La dulce trampa (2)

Un diminuto Nerd es seducido y poco a poco dominado por una gigantesca y hermosa Transexual. Dominación, Feminización, Ciencia Ficción.

Naomi me esperaba sentada en el sofá, de ladito, con una pierna cruzada por debajo de la otra y un brazo extendido en la parte alta del respaldo. A un costado de ella, en una mesa lateral, estaba la charola que trajo del bar. En esa posición, la minifalda dejaba a la vista gran parte de sus portentosos muslos, mientras el escote se abría generoso, mostrando las tetas casi hasta el pezón.

Trague saliva. Me di cuenta que, en ese mueble, iba a estar más cerca que nunca del enorme y seductor cuerpo, sin tener como escaparme.

Llegue frente a ella y me quedé, derechito, de pie.

-Ya…ya acabé, Mami….

-Sí, ya vi Amorcito. ¿Salió todo bien?-, me preguntó desde arriba. Aún sentada y debido a lo alto de la butaca, rebasaba mi estatura.

-Sssi…si, Mami. To-todo salió bien…-.

-Bien… ¿y te sacudiste bien tu Pilila, chiquito?-, preguntó con una sonrisita, deslizando socarronamente la mirada por todo mi cuerpo y deteniéndose en mi pene.

-"¡Dios! ¡Que fuerte! ¡Y…que sádica!"-, pensé. -"¡Como goza verme cada vez más empequeñecido, pero excitado! Y lo que es peor… ¡Cómo me está gustado!"-.

-¿Mi Pi-pi-pilila, Mami?-, respondí al fin.

-Siiii, tontín-, prosiguió con la pícara paciencia de una maestra de Kinder, pero sin retirar la vista de mi pequeño miembro. –Quiero saber si te aseaste bien tu pollita…-.

-¡Ah, sssi! ¡Sí me limpié bien!-, suspiré aliviado, por que en verdad lo había hecho.

-Bueeno, ya lo comprobaré después-, añadió con un guiño, sin saber yo si me estaba haciendo una promesa o una amenaza, pero encantado con el gesto.

-Co-co-como quieras…como quieras Mamí…-.

Se tomó un momento antes de seguir, cruzándose ahora de brazos.

-¡Oye! ¿Pero tardaste bastantito, no? ¿Qué estabas haciendo? ¿Cositas de niño malo?-.

-¡Nnnnno, no Mami! ¡Co-co-como crees!-, dije, y agregué en tono humilde, para no parecer insolente: -Acuérdate, Mami, que te pedí permiso para arreglarme-.

-¡Ah, si es cierto, pequeño! ¡Ya veo que vienes bien guapo, peinadito y lavadito! ¡Anda, ven aquí con Mami!-, dijo la Mulata, relajándose de nuevo y palmeando el lugar al lado de ella.

Yo dificultosamente trepé al sillón, que para mí tenía la altura de un pequeño muro. Cuando lo conseguí, me acomodé en el respaldo, otra vez con mis pies en el aire, cruce mis manos en mi regazo y volteé de lado, hacia arriba, hacia sus chispeantes ojos.

-"¡Ooops, lo que me temía. Aquí si de verdad que me siento diminuto!"-.

Y es que instalado ahí y por la postura en que se encontraba, el inmenso cuerpo de Noami cubría todo mi campo visual. Lo peor: mientras que yo debía mantenerme erguido para intentar reducir mi desventaja, ella se desparramaba casual, con una pierna cruzada por debajo de la otra, apoyada de lado en el descansa-brazos y exhibiendo esa burlona confianza que me desarmaba.

-Bueno-, empezó a hablar, divertidísima, -¿qué vas a querer tomar, chiquito? ¿Coñac, whisky, vodka? Tengo de todo, mi Amor-.

-Coñac, Mami…si no…si no es molestia-….

-¡Buena elección papito! ¡Ya sabía que eres muy refinadito!-, expresó, añadiendo traviesa. –Yo prefiero whisky, con hielo, por que ando muy cachonda… ¡No, perdón! Muy acalorada-.

La gigante giró su cintura hacia la mesa lateral, sirvió dos vasos de diferentes licoreras y me dio uno. Aunque de un fino y transparente cristal, el vaso era pesado y enorme, como una jarra pequeña y mientras la mulata lo sostenía con dos dedos, yo tenía que aferrarlo con ambas manos.

-"Lo dicho"-, reflexioné. –"Aquí todo me hace ver ridículo"-.

Naomi me miró fijamente –la verdad, casi nunca me veía de otra forma- y levantó su vaso.

-Bueno pequeño, primero que nada vamos a brindar por este encuentro… ¡Salud!-.

-¡Salud…Mami!...-.

Chocamos los cristales y ambos apuramos un trago, el de ella ligero, el mío mas abundante. Necesitaba calmar mis nervios.

-¡Epa, epa, Cosita! ¡Calmadito, que eso se les sube rápido a los bebés!

Me pase apresurado lo que tenía en la boca, aclaré mi garganta y de inmediato me disculpé.

-(Gluuup)… (Ejem)…Ssssi, Mamí….si, disculpa. Ya le voy a dar traguitos más pequeños-, dije, apoyando el vaso en mi regazo y sonriendo tontamente.

Ella sólo soltó una cristalina carcajada que a mi me puso mas nervioso y que denotó lo divertidas que le parecían mis reacciones a sus regaños.

Luego, mirándome de ladito, me dijo:

-Quiero que sepas lo contenta que estoy al tenerte aquí, pequeño-.

-Gracias, Mami. Yo…yo también estoy muy contento-.

-Que bueno, chiquito, vas a ver que no te vas a arrepentir-, se inclinó, besando ligeramente mis labios.

-Bueno-, continuó, quedándose inclinada, -platícame de tu vida, ¿a que te dedicas?-.

Yo quise responder de inmediato, después de todo no nos conocíamos a fondo, pero me tope con un problema, mejor dicho… ¡con dos enormes problemas! ¡Sus tetazas quedaron directamente frente a mis ojos!

Yo empecé a sudar frío. Todavía me dolía la oreja, de cuando la joven me regañó por "mirón" y no deseaba arriesgarme a otra sesión similar. Pero tenía que responder a su pregunta, así que opté por bajar la mirada y clavarla en mi regazo.

-Yo…soy economista Mami…-.

-Ah, que interesante, fíjate que yo sé un poco de empresas. ¿Y exactamente en que área andas metido, Cosita?

No soy tonto y supe que si no la veía al rostro, lo tomaría como una grosería. Así que empecé a bajar y subir mi mirada rápidamente, entre sus ojos y mis manos, deteniéndome lo menos posible en el escote.

-Soy ana-ana-analista financiero Mami…-.

-Ah, si. ¿Y, en que te especializas, bebé?-.

Al levantar la mirada para responderle, vi que ella había empezado a pasar un dedo por la parte alta de sus senos, acariciándose suavemente y sonriendo con burla… ¡Me había descubierto!

-Asesoro TETAS… ¡Perdón! ¡Presas!...¡NO! ¡Empresas! Asesoro empresas, Mami-, respondí, sufriendo por evitar seguir ese dedo, que ya bajaba al valle que se forma entre sus fabulosas tetas.

-Si, pero ¿en que, pequeño? ¿En que las asesoras?-.

El maldito dedo había llegado al borde del escote, ahí donde un puntiagudo pezón casi se escapaba del vestidito. Me estrujé las manos y pasé la lengua por mis resecos labios.

-Les aconsejo en que….en que invertir su-su-su dinero…-.

-Entonces debes ser muy listo-, dijo Naomi, hinchando repentinamente el pecho, con lo que el escote bajó un poco y el enorme pezón quedó a la vista. -¿Eres inteligentito, Carlitos?-.

-¡Sssií! ¡Cre…creo que…que sí!-, contesté, parpadeando desesperado y bajando la mirada bruscamente.

Con una risita, la Mulata decidió ponerme de veras en aprietos y se inclinó más. Pasé saliva. Los globos quedaron directamente ante mis ojos, a ambos lados de mi cara y con mi nariz casi entre ellos. Para mí, las tetas eran tan impresionantemente grandes, que ahora sí no podía evitarlas.

-Pero, ¿qué pasa Cosita Chula? Se supone que el licor es para relajarnos y yo te veo muy inquietito -.

-Al-al-go, Mami…..sssiiiiiii, tantito inquieto…-, logre decir, forzando mis ojos muy arriba, más allá de las montañas de carne, intentando alcanzar su mirada.

-¿O sea que no estás a gusto conmigo?-, dijo la Mulata, aparentemente ofendida.

-¡No! ¡Digo! ¡Sssiii! ¡Si estoy muy a gusto a-a-aquí, conti-contigo!"…-.

-Entonces, mi niño, ¿Cuál es el problema?-, insistió levantándose un poco, dando un trago a su bebida y vertiendo como por descuido, un chorro de licor.

-"¡Dios! ¡Es una torturadora profesional!"-, pensé, atónito, a ver que el líquido se estrelló en sus pechos, resbaló hacia abajo, empapó el vestido… y dejó más a la vista sus encantos.

-¡Pero que torpe soy! ¡Disculpa si te salpique, Chiquito!-, exclamó, despegando con sus dedos la tela de su cuerpo y soplando hacia sus senos.

-¡Anda, Carlitos! ¡Ayúdame con tu boquita!-, añadió, poniendo nuevamente sus tetotas frente a mis narices. -¡Sóplale, papito! ¡Sóplale!-.

El frío whisky y el aire que la Mulata expulsaba de su boca, provocaron que los pezones se irguieran como puntas de flecha y que la piel de las tetotas se erizara enloquecedoramente.

-"¡Es demasiado!"-, admití en mi interior. "¡De todas maneras voy a salir pendiendo!"-.

Derrotado, alcé mi mirada hacia la gigante.

-Nnnno, no puedo Mami…-.

-¿No puedes que, tesoro? ¿Soplar? ¡Es muy fácil, tontito! Mira, haz la boquita así…-, me dijo Naomi manipulando mis labios con sus dedos, sin retirar su enorme y paradísimo busto.

Me fue difícil hablar con mi boca atrapada entre sus dedotes.

-So-so-soplar, si…sé, si sé co-co-como soplar…-.

-¿Entonces pequeño?-.

-Es que si te soplo, te vas…te vas…a…eno-no…a enojar….-.

-¿A enojar?-, preguntó soltando mi boca, pero empezando a pasar suavemente su índice por mi sensible labio inferior. -¿Por qué, si yo misma te pedí que me echaras aire?-.

-Es…es que si te so-soplo, te voy a tener que mi-mi-mirar las tetas… ¡Nó! ¡Perdón! ¡Qui-quise decir los…los se-se-senos! ¡Si te soplo, tengo que mirarte los, los senos, Mami!-.

-¿Y?-, insistió, mojando el dedo en el licor que empapaba su busto y llevándolo juguetonamente a la boca. -¿Qué acaso no te gustan mis tetas?-.

-¡Siiiiiii!-, estallé. ¡Si me gustan mucho, mucho tus tetas, pero no quiero que me regañes, ni me maltrates por…por mirón…!-.

¡De verdad que no podía más! ¡Era increíble que, en tan poco tiempo, aquella gigante me estaba convirtiendo en un ser sin voluntad, inseguro, con una enfermiza necesidad de agradarle!

Al mismo tiempo, me estaba acostumbrando a tenerle miedo. Pero no ese temor que rechazas por instinto y te obliga a huir del peligro, sino uno que me mantenía clavado ahí, a su lado, aceptando los castigos, con la esperanza de también merecer sus caricias.

-¡Ay, Chiquito!-, exclamó, interrumpiendo de nuevo mis pensamientos. -¿De verdad es eso lo que te tiene temblando como pajarito y con ojotes de gatito asustado?-.

-Si…si-si, Mami. Quiero ser como me dijiste que ti-ti-tienen que ser los ni-ni-niños…-.

-¿Ah, sí? ¿Y como es eso? ¿Cómo tienen que ser los niños guapitos con las señoritas?-, cuestionó, levantando una ceja, con la clara intención de ponerme nuevamente a prueba.

Intenté hacer memoria, aturdido por los violentos cambios de humor de la preciosa negra. Crucé los dedos y me la jugué:

-¿Bien portaditos, muy bien educaditos y respetuosos?-, dije por fin, en un hilo de voz.

-¡Sí, bebé!-, exclamó, genuinamente contenta. -¡Así tienen que ser los nenes lindos, como Tú!-.

La Mulata volvió a dejarme mudo, pues inmediatamente tomó mi rostro con ambas manos y me llenó de incontables, frescos y breves besos en toda mi cara.

-¿Sabes pequeñito?-, volvió a ronronear, ahora mordiendo ligeramente el lóbulo de mi oreja y provocándome escalofríos por toda la espalda, -Me da mucho gusto que no hayas querido faltarme al respeto con tu mirada-.

-Eso me pone muy contenta contigo, Cosita mía, y creo que te mereces un premio-.

Naomí volvió a enderezarse y con la segura y majestuosa sonrisa de una reina, bajó los delgados tirantes de su vestido y enrolló la prenda hacia abajo, hasta la cintura. Las enormes, firmes y puntiagudas tetas que quedaron a la vista, son sin duda las más hermosas que veré en mi vida.

-¡Mi madre!-, exclamé, sin poder contenerme. -¡Que…que…que cosototas!-.

Y es que, aunque yo ya adivinaba el calibre de ese busto, verlo de repente al natural, tan fresco, inmenso, terso, armonioso y juvenil, casi me provoca taquicardia.

La gigante respondió volviendo a soltar una cantarina carcajada, la tercera o cuarta de la noche. Sus ojos brillaban, su sonrisa era de oreja a oreja y todo en ella hacia parecer que, realmente, gozaba con mis arrebatos de sincera admiración.

-¿De verdad te parecen grandes, Carlitos?-, dijo enseguida, acercando de nuevo sus tetas a centímetros de mi cara, pero ahora apretándolas entre sus brazos. Con los globos juntitos, la Mulata logró que los pezones apuntaran directamente a cada uno de mis ojos.

-Ssssiiiii-, mi frente se volvió a perlar de sudor. –Muy…muy grandes Mami…-.

-¿Grandotas, grandotas?-, añadió Naomi ahogando una risita y acercándose un poco más, hasta casi clavar las carnosas puntas en mis pupilas.

-¡Si! ¡Ssssssssiiiiiiiii, mama-mamita! ¡Gran-grandototototas!-.

Encantada, la Mulata retiró su poderoso armamento, se enderezó y dio un trago a su bebida. Pero inmediatamente y con otro mohín de adolescente traviesa, tomó un hielo, lo pasó por sus pezones y se inclinó de nuevo, dejando sus tetotas, esta vez sueltas, a los lados de mi cara.

Mirándome hacia abajo con total cachondería, Naomi volvió a la carga.

-¿Y nomás son grandes, bebé? ¿No te parecen bonitas?-.

-Ssssssiiii….bo-bo-bonitas-. Apenas pude responder.

-¡Ah! ¿Nada más bonitas? Yo pensé que era preciosas-, dijo como desilusionada y empezó a mover sus hombros de lado a lado, cacheteándome suavemente con las tetotas.

-¡No! ¡Sí! ¡Quiero de-decir! ¡Decir que…qué no sólo son bo-bo-bonitas! ¡Son pre-preciosas, Mami!-, contesté, casi babeando.

-¿Deveritas, chaparrito?-, continuó, ahora acunando uno de los inmensos senos en su mano, como para dar pecho a un bebé.

-¿O lo dices nada más para poner a Mami contentita?-, agregó, pasando el pezón por toda mi cara, acariciando con él mis mejillas, frente y párpados y, en la más sublime de las torturas, terminó haciendo círculos alrededor de mis labios, acercándolo de cuando en cuando a mi entreabierta boca y pretendiendo que en cualquier momento, iba a introducirlo.

-Lo…lo…lo digo en se-serio-, respondí cerrando los ojos, embargado por el placer, pero esforzándome en no cruzar el límite. Sabía que otra vez me estaba poniendo a prueba. –Tienes unas te-tetas en verdad…en verdad pre-preciosas, Mami-.

La Mulata volvió entonces a romper la magia, soltando una risita divertida y enderezándose de nuevo, quedando recargada en el porta-brazos, con sus tetas otra vez lejos de mi boca.

Y mientras yo aún luchaba por controlar mi pulso y mi respiración, ella lucía completamente relajada, sonriente, como si de verdad no se diera cuenta de lo tembloroso y agitado que quede con sus juegos.

Así, bebiendo con tranquilidad de su vaso y mirándome felinamente, volvió a sacarme el tapete.

-Y bien, pues este es tu premio, chiquito-.

-¿Mi-mi premio? ¿Sí?-, respondí imprudentemente, sin poder disimular mi confusión.

-¡Ay tontito! ¡No me digas que ya se te olvidó! ¡Que distraído eres!-, añadió, tomándome nuevamente de la oreja, pero esta vez agitándome en forma suave, juguetona y sonriéndome con paciencia.

-Me refiero al premio que te iba a dar por ser un niño muy respetuoso con su Mami y por evitar andar de mironcito-.

-¡Ah, si! ¡Sí Mami! ¡Ese…ese premio!-, expresé con fingida confianza, intentando ganar tiempo.

Naomi me dejó dar un apurado trago a mi coñac, antes de continuar amenazadora.

-¿No sabes exactamente cual es tu premio? ¿Verdad, chaparrito?-.

Me quedé totalmente mudo. Ni siquiera pude tartamudear, como ya se me estaba haciendo costumbre frente a la dominante y enorme Mulata. Quise pronunciar palabra, pero mi mente no lograba decidir que era mejor: si inventar algo o confesar mi ignorancia.

-Mírame a los ojos, bebé-, sentenció Naomí, quebrando el silencio. Resignado, obedecí.

Más al alzar la mirada, el bello rostro de la gigantesca joven me desarmó como nunca hasta ese momento. Donde esperaba encontrar un gesto duro, me topé con una expresión serena, sin asomo de enojo, pero con cierta tristeza, como la de alguien que sabe va a escuchar una mentira.

-Cosita, flaquito, chiquito mío, ¿no sabes, verdad?-, dijo finalmente, con una vocecita impropia de su belleza y poder y tomándome la mano con suavidad.

Apurando el resto de mi bebida, decidí que si esa era una trampa, valía la pena caer en ella. Y caer hasta el fondo.

-No Mamita-, mi voz sonó segura, pero aun más bajita que la suya. –Me has hecho tantas cosas tan ricas, tan bonitas, que no sé cual de todas ha sido mi premio…-.

-Pero…pero si estoy bien se-seguro de algo-, agregué, ante su silencio. -De que me encanta estar aquí…con-contigo. Me encanta, como con…con nadie me había encantado ja-jamás-.

Siguió callada, mirando el temblor de mis labios y el titubeo en mis ojos. Luego su cara se iluminó nuevamente con una sonrisa y sin más trámite extendió un brazo, me tomó con una sola mano por las solapas y me jaló poderosamente hacia ella.

Levantado como pluma, terminé hincado en el sillón, pegado a ella y con su lengua invadiendo por completo mi boca. Sentada todavía y sin soltarme de la camisa, se tomó su tiempo para comerme la boca, mientras que con la mano libre me acariciaba intensamente el cuello, nuca, brazos y espalda.

Terminó dándome ligeras mordiditas en labios, mejillas y orejas, mientras sus grandes dedos apretujaban la parte interna de mis muslos y, por bastante más rato, mis nalgas.

Yo estaba embelesado, con los ojos cerrados y sonriendo como bobo. Era la primera vez que me tocaba tan íntimamente y me alegré de haber sido sincero. No me daba cuenta, sin embargo, que la Mulata había cerrado así un círculo más en mi domesticación.

Su voz me devolvió nuevamente a este mundo.

-Insisto-, dijo besándome los ojos, -que niño tan lindo me he encontrado en ti-.

-Gra-gracias Mami…-.

-No tienes ni idea, Carlitos, el tiempo, esfuerzo y dinero que invertí en encontrar a alguien como tú y ya que te hallé, no creo que te deje ir-.

La última frase de la Mulata volvió a encender la alarma que me advertía sobre tantos extraños detalles que envolvían al encuentro. Iba entonces a decir algo, pero ella lo evitó –y me hizo olvidarme de todo- al jalarme de la nuca para apretar mi cara contra sus tetotas y empezar a pasar insistentemente la punta de sus dedos, sobre el pantalón, por la línea que divide mis glúteos.

-Pero bueno, ¡ya no te quiebres tanto la cabeza!-, añadió de pronto empujándome hacia atrás, sin necesitar de mucha fuerza, para hacerme caer sentado en medio del sillón. Se levantó desperezándose voluptuosa, con sus tetotas aún al aire, mirándome con sexi soltura de porrista traviesa, de esas que gozan torturando al nerd de la clase.

Yo parpadeé nervioso, confundido. ¿Acaso había leído mis pensamientos?

-Me refiero, tontito, a que te voy a explicar exactamente cual es tu premio-, me dijo, inclinándose hacia mi, apoyando las manos en sus rodillas y volviéndome a hipnotizar con sus enormes pechos.

-Tu premio, el que te ganaste por no andar de mirón, es que de aquí en adelante vas a poder mirar todo lo que quieras, sin tener que pedir permiso…-.

Yo seguía con la boca abierta, alelado con el suave balanceo que había impuesto a sus globotes, haciéndome mover la cabeza de lado a lado.

  • L O Q U E T U Q U I E R A S …Y te aseguro que por aquí hay muuuuuchas cosas que ver Chiquito, que creo te van a gustar-, agregó, enderezándose y girando sobre sus talones para quedar de espaldas a mi.

Luego, volteando el rostro hacia atrás para no perderme de vista, empezó a doblarse por la cintura hacia adelante, manteniendo las piernas separadas y las nalgas levantadas, para quedar empinada frente a mi, que permanecía expectante sentado en el sillón.

La Mulata empezó entonces a ondular de lado a lado sus caderas, mientras sus manos llevaban su vestido hacia arriba y dejaban poco a poco a la vista la totalidad de sus gruesos y bien formados muslos y su impresionante trasero.

-¿Te está gustando tu premio, bebé?-, dijo, ya con el vestido totalmente a la cintura y dejándome ver su tanga roja de hilo dental, profundamente clavada ente sus firmes y tersas nalgotas.

-Ssssiiiiiii, Ma-ma-mami, mu-mucho-.

Naomí entonces se reacomodó la ligera falda, volteó hacia mí y levantó una pierna hasta lo alto del respaldo del sillón. Con el otro pie firmemente apoyado en el piso, la Mulata quedó como una bailarina, abierta como tijera y con mi rostro justo frente a su entrepierna.

-¿Te alegra haberte portado bien?, dijo desde arriba.

-Si-siiiiii, me-me ale-le-legra-, alcancé a responder, pero la Diosa volvió a dejarme mudo cuando levantó otra vez su falda, sin cambiar su postura y dejó al descubierto su tanga, ahora por adelante.

-"¡Santo cielo! ¡Que bultote!"-, pensé horrorizado, ante la enorme verga que se adivinaba dentro de la diminuta prenda interior.

-"¡Y eso que aparentemente no está parada!"-, terminé de lamentarme, recordando de pronto que no estaba con una mujer cualquiera, sino con una que tenía un instrumento que, por lo que veía, me podía partir en dos.

Ella de nuevo pareció leer mi mente, por que me tomó por las orejas y me acercó más a su entrepierna, dejándome a un palmo de su herramienta. Luego, con el tono que emplearía el gato mientras juega con el ratón, dijo muy lento, saboreando mis reacciones ante cada palabra.

-Como te dije Cosita, hoy podrás mirar MUCHAS, muchas cosas, y sé que UNA COSA en especial, te va a dejar F-A-S-C-I-N-A-D-O…-.

Yo otra vez no podía hablar. Sentí escalofríos por todo el cuerpo y el sudor empando mi cara, manos y espalda. Tragué saliva, me recordé que ya sabía a lo que había venido y, con cierto esfuerzo, despegué mis ojos del hipnotizador bulto y los dirigí al rostro de la Mulata.

-Sí Ma-mami, estoy se-seguro que to-todo me va…me va a…a fascinar…-.

Avasalladora, Naomi se quedó mirándome y luego, con una sonrisa de poder, empezó a adelantar lentamente su cadera, como si fuera a repegar su instrumento en mi rostro. Pero cuando estaba a punto de hacerlo, se sonrió, mordió su labio inferior, me aventó desde arriba un juguetón y breve beso…y me soltó.

-¡Vaya!-, dijo enderezándose en tono casual, mientras se acomodaba el vestido, bajando su falda, subiendo sus tirantes y ocultando sus cosotas de nuevo a mi vista. –Creo que ya nos acabamos las bebidas. ¿Qué tal si nos sirves más, Chiquito?-.

Yo tardé en reaccionar, parpadeando, No me acababa de acostumbrar a ese remolino de sensaciones a que me sometía la gigante, donde lo mismo me seducía y mimaba, que me dominaba, maltrataba y torturaba.

-Si…si Mami-, respondí finalmente, abandonando el sillón, tomando los vasos vacíos y dirigiéndome a la charola. -¿Tu whisky con bastante hielo, verdad Mami?-.

Yo había dejado a Naomi, al otro extremo del sofá, por eso cuando su voz sonó inmediatamente atrás de mi nuca, me estremecí, ligeramente asustado. Se había acercado sin el mínimo ruido.

-Si chaparrito, con mucho hielo-, su voz sonó divertida por mi sobresalto. –Me da gusto que se te grabe lo que le gusta a Mamita.

Mientras yo servía las bebidas, la Mulata pasó su mano por mi cintura y me jaló hacia ella, dejándome apoyado en su cuerpo, con sus tetas envolviéndome la nuca y su enorme bulto palpitando en mi espalda

Y con mis manos ocupadas en vasos y licoreras, su boca masticó levemente mi lóbulo y me susurró.

-Te voy a dejar tantito, bebé, como un caballerito terminando de preparar las bebidas-.

-¿Te vas a ir?-, dije sorprendiéndome por lo triste que me dejó el breve comentario, girando mi rostro hacia atrás y hacia arriba, para encontrarme con sus chispeantes ojos.

-No, tontito-, me respondió, riendo bajito, y zarandeando con su mano, en forma ligera, mi barbilla. –Nada más voy a mi cuarto a refrescarme y ponerme algo más cómodo-.

-¡Ah, bueno!-, respondí con infantil alegría. –Yo aquí termino con esto, Mami, y luego…-.

-…Y luego tú también te me pones más cómodo-, dijo, interrumpiéndome.

-¿Ma-ma-más, co-co-cómodo, Ma-ma-mami?-, respondí repentinamente acobardado. De pronto me di cuenta que no estaba preparado para mostrar mi delicada, quizá hasta ridícula desnudez, frente a ese portentosa y exuberante mujer.

De verdad que ella debía ser telépata, por que podría jurar que adivinó la causa de mi inquietud.

-Nada más un poquito, mi Amor-, me dijo conciliadora, metiendo la mano por el cuello de mi camisa y apoderándose con dos dedos de una de mis tetillas. –Por ahora, sólo quiero que te quedes descalcito para que andes más fresco y que te desfajes y arremangues la camisa… ¿OK?-.

El pellizquito en mi pezón con que la gigante terminó su frase, casi me hace soltar los vasos de las manos.

-¡Ay…Sí, sí Mami! ¡OK!...-.

-Bueno, no tardo pequeño-, dijo entonces ella, dándome un ligero chupete en el cuello y soltándome. Sentí que se enderezó, dio la media vuelta y empezó a alejarse de mí, pero de lo que no me percaté –por que otra vez lo hizo sin ruido-, es que volvió a acercárseme por detrás.

Lo siguiente que supe de ella y que me hizo dar otro saltito, fueron sus enormes manos tomándome por el trasero.

-Por cierto… ¿Te he comentado que tienes un muy lindo Culito?-, siseó la enorme joven, con su nariz enterrándose y jugueteando con mi cabello y sus largos dedos masajeando mis nalgas, las cuales abarcaban con facilidad

-Nnnno, no-no lo has men-men-cio-cio-na-na-nado, Mamita…-.

-Pues te comento ahora que tienes unas nalguitas muy, pero muuuuy ricas, Bebé-, añadió, dándome un fuerte apretón en las pompas, mordiendo ligeramente mi nuca y soltándome de nuevo.

Ahora sí se separó de mi y partió hacia el fondo del apartamento, riendo traviesa, muy consiente de que me dejaba temblando, excitadísimo y con la cabeza llena de dudas.

En cuanto Naomi abandonó el salón, yo rápidamente dí un gran trago a mi bebida. Luego tomé un hielo de la cubitera y empecé a pasarlo por mi frente, sienes, cuello, nuca y pecho, intentando que la combinación del frío y el alcohol me calmaran y devolvieran la serenidad a mi cerebro.

"¡Dios! ¡Si me tiene comiendo de su mano!", pensé, menos alarmado de lo que creería. "Y el problema no es que me convierta en un perrito faldero… ¡Sino que me está gustando!"-.

Me interrumpí al darme cuenta que debía cumplir con las órdenes de mi majestuosa anfitriona.

"Por que no fueron sugerencias, sino órdenes", seguí meditando, mientras terminaba de servir las bebidas y acomodaba todo en la charola. –"Y si no obedezco, me va a poner como trompo".

Siguiendo con mis "instrucciones", me retiré botines y calcetas, los dejé acomodados en un rincón y me doble un poco el pantalón hacia arriba, para no pisarlo. "Lástima"-, me lamenté, "sin las botas, pierdo como 5 centímetros".

Luego me senté en la esquina del sofá que había venido ocupando la Mulata, al lado de la mesita con la charola. Calculé que tenía tiempo –después de todo, las chicas tardan en refrescarse- y me dispuse a esperarla dando pequeños sorbos a mi coñac.

"Lo que no entiendo, es sí ella es así de dominante o nomás se le antojó jugar conmigo al verme tan pequeño"-, volví a cavilar. "Aunque mi estatura ya la conocía y cuando se cercioró que soy chaparro y delgado, como que me invitó con más gusto".

"Tampoco me explicó como alguien que evidentemente cambió de sexo muy joven, haya podido desarrollar una personalidad tan fuerte y segura, tanto, que no le cuesta nada manipular a alguien mayor que ella, como yo".

Yo había tomado otro hielo para pasármelo por la frente y entonces caí en la conclusión que, juego o no, la Mulata en verdad gozaba con hacerme saber que podía hacerme lo que quisiera, que disfrutaba recordándome a cada momento –con gestos, palabras y acciones- lo pequeño, débil y delicado de mi persona, sobre todo ante alguien tan grande, fuerte y sexual como ella.

"O sea que aquí yo soy la débil mujercita y ella, el macho dominante"-, concluí abrumado. "Y la verdad, creo que la idea no me está disgustando del todo, a menos que…"-.

-¿Tienes calor bebito?...-.

"¡En la madre!", me sobresalté al verme de nuevo interrumpido por la gigante, dejando caer el hielo. "Aparte de telépata, esta mujer debe ser gata... ¡No hace nada de ruido!"-.

De pie frente a mí, sonriendo con picardía, las manos cruzadas hacia atrás como niña buena y una pierna ligeramente más adelante que la otra, la Mulata se mostraba semidesnuda.

"¡Mamasota! ¡Cada vez se pone más buena!"...-.

Y es que Naomi se apareció con una cortísima y muy delgada bata de seda, de esas que se amarran con un lazo a la cintura y usualmente se ponen encima de un Baby-Doll. Pero ella, seguramente para terminar de volverme loco, prefirió usarla sin casi nada debajo

La abertura de la negra prenda llegaba hasta la cintura, descubriendo el ombligo y dejando las tetotas casi de fuera, mientras que lo que restaba hacia abajo, a partir del lazo, era tan breve, que seguramente apenas tapaba una breve tanguita.

Yo estaba con la boca y los ojos más que abiertos que nunca, con los oídos zumbándome y preguntándome si la gigantesca niña no se cansaría de sorprenderme.

-Algo me dice, Chiquito, que te gustó mucho mi batita-, dijo de pronto, mordiéndose un labio y adelantando un pie, para acariciar mi semi-descubierta pantorrilla.

-¡Muuuucho, Mami! ¡Me gustó muchisísisimo tu bata!-, respondí extasiado, pero pensando de pronto que quizá estaba cometiendo una falta, agregué: -¿Por...por qué, Ma-mami?….¿Te mo-molesta que, que me-me guste?...-.

-¡No, Chaparrito! ¡No me molesta que te guste! ¡Al contrario! ¡Si para eso me la puse, Tontín!-, dijo alegre, lo que me tranquilizó.

Pero inmediatamente añadió, otra vez con cierto tono de severidad:

-Lo que pasa es que te quedaste todo taradito y no respondiste a mi pregunta. ¿Te parece eso propio de un niño educadito?-.

¡Otra vez en aprietos! ¡De verdad, ni idea de que hablaba la Mulata!

-¿Me...me...preguntaste…Ma-ma-mami…?-.

-¡Cuando recién llegue de cambiarme, Carlitos!-, me interrumpió, ahora sí muy impaciente y dando en el suelo golpecitos con la punta de un pie. –Yo llegué, me paré a tu lado –que ni cuenta te diste, por cierto- y te pregunté algo con mucha amabilidad y por que me intereso por ti-.

-¿ ¿ ¡ ¡ D E V E R D A D N O T E A C U E R D A S ! ! ? ?-.

La voz de la gigante se elevó como nunca en la noche.

-Nnno…no me-me-me acuerdo-do, Ma-mami…-, reconocí, mas asustado que nunca.

  • ¿ ¿ ¡ ¡ Y S E P U E D E S A B E R P O R Q U É , N I Ñ O T A R A D I T O ! ! ??-.

La violencia del tono y sobre todo, sus despectivas últimas palabras, volvieron a colocarme al borde de las lágrimas. Fue esto lo que me hizo responder nuevamente con toda sinceridad

-Por que así me po-pones Tú, Ma-ma-mami…todo idiota y ta-tarado con lo buenota que estás…-.

Entonces Naomi se acercó bruscamente a mí y ahora sí pensé que iba a pegarme. Cerré los ojos y me encogí en el sillón, esperando lo inevitable.

Pero pasaron algunos segundos y nada pasaba. Decidí abrir lentamente los ojos, sin mucho ánimo y la encontré sentada al lado mío, completamente erguida, con piernas y brazos cruzados y respirando hondo, como intentando controlarse.

Previendo lo peor, me atreví entonces a levantar la mirada hacia su rostro y me la encontré con ojos ligeramente severos, una sonrisa forzada y moviendo repetidamente la cabeza de lado a lado, como diciendo no. Me pareció la viva imagen de una joven tía, al momento en que reprocha la travesura de un sobrinito.

-¡Ay Carlitos!-, dijo de pronto, sujetándome de la oreja y agitándome con un poco de rudeza.

-Uno de estos días, Niño, te vas a ganar una verdadera tunda, nomás por distraído…-.

-Perdón, Mami…-, fue todo lo que pude decir, con los labios temblorosos y extendiendo tímidamente la mano para tocar una de las suyas, acariciando sus enormes nudillos, como reafirmando mi disculpa.

Naomí volvió a relajar el rostro y suspiró. Luego, exhibiendo nuevamente su portentosa fuerza, me tomó bruscamente por debajo de las piernas y espalda, me levantó en vilo y me sentó en su regazo, como a un niño chiquito.

Y en verdad eso parecía, con mi minúsculo cuerpo sobre el gigantesco de ella, mi delgado tórax pegado a las enormes tetas y acurrucado en un cuello, que fácilmente doblaba el grosor del mío.

-Perdóname tú a mi, bonito-, susurró de pronto, exhalando el aire, ya completamente calmada y empezando a acariciar mi espalda y nalgas. –A veces creo que si soy un poquito dura contigo-.

Yo no dije nada, no quería estropear el momento. Me limité a subir mi mano para acariciar levemente sus labios y a dar ligeros besos en la parte alta de sus senos. Levanté otra vez la mirada y me alegró el ver que la ternura había vuelto a su rostro.

De pronto, otro cambio de ánimo y la chica me separó bruscamente, dejándome equilibrado en su rodilla y deteniéndome con su mano por la camisa, apenas evitando que cayera al suelo

-¡Es que tu tienes la culpa chaparrito, por taradito!-, exclamó la Mulata, con tono de reproche, pero sonriendo.

-¿De…de…de qué…Mamita?-, cuestioné dócilmente, no muy seguro de para donde iban las cosas y temiendo que me arrojara al piso.

-¡De que me enoje contigo, bobito!-, respondió Naomí. –Eres un niño bien lindo, muy educadito y con un culito muy rico… ¡Pero me desesperas por distraído!-.

Ante el tono cariñoso y su rostro tranquilo y sonriente, yo ilusamente me creí del todo seguro y hasta me atreví a bromear, queriendo volver a sus brazos.

-Es que los niños lindos y de culito sabroso, como yo, así somos de distraídos, Mami-, dije riendo y meciéndome en su rodilla, como a caballito, sosteniéndome con las manos de su muslo.

Ella SÍ sonrió con mi comentario, pero con un gesto sarcástico. Entrecerró los ojos y empezó a afirmar despacio con la cabeza, divertida, pero acusadora, como una maestra que sorprende al alumno haciendo trampa y anticipadamente disfruta del castigo que le va a dar.

-Muy graciosito, ¿No, chiquito?-, me dijo, tamborileando los dedos de su mano libre sobre uno de mis muslos, remarcando la advertencia escondida en sus palabras.

-Po-po-poquito, Mami-, respondí, ya no del todo convencido de mi ocurrencia.

-¿Así que tú eres un NIÑO LINDO, de CULITO SABROSO? ¿Eh, bebito…?-, añadió, recalcando ciertas palabras, y subiendo y bajando repetidamente la rodilla en que me tenía sentado, sin brusquedad, pero haciéndome temer una caída.

-¡No¡ ¡Es que tu…Tú dijiste Ma-mami…que yo…que yo lo tengo…que mi culito…!...-.

-…Sͅ-, me interrumpió. Es cierto que YO dije que tienes un RICO CULITO. Pero no quieras PASARTE DE LISTO. Ese no es PRETEXTO para ser tan BOBITO Y DISTRAÍDO-.

-¿No, Mamí?...-.

  • NO, chistosito. Y para que se te vaya quitando lo ATOLONDRADO y GRACIOSITO… ¡YO te voy A ENSEÑAR para que sirven los CULITOS de los niños LINDOS!...-.

Sacándome un gritito, Naomí me volvió a jalar hacia ella, pero no para abrazarme como yo lo deseaba, sino para levantarme como títere, darme la vuelta con facilidad en el aire y dejarme colocado boca abajo, en su regazo, con mis nalgas a su entera disposición.

-¡No, mami! ¡No, por favor!-, chillé aterrado e intenté levantarme, pues adiviné lo que venía y temí lo que las enormes y poderosas manos de la Mulata, podían hacer en mi pequeño trasero.

-¡Cómo de que no cabroncito!-, respondió con ferocidad la chica, sujetándome fácilmente con el peso de una sólo mano en mi espalda. -¡Ahorita vas a aprender que con Mami no se juega!-.

Y sin más, la mano libre de la gigante empezó a caer sobre mis nalgas. –PAF, PAF, PAF…-.

Una, dos, tres….10 nalgadas recibí en total, provocándome un intenso ardor y haciéndome llorar como un bebé.

Los chirlos habían sido rápidos, contundentes, con la suficiente fuerza y consistencia para hacerme rebotar como pelotita entre sus piernas y su manota.

-¡Te estás enterando, chistosito!-, me dijo, acercando su rostro a mi nuca. -¡Te estás enterando para que sirven los culos bonitos, de los niños mal-portados!-.

-¡Sí, Mamita, ya…ya me enteré! ¡Ya no me…no me pegues, por favor!-, respondí, girando mi cuello hacia atrás, intentando ver sus ojos y –muy grave error- cubriendo mis nalgas con mis manos.

-¡NO te tapes, CABRONCITO! ¡Que te va PEOR!-, vociferó, sujetándome ambas muñecas con una sola mano y jalándolas en dirección a mi nuca, para inmovilizarme con una llave.

-¡Ay, ay, ay! ¡Duele, Mami! ¡Duele mu-mu-mucho!...-.

-¡Y más te va a doler, si no te callas, llorón!-, atajó, dándome otro manazo, más fuerte que los anteriores y que me dejó berreando como becerro.

En el salón, sólo se escuchaban mis lamentos. No quise moverme en absoluto, para no provocar más su enojo. Escuché hielos chocando entre sí y supe que Naomi bebía de su whisky, quizá para relajarse un poco. Luego la Mulata aflojó la presión sobre mis muñecas y empezó a pasar las puntas de sus dedos suavemente por mi castigado trasero.

-Voy a soltarte los bracitos, pero no te vas a levantar. ¿Entendiste Chaparrito?-, dijo la gigante con tono tenso, pero ya sin enojo.

-Ssssiiiiii, Mami…no…no…no me levanto…-.

Los gruesos dedos liberaron mis muñecas y yo inmediatamente quise frotarme las adoloridas pompas.

-NO TE SOBES, niño-, me advirtió, arrastrando las palabras y provocando que yo inmediatamente inmovilizara las manos.

-No…no...Ma-ma-mamita…lo que tu di-di-digas…no me-me sobo…-.

Los dedos de la colosal joven empezaron a masajear mi cuero cabelludo, mientras se escuchaba como seguía disfrutando, a sorbitos, de su bebida. De pronto, la misma mano que jugaba con mi cabeza, me sujetó por el pelo de la nuca y, despacio, pero firmemente, me obligó a girar el cuello para verla al rostro.

-Bueno, Chaparrito, ya se me pasó el enojo…-.

-Que…que bueno, Ma-mami…yo…-.

-…Y ahora, siguen tus Nalgadas de Castigo…-.

-¿Qué? ¿Cómo?... Pe-pe-pero...Mamita, me acabas de…de…nalguear…-.

-Sí, pero eso fue de puro coraje. Por que me colmaste la paciencia con tu chistecito-, dijo, con calma y pasando sus dedos por mi culito. -Los azotes que te voy a dar a continuación, SI SON

para darte una lección y que se te vaya quitando lo bobito y DISTRAÍDO.

Me quedé turulato. No sabía si estaba bromeando o si iba a calentarme las nalgas un rato más. De lo que sí estaba seguro, es que la chica cada vez me tenía más encadenado a su persona.

-Pe-pero…pero…Mamita…este…yo…-.

-Nada de peros, Cosita-, me silenció, pellizcando ligeramente mi nariz. -¿Qué clase de Mami sería yo si no educara bien a mi Chiquito? Tengo que instruirte debidamente, ¿no crees bebito?-.

-Si…claro…Mami…-

-Bueno, pues enseguida te voy a dar otras 5 nalgaditas, bien dadas y Tú, mi niño lindo, no te vas a mover… ¿OK?-.

-Pero Mami…-

-…NO TE VAS A MOVER-, continúo ella, ignorando mis súplicas y sin soltarme de la nuca, -por que tu eres un nene muy obediente, que respeta y quiere mucho a su Mamita, ¿VERDAD?-.

No respondí inmediatamente, pero cuando lo hice, fue convencido de que no había escapatoria. Yo aún no lo sabía con certeza, pero voluntariamente me entregaba cada vez más a los caprichos de la gigantesca, dominante y a la vez, tierna niña y a un proceso de verdadera domesticación.

-Sí Mamí-, respondí finalmente, con voz quedita, pero firme. –Soy tu nene obediente. No me voy a mover. Puedes nalguearme cuanto tú quieras…-.

Naomi asintió con la cabeza, satisfecha y al fin soltó mi cabello. Y cuando la vi enderezarse para volver a tomar su vaso, aproveché.

-Mami…antes de mi…de mi…cas-castigo… ¿Te puedo hacer tres preguntas…?...-.

-Claro, dime bebé-, respondió distraída, pasándose un trago y volviendo a acariciar mi nuca.

-Las…las…nalgadas… ¿Me las vas a dar…muy…muy fuerte…?-, dije, casi inaudiblemente.

La mulata dejó de lado su bebida y volteando hacia mi, respondió como dudando.

-Un poquito…sí. Van a estar un poquito duras, bebé-.

-¿Me puedo agarrar fuerte de tus piernas, mientras me nalgueas, Mamita…?-.

-Si Angelito, si te puedes agarrar-, contestó, cada vez más enternecida.

-¿Y me puedes dar algo para morder, mientras me das los azotes, Mami…por favor?-.

Esta vez antes de responderme, la enorme niña se agachó hacia mí, para enterrar su nariz en mi cabello y susurrarme al oído.

-No chiquito-, dijo con mucha dulzura, como si de verdad le pesara. –No puedes morder nada, por que quiero oír tus quejiditos. Es parte del castigo, Cosita. Pero sí te prometo que voy a procurar tenerte un poco más de paciencia el resto de la noche, ¿está bien mi Amorcito?-.

-Si Mamacita-, respondí, arrebatado por su delicadeza. Y añadí, confirmando mi total y sumisa entrega: -Ya sabes que tu nene hace lo que tú gustes y mandes-.

La hermosa Mulata volvió a sonreír, besándome ligeramente y enderezándose sin prisa. Dio un nuevo y breve sorbo al licor y empezó a alisarme el pantalón, a la altura de mi trasero, como queriendo dejar bien expuesta la zona que iba a torturar.

-Lo dicho, que lindo culito…-…, expresó en voz baja, como hablando consigo misma.

-Gra-gracias, Mami…-, empecé a decir, halagado.

-…lástima que lo tengo que zurrar-, me interrumpió, haciéndome dar cuenta de que no me estaba escuchando. Luego, en el mismo tono, como reflexionando en voz alta, agregó:

-Vas a ver, vas a ver mi bebito, que con el tiempo te voy a dejar bien domesticadito y ya no va a haber necesidad de castigarte, Cosita hermosa…-

-Si, chaparrito lindo-, añadió, pasando sus uñas suavemente por mis nalgas y marcándome, sobre el pantalón, la raya del culo. –Te voy a convertir en un lindo perrito faldero, bien amaestradito, que sólo viva para complacer los gustos de SU AMA…MIS gustos, nene…-

En lo profundo de mi mente, una luz finalmente se encendió. Comprendí que de eso se trataba todo, que la voluptuosa gigante no sólo buscaba una aventura casual, sino quizá, un amante de fijo, uno a la altura de sus gustos…y en éstos sólo tenía cabida un hombrecito débil, sumiso, manejable y además, dispuesto a entregarse libremente a todas sus órdenes, deseos y caprichos.

"Pero, ¿porque yo?"-, el cerebro me iba a estallar. –"¿Cómo, si me acaba de conocer? Aunque que me vea dispuesto, ¿Porqué arriesgarse con un desconocido? ¿Y cómo está eso de que me buscó y me encontró? Además, ¿como puede alguien tan joven vivir sola, con lujos? ¿Cómo se convirtió en alguien tan segura de su especial sexualidad, si sólo tiene 20 años? No entiendo, nada tiene lógica, es como si ella …"

-¡…Ahhhhhhhh…!...-.

Gemí en voz alta, interrumpiendo mis pensamientos. La Mulata había encontrado, por sobre mi pantalón, mi cerrado orificio y había empezado a clavar un dedo con dulce firmeza

-¡Ahhhhh….Maaaamiiiiiiii….Ahhhh...!-, volví a gimotear mas alto y mas constantemente, cuando el grueso índice de Naomi se adentró lo suficiente y empezó a girar con suavidad, como queriendo desgarrar la tela y llegarme muy adentro.

Pero lo que terminó de silenciar mis dudas y me hizo temer que la gigante quizá SÍ había encontrado en mí el perrito que buscaba, fue sentir que ella abandonó mi culito y deslizó su mano a mi entrepierna, localizando la punta de mi parada pollita y poniéndose a darle apretoncitos.

-Ahhhhhhhh…Nooo…Siiiii….¿Maaamiiii?….¿Queee…meee…haaa…haaa…haceees?...-

-Nada en especial Chiquito-, respondió, muy divertida, sin soltar mi verguita de entre sus dedos. –Es que se me antojó estrujarte tantito la Pilila e ir abriéndote un poco el culito-.

-¿Por qué, nene?-, añadió, con dulzura e intensificando sus pellizcos. -¿No te gusta, bebito?-.

-¡Siiiiiiii…muuuuuuchoooooo….Maaamiiitaaa…muuuuchooo…!...-.

-Que bueno bobito-, dijo entonces la gigante, soltándome del todo y volviendo a alisar la tela de mi pantalón. –Es que te vi muy tenso, muy pensativo y pensé que había que relajarte el culito para empezar con la calentadita de nalgas. ¿No te parece?-.

Respirando hondo, temblando por sus atrevidas caricias y con mí pitito golpeteando excitado el regazo de la Diosa, decidí que ahora o nunca.

-Si…Mami…-, respondí. -Ya me tienes relajado y…y…listo…-.

-¿Para que, Cosita?-.

-Para…para…para que me des mis…mis…mis nalgadas, Mami…-.

-OK, nene-; su voz sonó a una sentencia inapelable. –Van a ser cinco nalgadas, bien dadas y te voy a ir diciendo por que te las estoy dando, ¿entendido?-.

-Si, Mami…-

-No te voy a detener, por que sé que no te vas a mover… ¿OK?-.

-OK, Mamita…-

-Y cuando termine, ya que nos calmemos, vamos a tratar de conocernos un poquito más, por que la noche se nos esta yendo en puros regaños… ¿Te parece bien?-.

-Si…si…Ma-Ma-Mami…-.

Tras guardar silencio por un momento, Naomi se inclinó un poco hacia a mi y, con un ronroneo lleno de promesas, me dijo mientras pasaba las uñas por toda mi espalda:

-Te juro, mi niño, que si ya no te portas mal Y ERES BUENITO, voy a mimarte MUCHO, MUCHO y te voy a hacer cositas tan, pero TAN RICAS, que te voy a poner TODO LOQUITO ….¿Te gusta la idea, MI REYESITO?-.

Yo me tarde un poco en contestar, por que se me quebró la voz de gusto. Pensé que, en verdad, estaba valiendo la pena la experiencia y que por nada del mundo me iba a echar atrás.

-Me encanta la idea Mami…y sé que todo lo que me hagas me va a gustar-.

E inmediatamente, para reafirmar mi rendición incondicional, me agarré fuerte de sus muslos y solito paré el trasero.

-Ya estoy listo, Mami-, agregué, torciendo mi cuello para verla a la cara.

Ella sonrió otra vez, complacida con mi docilidad y lentamente levantó su brazo para agarrar fuerza.

-Aquí vamos, Carlitos…-…y dejó caer pesadamente su mano.

PLAF…-…. El ruido llenó la habitación y me convenció que ahora iba en serio.

-Esta es por distraído…-, la oí decir.

PLAFF…-…. Tuve que clavar los dedos en su muslo, para no gritar.

-Esta, por bobito…-

PLAFFF…-… -¡Aaaayyyy-, grité yo, ahora sí incapaz de contenerme.

-Esta tercera, te la debía por mirón-, me dijo ella.

PLAFFFF…-… -¡Aaayyyy!… ¡Ayyyy!… ¡Ya no, Mami! ¡Ya no!-, gemí, con la voluntad quebrada, pero sin moverme y manteniendo el culo en alto.

-¡Cállese, chillón! ¡Que esa también se la merecía, por graciosito y por querer pasarse de listo con Mami!-.

A estas alturas yo estaba bañado en llanto. Hipaba abiertamente, ahora sí que como bebe, mientras sentía mis nalgas arder como nunca. No era tanto el dolor físico, pues sabía que de haber querido, Naomí podía matarme de un par de puñetazos. Era la humillación se sentirme completamente dominado, apabullado por alguien menor que yo y con cuerpo de mujer.

-Falta la quinta y última, chiquito-, dijo entonces la hermosa gigante, cortando de nuevo mis pensamientos. –Esta si va a estar fuerte, bebé, te la ganaste, bien ganada, por andar de habladorcito-.

-¿Ha-ha-habladorci-cito?-, alcancé a murmurar, entre quejidos.

-Si angelito, por que una cosa es que sepas que tienes un lindo culito y otra que andes de presumidito. ¡Eso sí está muy mal!-.

-¿Sí, Mami?-, balbuceé, volteando a verla y queriendo salvarme con una sonrisita.

-¡Y ni me pongas esa carita!-, advirtió ella, sin enojo, pero firme. ¡Que si no te corrijo ahorita, al rato vas a andar por ahí de coscolino, presumiendo tus nalguitas con cualquier putilla! ¡Y eso sí que no, niñito! ¡Esas nalguitas son nada mas mías!-.

Al verla levantar la mano más alto que nunca, ya no dije nada. Mejor cerré los ojos, mordí mis labios y me aferré fuertemente a sus piernotas….

PLAAAAAFFFFFFF…-… -¡Aaaaaayyyyyyy-.

El grito y mi llanto, llenaron por completo el apartamento. Ella me dejó unos momentos más en su regazo, gimoteando como un verdadero niño. Luego, con delicadeza y otra vez como vil muñequito, me levantó y me puso de pie en el piso, frente a ella.

Yo estaba hasta moqueando. Mis lágrimas apenas me dejaban verla, pero con esfuerzo, pude apreciar un rostro serio, pero sin ningún rastro de ira. Las nalgas me escocían tremendamente y me urgía calmar un poco el dolor.

Ella otra vez jugó al telépata y me dijo, con tono cada vez más relajado.

-Ande chiquito, ya puede sobarse las pompitas, si quiere-.

Yo rápidamente aproveché su autorización y me froté vigorosamente el trasero, sin dejar de mirarla y atento al menor gesto de mi gigantesca captora.

La mulata, al verme completamente derrotado, volvió a sonreír con ternura y sin abandonar el sillón, me atrajo hacia ella, dejándome paradito entre sus piernas.

-¿Ya ves, traviesito?-, dijo, mientras limpiaba mis ojos, nariz y cara con una servilleta, en plan maternal. –Eso le pasa a los niños cuando se portan mal. ¿Pero ya te vas a portar bien, verdad?-.

-Si…si…Ma-ma-mamita…-, respondí, todavía entre hipos. –Ya voy a ser bue-bueno…-

-SI, eso ya lo sé bebé-, dijo tranquilamente, separándome de su cuerpo, poniéndose de pie y alejándose un poco del sillón. –Ven conmigo.

-¿A…a donde…Ma-Ma-Mami?-, inquirí dudando, dando instintivamente dos pasos hacia atrás. La verdad temí que la sesión de nalgadas fuera a seguir en otra parte del apartamento. Ella al notar mi renovado temblor, soltó otra de sus juveniles carcajadas.

-¡Tú obedéceme, malcriado!-, insistió, extendiendo una mano hacia mí. -¡Y trae la cubeta de los hielos, que necesitamos refrescarte un poquito!-.

No me quedó más que tomar la enorme cubeta –tuve que abrazarla- y meter mi mano entre sus grandes dedos. Ella me guió entonces al fondo del apartamento, pasando por el baño de visitas que yo ya conocía. Empezamos a avanzar por un pasillo colmado de lujos, con cuadros y adornos evidentemente de gran valor.

"¡Parecen originales!", pensé, en el colmo de la sorpresa. Yo conocía bastante de arte, es una de mis pasiones, pero las obras ahí exhibidas debían valer una fortuna. "¡Es increíble!".

-¿Te gusta mi depa, Cosita?-, preguntó ella de repente, notando mi interés.

-¡Sí!-, respondí con sincera admiración. –Tienes pinturas y esculturas muy interesantes, Mami-.

-Sí-, contestó ella sonriendo y mirándome fijamente. Ya sé que tienes un gusto muy refinado. Después te doy un paseo en forma por todo el lugar. ¿OK?-.

-OK, Mami-, respondí simplemente. "¡Esta niña no para de sorprenderme!".

El pasillo parecía interminable. Había contado por lo menos 10 puertas, de cada lado, cuando llegamos a una esquina. Siempre llevándome de la mano, Naomi me hizo dar vuelta y, tras otro pasillo mucho mas corto, llegamos a un amplio y altísimo salón.

-¡Guau!-, exclamé en voz alta. -¡Si parece un Palacio!-.

Ella volvió a reír, suspendiendo su paso y mirando en derredor distraídamente, como si de verdad no diera importancia a todo el lujo que la rodeaba.

Yo no soy ningún pobre. Siempre he ganado bastante bien y tengo una pequeña fortuna acumulada en el banco. Pero nunca imagine que aquella gigantesca joven viviera como la realeza.

-Bonito, ¿verdad nene?

-No, no nada más bonito Mami… ¡Es fabuloso! -, respondí yo anonadado ante el oro, marfil, piedras preciosas, muebles suntuosos y todo tipo de valiosas antigüedades reunidas con orden y buen gusto, en el lugar.

-Pertenecen a mi familia-, dijo con sencillez. –A mi la verdad, me gustan las cosas mas simples, pero es mi obligación cuidar de todo esto-.

-Pero ya luego te explicaré-, añadió, dando por concluido el tema y avanzando nuevamente, ahora hacia una enorme puerta en la pared del fondo de la habitación.

La Mulata dio vuelta a la perilla, empujó y me hizo pasar por delante de ella. Yo quedé otra vez sorprendido… ¡Estábamos en su recámara! ¡Y que recámara!

-Anda, pásale chaparrito, con confianza-, dijo ella riendo y empujándome con gentileza al ver que me había detenido.

Ella no mintió. Todo ahí era de buen gusto, pero sencillo. Sencillo, sin ostentaciones… ¡Pero todo gigantesco! Al fondo de la habitación, al pie de una enorme cabecera de hierro forjado y enmarcada en cuatro postes, se encontraba una cama del tamaño de al menos dos King Size… ¡y altísima! ¡Tanto, que hasta a ella debían colgarle un poco los pies! "Seguro que yo necesito un banquito para subir ahí", pensé.

-Es que me gustan las camas muy altas, bebito-, dijo ella sonriendo y exhibiendo de nuevo sus cualidades telepáticas.

-Si… ¡Ya veo, Mami! Y no nomás la cama… ¡Todo te gusta muy grande y muy alto!-, expresé sin ocultar mi admiración ante el tamaño del resto de los muebles. Tocador, anaqueles, sillones, mesas, bancos, sillas…hasta el guardarropa. Todo ahí me hacía parecer cada vez más diminuto.

-Bueno, no todo, Cosita-, repuso la chica, en tono meloso, agachándose hacia mí y revolviéndome el cabello. –Tu eres realmente minúsculo, un verdadero muñequito a escala… ¡y ya ves! ¡Me encantas!-.

-¿Si, Mami…?...-.

-¡Si bebé!-, respondió, besando ligeramente mis labios y apretándome contra sus tetas. -¡Como nadie me había gustado jamás!-.

Tras casi asfixiarme entre sus enormes pechos, Naomi volvió a soltarme para abrir una puerta instalada en la esquina de la habitación. Era el baño.

-Quiero que te des una ducha con agua fría, Cosita-, empezó a explicarme, como dando instrucciones a un crío y moviéndose entre el baño y la recámara, acomodando toallas, sacando ropas de un cajón y disponiéndolo todo. -Necesito que te refresques y que evitemos que se inflame tu culito, nene.

-Para eso-, continuó, siempre en plan de madre paciente, -vas a poner la cubeta con los hielos en el piso de la regadera y te vas a sentar ahí un ratito, unos 10 minutitos y ya después te das un regaderazo y te me lavas bien todos tus rinconcitos, ¿OK, pequeño?-.

-OK, Mami-, respondí, totalmente avasallado por la facilidad con que la voluptuosa Mulata me controlaba.

-Estoy poniendo las cosas al alcance de tu mano, mi Amorcito: jabón, shampoo, toalla, etc. Es que todo aquí está diseñado a mi medida y no quiero que mi Chaparrito Lindo tenga ninguna dificultad, ¿OK?-.

-OK, Mamita-, contesté nuevamente con sencillez, totalmente atento a sus palabras.

Ella seguí deambulando de aquí para allá con soltura, con expresión de que sabía bien que yo seguiría al pie de la letra todas sus órdenes. Y no se equivocaba.

Yo ya no dudaba en absoluto sobre su poder y me quedaba claro que ella gozaba de hacérmelo sentir en todas las formas posibles: manipulándome como muñequito; regañándome y pegándome, cual vil crío; mimándome y consintiéndome como a un noviecito; abrumándome con su aplastante sexualidad, o, como ahora, dándome instrucciones como a niño chiquito.

La Mulata disfrutaba de todo eso, pues sabía que me hacía sentir dominado, diminuto, indefenso, pero querido y protegido. Ella sabía todo eso…y que a mi ese trato ya me había gustado más allá de todas mis dudas y recelos.

-¡Bueno! ¡Ya está todo listo, bebé! ¡Ahora, vamos a preparar a mi nene para el baño!-.

Yo parpadeé nervioso, sin saber a que se refería, pero ella lo dejó bien claro al tomarme por las axilas y levantarme hacia la alta cama, donde me dejó de pie, en la orilla, frente a ella. Tras comprobar que ahí sí quedaba a su altura, empezó a abrir los botones de mi camisa.

-¿Qué…que estás haciendo Ma-Ma-Mami?-, pregunté horrorizado y deteniendo sus manos.

-¡Que pregunta tan tonta, Carlitos! ¡Tengo que dejarte desnudito para la ducha! ¡Ni modo que te metas con ropa!-.

-Si, pero, yo me…me puedo desvestir so-solo, Mami-.

-Ya lo sé bobito-, repuso ella sonriendo pacientemente. -Pero a mi me da gusto hacerlo, además tengo que revisar como te quedó de hinchado el culito, cielo-.

-¿¡Mi Culito!?-, exclamé yo, cada vez mas aterrorizado.

-¡Pues claro, tontito! ¡Ni modo que el mío! A ver, ¿a quien le acaban de dar unos buenos azotes?-.

-A…a mi…-

-¡Si! ¡Yo se los di a mi nene, por que se los merecía! Pero ahora, como la Mami buena que soy, tengo que revisar si no le quedaron las pompas muy lastimaditas a mi niño lindo. Y ultimadamente… ¡Ya estuvo bueno de explicaciones!-.

La enorme niña acompañó su última frase con una palmada, más o menos fuerte, a mis manos, las cuales seguían aferradas a mi camisa, evitando que me desvistiera. El gesto y su mirada de advertencia, me hicieron ver que era mejor no oponerme y la dejé seguir soltando mis botones.

Yo seguía sin sentirme preparado para exhibirme ante ella desnudo, sin nada que ocultara mi delicada anatomía y, mas particularmente, ciertas características de mi persona que me hacían francamente especial, si no es que ridículo. La verdad, temía sus burlas y quizá, su rechazo.

-¡Ay Carlitos!-, dijo ella, hablando para sí misma y sin detenerse a ver con detalle el cuerpo que iba desnudando. –Yo no sé por que armas tanto alboroto, si no es nada del otro mundo que te vea encueradito.

La Mulata acabó de quitarme la camisa, la sacudió un poco y separándoseme unos pasos, la colocó cuidadosamente en uno de los postes que se encontraban en las esquinas del enorme lecho. Al terminar, volteó de nuevo hacia mi…y ahora si me observó.

-¡Vaya! ¡Pero que tenemos aquí!-, exclamó.

Yo sabía muy bien a lo que se refería y aunque su tono no denotó burla, sino algo más parecido a una genuina sorpresa, inmediatamente crucé mis brazos sobre el pecho, como las mujeres cuando protegen su desnudez.

-¡No, no!-, expresó inmediatamente ella, acercándoseme y poniendo sus manos sobre las mías, pero sin forzarme a bajarlas. -¡Anda! ¡No seas malito, Cosita! ¡Deja que Mami te vea!-.

La Mulata no dejaba de sorprenderme. No estaba ordenando, sino pidiéndomelo amablemente, cuando de haber querido, me habría obligado sin esfuerzo. Además, había adoptado una adorable expresión de niña curiosa, con ojos brillantes y una sonrisa de lo más sincera.

-¿Quieres…quieres verme Ma-mami?-, pregunté en un susurro, aunque ya sabía la respuesta.

-¡Si, mi angelito! ¡Mucho! ¿Me vas a dar ese gusto?-, respondió, acercándoseme y frotando juguetonamente la punta de su nariz, contra la mía.

En toda la noche no la había visto así: como una pequeña desenvolviendo sus regalos de Navidad. Miré una vez más sus chispeantes pupilas y, dándome por vencido, la dejé bajar mis brazos.

-¡Guauh!-, exclamó entusiasmadísima, clavando sus ojos en mi pecho. -¡Pero si tienes tetitas!-.

Yo había temido ese momento y, ruborizándome intensamente, empecé a tartamudear.

-Nnno…no ssson…te-te-tetitas, mas bi-bien son…-

-¡Como de que no!-, me interrumpió, sin dejar de devorarme con la vista. -¡Si son tetitas! ¡Y muy lindas!-.

En ese momento ella subió sus manos, que habían estado sosteniendo las mías y empezó a tocarme. Utilizando sólo las yemas, pasó sus pulgares por la zona que está debajo de mis pezones, en la ligera y firme curva que innegablemente, da forma de copa a mis pechos.

La caricia me provocó mayores dificultades para hablar.

-Ma-ma-mamita…de ver-verdad no creo que sean te-te-tetitas…-

Le estaba hablando al vacío, pues ella en verdad ni siquiera me escuchaba. Concentrada en su descubrimiento, pasó ahora a acunar mis senos con sus enormes manos, como midiéndolos.

-¡Y la verdad, no son tan chiquitas!-, dijo la Mulata, cada vez mas enardecida. -¡Es más! ¡Apuesto a que te sentaría de maravilla un brassier tipo 32-A o incluso, 32-B! ¡Talla colegiala!-.

-Hmmmm-, añadió, pensativa y todavía para si misma. –Con un poquito de tiempo y cierto tratamiento que yo conozco… ¡Haríamos maravillas con estas tetas, nene!

-¿Tratamiento…?-, balbuceé, alarmado. –No…no creo que sea necesa… ¡Aaaahhhhhhhhh!...-

El gemido me brotó incontenible cuando Naomi, que seguía arrebatada con su hallazgo, apretó ligeramente mis tetas, provocando que mis pezones se irguieran como flechas.

-¡Y mira! ¡Que rico se te paran los pezoncitos! ¡Como nena excitada!-, exclamó, al parecer disfrutando intensamente con mi especial anatomía y las reacciones de mi cuerpo.

Yo aún quería defenderme, no sé si por orgullo o por sentido de autodefensa.

-Nnno, Ma-Mami…-, empecé a murmurar. -Las mu-mujeres…exi-exitadas… reaccionan… dife-diferente…no es…no es lo…lo mism… ¡Aaaahhhhhhhhh!...-

La gigante interrumpió mi alegato –no sé si premeditadamente- pellizcando mis pezones, en forma más o menos intensa y utilizando dos dedos para cada uno de mis pechos. Luego, sin dejar de darme apretoncitos, con pulgar e índice, me miró -ahora sí a la cara- y dijo con picardía:

-¡Pero que guardadito te lo tenías, mi chiquito! ¿Por qué nunca le dijiste a Mami, que tenías estas cositas tan ricas?-.

No había enojo en el tono de la chica. Seguía mostrándose encantada con la novedad.

-Yo…no sabía…me daba…me daba vergüenza… Ma-Ma-Mamita…-

-¿Vergüenza? ¿De tener estas tetas tan lindas? ¡Que locura! ¿Por qué?-, cuestionó, juntando ahora mis pechos uno contra el otro y utilizando un solo pulgar para acariciarme alternadamente ambos pezones.

-Creí…pen-pensé…que tú…que no te iban…iban…-

-¿Pensaste que no me iban a gustar? ¿Qué me iba a burlar de ti? ¿Eso pensaste chaparrito?-.

-Ssssi…la ver-verdad…sssiii, Mami…-

Naomi suspendió sus caricias, poniendo sus manos en su cintura y viéndome fijamente. Temí lo peor, pero estaba demasiado excitado y abrumado para intentar corregir mi respuesta.

Ella movió suavemente la cabeza de lado a lado, como reprochándome mis temores y enseguida me atrajo hacia ella con fuerza por la nuca y clavó su lengua en mi boca. El beso era suave, pero profundo, como seduciéndome y no tardó en tenerme todo tembloroso y con las piernas a punto de fallarme.

Como adivinando mi debilidad, la Mulata me tomó en sus brazos y me acostó boca arriba, alejándome un poco de la orilla de la cama. Luego se tendió a mi lado, sobre su costado y siguió torturando mis labios.

Tras unos minutos, se separó un poco de mi, sonrió ante mi respiración agitada y me recetó otra sorpresa. Con su increíble fuerza, la gigante coló una mano por debajo de mí espalda, me arqueó hacia arriba y colocó una gruesa almohada entre mi cuerpo y la cama, a la altura de mi pecho.

Mi cabeza colgó hacia atrás… ¡Y mis tetitas quedaron más henchidas y expuestas que nunca!

-Así es justo como te quería-, dijo Naomi, con ferocidad… ¡y se lanzó a devorar mis senos!

-¡…Ahhhhhhhh…!...-, exclamé, al primer contacto de su boca.

-¡…Ahhhhh…. Ahhhh...!...-, seguí gimiendo, completamente perdido en el placer que sus labios… ¡y sus dientes!...me estaban provocando.

-¡…Ahhhhh…. Ahhhh......Ahhhhhhhh!… ¡Yaaaa!... ¡Ya nooo!... ¡Ya nooo, Maaami!...-

-¿Ya no, bebito? Pero, ¿por qué no?-, dijo, sin interrumpirse, pero volviendo a reír bajito, otra vez con tono divertido. -¡Si yo la estoy pasando sensacional, pequeño!-.

-¡Es queeee…es queeee….es que me vas a volver loco, Maaaaamiiii!-.

-¡Ah, no!-, dijo ella separándose de mi y adoptando nuevamente un aire socarrón. -¡Tampoco te quiero volver loquito! ¡Los manicomios son muy caros hoy en día!-.

Yo la miré con la boca abierta, con ganas de estrangularla. Ahí me tenía: Temblando de excitación, todavía arqueado por la almohada y con su pulgar repasándome traviesamente un pezón… ¡y ella estaba de lo más sonriente y tranquila! ¡Condenada niña tan abusiva!

-¿Te gusta mucho jugar conmigo, verdad Mami?-, le pregunté sonriendo tímidamente, no como un reclamo, sino como una afirmación.

-¿Jugar contigo, nene?-, cuestionó a su vez, fingiendo inocencia y sin dejar de acariciar mi teta.

-Bueno, más bien agarrarme de tu juguetito… ¿Verdad?-

-¡Un poquito nada más, mi amorcito!-, respondió alegre, girando suavemente un dedo en mi ombligo. -¡Pero son juegos bonitos! O que, ¿no te gustan los jueguitos de Mami, mi Rey?-.

Esto último lo dijo ronroneando a mi oído y volviendo a pellizcar suavemente mis pezones.

-¡Aaahhh! ¡Siii! ¡Si me gustan tus jueguitos, Ma-Mami!-, respondí, volviendo a cerrar los ojos.

-Entonces-, añadió, dando breves lengüetazas a mis tetitas, -¿te puedo seguir agarrando de mi juguetito?-.

-¡Siiiii!...¡Aaahhh!...¡Siiiii!...¡Agárrame de lo que tu quieras, Maaamiii!-.

-¡Que bien, bebé! ¡Siempre quise tener de juguetito a un hombrecito lindo como tú!-.

-Además-, agregó, arrojando aire con su boca en un ensalivado pezón y provocando que se elevara más, -¿Sabes por que te comí las tetitas con tantas ganas?-.

-¡Aaahhh! ¡No, Ma-.Ma-Mami! ¡No lo sé!-, estallé yo, aferrándome a su nuca.

-Por que te quería demostrar, sin muchas palabras, lo que me encantó descubrirlas. ¿Ya me crees que me encanta que tengas tetas, papi?-.

-¡Siii, Mamiiii!... ¡Aaahhh!... ¡Si te creooo!-.

-¿Seguro, Tetudito? Por que, si quieres, te lo puede seguir demostrando-, insistió, ronroneando otra vez traviesa y empezando a morder delicadamente mis pezones.

-¡Nooo!... ¡En serioooo, te creoooo! ¡Aaahhh! ¡Te creo, Mami! ¡Te creo!...-

-¡Que bien!-, repuso, soltándome y sonriendo de oreja a oreja. -¡Por que ya se va haciendo tarde y aún nos quedan muchas cosas por hacer!-.

De nuevo como si nada, la gigante rodó hacia la orilla de la cama, se puso de pie y tras acomodarse la bata, me dijo.

-¡Anda! ¡Ven acá, marranito! ¡Que todavía te hace falta un baño!-.

Yo me empecé a levantar, retirando la almohada de debajo de mi espalda, pero al parecer no lo hice lo suficientemente aprisa para ella.

-Pero que lento eres, niño bobito. ¡Ven acá, te digo!-, expresó, tomándome por ambos tobillos con una sola mano y arrastrándome hacia ella.

Luego volvió a colocarme de pie sobre el colchón y prosiguió con su dulce regaño.

-De veras que eres distraído, mi niño-, dijo, pellizcando maternalmente mis mejillas. –Creo que es mejor que ya no te bese tanto… ¡te quedas todo turulatito!-.

-No…es que…Mami…es que...yo…-

-¡Nada, nada! ¡Ni modo!-, me interrumpió ella, como quitando importancia al asunto. -¡Algún defecto tenías que tener, bebito! ¡Ya te lo iremos quitando, poco a poco!-.

-¡Bueno!-, prosiguió, en tono más zalamero. -¿Dónde nos quedamos? ¡Ah, si! ¡Ya recuerdo!-, y echó mano a la parte de arriba de mis pantalones, empezando a manipular el cinturón.

-¡NO, MAMI!-.

Mi grito en verdad la asustó. Soltándome bruscamente, dio dos pasos hacia atrás y me miró entrecerrando los ojos, muy sorprendida con la intensidad de mi reacción. Luego endureció el gesto y volvió a aproximárseme, amenazadora.

-¿¡Pero que te pasa, niño grosero! ¡Por qué me gritas así!?-, reclamó, sujetándome fuertemente de los hombros.

-Es que…Mami… no…no quiero que me…que me quites…el pantalón…-, respondí sosteniéndole la mirada, conciente de las posibles consecuencias de haber provocado su enojo

-¡Otra vez lo mismo! ¿¡Pues cuando vamos a terminar!? ¡¿Cómo que NO QUIERES que te quite el pantalón!?-, bufó, con una mano en la cintura y la otra dándose fuertes golpes en un muslo.

-Nnnno, Ma-Ma-Mamita. No te quiero faltar…faltar al respeto, pero… no…no quiero…-

-¡Pues te advierto que YA me lo estás faltando niño! ¡Y MUCHO!, prorrumpió, dando un impresionante zapatazo al suelo y poniendo las manos en la cadera. -¡¿Y SI me puedes decir POR QUE no quieres?! ¡¿O TAMPOCO me lo quiere explicar, EL SEÑORITO?!

Medite rápida, pero profundamente mi respuesta. Sabía que Naomi estaba al borde, más enojada que nunca. Pero todo iba demasiado rápido entre nosotros y, tras la sorpresa de mis tetitas, creí que no podría soportar revelarle mi otro gran secreto…bueno, mi pequeño secreto. ¡Era demasiado pronto!

Vi sus labios apretados, su respiración agitada, sus ojos echando fuego…y respondí.

-Po-po-por que…me da…me da…vergüenza…Ma-Ma-Mamita…-

-¡¡¡ CON UN DEMONIO!!!-, rugió la gigante, azotando un puño contra la cama, al lado mío, haciéndome caer sentado y casi precipitarme al piso. -¿¡A ESTAS alturas, TODAVÍA me sales con ESO?! ¿¡Que te da VERGÜENZA?! ¿¡Es cierto eso, NIÑO?!-.

Horrorizado, pero decidido, insistí.

-Si….Ma-Mami…es-es-es cierto…-

Ella me sujetó salvajemente por los bíceps, me miró por un segundo con furia y me arrojó como fardo hasta el centro de la cama. Luego giró sobre sí misma y se alejó, para reclinarse y apoyar los puños en un tocador, jalando aire ruidosamente, evidentemente tratando de controlarse.

Después irguió la cabeza, como tomando una decisión. Volteó a verme y caminó de nuevo hacia el borde de la cama. Ahí, me miró más fijamente que nunca y apuntando con el dedo a la orilla del colchón, frente a ella, me ordenó:

-¡Ven INMEDIATAMENTE y te me pones BIEN PARADITO aquí!-.

Yo me arrastré inmediatamente, temiendo de verdad por mi seguridad, pero seguro de que me iría peor desobedeciendo. Al llegar al sitio indicado, me paré temblando y alcé, inseguro, mi mirada hacia ella. En cuanto hice contacto con sus ojos, me advirtió arrastrando las palabras:

-¡Pues NO ME IMPORTA, Carlitos, toda la VERGÜENZA que puedas tener!-, vociferó, cruzada de brazos. -¡Te quitas EL PANTALÓN en este instante…o te lo quito A CINTURONAZOS!...-

Realmente arrepentido de provocar el enojo de mi hermosa anfitriona, hice un último intento por calmarla y traté de poner una mano sobre las suyas. Ella respondió dándome un manotazo.

-¡QUÍTAME esa manita de encima y MEJOR ya no le muevas, niño! ¡OBEDÉCEME, si sabes lo que TE CONVIENE!...-

Derrotado, dejé caer la cabeza y empecé a manipular mi cinturón. Las lágrimas empezaron a correr por mi rostro a mares y la sangre abandonó completamente mi cara. Terminé de sacarme el cinto, levanté mi rostro hacia ella e intenté una última salida.

-¿Te…te pue-pue-puedo…decir… sólo…una co-co-cosa …Ma-Ma-Mami?...-

Ella no me respondió.

-Mami…sólo una…cosa, la última de la…de la noche y me…y me termino de desnudar…-

Naomi respiró hondo, arqueó una ceja y finalmente concedió.

-UNA sola cosa, nene y ESPERO, por TU BIEN que valga LA PENA…-….

Ahora fui yo el que tomó aire y empecé a balbucear con toda sinceridad:

-Soy tuyo, Mami…si Tú quieres, me termino de desnudar yo solito…o desnúdame tú, si lo prefieres a…a cinturonazos, que ya sé...ya sé que me los...que me los gané…-

-Yo hago…hago lo que tu quieras, Mami linda-, añadí, extendiendo hacia ella el cinturón, pero sin despegar mi vista del suelo. -Pero yo…yo preferiría que todavía…todavía no…-

Ella tomó el cinto y tras unos momentos, preguntó, todavía tensa.

-¿Por qué, bebé? ¿Por qué prefieres que no?-.

-¡Por que aún es muy pronto para mi!-, respondí, incrementando mi llanto, totalmente humillado. -¡Tu has sido muy linda conmigo y no dudo que puedas serlo aún más! ¡Pero…pero tengo un cuerpo muy especial…muy…muy diferente…a los demás!

-¡No te quiero desilusionar!-, seguí, decidido a sincerarme del todo. -¡No quiero que me…que me veas desnudo! ¡Necesito sólo unos momentos más!...-

Se hizo otro profundo silencio, durante el cual no me atreví siquiera a levantar la mirada. De pronto, sentí su mano en mi barbilla, alzando mi rostro hacia el de ella. La mirada que me dirigió, me hizo comprender de una vez por todas todo el amor que encerraba esa gigantesca niña.

-¿Sólo un poco más, Chiquito?...-

-Sí Mami, sólo…sólo un poco más…-

-¿En verdad es tan importante para ti, mi Rey?-.

-Muy…muy importante, Mami, pero te…te juro que ya no…ya no te quiero hacer enojar…-

-Pues no pareciera, bebé-, añadió, con un toque de tristeza. -¡Yo estoy toda loquita de deseo por ti! ¡Y tú te haces mucho del rogar!-.

-¡No, Mami! ¡No es eso!-, respondí alarmado, acercándome a ella y echándole los brazos al cuello, por que temí haberle dado el mensaje equivocado. –Yo también te deseo mucho Mamita… ¡Como a nadie jamás!...-

Entonces la volví a ver sonreír con dulzura, encantada con mi cursi arrebato. Me apretó fuertemente contra sus tetotas -¡ya las extrañaba!- y me dijo acariciando la espalda.

-Está bien, Cosita, me espero un poquito más…-

-Pero-, agregó, separándome de nuevo y viéndome directo a los ojos, -¿de esta noche no pasa, verdad Tetudito? Mira que me he estado contendiendo mucho …-

Yo tragué saliva. Sabía que no se refería sólo a dejarme ver desnudo.

-No Mamita-, respondí con total convicción. –De esta noche no pasa, te lo prometo-.

Naomi me observó por un instante más y me besó…me besó como a una virgencita, con dulzura, paciencia y deseo. Al soltarme, lo hizo despacio, como si le pesara. Volvió a mirarme a los ojos …y una vez más cambió de ánimo.

-¡Vaya! ¡Pero que melosos nos ponemos de repente!-, expresó, sonriendo con renovada frescura. -¡Y eso que nos acabamos de conocer! ¡Si hasta parecemos novios!-.

Yo no supe que responder y me limité a sonreír, igual de relajado que ella.

-¡A ver! ¡Úpale Chiquito!-, dijo de pronto, sujetándome por las axilas y haciéndome brincar sobre mis pies en la cama, de arriba, a abajo, rebotando en el colchón, una y otra vez.

-¿Listo, nene?-, preguntó, poniendo cara de niña. -¡A ver! ¡A la una, a las dos y a las…tres! ¡Zuuuum!-, exclamó dichosa, levantándome muy alto, como fingiendo el lanzamiento de un cohete. Luego y siempre en el mismo plan, giró sobre si misma y empezó a bajarme lentamente al piso, por pausas y haciendo ruiditos.

-¡Zut, Zut, Zut …Tsssssssssss! ¡Que buen aterrizaje, Pequeño! ¡Bienvenido a la tierra!-.

El espontáneo juego acabó con su rostro a la altura del mío, dándome besitos en toda la cara y terminándome de confundir… ¡y de fascinar!

"De verdad, que lo que tiene de grandota y buenota, lo tiene de tierna", pensé, subyugado.

-¿Qué tal, mi nene? ¿Te gusto el paseíto?-. Ella seguía inclinada, con su boca mordisqueando mi oreja.

-¡Si Mami! ¡Mucho! ¿Otra vez?-, respondí, brincando en mis pies, contagiado de su entusiasmo.

-¡Pero mira nada más que juguetoncito me saliste!-, repuso, irguiéndose y cruzando los brazos, fingiendo severidad. -¡Si ya hasta se te olvidó para que te traje aquí!-.

-¿Aquí? ¿Para…para que…Ma-Mami?-, dudé, dando un paso atrás, inseguro de sus intenciones.

-¡Pues para que te refresques, marranito!-, respondió, divertida con mis evidentes temores. Luego, girándome con sus manos por los hombros, me dejó de frente a la puerta del baño.

-¡Ándele!-, añadió en el mismo tono y llevándome con suaves nalgadas al pie de la ducha. -¡Al agua, mi Culoncito!-.

Yo volteé a verla, otra ves confundido. Empecé a mirar alternadamente la regadera, la puerta y a ella, sin decidirme a quitarme la ropa. Ella entendió el mensaje y volvió a sonreír con picardía.

-¿Seguro que puedes tu solito?-, dijo, sentándose en la tapa del inodoro y haciendo como que iba a despojarme del pantalón.

-¡Sí, Mami! ¡Yo puedo solito!-, respondí asustado, pero sin retirar sus manos.

-¿Segurito, segurito?-, insistió, más socarrona que nunca, paseando una uña desde mi cuello, hasta mi ombligo.

-¡Si Ma-Ma-Mami!-, contesté nuevamente, con la piel de gallina. -¡Segurito! ¡Bien segurito!-

-¡Lástima!-, repuso ella, en lo que me pareció sincera desilusión.

Luego se mordió un labio y empezó a arañar con ambas manos mis rodillas, subiendo por los muslos, con rumbo a la entrepierna. Pero justo antes de llegar a mi pollita, cambió la dirección de su tortura, apresando mis tetitas y pellizcando levemente mis pezones.

-¡Con lo que a mi se me antoja bañar a un nene lindo y tetoncito!-, añadió, devorándome los pechos con los ojos. -¡Pero otra vez será!-.

Naomi dijo la última frase levantándose del inodoro, para volver a asumir su postura de madre cariñosa, pero estricta.

-Mira chiquito-, empezó con sus instrucciones.-Me pones toda tu ropita, incluyendo la camisa, en ese cesto de ropa sucia. La toalla que uses, también mi Rey. Ya luego llevaremos todo a la lavandería. No me dejes mugrerito. ¿OK?-.

-OK, Mami-. Había aprendido que le gustaban las respuestas atentas y directas.

La Mulata me sonrió satisfecha y agregó, más para divertirse, que para probarme:

-A ver, mi chiquito. ¿Cómo deben ser los niños?-.

-Ordenaditos y muy, muy limpiecitos-, contesté en el acto, sonriendo, cruzando mis manos por detrás y cuadrando los hombros. Sabía que mi respuesta no era exacta, pero confié en que le complacería mi actitud de escolar aplicado. No me equivoqué.

-¡Muy bien!-, aplaudió, alborotando mi cabello. -¡Que rápido aprende mi niño!-.

Luego, saliendo del baño, dictó sus últimas indicaciones mientras sacaba algo de un cajón y lo extendía en la cama.

-No te olvides, mi angelito, de meter la cubeta y sentarte un ratito en el hielo. Estoy segura que vas a caber cómodamente.

-Sí Mamita, lo que tu digas-.

-La verdad, no creo que tengas el culito muy inflamado, pero es mejor prevenir-, añadió y su voz se escuchó bastante lejos, como si ya estuviera por salir de la recámara.

-Sí, Mami-, respondí subiendo la voz, para que me escuchara bien. -No te preocupes. Yo me siento un ratito en el hielo.

-Te dejé en la cama una batita, que compré especialmente para ti, para que andes cómodo, chaparrito-, prosiguió, escuchándose claramente como abría la puerta de la habitación. –No quiero que te pongas nada debajo, para que los calzones no te lastimen más las nalguitas. ¿OK?-.

-¡Sí, Mamita! ¡Gracias! ¡Yo me la pongo sin nada más!-, contesté casi gritando, sin darme cuenta de lo extraño de una parte del comentario, por que a mi ya me urgía ducharme y que la voluptuosa gigante siguiera enredándome en su especial forma de amar.

Ya tenía completamente desabrochado mi pantalón, cuando

-¡Buuuu!...-

-¡Ayyyy!...-

la hermosa cabeza de la Mulata volvió a aparecer en la entrada del baño, haciéndome brincar hacia atrás, sobresaltado. Rápidamente me di la vuelta, quedando de espaldas a ella, pero estuve casi seguro, que había alcanzado a ver mi pantaletita rosa.

"¡De verdad que esta chica se mueve como fantasma!", pensé, boquiabierto.

-¡Uyuyuy… ¡Que penosito, mi flaquito!-, expresó burlona y recorriendo mi columna con sus ojos. Su expresión era incierta y no pude deducir si había descubierto o no, otro de mis secretos.

-Po…poquito, Ma-Mami…-, respondí aferrando mis pantalones, con el cuello girado hacia atrás, para no perder de vista su rostro.

-Bueno, yo sólo vine a decirte una última cosa, nalgoncito-, dijo sonriendo, conciente de que había estado apunto de –ahora sí- sorprenderme desnudo. –Te me lavas muy, pero muy bien TODO tu cuerpecito, sin descuidar NINGÚN RINCONCITO. ¿OK?-.

-OK, Ma-Ma-Mami-, respondí automáticamente.

-Y cuando digo TODO, me refiero hasta tu más ÍNTIMO RECOVECO. ¿Me entiendes, COSITA?-, prosiguió, clavando su vista en mi erguido trasero.

-Siii, Ma-Mamita…si te…te entiendo…-

-¿Si sabes POR QUÉ quiero que TODO te quede, bien, pero muy BIEN ASEADITO, nenito?-, añadió, mordiéndose un labio.

-No…no, Mami… ¿Por…por qué?-, contesté, otra vez temblando.

-Por que a MAMI, le gusta que esté MUY LIMPITO todo lo que se va A COMER…-

La gigante remató sus últimas e inquietantes instrucciones mirándome con lujuria de arriba abajo. Luego y otra vez sonriendo traviesamente, se retiró del marco del baño y se dirigió –ahora sí- a la salida de su recámara.

-¡No tardes mucho, bebé!-.

En cuanto oí cerrarse la puerta de la habitación, respiré aliviado. "¡Que bárbaro, que mujer!", pensé, sintiendo el corazón en las sienes y mi verguita cabeceando como loca. "¡Y como me pone!".

Tras sacudir mi cabeza, decidí poner manos a la obra. Primero que nada salí del baño, con precaución, cerciorándome que la gigante efectivamente me había dejado sólo. Por un instante pensé en poner el cerrojo a la recámara, pero inmediatamente me contuve. "No, si Naomi viene y encuentra con llave, ¡tira la puerta y me mata!", reflexioné.

Ya sin recelo, me quité el pantalón y las pantaletas, dejándolos sobre la cama, a un lado de donde la Mulata había colocado mi camisa. "Se siente extraño andar desnudo en el cuarto de una chica", pensé. "¡Y que chica!".

Fue ahí donde reparé que sobre el colchón, había dos objetos que me llamaron poderosamente la atención: la bata y una cajita envuelta para regalo.

-"¡Pero si me queda justa!"-, me dije sorprendidísimo, al ponerme la prenda de seda negra, de un modelo idéntico al que traía Naomí. –"¿¡Como pudo saber exactamente mi talla?!".

Con el fino "salto de cama" revoloteando, corrí hasta el tocador que dominaba toda una pared de la alcoba. Subiendo con dificultad a un banco, pude apreciarme de cuerpo completo en el espejo.

-"Lo dicho", medité, viéndome de arriba abajo y por todos lados. -"Me queda a la medida, es mas… ¡Demasiado a la medida!"-.

Era cierto: el ajustado y delgadísimo kimono resaltaba provocativamente mis juveniles tetitas y permitía adivinar con facilidad, la ubicación – ¡y grado de excitación!- de mis pezones.

De ancho, apenas me cerraba, ajustándose como guante a mi silueta y haciendo más evidentes que nunca, mis femeninas curvas

Por delante y una vez amarrada, la bata apenas cubría mi pollita, mientras que por la parte trasera, mi abultado culito levantaba bastante la prenda, dejando a la vista la parte baja de mis redondas nalgas. Además y como último ingrediente para crear un efecto totalmente perturbador, el diseño de la túnica hacia parecer mis piernas mas largas, torneadas y delicadas que nunca.

-"¡Parezco Putita Fina!"-, concluí extasiado. -"¡Esta chica sí que sabe como ponerlo a uno a tono!"-.

-"¡Pero que estoy haciendo!"-, me reprendí al acordarme de Naomi. -"¡Estoy perdiendo mucho tiempo!"-. En realidad, no habían pasado más que unos minutos desde que la curvilínea gigante abandonó la habitación. Pero yo todavía tenía que poner "a remojar" mi culito y lavarme a conciencia.

Apresurado, dejé la bata otra vez sobre la cama y volví a reparar en la caja de regalo. -"Un vistazo rápido"-, me dije y tomé el presente. Tras sonreír brevemente ante la tarjeta que decía "¡Sorpresa, Bebé!", rompí la envoltura… ¡y me encontré con mi loción favorita!

"¡No puede ser!", recapacité, cada vez más pasmado, ante la esencia importada de Francia, sólo disponible sobre pedido. "¡Y luego la bata! ¡Por que hay mucha diferencia entre imaginarse que soy bajito, que conocer a fondo mis medidas! ¡Que diablos está pasan…!..."-

  • TOC – TOC -…-¿Chaparrito?-. La voz se oyó inmediatamente detrás de la puerta de la recámara, pero sin que ésta se moviera en absoluto.

-¿¡Siii, Mamiiii?!-, brinqué, soltando la loción en la cama. ¡Ahora sí estaba desnudo!

-No voy a pasar mi niño. Sólo vine a decirte que voy a estar en mi despacho privado, a la izquierda del bar…-

-Esta bien, Ma-Mami...-

-…me surgió un asunto urgente de trabajo y voy a aprovechar para hacer unas llamadas y que tengas todo el tiempo que necesites. ¿OK, mi Amor?-.

-Sí, Mamita. OK-.

-Cuando estés listo y si todavía no he terminado, te pasas con confianza. Va a estar la puerta abierta. Te traes tu copa y me haces compañía un rato. ¿Te parece bien, mi Rey?-.

-Si, Mami, me parece excelente. Ahorita voy…-

-¡Pues apúrese, mi nene! ¡Que ya lo quiero ver con su batita puesta! ¿Le gustó, a mi bebé?-.

-¡Sí, Mamí! ¡Mucho!-, respondí con toda sinceridad. Y agregué, entre apenado y coqueto:

-Aunque...aunque me queda bastante…bastante justita…-

-¡Mmmmmmm! ¡Que rico!-, expresó lujuriosa. -¡Ya me imagino como se te ve! ¡Y que voz tan cachondita pones, nalgoncito! ¡Se me hace que tiro la puerta y…!...-

-¡No, Mami! ¡Ahorita voy y…y te modelo la bata en exclusiva!-. ¡De verdad temí que irrumpiera y me violara! Pero mi ocurrencia me salvó y la puerta siguió en su lugar.

-¡Eso es una promesa! ¿Verdad, nene?-, inquirió, tras guardar silencio unos momento.

-Bien solemne, Mami…-

-¡Bueno, me voy! ¡No olvides que estoy en mi despach… ¡Ah! ¡Me olvidaba!-, se interrumpió la sensual chica, para agregar en tono nuevamente meloso: -¿Te gustó mi regalito, Cosita?-.

-Muchísimo, Mamita-, respondí, sin saber si revelarle mis inquietudes.-Es mi favorito-.

-Ya lo sé, pequeño-, repuso, para añadir con actitud enigmática. –Me lo dijo un pajarito-.

-Pero, ¡otra vez nos pusimos todos cursis y estamos perdiendo el tiempo!-, se interrumpió, brusca, pero alegre. -¡Váyase inmediatamente a la ducha, que la noche avanza!-.

-¡Sí Mami! ¡En este momento!...-

-…y antes de venir al despacho, quiero que me hagas un favorcito, bebé.

-¿Sí, Mami?...-

-Quiero que te pongas gotitas de tu loción, en todo tu cuerpecito.

-¿Hasta en el último rinconcito, Mamita?-, aclaré yo, adivinando su intención.

-¡Eso mismo!-, respondió ronroneando, satisfecha al saberme cada vez más dispuesto. -¡Hasta en el último rinconcito!-.

Se hizo un breve silencio lleno de electricidad, que fue interrumpido nuevamente por la impetuosa y enorme Mulata.

-Bien. Te estoy dejando aquí afuera otra cubeta con hielos. La otra ya debe ser pura agua. Te espero allá… ¡Bye!-. Sus apresurados pasos, alejándose bruscamente, me hicieron comprender que poco había faltado para perder mi virginidad anal.

"¡Uffff…!", pensé, fascinado. "¡Que cachondo me pone esta niñota! ¡Y eso que, en realidad, apenas me ha tocado!"-.

Tras agitar de nuevo mi cabeza, me apresuré a tomar la recién traída cubitera, cerré de nuevo la puerta y me dirigí a la regadera. Al sentarme en los hielos, comprobé que Naomi había acertado: mis nalgas estaban sólo un poco inflamadas y la helada terapia me alivió por completo.

Aprovechando la espera, eche un vistazo al amplio, moderno y lujoso cuarto de aseo. ¡Era casi del tamaño de mi apartamento! Aparte de la regadera en que me encontraba, había una enorme tina de estilo antiguo y mas allá, un aún más grande y profundo jaccuzi.

-"Seguro que yo me ahogo ahí"-, pensé.

Había dejado la puerta del baño abierta, al pendiente del enorme reloj empotrado en una pared. A los 10 minutos exactos, me retiré de mi improvisado asiento y palpé mis glúteos cuidadosamente. No me dolían en absoluto… ¡pero me habían quedado intensamente colorados!

Salí hacia la recámara, tome la otra hielera y vacié el contenido de las dos en la regadera. "Es que debo ser muy ordenadito", pensé, ya totalmente aleccionado. Inmediatamente después, me senté en el inodoro. "Es necesario desalojar el culito", me dije, ruborizado. "Después de todo, algo, quizá muy grande, va a querer entrar por ahí".

El único problema fue el tamaño del mueble, pues era enorme como todo en el apartamento. A duras penas, con las piernas colgando y sujetándome firmemente de los bordes con las manos, terminé la necesaria labor. Jalé la palanca y esparcí por todo el baño bastante perfume de un frasco colocado ahí, seguramente para eso.

Después, dispuesto a asearme a fondo, analicé el bidé. Era extraño, pero evidentemente muy avanzado. Decidí que no podía ser tan diferente y me senté. De inmediato, una voz metálica, evidentemente digitalizada, brotó del aparato.

-Bienvenido al "Private Clean 3000"-, la máxima y satisfactoria experiencia en higiene íntima. Le sugerimos ponerse cómodo. Tiempo máximo del proceso: 10 minutos-.

-"¡Que moderno!", pensé, divertido. "¡Y que rápido! ¡Voy con muy buen tiempo!".

De inmediato sentí una ligera punzada de calor y como el asiento del artefacto se movía sin brusquedad, para todos lados y en círculos.

-Localizando objetivo. Listo. Objetivo localizado-. El bidé dejó de moverse y me hizo gracia el que se hiciera complicado, algo tan sencillo. "¿Localizando objetivo?", me dije, riendo. "¡Pero si es tan simple como aventar un chorro de agua y ya"-.

-Preparado para introducción. Introduciendo en este momento-.

-¡Pero que diabl…..Aaaahhhhhh…!...-

El objeto en forma de cilindro que empezó a invadir mi orificio no era grueso y vibraba intermitentemente, facilitando la penetración. Además, parecía ser de un material firme, pero maleable, de tal forma que seguía naturalmente el diseño de mi recto, sin lastimarme.

-Le recordamos que el "Private Clean 3000" está habilitado con sistema de irrigación de un gel especial de alta lubricación, hipoalergénico y totalmente seguro para usted.

-"Vaya", pensé con ironía, imposibilitado de huir de la máquina, "es bueno saberlo".

-Información requerida: ¿A que hora ingirió su último alimento?-.

-Alrededor de las ocho de la noche-, respondí, con un involuntario pujido.

-Son las dos de la mañana. Tiempo transcurrido: seis horas. Recomendamos limpieza profunda. ¿Acepta la sugerencia?-.

-¡Pues que remedio!-, contesté en voz alta, con ganas de destruir el maldito aparato.

-Respuesta no computable. Por favor responda: ¿Limpieza Básica, Intermedia o Profunda?-.

-PROFUNDA-, respondí, derrotado. "¡Pues de una vez!"-.

El dispositivo siguió en lo suyo. Cada tanto tiempo, se detenía y yo podía notar como succionaba, disparaba algún tipo de líquido y escupía quien sabe que tantas cosas al fondo del retrete. Entonces el aparatejo habló, resolviendo mis dudas.

-Le recordamos que el "Private Clean 3000" está habilitado con sistema de limpieza integral, consistente en ocho pasos. Uno: Primer retiro de desechos. Dos: Primer inyección de agua y drenado de la misma. Tres: Inyección de jabón hipoalergénico y de patente exclusiva. Cuatro: Segunda inyección de agua y drenado de la misma. Cinco: Segundo retiro de desechos, para maximizar resultados. Seis: Tercer inyección de agua y drenado de la misma. Siete: Inyección de loción suavizante e hidratante, hipoalergénica y de patente exclusiva. Ocho: Ligera inyección de loción o perfume, de acuerdo al gusto personal, de fórmula patentada en sociedad con las mas reconocidas casas de París, altamente hipoalergénica. Los seis primeros pasos se van aplicando paulatinamente, en cada área de su recto, para maximizar resultados. Los últimos dos, Inyección de loción suavizante e hidratante e Inyección de loción o perfume, proceden al final cuando el "Private Clean 3000" va retirándose de su recto.

Yo ya no le vi caso discutir con un bidé y sólo esperaba que terminara el trance.

-Entrando en la fase final. ¿Gusta conocer nuestro catálogo de fragancias? ¿O prefiere alguna en particular?-.

-Aramís-, respondí, queriendo poner a prueba al aparato al mencionar la loción que Naomi me acababa de regalar.

-Loción disponible. Tiempo restante del procedimiento: tres minutos-.

¡Mi madre! ¡No podía creer que apenas habían pasado siete minutos desde que empezó la extraña experiencia! No es que doliera. ¡En absoluto! Pero venir a perder el honor con un cachivache del demonio… ¡No estaba en mis planes!-.

Empecé a sentir como el tubo se iba retirando, pero en forma algo diferente. ¡Se estaba ensanchando más!

-¡Que diablos pasa, maldita máquina!-.

-Le recordamos que por petición especial del cliente, su "Private Clean 3000" cuenta con un procedimiento innovador, no disponible en el mercado, que dilata su recto de acuerdo a sus gustos personales.

-"O sea que me vas a dejar bien preparadito para ser cogido"-, pensé, resignado y sintiendo como efectivamente el tubo iba abriendo un poco el camino.

-También le recordamos que este modelo no cuenta con dilatación extrema. Si el cliente así lo desea, puede adquirir el "Private Placer 6000", disponible sólo bajo pedido.

-Procedimiento concluido. Gracias por su preferencia.

Una vez libre, concluí que el episodio no había sido en realidad desagradable y para ser sinceros, me sentí ligero y con el estómago sorprendentemente relajado. En cuanto a mi ano, el cosquilleo que me dejó el "Private Clean 3000" era bastante placentero.

No pude evitar la curiosidad y llevé un dedo a mi culito y pude apreciarlo ligeramente dilatado. Luego aspiré el aroma que quedó impregnado en mi índice.

-"Pues sí es "Aramís"-, me dije, divertido y eché un último vistazo a la singular máquina. "¡Este apartamento está lleno de cosas raras!".

Decidí de una vez por todas de estaba pensando demasiado y que para algo había ido a ese apartamento: ser penetrado. Con esta idea, me metí a la regadera, dejando correr por un buen rato el agua fría por todo mi cuerpo. Me enjaboné a conciencia, sin olvidar "ningún rinconcito", poniendo especial atención en mi pene y trasero.

-"Por si el "Private Clean 3000" olvidó algo"-, reflexioné, divertido.

Concluida la ducha, me froté y envolví con la toalla, que me quedaba como toga y encendí una secadora que estaba colocada sobre el amplio y elegante lavabo. Mi cabello es corto, pero abundante y espeso y si no le aplico aire caliente tarda horas en secarse solo. Utilicé un banquito dispuesto por Naomi para alcanzar el espejo del baño y, con peine en mano, concluí mi arreglo.

Puse todo en el cesto de ropa sucia: toalla, pantalón, camisa y pantaletas. Acomodé todo lo que había utilizado. Distribuí estratégicamente, a gotitas, la loción en todo mi cuerpo y me enfundé en la batita. Subiendo al banquito del tocador, mi di una última ojeada.

-"¡Más justita no me podría quedar! ¡Y entre más apriete el lazo, más se levanta de atrás!", pensé, sin dejar de asombrarme. Pero viéndome tan sexy y deseable, no pude menos que agregar, sonriendo con coquetería: -"¡Pero estoy monísimo!"-.

Vi por última vez el reloj. Me había tardado escasamente media hora, justo el tiempo planeado. Me acomodé el cabello, ajusté otra vez la bata y brinqué del banquito para dirigirme a la entrada del apartamento.