La dulce Janaina (4)

De cómo el padre le desflora el ano y ella consigue traer otro amante a la casa.

Cuando terminó la fiesta y los hermanos estuvieron dormidos, Janaina se dispuso a levantar los vasos y los platos para lavarlos, y luego barrer y acomodar el patio.

Su padre dudaba entre ayudarla, irse a dormir y hacerse una paja pensando en ella, o cogerla ahí mismo, encima de la mesa frente a la parrilla. Se decidió por lo segundo, se fue a su cuarto y acostado en la cama comenzó a recordar la escena de su hija siendo penetrada por aquel hombre: Mario.

-          Si, papi, que rico me coges. Métemela toda. Chúpame las tetas mientras me coges, papi.

Recordaba las palabras de su hija y sudaba al hacerse la paja con desesperación. Sentía que las palabras que ella decía eran para él … Un momento! ERAN para él! Ella lo deseaba, se lo estaba pidiendo!

Se acomodó como pudo el pantalón y salió como un animal a buscarla. La encontró en la cocina, frente al fregadero, lavando los vasos y los platos, meneando el culo y canturreando una cumbia que se había cantado repetidas veces aquella noche de guitarra.

Notó que el culo de su hija era perfecto, paradito, redondito, duro… que las piernas eran hermosas y que su piel parecía bañada en porcelana dorada. Ella llevaba el pelo recogido y su espalda se dibujaba bajo el vestido como la espalda de un violín, tentadora a la caricia. Dudó un instante, pero ella sintió su presencia, se dio la vuelta y le sonrió con malicia, como invitándolo a tocarla. Eso fue demasiado. Ante la sorpresa y el delirio, Don Nicolás hizo lo que cualquier padre haría en un momento así, salió de la cocina y fue a barrer el patio esperando que se le pase la calentura, porque todo lo que estaba sucediendo ya era demasiado.

Cuando la casa estuvo limpia y ordenada y tanto padre como hija se fueron a sus respectivos cuartos a dormir. Pero ni uno de los dos dormía. Él seguía despierto jugando con su pene erecto, pensando en el cuerpo de ella; y ella, que después de bañarse se había tomado todo el tiempo del mundo para ponerse cremas en el cuerpo y peinar su larga cabellera, lo esperaba desnuda bajo un camisón pequeñísimo, con la entrepierna húmeda y un deseo morboso con sabor a venganza.

No tuvo que esperar mucho tiempo. Escuchó los pasos sigilosos de su padre y se hizo la dormida, sin apagar la lámpara de su mesa de noche. Don Nicolás entró en la habitación tratando de no hacer ruido y la vio “dormida” sin cubrirse con ninguna sábana, recostada de costado, con las piernas dobladas, mostrándole el culito y parte de la conchita, con los brazos doblados y la cabeza apoyada sobre ambas manos.

El viejo se sacó el calzoncillo y se recostó al lado de ella y comenzó a tocarla. Primero las nalgas, luego la conchita – y la sintió mojada.

-          Así que quieres que te coja?  -  Le susurró  -  Bueno, sigue haciéndote la dormida, mejor así. Te voy a coger rico, hijita. Papi te va a coger rico y ahora nadie se va a enterar de este nuestro otro secretito, mi dulce Janaina.

Se acomodó como pudo para penetrarla en esa posición, pero Don Nicolás sí tenía una panza prominente y no consiguió que entre más que el glande. Ella se acomodó brotando un poco más el culo, como una tigresa en celo. Una mano de él le acariciaba una teta y con la otra ayudaba al pene a penetrar en la concha de la dulce niña. Hasta que finalmente pudo penetrarla y ahí comenzó el mete-saca.

Ella sentía el aliento de su padre en su nuca, y sentí el pene de él que salía y entraba. Él la apretaba contra sí con una mano en su cadera y con la otra por debajo seguía acariciándole las tetas, que de tanta caricia ya no estaban tan duras como la primera vez que las tocó, pero seguían deliciosas al tacto y le llenaban por completo la palma de la mano.

Don Nicolás se vino en un dos por tres y no tuvo el cuidado de terminar fuera. Pero Janaina no se preocupó porque hacía tiempo que llevaba puesto un dispositivo intrauterino para protegerse de un indeseado embarazo.

-          Aaaayyyy, dioooosssss, que deliciaaaaa. Que bien has aprendido a mover el culito. Mario te tiene muy bien entenada, putita hermosa. Ahora vas a ser la mujer de papito también, si?

Y ella aprovechó el momento para decirle lo que quería decirle.

-          No papito.

-          Que’

-          Dije que no, papito. Si tú me quieres coger como lo hace Mario, vas a tener que dejarme tener novio y coger con el novio que yo elija, cuando yo quiera.  Si me das permiso de traer a quien yo quiera a la casa, te prometo que te dejo mirar y después cuando él se vaya tú me puedes poseer. Pero si no me dejas, le digo a Mario que me violaste borracho y tu trato con él se termina y yo me voy de la casa.

Entre el placer de haberla gozado y la impotencia antes sus argumentos, no le quedó otra a Don Nicolás que acceder. Después de todo, la idea de verla coger con otro le atraía y más aun si sabía que, como aquella noche, él iba a disfrutar de ella después del espectáculo.

Al poco tiempo, Janaina comenzó a salir con Josué, el vecino guapo. La inexperiencia de este en asuntos de sexo hizo que no se dé cuenta que la muchacha ya no era virgen, porque ella fingió muy bien no saber qué era lo que hacían cuando una noche de parranda, al volver a casa, mientras caminaban y se besuqueaban por las calles del barrio, Josué la arrinconó en un lugar oscuro y mientras la besaba en el cuello y en la boca, y le acariciaba las tetas por encima de la ropa, él le dijo:

-          Ya no aguanto más, te deseo demasiado, quiero hacerlo ahora.

-          Hacer qué?  -  Preguntó ella.

-          Hacer el amor contigo, quiero que seas mía, te deseo.

-          Pero… aquí? Ahora?

-          Si, ahora… y… no sé, aquí, en tu casa, en mi casa… no sé…

-          Vamos a mi casa.  – Dijo ella

Llegaron a casa de Janaina y, cuidando que ningún vecino los vea entrar juntos, entraron y fueron directo a su cuarto. Ella le dijo que esperara, que iba a avisar a su padre que a había llegado, para que no se preocupara. Y salió del dormitorio y fue al cuarto de su padre.

-          Hola

-          Hola, hija.

-          He traído a mi novio, papi. Espero no te moleste. Vamos a estar cogiendo en mi cuarto un momento. Así que ya sabes, no interrumpas, quiero disfrutar tranquila.

Y salió satisfecha y triunfante. Don Nicolás se sentó de golpe y comenzó a caminar en círculos como una fiera endiablada. Se moría de celos, pero se iba calentando mientras pensaba en qué escena le tendría preparada esta vez la muchacha. Dejó pasar unos minutos y luego se fue a espiar como su hija cogía con algún afortunado muchacho.

La encontró desnuda en la cama, con las piernas abiertas y los brazos debajo de la nuca. Josué la besaba entera, desde el cuello hasta las piernas. Ella prácticamente no se movía, pero el padre sabía que ella disfrutaba, porque veía como cerraba y abría los ojos y cuando ella lo vio, espiando desde afuera comenzó a darle órdenes al muchacho.

-          Dame tu pija, quiero chuparla. Dicen que a los hombres les gusta que les chupen la pija, yo nunca lo he hecho, claro, pero quiero aprender, quero que me enseñes.

El muchacho no dijo nada, se detuvo en sus quehaceres e inmediatamente estuvo de rodillas frente a ella apuntándola con el pene, meneándolo frente a ella. Ella le dio unos lengüetazos al glande y el muchacho gimió soltando todo su aire. Luego le agarró la cabeza a ella y comenzó a follarla por la boca. Las caderas del crío se meneaban con las nalgas muy apretadas. Éste no tardó en acabar e intentó sacar la pija de dentro de la boca de ella, pero ella se tragó todo su semen.

-          Uuuuggghhhh….. aaaahhhgggg…. Uuuuggghhh…. Aaaggghhh  -  gimió él y luego dijo – Nunca me habían hecho eso. Te gustó?

Ella río y le dijo que sí, que ahora él tenía que irse porque su padre iba a venir en cualquier momento. El muchacho se vistió apresurado y le dio las gracias. Le dijo que la llamaba al día siguiente y otras estupideces alas que Janaina contestaba con una sonrisa, pero en realidad ella había quedado frustrada. Josué no la había penetrado y su concha estaba que ardía. La inexperiencia del muchacho era notoria, tal vez nunca había estado con una mujer antes. Se había detenido demasiado tiempo en besuqueos por todo el cuerpo de ella, sin siquiera sospechar que habían lugares que él debía tocar o acariciar o besar, para darle a ella placer también. O sería que él pensaba que ella no sentía placer y que su sólo objeto era darle placer a él? Muchachos! Janaina descubrió en ese momento que prefería cogerse a los viejos con experiencia, que se preocupaban más por darle placer a ella.

Don Nicolás se escondió para dejar salir a Josué y cuando Janaina regresó a su cuarto el viejo la esperaba desnudo acostado en la cama. Ella se sacó el vestido, que era lo único que llevaba y le dijo:

-          Quiero que me comas la concha, papito.

-          Te voy a comer la concha y también el culito, mi hijita, que hace rato tengo ganas de llenarte el culo de leche. Debe ser muy apretadito, no?

-          El culito?  -  Preguntó ella algo sorprendida. Las artes amatorias de Mario no incluían el sexo anal.

-          Si mi amor. No me digas que Mario no te ha dado por el culo.

-          Mmmnnno.

-          Te va a gustar, ya vas a ver.

El viejo se levantó y fue a la cocina a traer  el botellón de aceite. Puso a Janaina de cuatro sobre la cama y con su cara entre las algas de ella comenzó a lamerle la entrepierna. Metía la lengua en la conchita y le acariciaba el clítoris con el dedo, luego metió dos dedos dentro de la conchita y le lamió el culito en círculos; volvió a bajar la lengua a la conchita, acomodó su mano para no dejar de tener un dedo dentro y poder jugar con su lengua sobre el clítoris de la niña; con la otra mano le acariciaba en círculos el culo. Derramó un poco de aceite cobre el hoyito y haciendo círculos y círculos iba abriendo de a poco el culito de su hija, pero seguí cogiéndola con los dedos de la otra mano.

Janaina disfrutaba como loca del placer que le daba su padre. Don Nicolás se aceitó la pija y comenzó a penetrarla por el culo lentamente. Ella sintió una sensación extraña, como cuando te meten un supositorio, pero algo más grande, claro Tuvo la sensación de querer hacer caca, pero se dio cuenta de que era una falsa alarma. Le dolía un poco, era como un ardor extraño, como cuando te tocas con la mano una herida abierta, que duele pero luego se pasa. Cuando tuvo metida la mitad de la pija de su padre adentro ella comenzó a disfrutarlo y sintió la necesidad de tocarse la concha ella misma con los dedos, haciéndose la paja mientras su padre la cogía por el culo.

-          Que culito más apretadito, que nalgas mas perfectas. No sabes la vista que tengo desde aquí, preciosa. Eres hermosa, hermosa y cómo me haces gozar. Te gusta? Te gusta lo que papi te hace?

-          Si, es delicioso, métemela un poco más papi, quiero sentir tu leche en mi culito.

-          No hijita, por ahora está bien hasta ahí, vamos a ir despacio, no quiero lastimarte. Mañana vas a ir a ver a Mario y no quiero que se dé cuenta de que le estoy robando tu culito.

Sacó la pija del culo de la niña y comenzó a cogerla por la concha. Ella seguía en la misma posición  -  en cuatro  - y continuó acariciándose el clítoris mientras el padre se la cogía. Los dos llegaron al orgasmo al mismo tiempo.

Cuando, al día siguiente, Janaina fue a ver a Mario al monoambiente, nuevas ideas pasaban por su mente, pero Mario no gustaba de hacerlo por el culo. Tanía el prejuicio de que solo los homosexuales gustan de ello. Por lo que Janaina tuvo que conformarse con lo mismo de siempre.

Al poco tiempo, Janaina dormía ya casi a diario en la cama de su padre, convertida también en su amante. EL padre poco a poco fue enseñándole nuevas cosas y disfrutaron juntos del sexo anal, del cunnilingus, y otros placeres. Siempre en silencio, entre susurros, para que los otros habitantes de la casa no sospechen nada. Ella estaba en la gloria. Josué continuó yendo a su casa algunas noches. Janaina y Don Nicolás usaban al niño para calentarse ambos, pues el muchacho no lograba hacerla gozar como ella estaba acostumbrada. Pero él la adoraba, era su diosa.

La tarde que la encontré en el café, rodeada de sus hijos, ella me contó cómo comenzó a salir con otros hombre, pero eso pertenece a otro relato…