La ducha.
Ayla, observaba a su hermano, desde hacia tiempo, mientras él se duchaba.
No pudo evitarlo, o tal vez no quiso hacerlo. Lo cierto es que no era la primera vez, que tras escuchar el ruido del grifo de la bañera, Ayla recorría sigilosa el pasillo que separaba su habitación del cuarto de baño, y entornaba ligeramente la puerta para observar a su hermano desnudo.
Pero esta vez, las sensaciones que recorrían su cuerpo eran distintas, tal vez fuese por ser la única de su grupo de amigas que aun era virgen, o por recordar las palabras de su madre, un día que hablando de chicos ella la aconsejo que para la primera vez, escogiese un hombre que la cuidase y la tratase bien.
A sus dieciséis años Ayla se veía obligada, a menudo, a acariciarse su clítoris en las noches en que sus hormonas, se aliaban con el deseo y la soledad de su cama. Después, una tarde, mientras su hermano se duchaba, se acerco al baño, y se masturbo admirando su cuerpo. A raíz de esa tarde, su atrevimiento esporádico, se convirtió en una costumbre casi obsesiva que culminaría con la decisión que durante la noche anterior, había tomado...
El cuerpo de su hermano, dos años mayor que ella, permanecía ligeramente enjabonado, mientras la esponja de algodón recorría su creciente musculatura. Ayla, tuvo que realizar un doble esfuerzo; El primero para evitar comenzar a masturbarse como en veces anteriores. El segundo, para después de quitarse su ropa, avanzar desnuda hasta la ducha.
Tan solo ellos, permanecían en la casa, y pasarían aun, varias horas hasta que sus padres regresaran de trabajar. Ayla arrastró, inconscientemente, su dedo índice por el interior de sus labios vaginales. No se sorprendió, cuando al girar su mirada hacia él, lo encontró completamente mojado.
La puerta se abrió, como nunca antes lo había hecho. El vapor difuminó el cuerpo de Ayla, ante los ojos de su hermano, que con una mezcla de enfado y curiosidad, apartaba la espuma de su cara para observar a su hermana.
Antes de que ninguno de los dos, pronunciase palabra alguna, Ayla ya se encontraba en el interior de la bañera. Su mirada, hasta ese momento valiente, se tornó cobarde.
Separados por unos pocos centímetros, los ojos de Ayla, que apenas sobrepasaban en altura al pecho de su hermano, permanecían inquietos sin atreverse a mirar al rostro del muchacho, pero dudando si mirar su miembro.
Los segundos se convirtieron en una vida, en su nueva vida. La verga de su hermano, que continuaba en un silencio total, comenzó a crecer de manera considerable. La mirada de Ayla se volvió de nuevo valiente, y con ella sus manos, que aferraron con cariño el duro miembro. Después, sus rodillas se clavaron en el fondo de la bañera, al mismo tiempo que su hermano clavaba su verga en el interior de la boca de Ayla.
El agua de la ducha, que continuaba recorriendo el cuerpo del muchacho, escurría por la verga, hasta llenar de agua la gota de Ayla. Esta tragaba intentando no ahogarse, siendo incapaz de distinguir el agua de su propia saliva. Apenas podía percibir el sabor del pene, entre la continua, aunque débil, corriente de agua. Pero la dureza y la textura de la piel, excitó por completo a la joven, que mientras jugueteaba con su lengua, por el hinchado glande, acariciaba los testículos, que por momentos perdían su suavidad inicial, y adquirían una dureza indescriptible.
Su hermano presionó la cabeza de Ayla, empujándola de la melena hacia si mismo, y la mantuvo unos instantes con el miembro completamente oculto en su boca, hasta casi rozarse los testículos con los labios de su hermana.
Ese fue el único momento, en que Ayla se sintió agobiada, con la punta de la verga, rozando su campanilla, un amago de arcada estuvo a punto de romper la magia. Su hermano gimió al sentir la calidez de la boca en todo su miembro. Después, siendo consciente de la incomodidad por la que su hermana estaba pasando, saco la verga de su boca, y arrodillándose frente a ella, la besó con sumo cariño.
La espalda de Ayla quedó arqueada, adoptando la misma forma de la bañera, cuando su hermano la tumbó. Colocó cada pierna sobre su correspondiente borde de la bañera, de manera que la vulva de su hermana, quedaba totalmente abierta ante él.
El agua, aterciopeló la suave pelambrera morena de Ayla. La calidez de la lengua de su hermano, provocó un escalofrío de placer en el cuerpo de la chica. Era la primera vez, que alguien la tocaba la vulva. Y ni más, ni menos, lo hacia abriéndola los labios con la lengua, despacito, subiendo lentamente hasta alcanzar el clítoris. Las manos del muchacho, buscaron los pezones de su hermana, no eran muy grandes, pero la excitación los mantenía en un estado de máxima dureza. No fue necesario, que presionase e clítoris con demasiada fuerza, el solo movimiento circular, alrededor de él, provocó un aumento de la respiración de Ayla, que tras no mucho tiempo, conoció el primer orgasmo de su vida.
El joven disfrutó orgulloso, de los gemidos y contracciones de su hermana al paso de su lengua por el clítoris. Después, separando los ligeramente, con sus dedos, los labios de la mojada vulva, observó como el himen se encontraba sin perforar, y de él emanaban pequeñas cantidades de jugos.
Su miembro saltó endureciéndose al máximo, con sumo cuidado lamió el licor que flotaba sobre el himen, lo tragó, y levantándose le apuntó con su durísima verga.
El contraste del su placer y el ligero dolor de su hermana, lo excitó por completo. El himen, se expandió ante la punta de su vega, dejándolo penetrar hasta el interior del cuerpo de su hermana. Al invertir el movimiento, el muchacho observó ensimismado como su miembro retrocedía dejando en su piel, un liviano rastro de sangre.
Con la respiración desbocada, el joven aumento cuidadosamente el ritmo de las embestidas, y ciñendo su cuerpo al de su hermana, comenzaron a besarse apasionadamente. La pareja gemía de placer, los movimientos de la pelvis del muchacho, salpicaban gran cantidad de agua, al tiempo que aumentaba la temperatura de su cuerpo. Ayla, aprisionada y sin apenas poder moverse, empujaba su cadera intentando devorar con su vagina el miembro que se hundía en su interior.
Los hermanos gritaron al unísono, ella por el placer de ver cumplido su deseo. Él, en el momento en que varias oleadas de semen, se abrieron paso por el interior de la vagina de su hermana. Después permanecieron, abrazados en la misma postura sobre la bañera, el muchacho colocándose de rodillas, observó como el semen que fluía de la vulva de su hermana, lo hacia tenuemente manchado por la sangre vertida al perforar el himen.
Para cuando llegaron sus padres, ambos se encontraban estudiando en sus respectivas habitaciones. Él, con ligeros rastros de sangre, de su hermana, en su verga. Ella con el semen de su hermano en el interior.