La doctora rural (3)

Cuando la víctima se hace protagonista

Ramón me estaba esperando en la puerta de mi casa. Fausto me había dejado con un calentón tremendo y el lo sabía.

Pasé junto a el sin saludarle y cuando metía la llave noté como empezaba a sobarme el culo como el otro día.

Seguí sin decirle nada, entré hacia el pasillo y el venía detrás, callado. Cerró la puerta y me siguió.

Me fui directamente a la habitación, me saqué el pantalón y las bragas y me tumbé en la cama con las piernas lo más abiertas posible.

Ramón entró en la habitación y vio la pose a la perfección

Ramón: No has cumplido, te dije que te lo follaras

María: No dí, casi se corre según le toqué y después se fue

Ramón: Lo tendré en cuenta en las órdenes de mañana, tendrás tu pequeño castigo

María: Ramón... no te vayas

Ramón: Tu no mandas

Ramón enfiló de nuevo el pasillo y se marchó dejandome totalmente descompuesta. No podía más, el cuerpo me ardía. Comencé a tocarme, poco aguanté un ritmo lento y comencé a apretar mi coño mas y mas fuerte.


Otro día más... otra jueguecito más... mi mente me contradecía. Por un lado, las dos calenturas de los dos días me subieron a los cielos pero la moralidad pesaba más, de momento... Un pueblo pequeño, que más da!... por un momento estaba decidida a seguir el juego y porqué no participar más de el...

Las 5. Teresa me saluda y me entrega otro sobre.

"Doctora guarra, nuevas órdenes. Espero que hoy las cumplas mucho mejor. Espera en la consulta, el primero que entre tendras que follartelo. Recuerda que ayer fuiste mala y no te lo pondré nada fácil"

Doblé de nuevo la nota y me la guardé en el bolsillo. Salí del supermercado y enfilé la puerta del consultorio. Me había excitado la nota, lo tenía decidido, el jodido viejo de Ramón me lo había mostrado, voy a seguir el juego y voy a disfrutarlo.

Al llegar al consultorio me miré al espejo. Que significaría que me lo ponía dificil?. Me saque mi ropa y decidí vestir el uniforme de pijama, me quedaba un poco pequeño y al ser ceñido podría valer. Visaban mis bragas moradas y me hacia un culo realmente apetecible.

Sí María, lo vas a disfrutar.

En el medio de mis pensamientos oí la puerta, alguien entraba y sería mi "víctima"... o la víctima era yo?...

  • Doctora? Buenas tardes

Ramón tenía razón, lo tendría chungo, el sacerdote del pueblo acababa de entrar al consultorio. Confirmé lo premeditado del asunto en la siguiente frase, tendría que improvisar de lo lindo...

  • Ramón me dijo que quería verme urgentemente

Don Luis era un hombre de unos 75 años, con bastante pelo, enteramente blanco. Era un señor bajito pero muy bien conservado, lejos de una vida de excesos era lo lógico. No era un asíduo del consultorio por lo que ya dice mucho de su salud.

María: Sí, Don Luis, siéntese.

El cura se sentó al otro lado del escritorio. Iba vestido con un pantalón de pana marrón y una camisa a cuadros. En  el pueblo nunca le había visto ni con sotana ni con alzacuellos sino con una vestimenta normal.

María: Mire, no tengo mucho tiempo para poder ir a la Iglesia y siempre fui muy devota. Me gustaría proponerle

que pudiese usted venir semanalmente a darme la comunión y a confesarme.

Don Luis: Me parece muy bien, doctora usted dígame cuando quiere y yo vendré encantado

María: La confesión podemos empezarla hoy si usted está de acuerdo

Don Luis: Me parece bien, claro

María: Le importa que subamos a mi casa que estaremos más cómodos que en una fría consulta

Don Luis asintió y yo me levanté, tenía que empezar mi show y avancé delante de el, sabía que el pijama transparentaba mis bragas y por ahí quería empezar. Si querría tener alguna oportunidad tendría que espabilarme.

Seguí andando cerca de el y subí mis escaleras delante. Fuimos al sofá, le invité a sentarse y le ofrecí algo de beber que no quiso. Me senté a su lado.

Don Luis: Cuando quiera doctora.

María: Ave María purísima

Don Luis: Sin pecado concebida, dime hija, cuéntame

María: Verá... el otro día... tuve un sueño extraño, quería tener sexo con todos los habitantes de este pueblo...

Los ojos del cura se abrieron de par en par, visiblemente sorprendido.

Don Luis: ... hija, supongo que llevas tiempo en el pueblo y la lujuria acecha pero debes seguir el camino de Dios y ser fuerte

María: Tiene razón padre, pero usted no cree que mi cuerpo merece alguna alegría de vez en cuando

Me levanté y le volvía a enseñar el culo, no estaba seguro de que surtiera efecto en las escaleras pero ahora sí estaba seguro que no le quitaba ojo.

Don Luis: Tendrás que probar a salir un poco hacia otros lugares y buscar un marido para formar una familia

María: Don Luis, sabe que tengo que estar aquí las 24 horas y el pueblo está envejecido y tengo mucha demanda en la consulta.

Me volví a sentar en el sofa y me acerqué un poco más. Ahora el inicio de mis pechos se vislumbraba por la abertura del pijama y también mi sujetador de encaje. El cura se quedó callado y me fui acercando para besarle.

Conseguí pegar mis labios a los suyos y darle un pequeño beso.

Don Luis: Hija, apartate, por favor un respeto.

El cura se levantó enojado y enfiló la puerta, estaba perdida... solo acerté a decir una frase

María: Si usted se va padre... tendre que entregarme al primer hombre que vea.

El sacerdote abrió la puerta y salió... solo pasaron diez segundos cuando oí que volvían a llamar. Una media sonrisa salía de mi cara. Era él

Don Luis: Nunca estuve con una mujer, no se que quieres de mi hija

María: Acompañeme padre

Agarré su mano y me lo lleve a mi habitación. Tenía las manos sudorosas y su nerviosismo era palpable. Me acerque y volvía a besarle, al mismo tiempo acerque mi mano a su entrepierna.

María: Le gusto padre?

Don Luis: Pues claro que si hija mía

Agarré sus manos y las posé en mi culo, el comenzo con suaves caricias que me estaban excitando muchisimo. Me aparté y me saque la casaca dejando al aire mis tetas con el sujetador. Mi mano bajó con bastante rapidez la bragueta del cura y saco su polla. El se puso más nervioso, su respiración era cada vez más jadeante. Era un miembro normal pero ya estaba duro como una roca. Me puse de rodillas y empecé a mamarlo con decisión. Estaba claro, yo ya no era la víctima, era la protagonista. El cura jadeaba cada vez más.

María: Diga algo señor Luis que le noto muy callado

Don Luis:

Hija mía me haces pecar

Seguí mamando con decisión, me saque la polla de la boca y tras una breve comida de huevos lo tire en la cama. Me saque mi pantalón y mis bragas y me senté sobre la polla erguida del sacerdote. Entraba y salía de mí con una facilidad pasmosa, estaba empapadisima

María: aaah, aaah, joooder que follada

Don Luis no articulaba palabra, abría los ojos y mordía los labios. Comencé a bombear más fuerte y la temperatura de mi vajina aumentó con los chorretones del cura que me llegaron muy fondos. Le besé, me levanté y comencé a vestirme.

María: Muchas gracias Don Luis, me siento mucho más liberada

Don Luis: hija mía, no dudes en volver a avisarme para una nueva confesión

Muy avergonzado, salió de casa con rapidez. Aún no se cerrera la puerta cuando Ramón entró. Estuvo parado en la puerta y sabía que lo había escuchado todo

Ramón: No te ha costado nada follartelo, guarra

María: Un poco más que a ti

Inmediatamente me agarró y me llevó a la habitación, se saco el enorme pollón de su calzoncillo y me lo insertó en la boca. A duras penas podía meterlo...

Ramón: Chupa

María: hmmmmmm

Me aparté y puse de nuevo mi culo en pompa para que me penetrara como el primer día. No lo dudó

Ramón: quieres que te rompa de nuevo eh guarra

María: follame joder, meteme ese pollón

Tres embestidas bastaron para que me corriera como nunca lo había hecho, el poco tardó en acompañarme. Tenía que mentalizarme, tenía que disfrutar e iba a hacerlo.