La dolce vita - Pasión Equivocada (2)

No siempre la persona con la que estás es la persona que quieres

Un juego de luces y sombras obligó a mis ojos a abrirse con cierto recelo. Pude distinguir las aspas de un ventilador girando junto a la luz fosforescente y fría que alumbraba el cuarto donde me encontraba. Intenté mover la cabeza para reconocer el sitio pero un dolor punzante se  alojó en la parte derecha de mi cuello, devolviéndome a la realidad y haciéndome recordar todo poco a poco: el asalto, el intento de violación, la desesperación, la angustia… Y luego una hermosa melodía que lo había calmado todo y me había hecho imaginar el cielo.

— Será mejor que no intentes moverte mucho —advertía con voz serena—, el doctor dijo que no debes esforzarte.

Sabía de quien se trataba, sin embargo no me sentía incomodo, más bien todo lo contrario.

—No me estoy esforzando —reclamaba con dificultad—, mi cuello esta algo cansado y quiero moverlo un poco —en realidad solo quería contemplar su rostro, sabía que con solo verlo la energía volvería a correr por mis venas.

—Ok… pero solo un poco eh… —pude imaginar como una media sonrisa adornaba su semblante—que si algo te llegara a pasar yo… es decir, los doctores… me reprenderían…

—C…claro —atiné a responder mientras el entusiasmo por saber lo que estuvo a punto de decir sonrojaba mis mejillas.

Con un ágil y disimulado movimiento logré acostarme de lado ignorando un poco el dolor en mi cuello. Al fin podía observar esos profundos ojos oscuros que me miraban dubitativos al percatarse de mi camuflada maniobra. Estaba sentado a cierta distancia de mi cama. Me regañó con la mirada.

—Ey… te pedí que no te…

—Ya calla —le interrumpí sonriente—, solo quería darte las gracias, por todo…— “Por salvar mi vida” le hubiese dicho pero no quería arriesgarme.

—Pues… no te preocupes… —instintivamente colocó una mano detrás de su cuello—, no tienes de que… digo… después de todo, no hice mucho…— me encantaron esos segundos en los cuales un leve aire de timidez recorrió su rostro mientras sus ojos huían hacia un lado incapaces de sostener mi mirada. Esa era la parte de él que me hacía verlo tan tierno, tan frágil y tan hermoso al mismo tiempo.

—Por cierto —acotó mientras su postura se tranquilizaba de nuevo—, no nos hemos presentado aún…  Bueno, yo ya sé tu nombre, —tal vez imaginé un pequeño destello de luz en sus ojos—me lo dijiste en la mañana antes de ayudarme… con el lío de la impresora…

“Él lo recuerda” empezó a retumbar en mi cabeza dando ecos. La alegría me cosquilleaba un poco la garganta y dudé un poco de si podría hablar con normalidad.

—Oh si… es cierto —intentaba controlarme—. Pero si deseas podemos empezar de nuevo —decía esta vez con fingida formalidad y con una sonrisa que hasta yo me sorprendía de que me saliera tan equilibrada.

— ¡Claro!, yo imaginaré —empezaba a divertirse— que estoy en caja liado con la impresora y “de pronto” apareces tú a salvarme el día.

—Vale, “entonces” —esto ya parecía una obra de teatro mal ensayada— yo llego y les doy una paliza a los malos, salgo contigo en brazos y vivimos felices por siempre —estaba a punto de desarmarme de risa pero decidí continuar con el juego—. Ya sabes, al puro estilo Disney.

—Sí, pero aún no hemos decidido cuántos hijos vamos a tener —un asombro teatral recorría su rostro y por un instante también pareció darse por vencido y echarse a reír—, ni siquiera me has invitado al cine ni te he presentado a mis padres… No, no, no, es muy temprano para decidir un “felices por siempre”…

—Jajaja —el corazón me iba a explotar si seguía contendiendo mi alegría—, venga…ya para tonto—ambos reímos a pulmón lleno. Una sensación cálida recorría el ambiente y por un momento me sentí afortunado de estar en aquella horrible habitación.

—Pues eres tú el que ha empezado —reclamaba aún alegre—. Bueno, a lo que íbamos —su semblante se calmaba al tiempo que se acercaba un poco…

— ¡Hola! Me llamo Leo, gusto en conocerte… —alargó su mano para estrechar la mía, correspondí al saludo y rápidamente añadí.

—El gusto es mío Leonardo—

—No me digas Leonardo —me golpeó suavemente en el hombro— prefiero Leo…—Una mueca entre inconforme y traviesa se dibujó en su rostro, ahora sabía cómo molestarlo.

— ¡AUCH! —exageré el golpe—, que me duele…

— ¿Pero el corte no había sido en el cuello? —preguntó sin mucho esfuerzo por descubrir mi engaño.

—Ya, pero es que el dolor es “extendible” —nos miramos durante un segundo y…—

—Juajajaja—

Las risas de nuevo llenaban el ambiente, todo fluía con naturalidad, no hacía ningún esfuerzo por conquistarlo ni nada por el estilo. Me gustaba, no lo podía negar, sin embargo no pensaba que deberíamos tener una relación seria para poder sonreír como lo hacíamos. Empezábamos una amistad y es lo único en lo que pensaba en ese momento. Quería conservarlo como un amigo incondicional, sentía que así sería y eso me llenaba por completo. Además, estaba el hecho de que no sabía si el también era gay, otra razón más para tomarme las cosas con calma, no pensar mucho y dejar que todo siga fluyendo de manera tranquila… Ya el tiempo dirá el resto…

Nuestras sonrisas pararon en seco cuando escuchamos que alguien llamaba a la puerta.

—Adelante por favor

—Veo que ya estás despierto… —era un hombre de edad avanzada, las canas habían ganado territorio en su cabello, aún así conservaba una expresión de júbilo en su mirada que me hacía sentir en confianza nada más haberle visto—… al parecer fue una buena idea dejar a tu amigo aquí, a pesar de que ha fallado en su misión de no dejar que te muevas mucho —miró de reojo a Leo, quien por su parte apartó los ojos con un poco de vergüenza.

—Me lo ha dicho —intervine—, pero no me ha parecido tan grave como para permanecer  totalmente inmóvil, ¿no lo cree?, además ya ni siquiera me duele.

— ¡Jóvenes! Creen que vivirán para siempre…

Revisó algunos apuntes en su libreta y empezó de manera casi mecánica:

—Pues no ha sido mucho en verdad, solo un par de vasos sanguíneos rotos, la carótida externa no se ha visto comprometida como temíamos… Y la incisión de 3cm ya ha sido debidamente suturada con 3 puntos.

— ¿Perdón? —pregunté como si me estuviese hablando en otro idioma

—Pues que la herida no ha sido tan grave y ya te la han cerrado —comentó Leo sin evitar reírse por lo bajo.

—Ahh, vale —respondí un poco avergonzado

—Pues eso —el doctor dio un pequeño suspiro y continuó— el vendaje está debidamente colocado y tienes que volver la próxima semana para retirarte los puntos. En cuanto al desmayo que sufriste… bueno, de eso hablamos la próxima semana.

Lo último me había preocupado, ¿A quién no?, pero si el doc dice que lo trataremos la próxima semana no pienso agobiarme en vano.

—Procura cuidarte y comer bien. Tu familia ya debe estar por llegar así que puedes esperarlos en la recepción —pensaba levantarme de todos modos, por suerte nadie me había desnudado y tampoco llevaba una bata blanca, solo me habían quitado los zapatos.

—Ok doctor, muchas gracias, nos vemos en una semana —me despedía con gratitud del ancianito, después de todo me había caído bien.

Leo se despidió de igual manera y empezamos a caminar rumbo a la recepción. Una vez allí, sentados, pregunté lo obvio.

—A todo esto, ¿A dónde me has traído?

—Pues la verdad —dijo mientras observaba sus manos jugando entre sus rodillas— no sabía qué hacer, te vi sangrando mucho… tuve miedo… llamé a una ambulancia y le pedí que nos llevara al hospital más cercano. Lo siento, tomé tu teléfono y justo antes de que despertaras me comunique con tu padre.

—Vaya… —exclame realmente sorprendido—, en verdad muchas gracias Leo. No sé qué hubiera hecho si tu no llegabas… —un pequeño recuerdo de lo que había pasado antes de su llegada intentó perturbar mi tranquilidad pero lo rechacé justo antes de que lo lograra.

—Ya te dije que no tienes que agradecerme —esbozó una media sonrisa y de nuevo sentí un pequeño golpe en mi hombro, al parecer ya teníamos una nueva forma para comunicarnos.

— ¡Andrés! Mi chiquito, ¡Gracias al cielo estás bien! —a lo lejos pude observar como mamá corría agitada y con el ánimo totalmente alborotado, al igual que su cabello y su ropa. Al acercarse más pude notar como la característica felicidad de una madre al encontrar a su hijo sano y salvo empezaba a calmar un poco sus nervios.

Mientras me abrazaba, llenándome de cariños y recibiendo pequeños reclamos de mi parte, vi cómo el grandulón de Jon y mi delgada hermana mayor, Adry, cruzaban la puerta de entrada. Sonreí al instante, siempre me sentía mejor si alguno de ellos estaba cerca.

Cuando todos estuvimos juntos me vi en la orgullosa tarea de presentarles a Leo. Él, sonriente y muy amable saludó con todos. Al momento en que mi madre se deshacía en agradecimientos hacia mi reciente amigo sentí la pesada mano de Jon sobre mi hombro,  me apartó un poco hacia un lado.

—Papá está en la reunión semanal de dirigentes de iglesia —parecía un poco incómodo por tener que decirlo— y Adry acaba de llamar a Ricky…

—Sí —continuó rápidamente mi hermana—, dice que está acuartelado en otra provincia, pero que le mantengamos al tanto de todo lo que pase… Gracias a dios estás bien, Andy…

—Parece un buen chico —comentó Jon mientras observaba con atención a un sonrojado Leo—, creo que mamá le está pidiendo una foto para poder hacerle un altar y adornarlo con un par de velas…

—No hables tonterías idiota—no pude evitar reírme ante sus ocurrencias—, que solo le esta agradeciendo, ya sabes cómo es ella…

Un leve bostezo me hizo caer en cuenta de que la noche ya había avanzado bastante. Mi cuerpo reclamaba un merecido descanso por tantas emociones vividas en un solo día.

—Es hora de irnos, madre, es tarde y Leo también trabaja mañana. —pude notar el agradecimiento en los ojos de mi amigo

Casi obligándola a dejar su monólogo con Leo, convencí a mi madre de despedirse, y habiendo salido todos a la calle mi hermano aseguró (no ofreció) llevar a Leo a su casa después de dejarnos a nosotros.

— ¡No se preocupe! —exclamó mi amigo rápidamente—, yo tomo un taxi y llego enseguida a mi casa.

— ¡Ni pensarlo! —respondió mi madre alarmada—, es lo mínimo que podemos hacer en agradecimiento.

—La verdad no quiero incomod...

—Tú solo deja que te llevemos —era la segunda vez que le impedía terminar lo que iba a decir, solo me miró rendido—, es la única forma en la que mi familia se sentirá tranquila…

—Muchas gracias —suspiró al saber que no tenía elección.

Durante el viaje no pudimos hablar mucho, solo me limité a escuchar la conversación trivial que mamá y mi hermana sostenían. De vez en cuando Leo se aventuraba a participar con alguna pequeña afirmación de lo que las otras decían. Al final solo pude despedirme de él con un “Muchas gracias, nos vemos mañana”. El sólo había sonreído, en el fondo sabía que hubiese querido darme un pequeño golpe en el hombro.

Al llegar a mi habitación y desplomarme en la cama tomé mi móvil y revise las llamas perdidas: 3 de Anggie, supuse lo que ello significaba. Mike seguramente la llamó indignado por mi ausencia. Quería llamarla, pero estaba muy cansado como para explicarle todo lo que había pasado. Además, no me apetecía tocar el tema de Mike en estos momentos.

— ¡Bah!, mañana les daré todos los detalles que quieran… —me quejé al sentir el suave peso de mis párpados—, ahora solo quiero dormir, sólo… quiero… dormir…

A la mañana siguiente me desperté con renovadas fuerzas y un ánimo particularmente excepcional. Jon y Adry se habían quedado en casa para el desayuno así que intenté ser lo más atento que pude con ellos, mostrando verdadero interés en los proyectos que tenían y animándolos a seguir adelante. Jon era supervisor de maquinaria en una empresa textil y Adry era asistente en un consorcio de abogados.

No tenía mucho tiempo así que rápidamente me despedí de ellos y de mamá. Mi padre aún no se había despertado, de hecho ni siquiera lo había visto llegar a casa. Decidí marcharme rápido antes de que mi impuntualidad crónica volviera a jugarme una mala pasada.

Sabía que no iba a ser nada fácil explicar los esparadrapos y la gasa que tenía en el cuello. Este no prometía ser un día rutinario, eso era seguro.

Llegué al banco con el tiempo exacto, justo cuando los demás también ingresaban. No tuve tiempo de saludar con muchos ya que teníamos que ingresar rápido.

— ¡Bien! —pensé— así me evito las preguntas incómodas sobre la venda en mi cuello.

No había visto a Adry o a Mike por ningún lado, supuse que entrarían en otro horario. No era ninguna sorpresa,  en algunas ocasiones yo también había ingresado a otras horas, todo dependía de los requerimientos del banco.

Hice los preparativos diarios lo más rápido que pude, quería saludar a Leo antes de llegar a mi caja, y de paso, invitarlo a comer en la noche como muestra de agradecimiento.

—Solo es “UNA MUESTRA DE AGRADECIMIENTO” —me repetía a mi mismo mientras me acercaba a su cubículo— solo es eso, recuérdalo…

— ¡Buenos días! —saludé apoyándome un poco en el marco de la puerta

— ¡Hola! ¡Muy buenos días! —respondió efusivo—, ¿Cómo va tu cuello?

—Pues muy bien, mira —movía la cabeza hacia un lado— ya ni si quiera me duele.

— ¡Estos jóvenes! ¡Creen que vivirán para siempre! —comentaba emulando a aquel ancianito canoso.

Ambos reímos de buena gana, quería invitarlo a comer pero no encontraba las palabras adecuadas para que mi invitación no pareciera una propuesta de “cita” adolescente.

—Ey, pues… —empezaba un poco dubitativo— quería saber si a la hora de salida… te apetecería… comer algo… conmigo… Ya sabes, en plan amigos…

— ¡Genial! —contestó con emoción— yo te iba a pedir lo mismo, pero sin tantas pausas —una sonrisa burlona relucía en su rostro—, venga, que estamos en confianza... Qué tal si vamos a ese restaurante que queda cerca de aquí, dicen que la comida es buenísima.

— ¿Cajún? —pregunté al sentir el desilusionante Déjà vu .

— ¿Cajún? —me devolvió la pregunta confuso— ¿Qué es eso?, yo te hablo de esa nueva pizzería que está más o menos cerca de aquí, unos amigos me dijeron que la napolitana que preparan es la mejor de la ciudad.

—Claro —asentí aliviado— suena fantástico.

— ¡Pues entonces prepárate para una experiencia de otro mundo! —su exagerada convicción unida a su hermosa sonrisa me hubieran persuadido de todos modos—. Pero eso sí —dijo con repentina seriedad — nos iremos de aquí juntos… no quiero que lo de ayer se repita… me refiero… a lo del accidente —era evidente que no quería hablar de aquello.

—Vale —comente con alegría—, nos vemos entonces…

—Nos vemos Andy…

Andy… Andy… me había llamado “Andy”. Solo Anggie y mi familia me llamaban así. No permitía que nadie más me pusiera ese diminutivo. Con todas mis fuerzas intente controlar la emoción, aún no sabía mucho acerca de Leo, no podía permitirme pensar en él de otra forma que no fuera como un amigo. Sólo como un amigo…

Al salir de su cubículo me apoyé un poco sobre la puerta cerrada del mismo. ¿Qué era todo esto?, mis sentimientos hacia Leo estaban en total desorden. A veces su sola presencia me hacía sentir una extraña sensación de paz y en otras ocasiones, como hace pocos segundos, mi corazón latía a mil por hora por un pequeño detalle, tonto e insignificante como lo era un diminutivo…

Era muy temprano para decidir si sentía algo más por él. Me aterrorizaba el hecho de saber que solo yo era el que tenía sentimientos confusos, armando y desarmando castillos en las nubes, o quién sabe, hasta imaginando lo que en realidad no ocurría.

Por otra parte también pensaba en cómo había actuado Leo. ¿Por qué no terminó la frase que tenía ideada en un principio cuando estuvimos en el hospital?, ¿Por qué el afán de protegerme  si su deber, como humano, había culminado la noche anterior al llamar a una ambulancia y llevarme a un hospital? Con 24 horas de habernos conocido, ¿Habíamos entablado realmente una amistad que yo sentía como si fuera de varios años? …

Sea cual fuera el motivo, él no merecía que dude de sus buenas intenciones, sean estas las de una amistad pura y sincera o tal vez las de algo más… No podía dudar de la buena voluntad que lo había impulsado a ayudarme la noche anterior.

Tenía muchas preguntas, quería respuestas, pero tenía miedo de obtenerlas. Con un poco de desilusión decidí encargarle al tiempo la dura tarea de aclararlo todo…

Moví un poco la cabeza para alejar todas esas ideas de mi mente, hasta ahora mi ánimo no había decaído y esta pequeña confusión no iba a apañarlo, así que sin más camine lentamente hacia mi caja, mentalizándome para iniciar con pie derecho el día.

Me concentré en mi trabajo, dando lo mejor de mí para aumentar mi productividad, satisfaciendo en todo lo que podía a los clientes y sonriendo con autentica alegría a todos los que me rodeaban, o por lo menos intentándolo. La mañana me sorprendió avanzando muy rápido y de pronto me encontré a tan solo 15 minutos para el almuerzo.

Intenté pasar por Leo para comer juntos y charlar un poco pero su cubículo estaba vacío, tal vez ya se había adelantado. Caminé con entusiasmo esperando encontrarlo en el comedor, quien sabe, me había guardado un puesto y todo para almorzar juntos.

La sonrisa de mi rostro se esfumó al ver a Angiie caminando por el pasillo contrario, me reconoció al instante, una mirada fulminante me hizo retroceder un poco y estuvo a punto de gritarme dios sepa que cosas… Pero se percató de la cura que tenía en el cuello. Su semblante cambió enseguida, se acercó cautelosa y preocupada.

—Mi amor… ¿Qué te pasó?

—No… no es nada —quería minimizar todo lo que había sucedido—, solo un pequeño accidente ayer cuando salía, pero mejor hablamos en el comedor, ¿Te parece?

—Claro, claro —su voz adquiría un toque maternal mientras caminábamos—, pero… ¿Tan grave fue como para ponerte eso en el cuello?

Le explique todo brevemente, omitiendo ciertos detalles “sentimentales”. No era muy bueno en esto de describir bien la situación horrible por la que había pasado, y peor aún, que quería olvidar lo antes posible.

—Vaya… en realidad fue un gran detalle de… ¿Cómo dices que se llama?

—Leo… a ver si lo recuerdas

—Ya, pues como es un poco reservado y tal… no lo ubicaba muy bien. Pero... —conocía muy bien esa sonrisita que sacaba a relucir justo antes de emitir uno de sus comentarios “picantes”— por lo que he visto no está nada mal eh…. ¿Tú crees que…?

— ¿Qué? —pregunté casi seguro de lo que insinuaba. No pude evitar sonrojarme un poco.

—Pues que él sea…

— ¡Ya llegamos al comedor! —interrumpí nervioso—, vamos a buscar a Mike…

No demoré mucho en encontrar a ese par de ojos azules mirando con atención desde una de las esquinas del pequeño cuarto. No parecía molesto, sino más bien preocupado…

Le indiqué a mi amiga donde se encontraba y al acercarnos me di cuenta de que Mike había reservado 2 asientos junto a él. Recordé a Leo y rápidamente lo busque entre le gente que se amontonaba para tomar sus alimentos. Lo encontré, estaba sentado en otra mesa, conversando con algunos compañeros de trabajo.

—Pues tu amigo parece ser muy sociable —inquirió Anggie—, hace amigos muy rápido

—Ya ves…—le dije ocultando la pequeña decepción que me había causado el saber que no podríamos comer juntos. Quería presentárselo a Anggie y a Mike para poder charlar y reírnos juntos…

Me senté en el puesto que Mike había reservado y procedí a disculparme por haberlo dejado plantado la noche anterior. Me alegró el saber que no estaba resentido conmigo, por el contrario me escuchaba atento y después de enterarse del accidente que tuve, elogió de buena manera a Leo, mostrando un vivo interés por conocerlo mejor. Eso sí, me hizo prometer que él y yo saldríamos juntos apenas tengamos algo de tiempo libre.

Yo accedí de buena manera, en realidad Mike era un buen tipo, maduro y comprensivo. Merecía que por lo menos aceptase de nuevo salir con él. Las disculpas no me habían resultado difíciles de ofrecer, así que habiendo zanjado ese incómodo asunto me dispuse a pensar en… Leo y en la “MUESTRA DE AGRADECIMIENTO” que estaba planeada para esta noche. Solo tomé un refresco, no quería llenar mi estomago hasta que llegara la hora de salida.

Anggie y Mike se la habían pasado todo el rato conversando entre ellos. No les puse mucha atención. Mi mente estaba en otro sitio, intentando aclarar un poco lo que en realidad sentía por Leo y llegando a la misma conclusión: Me tomaría las cosas con calma y seguiría tratándolo cómo lo que era: Un buen amigo… MI buen amigo…

Con gran ironía me encontré en caja haciendo de todo para matar el tiempo. El flujo de personas había disminuido y la tarde se volvía tediosamente aburrida. Algo de origami por aquí, un poco de versos libres por allá, y cuando ya nada servía para entretenerme terminaba jugando “solitario” en el PC.

Casi contando los últimos minutos para la hora de salida me aseguraba de tener todo listo para cuadrar mi caja y salir apenas Diego, mi superior, me indicara que podía hacerlo.

Los minutos empezaban a hacerse demasiado largos, tediosos y cansados. Contaba los segundos dando pequeños golpes en la mesa con la punta de un viejo bolígrafo.

—Bien, puedes irte —suspiró Diego mientras pasaba por mi cubículo.

— ¡Hombre!… —exclamé un poco indignado— pensaba que me dejarías al último.

— ¡No te quejes! —Retrocedió unos pasos solo para mirarme mientras lo decía— que casi siempre llegas atrasado.

:okay:, no pude objetar nada, el muy pendejo le había dado al clavo.

Con algo de esfuerzo por calmar tanta emoción termine de arreglar todo para irme, era de los últimos en marcharse, supuse que Leo me estaría esperando afuera, al lado de la puerta de entrada. “Nos iremos de aquí juntos” resonaba en mi mente, produciéndome un pequeño cosquilleo en el estómago…

El familiar “click” de la imponente puerta sonó y crucé con relativa calma, sin embargo bajo ninguna circunstancia estaba preparado para lo que mis ojos veían.

En ese momento todo se desmoronó, la débil burbuja de tranquilidad que había creado durante todo este tiempo estalló en mil pedazos, obligándome a enfrentar de la manera más violenta a mis prematuros sentimientos.

Era… Leo, a unos metros de la puerta de entrada. Sus manos estaban ocupadas acariciando el rostro de una chica esbelta y de perfil armonioso. Sus ojos estaban cerrados, probablemente concentrados en lo que sus labios estaban haciendo…

Sí, era Leo, besando con pasión a una chica. Tal vez era su novia, tal vez una amiga… No quería imaginar, solo sabía que la estaba besando sin discreción alguna…

Tristeza, ira, decepción… Habían muchas cosas en mi mente como para saber explicar cuál exactamente era la que sentía en ese momento, de todas formas al mezclarse habían logrado que mi cuerpo se quedara petrificado. Mi rostro no se inmutó, mis labios intentaron decir algo, gritar si es que era el caso… Pero no hice nada, mi cuerpo simplemente dejó de responder…

Mi mecanismo de defensa exigía movimiento, tenía que salir de allí… Mis pies empezaron a caminar con una firmeza que ni si quiera yo sabía que existía. Ninguno de los dos podía verme, así que los rodeé rápidamente y cuando estuve alejado unos cuantos metros corrí con desesperación…

La angustia controlaba mis pasos, no sabía a dónde corría, no tenía un destino. Solo quería estar lejos de allí, lejos de todo, lejos de mis propios sentimientos…

Pensé rápidamente, casi por instinto. Pregunté por todos lados acerca de una pizzería nueva, la que sirviera la mejor pizza napolitana…

Tras varios intentos, y con el corazón latiéndome a mil, logré ubicarla, se llamaba Deliziare .

—Vaya nombre tan común… —pensé mientras entraba en el local…

Pedí una limonada y un pequeño entremés, y antes de que la amable señorita que tomaba mi orden me llenara de preguntas le aclaré que esperaba a alguien. Alguien que estaba seguro no llegaría…

Mi mecanismo de defensa había actuado, como siempre, a las mil maravillas. No había cometido ninguna imprudencia y ahora estaba listo para afrontarlo todo…

Dejé que la escena que había presenciado hasta hace pocos minutos volviera a mi mente, cuadro por cuadro. Tenía la necesidad de aclarar lo que realmente sentía…

¡Qué tonto es el ser humano cuando piensa que podrá llevar las cosas que siente con calma! Apenas empecé a recordar la imagen sentí como las suaves agujas del dolor empezaban a perforarme. Leo… sus manos… sus ojos… sus labios… ¡Que perfectos me parecían ahora que los veía inalcanzables!

En ese instante lo pude ver con claridad, me había enamorado de él apenas lo había visto. Allí en su cubículo, con los nervios de punta y su impresora dañada… Durante las siguientes horas solo había intentado engañarme, asegurándome que lo único que quería era saber su nombre… Y luego llegó la noche, el asalto, el hospital, la sensación de compatibilidad y la tranquilidad que sentía a su lado… Las circunstancias solo habían servido para enamorarme aún más de él.

Lo entendía todo claramente, pero de alguna forma sentía que todo era inútil, al parecer Leo ya estaba con alguien y de nada serviría que yo aclarara mis sentimientos hacia él si de todas formas no podría corresponderme…

Fue allí que un par de lágrimas pugnaron por salir de mis ojos, me aterraba el hecho de saber que siempre seríamos… amigos…  solo eso, un par de individuos que sienten amor fraterno…

Estuve a punto de dejar caer tan pesadas lágrimas de no ser por aquel mensaje que me llegó al móvil… Me apresuré a ver quién era el remitente.

Leo Martínez te ha enviado un mensaje

— ¡Pero qué…! —estaba totalmente confundido, jamás había guardado el número de Leo, ni siquiera se lo había pedido…

Olvidé rápidamente el asunto del número e intenté abrir el mensaje, mi pulgar vaciló un momento antes hacerlo, pero tomando un respiro profundo procedí con total determinación.

“Hola, siento mucho cancelar la invitación de esta tarde... Mi NOVIA ha venido a verme y hemos quedado para salir juntos, nos vemos mañana…”

Ira, sí, sabía perfectamente cómo se siente, era lo único que tenía en la cabeza en ese momento. ¿Qué pretendía con ese mensaje? ¿Quería restregarme en la cara que tenía una NOVIA o algo por el estilo? ¿Qué clase de pendejo se disculpa de esa manera, y peor aún, escribiendo un mensaje?

No iba a ser su burla, de eso estaba seguro. Acababa de descubrir que lo amaba, pero eso no era motivo para disculpar tan evidente ofensa.

No había necesidad de limpiar mis lágrimas, jamás solté una sola de ellas. Lleno de rabia pagué la cuenta y me apresuré a llamar a Anggie, una idea tan impulsiva como macabra se tejía en mi mente.

—Hola amor

—Dame el numero de Mike —le ordené casi perdiendo el control.

— ¿Por qué? ¿Qué paso? ¿Todo está bien? —eran demasiadas preguntas, no pensaba contestarlas

—Tú sólo dame el numero de Mike —dije intentando calmarme—, yo te cuento después guapa, por favor…—nunca se me había dado ser grosero con ella, esta no sería la primera vez.

—Vale, te lo envío en un mensaje… Si no quieres hablar no importa, pero recuerda que puedes contar conmigo cuando necesites algo, lo que sea… te quiero mucho… ¿Ok? —era lo que más me gustaba de mi amiga, sabía cuándo apartarse un poco y cuidarme desde el margen.

—Ok —susurré casi al borde del llanto, lo que en realidad necesitaba en esos momentos era un abrazo—, te veo luego, yo también te quiero…

Colgué, al guardar el número de Mike que Anggie me acababa de enviar empecé a arrepentirme de lo que estaba a punto de hacer, pero al instante recordé el mensaje del imbécil de Leo. Marqué el número con renovada convicción.

— ¿Aló? —reconocí la voz de Mike al otro lado de la línea.

—Hola Mike, estás hablando con Andrés. Yo… este… necesito verte —tenía que borrar todo rastro de duda en mi voz. Volví a intentarlo—, quería que retomáramos la cita que quedó pendiente. ¿Recuerdas?

—S…Sí —ahora él parecía dudar, esto me estaba gustando—, ¿Pero tiene que ser hoy?, digo… en este momento estoy en pijamas y demoraré en cambiarme…

—Por mí no hay problema de que estés en pijamas —objeté con astucia.

— ¿A…A qué te refieres? —el tono nervioso de su voz se hacía evidente.

—Seamos sinceros Mike —empecé con absoluta confianza—, tu y yo queremos lo mismo del otro, ¿O me equivoco?, me he dado cuenta cómo me miras desde que te conocí... Y yo no estoy ciego para pasar por alto a alguien como tú. Sólo te pido hacer que esta noche no sea tan fría como las demás…

—Pues ya te habías demorado mucho en pedírmelo… —pude escuchar una pequeña risita en su tono de voz, la duda había desaparecido por completo—, copia la dirección de mi casa, te espero…

La situación era demasiado excitante como para echarme atrás en estos momentos, anoté rápidamente la dirección y mientras viajaba en el taxi rumbo a la casa de Mike escribí un mensaje corto para mi madre diciéndole que me quedaría en casa de unos amigos…

Las cartas estaban echadas y esta vez sería mi turno para jugar…

Al llegar me di cuenta de que era un condominio mediano, modesto y sin mucho adorno. Toqué el timbre del departamento 33-B, que era el que Mike me había indicado.

— ¿Andrés? —reconocí su difuminada voz contestando el comunicador.

— ¡Hola!, sí, soy yo… —le puse algo de emoción a mi saludo. No quería que sospechara nada…

—A…Ahora te abro —el nerviosismo parecía volver, esta noche prometía ser divertida…

Ingresé al edificio y tras haber cerrado la puerta del ascensor, una última duda, tal vez la principal de todas las que me habían asaltado, hizo su escrupulosa aparición.

— ¿Por qué hacemos esto? —era como si mi mente me hablara desde el exterior, totalmente ajena y en desacuerdo con mi cuerpo

—Porque esta vez no seré el niño tonto y enamoradizo que siempre hace las cosas bien… —respondieron mis desidiosos labios en un susurro. Abandoné el ascensor y me dirigí hacia la habitación 33-B

—…Y también para convencerme de lo que siento —añadí al tocar la puerta—, ahora ya no hay vuelta atrás…

Al abrirse la puerta me quedé en shock por unos segundos. El muy cabrón solo llevaba unos bóxers cortos, parecían de nylon oscuro, y una camisilla ceñida a su torso. Mi primera impresión sobre él había sido cierta, tenía un pecho musculoso y un par de piernas de impacto. Me moría de ganas por ver su parte trasera pero con algo de esfuerzo logré contener mi sorpresa.

—Hola —me saludó con una risita confiada—, creí que no vendr…

Antes de que pudiera terminar me abalancé sobre él siguiendo mi mala costumbre de interrumpir lo que las personas dicen. Busqué su boca con desenfreno mientras mis manos se enredaban entre su cabello. Al estar tan cerca de él me di cuenta de que yo era el más alto de ambos, aunque sea sólo por un par de centímetros.

—Va…vas muy rá…pido —atinó a decir mientras mi boca buscaba la parte trasera de su oreja.

—Pensé que te gustaba ir al grano… —reparé jadeante

No dijo nada más, el calor empezaba a adueñarse de nuestros cuerpos. Mike me empujó hacia la puerta haciendo que ésta se cierre de golpe. Ahora eran sus labios los que buscaban besarme con desesperación.

Lo tomé de los hombros y bruscamente hice que girara, intercambiando posiciones. Lo miré a los ojos como un águila que estudia a su presa. Un fuego excitante ardía en los suyos... Sed, necesitaba sus labios para poder calmarla. Volví a besarlo como un loco mientras sus manos me rodeaban el cuello atrayéndome hacia él. Mis manos por su lado se estaban deleitando al manosear aquel firme y redondo culo, metiéndose de vez en cuando debajo de la tela de los bóxers, apretándolo con descaro y dándole una nalgada de vez en cuando.

Me aventuré un poco más y separe un poco sus nalgas dejando que uno de mis dedos explorase más allá de lo debido. Mi boca mordisqueo su oreja al momento en que mi dedo ejercía presión sobre su agujero, arrancándole un gemido lleno de placer y excitación a mi sexy amigo.

Sentí que sus temblorosas manos empezaban a desabrocharme los botones de la camisa. Dejé que se divierta un poco con mi pecho (Empezaba a agradecer tanto tiempo en casa, invirtiéndolo para mantenerme en forma), mientras tanto yo hacía mil maniobras para deshacerme de mis pantalones. Con algo de torpeza logramos quedar totalmente desnudos en cuestión de segundos.

Mike logró confundirme un poco al alejarse estirando sus brazos, separando mi lengua de la suya en un intento abrupto por mantenerse lejos. Al poco tiempo comprendí  su actitud al percatarme de que sus ojos analizaban todo mi cuerpo. Lo sorprendí mirando con especial lascivia a mi verga que apuntaba triunfante hacia el cielo.

—Es toda tuya —sonreí con malicia.

No respondió, parecía hipnotizado cuando se arrodillo y la agarró con ambas manos. Dudó solo unos instantes y antes de que yo pudiera pensar en algo se la metió hasta el fondo de la garganta, haciendo que olas de placer vibren por mi cuerpo y un pequeño escalofrío recorriera mi espalda. Ni siquiera una arcada, era impresionante la manera en la que podía hacerlo. 17 cm hasta el fondo y sin quejas.

Al sacarla noté que un pequeño hilo de saliva y presemen unía su lengua con mi verga. Mike alejó su rostro para extender aquel curioso hilo hasta su capacidad máxima y una vez que éste se rompió uno de menor tamaño quedó colgado de su lengua. Aproveché la ocasión para agarrar el cabello de Mike con una mano y acercar nuevamente su cabeza a mi ensalivada verga. Al darse cuenta de mis intenciones, me lanzó una mirada de ardiente deseo.

Su manos, ahora libres, se dirigían, una hacia su verga para pajearse y la otra hacia su hermoso culo. Arqueó la espalda y me brindo la mejor visión que podía tener de sus dedos perforando poco a poco su hambriento agujero.

Quería manejar la situación a mi antojo, pero en el intento sólo había logrado convertirme en su esclavo. Le había dado rienda suelta a mis instintos y ahora ya no podía parar.

Tome con fuerza su cabello y envié mi verga hasta el fondo, sintiéndome satisfecho cuando su labio inferior rozaba mis testículos. La saqué nuevamente y con ánimo reforzado volví a metérsela hasta la garganta. El ritmo iba en aumento y muy pronto se convirtió en un vaivén animal, su rostro chocaba con violencia contra mis caderas, mis huevos rebotaban en su quijada para alejarse de nuevo y volver a repetir aquella mamada que me estaba llevando al límite de la cordura. Me mordía los labios con el firme propósito de no gemir demasiado, los tenía casi al borde del sangrado por tanto esfuerzo. Mis ojos miraban extasiados cómo sus dedos penetraban aquel glotón agujero con total avidez.

Cuando sentí que estaba llegando a la cumbre de un orgasmo, me obligué, con todas las fuerzas que me quedaban, a separar mi verga de su viciosa boca. Mike me miró suplicante para que le regresara su juguete preferido, pero en vez de eso le dedique una mirada apremiante para decirle:

—Mi turno de complacerte por tan magistral mamada Michael…

Tomé su mano y rápidamente ubiqué la sala de estar, lo llevé hacia donde se encontraba un sofá enorme, dios sepa que utilidad sabría darle, pero me pareció perfecto para cumplir con mis intenciones.

Lo tumbé boca abajo y con ambas manos levante su cadera para poder tener una mejor visión de su culo. Sin ningún aviso me ensalivé tres dedos y se los ensarte hasta el fondo. Chilló con un poco de dolor y placer. Me recosté un poco y empecé a besar nuevamente la parte posterior de su oreja, mordiéndola de vez en cuando. Había descubierto que Mike perdía el control si le daba especial énfasis a esas partes de su cuerpo. Retiré mis dedos de su culo sólo para ensalivarlos bien y poder penetrarlo mejor. Al introducirlos de nuevo, tuve la sensación de que eran palabras lo que salía de su boca, aunque yo solo entendía gemidos ahogados cada vez que mis dedos se movían de mil maneras diferentes en su interior.

Me incorporé de nuevo y al acomodarme entre sus piernas deslicé la punta de mi falo hacia su culo. El juego aun no se había acabado. Lentamente dibujaba círculos con mi verga alrededor de su agujero.

Llevaría a Mike al límite de su capacidad, haría que me rogara el ser penetrado sin piedad y una vez allí cumpliría su ardiente deseo con total satisfacción. Al parecer no me iba a costar mucho, al poco tiempo notaba que su cadera se movía hacia atrás, esperando la tan anhelada penetración.

Sonreí con malicia, mi verga ejerció un poco de presión en su esfínter haciéndolo ceder al instante, el glande ingresó con facilidad. Sólo un poco más de diversión... Retiré mi verga rápidamente de su perfecto culo pero Mike hizo algo para lo cual no estaba preparado…

Con una descarga de violencia su cadera se impulso hacia atrás, clavándose al instante la mitad de mi enhiesto falo entre sonoros gemidos. Eso fue lo último, el juego había terminado.

La poca cordura que había recuperado, después de la mamada que Mike me había proporcionado, desapareció por completo. El instinto más lujurioso se apoderó de mi mente y decidí darle a Mike lo que tanto estaba esperando.

Con un furioso movimiento de cadera enterré lo que quedaba de mi verga en el interior de aquel culo insaciable, logrando que Mike libere un aullido lleno del más puro placer.

En seguida la saqué totalmente y tras un segundo atravesé de nuevo sus entrañas con el mismo furor de hace un momento, el ritmo se volvió frenético y ahora ni él ni yo podíamos contener nuestros gritos de lujuriar. Permanecimos así durante varios minutos, como un par de animales en celo. Una última idea cruzó por mi cabeza antes de dar por terminada esta increíble cogida

Rápidamente me tumbe boca arriba en la alfombra, el sofá se había vuelto pequeño para lo que intentaba hacer. Mike entendió al instante y tras ponerse en cuclillas, tomó mi verga con una mano y se la enterró toda de un solo golpe. Los jadeos, gemidos y gritos empezaban de nuevo. Los pies de Mike empezaron a flaquear y pronto necesitó apoyarse en sus rodillas para poder soportar mis embestidas.

Comenzó a impulsarse con sus piernas, dejé que llevara el ritmo de la cogida. Me estremecí del gusto al sentir sus furiosos movimientos. Su cadera me estaba haciendo sentir cada vez más cerca del éxtasis. Mi verga salía casi en su totalidad y entraba de nuevo con deliciosa facilidad. Sus brazos permanecían colgados a los lados, casi sin vida. Su verga totalmente hinchada rebotaba en mis abdominales marcados hasta la exageración por el esfuerzo.

El clímax estaba a las puertas, pero no quería que Mike se tocara para alcanzarlo. Me impulse un poco, tomé sus manos y lo obligué a inclinarse un poco hacia adelante. Unas cuantas embestidas más y todo el fuego se habría consumido…

Mike se dio cuenta del truco y entre susurros imploró:

—An…drés…, suél…tame, mori…ré si no … me… co…rro

Negué con la cabeza, el ver esa expresión de en su rostro me volvía loco. Al observar mi negativa empezó a moverse hacia todos lados, agitado buscaba la forma de que su verga se restregara sobre mi estomago y así conseguir uno de los mejores orgasmos de su vida.

Sus movimientos me estaban llevando al cielo y con una última estocada no pude aguantar más.

Solté sus manos, tome una última bocanada de aire y me apoye sobre los codos. Sentí que la tierra temblaba al llegar mi orgasmo, grite con todas las fuerzas que tenía, y en un acto reflejo arqueé mi espalda, enterrando hasta el último milímetro de mi verga en  ese culo tan vicioso. Unos cuantos disparos de lefa se apresuraron a llenar los intestinos de Mike, inyectándole un poco de energía para que su corrida sea igual de alucinante.

Un alarido en aumento se escapaba del pecho de mi musculoso amigo. Unos espasmos en mi agotado miembro daban fe de que su orgasmo estaba llegando con todas sus fuerzas. Miró hacia el cielo con la boca entreabierta y maravillado pude observar cómo gruesos chorros de esperma nos bañaban a ambos…

Había sido uno de los mejores polvos que había echado en mi vida…

Mike se acostó rendido sobre mi pecho, durmiéndose al instante. Con mis últimas fuerzas lo llevé en brazos hacia su dormitorio, no sin antes haberme topado con la cocina y el baño por error. Lo acosté en su cama con extremo cuidado y me acomode a su lado para poder descansar un poco. No tuve oportunidad de pensar en algo, o en alguien… no tenía fuerzas para hacerlo. Así que sin darme cuenta me dormí enseguida…

Un pequeño trueno me hizo despertar perturbado, había una ligera llovizna afuera. Mike aun seguía dormido a mi lado. Vi la hora en un reloj despertador que estaba sobre el velador, 4:25 am.

Me levanté de la cama sin hacer mucho ruido. La habitación era cálida, así que permanecí desnudo mientras me acercaba hacia la ventana, necesitaba hablar conmigo mismo.

No me arrepentía de nada, creo que en realidad tanto Mike como yo necesitábamos quitarnos un peso de encima, el sexo había sido una buena forma de aliviar tensiones. Además, ninguno de los dos había hablado de sentimientos. Esto había sido un encuentro casual entre 2 amigos que se atraen y lejos de parecer una causa por la cual mi amistad con Mike quedaría destruida era más bien un motivo para fortalecerla. De todos modos esto no volvería a ocurrir, bueno, al menos no mientras sintiera lo que siento por Leo…

—Leo… —suspiré—, maldito idiota… no puedo dejar de pensarte…

En la tarde había logrado comprender que estaba enamorado de aquel tonto de sonrisa tímida. Y ahora el episodio “salvaje” con Mike sólo había logrado fortalecer esa idea al hacerme entender que mi cuerpo podría estar aquí, pero mi corazón residiría donde su dueño quiera estar.

Mientras miraba las húmedas calles a través del vidrio, noté cómo una leve sonrisa, confundida con alegría y amargura se dibujaba en mi reflejo.

Mis sentimientos hacia Leo habían sido expuestos con violencia esta tarde, y aunque no eran tan fuertes ni maduros, estaba dispuesto a cuidarlos muy bien, y sobre todo… a luchar por ellos.

En el fondo, sentí como si un largo camino apenas empezara a recorrerse…

Muchas Gracias a todos por sus comentarios. Espero realmente que esta nueva entrega sea de su agrado. No duden en enviarme sus dudas, comentarios o sugerencias para mejorar esta historia. Recuerden valorar este relato y pues, ¡MUCHAS GRACIAS POR LEERME! (^^)//

PDTA: Por cuestiones de edición me he visto obligado a resubir este relato, muchas gracias por su comprensión ^^.