La doctora rural (1)

María es la nueva doctora en un pequeño pueblo de tan solo 13 casas y donde el habitante más joven tiene 69 años

Es realmente sofocante, una guardia más en el pueblo en pleno mes de Agosto. Mi nombre es María, soy la nueva médico de un pueblo perdido de la mano de Dios.

13 casas conforman el lugar y el habitante más joven creo que tiene 70 años. Es mi primer destino, cerca de cumplir 28 años poco más puedo pedir. Me mudé hace 10 días, vivo encima del propio consultorio en un piso pequeñito. Por las mañanas tengo compañía pero por las tardes y por las noches estoy sola para lo que surja. Mis vacaciones y la vuelta a la ciudad quedan lejos, mi contacto social se reduce al supermercado de enfrente donde doña Teresa, viuda, me surte para mis comidas.

Toda mi vida cambió hace unas horas. Despues de comer, con todo fregado me disponía a tumbarme un poco. El calor y la modorra pedian paso y lo necesitaba.

Suena el timbre.

Maria: Diga

Señor: Doctora, necesito verla

María: Pase que enseguida bajo.

Llevaba puesta una ropa ligera y no quería bajar así. Me quité la ropa y me puse mi vaquero ceñido aunque con el calor que hacía mantuve mi camiseta de tirantes amarilla. Cogi mi bata, la puse y bajé.

Ramón ya esperaba en la minisalita del consultorio. Era un paciente conocido y habitual que con casi 90 años comenzaba sus achaques.

María: Ramón, buenas tardes pase a la consulta

Me metí en la consulta y Ramón me siguió, me senté en mi sillón y al otro lado de la mesa estaba él.

Ramón: Tengo el corazón a mil

María: Está nervioso, señor Ramón

Ramón: no sé que me pasa que el corazón palpita demasiado

Estiré mi brazo para coger mi fonendo y la bata se separó mostrando mis grandes pechos que apenas se sujetaban en la pequeña camiseta de tirantes. No soy tonta y me fijé como a Ramón casi se le salen los ojos de las órbitas. Me levanté y me puse de pié frente a el, que continuaba sentado.

María: vamos a mirar las constantes señor.

Coloque el manguito para mirar la tensión y el al levantar el brazo me rozó el pecho derecho. No le dí importancia, no creo en la malicia y menos de la gente mayor. Al mirarle el pulso me di cuenta que efectivamente estaba elevado.

María: Ramón, tiene que tranquilizarse, tiene el pulso acelerado.

Ramón: Hija mía, mirandote lo raro es que no se me saliese el corazón por la boca.

María: (Joder, pensé, el viejo va a saco) Ande no diga tonterías.

Cuando me di la vuelta para volver a mi sitio noté las dos manos del anciano en mi culo. Me quedé petrificada, no quise reaccionar del todo mal por mi trabajo y mi posición y dado que el pueblo era muy pequeño no quería movidas. Fueron dos segundos, larguísimos, no solo posó sus manos sinó que apretó mi bata y mis vaqueros.

María: ¡Ramón! que hace, por favor, comportese que no es usted un crío

Ramón: ¡Perdoneme! es que estoy tan nervioso y la vi a usted tan... rica que no me pude resistir.

María: Aún así debe guardar la compostura

Ramón: Entienda que el pueblo es el que es y su llegada es como la de un ángel para cualquier hombre.

María: Es un halago señor Ramón pero estamos aquí para ayudar asi que olvidemoslo y volvamos a su caso

Ramón: Tardaré en olvidar su culo

María: (Pues si que es pesado el viejo) Levántese, voy a escuchar como respira.

A duras penas se levantó de la silla. Cuando se levantó el bulto en su pantalón era muy obvio. Ese paquete no era normal, tenía una polla descomunal. Lo peor no era su bulto ni el tamaño, lo peor es que me quedé pasmada, me excité y el lo notó.

Ramón: Hacia donde voy?

María: Puuuess... quedese ahí de pié que ya me acerco yo.

Según me acercaba era yo la de las palpitaciones. Tuve mis escarceos pero llevaba mucho tiempo sin sexo, la carrera era muy dura y casi dos años hacían del último polvo que además fue bastante decepcionante.

Me coloque por detras y comence a auscultarlo, no podía nublarme, era mi paciente y tenía 90 años. María olvidate, estás necesitada y se te fue la mirada pero no te compensa hacer ninguna locura. Cuando me coloque enfrente de el para continuar no pude evitarlo, volví a mirar esa semejante burrada que tenía entre las piernas.

María: en principio esto está bien Ramón no sé a que puede deberse

Ramón: yo sí lo se, cuando venía para aquí solo pensar en su culo y en sus tetas me puse perdido.

No se lo que hice, perdí el control. Saqué mi bata y calmadamente la dejé en el perchero, cerre la puerta de la consulta y pasé la llave. Todo lo que pasó

después fue fruto de algo que no pude reprimir. Allí seguía Ramón de pié con un bulto en la entrepierna de tres pares de narices y sus 90 años.

María: Tanto te gusta mi culo, Ramón?

Ramón: no lo sabes tu bien...

María: Sóbamelo! (Me puse enfrente de el dándole la espalda. Bajé el tronco y dejé mi culo en pompa para el)

Ramón: Me está dejando doctora? me da un poco de reparo

Le agarré las manos y se las coloqué en mis nalgas. El empezó a sobarme el culo despacio pero a los pocos segundos ya lo hacía con fuerza y con poca coordinación. Me separé un poco, desabroché el pantalón y me lo quité. Estaba en la misma posición que antes pero solo con mis bragas de encaje. Ramón no tomaba la iniciativa y seguia solo sobándome el culo.

Me dí la vuelta y me saque mi camiseta. Estaba enfrente de un viejo de 90 años en ropa interior, caliente como una perra.

María: Está más tranquilo Ramón?

Ramón: Enseñame las tetas (se olvidó de sus dolores)

Me saqué el sujetador y mis pechos quedaron al aire. Como si de un antídoto se tratase Ramón se abalanzó sobre ellas y empezó a comerlas como un poseso. Yo no podía más, el bajó sus manos a mi entrepierna y directamente el dedo fue al fondo de mi coñito. Entre el ritmo de su boca en mis pezones y la mano firme

de la entrepierna yo no podía más.

María: sacate la polla por favor

Ramón: que poco tardaste en pedirlo doctorcita. Prometeme que serás mi guarra

María: te voy a follar cuando me lo pidas pero sacatela ya...

Ramón se saco ese enjendro. La polla mas gorda y grande que he visto en mi vida. Inmediatamente me agache y me la lleve a la boca. Casi se me desencaja la mandíbula con semejante trabuco. Empecé a mamar con muchas ganas y Ramón jemía cada vez más.

María: no te corras que esto tengo que metermelo

Ramón: pues metetelo ya porque no aguanto mas

Rápidamente me levanté y me puse de espaldas a el. Me bajó las bragas y me las quitó con gran agilidad y en unos segundos esa verga descomunal me estaba partiendo en dos. Yo no pude mas y empecé a gritar

María: joder, cabrón, rómpeme en dos.

Ramón: pedazo vocabulario doctora

María: aaaaaahm aaaaaaahm (se acabaron las palabras)

En dos empujones mas Ramón se corrió dentro de mi como un manantial. Nada mas sentir el calor de su semen me vine como nunca lo había echo. Me había corrido

con un viejo de 90 años, sí! soy una cerda.

Ramón: Ya estoy mucho mejor doctora

María: Creo que le voy a dar cita para mañana, Ramón que no me fio

Ramón: Solo vendré mañana si me lo pides.

Desnuda, encima de la mesa de mi consulta, sudorosa ante un viejo de 90 años solo pude decir:

María: Ramón, ven mañana y follame por favor.

Ramón: nunca vas a querer irte del pueblo.

Ramón se fue, cerro la puerta y yo comencé a vestirme, al final la siesta fue cambiada por algo de lo que en unas horas me arrepentiré seguro

María: mierda, mis bragas... donde estan...

CONTINUARÁ