La Dulce Maria
La vida no es nunca facil, pero aveces hay luz en el horizonte
Como cada tarde, ella se dirigía después del trabajo a coger el autobús urbano que la llevaba de vuelta a casa, después de una larga y poco gratificante jornada. Ultima mente tenia poco que agradecer a la vida, que no le mostraba ninguna alegría. Un marido en paro desde hacia dos años, que apenas aportaba ingreso alguno a casa y que cada vez con mas frecuencia volvía cargado de alcohol. Unos hijos con poca esperanza de encontrar un trabajo serio que les haga prosperar en la vida, apenas unos fines de semana al mes poniendo copas, aquí y allí, donde los llamaban y poco más. Ella con todo a la espalda, un triste trabajo de envasadora en un almacén hortofrutícola en las afueras, de donde tardaba más de tres cuartos de hora en llegar en el autobús, lo que le alagaba la jornada en hora y media todos los días. Apenas mil cien euros mensuales que había conseguido que le pagasen en quincenas para poder sobre vivir y con la amenaza de despido siempre encima.
De joven siempre había sido la más guapa del grupo toda una triunfadora, todos los muchachos a sus pies, no solo por su belleza natural, si no además su forma de ser la hacia muy sociable, era un verdadero encanto. Pero ella misma reconocía que la vida le había agriado el carácter y que no era la misma. Apenas cruzaba palabra con compañeras de trabajo, por lo que a pesad de no ser la única que utilizaba el bus para desplazarse al polígono, donde trabajaba, siempre iba sola.
Una tarde del mes de mayo, algo calurosa, se disponía a subir al autobús, como siempre. Pero esa tarde, Iba completo, mas que de costumbre y le costo hacerse hueco para coger posición. En pie agarrada a la barra, en el pasillo central se pudo colocar no sin esfuerzo. Llevaba una camisa algo escotada y pasada de moda, conjuntada con una minifalda vaquera con más de diez años, que le sentaban muy bien a su figura, pero que no disimulaba su pecaría situación económica. Siempre le había gustado vestir bien e ir arreglada, pero aquello paso, ahora eran tiempos difíciles y había que pasar como fuese. Quedo de pie frente a un señor de más de setenta años, que con descaro miraba sus piernas y su busto. Ella pensó ¡para esto hemos quedado!, y no le importo que la mirara. Ya hacia mas de dos meses que su marido ni la tocaba, ni ella tenia ganas. Él se había convertido en un borracho casi desconocido, y la última vez que la había tocado, prácticamente la había violado. Había perdido todo el interés, por un hombre que ya no la trataba bien y que no le aportaba nada de nada.
De repente noto, como disimuladamente alguien le tocaba por detrás. Giro la cabeza y vio a un muchacho, que por la edad bien podía ser su hijo, vuelto de espaldas y con las manos hacia atrás. Pensó en adelantarse un poco más, pero prácticamente se echaba sobre el viejo que estaba sentado, así que prefirió seguir inmóvil y haber que pasaba. El joven seguía en su empeño y al notar rechazo se envalentono y continúo con los roces esta vez bajando las manos en busca de rozar piel, directamente. Ella empezó a sentirse incomoda y a la vez alagada de que un joven la acosara, sentía una extraña sensación en esos momentos. El viejo pareció percatarse de la situación y con un gesto de complicidad, pareció animarla a seguir con el juego del joven. Este ya había alcanzado a tocar sus nalgas desnudas y andaba jugando con las gomitas de las bragas, que rodeaban sus piernas. El autobús hizo una de sus paradas y de momento noto que cesaban los tocamientos, se sintió aliviada. Habría llegado la parada del joven y se habría apeado del bus. Bien es cierto que había empezado aponerse cachonda y que no le faltaban ganas de continuar, pero realmente quedo aliviada. Mientras aun suspiraba por el final de aquel episodio, noto como lejos de haberse bajado del autobús el joven continuaba allí, se había dado la vuelta y le respiraba descara mente en el cuello, cosa que siempre le había puesto muy cachonda. El muchacho había tomado una óptima posición para seguir con sus propósitos, que no eran otros que seguir gozando de ella. Se pego totalmente a su espalda y esta vez, le paso una de sus manos por debajo del brazo, cogiéndole un pecho con completo descaro. Ella no opuso resistencia, por el contrario prefirió mirar a los ojos al viejo para ver su reacción. Este otro vio el camino abierto y con sus manos comenzó a tocarle suavemente las rodillas, aun con miedo al rechazo. Ella con un movimiento sutil, pareció darle la aprobación para que continuara, mientras el joven ya había metido la mano en el interior de la camisa y disfrutaba a sus anchas de sus voluptuosos pechos. El anciano, subía con tranquilidad la mano en busca de su sexo y parecía extasiado, a ella no le importaba en ese momento quien podía o no mirar lo que andaban haciendo los tres, solo quería disfrutar del momento. El joven ya hacia rato le restregaba el bulto por el trasero y ella disfrutaba imaginándolo en su interior. Los que hurgaban ya en su interior, eran los dedos del anciano, que habían conseguido entrar haciéndola sentir como hacia mucho tiempo no lo hacia. Que deliciosa situación, el muchacho metía los dedos por detrás y se llegaban a encontrar con el de su anciano oponente entre sus bragas, que placer mas inmenso sintió, apenas se mantenía en pie cuando le vino un maravilloso orgasmo, que le pareció el mejor que había tenido nunca.
Cuando hubo terminado huyo, salió despavorida, de repente le entro una gran vergüenza de lo que había ocurrido y en cuanto paro el autobús, a pesad de que aun faltaban dos paradas para llegar a casa bajo sin pensarlo. Ando algo aturdida y con la mente ida. Llego al portal de la casa, allí saco las llaves que cayeron al suelo, cogió el ascensor, equivocándose incluso de piso e iba deseando no encontrar a nadie en casa. Tubo suerte y así sucedió al llegar estaba sola, se sentó en la cocina frente a la lavadora se quito las bragas que tenia muy mojadas, las coloco en el interior, junto a la otra ropa blanca que ya estaba en su interior y la puso a funcionar. Allí sentada frente a ella comenzó a recordad, no pudo mas que comenzar a masturbarse recordando hasta el mas mínimo detalle de lo sucedido. Gozo sola en la cocina a sus anchas, las piernas bien abiertas y sus dedos jugando a placer, volviendo a proporcionarse un brutal orgasmo que la hizo gemir de placer y no se corto en reprimir.
Cuando volvió en si, quedo fija mirando como la lavadora giraba y giraba, la cara precia haberle cambiado, se sentía por un instante feliz. Su cabeza le decía, ¡Hoy ha sido un gran día Maria!