La Dominación de Selene (5)
Sus padres fallecieron en un trágico accidente de coche, y sus tíos, su única familia, la tomaron a su cuidado. Pero ellos siempre estaban de viajes de negocios, y con la joven Selena, huérfana de padres, sólo quedaba su primo Devon, siempre serio y distante. Intentó gustarle. Hizo las tareas del hogar con diligencia, cualquier recado que necesitara, cualquier capricho que pudiera cumplirle... Hasta que de alguna manera...Se convirtió en su esclava. Notas: Perdonad la tardanza. Recomiendo leer antes las partes anteriores.
El dolor y el orgullo herido están impresos en aquellos ojos azules, profundos como pozos. Selene puede ver, a la escasa luz nocturna que entra por la ventana, que está tenso bajo la vieja ropa que utiliza para dormir.
La muchacha se recuesta y ladea la cabeza. No dice nada cuando él, con los movimientos calculados de un animal al acecho, se aproxima hasta tenderse a su lado.
Selene le rodea el cuello con sus brazos, dejando que él la tome por la cintura y se apriete contra ella.
Devon sumerge el rostro en el seno de la muchacha y permanece así, aferrado a su cuerpo.
Sólo entonces, acariciando el cabello del joven, desterrando de él las pesadillas y la soledad sólo entonces se siente completa.
De pronto abre los ojos, y se da cuenta de que está sola.
¿Dónde ha ido Devon? ¿No estaba allí? ¿No había ido a ella, como todas las noches? ¿No había recurrido a su compañía para huir de los sueños que lo atormentaban?
Se levanta de su lecho, sorprendida, y va a buscarle.
Devon no está en su habitación.
Recorre las estancias de aquel laberinto, buscando tras cada puerta, en cada cuarto. No lo encuentra. Se ha ido.
Empieza a llamarlo.
¿Dónde ha ido? ¿Ya no la necesita? ¿La ha abandonado ahora?
Desesperadamente empieza a correr, con el corazón desbocado. Grita su nombre en cada rincón de aquel laberinto del que no logra salir, mientras la luz se extingue y sólo va quedando oscuridad.
Selene despertó con un grito agónico atascado en la garganta. Tardó un momento en recuperar el control y respirar hondo.
Sentía aún el corazón palpitando a cien por hora en una carrera alocada.
Qué sueño tan absurdo, y qué absurda su reacción.
Sí, Devon sufría ciertos trastornos del sueño. Tenía pesadillas, y, aunque no se las había contado, Selene intuía que se debían a que en su vida siempre había estado solo.
Pero cuando ella comenzó a pasar las noches allí, comenzó a aparecer de vez en cuando, y luego cada vez más constantemente, hasta que fue casi una costumbre dormir juntos cada día.
Devon nunca decía nada. Sólo llegaba, tenso, herido en su prominente orgullo masculino por no ser capaz de soportar aquello a solas, y después se dormía abrazándola. Por la mañana volvía a ser un cretino, pero por la noche era sólo un muchacho que necesitaba ayuda desesperadamente.
Pero a ella le daba igual. Ella estaría contenta si él no volviera a su cama nunca más. En realidad, le gustaría que simplemente desapareciera de su vida y la dejara ser libre de nuevo.
Abrió los ojos y miró al techo.
<¿De verdad?> Pensó.
En ese sueño absurdo Devon se había ido, la había dejado. Y no se había sentido feliz ni libre, sólo
Perdida.
Suspiró y se giró para volver a dormirse Pero su mirada topó con el reloj en su mesita de noche. Eran las cuatro de la mañana.
Y estaba sola.
Su cuerpo reaccionó sentándose bruscamente.
Hacía mucho tiempo que Devon no pasaba una sola noche sin ir con ella. ¿Qué era diferente ahora?
La piel se le erizó ante ese pensamiento. No fue agradable.
De pronto se sintió como en su sueño: desechada, perdida y sola, con un doloroso vacío en el pecho, aquella parte de sí misma que Devon llenaba con todo lo que él era.
Sin pensar en lo que hacía saltó de la cama y se lanzó al pasillo.
Ni siquiera se le ocurrió que estaba recreando exactamente lo que había sucedido en su pesadilla. Sólo quería librarse de esa sensación. Sólo quería sentir que él la necesitaba todavía.
Entró en la habitación de Devon, y
Lo encontró allí.
Enrojeció al darse cuenta de su estupidez, pero toda vergüenza se apartó al mirarlo a los ojos.
Él estaba sentado en la cama, con la mejilla apoyada en las rodillas dobladas. Aquellos ojos profundos como pozos azules estaban cargados de angustia.
Tenía pesadillas. Pero, por algún motivo, no había recurrido a ella.
- ¿Qué haces aquí? Murmuró Selene.
El joven respiró hondo y luego se encogió de hombros.
- De vez en cuando - Respondió en voz baja. - tengo que dejarte dormir.
Debería haberse sentido atacada por la insinuación de cómo la agotaba con sus impúdicas atenciones, pero no puedo. Sólo podía pensar en el dolor de esos ojos, en cómo ese vacío en su pecho ardía de deseos por ser llenado.
Se acercó en silencio y lo abrazó. Devon la apretó contra sí.
Se acostaron juntos, sin decirse nada, sólo fundidos en ese abrazo.
Selene se sintió colmada de nuevo, y suspiró de alivio. En seguida cayó en las redes de un sueño plácido, sin darse cuenta (sin querer darse cuenta) de que, con aquella búsqueda desesperada, había quedado claro su total sometimiento a ese joven apuesto, viril, pero lascivo y retorcido que la tenía esclavizada.
Un rato después, sus labios pronunciaron sin su consentimiento las palabras que susurraba su corazón:
- De von
- ¿Mmm?
- No dejes de necesitarme nunca.
Él sonrió en la oscuridad y la besó en el cuello.
- Jamás. Prometió, pero ella no podía oírlo.