La dulce noviecita (02)
Mi novio no me cela cuando voy a estudiar a la casa de mi amiga Andrea. Es una gran suerte...
La dulce noviecita (02) . Por Bajos Instintos 4.
Mi novio León es muy ansioso, y me estuvo metiendo mano por todos lados. Yo todavía tenía la faldita tableada y la blusita blanca del colegio, así que no le costó mucho llegar a mis intimidades. Por más que apreté los muslitos, su mano caliente se abrió paso hasta mi braguita húmeda, y con el pulgar y el costado del índice recogido me estuvo dando unos apretones que me volvieron loca. Y como sacó su polla afuera, se la agarré con ganas la polla de León me gusta mucho- y se la estuve apretando al mismo ritmo de los apretones que el me daba en la conchita, hasta que lo tuve escupiendo semen con vertiginosos chorros que fueron a impactar en los cajones de la cómoda de su dormitorio. Acabamos al mismo tiempo. Por suerte sus papás no estaban.
Él quería seguir y seguir, quería cogerme, pero yo le recordé que tenía que ir a estudiar con mi compañera Andrea, que me esperaba en su casa a las dos de la tarde. Para un polvito de mediodía la cosa había estado bien. Y le prometí que la próxima vez seguiríamos un poco más.
Se quedó bastante decepcionado y también cachondo. Y la verdad es que a mí tampoco me había alcanzado la cosa. Pero Andrea me esperaba, así que comí unos bocaditos y me fui. Como Andrea es una chica, León no le tiene celos.
Andrea es mi mejor amiga. Es un poco más alta que yo, y con los pechos un poco más desarrollados, y su carácter es muy alegre, aunque a veces pienso que es un poco pervertida.
Cuando llegué, ya se había cambiado la ropa del colegio. E insistió en que yo me sacara la mía. "¡Pero Andrea, no traje nada para ponerme!" "¡No importa, Laurita, yo te presto!"
Y me ayudó a despojarme del uniforme, quedándome sólo con las braguitas, ya que sostén no uso porque mis tetitas están muy bien paraditas.
"Bueno, ¿qué me pongo?" sentía cierta urgencia en tapar mi desnudez, porque..., porque... no sé por qué. Pero bueno, ella estaba vestida, y yo también quería alguna ropa.
"Esperá..., esperá..." dijo Andrea, poniendo sus tibias manos sobre mis hombros. "¿qué apuro hay?"
"Apu-puro no, pe-pero pueden llegar tus viejos y..."
"Mi mamá no viene hasta la noche, y mi papá está en la oficina. Dejame que te mire un poco..." y sus ojos fueron directamente a mis pechitos.
La situación me resultaba un poco extraña y me ruboricé. ""Mirá, se te endurecieron los pezones!" Era cierto.
"¡Qué lindos pezoncitos...! ¿Me dejarías que les dé un besito...?" Y acercando su cara rodeó uno de ellos con sus labios húmedos. Yo me quedé de una pieza. Y sentí su boca dándome unas dulces lamiditas en el pezón, que me desarmaron. "¿Qué-qué hacés...?" pero no le saqué el pezón, la verdad es que estaba comenzando a derretirme, y se me notaba en la voz.
Andrea me fue llevando hasta la cama, y yo me dejé, con su boca lamiente en mi pezón. Cuando me tuvo acostada, se pasó al otro pezón, y comenzó una chupada en toda la regla. Me salieron unos gemidos que no sabía que tenía. Yo sólo quería que siguiera.
Y pronto tuve una de sus manos metida en la cola, y su boca en la mía, hundiéndome su lengua y lamiéndomela por dentro a su gusto.
Yo no sabía como habíamos llegado hasta ahí, pero ya no me importaba, y cuando me sacó la breguita la ayudé, levantando la cola.
Entonces su boca fue bajando por mi estómago, mientras mis piernas se retorcían por la audaz caricia de su mano en mis ensortijados pendejos, que enrulaba en uno y otro sentido, rozándome levemente el clítoris.
Mi respiración se había elevado a mil, y cuando su boca llegó a mi clítoris, mi cuerpo temblaba como una hoja, de la calentura. Sentí su boca caliente y su lengua lamiendo mi pequeña prominencia erótica, y no pude más y me vine, empujando mi pelvis contra su amorosa boca. Di unos pequeños gemidos y me desparramé en la cama.
Al ver como me había afectado su caricia, Andrea subió hasta mi costado, mirando mis ojos con los suyos. Los míos debían expresar agradecimiento. Entonces, diciéndome cosas tiernas, me abrazó y nos fusionamos en un beso. Yo también la abracé. Y estuvimos intercambiando lenguas, con delectación.
Yo quería tenerla desnuda, así que le saqué la remerita y la falda. No llevaba braguitas. Y tenía rasurada la conchita, de modo que los hinchados labios de su vagina, se podían ver, con su rozado intenso y su atracción irresistible. Andrea percibió mi deseo y acercando su concha a mi cara, la enfrentó con mi boca "¡Dale Laurita, comémela...!" Y me besó con su boca inferior en un beso apasionado que me dio vuelta. Yo aferré sus nalgas con ambas manos y le devolví el beso como si quisiera devorarle la conchita. Mi lengua entraba y salía una y otra vez, con voluntad propia, y su boca inferior se retorcía contra mi boca, en respuesta encendida a mi delirante lamida.
Estuvimos así un maravilloso rato, conmigo adorando su cueva y con ella adorando mi boca.
De pronto giró su cuerpo, quedando montada en un sesenta y nueve. De modo que ante mis ojos tenía el esplendor de su espectacular culo, alternando con la vista de su dulce vagina, que comenzó a restregar contra mi cara.
Ahí perdí todo control y levantando mi pelvis le di apasionados empellones de concha contra su cara.
El olor de su vagina y sus jugos me estaba poniendo en estado de enamoramiento, totalmente mareada. Le abracé el culo con ambos brazos, y me di a lamer, besar, chupar y mamar sin recato lo que tenía a mi alcance.
Los gritos de Andrea, allá por mi concha, sonaban como música a mis oídos. Y yo también gritaba de placer.
Cuando finalmente acabamos, quedamos derrumbadas una sobre la otra, todavía abrazadas en el sesenta y nueve. Y nos fuimos reponiendo gradualmente.
"¡Nena!" me recordó Andrea, "¡acordate que tenemos que estudiar!" Eran las cuatro y media de la tarde, así que todavía podíamos aprovechar el tiempo para el estudio. No es que no sintiera que lo habíamos aprovechado muy bien, muy pero muy bien.
Nos vestimos y el resto de la tarde estuvimos estudiando sin volver a mencionar lo ocurrido.
Cuando llegó la mamá de Andrea quiso que me quedara a cenar, pero tenía que irme para verlo a León. Ella me comprendió, con una sonrisa, "Cuidado, no hagas muchas travesuras...." Y a Andrea se le escapó una leve carcajadita.
Llegué un poco cansada a la casa de mi novio, pero no quería fallarle, porque me había llamado Carlos, el señor del colectivo, y posiblemente no pudiera verlo a León al día siguiente.
Igual cenamos con sus padres, y esquivé como pude las manos de León, porque ya no estaba para esos trotes. Pero le hice las promesas del caso y me marché.
Leo se quedó un poco excitado, pero tranquilo, porque sabía que yo había estado con Andrea, así que no sentía que tuviera por qué estar celoso. Es una suerte para mí que él piense así. Debe ser muy feo tener un novio que la cele a una con las amigas.
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