La dominación de Isabel. 27
Revelado el gran secreto familiar de Claudia.
Mientras Isabel era prostituida en el piso que JM había alquilado para ese propósito, y era follada sin pausa por degenerados y depravados, JM, en los ratos libres que tenía, pues no siempre iba al piso a vigilar a su esclava, se centró en su otra sumisa, Claudia.
Desde que empezara su dominación, primero por parte de Isabel y después ya a medias entre ella y JM, Claudia había ido poco a poco sometiéndose y adaptándose a su nueva condición, lentamente, sin pausa. JM la adoraba, siempre enamorado de ella en secreto, pero ahora, tenerla a su disposición como esclava era más que un sueño hecho realidad, era increíble. Y teniendo más tiempo para dedicarle, quiso que su sometimiento a él fuera total, tanto como el de Isabel.
La llevaba a su casa y la sometía, pero a diferencia que con Isabel, a quien follaba poco, pues prefería humillarla y vejarla, a Claudia sí quería follarla, someterla, pero follarla. Eran dos tipos diferentes de esclavas; a Isabel le gustaba degradarla, verla humillada, llevarla hasta el límite de la obediencia y la sumisión. Aún le parecían increíbles todas las cosas que había hecho por él, incluido lo que en ese momento hacía en el piso. Por su lado, Claudia era un objeto delicado, adoraba acariciarla, pero no quería una novia al uso, lo que quería era una esclava sexual, humillarla, someterla, y follarla a todas horas. Sus dos perras. Una para humillar, otra para follar, y las dos para usar a su conveniencia y capricho.
Pero seguía sin saber nada concreto de los problemas familiares que tan celosamente Claudia se guardaba para ella y se negaba a revelar. Él y otras personas, compañeros de trabajo y amigos o amigas, sabían que las cosas no andaban bien en su casa, corrían muchos rumores, teorías y chismorreos, pero nadie sabía nada seguro. Ni siquiera JM. Y ya era hora de saberlo. Una esclava no debería tener secretos para con su amo.
Estando una noche los dos en la cama, en casa de JM, Claudia desnuda, boca arriba atada con cuerdas a las barras de la cama, mientras su amo, también desnudo, acariciaba y azotaba su suave piel cremosa, la ordenó contarle qué pasaba en su casa. Claudia intentó evitar el tema, pero las amenazas y golpes de su amo la hicieron hablar por fin. Sobre todo la amenaza de despreciarla y no volver a dirigirle la palabra nunca más la hicieron doblegarse y abrirse a su amo.
Le habló de su madre, con quien la relación no era mala; de su hermano, con quien casi no se hablaba, por una mera incompatibilidad de caracteres; pero sobre todo le habló de su padre, a quien quería, temía y odiaba a partes iguales. Le habló de una noche, en la que llegó a casa tarde después de haber estado con sus amigas, había bebido un poco; su padre estaba en el salón viendo la tele, solo, los demás hacía rato que dormían. Su padre también había estado bebiendo. Se enfadó con ella por llegar a esas horas, pero Claudia replicó diciendo que ya era mayor de edad y que podía llegar a la hora que quisiera. El alcohol desató las lenguas de ambos. Su padre se puso furioso, la llamó puta por su forma de vestir, lo cual no era cierto teniendo en cuenta lo recatada y formal que era Claudia, y le dio un bofetón con todas sus fuerzas por contestarle. Claudia cayó al suelo con la mejilla roja y ardiendo, se levantó como pudo, demasiado sorprendida incluso para llorar o haber gritado, y corrió a su habitación para meterse en la cama y llorar hasta quedarse dormida.
Su padre se calmó, se tomó otra copa y pasado un rato fue al dormitorio de su hija para disculparse. No encendió la luz, la que entraba por la ventana era suficiente. Claudia estaba tumbada dándole la espalda, con sólo una sábana cubriéndola. Su padre se sentó en la cama a su lado y empezó a hablar en susurros, sin saber si su hija le oía o se había dormido.
Lo que pasó a continuación Claudia lo definía como violación, su padre como un simple accidente, un error. Por la mañana Claudia no se atrevía a mirar a los ojos a su padre, por vergüenza y miedo; él se comportó como si nada hubiera pasado. Claudia siempre había sido una chica introvertida y un poco apocada, y lo que pasó no mejoró su carácter, la volvió más reservada, y sin atreverse a confesarle a nadie lo que había pasado, ni siquiera a su madre. Pero su madre sospechaba algo. El problema era que se sentía demasiado subyugada por su marido y no se atrevía a levantar la voz. Dos noches después, el padre de Claudia entró sigilosamente de madrugada en la habitación de su hija y volvió a follarla hasta quedar agotado. Claudia no habló, ni siquiera gimió, aguantó el dolor y la vergüenza hasta sentir el semen de su padre impregnar su interior. No era virgen, pero tampoco había tenido muchas experiencias y el dolor que sintió al ser penetrada por su padre fue muy intenso, tanto en su coño como en su ano, donde sí era virgen. En ningún momento sintió placer, ninguna de las veces que ocurrió.
Durante varias semanas la situación se repitió. Su padre, cuando tenía ganas, entraba en su dormitorio por la noche y la violaba. Claudia ya no se dormía, se quedaba despierta esperando que su padre apareciera. Su madre ya no lo sospechaba, tenía la certeza, pero no decía ni hacía nada, si su marido lo hacía, tendría buenas razones. Su hermano lo sospechaba, pero no estaba seguro, un par de veces vio a su padre entrar furtivamente en el dormitorio de su hermana de madrugada; imaginando lo que podría estar pasando y fantaseando con ello, se masturbaba por las noches en su cama. Se preguntaba qué pasaría si él también decidía entrar una noche en la habitación de su hermana.
Cuando Isabel empezó a someter a Claudia siguiendo las órdenes de su amo JM, hacía algún tiempo que el padre de Claudia no “visitaba” a su hija; ésta había estado fuera de vacaciones, también estuvo con alguna amiga viviendo, todo con tal de alejarse de casa de sus padres. Aún no tenía la independencia económica que necesitaba para irse de casa y alejarse de aquella pesadilla, pero un par de meses más trabajando para estabilizarse y podría hacerlo. En esa situación, psicológicamente quebrada, fue cuando Isabel, sin saberlo, empezó el acercamiento. Ahora, tumbada en la cama de su amo, se sentía feliz, y liberada por fin, al contarle a alguien, por primera vez, lo que pasaba en su casa.
JM encontró aquella confesión asombrosamente fascinante. Jamás habría imaginado que hubiera tanta perversión y depravación en la vida de su esclava. Y desde luego, si ese era de verdad el gran secreto de Claudia, ahora, al saberlo, la tendría totalmente bajo su control, si es que ya no lo estaba, pues en caso de que algún día se negara a obedecerle o decidiera abandonarle, la amenazaría con divulgarlo y destrozar su vida. Adoraba a Claudia, se podría decir que estaba enamorado de ella, pero la consideraba su esclava, y a una esclava hay que tratarla con disciplina y crueldad. Y a una esclava, por mucho que se esté enamorado de ella, hay que verla sometida y humillada. Y la revelación de Claudia le ponía en bandeja la forma de verla humillada y vejada de forma terrible.
Dejó las cosas como estaban y no hizo ningún comentario sobre la confesión de su esclava. La usó el resto de la noche y por la mañana fueron los dos juntos a trabajar. Dos días más tarde, después de dejar a Isabel en el piso para que recibiera a los clientes de ese día, fue a casa de Claudia, algo que no había hecho todavía. Por supuesto, y al igual que había hecho antes con Isabel, había estudiado concienzudamente todo el historial de Claudia. Sabía todo sobre ella y su familia: horarios, trabajos, nombres. Por eso podía saber quién estaría en su casa, quién estaría trabajando, quién no.
La sorpresa de Claudia fue mayúscula, que era el primer objetivo que buscaba JM. Jamás había pensado que su amo pudiera ir a su casa, y mucho menos de improviso. Claudia estaba en casa con su madre. Su hermano y su padre estaban fuera. Reponiéndose de la sorpresa, le hizo pasar y le presentó a su madre; se sentaron los tres en el salón con unos refrescos. JM se comportó de forma educada y correcta, se presentó como lo que era, un compañero de trabajo de Claudia que necesitaba hablar con ella de temas laborales. Tras un rato de charla, la madre les dejó solos para irse a la cocina a hacer la comida y JM pudo dejar de fingir delante de su esclava.
Se la llevó a su dormitorio y la ordenó desnudarse. Claudia protestó diciendo que su madre o alguien podría entrar, pero una bofetada de su amo dejó las cosas claras. Se arrodilló y chupó la polla de su amo hasta que se corrió en su boca. No le gustaba desahogarse tan precipitadamente ni que su esclava viera lo mucho que le excitaba, pero a veces no podía contenerse y se sentía demasiado excitado para dejar pasar la ocasión de follarle la boca a su perra y correrse en ella.
Cuando se limpió en la ropa de Claudia y se guardó la polla, se puso a revisar los cajones de su esclava; buscaba algo sexi, lo cual no era fácil de encontrar entre su ropa, al ser Claudia una chica tan poco dada a llamar la atención. Después de rebuscar un rato y de preguntarle, consiguió lo que buscaba y la ordenó vestirse lo más provocativa que pudiera. Claudia se puso su ropa interior más bonita, un conjunto de braguita y sujetador blancos, una falda corta, los zapatos de tacón que había llevado en la boda de una prima suya y una blusa. Poco convencido, José Manuel la hizo quitarse el sujetador y abrirse la blusa para mostrar más los pechos. Quería que recibiera a su padre así. Le dijo que si su padre tenía necesidad sexual de ella, debía complacerle, por algo él era su padre y le debía obediencia. Y no debía ser tan fría cuando él requiriera sus afectos, debía desearle y obedecerle como lo hacía con él mismo. Y para empezar, lo mejor era vestirse más adecuadamente, que su padre se sintiera atraído de nuevo.
Volvieron al salón y esperaron sentados hasta que pocos minutos después se abrió la puerta y el padre de Claudia entró en la estancia. Claudia estaba sentada como le había dicho su amo, con la falda muy remangada y las piernas ligeramente abiertas de modo que se le vieran las braguitas. Su padre se la quedó mirando, sintiendo crecer en él la excitación, saludó a JM, pero sus ojos no se apartaban del escote y las piernas de su hija. Siguiendo las órdenes de su amo, Claudia cogió a su padre del brazo y se lo llevó a su habitación con la excusa de enseñarle algo. La madre seguía en la cocina y JM se quedó fumando muy complacido en el salón.
Claudia y su padre entraron en el dormitorio. En cuanto la puerta se cerró, su padre, intuyó que raro pasaba y que su hija no quería enseñarle algo sino ofrecérsele allí mismo, justo en ese momento, con su mujer en la cocina y un invitado en la casa. Pero el deseo era más fuerte que el sentido común o que las ganas de hacer un par de preguntas, así que cogió a su hija por los hombros, la besó con ansia, recorriendo su cara con la lengua, la desnudó rápidamente y la folló sobre la cama.
El polvo fue rápido pero el semen, largamente contenido durante semanas, fluyó libre en el interior de Claudia, que aguantó el peso de su padre sobre ella mordiéndose los labios de vergüenza y humillación, recordándose una y otra vez que eran órdenes de su amo. Su padre se levantó y se guardó la polla aún chorreante en el pantalón y le dijo a su hija que se arreglara.
Ya vestidos, regresaron los dos al salón, el padre relajado, feliz y satisfecho, su hija con la cabeza gacha y avergonzada. JM y el padre de su esclava cruzaron una mirada cómplice; no se dijeron nada, pero hubo un entendimiento por ambas partes, especialmente por parte del padre; se sonrieron y JM se levantó y tras despedirse de los padres de su esclava, se fue.
Esa noche, como solía hasta hacía algún tiempo, el padre de Claudia se deslizó sigilosamente en la habitación de su hija cuando la casa estaba oscura y dormida. Claudia le esperaba acostada, pues sabía que la visitaría durante la noche, pero esta vez, y a diferencia del resto de veces, estaba desnuda, no en pijama. Su tumbó a su lado y acarició su cuerpo con deseo. Se quitó el pantalón del pijama y el calzoncillo y quedó desnudo, con la polla ya erecta. Giró a su hija y la penetró por detrás. Esta vez, como le había ordenado su amo, Claudia no permaneció en silencio, y todo el tiempo que fue follada por su padre gimió y suspiró como si de verdad lo estuviera gozando. Por dentro se sentía asqueada, quería matar a su padre, pero lo que sentía por su amo era superior a cualquier otro sentimiento y le obedecería siempre.
El padre de Claudia pasó tres horas dentro de la habitación de su hija con ella, follándola en todo tipo de posturas, recorriendo su piel, su cuerpo, con las manos, con la lengua y los labios, sabiendo en todo momento que se lo debía al misterioso compañero de trabajo de su hija, aún sin estar seguro de por qué. Volvió a su habitación, agotado, por la mañana temprano. Su mujer se hacía la dormida y le oyó acostarse con mucho sigilo; sabía perfectamente de dónde venía y lo que había estado haciendo. Pero era el cabeza de familia, y para ella eso era sagrado.
A la mañana siguiente, en el trabajo, Claudia y JM coincidieron en la sala de café. Claudia le confesó llorando lo que había pasado la noche anterior con su padre, y JM, sin disimular su regocijo, confesó estar muy orgullosa de su obediencia, decía mucho de ella el pasar una prueba tan dura como aquella. Claudia se alegró al oír aquello, convencida de que ya no tendría que volver a acostarse con su padre, pero divertido, su amo le dijo que por supuesto que sí, pero que él marcaría las reglas. Claudia estaba aún digiriendo lo que le había dicho su amo, cuando entró en la sala Isabel. Estaba ojeriza y se la notaba muy cansada, estaba embarazadísima, con la tripa enorme. Claudia no sabía nada de sus obligaciones para con JM, por eso la extrañaba que casi no se hubieran visto en las últimas semanas. Isabel había venido a trabajar ese día directamente desde el piso donde se prostituía para su amo; ni siquiera había pasado por su casa. Después de su último cliente sólo había tenido tiempo de lavarse rápidamente, vestirse y salir corriendo. Aún tenía manchas de semen en el pelo. JM ordenó a sus dos esclavas besarse; a Claudia el aliento de Isabel le repelió, apestaba a semen. Y si la hubiera tocado el coño o el ano, también habría comprobado que los tenía manchados de semen. Había disimulado el olor a sudor como pudo con perfume.
JM le dijo que esa noche podía descansar, pero que al día siguiente tendría que quedarse toda la noche. Isabel asintió cansada. Claudia no tenía ni idea de qué iba aquello, pero no preguntó, si su amo no se lo contaba, sus razones tendría. Isabel volvió a su puesto y JM aún se quedó un momento más para decirle a Claudia que cuando terminara, la acompañaría a su casa.
Sabiendo las costumbres no sólo de ella sino de toda su familia, sabía que al llegar a su casa se encontrarían con su padre, que habría vuelto de trabajar hacía muy poco, y no habría nadie más en la casa. El padre de Claudia les recibió y se dio la mano con JM, sin entender todavía cuál era su relación con su hija. JM y su esclava se sentaron en el sofá, juntos, y el padre de Claudia en un sillón frente a ellos. Charlaban tranquilamente sobre el trabajo de ambos, cuando JM, que había estado acariciando provocativamente los muslos desnudos de Claudia, y viendo complacido la reacción de deseo y celos en los ojos de su padre, se volvió a su esclava y le dio una orden directa.
-Creo que tu padre merece que seas complaciente con él después de un día de duro trabajo, ¿no crees?
Claudia, violentada, entendió la sugerencia y ante el asombro de su padre, se levantó y se arrodilló delante de él; le separó las piernas, intentando no mirarle a los ojos, y le abrió el pantalón para liberar su polla. Cuando la tuvo en las manos, se inclinó sobre ella y comenzó a chuparla.
Aferrando con fuerza los brazos del sillón, el padre de Claudia no podía evitar gemir; su mirada se encontró con la de JM y, sin hablar, hubo un entendimiento entre ellos. Comprendió que ese compañero de trabajo ejercía un control total sobre su hija, control sexual, y que estaba al tanto de lo que había pasado entre ellos en la intimidad de su hogar, pero que por alguna extraña razón, quería ver cómo su hija se avenía a seguir complaciéndole; no estaba seguro de cuáles serían esas razones, aunque en realidad le daba igual, fueran cuales fuesen, ese hombre sólo había tenido que musitar una frase y su hija ahora estaba a sus pies haciéndole una mamada. Desde luego ese hombre merecía su respeto.
JM sonrió al ver la comprensión, agradecimiento y respeto en los ojos del padre de su esclava y decidió ser aún más generoso. Sugirió a Claudia que podría seguir con lo que estaba haciendo de una manera más cómoda y agradable para su padre. Claudia de nuevo comprendió lo que su amo le ordenaba con indirectas, e interrumpiendo la mamada y poniéndose de pie, se desnudó justo delante de su padre, dejando caer toda la ropa al suelo. Su padre la miraba con los ojos como platos y la boca abierta por la sorpresa. La había follado muchas veces, pero ver esa obediencia ciega hacia ese desconocido le tenía totalmente alucinado. Cuando terminó de desnudarse, Claudia se arrodilló de nuevo y continuó mamándole la polla a su padre, hasta que éste se corrió en su boca, observando cómo su hija se lo tragaba todo y le dejaba a continuación la polla bien limpia.
JM la ordenó vestirse y sentarse de nuevo a su lado, lo que hizo ante la mirada de placer de su padre, encantado de ver tanta obediencia. Casi en seguida entró en la casa la madre de Claudia, que tras saludar fue a su dormitorio a cambiarse. JM se dispuso a irse, pero antes se dirigió al padre de su esclava.
-Tu hija es una mujer muy sumisa y obediente, pero sólo hacia mí. Hace todo lo que yo le pido, como acabas de comprobar. Será complaciente contigo como prueba de generosidad por mi parte, pero si quieres algo especial o diferente, antes tendrás que hablar conmigo, tu hija sólo responde ante mí.
El padre de Claudia asintió conforme y satisfecho.
-Por cierto…,¿te gustan las mujeres embarazadas?....