La doble vida de la señora Miravete 08
Chuleada en la calle...: Nuestra protagonista se las ve con dos jóvenes sementales en plena calle...
CAPÍTULO 8º
CHULEADA EN LA CALLE
Es un Sábado por la tarde y Claudia Miravete regresa a su casa después de dejar a su hijo en casa de su ex marido.
Viste una elegante blusa negra de seda de la mejor calidad, falda negra de tubo, que marca sus deliciosas caderas, medias negras sujetas por un precioso liguero a juego, y zapatos de tacón alto y camina despreocupada, parándose a mirar algún que otro escaparate hasta que al pasar por un callejón donde fuman dos muchachos…
-¡Joder, menudo bombón!
La voz, claramente masculina y juvenil, hace que se detenga y se sonroje ligeramente antes de mirar hacia la calleja donde los dos jóvenes fumadores le hacen gestos claramente obscenos.
-¡VEN AQUÍ, GUAPA, Y SABRÁS LO QUE ES UN HOMBRE! –Le grita el que parece el más joven de los dos tipejos, mientras se lleva la mano a la entrepierna, marcando lo que a primera vista parece una buena herramienta.
-¿De verdad me vas a enseñar tú lo que es un hombre, cariño? –Inquiere Claudia caminando hacia el callejón y palpando las entrepiernas de ambos jóvenes, quedando gratamente sorprendida del tamaño de sus pollas y dejando a los dos chavales con la palabra en la boca, pues no esperaban una reacción así de nuestra protagonista.
Al ver la cara de los jóvenes donjuanes, la señora Miravete lanza una carcajada y luego, tomando las manos de ellos, las pone sobre sus duras tetas al tiempo que les susurra:
-Yo si que voy a enseñaros lo que es una mujer…
Los dos muchachos se miran y se encogen de hombros con aire satisfecho.
Poco después, detrás de unos enormes contenedores de basura…
-MMM… ¿QUÉ TENEMOS AQUÍ? –Ríe la caliente y cachonda Claudia Miravete tras sacar al aire las vergas de los dos jovenzuelos.
-¿TE GUSTAN NUESTRAS POLLAS? –Inquiere el más joven de los dos, llamado Diego, agitando sus veintidós centímetros de rabo ya duro y bastante grueso, ante la cara de nuestra protagonista, que sonríe y, ni corta ni perezosa, lo agarra y se lo mete en la boca con un sonoro chasquido de lengua.
-ME ENCANTAN, SEMENTAL –replica la señora Miravete, sacándose el pollón de la boca y dándole dos besos en el capullo antes de ponerse con los nada despreciables veinte centímetros del otro cipote, cuyo dueño responde al nombre de Álvaro y que, como es lógico, también se siente en la Gloria cuando Claudia comienza a pajearlo y a lamerle el manubrio.
Pronto, el oscuro callejón se llena con los ahogados gemidos y jadeos de la caliente señora Miravete y sus dos jóvenes y complacidos amantes, pues la muy guarra se ha metido ambas vergas en la boca y les está ofreciendo una espectacular doble mamada.
-¡JODER, DIEGO! –Exclama Álvaro fuera de sí del gustazo-. ¡ESTA GUARRA SÍ QUE SABE, Y NO LAS ESTRECHAS DE NUESTRAS NOVIAS!
-MMM… ME ENCANTA QUE ME LLAMEN GUARRA –Gime Claudia sacándose ambos pollones de la boca y sacudiéndolos con fuerza, haciendo que ambos salpiquen gotas de líquido preseminal.
Luego se alza del suelo y se baja la falda, mostrando un ínfimo tanguita de color negro, que se aparta con dos dedos, ofreciendo a ambos jóvenes una deliciosa vista de su depilado y húmedo coñito.
-¿QUIÉN VA A SER EL PRIMERO EN CLAVARME SU POLLA EN MI CHOCHITO CALIENTE? –Jadea la muy zorra, abriéndose el chumino con dos dedos y frotándose el hinchado clítoris-. VAMOS, CHICOS… -Apremia con una excitante risita-. ESTOY SUPER MOJADA… ¡Y NECESITO UNA TRANCA YA!
Por fin es Diego, el más joven y decidido de los dos sementales, quien se agarra la polla y, de un golpe, la clava en el estrecho y mojadísimo conejito de nuestra protagonista, que comienza a chillar de puro gusto al sentirse ensartada por tremendo cipote.
-¡ASÍ, CABRÓN, ASÍ! –Jadea la caliente hembra-. ¡CLAVÁMELA HASTA LOS HUEVOS! ¡FÓLLAME BIEN FOLLADAAA!
Mientras, Álvaro la toma de la cabeza y la obliga a inclinarse para comerle la polla, cosa que a ella no parece importarle y hace con sumo gusto.
Luego, y tras diez minutos de intenso metesaca por parte de Diego, es el turno de Álvaro de endiñársela a nuestra protagonista, y de Diego de disfrutar de las dotes mamatorias de Claudia.
Y por fin…
-¡ME CORRO, ME CORROOO! –Braman ambos sementales al unísono, acercando sus cipotes a la hambrienta boca de la caliente señora Miravete, que traga hasta la última gota de lefa caliente y espesa, como a ella le gusta.