Me tenía con el abdomen contra su entrepierna, por lo que pude sentir como algo ahí empezaba a aumentar de tamaño impresionantemente. Luego me separó de su cuerpo, miró brevemente mi rostro ruborizado y me giró bruscamente por la cintura, haciéndome quedar de espaldas a ella, que permanecía sentada en el sillón.

Volvió a jalarme hacia sí y, levantándome un poco, me sentó en el sofá, entre sus muslos, con mi culito pegado a su creciente verga.

-Veo que te pusiste tu loción, pequeño-, dijo, -restregando su nariz por mi cuello y con la voz totalmente enronquecida. -¡Que rico huele en ti!-.

-Gra-gracias, Mami, me…me gustó much… ¡Ahhhhhhhhhhh!...-

Se había apoderado súbitamente de mis tetitas, tras envolverme con sus brazos e introducirse con rudeza en mi escote. Sus dedos comenzaron entonces a torturar salvajemente mis pezones, mientras mordisqueaba mi nuca como gata en celo.

Yo tenía la boca abierta y jadeaba un poco, mientras sentía sus tetotas pegadas contra mi espalda y su pulsante reata golpeteando mis nalgas.

-¿O sea…o sea…que sí te gus-gus-gusta como me sienta la ba-batita…Ma-Ma-Mami?...-…, alcancé a preguntar, clavando mis manos en sus muslos, no sé si por coquetería o para reducir la explosividad del momento.

Ella rió bajito en mi nuca y claramente sentí como levantaba ligeramente los faldones que se interponían entre nuestros cuerpos. Luego me acercó por las caderas un poco más hacia su entrepierna y pude sentir su duro mástil directamente contra mi culo.

-No sé, tu dime-, respondió finalmente, tomando mi mano y colocándola momentáneamente sobre su cipote, por entre la tela. -¿Te parece que me gusta tu batita, bebé?

-"¡Mi madre, parece enorme!"-, pensé, entre fascinado y alarmado y pese a que la había tocado apenas por encima. –"¡Me va a destrozar!"-.

-Ssssi, Ma-Mami…creo que si…que sí te gustó…-

Entonces Naomi me separó de su cuerpo y sin dejarme voltear, reacomodó mi túnica sobre mi trasero y me dio una sonora nalgada.

-Si, si me encantó, pero ahorita quiero que te me vayas de vuelta a la sala, mi chiquito-, dijo entonces, encaminándome por los hombros a través del despacho y siempre detrás de mí.

-Co-como quieras, Ma-Mami, pero…-

-Sin peros, nene… ¡Ándele!-, insistió, dándome una palmada un poco mas fuerte que me impulsó hacia delante. -¡Se me va corriendo, derechito y sin voltear!-.

Ya no quise discutir y sin volver la mirada, camine deprisa hacia la entrada del apartamento. Comprendí que la Mulata se estaba conteniendo y quizá temía que si la veía tan excitada, podría asustarme y arrepentirme. Después de todo, yo ya había dudado anteriormente.

-"Pues parece que no nos ponemos de acuerdo, por que yo estaba a punto de rogarle que me cogiera todito"-, pensé, un poco divertido por lo irónico de la situación.

Una vez que abandoné las oficinas, no me detuve en la sala, sino que me dirigí primero al baño de visitas. Ahí enjuagué mi cara, me reacomodé el pelo y reajusté bien mi "salto de cama".

-"Te estás volviendo muy coqueto, Carlos", me dije, mirándome al espejo, sonriendo ligeramente. –"Si pareces una chica esperando a su noviecito"-.

Volví rápidamente al salón y serví dos nuevas vasos, por que los otros quedaron abandonados en el privado de Naomi. Con ellos en las manos –tuve que abrazarlos contra mi pecho, por lo grandes- esperé de pie frente a un interesante cuadro, de espaldas al despacho.

Esta vez si escuché cuando la hermosa gigante entró en la estancia e inmediatamente giré hacia ella, expectante, ansioso por la que experiencia siguiera su curso de una vez por todas.

La vi avanzar hacia mí, sonriendo segura, deslizándose con paso felino y por enésima vez quedé hipnotizado por la belleza de la colosal chica.

-"Si no la hubiera sentido, diría que es imposible que tenga verga… ¡Está buenísima!"-.

El suave rebotar de las tetotas, su aterciopelada piel, el bamboleo de las rotundas caderas, la solidez de los morenos y voluptuosos muslos, la brevísima y contoneante cintura…todo hablaba de una mujer real y no de una capaz de destrozarme el culo con su poderoso instrumento.

-"La combinación perfecta y es todita para mi", concluí. Pero al tenerla de nuevo enfrente y obligado a voltear muy arriba para poder verla a los ojos, tragué saliva y corregí: -"Mejor dicho, YO soy todito para ella… ¡Dios me agarre confesado!"-.

-¿Ese vaso es para mi, chiquito?-, me preguntó en voz muy baja, mirándome intensamente.

Concluí que hace buen rato la Mulata se estaba reprimiendo y que quizá en este momento deseaba arrancarme el kimono y ensartarme de lado a lado. Me sentí halagado y a la vez sorprendido de que cada vez me gustaba más ser el objeto de su deseo.

-Sí Mami-, contesté acercándomele un poco y extendiendo la bebida hacia ella. –Te lo acabo de servir-.

-Gracias Cosita, a cada momento me complaces más-.

Ella tomó el vaso, dio un breve trago observándome a través del mismo y luego empezó a deslizar el frío cristal, por su mejilla, su cuello y por el profundo valle de sus senos. Después suspiró, sonrió otra vez como niña y sumergió la punta del índice en el whisky, para dármelo a chupar.

-Ha sido una noche muy agitada, ¿verdad bebé?-, preguntó, pasando el mismo dedo por mi labio inferior.

-Si Mami, muy agitada…y muy excitante-, respondí yo, atrapando su índice suavemente con mis dientes y mirándola invitador, queriendo darle a entender que, por mi, no se contuviera más.

-¿Ah, sí?-, inquirió levantando una ceja, como si no le convenciera la sinceridad de mi nuevo papel. -¿Y que tan excitante, pequeño?-.

-Mucho muy excitante, Mami-, contesté inmediatamente, acercándomele todavía más y poniéndome a jugar con el lazo de su bata, mientras mi rodilla subía y bajaba por el interior de su pierna. –Tan excitante, como para continuar lo que empezamos en tu despacho.

Completando el efecto y decidido a seducirla, había echado mis hombros hacia atrás y sacado el pecho, para que, desde arriba, la Mulata pudiera apreciar a través de la abertura de mi bata, mis casi descubiertas y redondas tetitas.

Naomi me miró por un instante, entrecerrando los ojos y mordiéndose el labio, y justo cuando yo creí que iba a terminar de desnudarme y violarme ahí mismo, en el piso,…ella echó la cabeza hacía atrás y estalló en una carcajada.

Yo parpadeé, sorprendido y casi dejo caer mi vaso. ¡Se estaba riendo de mí! ¡De mí, que por primera vez en toda la noche, me había atrevido a sugerírmele descaradamente! ¡Me sentí frustrado, incluso molesto, como novia rechazada! Me crucé de brazos, enfurruñado y, ladeando mi cabeza, me le quedé viendo, esperando que concluyera su arrebato.

Ella siguió riendo por unos momentos más, la verdad sin ningún asomo de burla, sino más bien de franca diversión, como si le hubiera hecho una enorme e inocente gracia mi repentina transformación de tímido nerd, a pequeño Don Juan.

Cuando concluyó, todavía con el pecho agitándosele y limpiándose algunas lágrimas de los ojos, apoyó una mano en mi hombro y me dijo, nuevamente juvenil y relajada.

-¡Ay, bebito! ¡Discúlpame por haberme reído así! ¡Pero es que eres todo un tesoro, chaparrito! ¡Un verdadero muñequito de pastel!-.

La gigante revolvía mi cabello, pellizcaba mis mejillas y me daba apretoncitos en la nariz, volviendo a exhibir a la fresca y sexy colegiala que dominaba gran parte de su personalidad.

Pero a mi todavía no se me pasaba el enfado y seguía serio, con la boca apretada y mis ojos clavados en los suyos, esperando una explicación.

-¡Uyuyuy! ¡Que enojadote está mi nene!-, siguió ella en su actitud festiva y alejándose un poco de mi, fingiendo pánico. -¡Que miedo, que miedo! ¡Me va a pegar!...-...

La Mulata estaba arrebatada de entusiasmo y se apoderó del papel de niña aterrorizada: se encogía sobre si misma, se llevaba las manos a las mejillas, abría mucho los ojos y hacía como que salía corriendo, huyendo de mí.

-¡No, por favor señor, no me vaya a lastimar! ¡No se aproveche de mi, por favor!...-

La verdad, el ver a esa portentosa mujer armando tal comedia, empezaba a disipar rápidamente mi mal humor y a dibujar una sonrisa en mi rostro.

Naomi inmediatamente lo notó y poniéndose de rodillas, quedando casi a mi altura, avanzó hasta quedar frente a mí.

-¿Ya no ´ta ´nojadito, mi papi?-, dijo, como nena melosa, dando jaloncitos a los faldones de mi túnica.

Yo no respondía, pero el rostro se me iba relajando y la risa se me adivinaba en los ojos.

-¿Papito sigue ´nojado con su beba?-, continuó en el mismo tono, pero ahora sentándose en el piso, de ladito, las piernas encogidas hacia atrás, la cintura quebrada hacia el frente y apoyándose en una mano. Desde ahí, al fin por debajo de mi nivel, me veía con ojos de supuesta niña miedosa.

-Sí-, respondí sonriendo más abiertamente, pero entrecerrando los ojos. –Papi está muy, muy enojado con la nena.

-¡No, Papi! ¡No! ¿Por qué? ¡Si yo soy niña buena!-, expresó, pretendiendo acobardarse, pero visiblemente encantada con el nuevo jueguito.

-¡Nada, Nada!-, sentencié yo, ya completamente relajado y adoptando el papel de un padre severo. -¡La beba se ha portado muy, muy mal y se merece un buen castigo!-.

Los ojos de la Mulata chispearon y su carita se iluminó. ¡Estaba fascinada con el cambio de roles! Y aunque obviamente era momentáneo y fingido, ella lo llevaba adelante con entusiasmo.

-¿Y que castigo le va dar Papito a la niña mala?-, dijo con una vocecita, poniéndose ahora en cuatro patas, perpendicular a mí y moviendo de lado a lado el suculento trasero, suave, pero muy sugerentemente.

-"¡Esto ya me gustó!"-, pensé enfebrecido, al verla de perrito, con las nalgotas levantadas, gesto de colegiala mimada y mordiéndose la punta de un dedo. -"¡Realmente me esta incitando a zurrarla! ¡Y yo no voy a rechazar tan rica invitación!"-.

-¿¡Como que qué castigo te voy a dar?!-, grité entonces, con fingida violencia. -¡El único que se merecen las nenas malas y culonas como Tú! ¡Unos buenos azotes!-.

-¡No, Papito Chulo! ¡Por favor! ¡No me nalguees! -, gimoteó la enorme chica, pero desmintiendo sus palabras al agitar el culo con mas intensidad y acercándolo un poco más a mi.

-¡Ningún "Papito Chulo", que bien que se lo ganó por mal portada!-, vociferé, dándole un primer manazo. -¡Y ya cállese chillona, que le va peor!-.

El sonido de la nalgada haciendo eco en la habitación me fascinó, pero más me encantó el oír a mi dominante, voluptuosa y poderosa amiga, fingir que lloraba como bebita.

-¡Buuuuu, buuuuu! ¡Ya no voy a decir nada, Papito! ¡Ya no te enojes mas conmigo!...-

Yo estaba que deliraba con mi supuesto poder. Quizá jamás iba a volver a tener la oportunidad de poner las manos encima, en esa forma, de un trasero tan delicioso.

Además me quedaba claro que Naomi estaba más que gozosa, no sé si por darme gusto o por que verdaderamente quería probar la experiencia de sentirse dominada, para variar

-"Pero, ¿Por qué demonios te pones a pensar tanto, Carlos?"-, reflexioné de repente. -"¡Tú aprovéchate y a darle cuerazos, que lo está deseando!"-.

-¡A ver niña!-, procedí a decir en mi renovado rol dominante. -¡Papito le va a dar cinco nalgadas y usted las va a recibir sin moverse de ahí. ¿Entendió?-.

-Sí, papi…-

-Cuando el castigo termine, chiquita-, seguí con mis instrucciones, -se me va a poner hincadita aquí, frente a mí y de la manera más humilde posible me va a pedir disculpas por ser tan malcriada. ¿OK?-.

-OK, papito…-

-Y si la beba sigue bien todas mis indicaciones y ya no se porta mal, tal vez papito la perdone, ¿Me explico, nalgoncita?-.

-Si, papi, tu siempre te explicas bien, eres muy bueno con la…-

-¡Ya, ya! ¡Muchas palabras!-, la interrumpí, en el colmo de mi dramatización. -¡Pare bien el culo, que ya vamos a empezar!-.

La Mulata genuinamente se había metido en el tema, por que sin chistar y haciendo un puchero de niña compungida, se apresuró a levantar más sus impresionantes glúteos.

Por mi parte y para ponerle más sabor al asunto, empecé a caminar lentamente en derredor de ella, con una mano en la barbilla, como pensativo.

-No, así no me gusta del todo-, dije, rascándome la cabeza. -¡Ah! ¡Ya sé! A ver, mi culoncita, ¿has hecho ejercicios aeróbicos?-.

-Si papi, más o menos, aunque realmen…-

-…entonces, ¿sabes hacer lagartijas, verdad?-, pregunté, interrumpiéndola premeditadamente e hincando una rodilla en el suelo, para mirarla fijamente a los ojos.

-Si papito lindo, si sé…-

-¡Pues que bien!-, corté, poniendo cara de desalmado. -¡Por que te quiero con las tetotas bien pegaditas al piso! ¡Ándele, mi niña! ¡Haga una lagartija para Papi y ahí se me queda abajo!-.

Haciendo un nuevo mohín, pero con los ojos brillantes, Naomi fue flexionando los codos y bajó poco a poco la parte superior de su cuerpo, hasta que cabeza y tórax estuvieron a ras del suelo. El enorme busto quedó, efectivamente, aplastado contra la alfombra…y las nalgotas aparecieron más apetitosas y expuestas que nunca.

-¡Mira nada más!-, exclamé realmente fascinado con la postura, pero sin dejar mi papel. -¡Pero que sabrosa se ve mi bebita así, con el culo totalmente en pompa! ¡Se me hace que en lugar de zurrarla, Papito le va a dar una buena cogidota a su chiquita, así, empinadita!-.

-Pues si lo que Papi quiere, es meterme su vergota, la nena está para obedecer…-

La "nena" dijo lo anterior volteado su rostro hacia mí, mordiéndose el labio inferior y volviendo a agitar cadenciosamente el trasero.

-Ah, ¿Si?-, respondí levantando una ceja. -¡Pero que putita me resultó la beba! ¡Pues fíjese que no se le va a hacer, niña lujuriosa! ¡Esto es un castigo, no un premio!-.

Entonces la "mulatita" volvió a "llorar".

-¡Buuuuu, buuuuu! ¡Papito no quiere cogerme! ¡A Papi no le gusta mi culo! ¡Buuuuu, buuuuu!-.

-¡Cállese, chillona!-, vociferé, dando una nueva palmada a sus redondeces. -¡A Papi le encanta este culote! ¡Pero la nena no debe andar por ahí de caliente! ¡Eso está muy, pero muy mal!-.

-No Papito lindo, lo que pasa es que …-

-¡Pero nada, tetona!-, grité. -¡Es más! ¡Para que se le quite lo cachonda, van a ser tres nalgadas más!-.

Yo estaba disfrutando como loco de la situación. Caminaba alrededor de ella con pasos firmes, erguía, altanero, la cabeza y remarcaba mis palabras con manoteos al aire.

Así de endiosado, se me ocurrió apretar un poquito más.

-Bueno, mi bebota-, empecé a decir. –Antes de empezar, cada uno de nosotros vamos a hacer una cosita.

-¿Si, Papi?

-Tú te vas a apoyar en los codos, a acomodar la carita sobre tus manos o a ponerte en la posición que tú quieras, para que recibas los reatazos más cómoda, pero siempre y cuando dejes las tetotas pegadas al piso y las nalgotas, bien, bien arriba. ¿Me entiende la nena?-.

Naomi inmediatamente acostó un antebrazo y dejó ahí el rostro, de ladito, para poder verme a la cara, mientras extendía el otro brazo hacia atrás, tocando con la mano su rodilla.

-¿Así le gusta a mi Papito?-, preguntó, entonces, con los ojos muy brillantes.

-Así mero, chiquita-, respondí, para añadir con la mas diabólica de mis sonrisas. –Y lo que yo voy a hacer, es levantarle la faldita a mi niña culona, para darle sus azotes directito en sus pompotas…-

¡Me estaba pasando! ¡Yo bien que lo sabía! ¡Y lo peligroso es que la noche todavía era joven y la Mulata podría querer cobrármelas…y con intereses! Empezaba a dudar, cuando vi que la "beba" empezó a descubrirse el trasero ella sola.

-¿Así, Papi? ¿Así le gusta el culito de su niña? ¿Bien encueradito?-, dijo cuando acabó de retirar la bata, sin dejar de sonreír, pero arqueando una ceja y entrecerrando los ojos.

-"¡Está retándome, la condenada!", pensé, con un poco de pánico. "¡Sabe que me estoy acobardando y quiere ver hasta donde estoy dispuesto a llegar! Pero, ¿es amenaza o invitación?-.

Tragué saliva, nervioso, me pasé la mano por el cabello…y entonces volví a observarla: ¡Estaba como perrita contenta, agitando traviésamente las nalgotas apenas cubiertas por el tanga rojo! ¡Y que nalgas! ¡Las mejores que he visto jamás!

-"¡A la chingada! ¡De algo me tengo que morir!"-. Y dejé caer fuertemente mi mano.

-PLAFFFF…-, sonó en toda la sala.

-¡Ay! ¡Que malo, papito! ¡Ni me avisaste!-, gimió ella encogiendo un poco el culo y haciendo un puchero. ¡Realmente le había dolido!

-¡No tengo que avisarle nada, niña!-, respondí en un grito, decidido a no echarme para atrás.

-¡Y vuelva a levantar las nalgas, que apenas vamos empezando!-.

-Si, si Papito chu-chu-chulo-, respondió, tartamudeando por primera vez en la noche… ¡y con gesto de asustada, lo que me terminó de animar!

-Esa fue la primera, nena y se la dí por malcriada. A ver, ¿cuántas más faltan, nalgona?-.

-Siete, faltan siete Papi…papi lindo, pero…pero ya no me las des igual de fuerte, porfis…-

La súplica parecía sincera, mientras apretaba y relajaba las nalgas, como queriendo aliviar el dolor. Pero yo ya no podía retractarme.

-No mi niña-, respondí suavemente, pasando mi dedo por la raja de su culo. –No van a estar igual de fuertes, claro… ¡Van a estar mucho más fuertes!

-PLAFFFF…-… -¡Ay, papi! ¡No, no…!...

-Esa fue la segunda, por burlona…-

-PLAFFFF…-… -¡Ay, ay, ay! ¡Papito! (Snif) ¡Deveritas duele, duele!...-

-La tercera, por distraída…-

-PLAFFFF, PLAFFFF…-… -¡Ay! ¡No, no! (sob, sob) ¡De dos, no! ¡De dos, no, Papito!-

-¡Como de que no! ¡Esas fueron la cuarta y la quinta, una en cada pompa y muy bien merecidas! ¿Sabes por que? ¡Por que la nena es bien Putita y quería que Papi le metiera la verga!-.

-(Snif)…Ssssi… si quería, pero…pero nomás tantito, Papito… ¡De veras! ¡Deveritas!...-

¡Dios! ¡Era de verdad increíble! ¡Ver a aquella gigantesca y voluptuosa chica, que podía zarandearme con dos dedos, postrada a mis pies, con el culo levantado y lloriqueando por el daño que le provocaba mi pequeña mano, superaba mis más locas fantasías!

Debía concluir lo más pronto posible. Ya estaba cruzando los límites y cada vez era más real la amenaza de sufrir una durísima revancha.

-"Sí, ya vamos a terminar con esto… ¡pero vamos a hacerlo bien!"-

-Bueno bebota-, empecé a decir, mientras me arrodillaba detrás de ella y pasaba las uñas por sus nalgas. –Los últimos cuatro azotes, se los voy todos juntitos a mi chiquita…-

-…Pero…pero, Papito… ¡Si ya nomás faltaban tres!-, reclamó con timidez, pero genuinamente alarmada.

-Si, mi niña-, respondí con paciencia y dándole mordiditas en los macizos glúteos, -los tres que nos faltan se los voy a dar a mi niña por puritito antojo, por culona. Pero le voy a dar uno más de pilón, nomás por el gusto de escucharla chillar y ver como le tiemblan las nalgotas…-

-Pero, Papi, no voy a aguan… ¡Aaaaaahhhhhhh!...-

Yo ya había previsto las quejas de la chica y en cuanto empezó a hablar, inmediatamente hice a un lado el tanga, separé los redondos cachetes e introduje lo mas profundo que pude mi lengua en su cerradísimo agujerito.

-Sí-, afirmé yo, tajante, tras sacar mi lengua. -Mi nena nalgona SÍ se va a aguantar…-

-Deveritas, Papito chulo, creo que no voy a pod…… ¡Aaaaaahhhhhhh!...-

Para cada protesta de ella, yo ya había imaginado una sorpresa y en esta ocasión la interrumpí clavando mi índice en su hoyito.

-Disculpa, no te escuché mi chiquitita-, continúe, imitando su característico tono burlón y jugando al mete-y-saca con mi dedo. –Creo que me estabas diciendo que SÍ te vas a aguantar…-

-..¡Ahh!..¡Sí Papito!..¡Ahh!... ¡Si me voy a… ¡ahh!...aguantar! ...¡Ahh!...¡Ahh!...¡Ahh!...-

-¡Júralo, tetona!-, ordené, con mi índice cada vez más adentro. -¡Júrele a Papi que se va a aguantar!

Y me jugué mi última carta, pues en cuanto acabé la frase, saqué el dedo, separé más los cachetes y volví a sumergir mi lengua, esta vez para moverla como gusano en comal contra las paredes del ano.

-¡Ahhhhhhh!... ¡Lo juro, Papi! ¡Lo Juro!... ¡Ahhhhhh!... ¡Voy a aguantar!... ¡Ah! ¡Ah! ¡Ahhhhhhh!...

Esta vez no me interrumpí, sino que le impuse mas intensidad al pistoneo de mi lengua, mientras mis uñas arañaban con delicadeza la zona que divide el ano y la base de sus huevos.

-¡Si, Papi, sí!... ¡Ahhhhhh!-, gimió. -¡Te juro lo que tú quieras!...¡Ah!¡Ah!...¡Pero no pares! ¡No pares, por favor!... ¡Ah! ¡Ahhhhhhh!... ¡Ah! ¡Ahhhhhhh!...-

-Pues si me tengo que detener, mi niña-, dije entonces, levantándome tranquilamente, -por que tengo un trabajo que terminar y de una buena vez-.

-Pe-pero…ahh…Papito…ahh…-, empezó a objetar mi "mulatita", aún con la respiración entrecortada.

-¿Lista, culona?-, interrumpí yo, sujetándola fuerte de la bata, a la altura de la cintura y levantando mi mano. -¡Aquí vamos, mi nena!

-¡Papito! ¡No por fa… ¡Aaay! ¡Papi! ¡Aaaaay! ¡No, porfis! ¡Aaaaaaay!........ ¡Aaaaaaaaay!...-

Las tres primeras nalgadas cayeron seguidas, contundentes, mientras que para la cuarta y última tomé tanto impulso y le puse tanta fuerza, que a mi mismo me dolió hasta el hombro.

Ella quedó gimoteando, con la cara enterrada en sus manos y el culo palpitando del dolor.

  • (Sniff)…mmm… (Sob, sob)…mmm…-

A mi todavía me quedaba un asunto pendiente.

-A ver mi chiquita preciosa, ¿Qué le dijo Papi que tenía que hacer después de las nalgadas?-.

Naomi no respondió, pero inmediatamente y todavía temblando, empezó a avanzar a gatas, sin levantar el rostro y se puso de rodillas frente a mí.

Luego, cruzando las manos a su espalda, levantó sus ojitos llorosos y me dijo con la más sumisa de las vocecitas.

-Papito chulo, ¿me disculpas por ser tan malcriada?

-Sí, bebota, claro que te disculpo, yo

-No Carlos, te hablo en serio -, me interrumpió, tomándome una mano y apretándola contra su mejilla. –Perdóname si me he pasado contigo.

-No, Naomí, no tienes que…-, empecé a decir, enternecido, pero ella me detuvo de nuevo, colocando un dedo en mis labios.

-Yo soy muy dominante-, prosiguió, -y siempre he deseado un niño inteligente, delicado y lindo, exactamente como tú, para irlo convirtiendo tiernamente en mi muñequito sumiso. Además, por lo que platicamos por Internet, estoy segura que aunque tú mismo no lo sepas, ese es también uno de tus anhelos, sólo que no habías encontrado a la indicada para ser tu dueña.

-Pero si se me ha pasado la mano, chiquito, si por lo mucho que me gustas, me he metido demasiado en el papel y te he hecho daño o te humillé demasiado, perdóname de veras, nenito, no he querido abusar de mi tamaño…-

A mi se me rompió el corazón. Cada vez estaba más convencido de que toda esa fuerza, poder y sensualidad encerraban un corazón de niña, muy necesitado de cariño. Me hinqué yo también, quedando otra vez por debajo de sus ojos y empecé a limpiar las lágrimas de su rostro.

-Naomí-, dije con la mayor dulzura posible, -te aseguro que no hay ningún problema, mi Amor. La verdad estoy confuso y no sé con seguridad si deseo que nadie me domine, pero de lo que si estoy seguro es que esta ha sido la noche más maravillosa de mi vida y que todo lo que me has hecho, todo, me ha encantado. Tanto, que quiero seguir poniéndome en tus manos…-

La Mulata volvió a callarme, pero ahora abrazándome fuerte y besándome con verdadera pasión. Ya expliqué que yo había vuelto a quedar por debajo de ella, por lo que para apoderarse de mis labios, agachó la cabeza y me abrazó por la cintura, levantándome un poco del piso y aplastándome contra sus tetas.

-¡Ay, papito!-, expresó liberando mi boca, pero dejándome muy apretado a ella. –Yo creí que me habías castigado tan fuerte, por que habías acumulado mucho rencor contra mí. ¿Verdad que no, mi niño?

El rostro de la Mulata había recuperado la expresión de niña feliz.

-No, Cosita, nadita de rencor-, respondí. – Tú sabes que las nalgadas te las di jugando y si acaso fueron un poquito fuertes, es por que usted me estaba provocando, niña traviesa…-

-Un poquito, sí-, admitió ruborizándose. –Es que…yo… ¿Cómo te explicaré?-.

-Nunca nadie te había puesto una mano encima y querías probar. ¿Verdad, mi nena?-.

-Si, Papito-, respondió, poniéndose más roja. –Quería, quería ver que se siente…-

-¿Y le gustó a mi nena? ¿Le gustaron las nalgadas que le dio su Papi?-.

-La verdad…si Papi-, contestó, totalmente abochornada y bajando los ojos. –Y quizá…quizá después…me gustaría repetirlo…si tú quieres…-

Yo sonreí enternecido. Elevé con dificultad mi cuello y le di un suave beso en los labios. Luego, entrecerré los ojos y decidí que ahora me tocaba a mí sacarle el tapete.

-Cuando quiera, mi niña, su Papi la vuelve a zurrar, pero antes te falta una última cosa por hacer, para que pueda disculparte…-

-¿Una cosa?-, parpadeó, nerviosa. -¿Qué cosa? Yo creí que…-

-Besarme en este momento los pies…-…y me interrumpí deliberadamente, en espera de su reacción.

-…¿¡Cómo?! ¿¡Qué?!... ¡Carlos!... ¿¡De verdad quieres…quieres que yo…que yo?!...-

Y entonces me observó con atención y vio mi cara congestionada, reprimiéndome las ganas de reírme…y estalló

-¡Condenado chaparro! ¡Estás…estás bromeando!...-

Mi carcajada llenó todo el lugar. Seguí riéndome como loco cuando Naomi se paró de un salto y me levantó de las solapas como fardo y aún mas fuerte sonó mi risotada, cuando me empezó a zangolotear.

-¡Te voy a matar, chiquito! ¡Te voy a matar!-, repetía ella una y otra vez, sonriendo de oreja a oreja y haciéndome bailar en el aire como títere.

Cuando al fin pude hablar y con mis piernas aún en el aire, guiñé un ojo, le aventé un beso y dije:

-Discúlpame chiquita, pero esa sí me la tenía que cobrar…-

Por toda respuesta, ella avanzó unos pasos y me recargó contra una pared, metió sus manos bajo mis nalgas para sostenerme y empezó a recetarme uno de esos besos que casi te arrancan las anginas. Yo respondí enredando mis piernas en su cintura y afianzándome de su cuello.

Cuando se separó de mi rostro, era de nuevo la Naomi que me recibió en su casa: dulce, traviesa, cariñosa, pero poderosa y dominante.

-¡Mira que burloncito me resultó mi niño! ¡Estuve a punto de matarte, cabroncito!-.

-Yo sé que no-, le respondí, en tono de niño presuntuoso. –Todo me lo perdonas, por que te gusto demasiado-.

Ella sonrió. Me dio otro beso suave y, conmigo cargado, dio la media vuelta y avanzó hacia nuestro sofá. Ahí me colocó de pie.

-Sí, si me gustas muchísimo, pequeño y cada momento me gustas más y más…-

-Pero ahora-, añadió, apretándome la nariz, recargándome en el respaldo del sillón y separándose de mi, -quiero que me prepares otra bebida, mientras yo voy a refrescarme.

La Mulata empezó a dirigirse al baño de visitas…cuando yo involuntariamente abusé de mi suerte.

-No vas a tardar mucho, ¿verdad, Naomi?-.

Ella se paró en seco, se mantuvo unos segundos inmóvil y giró hacia mí. La sonrisa burlona y la ceja arqueada con que acompañó su pausado y amenazador caminar, me hicieron sudar frío.

-¿Naomi?-, preguntó, seria, una vez que estuvo de nuevo frente a mí. -¿Me dijiste Naomi, nalgoncito?-.

La palabra "nalgoncito" me llenó de temor, pues me recordó que quizá yo tenía una cuenta por pagar.

-Sssi…sí-, intenté responder. –Es hace un…un momento tú me dijiste…me dijiste Carlos…y yo creí…-

Su gran mano se posó suavemente en mis labios, haciéndome callar. Luego, tomándome de las axilas, nuevamente como a un juguete, me puso de pie en el piso, frente a ella. Por último, levantó con un dedo mi barbilla hacia su cara. La vi más alta y grande que nunca.

-¿Es correcto que los niños llamen a sus mamis por sus nombres? ¿Es correcto eso, Carlitos?

Con los brazos cruzados, la cabeza levantada y el pecho erguido, la Mulata obviamente me quería intimidar…y lo estaba consiguiendo.

-Nnno. No, Ma-Ma-Mamita linda…no es co-correcto…-

-Entonces, ¿cómo me debe de decir, usted a mí?-.

-Mami-, respondí en un susurro y casi sin poder sostenerle la vista.

-¿CÓMO?-, insistió, sin descruzar los brazos pero inclinando su cintura hacia mí, para situar su cara frente a la mía. Sur ojos brillaban como piedras pulidas y su sonrisa, parecía la de una leona frente a su presa.

-Ma-Ma-Mami-, repetí. –Yo te debo de decir Mami ó Mamita…-

Ella afirmó con la cabeza, colocó una mano posesivamente sobre mi nalga y me advirtió:

-Esta bien, pero no quiero que mi niño vuelva a ponerse insolentito y grosero, por que no quiero que tener que volverlo a zurrar. ¿ESTA CLARO?-.

-Si, Mamí. Esta claro-

-¿BIEN CLARO?-, repitió, apretando tan fuerte sus dedos, que empecé a sentir el corazón en mi pompa.

-Sí, Mamita chula. Bien, bien claro...-

-OK-, afirmó secamente, me soltó y volvió a dirigirse al baño. –Así lo espero, por tu bien-.

-¡Ah! ¡Por cierto!-, agregó, ya en la entrada del lavabo. –No. No me pienso tardar. ¿Por qué? Porque tú, chaparrito, me debes algo y me lo pienso cobrar-.

La gigante había desterrado la dureza de su rostro, pero ahora me veía posesiva, casi agresiva, con un deseo animal, tan manifiesto, que supe que ya no iba a esperar más.

-¿Sabes que es lo que me debes, tetoncito?-, recalcó, pasando lentamente su mirada por todo mi pequeño cuerpo.

-No…no estoy seguro, Ma-Mami…-...

-Tú, mi nene, me prometiste modelar…-

La gigante cerró el baño de un portazo y comprendí que quizá no fue tan buena idea el jueguito del padre castigador.