La dulce trampa (1)

Un diminuto Nerd es seducido y poco a poco dominado por una gigantesca y hermosa Transexual. Dominación, Feminización, Ciencia Ficción.

Una noche de viernes, llegué a mi apartamento después de una larga jornada de trabajo.

Mis días son siempre muy intensos. Soy un economista especializado en finanzas, altamente solicitado como asesor independiente. La verdad, soy un verdadero nerd, graduado con honores en las mejores universidades del mundo, en varias especialidades como Diseño de Imagen Corporativa, Ingeniería Bursátil, Ciencias Políticas…hasta tengo un título en arte. Son las ventajas de ser intelectualmente superdotado.

Gano fabulosamente bien, se puede decir incluso que soy rico. Y como soy soltero, llevo una vida muy desahogada, permitiéndome ciertos lujos y poder mantener a mis padres, a una hermanita y hasta a una primita huérfana.

Como además hablo varios idiomas, viajo constantemente por todo el mundo como consultor de grandes conglomerados empresariales. Usualmente termino la semana agotado y, si no hay emergencias de trabajo, me tomo el fin de semana.

Como esta noche, en que tras refrescarme, ponerme cómodo y tomar una cena ligera, entré a Internet y me enruté a una página donde abundan las Traviesas. Últimamente he tenido la recurrente fantasía de ser penetrado, pero no por un hombre, sino por una "mujer"con verga, por lo que me había hecho un asiduo visitante de sitios-Web sobre el tema.

Hace un par de meses, trabé amistad con una Transex llamada Naomi, quien casi de inmediato adivinó mi curiosidad e interés por probar otra clase de sexo. Yo, aunque ansioso, me mostraba renuente a descararme del todo, pero ella en forma muy inteligente y a lo largo de los días, fue haciéndome entrar en confianza y poco a poco le conté mis fantasías.

A través de la computadora, Naomi se apreciaba audaz, sexy, simpática, traviesa y con un chispeante sentido del humor, pero a la vez muy inteligente y con una cultura y refinamiento demasiado elevados para sus 20 años de edad.

A mi la verdad, me extrañaba tal madurez -intelectual y emocional- en una mujer tan joven y el que alguien de personalidad tan interesante, se pusiera a ligar por la red.

-Oye, pero estás algo chica para mi-, le dije en una ocasión en que, por mis dudas y con mi trabajo como excusa, evadí su invitación para conocernos personalmente. -Yo ya tengo 25 años-.

-Te aseguro que cuando me conozcas, no te voy a parecer nadita pequeña-, me respondió, -y además, aunque seas mayor que yo, algo me dice que tu tienes mucho de bebé-.

Así, tras innumerables e interesantes charlas sobre muchos temas, llegamos al presente momento, cuando a insistencia de ella, intercambiamos fotos

-¿Ahora sí vas a aceptar venir a verme?-, tecleó la Traviesa en el Chat. -¿O que, no te gusta lo que ves, mi Amor?-.

Yo tragué saliva antes de contestar. La chica que aparecía en la pantalla de mi computadora, colmaba con mucho mis más locos anhelos. "¡Guauh!"-, pensé, comiéndome con los ojos los retratos de cuerpo completo que mostraban de varios ángulos a una Mulata preciosa. Que digo preciosa. ¡Buenisísima!

Inmediatamente me quedo claro el pseudónimo de Naomi: ¡Tenía un rostro idéntico al de la súper modelo africana Naomi Campbells, pero más fresca y aniñada! De labios gruesos, bellísimos ojos negros, nariz ligeramente ancha y rasgos altivos, pero muy femeninos. Su piel no era demasiado obscura, sino de un sedoso tono canela, con un espeso cabello negro-cobrizo que le caía hasta los hombros.

En cuanto al resto la cosa se ponía todavía mejor, pues aunque de complexión atlética y cintura de avispa como la Campbells, mi nueva amiga era exageradamente voluptuosa, con tetas, piernas y culo de infarto, tirándole más al tipo de la cantante norteamericana Beyonce Kwoless.

¡No podía creer mi suerte!

-¡Definitivamente que me encantas!-, respondí finalmente.

De pronto me asaltaron las dudas. La belleza y sensualidad de Naomi superaba por mucho al tipo de mujeres con que suelo convivir y, la verdad, temí no estar a la altura.

-¿Entonces que Carlos? ¿Nos vemos esta noche?-.

-Bu-bueno-, empecé a decir con un nerviosismo incrementado por lo directo de la invitación, -quizá hoy no pueda

-¿Cómo que no, mi Amor?-, replicó casualmente, pero con ese tono de quien está acostumbrada a salirse con la suya. -¿No me habías dicho que tienes la noche libre?-.

-Bueno, yo…-.

-¿Y que este fin de semana, no tienes que trabajar?-.

-Si…pero…-.

-¡Pero nada, amorcito! Yo estoy fascinada con tu foto y ya estoy ansiosa por verte. ¿Verdad que sí vas a venir esta misma noche?-.

Animado por el halago y tras repasar de arriba abajo la espectacular imagen de la Mulata, me decidí. Después de todo, quizá no se volviera a presentar jamás una oportunidad como esa.

-Si quiero estar ahí -, respondí. –Sólo hay algo que me preocupa-.

Mi recelo era sincero. Yo era mayor que ella y supuestamente con mayor experiencia, pero una Diosa como aquella, se sobreentendía que estaba acostumbrada a lo mejor.

-¿Qué te preocupa mi Amor?-.

-Naomi, yo…yo no tengo… mucha práctica en esto y, bueno, no quiero, no quiero desilusionarte o que tú…-

-Nada de eso-, me interrumpió. –Ya sé que estás nuevecito y eso es parte de lo que me gusta de ti. Además, veo en tu foto que tienes carita y tipo de niño, así que tampoco la edad es problema-.

-Pero, ¿no te meto en líos con tus padres?-, pregunte tontamente, evadiendo tomar una decisión.

-Yo vivo solita, Carlos, en un lugar muy discreto, seguro y tranquilo-, respondió la chica, dejándome sin pretextos. Y agregó: -Entonces, ¿Te espero aquí, mi Amor?-.

Me tomé unos instantes antes de teclear mi respuesta.

-Ahí estaré sin falta-, dije, derrotado ante tan dulce insistencia.

Naomi me dio entonces su dirección, en una de las zonas más exclusivas de la ciudad y fijamos la cita para las 10 de la noche. Luego, la chica agregó con tono casual:

-Oye, por cierto, ¿eres más bien bajito, verdad Carlos?-.

-Sí-, respondí nervioso. -Un poco, la verdad-.

-Me parece que más que un poco, ¿no es cierto Carlitos?-.

-Bue…bueno, sssi-, titubeé, repentinamente preocupado por el tema. –Sí, más que un poco-.

Además, el hecho de que me llamara "Carlitos", me sembró cierta alarma.

-¿La estatura… es un problema?-, agregué, conteniendo el aliento.

-No, ningún problema, chiquito precioso-, respondió inmediatamente. -¡Al contrario! Estoy segura que eres todo lo que quiero de un hombre y mucho más. Te espero ansiosa. Bye…-.

Sin más, Naomi se desconectó de Internet, por lo que ya no pude despejar algunas de las dudas que empezaban a llenar mi cabeza.

Decidí no preocuparme. Después de todo, la Mulata tenía mi foto y ella había sido quien me invitó a conocerla personalmente, además, en forma muy sugerente.

Primero que nada me di un baño a conciencia, repasando cada parte de mi cuerpo.

"Mejor estar preparados para todo", pensé, mientras llenaba de abundante espuma hasta el mínimo rincón.

Como nuevo de limpio, me puse a elegir cuidadosamente mi ropa, poniendo empeño en verme atractivo. Sé que soy bien parecido, me lo han dicho muchas mujeres. Aunque de facciones definitivamente aniñadas, mi cara nunca ha sido un problema.

Lo que siempre he intentado minimizar con la ropa, es lo menudo de mi cuerpo.

"Espero que todo salga bien", me dije mientras me miraba desnudo al espejo, pensando que tal vez debí decirle a la espectacular Naomi lo particular de mi anatomía.

Mi inquietud tenía una explicación: el reflejo que me devolvía el cristal, era el de un sujeto de escasos 1.50 metros de estatura, muy delgado, con brazos y tórax delicados, cintura estrecha, muslos llenitos y torneados y un trasero acojinado y respingón.

Mi aspecto no es grotesco, como el de un enano, ni mucho menos. Afortunadamente mi estatura está perfectamente proporcionada a mi complexión. El problema es que estas proporciones, son, a la vista, demasiado femeninas.

Ni más ni menos: tengo cuerpo de niña. ¡No miento! ¡Quisiera estar exagerando! Pero ya desde hacía varios años que me había convencido, ayudado por muchísimos comentarios, que mi fisonomía corresponde más a la de una linda pre-adolescente, que al de un hombre adulto.

Para rematar, la naturaleza completó la broma con una piel sueva y blanca, de tono rosado y con algunas pecas, carita de colegiala, esponjado y abundante cabello rubio-obscuro, redondeadas tetitas muy sensibles al frío y a las caricias, y pene y testículos diminutos, como de niño de 8 años.

-"No, si parezco la hermanita de Leonardo DiCaprio"-, me dije, dándome ánimos. -"¡Ni duda que soy bonito!"-.

-"Son las ironías de la vida", continué con mis reflexiones. –"Mentalmente soy un genio y físicamente un infradotado, o mas bien, alguien de desarrollo bastante ambiguo"-.

Aquí quiero aclarar algo: me encantan las mujeres y no me atraen los hombres como tales. He tenido varias novias y algunas experiencias sexuales, la mayoría no del todo agradables, la verdad. Pero me refiero a que mis órganos masculinos funcionan a la maravilla y responden en presencia de las damas.

Pero era obvio que hasta ahí llegaba mi herencia de varón y que en todo lo demás, dominaban los genes femeninos.

-"Después de todo, ¿para que me hago tonto?"-, me recordé. -"Si no, ¿Por qué estoy citado con una tremenda Transexual?"-.

Ya con la mente despejada, decidí ponerme pantalón y camisa negros, de un juvenil y elegante corte que me hacía ver un poco menos bajito. Además, la camisa es de confección especial, como todas las mías, para disimular mis innegables "encantos" femeninos".

De calzado, por supuesto que unos botines, un poco altos, pero no demasiado, para no parecer esos enanos que se montan en plataformas de 10 cms.

Al elegir la ropa interior, dudé, pero con cierta excitación anticipada me decidí por unas pantaletitas de mujer, que había comprado desde que empecé a fantasear con conocer a una Traviesa.

-"No hay que hacer las cosas a medias",- pensé, como dándome ánimos a mi mismo. -"Sí ya me decidí a dar el culito, pues hagámoslo con clase".-

Y me enfundé en la pequeña y sexy prenda de corte brasileño, de esas que no se te meten en la cola, pero que casi no dejan nada a la imaginación.

A las 10 PM en punto y con el corazón desbocado, pulsé el intercomunicador instalado en la puerta de los elegantes departamentos en donde vive Naomi.

-¿Sí?-….

La dulce y a la vez Dominante voz me atrapó inmediatamente. -"¡Guau…!"-, pensé. -¡Si parece telefonista de Hot Line!-.

-Hola…soy…soy Carlos-, respondí con no mucha seguridad.

-Adelante Amorcito, ya sabes cual es mi apartamento-, dijo, pulsando el interruptor que me permitió pasar por la puerta de seguridad.

El trayecto de elevador me pareció eterno, sobre todo por que me dirigía al último piso, al "penth-house". Estaba sudando frío y los oídos me zumbaban un poco. -"¿Sabes en lo que te estás metiendo, Carlos?"-, pensé, por que además había algo en la situación que no cuadraba el todo.

Además de inteligente, soy extraordinariamente intuitivo. Es una cualidad que me ha permitido triunfar en el salvaje mundo de los negocios. Y no sabía por que, el encuentro disparaba una alarma en mis sentidos

-"¡Te preocupas demasiado, mi estimado Carlos!"-, me dije, sonriendo y sacudiendo la cabeza. –"Tu nomás vienes a coger, o mejor dicho, a que te cojan…¡Ni que fuera Wall Street!"-.

Aparte siempre he sido un optimista, creo que hasta valiente y al estar frente a la puerta del apartamento pulsé decidido el timbre y esperé.

-Adelante, esta abierto amorcito-, se oyó desde adentro

El percatarme que más que una voz, aquello parecía el ronroneo de una pantera en celo, me excitó tremendamente, pero también me asustó un poco.

Pasando saliva y cuadrando los hombros, di vuelta a la manija, empujé la puerta y con mi mejor sonrisa, entré.

-¡Hola mi Amor!....¡Bienvenido!...-.

-"¡Mi madre!"-, estalló mi cerebro. –"¡Ya me llevó la chingada!"-.

Ahí, en medio de la moderna y elegante habitación, con un mini vestido rojo obscuro lleno a reventar de las más deliciosas formas femeninas, se encontraba la mujer más gigantesca que he visto en mi vida. Hermosísima, sí, pero muy, muy alta y muuuy grande.

-¡Que tal Carlitos! ¡Te esperaba ansiosa papito!-.

Me quedé mudo, muy excitado, pero tremendamente asustado. ¡Ahora me explicaba los diminutivos que empezó a emplear conmigo, cuando constató mi baja estatura!

-"¡Dios, si no le llego ni a la barbilla! ¡Que digo a la barbilla! ¡Se me hace que no le alcanzo ni las tetas!"-, me torturaba mentalmente, clavado en el piso y con la boca abierta.

Ella me miraba curiosa, paciente, sin hacer un solo movimiento, con una divertida sonrisa que coronaba sus al menos 2 mts de altura… ¡Me sacaba mínimo medio metro! ¡Y eso que calzaba sandalias y no tacones! ¡En las fotos que me envió, para nada se veía tan alta!

-Pero pásale, pasa para acá Chiquito, que estás en tu casa - me dijo, altiva, pero con un mohín de picardía que me hizo darme cuenta que ella había previsto mi sorpresa…y la disfrutaba.

Yo tragué saliva y quise obedecer, pero juro que las piernas no me respondían. Y es que una cosa era saciar de una vez por todas mi deseo de ser sodomizado y otra cosa era ponerme en manos de semejante mujerón.

-Anda pequeño, no seas tímido, que no te voy a comer….todavía-, añadió, ladeando ligeramente la cabeza, entrecerrando los ojos y mordiéndose un labio.

Elevando en lo posible la cabeza y rechazando el verme por completo opacado por su personalidad, empecé a dar pequeños, pero firmes pasos hacia ella.

-"¡A quien quiero engañar!"-, pensé, mientras avanzaba hipnotizado por sus ojos de tigresa.

-"¡Esto va a ser una masacre!".

Por que entre más me le acercaba, más evidente era mi inferioridad física ante la Mulata.

-"El colmo es que es mucho menor que yo… ¡Y yo soy quien parezco su hermanito del Jardín de Niños!"-.

Ya mencioné su impresionante estatura, pero me faltó decir que aunque bellísima, Noemí no era una mujer… ¡Era una coloso, una real vikinga mulata!

Bíceps y muslos fuertes y marcados, grandes manos y hombros anchos, hablaban de una enorme fuerza física, que la colocaban en ventaja frente a cualquier mujer y la mayoría de los hombres…y brutalmente superior a la mía. Por su alto porte, no se veía grotesca, ni gruesa, como las fisiculturistas, pero si podía pasar por basketbolista profesional o corredora olímpica.

Era algo así como una mezcla de modelo de Playboy y atleta de alto rendimiento. Todo su cuerpo era voluptuoso y grande, pero perfectamente bien proporcionado, con un exacto y muy estético equilibrio entre complexión y estatura.

Su voz –ya lo había dicho- era aniñada y cristalina, un poco ronca, como la de Demi Moore, pero en absoluto de varón; sino provocativa, aterciopelada y muy, muy sensual.

Y para rematar los contrastes, una cara bellísima, pero de cutis y rasgos muy frescos, delicados y exageradamente juveniles, casi infantiles, que asegurarían que la mujer no pasaba de los 16 años de edad, cuando yo sabía que tenía 20.

-"Una gigante, Transexual, con fuerza de atleta, voz de telefonista cachonda, curvas de desnudista…¿y carita de colegiala? ¡A donde vine a caer!"-.

Cuando finalmente llegué frente a ella, suspiré ruidosamente, me repetí que todo iría bien y elevé mi vista a las alturas.

-Ho-hola Naomí…aquí…a-a-aquí estoy…-, dije tontamente, vencido por los nervios.

-Hola pequeñito. Sí. Ya vi que aquí estas-, me respondió, evidentemente divertida con mi timidez, pero con una sonrisa cálida y un brillo de ternura en los ojos, que me desarmaron.

-Encantada de por fin tenerte sólo para mi-, añadió, acariciando mi mejilla con una enorme, pero suave mano, que me hizo sentir más pequeño, pero bienvenido.

Yo permanecía de pie, con los brazos inmóviles a los costados y mirando hacia arriba, pues efectivamente apenas le llegaba a la altura de los senos y éstos eran tan grandes, firmes y puntiagudos, que me obligaban a tener la cabeza inclinada hacia atrás, para poder verla a los ojos.

La Mulata estaba conciente de mi nerviosismo (¡y como no, si creo que temblaba un poco!) y me sonrió tranquilizadora. Agachándose, me dio un suave beso en la mejilla, junto a la comisura de mis labios…y tomó control de la situación.

-¿Verdad que ya no te parezco tan "peque" para ti, Carlitos?-, dijo entonces en tono casual, tras haberse enderezado en toda su estatura y mirándome hacia abajo. Era evidente que la "niña" gozaba con su apabullante superioridad.

-¡Para nada!-, respondí con total sinceridad ¡No me quedaba otro remedio!

-En cambio yo estaba en lo cierto-, agregó, levantando una ceja. –Para mí, tú eres un bebé-.

Me sentí avergonzado. Creí que se estaba burlando de mí y empecé a arrepentirme de haber aceptado conocer a alguien que, al parecer, disfrutaba poniéndome en ridículo. Bajé la mirada, intensamente ruborizado y empecé a decir, casi en un susurro.

-Discúlpame. Debí haberte dicho que soy tan…tan poca cosa, pero es que yo no sabía que fueras tan alta. De verdad, lamento si te desilusioné. Si me permites, yo sé donde esta la puer…-.

-¡Tontito!-, me interrumpió ella, revolviendo con una mano juguetonamente mi cabello y pellizcando mis mejillas como a un niño. -¡Si no te estoy menospreciando, nene bobo!-.

Luego y mostrando por primera vez en la noche su tremenda fuerza física, la Mulata me tomó en los brazos, me levantó en el aire como si nada y me apretó contra sus tetotas, poniéndose a girar sobre sí misma, tan feliz como una nena jugando con su muñeca.

-¡Ah, como eres orgullosito!-, me dijo al oído, cuando terminó de dar vueltas y me bajó, colocándome cuidadosamente frente a ella. Enseguida se inclinó para situar su rostro a mi altura y tomándome de la barbilla, me habló dulcemente, como explicándole a un niño de 5 años.

-Tú para mí SI eres un bebito, Carlos, pero no por que seas poquita cosa, taradito. ¡Para nada! Sino por pequeño, esbeltito, delicadito y muy, muy, pero muy lindo…¡Justo lo que me recetó el doctor! ¿Si me entiendes?-.

-OK-, respondí, en automático, aturdido por la intensidad de los primeros minutos del encuentro.

-¡Nada de "OK"!-, reclamó entonces ella, agitándome suavemente por la oreja, como regañándome. -Quiero que te quede bien claro que, así como eres, todito tu, me fascinas. Me encantaste desde que charlamos en Internet, me gustaste aún más cuando vi tu foto y muchísimo más, cuando entraste por esa puerta. ¿Sí vas captando, chiquito?-.

-Sí, Naomi-, contesté, en esta ocasión mucho más atento y empezándome a rendir ante el poder, belleza y carisma de la enorme colegiala.

-Esto te lo digo, por que yo no ando con rodeos, nene-, continuó, enderezando sus casi 2 metros y cruzándose de brazos, sonriente todavía, pero como pensativa. –Yo quiero conocerte, que lleguemos a ser amigos y quizá, mucho más que eso. ¿Tú quieres lo mismo Carlitos?

Yo no dudé en contestar, pese a lo riesgoso –para mí- de la situación.

-Sí, yo deseo lo mismo Naomí-, respondí, acercándome a un paso de ella y mirándola directamente a los ojos, allá, muy arriba. –Quiero conocerte, ser tu amigo y, si nos sentimos a gusto y ambos lo decidimos, algo más.

La Mulata parpadeó, repetidamente, como dudando, pero volvió a sonreír de oreja a oreja y se inclinó de nuevo a mi altura, para acariciar levemente mis labios con uno de sus gruesos dedos.

-Que bueno que queremos lo mismo, bebito-, dijo, besando ligeramente mi boca. –Y te garantizo que me vas a conocer muy bien, que te convertiré en mi amigo y después, en mucho, mucho más que eso…-

La gigante no me permitió ninguna reacción, pues inmediatamente se enderezó y poniendo sus manos en las caderas, se dirigió a mí con una sonrisita traviesa y un tono de fingida formalidad.

-Bueno chiquito, creo que primero que nada, debemos presentarnos apropiadamente-, me dijo.

-Mi nombre es Naomi Kwamini Sutton y estoy para servirle, caballero-, añadió extendiendo una mano hacia mi, con actitud de colegiala educadita, ante un adulto respetable.

-"¿Kwamini? ¿Dónde he escuchado ese apellido?"-, me quedé por un momento dudando.

-¿Qué pasa jovencito? ¿No se va a presentar formalmente con esta señorita?...-. Arqueando una ceja y poniendo gesto severo, la Mulata había interrumpido mis pensamientos.

-Sí, sssi….claro-, contesté rápidamente, alertado por la repentina dureza en su mirada. De inmediato tome su mano, pero al ver que mis dedos se perdían en los suyos, dudé nuevamente y no me salió la voz.

-Mi….mi nombre es Ca-Ca-Carlos…Carlos Miranda…-, respondí, finalmente, muy abochornado, pero siguiéndole el juego. –Y soy el más…el más humilde servidor de la señorita…Estoy…a sus pies…-.

Yo siempre he sido muy seguro de mi mismo, pero con ella…¡Me estaba volviendo tartamudo!

-¡Ándale! ¡Así está mejor!-, expresó, volviendo a sonreír. -¿Viste que no te cuesta nada ser educadito, pequeño?-.

Pero inmediatamente añadió, con un tono de advertencia:

-Por que de una vez te aviso que a mi me gustan los niños respetuosos y bien portaditos ¿Si me entiendes Carlitos?-, dijo, levantándome con un dedo la barbilla.

-Sssssi…..si….entiendo Naomi…-

-Así deben ser los niños guapitos como tú, mi Amor-, insistió, revolviéndome traviesamente el cabello. -¿Verdad que te vas a portar bien con Mamita?-.

-Ssssi….voy portar…digo, me voy a portar muy….muy bien…-, asentí, completamente aturdido por el papel que estaba asumiendo la Mulata y por la facilidad en que yo entraba al juego.

"¡Ya valí madres! ¡Esta grandota me va a agarrar de su juguete!", pensé, sorprendido además de que no me estaba desagradando el rol de niño sumiso.

-¡Bueno! ¡Ya nos presentamos, chiquito! ¡Ahora hay que ir rompiendo el hielo!-, exclamó de pronto, tomándome la mano y llevándome como un niño pequeño hacia un altísimo sofá.

Al acomodarme con dificultad en el sillón y notar que mis piernas quedaban colgando, me convencí que todo ahí estaba diseñado para demostrar quien mandaba en el apartamento.

Con una sonrisa burlona, Naomi vio desde arriba como mis pies no alcanzaran el suelo, pero en otra de las subyugantes contradicciones de su carácter, me pellizcó tiernamente una mejilla.

-Ahí se me queda sentadito, que yo voy a atender a mi niño como se merece-, me dijo, provocándome un estremecimiento de placer.

-Sí Mami…de aquí…de aquí no me muevo…-, respondí, cada vez más en mi caracterización.

Complacida por mi reacción, la Mulata se agacho, me miró tiernamente a los ojos y me besó profundamente, como nadie nunca lo había hecho: comiéndose mis labios, clavando su lengua en mi garganta y dejándome temblando como una quinceañera.

Cuando acabó de robarme el aliento, me dijo al oído: -¡Ya lo verás pequeño! ¡Te voy a tratar como a un Reyesito!-.

Naomí se irguió y, desde mi privilegiada posición, observé el alucinante bamboleo de sus grandes, firmes y apetitosas nalgas, apenas cubiertas por la ligera tela del micro-vestido, mientras se dirigía a un bien surtido bar.

-"¡Las tiene mejor que Jennifer López!"-, pensé, alelado.

-¡Vaya, vaya! ¿Qué tenemos aquí? ¡Un niño mirón!-.

La repentina severidad de la voz me asustó. Me olvidé del portentoso culo y elevé los ojos. Entonces me di cuenta que aunque seguía de espaldas, la Mulata tenía la cabeza volteada hacia mí y había sorprendido mi lujuriosa mirada.

-Yo…no…pa-pa-pasa…lo que-que…pasa es…que…-, no pude seguir. Su mirada de piedra me inmovilizó la lengua.

-A ver Carlitos, ¿Cómo te dije que deben ser los niños?-, inquirió la gigantesca belleza, acercándose amenazadoramente a mi.

-¿Bi-bien…bien portaditos…?-. (Juro que desde Jardín de Niños no me sentía tan asustado).

-Sí-, confirmó Naomi cortante. -¿Y como más deben ser?-.

-¿Muy, muy bien edu-edu-educaditos?-. (Casi llegaba de vuelta al sofá y volví a notar su brutal superioridad).

-Y sobre todo, ¿Cómo deben de comportarse con las señoritas?-. (Ya estaba frente a mí, con las manos en las caderas, golpeteando el suelo con la punta de un zapato y mirándome con los ojos entrecerrados).

Aterrorizado, la mente ya no me respondió.

-Este…¿Con las seño-señoritas? ¿Los…los…niños? Se comportan…Deben…Deben comportarse…¿Con las señoritas?...Yo…-.

Como una tenaza, la mano de Noemí me tomó de la oreja y me levantó en vilo, para colocarme al lado de ella.

Utilizando sólo dos de sus gruesos dedos, la Mulata me zarandeó sin demasiada violencia, pero con la intensidad suficiente para recordarme mi posición ante ella.

-¡R-E-S-P-E-T-U-O-S-O-S!, remarcó, elevando la voz por primera vez en la noche. -¡Los niños guapitos deben ser respetuosos. ¿Te queda claro?-.

Los ojos se me humedecieron. La voz se me quebró. La mulata no me había causado demasiado dolor, pero yo me sentía lastimado, indefenso y humillado. Además, tuve que reconocer que me invadieron unas inmensas ganas de que me perdonara y me volviera a tratar con dulzura, como "su Reyesito".

-Si Ma-ma-mamita….s-s-s-si me queda claro-.

Me quedé en silencio, expectante. Con vergüenza me percaté que apenas acababa de conocer a ese mujer y ya me estaba colocando voluntariamente en un papel bastante penoso, como un niño que solito se baja los pantalones, para ser nalgueado.

Una sola vez, hace tiempo, me había pasado algo así, pero fue algo que se fue dando de poco, a poco, con una chica que tenía años de conocer…¡Y aquí estaba frente a una perfecta extraña!

Pero nada de esto me importó y torciendo un poco cabeza, besé la mano que me sostenía la oreja y supliqué:

-¿Me…perdonas…Mami?...-

Entonces Naomi volvió a cimbrar mis sentidos. Relajó completamente el rostro, soltó mi oreja, tomó mi cara entre sus enormes manos y me miró. Me miró hasta el fondo de mi alma.

-¡Ay cosita chula! ¡Contigo no puedo!-, y me arrebató del piso, levantándome como muñequito.

Ahí, entre sus brazos, me mantuvo apretado contra sus enormes tetas, con mis pies colgando, una mano suya sosteniéndome por el culito y la otra acariciando tranquilizadoramente mi espalda.

Me aferré a su cuello, algunas lágrimas corrieron libres, se me relajó el cuerpo…y supe que de ahí no saldría cuerdo.

-¡Ya, ya mi chiquito! ¡Ya no llore mi niño!-, me decía Naomi, arrullándome como a un bebé.

-¡Sssssshhhhh, ssssshhhh, tranquilito chiquito! ¡Ya pasó! ¡Ya pasó!-.

La gigante se sentó entonces en uno de los descansa-brazos del sofá, me colocó en su regazo y siguió acariciándome el pelo, cuello, brazos y parte baja de la espalda, mientras me mecía gentilmente.

Luego me separó de su cuerpo, me acomodó en equilibrio sobre una de sus rodillas y, abarcando casi toda mi cintura con una mano, me sostuvo y empezó a limpiarme las lágrimas.

Su expresión había vuelto a ser maternal, hipnotizadora.

-¿Ya se va a portar bien, mi cosita?-, preguntó, pellizcándome la punta de la nariz.

-Si Mami, te lo prometo. Me voy a portar muy bien-, dije, intentando ser del todo convincente.

-¡Uyy, que formalito! ¡Así me gustan los niños bonitos!-, expresó, revolviendo por enésima vez mi cabello, pero inmediatamente agregó, dándome una ligera nalgada:

-¡Pero a ver, bájese chiquito, que esto se puso muy dramático y yo le iba invitar a mi niño una copita!-.

Sin dudar obedecí, sin importarme que de su rodilla al suelo, sumado a la altura del descansa-brazos en que estábamos sentados, para mí había una buena distancia.

Siempre he sido ágil (las ventajas de ser delgado), así que caí bien derecho a su lado.

A la mulata pareció gustarle mi hazaña, pues levantando otra vez mi barbilla, me miró tiernamente, agachó su cabeza, mordió una de mis orejas y me susurró:

-De verdad que me estás gustando mucho, pero mucho mi muñequito…-.

Yo no supe que decir. Estremecido por su voz, simplemente sonreí como bobo y me aferré a sus potentes brazos. Ella se soltó de mí con delicadeza, se enderezó, giró los talones y se dirigió nuevamente al bar.

Su delicioso trasero volvió a quedar en primer plano y mejor quise alejarme de la tentación.

Además, no sé si fue por el nerviosismo o la intensidad de las sensaciones que estaba experimentando, pero me entraron unas ganas terribles de vaciar la vejiga.

Por último y quizá más importante, sentí la urgente necesidad de estar a solas, para intentar ordenar mis ideas y aclarar mi mente.

-Mami…¿Puedo ir al baño?-, pregunté de la manera mas educada posible.

-¿Te dieron ganas de hacer del baño, Chiquito?-, me respondió sin voltear mientras llegaba al bar, pero fue evidente que le complació el que le pidiera permiso.

-Sí…muuuchas ganas Mamí…-.

-¿Y que tiene ganas de hacer, mi Cosita? ¿Del Uno o del Dos?-, me cuestionó y aunque seguía de espaldas a mi, colocando cosas en una charola, noté que otra vez adoptaba un tono juguetón, como burlándose un poco de mi servil actitud.

-Nnno...no…nomás del…del Uno…-, contesté, cada vez más atrapado en sus redes.

-¿Pipí, papi…?-.

-Ssssssi….si Mamí. Tengo ga-ga-ganas de hacer Pi-pipí…-. Verdaderamente la urgencia ya me hacía saltar de un pie al otro.

-¿Muchas, muchas?-, prosiguió, con la mayor tranquilidad del mundo.

-¡Muchas, muchas, muchas, Mami!-.

Ella ni me respondió. Mientras yo me apretaba con las manos el abdomen, Naomi empezó a canturrear "Parece que va a llover" y siguió en lo suyo.

-¿Mami………?-.

Acomodó licoreras y vasos en la charola.

-¿Mmmma..mita……..?-.

Llenó un enorme recipiente con hielos.

-¿Ma…ma….mamacita….?-.

Dispuso una elegante cajetilla de cigarros, encendedor y un cenicero.

-¡MAMITA…..!-.

-¡Ay, niño! ¡Me asustas!-, reaccionó, mirándome inocentemente. -¡Que pasa!-.

-Pe-pe-perdón….es que de…de verdad que ya…ya no aguanto…-.

-¿No has ido al baño, tontito? ¡Corréele, que no me vayas a manchar la alfombra! ¡Ándale, es aquella puerta, al fondo de ese pasillo!-.

Salí disparado, pero no iba ni a mitad de camino, cuando su voz me paró en seco.

-Por cierto, ¿no vas a tardar, verdad chiquito?-. Ahora sí me veía directamente, levantando una ceja y con una sonrisa plena de poder.

-¡No, no nada me tardo, Mami! ¡Voy y vengo!-. Yo ya de plano estaba saltando, como en el juego de brincar la cuerda.

-Bueno, por que no quiero que hagas cochinaditas en el baño, ¿estamos?-.

-¿Cochinaditas, Mamita? ¡No! ¡Como crees! ¡Te juro que nomás voy a hacer Pipí!-.

-Bueno, ve marranito, pero te voy a estar contando el tiempo-.

Ahora fui yo el que, con mucho pesar, me quedé quieto. Además de orinar, realmente necesitaba unos minutos para refrescarme y relajarme. Y por nada del mundo quería molestar de nuevo a mi dominante, pero tierna amazona. Necesitaba, entonces, su autorización.

-¿Ma…Mami…?-, me volví a atrever.

-¡Ahora que quieres niño! ¡Te estas poniendo muy insolentito, eh?-, me reclamó, erguida del todo y agitando amenazadoramente un dedo hacia mi.

-Es que si…si me tengo que…que tardar un ratitito…-.

-¿Y para que, si se puede saber?-, inquirió seria, cubriendo en unas cuantas zancadas la distancia entre nosotros y parándoseme enfrente.

-Me…me quiero lavar bien la…la…la carita…..Quiero estar muy guapo para….para ti…-, contesté, sin dejar de brincar y mirándola fija, pero tímidamente.

Naomi me observó con otra de esas miradas inescrutables. Luego volvió a iluminar mi noche con una gran sonrisa.

-¡Ay Carlitos! ¡Te estoy mimando demasiado!-, dijo conciliadora. -¡Ande mi chiquito, mión! ¡Vaya a hacer Pipí y tárdese lo que quiera!-.

Me paré de puntitas, le di un beso rápido de agradecimiento en la barbilla y ahora sí que salí como alma que lleva el diablo.

Una vez que una cantidad increíble de orina abandonó mi cuerpo y que mojé mi cara, cuello y nuca con agua fría….me sacudió lo peligroso del juego.

-¡Dios, que estoy haciendo!-.

Pero la imagen que me devolvía el espejo me daba la respuesta: mi rostro se veía radiante, pleno, completamente atrapado en el extraño placer de servir a esa Diosa.

"¿Servir? ¿Dije servir?", pensé alarmado. "Pero si yo vine por una enculada, ¡no a convertirme en el perrito de una exuberante Transexual!".

Conciente de que el tiempo apremiaba, me empecé a lavar ahora con jabón, mientras seguía reflexionando.

-"Lo que no entiendo es lo bien que me hace sentir, se porte, como se porte. Si es tierna, me pone todo loquito y cuando se pone violenta, me siento, me siento…"...-

Dejé de enjabonarme bruscamente cuando la verdad me asaltó.

-"Me siento dominado, femenino, sometido, como quinceañera excitada, frente a un macho dominante"-.

-"¿O sea que soy medio putito? ¡No puede ser! ¡Si me encantan las mujeres!"-.

-"No"-, tuve que reconocer. -"Me encanta ÉSTA mujer, Naomi…¡Una mujer con verga!"-.

Terminé de asearme y cuando me miré de vuelta al espejo, sentí que quizá estaba renaciendo. Sabía que en cuanto volviera con la Mulata, tendría menos dudas y me pondría del todo en las manos de la gigantesca chica que aparentemente, me enseñaría el verdadero placer.

-"Aunque hay muchas cosas que no concuerdan"-, volví a meditar. "Su edad; su enorme seguridad, pese a su condición; tantos lujos; el que viva sola; su increíble intuición, casi telepatía…."-.

-Chiquito, ¿te falta mucho? ¿O estas haciendo cochinaditas?-, se oyó la voz desde el salón.

-¡Nnno…no! ¡Ya voy! ¡Ya voy, Mami!-, y salí corriendo hacia donde me esperaba la que me hacía sentir más pequeño, débil, femenino y delicado que nunca, pero inmensamente excitado.