La dominación de Isabel. 18
JM deja claro a Isabel cuál es su posición con respecto a Claudia.
Esa tarde, en cuanto terminó su turno, Isabel se dirigió no a su casa, sino al bar de costumbre, donde la había citado su amo. Quería un relato de los hechos lo más detallado posible, y transmitir nuevas órdenes e instrucciones.
JM ya había llegado y la esperaba sentado en la mesa de siempre. Parecía que la tuvieran reservada sólo para ellos. Isabel se sentó, se desabrochó la blusa para que su amo le viera las tetas y sacó del bolso las bragas de Claudia. Las puso en la mesa, entre los dos. Complacido, JM las cogió y las olió. Su primer trofeo de Claudia. Las guardó casi reverencialmente en un bolsillo y se dispuso a escuchar a su esclava.
Satisfecho de cómo iban las cosas, mucho mejor de lo esperado, empalmado imaginando a su esclava follando a Claudia con el consolador en la ducha, le dio las nuevas órdenes.
Antes de irse, bajaron juntos al baño, donde, en el pequeño espacio frente a las puertas de entrada al baño de mujeres y al de hombres, la cogió con fuerza de los brazos, la apoyó de espaldas contra la pared y le subió la falda. Le apartó las bragas y la penetró en el ano con furia, mientras le preguntaba qué había sentido al tener la relación lésbica con Claudia.
Isabel sintió un dolor enorme al ser penetrada, luego su amo la folló con furia. Le explicó entrecortadamente que se había sentido muy incómoda al principio al tener que tocar y besar a otra mujer. Menos incómoda al provocar a Claudia.
Este comentario hizo que JM le cogiera un pecho a su esclava sin dejar de follarla el culo y que apretara hasta oírla sofocar un grito. Siguió apretando con fuerza.
- Claudia es mucho más mujer de lo que tú nunca llegarás a ser, ¿me oyes, hija de la grandísima puta? ¡Cómo te atreves a faltarle al respeto y a disfrutar humillándola y provocándola, babosa repugnante!
JM intentaba no descontrolar los gritos para que nadie en la parte de arriba del bar les oyera, la reacción había sido agresiva y violenta, pero le gritaba a su esclava al oído, disfrutando el momento, y sin dejar de follarla.
- Tu cometido es seguir mis órdenes, puta, seducir a Claudia y dejarla dispuesta para mí. Tus sentimientos y opiniones hacia ella son irrelevantes. ¿Es que te crees mejor que ella? Por qué, ¿porque te follo tu asqueroso y repugnante cuerpo? Debería darte de hostias aquí mismo para que aprendieras, asquerosa mierda de mujer, eso es lo que eres, y no puedes ni aspirar a valer más que la suela de los zapatos de Claudia.
Isabel lloraba escuchando a su amo, humillada y vejada, y no sólo por sufrir la ira de su amo, sino por sentirse tan baja comparada con esa guarra de Claudia en los sentimientos de su amo.
- Cuando esto termine, acabarás comiendo la mierda de Claudia, será tu reina, tu ama. Tú no eres más que un gusano. Ella es una diosa .
Y al decir las últimas palabras, se corrió en el ano de su esclava, empujando su cuerpo más contra la pared, aplastándola. Por fin se separó de ella, temblando por la violencia del orgasmo, la polla goteando gotas de semen, tras haber dejado todo dentro del ano de Isabel. Sudaba a mares, y el corazón le palpitaba como un tambor en el pecho. Isabel no se movía, sollozaba y temblaba, hilos de semen goteando de su ano y resbalando por sus piernas, la cara pegada a la pared.
JM se fue calmando poco a poco, entró en el baño para lavarse la cara y la polla, se arregló la ropa y le dijo a su esclava que hiciera lo mismo. Mientras subían por las escaleras, JM le recordaba su posición, algo que parecía haber olvidado.
- Tratarás con reverencia y educación máximas a Claudia, ¿está claro, puta? Y cuando esto acabe, tendré que castigarte seriamente, creo que se te ha subido a la cabeza el ser mi esclava. Me da la impresión de que te he dado demasiada libertad. Todo eso se va a acabar .
Humillar de esa manera a su esclava era la esencia de lo que pretendía cuando en un principio sometió a Isabel. Quizá sí que se había desviado de ese camino distrayéndose con el sexo. Ahora que la estaba humillando comparándola con Claudia, se daba cuenta de lo mucho que disfrutaba y se excitaba vejando y humillando a su esclava.
Salieron del bar, JM, sin despedirse y sin una palabra más, pues Isabel ya tenía sus instrucciones y órdenes, cogió su coche y se fue. Isabel se secó las lágrimas que aún mojaban sus ojos y se fue a su casa, con su aburrido marido, sus anodinos hijos y su vida vulgar. Hacía mucho que su amo no la trataba así, pero comprendía que se lo merecía, y comprendía también que era esa forma de tratarla lo que daba sentido a su vida.