La dominación de Isabel. 23

El momento que tod@s habíais estado esperando. JM deja embarazada a Isabel. ¿Qué pasará con su relación?...

Un par de días después de la sesión de sexo sucio en los servicios del trabajo, Isabel estaba en casa con su familia a la hora de comer, disfrutando de un día libre. Su marido sí trabajaba, pero había ido a casa a almorzar, junto con los niños que habían vuelto del colegio hacía un rato.

Ese fue el momento que aprovechó JM para presentarse en casa de su esclava. Que él recordara, era la primera vez que iba a casa de Isabel sabiendo que estaría toda la familia presente. No podía esperar para ver la cara que pondría su esclava al verle allí.

El marido de Isabel abrió la puerta y se sorprendió de encontrar allí a JM, aunque ya le conocía de haber coincidido antes en alguna celebración relacionada con el trabajo de él y su mujer. Le saludó amablemente y le hizo pasar a la cocina, donde estaba reunida la familia, recién terminada la comida. Isabel no podía dar crédito a lo que veía; no se podía creer que su amo se hubiera presentado a esas horas en su casa. Ya había estado allí muchas veces para someterla, pero siempre cuando ella había estado sola, nunca antes había aparecido a una hora en la que pudiera estar toda la familia. Nerviosa, disimulando el temblor en la voz, le invitó a pasar y le preguntó qué hacía allí. Saludando y bromeando con los hijos de Isabel, le dijo que había algunas cuestiones relacionadas con una posible huelga que estaban planeando llevar a cabo en el trabajo, y que como representante del sindicato, quería informar a algunos trabajadores clave lo antes posible, siendo Isabel una de ellos. Nada de esto era cierto, pero sonaba lo suficientemente creíble como para que el marido de Isabel no sospechara nada extraño y se preguntara a qué había venido JM a su casa a esas horas.

Al marido le pareció por tanto un tema muy importante y urgente y pensó que lo mejor era que su mujer y JM lo discutieran a solas en su despacho. Antes, ofreció un café a JM, que aceptó encantado, no por ganas sino por deseo de poner más nerviosa aún a su esclava. Habló y bromeó con los niños, dos jovencitos de 7 y 8 años, que ni podían soñar que su madre fuera la esclava sexual del hombre que bromeaba con ellos. JM le dirigió un par de miradas cargadas de intención a su esclava, mientras jugaba con sus hijos. Isabel le miraba con aprensión, conteniendo la respiración; sólo veía la imagen del hombre que la había obligado follar con mendigos, con su perro, con sus sobrinos, con Claudia, con desconocidos, que la torturaba, la humillaba, y allí estaba, tan tranquilo, tan normal, jugando con sus hijos y charlando animadamente con su marido. Pero su mirada lo decía todo. Su intención era ponerla nerviosa, humillarla. Nunca dejarle saber qué sería capaz de hacer, incluso en una situación como esa. Y claro que estaba nerviosa; estaba histérica.

Isabel insistió en que salieran hacia el despacho de su marido para hablar de los problemas laborales, como loca porque su amo dejara a sus hijos y su marido, pero tanto JM como su marido le decían que no había prisa, que se relajara, que primero querían tomarse el café tranquilamente y que ya hablarían luego de esos temas. Isabel tenía un trapo entre las manos que estrujaba más y más, inconscientemente, como señal del pánico que sentía. Al final JM se acabó el café y se levantó para poder salir de la cocina y dejar al marido de su esclava que fregara ayudado por sus hijos.

Recorrieron un pasillo y entraron en una pequeña habitación que el marido de Isabel usaba como despacho, en él trabajaba cuando estaba en casa y tenía tiempo libre. Una mesa, un par de sillas, estanterías llenas de libro y archivadores, y diversos aparatos, un ordenador, impresora, escáner, y la mesa cubierta de papeles, libros, cuadernos, totalmente llena. Pasó primero Isabel y JM cerró la puerta tras él.

-Ya he tenido bastante de tu repugnante familia, me han dado ganas de vomitar, el cornudo de mierda de tu marido y tus hijos…de puta. ¡Desnúdate, puta asquerosa de mierda!

-¿Aquí amo? Por favor, aquí no.

JM dio dos pasos hasta quedar junto a su esclava, delante de la mesa del despacho. Isabel se encogió instintivamente, esperando la respuesta violenta de su amo; estaba aterrada, sabía que su amo no bromeaba con ella, que realmente quería que se desnudara allí mismo, y seguramente la humillaría y la usaría, allí, con su marido e hijos al otro lado de la habitación, pudiendo entrar en cualquier momento. Se debatía entre la obediencia a su amo, ciega hasta ese momento, y el sentido común.

JM no le dejó más tiempo para pensar en su dilema, le dio un puñetazo fortísimo en el estómago. Isabel cayó al suelo doblada, con las manos agarrándose el estómago, gimiendo de dolor. Inmediatamente se levantó como pudo, sin poder por un rato enderezarse, y empezó a quitarse la ropa.

JM se había sentado en la butaca detrás de la mesa, haciendo comentarios obscenos sobre el marido de su esclava, mientras veía a su perra quitarse el jersey y la camiseta, las zapatillas caseras, el pantalón vaquero gastado y la ropa interior. Le desagradó enormemente la forma de vestir de su esclava, nunca había querido que vistiera como una puta, pero verla así vestida, sólo hubiera faltado haberla encontrado con una bata y con rulos en el pelo.

Isabel, ya totalmente desnuda, rodeó la mesa para acercarse a su amo; éste, cómodamente sentado, alargó la mano para acariciarle las nalgas. Luego un azote. Y otro. Y otro. Los golpes caían sobre sus nalgas sin pausa, cada vez más fuerte. JM disfrutaba azotándole las nalgas y ver cómo se le ponían rojas, como lo estaban en ese momento.

Justo en ese momento, unos golpes sonaron en la puerta, uno de los hijos de Isabel llamaba a la puerta para preguntarle algo a su madre. Isabel, angustiada, hizo un amago para ir corriendo a por su ropa para taparse, pero su amo no se lo permitió, sin dejar de azotarle en ningún momento y agarrándola fuertemente por una muñeca. Isabel, con la voz entrecortada por la angustia y por el dolor, respondió a su hijo lo que quería, sin dejar que entrara en la habitación, incluso llegó a gritarle enfadada para que fuera a ayudar a su padre, algo que nunca hacía, gritar a sus hijos. JM sonreía disfrutando de la escena y de la degradación y sumisión de su esclava.

Cansado de aquello, JM se levantó y apoyó a Isabel sobre la mesa, con el tronco y las tetas sobre todos los papeles que cubrían la mesa, se bajó los pantalones y se sacó la polla, que ya le dolía de lo dura y erecta que la tenía; la apoyó en la entrada del ano de su esclava y de un solo golpe la penetró. Isabel ahogó un grito y su amo la folló salvajemente. Tras un rato de meter y sacar la polla en su ano, la introdujo en su coño y siguió follándola, provocándole un orgasmo a Isabel y corriéndose él casi inmediatamente.

Mantuvo la polla dentro de su esclava hasta que se le pasó la erección y la sacó, flácida y goteando. Ordenó a su esclava arrodillarse y limpiársela con la boca. Satisfecho, se abrochó el pantalón, dando permiso a Isabel para que se vistiera.

Ambos salieron del despacho, JM sonriente y relajado, Isabel colorada y sofocada, pero en seguida se compuso para que su marido no notara nada extraño en su apariencia y sospechara. JM se despidió y se fue a su casa. Isabel se quedó acariciándose suavemente el estómago dolorido.

Durante las semanas siguientes, la relación entre Isabel, JM e incluso Claudia, siguió más o menos igual. Unas veces JM obligaba a sus dos esclavas a tener relaciones de sumisión y dominación por su cuenta, sólo para que la dependencia que tenían una de la otra aumentara; otras veces JM sometía a su esclava original, Isabel, generalmente en su casa, pero alguna vez lo hizo en lugares públicos, y una sola vez más en la casa de su esclava. A Claudia también la sometió a solas, y un par de veces se juntaron los tres, dejando entonces que Claudia dominara y humillara a Isabel, lo que le produjo un enorme placer al ver las miradas de odio de Isabel hacia su dulce Claudia y lo mal que llevaba recibir sus órdenes y ser vejada por ella.

Pero algo pasaba con Isabel. Faltó un par de veces al trabajo, lo que no había hecho casi nunca en los últimos años. Se la veía pálida, y en alguna ocasión acabó vomitando en presencia de su amo en mitad de una sesión de dominación, sin razón aparente.

JM pensaba que era un virus, y esperaba que se curara pronto. No le agradaba ver cómo su esclava le vomitaba encima sin ser él el que lo provocara. Isabel sí sabía lo que le pasaba, pero tenía miedo, de hecho, estaba aterrada. Tanto por decírselo a su amo como por las consecuencias en su casa.

Un día, en el trabajo, dos meses después de aquel día en que su amo la follara en el despacho de su casa, Isabel encontró fuerzas y el valor para hablar con su amo y explicarle lo que ocurría. Se acercó a su mesa y le susurró si podían hablar un momento en la sala de café. JM sospechó algo raro, su esclava nunca se dirigía a él de esa manera.

La sala estaba vacía, JM se sirvió un café y le preguntó a su esclava si tenía algún problema con su servidumbre hacia él. Ella le contestó en seguida que no, que estaba encantada de ser su esclava, pese a que ahora interviniera también esa guarra de Claudia. Pero el problema era otro.

-Estoy embarazada, amo.

JM no esperaba esas palabras. Se quedó con la taza de café en suspenso a medio camino hacia su boca, pero se rehízo en segundos, como amo, no debía mostrar sentimientos de miedo, nervios, duda o sorpresa delante de una esclava. Bebió café como si no hubiera oído nada, dándose así tiempo para asimilar lo que le había dicho su esclava y pensar una respuesta a ese “inconveniente”.

-Espero que no hayas follado con nadie que no sea yo, puta, ni siquiera con el mierda de tu marido.

-No, amo, jamás he desobedecido ninguna de sus órdenes. Sólo he follado con usted o con quien usted me ha ordenado. He estado haciendo cuentas y pudo pasar el día que estuvo usted en mi casa, cuando se presentó a la hora de comer y estábamos todos en casa y me folló en el despacho de mi marido.

JM ya no se acordaba de aquello, pero ahora que lo mencionaba su esclava, lo recordó, y una sonrisa irónica apareció en su cara.

-Creo que lo mejor sería que abortara de una manera disimulada, he estado pensando que podría decir en mi casa que voy a estar fuera unos días haciendo un curso de formación, y en su lugar ingresar en una clínica para abortar. Sí, creo que es lo mejor. ¿Me ayudará, amo?

-¿Abortar? ¿Por qué? El caso es que siempre he querido follar con una mujer embarazada, nunca lo he hecho, y es una de mis fantasías ocultas. Creo que sería delicioso dominarte y follarte con un gran tripón, ¿no crees, puta de mierda?

-Pero amo…

JM la abofeteó con fuerza por su insolencia al replicarle.

-Además, me imagino a Claudia dominándote estando tú embarazada, y, joder, me acabo de empalmar.

Isabel estaba aterrada, se había convencido de que su amo entendería la situación y la ayudaría a abortar, o por lo menos, no la pondría obstáculos. Pero no se imaginaba esto. JM se acercó y la acarició la mejilla que acababa de golpear.

-Te quiero embarazada. Quiero dominarte y follarte embarazada. Serás una buena esclava y me obedecerás, ¿está claro?

-Sí…amo…

-Pero para que veas que soy un amo comprensivo y magnánimo, te permito que folles con el cornudo de tu marido. Una vez. Hoy. Luego échale la culpa a él del embarazo. Por supuesto yo no quiero a tu hijo, de él que se encargue tu puto marido, que para eso está. Si es una hija, ya hablaremos.

No había salida de la situación en la que le había metido su amo, sólo esperar que su marido no sospechara nada, que fuera lo suficientemente ingenuo como para creer que el hijo de su amo era suyo. También sabía que aunque su amo había parecido sorprendido por la noticia, era algo que él había provocado casi desde el principio, no sólo él al follarla sin ningún tipo de protección, sino todas las personas con las que la había obligado a follar. Lo raro es que no se hubiera quedado embarazada mucho antes.

Esa noche, ante la sorpresa de su marido, Isabel folló con él. Sin gusto, sin placer. Se había acostumbrado tanto a servir a su amo, a ser maltratada por él, a ser usada, humillada y follada salvajemente por él, que hacer el amor con su marido casi le resultó repulsivo. Pero no era más que una táctica para enmascarar su embarazo, que al ser tan pronto, todavía no se notaba.

Las cosas siguieron igual un tiempo. Isabel, Claudia y JM seguían con su relación de sumisión/dominación, hasta que poco a poco la tripa de Isabel se fue haciendo más y más voluminosa. Su marido se sorprendió y alegró ante la noticia, sin sospechar en ningún momento que el bebé no pudiera ser suyo. Y JM se relamía viendo crecer la tripa de su esclava, pues su sueño de follar con una embarazada estaba cumpliéndose.

Habían pasado siete meses desde el día de la concepción, y esa tarde Isabel había recibido órdenes de ir a casa de su amo. Ya tenía una tripa enorme, se empezaba a encontrar muy incómoda, pero lo peor ya había pasado al principio, la etapa de los mareos y el cansancio. Además, no siendo primeriza y con la experiencia de sus dos embarazos previos, la cosa era muy diferente y llevadera.

Aunque volvía a necesitar algunas prendas diferentes para vestir, no le convenía llevar pantalones muy ajustados de cintura, por ejemplo. Esa tarde llevaba una falda holgada y una blusa que marcaba claramente el volumen de su tripa. Su amo la había ordenado llevar siempre ropa lo suficientemente ceñida como para no disimular la tripa. Quería que no sólo él la notara en todo su tamaño y esplendor, sino todo el mundo que la viera en el trabajo o por la calle. Incluso alguna vez tuvo que llevar camisetas cortas cuando la llevaba por la calle, que se le subían y dejaban la tripa al aire. A su amo le excitaba mucho su tripa y quería que todos disfrutaran de ella.

Nada más entrar en casa de su amo, se desnudó delante de él, como era costumbre; tiró toda la ropa al suelo y se quedó quieta siendo observada por su amo. Le acarició la tripa, recorriendo con la palma y los dedos extendidos toda su redondez. Isabel sentía escalofríos, pues sabía de lo que era capaz su amo, de su perversión y violencia. Aunque en el fondo se daba cuenta de que su embarazo era obra de su amo, como si de un experimento se tratara, y como si en el fondo, después de todo, tanto ella como el embarazo, y el futuro bebé, le pertenecieran. Y de hecho, ella le pertenecía.

Sus manos dejaron la tripa y agarraron sus pechos. Habían aumentado de tamaño ostensiblemente, cosa que excitaba a su amo, como a todos los hombres que la miraban. Aún no podía dar leche, pero pronto podría. Su amo apretó.

-Recuerda que la leche que llevas dentro es mía, puta asquerosa, solo para mi disfrute personal, será a mí a quien alimentes con esa leche, seré yo quien la desperdicie y la derrame si me apetece. Ni el bebé que salga de tus entrañas tendrá prioridad sobre esa leche sobre mí, yo decidiré y tú obedecerás. Max tendrá más prioridad que el bebé para mamar tu leche, babosa.

-Sí, amo.

Siguió apretándole las tetas, cada vez más fuerte, disfrutando por los esfuerzos que su esclava hacía por no gritar ni moverse. Tenía los pezones duros y grandes, y JM se resistía a no morderlos con todas sus ganas.

-Cuando empiece a salir leche de tus repugnantes tetas, siempre, todos los días, quiero que antes de salir de casa te saques unas gotas para mojar tu ropa. Quiero que se te vea la ropa mojada de la leche de tus tetas, en el trabajo, por la calle, en todos lados.

-Sí, amo.

Cuando el dolor ya se había vuelto insoportable, JM le soltó los pechos y se puso a darles palmetadas. Un dolor fue sustituido por otro. Isabel lo soportaba todo como hacía siempre, estoicamente, como su amo quería, mordiéndose los labios para no gritar, salvo cuando su amo le daba permiso para gritar, pues eso también le excitaba, como hizo en ese momento. Isabel gritó y se desahogó con todas sus fuerzas.

Cogió a Isabel por el pelo y la arrastró al salón, donde le puso el collar de perro delante de Max, que contemplaba toda la escena tumbado sobre la alfombra.

-¿Has visto, Max? Nuestra perra ha quedado preñada. Pronto podrás mamar leche directamente de sus tetas.

La puso a cuatro patas, disfrutando de la visión de ver sus tetas colgando y la tripa rozando el suelo. Cogió una de las fustas y le castigó las nalgas.

-¿Seguro que he sido yo quien te ha preñado, puta?, ¿no habrá sido Max la última vez que se corrió dentro de ti?

Las risas de JM reverberaban por toda la habitación mientras seguía azotando a Isabel y se burlaba de ella y la insultaba. La azotó también las plantas de los pies, el interior de los muslos y la espalda, y aunque lo había hecho miles de veces, Isabel no podía acostumbrarse al dolor lacerante. JM dejó la fusta y bajándose los pantalones, la penetró el culo, follándola con furia. Pero sin correrse, quería contenerse. La hizo dase la vuelta y quedar tumbada boca arriba, mostrándole la tripa, las tetas y el coño bien abierto. Arrodillándose entre sus piernas, la folló el coño con las manos recorriendo su tripa. Sin dejar de follar, la hablaba para humillarla.

-¿Qué ha dicho tu marido de que te quedaras embarazada, babosa repugnante?

-Está encantado, amo, muy contento.

-¿Sí? Es increíble, ¿está encantado de que a su mujer se la folle cualquiera menos él y la dejen preñada? Asqueroso cornudo de mierda.

-No sospecha nada, amo, el día que me permitió follar con él cree que es el día que me dejó embarazada.

-Cuéntame cómo te folló, perra.

Entre jadeos le contó la sesión de sexo con su marido, mientras JM seguía follándola, unas veces más despacio, otras aumentando el ritmo, escupiendo sobre su tripa y amenazándola con golpearla ahí. Hasta que ya no pudo aguantar más y saliéndose de ella rápidamente apuntó con la polla a la tripa de su esclava y se corrió sobre ella. En segundos la tripa de Isabel quedó cubierta de semen. JM le ordenó extenderlo con las manos por toda la superficie, mientras él jadeaba y se recuperaba del orgasmo. Acercó la polla aún goteante a la tripa y cogiéndosela con una mano, golpeó con ella varias veces sobre la tripa de Isabel. Se levantó mientras su esclava seguía extendiéndose el semen y fue a buscar las bragas de su esclava para limpiarse la polla con ellas.

-Creo que el semen es un buen lubricante para tu tripa, ¿no crees, perra?

-Sí, amo.

-Me alegro que pienses así, puta, porque la tendrás en abundancia, te lo garantizo.

Le tiró las bragas a la cara y la ordenó chuparlas. Le dijo que se vistiera, pero sin las bragas y sin lavarse el semen de su tripa. Sabía que en un par de horas tenía que estar en el trabajo, pero no pasaba nada porque fuera a trabajar con la tripa bien pringada de semen. Ojalá la gente la oliera y se preguntara cómo podía ser tan puta y tan degradada.