La Doctora en la jaula X

Donde la Sra. Stone y su hija Laura continúan en tratamiento, conocemos el destino final de Melody Forbes y los Tyler y vemos como afecta la separación de sus padres al rendimiento escolar de Jennifer Forbes.

Este relato es una versión en español del relato  “Doctored into a cage” escrito por Jackpot y aparecido en la página BDSM Library en noviembre del 2008. Por su temática, me pareció interesante traducirlo y compartirlo con ustedes. No soy un buen traductor, y menos escritor, así que pido disculpas de antemano por los defectos que en el relato se encuentran.

X

La Sra. Stoneno estaba segura de si había pasado o no la media hora. El tiempo transcurría muy despacio en su mente y algo aprovechaba ese tiempo para jugar con su cerebro. Estaba empezando a tener pensamientos lascivos, el tipo de pensamientos impropios que aparecían en sus pesadillas y fantasías. Era algo quela Dra. Prichardhabía dicho, algo que estaba a punto de suceder. Su hija, Laura, iba a follar en la cama bajo la que ella estaba. La buena doctora incluso le había dicho que esperaba encontrarla húmeda. Tal vez lo había dicho figuradamente, pero realmente se estaba mojando. Lo que no sabía es si se mojaba por el poder de sugestión dela Dra. Prichardo por la forma en que el dildo se apretaba contra su sexo mientras ella se movía sobre él. De cualquier forma estaba excitada. Se odiaba por tener pensamientos sexuales sobre su propia hija. Sabía también que no podía emitir ningún sonido o queja ante los oídos de su hija. Janet rezó con la esperanza de quela Dra. Prichardno llevase a cabo su amenaza. La luz brillante que de pronto inundó la habitación fue señal de que sus oraciones no fueron escuchadas.

  • Se una buena chica, Laura, y siéntate en la cama. – dijola Dra. Prichardllevándola arrastras con una correa. La correa estaba unida a unas esposas en las muñecas de Laura. Detrás de ellas venía Kim, la pobre chica que había sido internada largo tiempo atrás cuando su mente se derrumbó tras la trágica muerte de sus padres. Kim siempre estaba buscando besos y abrazos, los anhelaba una y otra vez.

Desde que la conoció, Laura encontraba repulsiva esta necesidad, sobre todo porque Kim parecía siempre ansiosa por envolver con sus brazos a su nueva compañera de juegos. Siempre anhelante… siempre con los brazos abiertos. Por muy lejos que se encontrase Laura, un poder casi magnético lograba que Kim siempre la encontrase, como uno de esos misiles térmicos que no se despegaban nunca de su presa. Laura ya había experimentado algo de eso en su habitación, cuandola Dra. Prichardle presentó los particulares encantos de Kim. Un guardia se encontraba allí para mantener apartada a Kim mientras la doctora se aseguraba de que Laura fuera totalmente consciente de lo que iba a suceder.

Mami, debajo de la cama, se estaba volviendo loca. En ese momento se dio cuenta de quela Dra. Prichardera realmente malvada y que empeoraría las cosas si gritaba, además de que difícilmente podría sacarla de la posición en que se encontraba. Mientras tanto, la humedad entre sus piernas seguía creciendo y creciendo. Seguía follándose con el consolador en el suelo lo más silenciosamente que podía. Lo desagradable de los pensamientos que rondaban por su cabeza le daba ganas de vomitar, pero seguía apretándose contra el suelo todo lo que podía. Se quería moverse arriba y abajo cada vez más rápido, pero la imposibilidad de hacerlo la ponía más y más caliente.

  • Pare, por favor. No quiero hacerlo con una chica. Ya le he dicho que me van los tíos, no las chicas. – dijo Laura.

  • Ya me has dicho que nunca has tenido relaciones sexuales – dijola Dra. Prichardcon severidad.

  • Pero eso no significa que quiera hacerlo con una chica. No lo puedo hacer con ella. Está siempre colgada de mí. ¡Me asfixia! – hizo una mueca.

  • Esa es la cuestión, querida, que no eres capaz de respaldarlo. Ahora voy a quitarte las esposas y espero que te comportes o las cosas empeorarán para ti. –La Dra. Prichardsonrió sabiendo que la madre de la joven estaba atada debajo de la cama escuchándolo todo. Apenas podía mantener sus manos alejadas de su entrepierna mientras pensaba en ello.

Le dio al guarda la orden de marcharse. Como todo el personal de este infierno que era  la clínica Grace, éste también estaba siendo controlado, sin saberlo, por los poderosos miembros de “El Colectivo”. Una vez este se fue cerró la puerta y Debbie se deslizó entre las chicas. Como siempre Kim se había precipitado, había mirado a Laura unos momentos y luego, abriendo sus brazos, se había abalanzado sobre ella. Había sido una extraña pausa antes de la explosión y luego se había lanzado. Abrazó a Laura como haría un niño con una desesperada necesidad. Fue un abrazo rápido y apretado. Laura sentía el abrazo como si una soga se hubiese apretado alrededor de sus brazos y tratase de deslizarse luego hacia abajo. Trató de liberarse en vano. El férreo control a la que la estaba sometiendo Kim la hacía sentirse totalmente indefensa. Pronto los ásperos labios de Kim comenzaron a besar a la pobre muchacha.

  • No… nooooo… - gritaba Laura al mismo tiempo que trataba de liberarse de Kim, pero la otra chica la agarró con más fuerza y la besó firme y profundamente. Si nadie detenía a Kim, ella seguiría besándola más fuerte y más profundamente hasta abrir sexualmente a su víctima y violar su cuerpo. Kim comenzó a mover la mano por debajo de la entrepierna del blanco camisón de Laura. Sus dedos presionaron profundamente y acabaron en el interior del coñito de Laura. Mientras tanto, y debajo de la cama, su propia madre seguía follándose con el consolador entre sus piernas. Janet estaba totalmente empapada. Sus ojos estaban muy abiertos y su cuerpo acelerado por la adrenalina que corría por sus venas. Apenas podía creer que su hija estaba siendo violada en la cama bajo la que ella se encontraba y, sin embargo, allí estaba empappada por dentro y por fuera, teniendo el mejor orgasmo de toda su vida.

  • Eso es, Kim, – dijola Dra. Prichardmientras se acariciaba sus tetas por encima de su bata. – demuéstrale a esa adolescente presumida lo que es joder de verdad. ¡Oh, Laura, es perfecto! Estoy segura de que tu madre estaría orgullosa de ver como descubres el sexo con otra chica – dijo dirigiendo la mirada directamente hacia la parte baja de la cama, mientras la pobre madre de Laura seguía follándose con todas su fuerza. Janet podía salirse ahora con la suya porque las dos niñas estaban botando arriba y abajo sobre la cama a causa de los rudos afectos que Kim administraba a una chica que nunca antes había mantenido relaciones sexuales. Como la cama saltaba, la madre de Laura aprovechó para follarse más fuerte y más rápido.

Kim había logrado inmovilizar a Laura sobre la cama, como si la hubiese pegado a la superficie de la misma. Adoraba envolverla en sus brazos con fuerza como si se tratase de una serpiente pitón. Cuanto más fuerte lo hacía más ganas le daban de seguir apretando. En un momento dado, sus piernas también estuvieron alrededor de Laura, envolviéndola con su cuerpo en su totalidad. Laura se rindió finalmente ante la demente y le permitió que separase sus piernas. Al rendirse comenzó a sentir algo que nunca antes había experimentado, un orgasmo producido por alguien que no era ella misma.

Laura sintió la lengua de Kim deslizarse por todo su cuerpo, interrumpiéndose sólo para darle suaves mordisquitos. Empezó a gemir cuando el voraz apetito de su asaltante se hizo más fuerte. Parecía que Kim pretendía de mezclar su cuerpo con el suyo para siempre. Era una muñeca de trapo a la que Kim se aferraba con desesperación. No podía soltarse, de hecho apenas podía moverse. En ese momento las compuertas de su cuerpo se abrieron y empezó a temblar mientras un gigantesco orgasmo escapaba de su cuerpo. Sus gemidos se convirtieron en un enorme grito cuando éste le alcanzó y parecía que su mamá también había conseguido otro orgasmo bajo la cama. Debbie se echó a reír y, con una exhalación de enormes proporciones, se corrió también.

  • ¡Oh Dios mío, qué bien ha estado! – dijo – Espera a que le diga a tu mamá todo esto. – continuóla Dra.Prichard.– Será como si su niña hubiese ya crecido del todo, y tan rápidamente.

La doctora no podía aguantar más y, aprovechando que las dos jóvenes seguían abrazadas y distraídas, levantó la sábana para acariciar con los ojos ala Sra.Stone.  Janet le devolvió la mirada con odio y vergüenza mientras la doctora dejaba caer de nuevo la sabana.

Mientras tanto, Kim seguía abrazando a Laura. Nunca tenía suficiente y si la doctora la dejaba continuar el cuerpo de Laura no podría soportarlo.La Dra.Prichardllamó a un guardia y a una enfermera para que se encargaran de ella. La enfermera administró un compuesto hipoglucémico a Kim para calmarla mientras que el guardia trataba de apartar del cuerpo de Laura la masa pegajosa en que Kim se había convertido. Nunca era tarea fácil despegar a la niña de otro cuerpo, por lo que la aguja resultaba siempre muy útil.

Laura se echó a llorar. Había respondido al ataque de su violadora con un orgasmo. Se sentía totalmente sucia y asquerosa. Se encontró a si misma tratando de desprender de su cuerpo los olores de Kim con las manos, pero resultaba imposible.La Dra.Prichardla volvió a esposar y se la llevó fuera de la habitación. Apagó la luz y cerró con llave.

La mamá de Laura, Janet Stone, continuaba debajo de la cama y empezó a apoderarse de ella un sentimiento de pánico. “¿Va a dejarme salir de aquí?” se preguntó.


Habían pasado ya varias horas yla Dra.MelodyForbes había aprendido de forma rápida y dura que para conseguir lo que se desea a veces hay que pagar un precio muy alto. En este caso su cuerpo ardiendo y unas piernas que ya no podían sostenerla. Sentía como su cabeza era sostenida por el pelo mientras una voz la obligaba a contemplar fijamente aquella polla, que se asemejaba al ojo de una negra serpiente, que se restregaba por su cara y su mentón. Cada vez que golpea sus labios parte de la corrida anterior escapa junto con babas en pequeñas cantidades por la comisura de su boca. Se sentía enferma y su mente estaba siendo controlada.  Estaba totalmente consumida, con la mirada vidriosa, pero la voz de su proxeneta le empujaba a seguir y seguir.

  • Eso es, míralo profundamente. Cada vez que veas una polla te pondrás tan caliente que sólo podrás pensar en lo empapada que tienes la entrepierna. Mírala bien, puta. Mira como se mueve atrás y adelante, atrás y adelante. La amas. La necesitas. Tu mundo gira alrededor de ella ahora. Sigue frotándote el coño, perra. Que cada vez esté más encharcado. No te bastan esos deditos en el coño. Cuantas más pollas has tenido más pollas necesitas. Repítelo puta. – decía Shana.

  • Cuantas más pollas tengo más pollas necesito. – Dijola Dra. Forbes.Sus ojos seguían vidriosas. Nunca se había sentido sexualmente tan excitada como en las últimas horas. Habían pasado por ella tantos hombres y tantas pollas. Se sentía una completa puta y quería aun más. Parecía quela Srta. Shanatrataba de convertirla en una ninfómana para que siguiese zorreando en las calles como prostituta.

  • Mis putas pueden seguir y seguir sin tener nunca suficiente, igual que harás tú, Sra. Doctora Puta. Sigue así Justin, sigue agitando la polla en su cara mientras yo le sigo jodiendo el culo. Quiero que te suplique que te corras en toda su cara y en sus ojos. Mantén bien dura tu serpiente negra. Ella la necesita urgentemente. Sigue mirando el agujero de su polla, puta, sigue buscando lo que quieres. Ahora pídeselo, suplícale que se corra en tus ojos, asquerosa hija de puta.

  • ¡Oh, por favor! Por favor, córrete en mis ojos… por favoooor… por favor córrete sobre mí. – Sus ojos miraban profundamente el orificio de la negra polla. Esperaba ansiosa a que explotase y al fin explotó. La corrida fue directa a sus ojos y nariz, cayendo también a los labios y la boca. Se relamía con la lengua mientrasla Srta. Shanaseguía follándole profundamente el culo con un enorme dildo que se había atado a sus caderas.La Dra. Forbesse corría y corría. Estaba agotada, perdida. Su rostro y su cuerpo estaban cubiertos de plastones de pegajoso semen. No tenía ni idea de cuantas veces se había corrido aquella fatídica noche, pero sabía que nunca se había sentido tan realizada y que jamás había disfrutado tanto. Toda la culpa que abrigaba su inteligente cerebro no podía contrarrestar la felicidad orgásmica que le producía su cuerpo chorreante de semen.La Srta. Shanala empujó al suelo y ordenó a Justin que se fuera.

  • Lo has hecho muy bien, Shana. Fui capaz de ver y sentir todo a través tuyo. – Tara White hablaba directamente a la mente de Shana.

  • Sí, pude sentir como hablabas a través de mí. ¿Estás satisfecha entonces? – entre ambas se había establecido una conexión mental.

  • Estoy muy contenta de los nuevos descubrimientos que ha hecho mi pequeña putita. Trato de ser una buena samaritana y resolver los problemas del mundo. No tenía ni idea la pobre de que ella era el problema.

  • ¿Significa eso que puedo ponerla a hacer la calle regularmente? – preguntó Shana.

  • Ya veremos. Tengo algunos planes para ella, pero me aseguraré de que vuelvas a ganar dinero con ella otra vez. Ahora haz que se limpie y mándamela de regreso.

  • Muy bien Tara. Pero debo decirte que es una puta insaciable, y me encantan las putas así. – la conexión entre ellas se rompió. Shana arrastró a la doctora a la bañera y comenzó a limpiarla. Sonrió para sus adentros. Le encantaba destruir a esas putas engreídas.


Un nuevo día surgía a medida que el ardiente sol cruzaba el cielo.

  • ¿La has dañado de alguna forma?

  • No, por supuesto que no Madame Cong – contestó Jeb

  • ¿Y el marido?

  • ¿Quiere decir Colgajito?

La señora Cong se echó a reír.

  • Sí, ¿es así como se llama ahora?

  • Absolutamente. Le hemos extirpado el pene y los testículos. Lo hemos enviado con algunos amigos mexicanos a los que les encantan los eunucos.

Madame Cong levantó sorprendida los ojos.

  • Si no te conociese pensaría que tú también eres marica, Jeb Cutler.

  • Solo quise hacerle un favor, Madame.

  • Y me lo has hecho. Sharon será un buen complemento para su hermana una vez haga el envío. ¿Te has encargado de las hijas?

  • Sí. Mi hermano se ha hecho cargo. Ya están fuera del país.

  • Bien. La bolsa sobre la mesa es tuya. Utiliza bien el dinero. No quiero volverte a ver la cara durante un largo tiempo. ¿Entendido?

  • Sí, por supuesto. Ha sido un placer hacer negocios con usted, Madame Cong. – cogió la bolsa y salió de la habitación. Madame Cong se encontró vagando con su mano sobre el dormido cuerpo de Sharon Tyler. Había sido una buena adquisición, una adquisición muy agradable, por cierto.


Mientras quela Dra. MelodyForbes se ocupaba de sus propios problemas, su hija de dieciséis años, Jennifer, estaba haciendo las cosas bien, o por lo menos eso cría en su pervertida mente. Había estado sacando de quicio a su maestra, Tanya Rhodes, durante toda la semana con preguntas indecorosas y observaciones desconcertantes y hoy no iba a ser una excepción. La única diferencia sería que esta vez Jennifer no pensaba aflojar.

  • Ahora recuerden, nada de calculadoras hoy. Quiero ver si son capaces de resolver estas ecuaciones sobre el papel. –La Sra. Rhodesmiró a sus alumnos para comprobar que ninguno hacía trampas.

  • Sra. Rhodes, Sra. Rhodes… - una mano se había levantado.

  • ¿Sí Jennifer?

  • ¿Está usted embarazada, Sra. Rhodes? – La clase de primero guardó absoluto silencio. Todo el mundo parecía sorprendido de la pregunta yla Sra. Rhodesse puso colorada.

  • ¿Por qué sugieres algo así y mucho menos lo preguntas? Respondió Tanya.

  • Bueno, desde su separación hace un año o así había bajado mucho de peso. Parece que ahora su vientre está más abultado, ¿no le parece?

Por un momento Tanya lanzó una disimulada mirada a su vientre.

  • Eso es, - dijo Jennifer – mírese la barriga grande y gorda que tiene. Está engordando, Sra. Rhodes. – Todos los estudiantes se echaron a reír. Tanya, por un segundo, parecía hipnotizada con su vientre. Se dio cuenta de que había ganado algo de peso y que eso se traducía en una incipiente barriga que, en su delgado cuerpo, daba la impresión de hallarse en las primeras etapas de un embarazo. Trató de alejar de su cabeza el comentario de la niña y mirándola dijo:

  • ¿Te das cuenta de cuan inapropiado ha sido el comentario que has hecho? Debería mandarte directamente ahora a la directora por lo que has dicho.

  • ¡Oh, pero usted no quiere! – se burló Jennifer.

  • ¿Qué te hace pensar eso, jovencita? – respondió curvando hacia arriba una ceja.

  • Quizás lo ha olvidado. Últimamente está teniendo lapsos de memoria. La directora Haley se ha ido hoy temprano.

Tanya trataba de responder coherentemente. Había quedado como una estúpida ante la clase entera por culpa de una mocosa de dieciséis años. Había olvidado la ausencia del director.

  • Bueno, aun así, - dijo, - no tuve por que verla marchar. Además, también puedo llamar a tus padres y programar una reunión con la directora, tú y yo. – su tono de voz se volvió más firme.

  • Puede intentarlo, pero creo que tendrá algunos problemas para localizar a mi madre.

  • ¿Por qué dices eso? Tu madre es una respetable doctora.

  • Bueno, ella y papá se han separado. Por el momento estoy con mis abuelos.

  • Oh, lo siento Jennifer. No tenía ni idea de por lo que estás pasando. ¿Es por eso por lo que llevas actuando así toda la semana? ¿Necesitas hablar con alguien? – Tanya se mostraba comprensiva con el problema de la joven.

  • Mis padres hablaban todo el tiempo y mire para lo que les ha servido. Absolutamente para nada. – dijo con rabia.

  • Ahora, ¿por dónde íbamos? ¡Ah, sí, hablábamos sobre su reciente gordura! ¿Se siente más sexy ahora que está embarazada? – Jenny sonrió.

  • Mira jovencita, ya es suficiente, o dejas ya esa charla o voy a tener que hablar con al menos uno de tus padres. – Tanya no podía creer que Jennifer continuara atacándola de esa manera. Sintió que su cara se volvía lívida. Un mareo repentino se apoderó de ella e incluso sus piernas le temblaban. Nunca antes se había sentido de esta manera. Daba la impresión de que había perdido el control sobre la chica y se le hizo un nudo en el estómago al pensarlo. Miraba ausente a la clase, intentando pensar en que decir a continuación cuando Jennifer gritó:

  • ¿Qué es lo que iba a decir, Sra. Rhodes? – el grito de la joven sacó a la profesora de matemáticas de su estupor.

  • Yo… umm… escúchenme, todos ustedes. No estoy embarazada ni tengo intención de estarlo.

  • Eso no es lo que dice en el baño de mujeres. – intervino Jennifer. – Alguien escribió sobre usted con pintalabios rosa brillante en el espejo del baño. ¿Es por el aborto espontáneo, Sra. Rhodes? ¿Es por eso que se separó y no quiere hablar de su embarazo actual?

Tanya empezó a sentir que las paredes se le venían encima, se sentía débil. No estaba embarazada y esa chica estaba tratando de hacer creer a toda la clase que sí lo estaba.

  • Eso es información privada. No tienes derecho a hablar de mi vida privada en una clase como esta, Jennifer. – la voz de Tanya se estremeció. Era como si estuviese desfilando por una pasarela por culpa de esa adolescente. Otra cosa estaba pasando, algo entre sus piernas se estaba humedeciendo. Sintió que había perdido definitivamente su control sobre Jennifer. – De todos modos, ¿cómo sabes eso?

  • Entonces es cierto, ¿ha tenido un aborto? – sonrió de nuevo.

  • Sí, lo tuve, pero te he hecho una pregunta. ¿Cómo lo has sabido?

  • Ya sabe, oí a algunos profesores hablando del tema. Además, hay viejas fotos suyas con estudiantes de distintas promociones y estaba mucho más delgada entonces. ¿Es por eso que ha vuelto a quedarse embarazada, por lo del aborto involuntario?

  • ¡Por qué insistes en decir eso! –La Sra.Rhodesdio una fuerte patada al suelo. Estaba perdiendo el control y su mente giraba.

  • ¿Y la pintada? – preguntó Jennifer.

  • ¿Cuánto tiempo lleva allí?

  • No lo sé, un tiempo… ¿por? – dijo astutamente Jennifer.

  • Sabes que debes denunciar la presencia de graffitis. ¿Alguien más lo ha visto? – preguntó dirigiéndose a toda la clase recibiendo una respuesta negativa. - ¿Cómo es que tú eres la única que lo ha visto? – señaló con el dedo directamente a Jennifer.

  • Bueno, está en el antiguo servicio. El que todavía puede cerrarse por dentro y que está al lado de la sala de profesores.

  • Sabes que los estudiantes no deben usar ese cuarto de baño.

  • Sí, lo sé. Pero los otros estaban ocupados y yo estaba muy apurada, lo siento Sra. Rhodes. – la disculpa de Jennifer buscaba más provocar a su profesora que otra cosa.

  • Bueno, si llevase tiempo allí seguro que alguna de las profesoras me lo hubiese dicho.

  • Tal vez les daba vergüenza hacerlo ahora que tienes uno en el horno. – Toda la clase se rió de esa observación que hizo sonrojar aún más a Tanya. Ella escondía un secreto, pero no era un embarazo, y, sin embargo, esta chica parecía intuir algo acerca de ella. Estaba haciendo que perdiese la compostura y, de alguna manera, el control. Tanya se sentía impotente.

  • He tenido suficiente de ti, jovencita. Sal de la clase de inmediato. – se sintió mejor al decirlo. Una vez más se sintió severa.

  • No lo creo, y no creo que usted pueda hacerlo. Soy la actual campeona de lucha libre en mi categoría. ¡Demonios!, incluso vencí a mi hermana mayor y ya es casi adulta. ¿Cree usted que me asusta, Sra. Rhodes? – Jennifer se creció un poco más. La clase permanecía en expectante silencio.

Tanya no sabía realmente que hacer o decir ahora. Jugueteaba con su falda tratando de no perder el sentido ante la humillación que sufría. Hubo un largo silencio. Estaba aturdida y confusa. Miraba a Jennifer que, a su vez, le devolvía la mirada sin decir nada. Simplemente se limitaba a esperar una respuesta de su profesora, dándose cuenta de que la había asustado. Daba la impresión de quela Sra.Rhodeshabía perdido el habla y se hubiese quedado congelada. Las piernas le temblaban y gotas de sudor empezaron a correr por su frente.

La Sra.Rhodesno sabía que hacer. Había perdido el control y la clase lo sabía. Se sintió extraña. Las entrañas le ardían y una extraña comezón le estaba devorando. De repente quería darle la razón a esa dolescente y admitir que estaba embarazada aunque fuese falso. Era incapaz de comprender sus sentimientos. Jennifer tomó entonces el control de la situación y dijo:

  • ¿El gato le ha comido la lengua, Sra. Rhodes?

  • Yo… yo só… realmente creo que debemos dejar ahora esta conversación. – apenas le salieron las palabras. ¿Podemos continuar ahora con nuestro examen de matemáticas? – dijo pidiéndole permiso a la adolescente.

  • ¡Oh no, no lo creo! Vamos a tener una encantadora conversación acerca de su embarazo y lo gorda que está? ¿No es así? – dijo Jennifer con firmeza. Era una orden más que una pregunta.

  • Sí… digo no… digo sí… - atinó a decir la confusa profesora.

  • Ahora admita ante la clase la verdad. Usted está gorda y embarazada. – la voz de Jennifer golpeaba su mente con fuerza. Iba a admitirlo. La Sra. Rhodes estaba dispuesta a admitir algo completaente falso aunque no sabía por qué. Quizás por la forma en que Jennifer había tomado el control de la situación. Había sido desafiada y humillada, y de alguna manera sus sexo había respondido excitándose. Estaba húmeda. Tan húmeda que deseaba seguir participando en el juego de esa adolescente. Era como si Jennifer hubiese secuestrado su mente y la fuese enredando cada vez más en su telaraña. La Sra. Rhodes quedó un rato inmóvil, deseando que la tierra la tragase, pero al fin, increíblemente, salieron las palabras de ella.

  • Estoy gorda y embarazada. – La clase entera se hechó a reír histéricamente salvo  Jennifer, que lucía una astuta sonrisa de oreja a oreja.

  • Claro que lo está. ¡Qué vergüenza, Sra. Rhodes! Haber mentido a la clase entera pretendiendo ocultar sus pecaminosos actos. Avergüencese, avergüéncese, Sra. Maestra traviesa. En el espejo del baño pone “Yo, la Sra. Rhodes, estoy salida  y es por eso que estoy embarazada y tengo esta gran barriga gorda”. Parece que el grafitti estab en lo cierto. ¿Verdad Sra. Rhodes?

A Tanya le temblaba todo el cuerpo. Jennifer la estaba humillando cada vez más. Tuvo que admitirlo. Tuvo que dejar que la niña la hundiera más profundamente en la deseperación.

  • Sí, Jennifer.

  • ¿Sí qué, profesora? – Jennifer se relamía esperando una respuesta.

  • Sí, el graffiti decía la verdad.

  • ¿Y qué es lo que decía el graffiti?

  • Decía que estoy s… sa… salida. – La lengua de Tanya apenas podía moverse.

  • ¿Y qué más? – continuó Jennifer.

  • Decía que por eso estaba otra vez embarazada y con esta barriga tan gorda.

  • Por supuesto que lo hace. – La adolescente lo dijo con un tono de voz condescendiente. - ¡Auu, pobre cosita! Verdaderamente pareces una cerdita ahora con un cerdito en tu interior. Llevas la ropa muy apretada. ¿Por qué tratas de ocultarlo?. Ay, ay, ay… ahora sólo eres una cerda grande y gorda, ¿verdad Sra. Rhodes? – Jennifer no daba tregua a su profesora.

  • Sí. – susurró Tanya.

  • Dilo, Sra. Rhodes. Dinos a todos lo que realmente eres. ¡Dínoslo ya!

  • Sólo soy una cerda grande y gorda – respondió Tanya sintiéndose totalmente rota. La clase entera estalló en carcajadas. Apenas podían creer lo que estaban oyendo. Su respetable profesora se estaba humillando ante sus propios ojos.

Algunas lágrimas resbalaron por las mejillas de la Sra. Rhodes mientras admitía algo que ni siquiera era cierto sólo para sentir como su sexo se humedecía cada vez más. Sus bragas estaban empapadas en ese momento.

  • Muy bien Sra. Rhodes, ¿ves como puedes decir la verdad? Ye les dije a ustedes que ella estaba embarazada. – gritó Jennifer a sus compañeros de clase. – Tengo algo que proponerte, Sra. Rhodes. Voy a ir junto a ti y te haré una llave de lucha. Si puedes liberarte, y por tu bien espero que lo intentes, podrás seguir con la clase y nadie jamás sabrá lo que ha pasado hoy. ¿De acuerdo chicos? – todos asintieron.

  • Sra. Rhodes… Hola Sra. Rhodes… ¿sigues aquí? – todos rieron

  • Ummm… sí… - contestó la desconcertada profesora.

  • Eso sí, si no logras liberarte y consigo hacerte chillar como una cerda, entonces de aquí en adelante haremos las cosas a mi manera. ¿De acuerdo Sra. Rhodes? – una vez más la clase quedó en silencio.

Tanya estaba asustada y excitada a partes iguales. Esa desagradable adolescente la había tomado la medida y no podía oponer resistencia.

  • Sí Jennifer, estoy de acuerdo. – dijo mientras deseaba llevarse los dedos a su húmeda entrepierna.

  • Muy bien, allá voy. – Jennifer bramó. El resto de la clase estaba hecho un manojo de nervios.

  • Que alguien vigile la puerta por si viene algún maestro y la cierre por dentro. – ordenó mientras se acercaba a la caliente y aterrorizada maestra. Algunos estudiantes apartaron los pupitres de su camino formando un círculo en el aula.

– ¡Acércate Sra. Rhodes y veamos de qué estás hecha! – ordenó Jennifer.

  • No creo que debamos hacerlo. No quiero luchar contigo, Jenny – dijo la Sra. Rhodes mientras retrocedía hacia su mesa.

  • No tendrías ninguna posibilidad si peleásemos de verdad y creo que ya lo sabes. Te estoy dando la oportunidad de salvar el pellejo aplicándote sólo una llave. Ahora acércate para que podamos empezar, no me hagas saltar e ir a por ti, porque entonces te prometo que será muy doloroso. ¿Entendido? – Tanya sentía como Jennifer le taladraba con la mirada hasta el alma.

  • Sí, Jennifer, entendido. – la profesora se acercó a la joven como se le había ordenado. Se inclinó y Jenny la sujeto con una llave firme.

  • Bueno Sra. Rhodes, ahora comprobaremos si puedes salir de esta. ¡Vamos, intenta escapar! – dijo sujetando, con más fuerza aún, a su profesora contra la cadera.

  • ¡Emmmm… mmmm… ya lo intento! – dijo Tanya, pero tratar de liberarse era lo único que podía hacer. La llave se estrechó y, de pronto, la Sra. Rhodes se encontró arrastrada por el suelo alrededor del improvisado ring en que se había convertido el aula. Mantenía las rodillas juntas, notando como la humedad de sus muslos aumentaba con cada vuelta que Jenny le daba. La joven seguía incitándola a liberarse.

  • Vamos Sra. Rhodes. He peleado con chicas de trece y catorce años más fuertes que tú. Mírenme todos. Estoy derrotando a un adulto. Sólo soy una estudiante de primero y estoy venciendo a una mujer adulta. Mírenla, no puede hacer nada contra mi presa. Está totalmente indefensa. ¡Qué cobarde! – Jennifer seguía riéndose y arrastrando a la mujer alrededor de la clase. La Sra. Rhodes cada vez estaba más aprisionada  contra la cadera de Jenny y si ésta seguía girando tan probablemente acabaría saltando sobre ella y cayendo al suelo.

Jennifer Forbes aminoró la velocidad y comenzó a hacer presión con su brazo libre sobre la espalda de la maestra provocándole una dolorosa sensación, mientras con su otro brazo seguía aprisionándola. La clase entera se echó a reír. Pronto comenzaron a aparecer lágrimas de dolor en el rostro de Tanya mientras le pedía a Jennifer que se detuviese.

  • ¡Para! ¡Por favor…! No puedo más… me rindo… - suplicó. Hacia quince minutos que le estaban aplicando la llave y estaba claro que no iba a poder liberarse. Peor aún era el hecho de que sus bragas estuviesen empapadas, no entendía como podía haberse excitado sexualmente siendo humillada y golpeada por una adolescente. Se moría de vergüenza al saber que sus estudiantes ya le habían perdido el respeto.

  • ¡Ay, ay, Sra. Rhodes! Te rindes muy fácilmente. Sólo eres una débil cerdita, y las cerditas débiles chillan. Ya te he dicho cual era el trato. O te liberas o chillas, y te tengo bien sujeta. Ahora cerda, ¡chiiiillllaaaa! – Jenny puso los dedos en la nariz de la mujer con su mano libre y esta inmediatamente empezó a chillar.

  • Ooooiinnnnnnkkkkk… Oooooiiiiiiinnnnkkkk… Para… oiiiiiinnnkkk… - La Sra. Rhodes gritaba.

  • Eso está mejor. Eres una cerdita preñada y las cerditas chillan. Parece que he ganado la apuesta. Eres débil y me perteneces. A cuatro patas. – arrastró a su maestra hacia el suelo aun presa con la llave. Se subió a su espalda y colocó los dedos de nuevo en la nariz de su profesora tirando de ellos hacia arriba.

  • Vamos, arrástrate hasta tu silla. Vamos cerda, chilla para mí. – Tanya gateaba con Jennifer montada sobre su espalda, sin dejar de gruñir como una cerda. Cuando llegaron a la silla de la profesora, Jennifer se bajó de ella y se sentó en la silla de la profesora. Tanya seguía a cuatro patas, pero esta vez Jenny la obligaba a apoyar la nariz en el suelo.

  • Bien. Permanece así Sra. Cerda. – ordenó. – Todo el mundo fuera de clase, y no se atrevan a decir ni una palabra de esto a nadie, así podremos seguir divirtiéndonos con nuestra nueva cerdita. Dejen la puerta cerrada por dentro cuando se vayan. –Los estudiantes reían y reían. Apenas podían creer que habían sido testigos de la humillación de su maestra. Para ellos había sido un día festivo. Una vez que todos salieron Jennifer volvió a hablar.

  • ¡En pie, Sra. Rhodes!

  • Por favor, Jennifer, apenas puedo ponerme en pie y mucho menos caminar.

Jen rápidamente abofeteó el rostro de su maestra diciendo:

  • A partir de este momento me llamarás Srta. Jenny. ¿Está claro cerda?

  • Sí Srta. Jenny.

  • Bien, ahora me limitaré a cogerte de la mano. Deja tu bolso en un cajón de tu mesa y ciérralo. Asegúrate de coger la llave del aula para que puedas abrir la puerta para recuperarlo. – Ella le tomo la mano. – Vamos Sra. Rhodes.

  • Pero, ¿A dónde vamos? – respondió con piernas débiles e ingle húmeda.

  • Voy a llevarte a ver el graffiti. – dijo con una sonrisa.

  • ¿Y si otro profesor nos ve? – intentó soltarse de la mano.

  • No te preocupes, profe, solo di que tu alumna tiene un problema personal que debe discutir contigo. ¡Infiernos!, podría ser mi menstruación. Espera, tengo que coger mi mochila. – Jen salió del aula de la mano de su desamparada profesora.

Las cosas salieron bien. Se acercaron a la puerta del baño y entraron. Jennifer rápidamente atrancó la puerta desde el interior. Era una cerradura antigua y no podía desbloquearse desde fuera. Ni siquiera los porteros tenían llave de esta cerradura.

  • Vaya, que fácil ha sido. Supongo que la mayoría de los profesores ya se han marchado. Tu clase es siempre la última en salir, así que podemos tomarnos un descanso. Recuerda lo que te dije. Si alguien pregunta sólo di que estás resolviendo los problemas personales de una estudiante, ¿lo captas?

  • Sí.

Jennifer volvió a abofetear a su profesora.

  • ¿Sí qué, Sra. Cerda?

  • Sí Señorita Jenny.

  • Bien, ya vamos por buen camino. Adelante, echa un vistazo al espejo. – dijo señalando en dirección al mismo.

  • Pero si no hay nada. No veo ningún graffiti.

  • Cierto, y tú tampoco estás preñada. – Jennifer sonreía.

  • Pero, ¿cómo lo sabes, y por qué me has hecho esto a mí entonces? – preguntó Tanya perpleja.

  • Te vi un día en el aula, después de que todos se hubieran ido. Me quedé en la puerta y te observé. Vi como te acariciabas la barriga fingiendo que de verdad había un bebé en su interior. La frotabas como si quisieras darle calor. Parecía que intentabas recordar al que perdiste y que, de alguna manera, también te excitaba, ¿no?

  • Sí Srta. Jenny, me excitaba. No me malinterprete, me encantaba acariciarme el vientre cuando estaba embarazada, llámelo instinto maternal, pero sí, también me excita. – se deshizo en un mar de lágrimas. – Era una parte de mí. Era mi niña y la perdí. Fue como perder para siempre una parte de mí. – empezó a ponerse histérica.

Jennifer se acercó a ella y la rodeo con sus brazos.

  • No pasa nada Sra. Rhodes, la señorita Jenny está aquí para protegerte ahora… ¡Oh, ya vale…! Ahora eres mi bebé. Yo sé lo que quieres y lo que necesitas. Voy a dejarte embarazada de nuevo, y entonces serás mi verdadera Sra. Cerdita con un bebé en su interior otra vez. – quitó el pelo de los llorosos ojos de su profesora y la beso tiernamente en los labios. Luego llevó sus manos al vientre de su maestra y empezó a acariciarlo como si realmente hubiese una criatura allí dentro.

  • Creo que, de todos modos, en secreto te gustan las mujeres. ¿No Sra. Cerdita?

  • Sí Srta. Jenny.

  • Por supuesto que sí, pero creo también que amas aún más la humillación y voy a darte lo que quieres. Tengo un novio en último año que preñó el pasado año a dos chicas, por lo que no dispara a ciegas. Creo que será perfecto para ti. Ahora de rodillas y suplícame de nuevo que te deje embarazada.

Tanya se arrodilló y empezó a suplicar.

  • Por favor Sta. Jenny, por favor, déjeme embarazada otra ves, ¡Por favor!

  • Claro que lo haré. Y también haré que me sirvas cuando yo desee. Sé que estás empapada. Mírate, ahora eres mi esclava. Y esto es lo primero que vamos a hacer.

Jennifer levantó su falda, se bajó las bragas y separó sus piernas. Colocó los labios de su maestra en su sexo y dijo:

  • Chúpamelo bien, lame mi coño y haz que me corra sobre tu cara bonita. Cómemelo bien mi cerdita, comételo bien… ohhhh… sííí… así… muy bien… - agarraba a Tanya de las orejas mientras la hacía lamer de arriba a abajo. No tardó en correrse en su cara.

  • ¡Oh, sí, sí! ¡Como una buena cerdita! Bien, ahora coge esta barra de labios. – dijo buscando en el interior de su bolso sacando una de color rosa brillante y dándosela a la Sra. Rhodes. Vas a escribir en el espejo exactamente lo que te dije en el aula. Vamos.

La cogió del pelo y la acercó al espejo.

  • Asegúrate de que quede bien claro y con buena letra para que nadie dude que eres tú.

Tanya escribió “Yo, la Sra. Rhodes, estoy salida y es por eso que ahora estoy embarazada y con una gran barriga gorda de nuevo”

  • Buena chica. – le dijo Jennifer mientras le daba palmaditas en la cabeza.

  • Desearía que no me obligase a hacer esto, Srta. Jenny. ¿Qué pensarán los otros profesores?

  • Antes de nada voy a tomar fotos con mi cámara. Queremos pruebas para mis amigos y tus estudiantes. Quiero que te sientas avergonzada mientras ellos piensan en quien lo ha escrito, Aunque creo que supondrán que lo ha hecho algún estudiante imitándote la letra. Sin embargo, se que te retorcerás de vergüenza y humillación, y se que eso te encanta. ¿Verdad que sí mi animalito?

  • Sí Srta. Jenny, me encanta. – confesó con cariño la Sra. Rhodes entregada totalmente al dominio de esa adolescente.

  • Muy bien, mi cerdita, pero aun no has terminado de lamer y chupar. – volvió a meter la mano en su mochila y sacó un dildo con correas de unas ocho pulgadas. Lo movió frente a los ojos de su profesora. – Estoy segura de que sabes lo que es esto.

  • Es un consolador. – dijo la profesora abriendo los ojos de par en par.

  • Sí, - Jenny comenzó a colocárselo alrededor de su cadera – y ahora va a ir directo a tu boca, y luego a tu coño y a tu culo. Quiero que tus agujeros estén bien abiertos para mi novio, así que cuando estés lista serás debidamente follada e inseminada. Ahora ven aquí y lámelo como si fuese un pene de verdad, lentamente. Quiero que humedezcas bien todo el tronco para que entre bien en tu húmedo y cachondo coño.

Jennifer la tuvo chupando y lamiendo el falso penes unos buenos diez minutos antes de darle la vuelta y colocar la punta frente a su orificio anal. Comenzó a follarle dura y profundamente el culo mientras la agarraba del pelo y acariciaba sus pechos. Tanya podía verse en el espejo.

  • ¡Dímelo! – ordeno Jenny

  • Oh, por favor, Srta. Jenny, jódame el culo. Por favor fólleme bien adentro, con fuerza… Oh, Dios… voy a correrme… ¡Sí, fólleme…, fólleme, fólleme! – y Jenny lo hizo.

La estuvo jodiendo al menos treinta minutos antes de dirigir el falo a los labios de su coño. Se lo metió hasta el fondo y comenzó de nuevo la misma rutina, aunque esta vez en su orificio vaginal. Sin embargo, Jennifer era una artista. Le había regalado ya dos orgasmos a su maestra y ya la tenía al borde de un tercero. Entonces se detuvo y sacó el consolador del coño de la desconsolada Tanya.

  • Por favor, no se detenga. ¿Por qué se para? – suplicaba la Sra. Rhodes.

  • Quiero que des un paso hacia atrás y te subas tu sucia falda hasta el ombligo para que pueda verte el coño. Ábrete bien de piernas para mí y tócate con tus deditos hasta que te corras. Quiero que te toques con ganas, con fuerza cerda, porque estoy filmando con mi videocámara tu tercera corrida ya. Prepárate Sra. Cerdita, y dime en voz alta lo que escribiste en el espejo mientras te filmo.

La Sra. Rhodes movía sus piernas arriba y abajo mientras manipulaba su propio coño, tirando y estirando de sus pliegues. Cada vez lo hacía más fuerte intentando complacer a su encantadora señora adolescente.

  • Eso es, dilo alto y claro mientras te corres.

  • Yo, la Sra. Rhodes, estoy salida y es por eso que estoy embarazada y con una gran barriga gorda otra vez.

  • Una vez más, y hazlo bien alto. ¡Qué mala, mala maestra eres!

  • Yo, la Sra. Rhodes, estoy salida y es por eso que estoy embarazada y con una gran barriga gorda otra vez. – gritó en voz alta mientras se corría frente a la cámara.

  • Buena chica. Ahora lame los dedos. Su próxima lección será de contención. Quítate toda la ropa. Eso es, buena chica.

Jennifer fue a su mochila y sacó ocho pares de medias. Se acercó a su maestra y comenzó a atar todo su cuerpo con ellas. Primero las manos a la espalda y luego otra sobre el pecho y otra, bien apretada, bajo ellos. Luego ajustó bien el resto de tal manera que se ajustaran bien por encima y por debajo de su vientre. Jenny sabía que a su maestra le encantaba verse la barriga ya que le recordaba a su embarazo y eso la excitaba. Cuando acabó colocó delicadamente a su maestra esclava, en el suelo y como si de un cómodo sillón se tratase se sentó en ella.

Jenny sabía que en esa posición las manos de Tanya se clavarían en su culo haciéndole daño a la profesora, pero eso es lo que quería. Se sentó sobre los muslos de la profesora descansando sus piernas en la cara de Tanya. La obligó, incluso, a lamerle y chuparle los dedos de los pies durante un rato. Luego sacó el examen de matemáticas que la Sra. Rhodes le había dado al comienzo de la clase y se puso a trabajar en él. Hizo sus deberes como si no le preocupase nada de lo que sucedía alrededor. Era alumna de sobresaliente, por lo que no sería difícil aprobar la asignatura.

  • Mira, ¿no estás orgullosa de mí, Sra. Rhodes? Hoy hemos hecho muchas cosas y además he encontrado tiempo para terminar mis tareas. Ahora te quedarás así y no quiero que emitas ni un sonido mientras trabajo o mis pies volverán a tu boca. Esto es contención y esta es la disciplina. Se lo hago a mi hermana mayor todo el tiempo. Deberías ver lo mucho que le gusta. ¿Sabes? Realmente fuiste muy fácil de noquear. Recuerdo que tenía trece años cuando gané por primera vez a un adulto. Ella trataba de impedirme nadar en su piscina y la tiré al suelo. Era la jefa de una empresa, pero dejo de ser jefa cuando me hice con ella. La avergoncé delante de sus compañeros y se convirtió en otra de mis cerditas. – La Sra. Rhodes volvía a mojarse de nuevo. Parecía adaptarse perfectamente al nuevo papel de sumisa que la vida le deparaba.

¿FIN?

Nota: Acaba aquí la serie no por falta de ganas por mi parte por traducirla sino por ausencia de más capítulos. Quiero dar las gracias, en estricto orden de aparición, a nestor, Hombre FX, abel5222, jessi, resometido, fernandasex, Carlos, lamas viciosa, mamona viciosa, vasco42 y pele2006, porque sin sus comentarios no hubiese terminado el trabajo. Gracias también a los que se han tomado tiempo de valorar los relatos. Y gracias también a los que me han leído. ¡Hasta la próxima!