La Dominación de Selene (3)

Sus padres fallecieron en un trágico accidente de coche, y sus tíos, su única familia, la tomaron a su cuidado. Pero ellos siempre estaban de viajes de negocios, y con la joven Selena, huérfana de padres, sólo quedaba su primo Devon, siempre serio y distante. Intentó gustarle. Hizo las tareas del hogar con diligencia, cualquier recado que necesitara, cualquier capricho que pudiera cumplirle... Hasta que de alguna manera...Se convirtió en su esclava. Notas: Recomiendo leer antes las partes anteriores.

Cuando la puerta se abrió, Devon sonrió para sí. Allí estaba Selene, siempre tan…dispuesta.

No se molestó en mirarla, ni siquiera cuando cerró tras de sí con mucha suavidad. Colgó la piña de la ducha en la pared, de manera que el agua caía sobre él desde lo alto, y se sentó en la bañera.

En seguida vio de refilón a la chica coger la esponja y el jabón. Un momento después, sintió que le frotaba la espalda.

Pensó.

Por primera vez en la vida sentía que algo era suyo, de su propiedad absoluta e innegable. Selene siempre complacería sus mínimos caprichos, pero, ante todo, siempre estaría con él.

Nunca se había preguntado por qué. Quizá temía la respuesta.

  • Ya está. – Murmuró la chica a su espalda.

Supo que iba a apartarse. Se volvió bruscamente, cogiéndola de las muñecas para atraerla hacia sí. Leyó la aprensión en esos preciosos ojos azules. Selene intentó desasirse, pero no pudo.

  • No, no está. – Dijo Devon con lentitud. – Aún no has acabado.
  • Me dijiste que te frotara la espalda, ¡y ya lo he hecho!
  • Qué torpeza la mía. Quería decir…- Apoyó las manos de ella en su torso desnudo. - …que me ayudaras a asearme.

Casi pudo oír la pregunta mordaz que murió en los labios sugerentes de la muchacha. Sonrió para sí al ver que, tras un instante de debate interno, Selene se rendía. La soltó para ver cómo cogía de nuevo la esponja.

Poco a poco y con diligencia, la chica comenzó a frotarle el cuello, los hombros y el pecho. Cuanto más bajaban sus manos, más ruborizadas estaban sus mejillas.

Intuyó cuándo ella iba a pasar a sus piernas sin poner atención a la parte más importante de su cuerpo; la cogió de las muñecas y le arrancó la esponja.

  • Todo. – Susurró.

La obligó a tocar su miembro. Estaba endurecido y enhiesto de anticipación.

Selene contuvo apenas un gemido, intentando soltarse.

  • Ahora. – Exigió Devon. – No es difícil.

Ella se mordió el labio inferior, y luego sus dedos temblorosos rodearon el falo, comenzando a acariciarlo con movimientos lentos. Él suspiró, pero la mantuvo sujeta del brazo.

Se permitió disfrutar durante unos placenteros segundos, dejándose llevar por el gozo de los roces inexpertos de su esclava, contemplando divertido la chispa de curiosidad y deseo que se iba despertando, poco a poco, en esos ojos azules.

De pronto decidió que era hora de seguir con el juego. Tiró de ella con rudeza, arrancándole un quejido y metiéndola en la bañera.

  • ¡Espera! – Musitó Selene.

No la escuchó. La forzó a ponerse a cuatro patas. En seguida el agua empapó su escueta ropa, revelando las curvas que quedaban por mostrar.

  • ¡Suelta!

La chica se revolvió, pero él sabía cómo acallarla. La sujetó del hombro con firmeza, le levantó la falda y dejó caer un sonoro golpe en su nalga.

Selene gimió, pero se quedó quieta.

  • Así. – Dijo Devon en voz baja, suavemente. – Buena chica.

Ella no respondió. Él le acarició los glúteos, sin soltarla aún.

  • Me has hecho esperar quince minutos. – Comentó.
  • Estaba terminando la cena. – Replicó ella, cortante.
  • Lo sé, pero igualmente me has hecho esperar.
  • ¡Dijiste que cuando acabara!
  • Pero no dije que no fuera a castigarte.

Selene, ofendida por la injusticia, volvió a revolverse para intentar escapar. Devon rió por lo bajo y la sujetó de nuevo con fuerza, obligándola a permanecer a cuatro patas y a su merced.

  • ¡Suéltame! – Exigió la chica.

Volvió a golpearla en las nalgas, a lo que ella respondió con un jadeo. Necesitó tres más para que se quedara inmóvil de nuevo.

  • Ahora…- Dijo. – Serán un azote por cada minuto que has tardado. Pero como has sido buena y me has aseado muy bien, te daré sólo diez.

Sabía que no lograría engañarla. Ya la había azotado cinco veces, pero eso era al fin y al cabo culpa de ella.

Y de todas formas

La soltó lentamente, comprobando que se quedaba quieta, y llevó sus dedos al sexo de Selene. Un gemido los recibió, la tensión en los músculos. Estaba empapada, y no de agua precisamente.

le encantaban esos juegos.

Se quejaba, se azoraba, lo insultaba y se debatía, sí, pero Selene disfrutaba enormemente con la sumisión y el sometimiento de su persona.

  • Cuéntalos. – Ordenó Devon. – Si te pierdes vamos a tener que empezar desde el principio.
  • ¿Qué? ¡Ni hablar!

La ignoró.

Dejó caer el primer golpe.

Selene jadeó y cerró con fuerza los ojos, pero no se apartó. El joven chasqueó la lengua.

  • No te oigo contar. – Comentó.

Golpeó de nuevo.

  • Ah…- Hizo la chica. - …Uno

Sonrió para sí.

Era suya. Su obediente y devota esclava, aunque no lo quería admitir.

PLAS

  • D…dos

PLAS

  • Tres

PLAS

  • C-cuatro

Devon siguió hasta llegar a los diez. Para entonces las nalgas de Selene estaban rojas y muy calientes, como a él le gustaban. Ella jadeaba, temblando como una hoja bajo sus atenciones.

Acarició con suavidad los glúteos ahora ardientes, encantado con el resultado. Se permitió el placer de deslizar un dedo entre las piernas de la chica, sacándole un gemido trémulo, para comprobar que estaba empapada de jugos.

  • Buena chica. – Murmuró.

Se inclinó y la besó en la baja espalda.

El juego sólo había empezado.