La Dominación de Selene (4)

Sus padres fallecieron en un trágico accidente de coche, y sus tíos, su única familia, la tomaron a su cuidado. Pero ellos siempre estaban de viajes de negocios, y con la joven Selena, huérfana de padres, sólo quedaba su primo Devon, siempre serio y distante. Intentó gustarle. Hizo las tareas del hogar con diligencia, cualquier recado que necesitara, cualquier capricho que pudiera cumplirle... Hasta que de alguna manera...Se convirtió en su esclava. Notas: Recomiendo leer antes las partes anteriores.

Le arrancó la falda y la camisa sin consideración. Selene gimió por lo bajo, sintiéndose sucia y derrotada. Le dolían las nalgas, pero a la vez algo ardiente se había aposentado entre sus piernas, algo que rugía y suplicaba por más de aquello.

<¿Qué me está haciendo?> Pensó, atormentada.

Todo su cuerpo estaba más sensible. Notó que un dedo se acercaba a su entrada posterior. Contuvo el aliento, pero no hubo penetración.

  • Relájate. – Susurró Devon con voz grave. – O te dolerá.

Ella lo sabía. No era la primera vez, y conocía bastante bien el procedimiento de aquella atrocidad enfermiza.

El dedo se filtró en su recto con toda sencillez. Selene se arqueó, tragando saliva y cerrando con fuerza los ojos.

Pensó.

Se retiró y volvió a entrar…acompañado de un amigo.

  • No tan deprisa…- Musitó.

Se odió a sí misma por el anhelo que se oía en su propia voz. Ella no deseaba aquello. ¡No deseaba aquello! ¿Por qué su cuerpo se empeñaba en traicionarla? ¡Odiaba esas aberraciones, odiaba todo cuanto Devon era y hacía!

Él hizo como que no la escuchaba, porque tras unos segundos introdujo un tercer dedo dentro de ella, arrancándole un quejido.

  • ¡No tan dep…¡ah!!

Se le escapó un leve grito cuando recibió un nuevo golpe en sus doloridas nalgas. Devon no admitía réplicas.

Devon sabía perfectamente lo que Selena podía aguantar. Mejor que ella misma.

Los tres dedos juguetearon en su interior, entrando con rudeza hasta el fondo, moviéndose en círculos, separándose para dilatar su recto.

Luego se retiraron. Ella sabía lo que venía ahora.

Pensó, pero no se atrevió a decirlo, por miedo a que su voz la traicionara otra vez.

Devon se movió a su espalda. De pronto lo sintió arqueado sobre ella, cubriéndola con su cuerpo ardiente. Jadeó cuando el aliento de su amo le cayó sobre el cuello, cálido y húmedo.

El miembro de Devon se apoyó en su dilatada entrada.

No fue delicado. Él jamás lo era.

La penetró de una sola embestida, robándole el aire de los pulmones, de manera que no pudo gritar ante la brutal intromisión.

  • Sssshh…- Devon la sujetó y la besó en el cuello, en el hombro.

Su dulzura duró apenas dos segundos. Después sus caderas comenzaron a moverse, empujándola con violencia.

Los instantes de dolor pasaron. Selene se sentía llena por aquel miembro que la taladraba sin clemencia, y el fuego entre sus piernas comenzó a subir por su vientre y su pecho, convirtiéndose en jadeos que al subir por su garganta se volvían gemidos cada vez más fuertes.

Los dedos de Devon atraparon sus pezones y comenzaron a pellizcarlos y retorcerlos con fuerza.

  • ¡Me…me…! – Musitó ella.

Quería decir que le estaba haciendo daño, que le dolía, que la dejara. Pero las palabras morían en sus labios.

Notó la convulsión del falo en su recto, y de inmediato el modo en que se derramaba.

Odió su propia desilusión, como siempre que Devon la sometía y la dejaba insatisfecha.

Pensó.

El joven salió de ella, y Selena, temblando, se sentó.

  • No. – Ordenó Devon. – A cuatro patas.
  • ¿Por qué? – Musitó ella.

La respuesta fue un golpe en las caderas. Con un jadeo Selene volvió a ponerse en posición. Sólo quería descansar. No, quería masturbarse. Descansar. Estaba confusa. Quería que todo terminara. Sólo eso.

  • Te has portado bien. – Dijo el chico suavemente, mientras sus manos acariciaban las nalgas de la muchacha. – Te mereces un premio.

No lo hizo. En realidad, no dijo nada.

De pronto los dedos de Devon la penetraron otra vez. Selene gimió, sorprendida, sintiéndose de nuevo llena.

Pensó. <¡Hará que me corra así! ¡No!>

Su amo empujaba cada vez más, sin demasiado cuidado.

Ella comprendió al fin.

  • ¡No! – Exclamó. - ¡Eso no! ¡Me vas a romper!

Quiso apartarse, alejarse de aquella locura, pero Devon la sujetó de su rubia melena y la mantuvo en su sitio tirándole del pelo sin compasión. Tampoco dijo nada mientras seguía empujando, más adentro, más adentro.

Los gemidos de Selene se quebraron en un grito desgarrador cuando la mano del joven penetró brutalmente su recto.

Él no permitió que se arqueara. La muchacha empezó a llorar, sintiéndose más llena que nunca, más humillada, más rota…y a la vez más excitada.

Creía que no podría soportar más. Se equivocaba.

Devon le soltó el cabello, porque sabía que no tenía fuerzas ni voluntad para escapar, y con su mano libre le comenzó a acariciar la empapada y doliente entrepierna.

Selene ya no era capaz de pensar con coherencia.

El ano le dolía, pero a la vez le encantaba esa sensación. Y los dedos de su amo en su sexo poco a poco la llevaban al delirio.

Él se arqueó sobre ella para hablarle al oído.

  • ¿Quién eres? – Le susurró.

Selene no lo sabía. Los movimientos sobre el delicado botón de sus placeres se hacían más violentos.

  • ¿Quién eres? – Volvió a preguntar Devon.
  • Se…Se…Selene…- Musitó ella.
  • ¿Qué más?
  • ¿Qu…? N…N…Aaaah…No…sé
  • ¿A quién perteneces?

Un atisbo de entendimiento llegó a su mente abrumada, pero no pudo luchar contra los impulsos que la sometían.

  • A ti. – Hizo en un jadeo.
  • ¿De quién eres?
  • Tuya.
  • ¿Qué eres?
  • T…Tu…esclava.
  • Más fuerte.

La mano en su recto comenzó a empujar de nuevo, penetrando sus entrañas. Selene gimió, sin saber si se moría de dolor o de placer.

  • ¡Tu esclava! – Musitó.
  • Más fuerte. Di quién eres, qué eres y a quién perteneces.

Algo comenzó a desatarse en su pecho cuando los dedos de Devon empezaron a pellizcar el botón de sus placeres con fuerza.

  • ¡Soy Selene, tu esclava! – Gritó. - ¡Soy tuya, sólo tuya!

Comenzó a gemir tan fuerte que sus palabras se fundían entre sí.

  • ¡Soy tu perra…! ¡Tu esclava! ¡Soy la puta de mi amo! ¡Aaaah! ¡Más, por favor, máááás! ¡Amoooo…!

Y estalló en el orgasmo más salvaje que había tenido nunca.