La dominación de Isabel. 26

Resumen de todo lo que tenía que pasar Isabel como prostituta de su amo.

A partir del día en que JM llevó a Isabel al piso del centro para que atendiera a todos los clientes que respondían al anuncio que había puesto en internet, casi todos los días iba allí. Generalmente JM estaba allí, pero no siempre. Isabel tenía llaves del piso y si su amo no podía ir y ya había concertada una cita con un cliente, iba ella sola, le atendía y se volvía a su casa.

JM controlaba todo, pues las citas las arreglaba mediante una página web de contactos. Recibía peticiones de clientes o simplemente información y él se encargaba de suministrar toda la información posible y de concertar las citas. Daba la dirección y cobraba en el mismo piso el día de la cita o le dejaba el encargo a Isabel si él no podía estar presente. Todo esto lo hacía con un placer enorme. Era parte del proceso de humillación y degradación al que estaba siendo sometida Isabel. Y prácticamente todos los días desde aquel primer día, había ido Isabel al piso, aunque sólo fuera para atender a un único cliente. Ya fuera para una hora o para todo el día, JM la quería siempre humillada y usada, tratada como una puta.

Sólo una vez había tenido problemas Isabel al cobrar a un cliente. Ese día ella estaba sola en el piso, el cliente la convenció para pagar después de follar, y como Isabel tenía órdenes expresas de su amo de obedecer en todo a sus clientes, tuvo que acceder. La folló y la usó como a la más vulgar de las putas y luego se negó a pagar. Isabel le suplicó, casi llorando, que el hombre para el que trabajaba (estuvo a punto de decir “mi amo” pero se dio cuenta a tiempo) se enfadaría terriblemente con ella, pero el cliente no hizo más que reírse de ella y de su ingenuidad, la insultó, la pegó una bofetada y se fue. Isabel se lo explicó a JM esa misma noche, cuando éste se pasó por el piso para ver cómo iban las cosas, y como era de esperar, se cabreó muchísimo, el ojo morado de su esclava no atemperó su furia y golpeó terriblemente a Isabel. Pero no estaba furioso porque no la hubieran pagado y él hubiera perdido dinero, eso le daba exactamente igual; ganar dinero a su costa, cobrar por que se la tiraran era sólo un aliciente añadido; el hecho de que la engañaran simplemente le daba una excusa para maltratarla y dejarle claro lo que pasaba si le desobedecía. Fingió estar enfadadísimo con ella mientras la tiraba del pelo, la daba hostias en la cara y golpes en las tetas, a duras penas disimulando lo mucho que estaba disfrutando. Isabel lo habría notado si se hubiera fijado en el enorme bulto que su amo tenía en la entrepierna, pero el dolor y la vergüenza no la dejaban ver las cosas con claridad.

Ese fue el único problema reseñable que tuvo Isabel con alguno de sus clientes. El resto fue simplemente aguantar las perversiones de los hombres que pagaban por follar a una embarazada. Y en los dos meses en que Isabel ejerció de puta para su amo, hasta poco antes de dar a luz, los hombres que la follaron y las perversiones que tuvo que aguantar fueron de todo tipo. Todos deseando follar con una mujer joven embarazada, incitados por el anuncio de JM y por la información que no dudaba en proporcionar si se la pedían.

La idea del anuncio era algo que JM llevaba maquinando desde hacía bastante tiempo, de hecho antes incluso de empezar con su dominación de Isabel. Pasaba mucho tiempo visitando páginas porno en internet de todo tipo, pero especialmente de sumisión y dominación; entraba en foros, conocía a gente con sus mismos gustos y se fijaba en los anuncios que la gente colgaba en las páginas de contactos. Nunca contestó a ninguno, él deseaba tener su propia esclava, no pagar ni compartir la de otro, y en todo caso, que fuera a él al que algún día le pagaran por hacerse con los servicios de su esclava. Durante algún tiempo pensó en diferentes diseños de anuncio, sólo como diversión. Hasta que llegó el momento de crear su propio y real anuncio.

Si deseas una mujer extremadamente bella y atractiva, Isa es la mujer que estás buscando. Si siempre has soñado con follar con una mujer embarazada, con una mujer que se someta a ti, que sea sumisa y obediente, y que sea capaz de llevar a cabo hasta tu más oscura y sucia fantasía, Isa es la mujer que buscas.

El anuncio era corto pero prometía todo lo que Isabel ofrecía, es decir, sumisión y obediencia. Además, y sin saberlo Isabel, añadió un foto suya que le había hecho un día en su casa; aparecía medio desnuda, con la tripa ya grande, en pose sugerente. Isabel no tenía ni idea de que un anuncio con una foto suya tan particular estaba corriendo por la red como la pólvora. Para cierta clase de gente o mejor dicho, de potenciales clientes, eso era precisamente lo que estaban buscando. El hecho de estar embarazada le añadía un plus de morbo que atraería aún más clientes. El primer día que JM colgó el anuncio en una web de contactos para pervertidos, recibió decenas de solicitudes, ofertas y preguntas. Los visitantes del anuncio querían saber todo tipo de detalles, especialmente qué era lo que estaba dispuesta a hacer Isa, como todos la conocían. JM, sobre todo en horas de trabajo, se divertía respondiendo cuestiones sobre su esclava y concertando citas. Sí, la chupaba sin condón; por supuesto que podían follarla sin preservativos, Isa estaba encantada de tragarse el semen de sus clientes y de recibir en sus agujeros todo lo que la echaran; sí, podía beber orina, eso no sería un problema; ¿violencia? bueno, a Isa siempre la ha excitado que la peguen en la cara o la retuerzan los pezones, y especialmente le encanta que le golpeen las tetas; ¿follarla en grupo?, sí, eso se podría negociar, aunque saldría un poco más caro; ¿someterla como a una perra con collar y correa, azotarla?, claro, Isa había nacido para ser la perra de sus clientes.

JM no encontró una sola proposición que tuviera que rechazar, estaba dispuesto a que Isabel hiciera cualquiera cosa que sus clientes quisieran. Desde luego iba a ser una prueba muy importante para medir su obediencia, teniendo en cuenta su estado. Ya vería en qué condiciones llegaba al parto.

Así que durante los dos meses que JM mantuvo el anuncio en la página, hasta  poco antes del parto, a Isabel la follaron todo tipo de hombres, no sólo maduros y viejos, sino en un par de ocasiones jovencitos veinteañeros, en ambos casos jóvenes con ganas de ver en realidad lo que habían visto sólo en internet; uno de ellos la folló imaginando que era su propia madre, esa era su fantasía, follar con su madre, e imaginar que la follaba embarazada hizo que tuviera tres orgasmos en media hora. El otro veinteañero se presentó colocado y la folló sin saber muy bien dónde estaba y qué estaba haciendo.

La follaron individualmente, pero en alguna ocasión también en grupo. Grupos de tres o cuatro hombres se juntaban en el dormitorio con Isabel y la follaban simultáneamente por todos sus agujeros. Isabel sufría mucho debido a lo abultado de la tripa y los dolores por las posturas a que se veía forzada; a cuatro patas, encima de uno de los clientes, mientras otro le follaba el culo, y otro más la boca. En esas ocasiones se iban corriendo dentro de ella uno tras otro, turnándose, o esperaban hasta después de haberla follado un rato para luego correrse todos a la vez sobre su tripa. Al final el resultado era siempre el mismo, Isabel acababa con sus agujeros llenos de semen, o todo el cuerpo, desde la tripa hasta el pelo y la cara, untados de la blanca sustancia; aparte de toda la cantidad que se veía obligada a tragar diariamente.

Había días en que JM la llevaba al piso al salir del trabajo por la tarde y ya no volvía a su casa hasta el día siguiente, recibiendo clientes uno detrás de otro, a veces sólo con el tiempo de lavarse un poco y cambiarse de ropa. A veces volvía al trabajo directamente y casi todas la ocasiones, tanto si iba a trabajar como si se iba a su casa con su familia, JM no la permitía lavarse. Llegó a estar en su puesto de trabajo, en su mesa mirando fijamente la pantalla del ordenador, con la mente en todo lo que le estaba pasando, mientras gotas de semen resbalaban de su pelo o de su cara y manchaban los papeles sobre su mesa. En su casa su marido un día la preguntó de qué se había manchado, y rápidamente improvisó una mentira, haciendo pasar el semen que impregnaba su cuerpo con alguna crema hidratante. Su marido nunca sospechó nada.

En el piso la obligaban no sólo a follar, sino a comportarse como una perra sumisa; JM llevó todo tipo de material y objetos sexuales y de dominación para poner a disposición de los clientes que lo quisieran. Y la mayoría lo usaba, una vez comprendían que lo que habían leído en el anuncio no eran exageraciones, y que era verdad que Isa se dejaba hacer cualquier cosa. La ataban o esposaban las muñecas, la amordazaban para que no gritara, o simplemente por el placer de verla con la boca tapada, ya fuera con una bola con correas o con un simple pañuelo. Había cuerdas y correas para atarla y cadenas y esposas para sus muñecas y tobillos. Amordazada, los clientes se sentían más cómodos a la hora de azotarla y golpearla, aunque a algunos lo que les excitaba era precisamente oírla sufrir. Había fustas y pinzas, sueltas y unidas a cadenas, con las que torturaban su cuerpo entero, especialmente sus pezones y pechos, pero hubo uno que disfrutó poniéndola pinzas en la lengua; su vagina tampoco se salvaba de las pinzas.

JM no tuvo que intervenir ni una sola vez, los clientes podían ser muy violentes y sádicos, pero sabían cuándo parar. Aunque tampoco estaba a todas horas en el piso, pero trató de no pensar en las posibles consecuencias si alguien cometía alguna barbaridad no estando él allí para intervenir. Aún así más de una vez tuvo que cancelar alguna cita por lo mal que se encontraba su esclava al haber sufrido un castigo excesivamente severo. Ante su cuerpo rojo, magullado, lleno de marcas, incluso cicatrices, bañado en semen, debía darle un tiempo para reponerse. Un cliente llegó a jugar con ella y con un cigarrillo encendido. No se le fue la mano y JM le dejó hacer. Una pomada para las quemaduras fue suficiente para que su esclava recibiera al siguiente cliente. Había consoladores y vibradores, una pera para lavativas, y JM había hecho algunas mejoras en el baño para cuando algún cliente quisiera, cómodamente, mear o cagar sobre Isabel.

Por lo tanto se podía decir que había tres tipos de clientes, los que simplemente querían follarse a una mujer embarazada, los que querían no sólo follarla sino humillarla, y los que querían hacerla sufrir con dolor. Y JM los aceptó a todos encantado. A los que la follaron hasta reventarla y la bañaron en semen, por dentro y por fuera. A los que la pasearon por la habitación a cuatro patas, la tripa rozando el suelo, llevada de una correa atada al collar de perro en su cuello mientras era azotada; muchos de estos clientes no eran capaces ni de una erección, pero disfrutaban humillándola, y generalmente eran los que acababan meando o cagando sobre la puta que habían pagado; unos la llevaban a la bañera, Isabel se tumbaba o se arrodillaba dentro de la bañera y el cliente, sobre la plataforma que JM había construido, orinaba o se ponía a cagar sobre su cuerpo; otras veces la meaban o cagaban directamente en la cama, donde JM había puesto unas sábanas desechables que absorbían los líquidos y las heces. Otros clientes disfrutaban viéndola a ella mear y cagar, y en alguna ocasión untaron su tripa de mierda, como la obligaron a comérsela y beberse la orina.

JM aceptó a los que querían hacerla sufrir, los que clavaron pinzas por todo su cuerpo, sus tetas y su coño lleno de pinzas, y sólo eran felices cuando veían las primeras lágrimas de dolor correr por las mejillas de Isabel. A los que la hacían lavativas y la hacían aguantarse por lo que a Isabel le parecían horas, mientras era torturada en los pezones, los pechos o el coño; otros la azotaban, no sólo las nalgas, sino los muslos o las plantas de los pies, o incluso las tetas. Un cliente la obligaba a sacar la lengua para azotarla.

Todo esto se repitió, con muy pocas excepciones, diariamente. Isabel acababa agotada, sólo la animaba ver a su amo complacido ante su obediencia, pero le desagradaba en extremo lo que le hacían todos aquellos degenerados y pervertidos. Iba al piso cuando se lo ordenaba su amo o la llevaba él en su coche, y temblaba pensando qué la harían los clientes de ese día. Y después de ser follada por todos los clientes, humillada y torturada, volvía a casa o al trabajo agotada y terriblemente dolorida. El embarazo seguía adelante y cada vez le costaba más inventar mentiras para que su marido e hijos no supieran qué hacía todos los días. Y en el trabajo, lo mismo para que no se notaran las manchas de semen o los moratones o las ojeras.

Y JM nunca había disfrutado tanto. Mientras su esclava ejercía de puta, podía dedicarse más a su otra esclava, Claudia. Los pocos días que decidía no aceptar citas para Isabel, la llevaba a su casa para que Claudia la sometiera y usara como hizo aquella primera vez, lo que le provocaba una excitación y unas erecciones tremendas, lo que se traducía en los posteriores orgasmos que tenía, generalmente con Claudia, dejando que Isabel viera cómo follaba con ella. Entre los clientes y Claudia, Isabel nunca se había sentido tan humillada desde que era esclava de JM. Y todo siguió igual hasta el día del parto.