La dominación de Isabel. 2
Interludio. Los hechos que pasan durante el primer episodio.
Isabel volvió esa noche a casa sintiéndose muy extraña, una serie de emociones y sensaciones se agolpaban en su cabeza. Todavía le dolían los pezones, los notaba duros e irritados rozándose con la blusa. Notaba también humedad en el pantalón, donde sus partes más íntimas tocaban la tela. JM no le había prohibido masturbarse y mucho menos tener orgasmos, y eso es lo que había hecho, en cuanto se quedó sola, cuando su recién estrenado amo había terminado el turno y se había ido a casa.
Se concentró en la palabra que acababa de pensar, “amo”. Aún no podía acostumbrarse a esa palabra y menos a usarla refiriéndose a JM. La pronunció en voz alta, susurrada, sintiendo cómo las letras acariciaban sus labios; luego un poco más alto. Le gustaba cómo sonaba. Y mucho más le gustaba lo que implicaba.
Se acostó. Era tarde y su marido ya dormía, roncando ligeramente. No podía dormirse. Se había desnudado y directamente sobre su piel desnuda se había puesto el pijama. Deslizó una mano en su entrepierna, por fuera del pijama, dando la espalda a su dormido marido, y se acarició, más y más, hasta correrse. Mojó el pijama y pasó los dedos por la humedad, luego los chupó. Todo el tiempo sólo pensó en una cosa, en JM, su amo, y todo lo que deseaba que le hiciera.
Se levantó por la mañana, se duchó y desayunó como cada mañana que trabajaba la noche anterior. Su marido ya se había llevado los niños al colegio y se había ido a trabajar. Se sentía eufórica, como hacía años que no se sentía. Estaba desnuda. Pensó que a su amo le habría gustado que estuviera así. Llamaron por teléfono y contestó. Era una amiga. No recordaba que alguna vez hubiera hablado por teléfono desnuda y menos haberse masturbado de esa manera en la cocina…y fue lo que hizo.
Esa noche tenía de nuevo turno y sabía cómo debía vestirse para su amo, JM le había dejado muy claro que a partir de ese momento su vida y su relación con él se basaría en reglas y normas. Y romper una de esas normas supondría un castigo. A Isabel le aterraban los castigos a los que pudiera someterla, pero mucho más le aterraba que la abandonara, no ahora que habían empezado.
Así que se vistió como le había ordenado, sin ropa interior. De momento no había muchas más reglas. Se duchó otra vez antes de vestirse, normal, sin estridencias, ya se lo había advertido JM, no le gustaban las putas llamativas y sólo se vestiría así cuando él lo ordenase.
Esa tarde en el trabajo JM la ignoró desde el principio, ni la saludó. Debía empezar a acostumbrarse a ser tratada de esa manera, a ser ignorada, despreciada y humillada. Sólo cuando JM decidió que era el momento de ir a tomar un café, que estarían solos un rato, se dirigió a ella, usando el correo interno del ordenador.
De nuevo JM la acorraló junto a un mueble, la cogió los pechos con las manos y apretó hasta que vio a Isabel morderse los labios para no gritar de dolor.
-Me gusta el dolor, perra. Disfrutó con él, ¿lo sabías?
-Sí…amo…
Las palabras salieron a la fuerza, con dolor, y en cuanto las pronunció volvió a morderse el labio inferior para no gritar.
-Veo que has recordado nuestra primera regla, siempre dirigirte a mí como “Señor”, eso está muy bien.
Mientras seguía apretando, clavando los dedos en la blanda carne de las tetas, su aliento a café pegado a su cara.
-Quiero ver cómo sangras.
E Isabel mordió más fuerte el labio, hasta que la sangre empezó a fluir. JM la besó en ese momento, y las pequeñas gotas de sangre que pasaron a su boca mezcladas con la saliva se las escupió inmediatamente a su esclava a la cara. Saliva rosada fue resbalando por la cara de Isabel, sin que la presión sobre sus tetas aflojara un ápice.
De improviso la soltó e Isabel soltó un sonoro suspiro de alivio. Pero aquello no había terminado, sólo era un cambio de postura. Igual que el día anterior, le desabrochó la blusa y dejó al aire sus pechos. Agarró los pezones y apretó.
-Ahora quiero que me cuentes cómo es la vida sexual con tu marido.
Isabel se lo contó todo, hasta lo más íntimo y secreto, respondiendo a todas las preguntas de su amo. Aquello suponía un nuevo tipo de humillación, algo que no se esperaba. Mientras los dedos de JM apretaban sin compasión sus pezones, le habló de las posturas que solían practicar, de la frecuencia con la que lo hacían, de lo que no habían hecho nunca. Lo contó todo. Al principio se sintió humillada, violada en lo más íntimo de su matrimonio, pero poco a poco se sintió más y más libre contando detalles, y al final sintió hasta cierto placer perverso al airear la intimidad de su marido, alguien que sexualmente cada vez significaba menos para ella, ahora su mundo empezaba a girar en torno a su amo.
Le contó su insípida y monótona vida sexual. Follaban una o dos veces a la semana, casi siempre en fin de semana. Al principio era más frecuente, claro, y mucho más cuando eran novios, pero los años no pasaban en balde, y a pesar de que todavía eran jóvenes, los horarios laborales que tenían les hacía prácticamente imposible llevar una vida sexual más regular y frecuente. Pero eso a ella ya no le preocupaba mucho, hacía tiempo que hacer el amor con su marido ya no la estimulaba. Nunca habían sido muy imaginativos y variados, pero últimamente sólo se dedicaban a un rápido polvo en la postura tradicional, él sobre ella, hasta que él se corría, la mayoría de las veces antes que ella, y casi siempre sólo él.
No recordaba la última vez que le había chupado la polla a su marido; él a veces jugaba un poco con ella antes de clavársela, las típicas caricias y chupadas en sus tetas y coño, pero muy rápido. A él sólo le apetecía cumplir con su obligación, correrse, y después dormir.
Una vez en un bar con unos amigos, mientras ella charlaba con las mujeres, oyó casi de casualidad cómo él le contaba a los hombres que su vida sexual con ella era fantástica y que él se consideraba poco menos que una máquina sexual. Aquello la irritó tanto, que las pocas apetencias que le quedaban desaparecieron, pero nunca le dijo nada a su marido, así que la pantomima de los polvos de fin de semana y los comentarios de “has estado increíble” continuaron como siempre.
JM le preguntó por sus posturas, por sus perversiones y ella respondió a todo y respondió con sinceridad.
Le contó que cuando eran novios eran más osados, haciéndolo en el coche o en algún parque por la noche, pero aquello se acabó al casarse, y después de tener los dos hijos, no volvieron a hacer nada de aquello. Ya no la follaba a cuatro patas y nunca la había follado por detrás. Alguna vez se había comprado algún conjunto de lencería algo picante y él también le había regalado ropa sexi, pero todo eso era algo del pasado. No recordaba la última vez que había gritado de placer.
JM pasaba la lengua por la mejilla y la oreja de Isabel, sin dejar de apretar sus pezones.
-Pues ya va siendo hora de empezar a pervertir tu cuerpo y tu mente.
Soltó por un momento sus pezones, duros y doloridos, le abrió el pantalón y se puso a masturbarla con un par de dedos.
-Estás muy mojada y caliente para ser una pobre ama de casa abandonada por su marido…
Isabel empezó a gemir, el dolor de sus pechos y pezones aún duraba, pero el placer era enorme.
-A partir de ahora sólo follarás con tu marido lo estrictamente necesario, una vez a la semana como mucho, nunca más, no volverás a provocarle con tu ropa, yo seré quien te dé goce a partir de ahora.
-Sí, Señor.
Por supuesto JM no quería que se corriera, sólo pretendía ponerla frenética, por eso paró en cuanto vio que los gemidos de Isabel aumentaban y se aceleraban. Se apartó y se abrió el pantalón.
-Espero que no se te haya olvidado chupar pollas.
Isabel se agachó, se arrodilló en el suelo, con el pantalón abierto y las tetas aún fuera de la blusa y con suavidad acarició la polla de su amo. Era la primera vez que se la veía, le gustó su olor, su textura….y su sabor. JM sólo observaba cómo se la chupaba, sin hablar, sin dar órdenes, disfrutando de la mamada de la mujer por la que había suspirado durante tanto tiempo. Sonrió al pensar que si hubiera sabido antes la situación sexual de Isabel, habría disfrutado de esto mucho antes, pero no se quejaba, solo tenía un pensamiento en la mente, y era que tenía la polla metida en la boca de Isabel.
Él mismo se fue calentando y excitando, viendo la boca de Isabel engullir y chupar su miembro, sus tetas colgando fuera de la blusa. No pudo aguantar todo lo que le hubiera gustado y se corrió pronto, soltando todo su semen en la boca de Isabel. No le sujetó la cabeza, siguió sin tocarla mientras se corría y maravillado veía cómo tragaba todo, salvo lo que había caído alrededor de la boca y en su barbilla. Cuando terminó se dijo que ya era hora de retomar su papel de amo.
La agarró del pelo y la hizo levantarse de un tirón y a continuación, la dio una bofetada enorme.
-Eres una puta mierda, no me extraña que tu marido esté aburrido de follar contigo, no vales nada…¿crees que esa es forma de comer una polla?
Volvió a abofetearla. Isabel hizo un amago de protegerse, pero se detuvo a tiempo y dejó que su amo descargara su ira sobre ella. Creía haberlo hecho muy bien, pero a su amo no le había gustado, haría lo posible por hacerlo mejor la próxima vez.
-Puta de mierda, más te vale chupármela mejor la próxima vez o te daré de hostias hasta reventarte. Y ahora vuelve a tu puesto, pero no se te ocurra limpiarte la cara. Una perra como tú se ve mejor con semen resbalando por su cara.
Cada uno volvió por su lado a su mesa de trabajo. Isabel ya tenía sus nuevas instrucciones, no tocarse el coño hasta que JM se lo permitiera, y algo que le sorprendió bastante, buscar su vestido de novia y tenerlo preparado para cuando él se lo dijera.