La duende de Santa

La fantasía de Anna es que Santa le rompa el culo para navidad y Santa hará todo lo posible para hacer feliz a su duende cachonda.

Cuando era pequeña moría por ser llevada a ver a Santa. Le hablaba sobre lo que escribía en mi carta y le pedía que hiciera mis deseos realidad. Eso fue hasta hace poco, cuando las cosas empezaron a cambiar.

Un día yo era una niña ilusionada por ver al hombre del traje rojo y al siguiente era una adolescente con estos pensamientos retorcidos donde santa me sentaba sobre su regazo y me azotaba por ser una niña mala.

Todo es culpa de mamá, ella me obligó a ir hasta que tuve 18 años, como si ya de por sí no fuera humillante con todo eso de ser la única adulta entre niños.

Hasta que un día decidí tomar el toro por los cuernos y ocuparme de mis asuntos. Busqué un trabajo como duende de santa y ahora soy la que sonríe y ofrece bastones de caramelos a los niños impacientes.

O esa es la fantasía en la que me estoy basando.

¿Quién decía que el matrimonio no era divertido?

Lo que hoy en día humedece mi coño es la imagen caliente de mi esposo disfrazado de Santa escuchando pacientemente a niños balbucear sobre sus regalos.

No me considero un bombón, pero mientras iba creciendo, me di cuenta de que mis caderas se ensancharon y mis tetas habían crecido varias tallas, pero antes de que incluso yo lo descubriera, lo había hecho mi esposo. Así fue como terminé con un anillo en el dedo incuso antes de terminar el instituto.

No me quejo, han sido los mejores malditos años de mi vida. ¿Lo mejor de todo? Descubrí que tengo una vena exhibicionista con él, solo con él. Me gusta salir a comer y susurrarle al oído sobre el pequeño vistazo de mi coño que le ofrecí al aparcacoches cuando salí del auto. Los pequeños comentarios provocativos hacen salir a relucir la vena posesiva de mi hombre. Le gusta verme como a una chica mala y a mí me encanta que me folle en los callejones oscuros mientras me susurra lo puta que soy.

¿Quién no se sentiría como una maldita diosa a manos de un esposo como el mío? Es así como terminé descartando los sostenes y empecé a comprar pecaminosas tangas. Mi culo luce delicioso con el pequeño hilo metido entre mis nalgas y mi esposo no deja de jugar con mi culo cada vez que puede. Por eso decidí darle lo único que le he negado todo este tiempo: La virginidad de mi pequeño agujero.

La cosa es que montamos toda esta pantomima en un lugar inesperadamente público y nos tocó seguir volverlo realidad cuando los niños empezaron a golpear la puerta de nuestra pequeña tienda de antigüedades.

Cuando el último niño se despide, levanto mi falda con volantes unos cuantos milímetros hasta que está rozando el borde de mis nalgas. Las medias de rayas blancas y rojas se mantienen con un pequeño liguero, dejando mi culo al aire.

Camino hacia la puerta añadiendo más movimiento a mis caderas. Siento los ojos de Santa sobre mí, pero decido ignorarlo. Cierro la puerta con seguro y corro las persianas para que no aparezcan nuevos intrusos y empiezo a recoger los regalos falsos del piso. Escucho un gruñido, pero aun así continuo.

-¿Anna? –pregunta Santa mientras empieza a levantarse de la silla con gesto cansado.

-¿Sucede algo? –pregunto con desinterés mientras le doy una imagen muy clara de la tanga siendo tragada por mis labios vaginales.

-Nada, solo vi un hilo saliendo de tu falda, deberías de revisarlo antes de que se termine por romper toda la costura.

Sonrío desde mi posición y entonces abro un poco más las piernas y llevo mis manos hacia atrás hasta posarlas en mis nalgas. Levanto mi falda hasta dejar mi culo al aire y luego cuelo mis dedos hasta separar la tira de la tanga de mi piel. Muevo mis dedos más abajo hasta llegar a mi coño. Entonces, abro más las piernas y arqueo un poco la espalda para levantar un poco más mi culo.

-No la encuentro, ¿la ves todavía? –pregunto sin disimular mi pequeño gemido cuando sumerjo un dedo dentro de mí-. Es tan difícil encontrarla.

Los ojos de Santa brillan con lujuria antes de levantar una ceja en forma de burla.

-Es difícil decir, tal vez se buscas un poco más a fondo –dice y decido meter dos dedos dentro de mí. Los abro y luego los cierro como si estuviera buscando. Cierro los ojos cuando un fuerte jadeo sale de mí. La posición es incómoda, pero decido empeorarla al presionar mi mano libre en uno de mis tobillos y abrir un poco más las piernas.

-Soy tan torpe –gimo-. Mis dedos se resbalan, Santa –digo y le lanzo una mirada ardiente.

Meto mis dedos hasta el fondo y empiezo a bombear hasta que el sonido acuoso suena en la habitación.

-¿Ves? No puedo encontrarlo –gimo y no hago nada por disimular que me estoy masturbando frente a él.

Se muerde el labio inferior y cuando creo que está a punto de ceder y follarme como dios manda, sacude la cabeza y lanza un suspiro.

-Tal vez me equivoqué –susurra.

-Supongo que sí –digo y saco los dedos de mi coño antes de lamerlos con obvio placer.

Alguien con más sentido común que yo podría haber esperado a que mi hombre terminara de rellenar el papeleo para ser follada, pero es que se siente tan rico jugar con tu coño que es imposible resistirme.

Voy al baño y retoco mi maquillaje. Aprovecho para bajar un poco más el escote de mi top de hombros caídos. Reviso la hora en mi teléfono para asegurarme de haberle dado el tiempo suficiente y empiezo a caminar hacia su oficina. Toco la puerta y espero a que levante la cabeza.

-¿Necesitas algo, Anna? –pregunta con ternura.

Me muerdo el labio con timidez y coloco un mechón de cabello detrás de mi oreja antes de contestar.

-Quisiera… -empiezo, pero rápidamente desvío la mirada hacia el rincón.

-¿Sí? –pregunta, animándome a continuar.

-Quisiera pedir mis deseos, Santa –digo en un susurro.

-Pero ya eres mayor, Anna –dice con una adorable mirada confundida en su rostro-. No creo que sea apropiado.

Suspiro con pesar y fuerzo lágrimas falsas en mis ojos, entonces cruzo los brazos sobre mi pecho y presiono para que mis tetas sobresalgas de la tela. Miro como sus ojos bajan de mi rostro a mis tetas a punto de desbordarse y luego traga saliva con nerviosismo.

-Por favor, es importante para mí –intento de nuevo mirándolo con los ojos humedecidos-. Prometo ser rápida.

Pasan algunos segundos, pero finalmente suspira y me hace un gesto para que camine frente a él.

Echo un vistazo rápido, asegurándome de que todas las persianas estés cerradas y entonces me detengo frente a la silla acolchada. Lo veo titubear por un segundo, pero finalmente se sienta y me mira sin saber que decir.

-No sé… -empieza, pero se detiene cuando, en mi movimiento rápido, me siento sobre su regazo-. Anna –dice sorprendido.

Aprovecho la oportunidad y coloco sus manos en los apoyabrazos. Luego me acomodo sobre su regazo hasta encajar su polla entre mis nalgas. Sigue excitado así que se siente rico tener su polla presionada contra mí. Termino por apoyar mi espalda contra su pecho. Luego echo atrás la cabeza hasta posarla sobre su hombro y giro mi cabeza para mirarlo a los ojos. Luce sorprendido, pero hay un rubor bastante pronunciado en sus mejillas que me dice que está excitado.

Bien.

-Gracias por hacer esto por mí, Santa –susurro con voz ronca.

-¿Qué quieres para navidad, pequeña Anna? –pregunta con voz estrangulada.

Lo pienso por un momento y descubro el señuelo perfecto.

-Este año quiero una de esas tangas que mamá esconde en el fondo de su cajón y que finge que no están ahí cada vez que aparezco misteriosamente mientras se viste para salir.

Lo escucho tragar saliva y un silencio tenso se instala entre nosotros.

-No creo que…

-Me encanta verla desnuda, ¿sabes? –lo interrumpo-. Tiene unas nalgas bien formadas y cuando se inclina para ver dentro del cajón abre ligeramente las piernas a tal punto de que puedo ver su culo con claridad.

-Anna…

-Anoche decidí que podía hacer algo con lo que ella me ofrecía, así que decidí arrodillarme detrás de ella y empezar a dar lengüetazos a su coño –digo volviéndolo a ignorar. Cierro los ojos y decido sacar mis tetas del escote, Luego cojo una en cada mano y empiezo a masajearlas lentamente-. Nunca había probado algo tan rico. Estoy obsesionada con su sabor –digo con voz jadeante-. Ella quería protestar, pero no pudo porque en ese momento le metí dos dedos mientras chupaba su clítoris. De su coño salía mucha humedad, Santa. No pude hacer otra cosa que tragar lo mejor que pude, pero igual terminé con la cara empapada.

Su polla se está enterrando contra mi culo y su respiración suena agitada. Decido ir más allá y paso mi camiseta rápidamente por encima de mi cabeza. Escucho el jadeo de Santa al ver mis tetas al aire. Vuelvo a presionar mi espalda contra su pecho y ahora aprieto con más fuerza mis tetas, teniendo especial cuidado con mis pezones.

Santa agarra con fuerza los apoyabrazos y yo decido empezar a hacer movimientos circulares sobre su polla.

-Se sintió tan rico que, cuando se corrió, no le quedó de otra que ir conmigo a la cama –gimo en su oído-. Ya yo le había hecho el favor así que puse mi coño contra su boca y la obligué a lamerme. Fue el mejor orgasmo en mucho tiempo, Santa y, ¿adivina qué?

-¿Qué? –pregunta Santa con voz estrangulada.

-Cuando terminamos, me dijo que podía usar sus tangas, ¿quieres ver?

No espero a que me conteste, me pongo de pie y me levanto la falda. Miro por encima de mi hombro y lo encuentro a pocos centímetros. Mira fijamente mis nalgas mientras un sudor corre a través de sus sienes. Luego me mira afligido.

-Mi esposa –dice con voz estrangulada.

-No se va a enterar, Santa. Éste es mi deseo de navidad, ¿recuerdas? Solo estás cumpliendo el sueño de una chiquilla desesperada –digo y sin esperar respuesta, me inclino y tomo una de sus manos. La dejo encima de mi nalga izquierda y lo hago apretar.

-Anna… -susurra desesperado.

-Sí, entiendo –digo, fingiendo simpatía.

-Gracias –suspira con alivio y deja caer su mano-. Sabía que…

Sus palabras se cortan cuando bajo el cierre de mi falda de elfo y la tela cae alrededor de mis tacones de diez centímetros. Me quedo parada de espaldas a él usando únicamente mi diminuta tanga, medias a rayas blancas y rojas y tacones rojos.

Me mira boquiabierto, o más bien a mis nalgas redondas y luego, como por instinto, coloca ambas manos sobre cada una. Las deja ahí por un largo rato y yo no hago nada para acelerarlo.

-Puedes tocar, Santa –digo con voz melosa-. No tenemos que hacer nada más si no quieres –miento.

Él asiente con un suspiro y empieza a amasarlas lentamente.

Sus toques empiezan tímidos, pero rápidamente toman fuerza y tengo que flexionar las rodillas para poder mantenerme en pie. Aprieta con fuerza juntándolas entre sí y luego las separa con tanta fuerza que soy consciente de los sonidos acuosos de mis fluidos.

Abro la boca para hablar, pero mis palabras quedan silenciadas cuando su pulgar empieza a mecerse a través de mi coño hacia mi ano. Poco a poco empieza a pasarlo lentamente de arriba abajo hasta que empieza a presionar con fuerza. Abro un poco más las piernas para darle acceso y decido inclinarme lo suficiente como para llevar mis manos hasta mis tobillos. Escucho un suspiro entrecortado mientras su dedo vuelve a acariciar mi coño y vuelve a meterse unos cuantos centímetros dentro de mi ano. Su juego continúa hasta que finalmente mete su pulgar completamente en mi culo. Para ese momento me tiene jadeando mientras mis piernas apenas me sostienen en la posición incómoda.

-Joder, Anna. Me tenías babeando por este culo desde que mi esposa te contrató –dice y acentúa sus palabras retorciendo su pulgar dentro de mí. Ahogo un gemido cuando eleva su pulgar y empieza a acariciar hacia arriba-. Sabía que me iba a follar este culo desde el momento en que te vi. Fue su error habérmelo puesto frente a los ojos, ¿no crees?

-Si, Santa –murmuro con un gemido de placer cuando lleva su otra mano a mi coño y le da un fuerte tirón a mi clítoris.

De un momento a otro se separa de mí y rasga mi tanga. Luego su pie golpea contra mis nalgas haciéndome caer hacia adelante.

-De rodillas, puta –exige con voz dura. Su fuerte empujón me hace caer contra la alfombra mullida. Rápidamente me reincorporo sobre manos y rodillas. Echo mi culo hacia atrás mientras lo muevo de lado a otro con gesto provocativo-. Rómpeme el culo, Santa.

Veo como alza una de sus cejas con sorpresa antes de soltar su cinturón y bajarse los pantalones con fuerza.

En un movimiento rápido, toma mis caderas con fuerza y enviste mi coño de una sola embestida. Grito de dolor por su tamaño, pero no me da tiempo a acostumbrarme. Empieza a taladrar mi coño con tanta fuerza que tengo que dejarme caer sobre mis codos para poder mantener el equilibrio. Aprieto los dientes e intento concentrarme en la pequeña llama de placer dentro de mí.

-Vamos, puta. Quiero escucharte gritar –dice antes de coger mi cabello y tirar hacia atrás con fuerza.

-¡Me duele! –grito cuando siendo varias hebras desprenderme de mi cabeza.

Se detiene abruptamente y yo suspiro con alivio.

-Tendrás que disculparme, pequeña duende. Hace mucho que no me follo a una puta tan caliente como tú –dice y luego me coge de la cintura y me lleva hacia atrás hasta que mi espalda choca contra su pecho.

Me acurruco contra la tela afelpada y lo miro por encima de mi hombro.

-Está bien, Santa. Sé que la señora Claus puede ser algo frígida. ¿No la has visto intentado coger los libros de la estantería? –digo con una nota de burla en mi voz.

-Cuidado, Anna –dice Santa-. No querrás ponerte en mi lado malo –termina y entonces muerde juguetonamente mi cuello con fuerza, pero estamos en nuestra propia fantasía erótica así que decido reaccionar como cualquier polvo rápido haría.

-¡Qué demonios! –grito e intento separarme de él, pero su agarre me presiona más contra él-. Suéltame, imbécil –digo indignada.

-Tú lo pediste, cariño. Así que vas a tener que aguantar.

Con eso, me lleva hacia atrás y me lanza contra la silla de Santa. Intento levantarme, pero siento su bota presionar contra mi espalda.

-Quieta, Anna. No querrás que esto se ponga feo.

Eso es suficiente para quedarme tranquila. Espera unos segundos y luego rodea la silla. Alzo la cabeza y es imposible verlo a través del gran espaldar de la silla. Suspiro con impaciencia, estoy muerta de curiosidad.

Escucho el tintineo de metal y frunzo el ceño. Luego me coge las manos a través de las aberturas de los reposabrazos con fuerza y me arrastra hacia adelante hasta que la coronilla de mi cabeza choca contra el espaldar. Luego siento como el frío metal se cierra en torno a mis muñecas.

-¿Qué demonios estás haciendo? –grito indignada-. Suéltame o llamaré a la policía.

No me responde mientras escucho sus pasos rodear la silla y llegar detrás de mí. Abofetea mi culo con fuerza antes de que se escuche el roce de la tela.

-¿Y qué dirás? –pregunta con sorna-, ¿que cedí ante las insinuaciones de mi pequeña duende caliente? –se ríe detrás de mí.

Gruño en respuesta.

-¿Qué pasaría si toco entre tus piernas, Anna? ¿Acaso no te excita la idea de estar esposada a merced de Santa? –pregunta y luego siento una de sus manos tocar mi coño-. Gimo con sorpresa cuando golpea mi clítoris-. Sí, eso pensé –dice sin poder ocultar el placer en su voz.

-¿Me vas a follar o no? –pregunto con irritación.

Una fuerte nalgada me hace dar un respingo.

-No seas insolente, Anna –dice y ahogo un gemido cuando siento su aliento caliente contra mi coño-. No vas a querer averiguar lo terrible que puedo ser.

Decido quedarme callada y morderme la lengua. La última vez que se irritó conmigo terminó dejándome excitada por días.

-Buena chica –dice y entonces le da una larga lamida a mi raja.

Presiono mi rostro contra el asiento mullido y me deshago en gemidos cuando empieza abre mis nalgas con sus manos y entierra su lengua en mi agujero. Luego entierra de nuevo su pulgar en mi culo y lo deja ahí por unos cuantos segundos que me tienen sudando en mi lugar.

-Por favor –susurro con voz necesitada.

Eso es todo lo que se necesita para que Santa empiece a follarme el culo con su pulgar. Lo mete y luego lo saca con movimientos lentos, pero constantes mientras enrosca su lengua alrededor de mis paredes vaginales.

Estoy chorreando mis jugos en su cara y parece que le gusta porque siento las vibraciones de sus gruñidos de placer contra mi coño.

-¡Joder, que rico lo haces! –grito sin poder evitarlo y luego lanzo un grito gutural mientras me dejo ir.

Siento su sonrisa contra mi coño antes de separarse y ahogo un gemido cuando saca su dedo de mi culo.

-Querido, Santa. Que rico chupas mi coño –digo con voz perezosa.

Escucho su risa carrasposa detrás de mí y yo sonrío contra el sillón.

Estoy esperando a que me desate, pero en cambio, siento su polla dura presionar contra mi coño. No lo suficiente como para entrar, pero lo necesario como para abrir mi agujero.

-¿Qué haces? –gimo con pereza-. No pensarás continuar…

-Ah, Anna. Apenas esto comienza.

Y con eso, entierra su polla dentro de mi coño con fuerza. Esta vez estoy preparada así que solo me dejo hacer mientras abro las piernas y flexiono mi espalda para darle mejor acceso. Entreabro la boca para dejar escapar el aire de mis pulmones, pero entonces, gira las caderas y su polla golpea el punto exacto para hacerme lanzar un grito de placer.

-¡Dime que te gusta! –exige Santa con voz gutural.

-¡Cállate y dame más fuerte! –gimo con fuerza.

Rápidamente empieza a acelerar sus embestidas y escucho la silla rechinar sobre el piso hasta que finalmente choca contra la pared. Una y otra vez soy follada con fuerza hasta que estoy demasiado cerca de un orgasmo. Intento avisarle, pero es demasiado para mí y termino gritando hasta quedarme sin voz. Unas cuantas envestidas más y Santa también se deja ir dentro de mí. Luego cae contra mi espalda en respiraciones aceleradas.

-Eres un duende muy malo, Anna –dice entre respiraciones aceleradas-. No esperaste por mí.

Un escalofrío me recorre ante el tono de reprimenda en su voz.

-Lo siento, Santa. Yo… -Empiezo, pero no me deja terminar. Se levanta y me da una fuerte nalgada.

-Pagarás por eso, Anna –dice y luego lo escucho moverse por la habitación.

Levanto la cabeza y lo veo desaparecer por el pasillo completamente desnudo. La imagen de su culo bien formado y su espada definida son suficiente para que una nueva oleada de calor me embargue.

Espero por lo que parece una eternidad hasta que lo veo reaparecer con un bolso en su mano, pero lo ignoro rápidamente cuando mi vista se fija en su polla completamente erecta. Se levanta orgullosa hasta llegar a su ombligo. Ya se puede ver el brillo pre seminal en la punta.

-¿Me dejarás probar tu bastón de caramelo? –pregunto con voz inocente.

Lo veo esbozar una sonrisa antes de sacudir la cabeza en negación.

-No lo mereces, Anna. Fuiste una niña muy mala y ahora estás en mi lista negra.

Eso me hace fruncir el ceño y empiezo a removerme en mi posición.

-¿Entonces ya terminamos? ¿Puedes desatarme? Dios me salve de nunca encontrar a un marido tan cruel como tú.

-Ah, cariño. Serías afortunada de encontrar a alguien como yo.

Resoplo con impaciencia e ignoro su pulla.

-¿Me liberas? –pregunto nuevamente.

En vez de responder, se coloca detrás de mí y empieza a abrir el bolso de antes. Escucho el tintineo de más metal y vuelvo a fruncir el ceño.

-¿Qué haces? –pregunto, cada vez más impaciente.

No dice nada, pero el frío metal cerrándose en torno a mis tobillos son suficiente para saber que no hemos terminado. Abre mis piernas hasta que siento una punzada de dolor por el estiramiento. Entonces, cierra las esposas en torno a las patas de la silla.

-¡Santa, ya basta! –gruño con impaciencia-. Ya quiero irme a casa –ruego.

Sigue sin decir nada. Coge un cojín, alza mis caderas un poco y lo coloca debajo de mi estómago para alzar mis caderas. Luego coloca una venda contra mis ojos.

-¿Qué…? –empiezo, pero me quedo en silencio cuando una de sus manos empieza a subir por mi muslo.

-Eres mía, Anna y voy a hacer con tu cuerpo lo que me venga en gana –gruñe y en un movimiento rápido, coge mi coño y presiona con fuerza para dar énfasis a sus palabras.

-Sí, todo es tuyo –gimo en rendición.

Eso parece complacerlo porque lo siguiente que sé es que su polla está presionando contra mi culo con insistencia.

-No va a entrar –murmuro con voz temblorosa.

-Lo hará –dice tajante.

Se separa un poco y escucho un tubo abrirse, luego algo frío cae sobre mi culo y él empieza a esparcirlo alrededor hasta que inserta uno de sus dedos dentro de mí. A ese dedo se le une otro y empieza a follarme con ellos. Me escucho jadear y un cúmulo de emociones me embarga por la oscuridad que me rodea.

-Por favor –no sé lo que pido, pero él si parece saberlo porque se detiene y luego su polla sustituye sus dedos.

Poco a poco empieza a entrar con insistencia.

-No puedo –jadeo con dolor.

-Si puedes, Anna. Solo relájate –dice y lleva sus dedos a mi coño. Entierra tres de un solo golpe y empieza a moverlos con fluidez dentro y fuera.

Gimo con desesperación y entonces él retoma su lenta penetración. Poco a poco siento como me llena hasta que sus bolas chocan contra mis nalgas.

La respiración se me entrecorta y suspiro intentando acostumbrarme a su tamaño. Su mano en mi coño se detiene y trago saliva, completamente abrumada por las nuevas sensaciones.

-No voy a poder durar mucho, Anna –susurra detrás de mí-, pero haré todo lo posible para que te corras.

-Sí – es lo único que soy capaz de decir antes de que su polla empiece a retroceder unos cuantos milímetros.

-¿Lista? –pregunta con voz tensa.

Asiento y es todo lo que necesita para enterrarse con fuerza dentro de mí.

Mi respiración se entrecorta y lanzo un grito sordo. Vuelve a retroceder lentamente, espera unos segundos y se entierra hasta la empuñadura. Mantiene por el ritmo por varios segundos y solo puedo gemir con fuerza cada vez que me penetra con fuerza.

Doy un respingo cuando vuelve a mover su mano en mi coño.

-¿Estás bien? –pregunta con voz entrecortada.

-Sí –jadeo con voz ronca-. Eres tan… grande.

Su risa suena detrás de mí.

-Lo estás haciendo como una campeona, cariño –dice con ternura antes de acariciar mi espalda con su mano libre-, pero ahora no voy a contenerme, ¿estás bien con eso?

Tomo aire con fuerza y me revuelvo un poco sobre la silla, intentando encontrar una mejor posición, o lo mejor que se puede cuando estás completamente encadenada a ella.

-Hazlo –digo sin titubear.

-Bien –dice con orgullo en su voz.

No dice nada más, toma mi cadera con su mano libre y entonces empieza a follarme el culo con fuerza. Su mano en mi coño se sincroniza con sus embestidas y en poco tiempo estoy gritando con fuerza.

-¡Mierda! –grito con fuerza-. ¡Me estás rompiendo el culo! –grito con voz entrecortada.

-¿Y eso te gusta? –pregunta con voz ronca.

-¡Sí! –grito completamente perdida en el placer.

-¡Dime cuanto te gusta! –gruñe con fuerza mientras sigue follándome con fuerza.

-¡Me encanta que me rompas el culo! –grito con fuerza.

Con eso, saca los dedos de mi coño y me coge las caderas con ambas manos. Empieza a moverse con fuerza dentro y fuera de mí. Los gritos de ambos hacen eco por todo el lugar, pero no nos importa. Seguimos por varios minutos hasta que me dejo ir con un grito gutural. Al poco tiempo él me sigue y luego cae sobre mí.

Ambos respiramos con fuerza, pero él se toma el tiempo para arrancarme la venda de los ojos y yo giro la cabeza lo suficiente como para verlo a los ojos.

-Feliz navidad, esposa –dice con una sonrisa en su rostro. Aún su respiración es trabajosa, pero besa mi mejilla con ternura.

-Feliz navidad, esposo –digo con un suspiro satisfecho.