La dominación de Isabel. 22
Coprofilia. Un relato de dominación y sumisión no apto para estómagos débiles. Si no te gusta este tema, mejor no lo leas.
Cuando JM se levantó por la mañana lo primero que hizo fue ir a ver cómo estaba su esclava. La encontró dormida, colgada de las cadenas que sujetaban sus tobillos y muñecas. La despertó con una bofetada y le soltó las cadenas. Cayó al suelo como un fardo. JM dormía desnudo, apuntó con la polla a Isabel y orinó sobre ella. Una meada larga que empapó todo el cuerpo de su esclava, desde el pelo a los pies.
Cuando las últimas gotas cayeron sobre ella, la ordenó chupársela para limpiarla. Isabel había bebido tantas veces la orina de su amo, que ya casi no le resultaba desagradable. Cuando terminó tuvo que lamer el pis que encharcaba el suelo en el que estaba, en el que su cuerpo desnudo chapoteaba. Lamió, chupó y bebió hasta que su amo se cansó y la ordenó vestirse con la ropa que había traído para la cena. Cuando estuvo vestida, pero sin lavar, apestando a orina y a los excesos de la cena, la echó de su casa.
Volvió a su casa, sólo que esta vez pasó algo que había conseguido evitar desde que había empezado su relación de sumisión con JM. Su marido y sus hijos estaban en casa cuando volvió, era sábado por la mañana. Como pudo, consiguió escabullirse hacia el cuarto de baño antes de que pudieran percibir cómo apestaba. Ya había sido bastante humillante volver a casa en autobús, rodeada de gente que miraba su pelo mojado y olía con desagrado su peste. Pero si su marido o sus hijos lo notaban y empezaban a hacerle preguntas, no sabría qué hacer. Consiguió salvar la situación, se dio un larguísimo baño para quitarse toda la suciedad, descansó unas horas y se fue a trabajar. Ese fin de semana tenía turno en el trabajo.
Cuando llegó al trabajo miró a la mesa de su amo por instinto, aunque sabía perfectamente que ese fin de semana él no tenía turno. Claudia sí estaba y las dos se miraron con una mezcla de sentimientos: deseo, celos, envidia, odio, lujuria, vergüenza.
Se sentó en su puesto y tras dos horas trabajando apareció el primer mensaje de su amo. La insultaba, la humillaba, y le daba órdenes para llevar a cabo esa tarde durante la jornada, sabiendo también que Claudia estaba allí. Las órdenes eran muy claras, sólo tenía que esperar el momento apropiado para llevarlas a cabo. Y ese momento llegó escasamente 20 minutos más tarde.
Cuando vio que Claudia se dirigía al servicio, esperó un momento, se levantó y fue también ella. Había visto cómo entraba en el baño, y ahora comprobaba que estaba dentro de uno de los reservados. Las órdenes eran muy claras, sorprenderla y “jugar” con ella. Y hasta ahora no había desobedecido una sola orden de su amo. Ni pensaba hacerlo ahora.
Abrió la puerta de golpe y Claudia ahogó un grito al verse sorprendida de esa manera. Estaba como Isabel esperaba, sentada en el retrete, con los pantalones y las bragas por los tobillos. Al principio pensó que sólo meaba, pero luego vio que estaba cagando. Isabel cerró la puerta tras ella, mirando a los ojos a Claudia con una media sonrisa, luego a su cuerpo, a su intimidad. Claudia había enrojecido, aquella situación era vergonzosa y muy humillante. Pese a todo lo que había pasado entre ellas en los últimos días, y más aún con JM, todavía no se acostumbraba a estas cosas, y encontrarse de repente cagando delante de Isabel la hacía sentir muy avergonzada y vulnerable.
Isabel se acercó a ella, metiéndose entre sus piernas, separándolas con su cuerpo. Claudia no había dejado de cagar y en el silencio del baño sólo se oía la mierda caer al agua. Claudia no podía hablar, estaba demasiado sorprendida por la entrada de su compañera, casi como hechizada; ni siquiera cuando la mano derecha de Isabel se puso a acariciar su pelo, con delicadeza, con amor. Luego la cara, hasta llegar a sus labios. Los recorrió con un dedo y lo introdujo en la boca. Claudia chupó el dedo, recorriéndolo con la lengua, sin dejar de mirar a Isabel a los ojos.
Isabel le subió la camiseta a Claudia y se la quitó, tirándola al suelo. Le desabrochó el sujetador e hizo lo mismo con él. Se agachó delante de ella, separándole las piernas todo lo que pudo. Claudia se echó hacia atrás, dejando a la vista el agujero del retrete y la entrada a su coño; el retrete apestaba a pis y mierda. Isabel introdujo una mano entre los muslos de Claudia y la penetró en el coño con dos dedos.
La masturbó mientras seguía cagando. Tenía el coño mojado de pis de haber meado; estaba caliente. La masturbó un rato y luego le ofreció los dedos mojados para que los chupara. Así lo hizo.
Isabel volvió a introducirle los dedos en el coño, sólo un momento, y después bajó la mano hasta mojarla en el agua sucia del retrete; la sacó chorreando y volvió a masturbar a Claudia. Lo repitió dos veces, la tercera llevó los dedos mojados y sucios a la boca de Claudia, que chupó sin pensar en lo que hacía. Le supo horrible, la mezcla de orina, de mierda, era un sabor repugnante, pero Isabel no apartaba la mano de su boca, no necesitaba hablar para darle órdenes, de hecho, ninguna de las dos había pronunciado una sola palabra en todo el rato. Pero Claudia se sentía tan subyugada por Isabel, que no podía resistirse a hacer todo lo que ella quisiera, por muy repugnante y degradante que fuera. Y por tanto, siguió chupando la mano sucia cada vez que la introducía en el retrete y se la daba a lamer.
Isabel se agachó otra vez para introducir una vez más el brazo en el retrete. Cerró el puño y sacó la mano, mojada, apestando, cubierta de mierda. Apoyó el puño en la entrada del coño de Claudia y presionó. En segundos la estaba follando con el puño entero, metiéndolo y sacándolo como si fuera un consolador. Cada vez con más fuerza. Claudia aguantaba los gritos, pero no los gemidos.
Tras follarla durante un rato, sabiendo que el dolor sería grande, incluso en un momento había llegado a introducir el brazo casi hasta el codo, se lo dio a chupar. Claudia estaba agotada y dolorida, y asqueada. Isabel se levantó y se separó de ella; se bajó el pantalón y las bragas y se puso de cuclillas. Sonriendo a Claudia con maldad, empezó a mear en el suelo. Un chorro fuerte salpicó el suelo y lo empapó todo en segundos, incluida la camiseta y el sujetador de Claudia que seguían tirados en el suelo. Cuando terminó, se vistió y ordenó a Claudia levantarse del retrete y ponerse a cuatro patas en el suelo, sobre la orina. Claudia obedeció y con el culo sin limpiar y el coño chorreando agua sucia, se arrodilló, chapoteando en el pis de Isabel.
Obedeciendo las órdenes de quien consideraba prácticamente su ama, Claudia agachó la cabeza y chupó la orina, recorriendo las sucias baldosas del suelo con la lengua. Lamió y bebió la orina hasta casi dejar seco el suelo. Antes de que terminara, Isabel abrió la puerta y la dejó abierta, saliendo del baño. Había cumplido las órdenes de su amo.
Odiaba a Claudia, le daba asco ver lo que era capaz de hacer por ella, pero al mismo tiempo estaba excitadísima por esa misma razón. Y se dio cuenta de que la misma degradación a la que llegaba Claudia con ella, era a la que llegaba ella misma con su amo.