La doctora rural (4)

La historia da una vuelta y la doctora ya no es mansa.

Definitivamente era otra... me daban exactamente las órdenes de Ramón, me daba igual. Iba a follarme a quien me apeteciera y

cuando me apeteciera, se acabó el chantaje.

Eran las 5 y media cuando Teresa me llamó

Teresa: María, Ramón está aquí, está furioso

María: Me da igual, no voy a bajar

Ramón se apropió del telefono con violencia

Ramón: Puta, quien te crees que eres, cumple tus órdenes o quieres que todo el pueblo sepa lo guarra que eres.

María: Sí, quiero que lo sepan, se acabó Ramón, no voy a jugar más.

Ramón: Doctora todos van a saber sus aventuras.

La tarde pasó sin pena ni gloria hasta que el timbre del consultorio sonó, era Teresa.

Teresa: María, Ramón ha ido casa por casa contando todo, lleva tu ropa interior como prueba

María: Teresa, me da exactamente igual, disfruté tanto estos días que me da igual que se sepa, seguiré follando con quien quiera, ahora libremente.

Teresa: Nadie te respetará...

María: Me respetarán más todavía... y tu Teresa, tu también debías disfrutar.

Teresa: Hija mía, yo ya tengo hormigón armado... mi tiempo ya pasó

Teresa tenía unas tetas no grandes, enormes, y un culo potente. Era feilla pero su cuerpo aún tenía un toque para el pecado.

Mientras hablábamos, Fausto, el mecánico llamaba a la puerta. Terese le abrió y un poco enfurecido entró en la consulta.

Fausto: Dime que es mentira que te andas follando a medio pueblo

María: Es mi vida Fausto

Fausto: Increible

Me tiró mi sujetador a la cara y se marchó hacia su taller. Agarré a Teresa del brazo y salí tras el

El taller de Fausto estaba cerrado, ya pasaban de las 7 y el trabajo era escaso. Con Teresa del brazo tenté la puerta metálica

que se abrió. La nave estaba oscura excepto la pequeña luz de la oficina del fondo. Las dos fuimos hacia allí. Fausto casi se pilla la polla con la cremallera al vernos y pillarlo in fraganti haciendose una paja.

María: Me vienes espantado a llamar la atención y ahora te pajeas pensando en mí

Fausto: Doctora, me encanta y no puedo evitarlo. Comprenda que llevé decepción sabiendo que se folló a los demás y a mi no

María: Pídemelo y lo haré.

Yo dominaba la situación. Fausto estaba avergonzado con su pequeña polla fuera y los colores subidos sentado en su silla de oficina mientras Teresa se mantenía detrás de mi visiblemente colorada.

Como Fausto no reaccionaba me acerqué a el y me arrodille en el suelo mientras agarraba su polla y la metía en la boca llamé a Teresa con los dedos. Tenía la pequeña pero dura polla de Fausto en mi boca cuando Teresa se puso a mi lado. Con mi mano empece a sobar el culo de Teresa. Ella no se apartó y noté que volvía aflorar su esencia de mujer mucho tiempo después. La blusa de Teresa parecía jugar contra la gravedad ya que sus enormes pechos siempre ponían los botones al límite. Fausto no quitaba ojo de esas tetas mientras yo le comía los huevos.

María: Fausto, Teresa quiere que le comas las tetas verdad?

Teresa dio un paso y puso sus tetas a tres dedos de la cara de Fausto que con sus manos fue directo a los botones de la blusa.

Yo me levanté y agarré la mano de Teresa para que empezara a pajear a Fausto. El mecánico abrió la blusa y con rapidez sacó las tetas de Teresa por encima del gran sostén y se las llevó a la boca. A Teresa se le escapó un grito de placer.

Las tetas de la encargada del supermercado eran un manjar en la boca de Fausto. Eran enormes y el las lamía cada vez con más intensidad. Teresa no reprimía el placer y a la vez que se mordía los labios pajeaba más y más fuerte al gordo mecánico.

Yo me fui directa a la falda de mi nueva compañera de faenas. Se la quité y comencé a jugar con su coño por encima de las bragas. Ella no podía más. Estaba muy mojada.

María: Súbete a la mesa

Teresa se subió a la mesa y dejó el coño preparado para que Fausto comenzara a penetrarla

Fausto: Joder que mojada estás Teresa

Teresa: Que bueno dios mio doctora que bueno

Mientras observaba la escena me fui quitando la ropa, Teresa empezó a correrse pronto y no paraba de gritar de extasis.

María: Ahora viene la guinda

Agarré a Fausto y lo senté en la silla para subirme encima de el y ensartarme su polla

María: Follame fuerte

Fausto: Doctora pensé que nunca lo conseguiría

María: Terese metele las tetas en la boca otra vez

Mientras lo cabalgaba, Fausto comía las tetas de Teresa con gran ansiedad. No tardó mucho en empaparme con su semen caliente. Cesó el bombeo y me incorporé de nuevo.

Me vestí con tranquilidad mientras Teresa hacía lo mismo. El mecánico no podía mas y no se movió de la silla.

Salimos por donde habíamos venido sin mediar palabra dejando a Fausto con su polla flácida al aire.