La dulce Janaina (3)

De como Janaina hizo que su padre la viera gozar teniendo sexo con el hombre a quien él la había vendido

Una vez en el taxi que la llevaría a casa, Janaina no podía dejar de sentir ese calor agobiante entre las piernas, y la necesidad de tocarse se hizo incontrolable.

Se acomodó justo detrás del asiento del taxista, para que no pudiera verla, y abriendo las piernas lo más que pudo sin levantar sospecha, se las arregló para meter una mano en el calzón y acariciarse con los dedos simulando que fuera la lengua de su amante, Mario.

No podía evitar chuparse el labio inferior, uno para ahogar cualquier gemido involuntario, otro para revivir el goce de pasar su lengua por el pene de Mario. Pero no pudo concentrarse demasiado, porque al cabo de tres o cuatro minutos el taxista pareció reconocerla y le dijo:

-          Tu eres la hija de Nicolás, no?

Y así comenzó una charla inoportuna que dejó a Janaina con la mano y las bragas mojadas y suplicantes y frustradas.

Llegó a casa a eso de las once de la noche y su papá la esperaba borracho.

-          Ya? Ya te culeó el hijo de puta ese? Te gustó? Anda a tu cuarto antes de que también te agarre yo.

Y Janaina, sin decir nada se fue a su cuarto sin entender el porqué del cambio en la actitud de su padre.

Pasó el tiempo, el hermano se curó gracias a un nuevo tratamiento en un hospital de la capital done Mario envió al niño al cuidado de una nana pagada también por él, y Don Nicolás decidió dar una fiesta festejando la curación de su benjamín.

A la fiesta asistimos varios vecinos y algunos familiares. Pero también asistió Mario y fue ahí que comencé a sospechar que algo había de raro en la relación de esa familia con su “benefactor”.

Recuerdo que una media hora después de que el señor Mario llegara a casa de Janaina, noté que ni ella ni él estaban sentados entre nosotros, mientras nosotros guitarreábamos junto a la parrilla que rebalsaba de carnes apetitosas y la mesa llena de botellas de wiski, cerveza y variedad de refrescos y ensaladas; todas preparadas por Janaina.

Le pregunté a Don Nicolás dónde estaba Janaina y el me respondió.

-          Creo que ha ido a darle un medicamento a Mario, que se sintió algo enfermo, ahora vuelvo.

Yo me quedé tranquila a saber que el padre, que tanto la cuidaba, iba en su búsqueda, por si el benefactor intentaba propasarse con la niña de sus ojos.

Pero muchos años después, conversando con Janaina, esta me contó lo que en realidad sucedió mientras nosotros cantábamos en el patio, festejando por la buena salud del más chiquito de la casa.

Ante una seña de Mario Janaina, que llevaba pesto uno de los vestidos provocadores que él le había comprado y que ya era común verle puesto de vez en cuando en el barrio y un par de zapatos de tacón que ahora manejaba ala perfección con un caminar de gacela en celo, ella se levantó y fue directo a su cuarto.

Una vez allí el se abrió el pantalón y la hizo chuparle el pene jalándola de los cabellos mientras le mascullaba:

-          Assssiiiii, mi putita adorada… assssi chupa, chupa como me gusta…. Chupame que quiero venirme en tu boca porque me excita ver como te comen todos eso otros hombre con la mirada y me gusta más saber que esa boquita y esa conchita son solo míiiiaaaasssss….. mmiiiiiaaasssss….. Siiiiii….. ahhhhh…

Mario estaba apoyado contra la ventana, la puerta estaba abierta pero estaba cerrada la mallera que impide que entren los mosquitos, por lo que algo de luz entraba en la habitación pero desde adentro se podía ver si venía alguien a buscarlos.

Janaina chupaba el pene de su amante con fruición, y con un ojo vigilaba si alguien venía, porque Mario, del placer que sentía, tenía los ojos completamente cerrados.

Entonces Janaina vio que venía su padre y en vez de asustarse o moverse para aparentar que nada pasaba – después de todo, su padre la había entregado en bandeja al hombre con quien ella cogía casi a diario – decidió darle a su padre el espectáculo de verla gozar y hacer gozar a ese hombre.

Dejó de chupar y se sentó al borde de su cama, con las piernas abiertas y haciendo a un lado el calzón y le ordenó, por primera vez en la vida a Mario que le chupara la concha. Mario quedó extasiado ante la convocatoria y se puso de cuatro – de espaldas a la puerta – le arrancó el calzón y comenzó a chuparla.

-          Qué rico me chupas la conchita, papi. Me gusta lo que me hace, papi

Decía ella, mientras miraba con lujuria a su progenitor, quien de no saber cómo reaccionar se quedó parado, abrigado a la sombra del alero, observando y sabiéndose observado.

Luego de un rato, Mario, sin sacarse el pantalón sólo bajándolo un poquito, la penetró y comenzó a gozarla gimiendo sin pausa.

Ella seguía con su doble juego de palabras

-          Si papi, quiero que me cojas, que me cojas siempre, rico…riiicoooo, chupame las tetas mientras me coges, papi, chupame las tetas, métemela toda, toda, la quiero toda adentro….

-          Me vengo, me vengo  -  dijo Mario, y sacó el pene y lo introdujo en la boca de ella para gozar con la lengua de ella mientras terminaba. –

Ella chupó y lamió y chupó y siguió jugando con su lengua, sin dejar de masturbase con las piernas bien abiertas para que su padre la viera disfrutar de ese hombre a quien la había vendido para salvar a su hermano.

Don Nicolás no puedo evitar excitarse, sacó su pene y se masturbó mirando la concha de su hija abierta de par en par y acariciada con maestría por esos dedos delicados, mientras la boca de la niña se llenaba del semen de Mario.

Janaina siguió jugando con el glande de su amante para darle tiempo a su padre de acabar e irse de vuelta donde estaban los invitados.

Cuando volvió Janaina al patio, Don Nicolás estaba despidiendo a Mario. Nosotros nos marchamos una hora mas tarde y yo quedé con la sensación de que algo raro sucedía entre las cuatro paredes que guarnecían esa casa.

Al poco tiempo, se supo que Janaina era la novia oficial de Josué, el chico más lindo de la cuadra. Pero las lenguas largas de las viejas del barrio decían que la chica no era tan recatada, que esas ropas provocativas y esas salidas hasta tan tarde no eran cosas de una chica de su casa.

Los otros chicos del barrio, celosos de la preferencia de Janaina por Josué, decidieron seguirle los pasos una tarde y descubrieron el secreto de Janaina, lo que provocó que la muchacha se mudara de barrio, por lo cual no la vi en muchos años, hasta que la encontré una tarde en un café, rodeada de tres niños y embarazada de un cuarto.

Me contó la historia de su vida y dijo que desde la primera vez le había gustado demasiado el sexo, que ahora tenía hijos para los hombres más ricos con los que se metía y de eso vivía, de las rentas que le pagaban los que ella llamaba “donantes de semen”, en vez de referirse a ellos como padres de sus hijos – pues cada niño es hijo de un hombre diferente.

¿Qué pasó con su padre después de la noche de la fiesta a la que asistí a su casa? Eso se los cuento en el siguiente relato…