La dominación de Isabel. 16

La dominación de Claudia por parte de Isabel se acrecienta.

Claudia necesitaba aclarar lo que había pasado, dejarle claro a Isabel que todo había sido una confusión, un malentendido. No tenía nada en contra de ella por ser lesbiana, pero desde luego ella no lo era, se sentía halagada, suponía, porque se hubiera fijado en ella, pero nada más. Así que al terminar ese día la jornada, las dos se encontraron a la salida del edificio, en la calle.

Hablaron un momento, tímidamente Claudia, falsa Isabel, y al final decidieron ir en el coche de Isabel a un bar cercano para tomar algo y charlar tranquilamente. Claudia se había prometido no dar más cuerda a Isabel, irse a casa inmediata y directamente en cuanto le contara lo que ella consideraba un malentendido, pero al final, sin poder negarse, la siguió al coche.

El bar era el mismo en el que empezó la sumisión de Isabel hacia su amo JM, y el mismo en el que había recibido las instrucciones de seducir a Claudia. Un bar con una fuerte simbología para Isabel. Un bar que le excitaba. Isabel la llevó a la misma mesa en que habían estado sentados la última vez su amo y ella, ahora Claudia ocupando el sitio que ocupara Isabel cuando se masturbó con la escobilla del baño e Isabel en el puesto del amo.

Claudia quería un café, pero Isabel pidió alcohol para las dos. Se sentía muy cómoda en su papel de llevar la voz cantante con Claudia, se la veía tan incómoda y tímida. Pero allí seguía. Cuando les trajeron las bebidas se pusieron a hablar de lo que importaba. Claudia le explicó con suaves palabras que no entendía qué le había pasado ese día, no quería que Isabel se molestara ni se ofendiera, pero lo consideraba todo un error, y no quería que las cosas fueran más allá. Isabel la escuchaba con una medio sonrisa irónica en la cara, jugueteando distraída con uno de los botones desabrochados de su blusa.

Las dos se habían cambiado al terminar la jornada, Isabel para quedar igual de provocativa que antes, pero más guapa, con una blusa semi abierta, una falda corta y tacones, la ropa preferida de su amo, mientras que Claudia llevaba unos vaqueros y una camiseta. La vulgaridad de su vestimenta, su actitud apocada, irritaban enormemente a Isabel, que lo añadía a su rabia por saber que esa mierda de chica excitaba a su amo, quizá más que ella misma.

Seguía sin llevar sujetador, y bajo la blusa abierta eran más que evidentes sus tetas, que de nuevo Claudia tenía que hacer esfuerzos para no mirar. El escote de Isabel le atraía, de vulgar y obsceno que era.

- Reconoce que te ha excitado tocarme las tetas .

La frase llegó por sorpresa, en medio de las explicaciones de Claudia, lo primero que decía Isabel desde que les habían traído las bebidas, como si no hubiera escuchado nada de lo que Claudia estaba diciendo. No supo qué responder a la interrupción.

- Vamos, no lo niegues, te has mojado al tocarme el pezón, ¿verdad?

Isabel había pasado a acariciarse uno de sus pezones con dos dedos, por encima de la blusa.

Claudia intentaba explicarse, negar la evidencia, pero era interrumpida constantemente con comentarios lascivos y sucios por parte de Isabel, que sólo la miraba de forma perversa, acariciándose suavemente. Claudia estaba hecha un lío. Todo aquello era un sinsentido, tenía que levantarse ahora mismo y olvidarse de Isabel, pero al mismo tiempo las provocaciones, la sexualidad que Isabel emanaba, su descaro, le atraían como nada o nadie lo  había hecho nunca antes.

Sin darle tiempo a protestar ni a rechazarla, Isabel se levantó y se sentó al lado de Claudia, en el mismo banco, quedando muy juntas, pegadas. El calor del cuerpo de Isabel era más que evidente. Mirando de reojo tenía el escote tan provocador. Su falda se le había subido al sentarse y sus muslos eran grandes, blancos, suaves. Claudia se sentía tan incómoda, casi mareada. Isabel posó una mano sobre su muslo, sobre el pantalón y se lo acarició con suavidad.

- Ojalá fueras más ligera de ropa. Me encantaría verte y acariciar tus piernas .

La miraba fijamente a los ojos, algo que Claudia no podía resistir, y en seguida su mirada bajaba a su regazo, pero allí estaba su mano, acariciándola. Se sentía rodeada por Isabel. Cercada. Sin salida. Los labios de Isabel acariciaron la oreja de Claudia y susurraron.

-¿No te gustaría acariciarme, como lo has hecho esta mañana?

Sacó la lengua y le lamió la oreja, por fuera, por dentro. Claudia de repente se dio cuenta de que podían estar mirándolas, que estaban dando un espectáculo, pero seguía sin poder resistirse. La mano que acariciaba su muslo subió por su cuerpo hasta sus pechos, los acarició, los apretó suavemente, luego más fuerte. Un gemido escapó de la garganta de Claudia, y sin dejar de sentir la humedad de la lengua de Isabel en su oreja. Isabel seguía susurrando cosas en el oído de Claudia, provocándola, la tenía totalmente bajo su poder. Y por fin creyó que había llegado el momento.

- Vamos a mi casa y haremos todo lo que tú quieras. Te lo prometo .

La mano apretó un pecho de Claudia con fuerza, mientras los labios besaban su cuello. Sin saber lo que decía ni lo que hacía, Claudia asintió con la cabeza.

Se levantaron y se fueron, Claudia temblando de excitación, de miedo, de gusto, de pánico. Isabel sonreía satisfecha, su amo estaría contento. Cogieron el coche de Isabel y se dirigieron a casa de JM; ese era el plan. Si conseguía seducirla, o al menos convencerla de irse con ella, debían ir a su casa, que Claudia creyera que era la casa de Isabel, ya se descubriría en su momento quién era el verdadero dueño, no sólo de la casa, sino de la situación. Era la única forma adecuada de que JM pudiera estar presente mientras Isabel introducía en el sexo lésbico a Claudia, tenía métodos para presenciarlo todo sin que se percibiera su presencia. Ya se dejaría ver cuando llegara el momento.

Llegaron a casa de JM e Isabel metió el coche en el garaje y condujo de la mano a una cada vez más nerviosa Claudia. Ahora que había llegado tan lejos, y tan rápido, no debía precipitarse. Dejó a Claudia sola para que se relajara y se sintiera cómoda, mientras ella preparaba unas bebidas. Dejó las llaves de la casa que su amo le había proporcionado en el trabajo sobre una mesita y cogió lo que le había dado para el caso de que fuera necesario, y éste lo era. Una pastilla que relajaría a Claudia, sin anular su persona; no era una droga propiamente dicho, más bien un relajante, algo así como tomar una tila. Mientras lo preparaba, pensó en lo fácil que se le había dado seducir y tocar y besar a Claudia. Recordó que cuando su amo se lo propuso, y aunque dijo que sí sin dudar, pensaba que en el fondo no sería capaz de acariciar o besar a otra mujer, no es que le resultara repulsivo, ni tampoco anti natura, pero sí incómodo, raro, no quería hacerlo. Pero ahora era como si todas sus dudas y miedos se hubieran desvanecido. Pensó que ésta era otra de las pruebas de su amo, igual que la había obligado a follar incluso con su perro, ahora debía follar con su compañera. Pero comparado con follar con perros y mendigos, esto era bastante más agradable. Acabó de disolver la pastilla en el vaso de Claudia y se lo llevó.

En todo momento Isabel y su amo habían estado en comunicación vía móvil o e-mail, con lo que mientras estaban en el bar, JM se había llevado a Max a casa de un amigo, alegando que daba una fiesta en casa y que no quería que el perro molestara. Todo estaba preparado para la gran noche.

Claudia bebía su copa, sentada en el sofá, con Isabel sentada a su lado, y mientras la sustancia relajante iba haciendo su efecto, ya no se sentía tan nerviosa, no tenía claro de todas maneras por qué había accedido a venir a casa de Isabel, pero ahora estaba a gusto. Lo que había ocurrido en el bar lo veía como si fuera un sueño, tan lejano. Se recostó en el sofá, disfrutando de la suave música que Isabel había puesto en algún lugar del gran salón. Le había preguntado si la casa era suya, pero sólo había recibido respuestas vagas; hasta le sonaba que Isabel estaba casada, incluso había oído que tenía hijos, pero ahora todo eso parecía irreal, no tenía sentido, y desde luego en la casa sólo estaban ellas. Claudia miraba a Isabel sentada junto a ella, y tuvo que reconocer que era muy sexi, provocativa, en realidad todo lo que no era ella, pero no sabría decir si porque no se atrevía o porque no quería, o porque le daba vergüenza.

Isabel se acercó y la besó en los labios. Y extrañamente, Claudia simplemente cerró los ojos y disfrutó de la humedad de esos labios femeninos sobre los suyos. No se sentía con ganas, ni con fuerzas para rebelarse, para protestar. Aquello estaba mal, ella no era así, pero los labios de Isabel sabían muy bien, estaban húmedos y deseaba que lo hiciera otra vez, no quería reconocerlo, pero deseaba perder la cabeza esa noche, que Isabel la llevara a un lugar a donde nunca antes había pensado que se atrevería a viajar.

Los labios de Isabel resbalaron de los labios de Claudia y besaron su cuello. Claudia suspiraba con los ojos cerrados. Las manos de Isabel acariciaban su cuerpo, y casi sin darse cuenta, se encontró sin camiseta, sintiendo sus manos sobre el sujetador, sobre la piel. Se incorporó e Isabel le quitó el sujetador. Ahora sus labios, su lengua y sus dedos se centraron es sus tetas. Tenía los pezones muy duros, la piel de gallina, y de repente, al mismo tiempo que Isabel le pellizcaba los pezones con fuerza, su boca se abrió y dejó pasar la lengua de Isabel.

Podía jurar que nunca antes la habían besado así. El aliento de Isabel inundaba su boca, y olía bien, sus lenguas se enredaban frenéticamente, y los dedos de Isabel apretaban más y más sus pezones. Estaba sintiendo dolor, pero lo aceptaba, le daba placer, gusto.

En las pocas relaciones sexuales que había tenido hasta el momento, sólo una vez había sentido dolor, cuando la desvirgaron. No fue placentero. Desde entonces sus relaciones habían sido dulces y tiernas. Esto era diferente, no sólo porque estaba con otra mujer, sino por la cantidad de sensaciones nuevas que estaba sintiendo y experimentando, incluido el dolor.

Las manos de Isabel dejaron sus tetas y bajaron por su piel acariciándola, hasta llegar a la cintura; desabrochó el pantalón, bajó la cremallera y metió la mano dentro. La tela de las braguitas era suave, las acarició un momento y una mano se metió debajo.

Todo esto era observado por JM, escondido dentro de un armario, lo suficientemente grande y espacioso como para albergarle. No tenía problemas de posturas, estaba cómodamente instalado, con una visión privilegiada del sofá y de todo lo que estaba ocurriendo en él. Y ni siquiera Isabel sabía que estaba allí escondido. Había quedado gratamente satisfecho con su esclava, no se imaginaba que pudiera conseguir seducir a Claudia tan rápidamente, pensaba que sería un proceso que duraría semanas, y al primer intento, lo había conseguido. Eso le hacía preguntarse cuál sería la verdadera inclinación sexual de Claudia, y de Isabel, y si ella misma sería consciente, pues desde luego, todo indicaba que era heterosexual.

Tenía planeado ver, sin intervenir, los primeros pasos de seducción y sexo de Isabel con Claudia, sólo participaría cuando la relación estuviera establecida. Le había dado carta blanca a Isabel en cuanto a qué hacer con Claudia, sólo le había dejado claro que no la tocara el culo, eso se lo reservaba para él. Y ver a Isabel con otra mujer era otra de las cosas que estaba deseando ver.

La mano de Isabel se movía debajo de las bragas de Claudia, y los suspiros de ésta se habían convertido progresivamente en gemidos. Seguía con los ojos cerrados, disfrutando de la boca de Isabel y de su mano dentro de sus bragas. Quizá pensaba que con los ojos cerrados lo que estaba pasando fuera menos real, más como un sueño, algo más fácil de borrar de la memoria cuando acabara.

Isabel le susurró que se desnudara, y ella, como hipnotizada, ni dudó, se levantó y se quitó las bailarinas, el pantalón y las bragas. Quedó completamente desnuda frente a Isabel, que la observaba reclinada en el sofá, con expresión de perversidad y deseo.

JM, por su lado, desde su privilegiado puesto de observación, contemplaba fascinado el cuerpo desnudo de Claudia, su dulce y querida Claudia. Sentía algo muy diferente por ella que por Isabel. Isabel le hacía sentir deseo puro y crudo, sacaba de dentro de sus entrañas sus instintos más bajos. Isabel era sexo, perversión, degradación.

Pero Claudia era tan dulce. Le inspiraba amor, ternura, romanticismo. Viéndolas allí a las dos, la cara del deseo y de la ternura, juntas, en pleno arrebato sexual, le excitó como nunca antes nada le había excitado. Dominar a Isabel había sido increíble, de hecho, lo seguía siendo, pero lo que veía ahora, las posibilidades que se abrían ante él, le transportaban a un plano nuevo de perversión, deseo y excitación. La vida podía ser tan maravillosa y excitante a veces.

Isabel atrajo hacia ella a Claudia, la cogió de la mano y la sentó en el sofá. Su cuerpo era suave, blanco, sus pies bonitos, no tenía el coño depilado, pero tampoco tenía mucho pelo, debía recortárselo regularmente. Isabel se agachó y lo olió. Le gustó. Sacó la lengua y lo probó. Olvidados ya todos los prejuicios y los miedos, tanto por parte de Isabel como de Claudia, la primera se concentró en lamer el coño de Claudia y disfrutar de ello; Sandra por su lado, gemía, se agarraba al sofá, y producía fluidos sin parar. Isabel se empapaba del coño de Claudia, reconociendo que le gusta su sabor, su olor. Le excitaba oír gemir a Claudia. Dejó de lamer por un momento, se incorporó y se acercó al oído de Claudia para susurrarle.

- Gimes como una perra en celo .

Claudia respondió con un ruido más parecido al maullido de placer de un gato, y se quejó de que hubiera dejado de darle placer. Isabel le metió los dedos en el coño y la folló con ellos hasta que se corrió. Luego los chuparon entre las dos. Isabel dejó que siguiera gimiendo suavemente, tumbada en el sofá, recorrió su cuerpo con los dedos y la lengua, besándolo delicadamente, hasta llegar a los pies. Los chupó, los lamió, los besó. Claudia estaba en éxtasis, ni en el mejor polvo con un chico había disfrutado tanto que estando con Isabel. Nunca le habían lamido el coño tan bien, se lo habían hecho, claro, pero rápida y brevemente. Y nunca le habían lamido los pies. Era una experiencia realmente deliciosa.

JM se masturbaba en su escondite, disfrutando como nunca, la cámara de vídeo funcionando perfectamente y no perdiéndose detalle de nada.

Isabel por fin se levantó y se desnudó. Había aguantado todo el tiempo con la ropa puesta, pero quería que al principio fuera así, se sentía superior a Claudia si ella estaba vestida y Claudia no. Le había dado mucho placer, pero no olvidaba que en el fondo esa chica no le gustaba, y aunque sólo fuera con pequeños detalles, quería de alguna manera humillarla. Pero tampoco podía pasarse con ella la primera vez, debía tener mucho cuidado, si no le gustaba lo que hacían, si le hacía daño, si ella se enfadaba o se asustaba y salía corriendo, todo el plan se estropearía y su amo se enfadaría mucho con ella. E Isabel no quería que su amo se enfadara con ella. Por eso debía tratar con suavidad y cuidado a esa puta que tanto atraía a su amo.

Le mostró su cuerpo desnudo, mucho más voluptuoso que el suyo, y Claudia lo contemplo admirada, no celosa, no era capaz de pensamientos tan negativos. Pero sí que reconocía que le gustaría tener alguna curva más como las que tenía Isabel.

Isabel se acercó, situó a Claudia como le convenía y se sentó sobre su cara para que ahora fuera Claudia la que le diera placer a ella. Claudia quedó tumbada boca arriba, con el coño de Isabel en la boca, sacó la lengua y se lo chupó como Isabel se lo había hecho a ella poco antes. Tras un rato de lamer, la lengua, la boca entera le dolían por la postura y el movimiento constantes, pero Isabel no se movió de encima de ella y la obligó a seguir hasta que se corriera, lo que al fin consiguió. Pero aún después de correrse, siguió sobre ella, sofocándola, hasta que consideró que era suficiente y se levantó. Se tumbó junto a ella y la besó largamente en la boca.

No estuvieron mucho más así. Al poco, Claudia le dijo que debería irse, que no era conveniente que llegara muy tarde a casa, debido a la situación familiar que tenía en casa, y de la que tan pocos detalles daba. Se vistieron juntas, mirándose, sin vergüenzas ni pudores, acariciándose y besándose. Al día siguiente coincidían otra vez y podrían verse de nuevo.

Isabel se ofreció a llevarla a su casa en coche. Cuando la dejó, se fue a su propia casa, con su marido y sus hijos. Como entrar en otra realidad. En un universo paralelo. Uno en donde Isabel estaba felizmente casada, tenía dos niños pequeños maravillosos, su vida era estable y maravillosa, y jamás se le ocurriría tener el más mínimo pensamiento depravado.

Nada más entrar recibió una llamada de su amo. Le ordenaba follar a Claudia al día siguiente con un consolador en los baños o los vestuarios del trabajo y que se quedara sus bragas como recuerdo.

JM colgó el teléfono. Estaba cómodamente sentado en el mismo sofá donde poco antes habían estado follando su esclava y su nuevo proyecto. Aún mantenía el calor y el olor de las dos perras. JM estaba desnudo, sintiendo ese calor y olor, la polla tiesa, en la televisión el vídeo que había grabado de las dos perras follando.

Claudia no durmió en toda la noche, su mente volviendo una y otra vez a lo sucedido en casa de Isabel, preguntándose una y otra vez y sin encontrar respuesta, si lo que había pasado estaba bien o estaba mal.

Isabel durmió profundamente.

JM se acostó tarde, cuando ya había visto suficientes veces el vídeo y masturbado las mismas veces. Soñó con sus dos perras.