La dueña del gim
Historia ficticia
Mi nombre es Paty, tengo 18 años. El relato que contaré sucedió hace casi un año.
Soy una chica delgada de 1.65 de estatura, de piel blanca y pelo castaño. Mis amigas siempre me han dicho que mi rostro es muy bello debido a mis facciones que son muy finas. Como lo mencioné soy una chica delgada, aun así tengo un cuerpo bien formado. A pesar de eso noté que de un tiempo para acá había aumentado algo de peso. Eso me preocupó ya que en mi familia, concretamente mis tías, son algo pasaditas de kilos. Así que decidí entrar a un gimnasio que queda cerca de mi casa.
Habían pasado apenas unas semanas desde que había empezado ha asistir a este gimnasio, hasta que cierto conocí a alguien que cambió mi forma de ver el sexo y la forma de sentirlo. En esa ocasión me encontraba pagando la mensualidad a la secretaría en una oficina que está al lado del gimnasio. De pronto entró por la puerta que comunica la oficina con el gimnasio una mujer, que resultó ser la dueña de el lugar. Se llama Rosa y es una mujer impresionante, desde el primer momento en que la vi me dejó con la boca abierta. Es como de 1.80 de estatura, morena con unos músculos impresionantes, su rostro era lindo, pero lo que te llama más la atención es su cuerpo. En un momento me encontré admirando sus enormes pechos, su tremendo trasero y sus muslos musculosos y grandísimos. Ella pasó junto a la secretaria y le dijo que estaría en su oficina y que quería que entrara cuando terminara de atenderme.
Ella entró a la oficina, cerró la puerta haciendo que el ruido me despertara de mi letargo. Le pregunté a la secretaria que quién era esa mujer, ella me contestó que era la dueña y que se llamaba Rosa. Me dio el recibo de la mensualidad y enseguida entró a la oficina. Después de eso me quede pensando otra vez en Rosa, realmente me había impresionado. Nunca antes una mujer me había dejado impresionada de esa forma. Pensé que se trataba de admiración, pero no era así y yo lo sabía. Sacudí mi cabeza y estaba apunto de dar la media vuelta cuando escuché un sonido proveniente de la oficina.
Pensé que había sido mi imaginación, me puse a escuchar más detenidamente, y otra vez escuché ese sonido. Era un quejido de mujer. No sé qué impulso y me acerqué a la puerta, ésta estaba entreabierta y traté de ver lo que sucedía en el interior. Me acerqué más, no podía creer lo que estaba viendo era esa mujer musculosa sentada en un sillón, tenía las piernas abiertas y a su secretaria hincada enfrente de ella mamándole el coño. La mujer tenía a la secretaria agarrada de el cabello con las dos manos mientras emitía esos quejidos que había escuchado.
Ella no tenía más ropa que un top que apenas podía contener sus tetas, los pezones erectos se le marcaban claramente y su respiración era acelerada. De pronto tomó con más fuerza a la secretaria y sumergió la cabeza de ésta en su coño y se vino. Tuvo un orgasmo bárbaro. Lo supe por cómo tembló por un momento levantando la vista al techo y soltó un grito.
Después de un momento ella se levantó de el sillón y le dijo a la secretaria:
– Lo has hecho muy bien zorrita, ahora mami te va comer el coñito.
Le levantó la falda, la tomó de la cintura, la levantó como nada y la subió al escritorio. La abrió de piernas, bajó su rostro hacia la entrepierna de la secretaria cuando de pronto se me cayó mi bolso y éste hizo un ruido, me asusté por temor a ser descubierta, tomé mi bolso y salí corriendo de ahí, llegué hasta mi casa, entré a mi cuarto me tiré en la cama y me quedé pensando en lo que había visto. Esa escena me había excitado mucho. Recordé a Rosa y su imponente cuerpo. La recordaba sentada en ese sofá tomando a su secretaria firmemente del cabello. Hubiera querido ser yo quien estaba hincada satisfaciéndola. Ya no tenía duda esa mujer me causaba una completa excitación. Me bajé el pantalón. Mi tanguita ya estaba mojada, también me la quité y me empecé a masturbar. Metía un dedo, después otro y me refregaba el botoncito. Empecé a jadear, sólo recordar el voluptuoso cuerpo de Rosa me volvía loca. La imagen de la secretaria hundida en el sexo de ese mujerón me excitaba como nunca. No sé cuánto tiempo estuve ahí masturbándome. Me levanté, tomé un baño y me puse a ver la televisión, volví a pensar en lo ocurrido esa mañana. Me preguntaba si me habrían visto espiando, si sería buena idea ir al siguiente día como si nada hubiera pasado. Pero pensándolo bien nada había pasado, ya que no había yo hecho nada y muy probablemente no me habían visto.
Al siguiente día fui normalmente y me puse a hacer mis ejercicios como siempre. De pronto la vi, estaba haciendo pesas, llevaba un diminuto short, que dejaba ver sus magnificas piernas, traía un top que alcanzaba a mostrar los lados de sus grandes tetas. Las gotas de sudor corrían por su cuerpo, estaba sentada con las piernas abiertas y eso me hizo recordar lo pasado anteriormente, me empecé a calentar, me levanté y fui directo al baño de mujeres, me aseguré de que no hubiera nadie y me metí a uno de los escusados, me senté en la taza, noté que la puerta no tenía picaporte así que sólo la emparejé. Me bajé el short que traía, me bajé las bragas y empecé a darme dedo pensando en Rosa. Apenas empezaba a tocarme cuando se abrió la puerta. Era Rosa estaba parada ahí mirándome fijamente, mientras yo me encontraba con las piernas abiertas, y mis dedos dentro de mi puchita. Me había seguido hasta aquí. Su mirada me daba algo de miedo, su cuerpo se veía aún más imponente de cerca. No sabía qué hacer traté de hacerme la enojada y decirle que se fuera, pero estaba paralizada y no podía ni abrir la boca.
Así que fue ella la que habló:
– Pero a quién tenemos aquí, eres la mirona del día de ayer.
– Yo, yo no…
– ¡Cállate!, aquí sólo se habla cuando yo lo diga. Eres una perrita muy caliente, mira que hacerse una paja en el baño. ¿En quién estabas pensando? ¿En mí? ¿Crees que no noté cómo me mirabas hace un rato?. ¿Y qué chingados pensabas ayer mirándome en mi oficina?.
– Yo, este no…
– Ven acá putita.
Me tomó del cabello y me levantó de la taza.
– Parece que tu mamá no te educó muy bien, pero yo te enseñaré a no espiar a otras personas.
Tenía mucho miedo, esa mujer era enorme, cuando me levantó apenas si le llegaba hasta los pechos me tomó de los hombros y podía sentir su enorme fuerza, sería mejor no resistir, o podría irme peor. Me ordenó que pusiera las manos en la pared y me hizo levantar el culo y me lo empezó a acariciar.
– Qué lindo culito tienes perrita. Me encanta hacer esto.
De pronto me dio una nalgada que casi me hizo gritar y casi llorar.
– ¡Aaaah!
– ¿Te duele mucho chiquita?.
– ¡Siiii!. Ya no me pegue por favor. – Entonces intenté voltearme para tratar de hacerla desistir, pero ella me tomó de la blusa con una mano y con la otra mano me soltó dos cachetadas y me dijo:
– ¿A dónde crees que vas linda?. Mejor no intentes nada o sólo tendré que usar más fuerza. Sabes que puedo hacer lo que quiera contigo puta.
Me volvió a voltear y continuo pegándome. La verdad es que me dolía mucho, pero eso también me estaba excitando mucho ser castigada como una niña malcriada. Ya tenía la concha chorreando sólo por la zurra. Después de no sé cuántas palmadas en el culo ella paró. Me empezó a acariciar de nuevo mi dolorido culo mientras me decía:
– Ya ha sido suficiente perrita, si te sigues portando mal la próxima vez te irá peor.
Me tiró en el piso y quedé hincada. Se quitó su short y me mostró su coño totalmente depilado.
– Ahora agradéceme el haberte castigado dándome una mamada de coño.
Me quedé mirando su concha, era imponente, sus labios eran muy gruesos, se veía enorme parecía que si acercaba mi rostro sería succionado. Cerré los ojos y me acerqué sacando la lengua e hice contacto. Empecé a lamer y chupar suavemente. Ella ya estaba algo mojada, parece que ella también se había excitado al pegarme, sus jugos me ponían más caliente, abrí los ojos y miré sus enormes muslos a mi lado.
– Qué rico chupas putita, pareces un cachorrito no cabe duda de que eres toda una maricona chupa puchas.
Sus palabras también me excitaban, empecé a sentir mi conchita más húmeda. Trataba de darle la mamada que mejor podría hacer. Estuvimos así un rato cuando ella empezó a decir:
– ¡Uummm!, ¡aah!, así pequeña, ya me vengo, hazme venir putita, hazme venir, chupa más fuerte. Así, mas aaah.
Ella tomó mi cabeza y me la hundió la cara en su coño mi nariz y mi boca estaban totalmente dentro, sentí su temblor.
– ¡Aaaaah!, ¡me vengoo!, ¡aaaaah!, ¡siiiii!, ¡aaaaah!.
Se vino increíble y vinieron sus líquidos que entraban a mi boca, continuaba Agarrándome fuertemente de la cabeza sentí que me ahogaba con su venida pero ella no me soltaba. Me empecé a retorcer tratando de soltarme pero era inútil. Ella se calmó un poco, empezó a reír y me dijo aun jadeando:
– Qué pasa cariño, ¿ya no quieres más coño?.
Por fin me soltó y yo empecé a toser por sus líquidos en mi garganta.
– Lo has hecho muy bien ramera, pero todavía no terminamos.
Se inclinó y me tomó de las axilas levantándome para sentarme en el pretil del lavamanos, de esa forma mi rostro casi quedaba a la altura del suyo. Con una mano me sujetó la cara tomándome de la barbilla mientras que embarraba un dedo de la otra mano con los restos de su venida que había en mi rostro y me lo metía en la boca sacando y metiendo como si fuera un pene.
– No desperdicies nada putita, chupa mi dedo. Qué linda te ves mamándolo.
Yo le chupaba el dedo con entusiasmo, realmente me encantaba.
Yo continuaba con mi respiración acelerada mientras que ella sólo me miraba con una sonrisa de lujuria y diversión. Parecía que le resultaba gracioso jugar así conmigo sin que yo pudiera hacer nada. Cuando termino me sacó la playera que traía y después me quitó el sujetador. Al ver mis tetitas empezó a reír mientras me las palmeaba suavecito.
– ¡Pero qué miniaturas son éstas!. Parecen de nenita. Pero cómo se me antojan.
Tomó una con cada mano y las empezó a amasar suavemente, después me pellizcaba los pezoncitos también despacito. Empecé a gemir. Enredó mi cintura con su fuerte brazo, se abalanzó sobre mi pecho y empezó a comerse mis tetitas. Sentí que de verdad las devoraría. Las lamía, chupaba, les daba pequeños mordiscos que me hacían dar saltitos. ¡Cómo me los chupaba!. Me estaba comiendo viva. De pronto metió uno de sus dedos en mi cosita. Solté un gritito y empecé a jadear aún más. Sentir cómo me tenía inmovilizada con su brazo en mi cintura, cómo me comía las tetas y me perforaba el coño con su dedote me estaba volviendo loca.
Dejó mis tetas un momento y empezó a lamer mi cuello, después mis orejas, luego pasó a mi boca. No me besaba sólo me lamía los labios y me los mordía. Ahora ya tenía dos dedos en mi interior. Empezó a bajar su rostro hasta mi cosita y me empezó a chupar el clítoris. En ese momento me vine como nunca, empecé a gritar como loca sentí como salían los jugos de mi conchita, exploté y quedé totalmente sin fuerzas.
– ¿Te gustó zorrita?, ya veo que sí, no puedes ni hablar. Ahora tengo que irme pero mañana te quiero en mi oficina a las 7 de la noche.
Se vistió, le quitó el seguro a la puerta del baño y me dejó ahí toda vaciada y dolorida del culo, el coño y las tetas. Me comencé a vestir como pude. No podía creer lo que había pasado, ella prácticamente me había violado y me había gustado mucho. Quería ser su amante, su esclava, quería que me hiciera todo aquello otra vez y todas las veces que ella quisiera.
Así el día siguiente fui a su oficina como me había dicho. Al llegar vi a su secretaria, la misma chica que había visto el otro día hincada comiendo el coño de Rosa. Era es una chica rubia de ojos color miel como de unos 22 años, muy linda con un cuerpo del tipo mío y que de seguro también sabía que yo las había visto. Nerviosa le dije que tenía una cita con Rosa. Ella respondió:
– Ahora no está ella pero me dijo que te hiciera pasar para que la esperaras ahí.
Se levantó, me tomó la mano, y me llevó hasta su oficina. Entramos y me pidió que me sentara en el sillón, ella se sentó conmigo y dijo:
– Conque tú eres la chica que nos miraba el otro día verdad. ¿Te gustó lo que viste?.
Yo no sabía qué decir, ella estaba muy pegada a mí y me miraba muy fijamente.
– ¿Quieres que lo hagamos ahora?
Me susurró al oído. Después empezó a lamérmelo.
– Sí.
Dije suspirando. Ella me empezó a lamer el cuello y a acariciar una teta por encima de la blusa. Yo estaba muy caliente desde el momento que salí de mi casa, así que ella no necesitaba mucho para convencerme. Ahora lo estaba haciendo con otra chica, no lo podía creer, Rosa me había hecho una lesbiana y me encantaba. En eso entró Rosa.
– ¡Pero que par de maricas tan calientes son, conque ya están cogiendo!.
Volteé sorprendida y me paré inmediatamente. Angélica que es su secretaria también se paró y trató de hablar.
– Ama yo sólo…
– ¡Cállate!. Quiero que se encueren ahora. ¡Rápido!
Nos comenzamos a desvestir lo más rápido posible, ella también se quedó Totalmente desnuda.
– Ahora quiero verlas besándose, quiero que me exciten.
Nos miramos Angélica y yo y nos comenzamos a besar y acariciar, poco a poco empezamos a entrar en calor otra vez. Rosa estaba sentada, en su silla masturbándose mientras nos veía.
– Así par de putitas cojan para su ama.
Se levantó de pronto, se acercó a nosotras, tomó a Angélica de los cabellos, la jaló hacia ella y la besó fuertemente. Era excitante verlas, Angélica parada de puntitas y Rosa bajando un poco la cabeza para pegar su boca con la de Angélica. Rosa la besaba como si se la fuera a comer, alcanzaba a ver cómo sus lenguas se abrazaban, a Angélica le corría saliva por la boca y yo me calentaba cada vez más. Por fin Rosa soltó a Angélica dejándola con la respiración acelerada y con la pintura de labios embarrada alrededor de la boca. Me volteó a ver como a un objeto de su propiedad, y me hizo lo mismo. Me penetró con su lengua y me dejó casi sin aire.
Sacó unas esposas de cuero, me puso los brazos en la espalda, y me las colocó en las muñecas. Lo mismo hizo con Angélica, después sacó una correa de cuero como de tres metros con dos bozales en las puntas y nos puso un bozal a cada una. Ese juego me gustaba cada vez más.
– Qué sumisas se ven putitas. Esto me calienta mucho. Ahora son mis perras personales.
Me encantaba esto, me sentía más suya. Ahora era su esclava, me podría hacer lo que quisiera.
– Chúpenme perritas, chupen las tetas de su ama.
Las dos nos dejamos ir a sus tetas, se las mamábamos con devoción mientras la mirábamos al rostro como si fuera nuestra diosa. Chupábamos como un par de bebes lactando.
– Chupen mamonas. ¿Esto les encanta verdad maricas?.
Bajó sus manos y nos empezó a acariciar el culo. Me apretaba las nalgas muy fuerte, yo sólo soltaba su teta para soltar quejidos por el dolor. A Angélica también se las apretaba, a las dos nos encantaba. Un dedo empezó a penetrarme el culo, solté un gritito de dolor y placer, al mismo tiempo gritó Angélica, al parecer a ella también le estaba dando dedo.
– ¿Les gustó perritas?.
Después nos metió todo lo que pudo los dedos haciéndonos levantar de puntillas y chillar de placer. Me había desvirgado el culo. Yo empecé a llorar por el dolor. Me tomó la cabeza y me empezó a lamer las lágrimas.
– No llores bebé, apenas vamos empezando.
Nos sacó los dedos y no los metió a la boca, haciendo que los chupáramos. Sacó una tanga con un pene de plástico enorme por dentro y otro por fuera. Tomó a Angélica y le hizo chupar uno de los penes. Se puso la tanga metiéndose el pene que chupó Angélica en su sexo. Después me obligo a hincarme y me hizo mamárselo.
– Chúpalo bien puta porque te lo voy a meter enseguida en tu conchita.
Yo se lo empecé a chupar para dejarlo bien lubricado y evitar que me doliera mucho. A Angélica le empezó a acariciar su coñito y a meterle un dedo, ella se deshacía de placer. Rosa se veía imponente con su enorme pene, teniéndonos controladas, amarradas, a mi mamándole el pene de plástico y teniendo el coño de Angélica bien agarrado. En un espejo grande que cubría una de las paredes podía verme hincada delante de ese mujerón. Angélica y yo nos veíamos pequeñas junto a ella. Totalmente a su disposición.
Rosa tomó mi cabello con una mano y me empezó a meter el pene cada vez más adentro y más rápido, me llegaba hasta la garganta, sentí que me ahogaba.
– Hasta el fondo bebé, cómetelo todo perrita. Chupa mi pene puta, chúpalo bien. Eres una ramera sucia mamavergas. Trágatela toda.
Continuo un buen rato, haciendo que el pene que llevaba por dentro de la tanga se le metiera más. Por fin me soltó, tiró a Angélica al piso y dijo:
– Suficiente. Ahora vamos al sofá, es hora de coger. Vengan conmigo perritas.
Jaló la correa para que la siguiéramos a gatas como un par de cachorros siguiendo a su ama. Su culo se veía enorme desde aquí, no le podía quitar las ojos de encima. Al llegar al sofá, ella se sentó y tomándose el pene dijo:
– Ven nena a ti te toca primero.
Me subí al sofá y me metí el pene poco a poco.
– Así ramera, cómetelo todo.
Me dolía bastante era muy grueso, como de unos 5 cm de ancho y unos 20 cm de largo. Estaba muy excitada, mi coño se sentía muy apretado. Yo quedaba de frente a ella, podía ver su mirada maliciosa con una sonrisa de lujuria como lo había hecho en el baño. Me tomó de la cintura con sus manos y me empezó a subir y a bajar. Empecé a jadear y quejarme. Era doloroso pero excitante a la vez. Ese mujerón me tenía totalmente ensartada como una muñeca. Me la metía y me la sacaba rápidamente sin contemplación. Yo sólo podía gritar como poseída ante su mirada perversa.
– Así bebita siéntela hasta el fondo.
Me soltó y me dijo que siguiera yo sola pero con la misma velocidad.
– Continua perra. Si paras antes de que te lo permita te pondré una paliza.
A Angélica la tomó de los cabellos y la empezó a besar más fuerte que como lo hizo al principio. La soltó y la empezó a masturbar, sacaba los dedos de la concha de Angélica y la hacía chupar sus jugos. Yo no paraba de jadear y gritar de placer. No sé cuánto tiempo estuve ahí, ni cuántas veces me vine, no aguanté más y le dije:
– Por favor ama ya no puedo más.
– Esta bien putita, pero la próxima vez tendrás que aguantar más.
Me desplomé cayendo en sus pechos, sin tener más fuerza para levantarme y sacarme el pene. Me tomó de la cintura y me desensartó de aquella tranca. Me acostó, me metió un dedo en mi concha y lo sacó empapado de jugos.
– Qué perrita tan caliente eres. Mira cómo quedaste de empapada.
Lo chupó y después me lo metió en la boca haciéndome que lo chupara hasta quedarme dormida mientras que ensartaba a Angélica.
No sé cuánto tiempo dormí, pero desperté por los gritos de Angélica que se venía de la cogida que le estaba dando Rosa. Ella también quedó rendida. Rosa la levantó y la puso junto a mí. Rosa se paró y se quitó la tanga.
– Miren que empapada dejé la tanga, ustedes dos perras me calientan tanto con su sumisión.
Me restregó la tanga en la cara untándome todo su jugo e hizo que Angélica me la lamiera.
– Vengan ahora les voy a dar su premio por portarse bien.
Nos arrastró hasta el baño que tiene en su oficina, nos jaló por la correa y nos metió a la regadera, nos hizo acostarnos en el piso y nos ordenó que nos besáramos. Ahí empezó a masturbarse un poco y luego se empezó a orinar en nuestros rostros mientras nos besábamos. Eso fue muy excitante.
Nos quitó las esposas y el bozal, abrió la llave de la regadera y nos bañamos las tres. Nos cambiamos y salimos. Rosa me llevó a mi casa y me dijo que me esperaba al siguiente día para seguir jugando no sin antes darme un beso como ella sabe y un buen par de nalgadas. Esa noche dormí profundamente esperando el siguiente día para poder estar de nuevo con ella y entregarme a todos sus deseos.
Después de eso seguimos cogiendo en diferentes lugares, siendo yo siempre la sumisa y ella mi ama a veces cariñosa y otras bastante ruda, pero yo siempre disfruto.