La Dominación de Selene (2)

Sus padres fallecieron en un trágico accidente de coche, y sus tíos, su única familia, la tomaron a su cuidado. Pero ellos siempre estaban de viajes de negocios, y con la joven Selena, huérfana de padres, sólo quedaba su primo Devon, siempre serio y distante. Intentó gustarle. Hizo las tareas del hogar con diligencia, cualquier recado que necesitara, cualquier capricho que pudiera cumplirle... Hasta que de alguna manera...Se convirtió en su esclava. Notas: Recomiendo leer antes las partes anteriores.

Su madre le había enseñado a cocinar cuando era muy pequeña. Aprendió a utilizar a la vez la cuchara y la pala de madera, el vaso y el colador, el armario de las galletas y el de las especias.

Ahora, terminando la cena, estaba segura de que su madre se escandalizaría si supiera cómo y para quién cocinaba su inocente hija.

¿Para quién? Para el bastardo que la tenía esclavizada, que incluso estando fuera de casa la humillaba y mancillaba de maneras insoportables, pero que ella, de alguna manera, seguía aguantando sin saber por qué.

¿Cómo? Vestida…o, mejor dicho, no vestida , con una cortísima falda verde con mucho vuelo que a duras penas le cubría las nalgas, y una camisa blanca que casi no podía cerrar sobre su abundante pecho. No llevaba ropa interior. Dentro de casa no lo tenía permitido.

¡Permitido! Como si Devon fuera su amo y señor. Como si tuviera derecho a decirle lo que podía o no podía hacer.

Pero de algún modo…ella lo obedecía. Y no entendía por qué.

Hacía tres meses que sus tíos la habían tomado bajo su custodia. Apenas los conocía (habían tenido una pelea con sus padres, y habían perdido todo el contacto muchos años atrás), y definitivamente no conocía en absoluto a su primo, al que no había visto nunca.

Sus nuevos tutores nunca estaban en casa; tenían demasiado trabajo. De manera que Selene se había quedado sola con Devon, que era frío y distante, poco después de perderlo todo.

Quizá se trataba de eso. Se trataba del modo en que había intentado acercarse a su primo, agradarle. Le había empezado a hacer las tareas hasta encargarse de todas ellas, le llevaba la merienda a la habitación, el desayuno a la cama.

Y cuando Devon no podía sostener su orgullo masculino y se metía en la cama con ella por las pesadillas que sufría, lo abrazaba y arropaba con toda la calidez.

Fue un cúmulo de cosas, una tras otra, hasta que al final no pudo salir. Estaba sometida.

Selene suspiró y se frotó la frente. Había sido una estúpida, una necia ingenua que cayó en las garras de un sádico narcisista o vete a saber qué. Era un hombre odioso y lascivo que sólo pensaba en atormentarla y humillarla y

La puerta se abrió en el recibidor.

La chica sintió un escalofrío de anticipación erizándole la piel. Se obligó a no volverse, a no mirar, como si no se hubiera percatado. Trató de concentrarse en la cena que ya hervía, pero los pasos de su torturador parecían sonar dentro de sus oídos.

  • Mmmmmm. – Oyó de pronto.

Tragó saliva y se giró lentamente.

Devon la miraba, con los brazos cruzados. Cuando sus ojos se cruzaron lanzó una media sonrisa.

  • ¿Llevas algo debajo? – Preguntó.

Selene le dio la espalda otra vez, notando que le ardían las mejillas.

  • No. – Masculló, furiosa consigo misma por obedecer, por no saber cómo salir de aquella red.
  • Buena chica.

Pensó que iba a tocarla, pero no lo hizo. Por el contrario pasó por su lado y se acercó a la pared, de donde colgaba un calendario.

  • Mmmm. – Hizo Devon. – Se acercan "esos días".

Selene descubrió que aún era capaz de ruborizarse más.

Tomaba unas pastillas que regulaban su ciclo. Nada peligroso. Pero eso convertía su menstruación en un mecanismo que funcionaba como un reloj…y le daba a su primo ciertas libertades sin riesgos.

"Esos días" eran en los que estaba receptiva para quedar encinta. Los tenían apuntados en el calendario; entonces él se derramaba en ella…pero en otro agujero.

Pensó.

  • Voy a darme un baño. – Dijo Devon de pronto.

Como no se movió, Selene contuvo un gruñido y lo miró. Él lanzó otra sonrisa indolente.

  • Ven a frotarme la espalda. – Ordenó.

Ni hablar, quiso decir.

  • Pero la cena… - Fue lo que salió de sus labios.
  • Cuando la termines, por supuesto.

Entonces sí se fue.

La chica gruñó y se golpeó la frente.

¿"Pero la cena…"? ¿No se le ocurría nada mejor? No lograba negarse. Algo en ella la obligaba a aceptar, a seguir a aquel bastardo en todos sus juegos de sometimiento y humillación.

Selene suspiró, cerrando los ojos.

Estaba cansada de todo aquello. Muy cansada.

Pero cuando terminó la cena fue hacia el cuarto de baño y entró para cumplir con las órdenes.