La dispensadora de sexo

Una mujer madura descubre lo gratificante que puede ser el sexo.

LA DISPENSADORA DE SEXO

Sí, soy una especie de máquina dispensadora de sexo para mis compañeros de trabajo. Es una relación no usual pero beneficiosa para todos, pues ellos tienen sexo todos los días y yo "reino" sobre todos ellos.

Así empezó todo hace unos años. Mi marido murió en un accidente de tráfico cuando yo tenía 49 años. No tenía problemas económicos pues había tomado la precaución de hacerse un seguro de vida. El único problema que yo tenía es que nuestro hijo estaba en Alemania terminando sus estudios de postgrado y me aburría sin nada que hacer.

Empecé a buscar trabajo como secretaría o contable, que era en lo que yo había estado trabajando de joven hasta que llegó mi hijo y tuve que dejarlo. Acudí a varias entrevistas y me decidí no por la empresa que más pagaba sino por la que mejor ambiente de trabajo tenía. Era una pequeña gestoría administrativa a la que podía llegar fácilmente en transporte público desde mi casa. La componían cinco hombres entre 25 y 45 años, una chica, Alejandra, de 30 años y D. Miguel, el jefe, de 55.

Tanto Alejandra como yo nos ocupábamos de atender al teléfono y a las personas que acudían para múltiples gestiones. Los cinco compañeros, Benito, Jose, Tony, Paco y Alex, se ocupaban de llevar contabilidades y de los trámites administrativos. El jefe iba y venía sin tener un horario fijo y apenas estaba en la oficina.

Me aceptaron muy bien. El ambiente era muy cordial, tal como me había parecido en la entrevista, y fue mejorando con el tiempo. Todos mis compañeros me trataban amablemente y lo mismo entre ellos. Tan solo había las típicas discusiones sobre fútbol de todos los lunes. Me lo pasaba muy bien en el trabajo haciendo que me sintiera útil, ocupada y con amigos.

Te voy a contar algo sobre mí. Me llamo Lucía y fui muy feliz con mi marido. Fue mi primer y único novio. Aprendí el amor con él y nunca le fui infiel. La verdad es que no tenía mucho interés por el sexo. Alberto, mi marido, no era muy hábil en la cama y no consiguió que yo tuviera nunca un orgasmo. Tampoco lo echaba de menos, ya que lo que me gustaba era sentir que mi marido me quería y que estaba feliz conmigo. Cuando me penetraba me sentía muy mujer. Sentía que no había nada más bonito que hacer feliz a mi marido con mi cuerpo. Me gustaba sentirle dentro y nunca rehuí el contacto sexual. Alberto era un buen marido y si necesitaba sexo yo estaba dispuesta a dárselo siempre que le apeteciera. A mi hermana le pasaba lo contrario, como a muchas mujeres que detestan el sexo cuando llevan unos años de casados

Me encantaba como me desnudaba y como crecía su miembro dentro de mí. Nunca me negué a hacerlo a pesar de no disfrutarlo, yo era feliz si él era feliz. Procuré satisfacer sus necesidades y gustos salvo la felación. Se lo hice una vez pero me resultó muy incómodo abrir tanto la boca pues tenía un miembro no muy largo pero bastante grueso y traté que no me lo pidiera más veces para evitar el dolor de mandíbula. Él disfrutaba con mi cuerpo pues soy delgada, tengo unos buenos pechos, mi cintura es estrecha, caderas atractivas y piernas largas. Procuraba vestirme de manera atractiva y con ropa interior bonita, a menudo de encaje que le excitaba muchísimo.

El nacimiento de nuestro hijo Carlos apenas cambió mi cuerpo que pronto volvió a su delgadez habitual. Tan solo el paso del tiempo y el volumen de mis pechos fueron haciendo que necesitaran la ayuda del sujetador. Me gustaba hacer ejercicio por lo que mi culo seguía estando precioso.

Volvamos a la historia. Yo estaba muy contenta con mi trabajo y mis compañeros. Eran, y son, una gente fantástica con la que se puede hablar de todo (salvo de fútbol), que se interesan sinceramente por tus problemas y dispuestos a echar una mano cuando los necesitas. Unos meses después Alejandra se casó con su novio y se marcharon a vivir a otra ciudad por lo que me tuve que encargar del trabajo de ambas.

Como no había demasiado trabajo el jefe decidió que de momento no contrataba a otra persona y Benito se ofreció a ayudarme un poco. Al jefe le pareció bien y así quedó la cosa. Tenía 28 años y casi siempre estaba de broma. Mientras compartíamos el trabajo tuvimos ocasión de charlar más y de ampliar nuestra mutua confianza. Empecé a notarle nervioso, muy distinto de cómo era habitualmente, y se lo comenté.

L- ¿Qué te pasa Benito?, te noto muy tenso.

B- No es nada, tengo problemas con mi novia y no sé qué le pasa.

L- Bueno, hombre, que no será para tanto. Seguro que te preocupas por nada. Son riñas de enamorados sin más importancia.

B- Que no, que está muy rara. Yo creo que está saliendo con otro.

L- Sería tonta si te dejara escapar. Eres muy buen chico además de guapo.

B- Gracias Lucía pero no vas a conseguir animarme. Estoy muy preocupado y muy nervioso, no se qué pasará.

L- Lo que tienes que hacer es tranquilizarte y en unos días todo volverá a estar bien.

B- Que más quisiera yo, pero no hay forma de que me lo quite de la cabeza.

L- Ánimo, hombre, que no es para tanto. Aquí estoy yo para animarte. ¿Qué sueles hacer para calmar los nervios?

B- Pues echar un polvo, es lo único que me funciona, pero ahora no va a ser posible. Como comprenderás no creo que Rosa esté dispuesta, ja ja ja.

L- No creo que no. Bueno, al menos te has reído, algo es algo.

B- Sí, pero solo ha durado un segundo, el problema sigue ahí.

Tenía razón, nada había cambiado. Al día siguiente Benito estaba peor aún. Por sus ojos se veía que no había dormido apenas y estaba muy decaído. Intenté animarle de nuevo.

L- Te veo mucho mejor- mentí.

B- Por favor Lucía, no me tomes el pelo, ayer me dejó.

L- Venga, hombre, ánimo ¡qué eres muy joven y no se acaba el mundo por una chica!

B- Bueno, mi mundo sí. Lo siento no puedo evitarlo.

Estaba realmente mal. Yo estaba preocupada pues nunca había visto a nadie tan abatido. Seguí con mis esfuerzos por animarle.

L- Benito no digas tonterías. Tienes que quitarte esa presión de la cabeza. Busca a otra mujer y verás como olvidas a Rosa.

B- No tengo ganas de nada. Déjame y sigamos trabajando.

L- Eso no está funcionando, estás peor. ¿Qué necesitas para salir de este bache? Estoy dispuesta a ayudarte.

B- ¿Qué dices Lucía? no te entiendo.

L- Pues que si lo que necesitas es una mujer yo estoy dispuesta. No sacudas la cabeza. Ven aquí, levanta la cara y mírame a los ojos. Yo soy tu amiga, estoy viuda y quiero ayudarte. Si lo que necesitas para animarte es un buen polvo pues adelante, a mi no me importa. Tan solo quiero que sepas que lo hago porque te quiero como amigo y compañero y porque estoy sufriendo al verte así. No quiero que esto salga de entre los dos, por favor, jamás. Lo hago porque estoy segura de que nunca me harás daño y eso sería una gran decepción que no podría superar. ¿Estamos de acuerdo?

B- Lucía, ¿harías eso por mí? ¿estás dispuesta a sacrificarte tanto?

L- Bueno, no será mucho sacrificio si con eso te ayudo a salir del bache. Pero prométeme que nadie lo sabrá.

B- Puedes estar segura. Lo prometo, nadie lo sabrá por mí, nunca.

Recordé en ese momento que ese día me había puesto una bragas bastante viejas y nada bonitas. No quería que él las viera pues me daba vergüenza, así que metí los dedos por los laterales bajo la falda y me las quité metiéndolas rápidamente en mi cajón. Pude hacerlo ya que estábamos los dos solos en el despacho y nadie nos veía.

Benito me miraba con ojos asombrados, como dudando que esto estuviera pasando realmente. Como ya he dicho antes, sinceramente quería ayudarle en su dura situación aunque me preocupaba que fuera a saberse, con lo que me situación se volvería complicada. Pero Benito era el mejor de todos y confiaba en él.

Le cogí de la mano y le llevé por el pasillo hasta el pequeño cuarto de baño. Nadie nos vio. Cerré la puerta y quedamos muy juntos cara a cara. Nos abrazamos y besamos. Benito mide lo que yo 1’70, no está gordo aunque le sobran unos kilos pero es muy guapo o al menos a mi me lo parece. Empezó a acariciarme sobre la ropa y pronto metió sus manos bajo mi falda tocándome el culo. Me gustaba sentir sus manos sobre mí. Continuamos besándonos y su mano derecha pronto pasó sobre mi vello púbico intentando meterse entre los labios de mi vagina. Le susurré que fuera despacio pues no estaba mojada aún y podía hacerme daño. Entonces me recostó contra la puerta, se agachó, levantó mi amplia falda, separó mis piernas y acercó su cara a mi entrepierna. Lamía con avidez produciéndome una sensación muy agradable.

Cuando noté que estaba bien ensalivada le indiqué que se sentara sobre la tapa del inodoro tras bajarse los pantalones. Tenía un miembro de buen tamaño y totalmente erecto. Desabroché mi blusa dejando ver el sencillo sujetador blanco. Levanté ligeramente mi falda y me agaché introduciendo lentamente su miembro en mi vagina. Cerré los ojos imaginando que era el pene de mi difunto marido el que sentía en mi interior. Tras unos momentos para que mi vagina se acostumbrase, ya que llevaba más de cinco años sin hacerlo, comencé a subir y bajar sintiendo como el pene entraba y salía produciéndome sensaciones casi olvidadas.

Las manos de Benito acariciaban mi espalda buscando el broche del sujetador. Tras abrirlo comenzaron a acariciar dulcemente mis pechos. Me gustaba. Volvía a sentir que mi cuerpo estaba dando placer a un hombre. Era fantástico, me sentía muy bien.

Tras pocos minutos noté que el pene ganaba en grosor mientras yo tapaba la boca de Benito con mi mano para que no se oyeran sus gemidos de placer. Quedé sentada sobre sus piernas unos momentos mientras ambos recuperábamos la calma. Me levanté y, antes de que pudiera limpiarme, un poco de su semen cayó sobre sus pantalones. Cogimos papel para limpiar mi entrepierna y sus pantalones, y mientras él intentaba limpiar la mancha salí discretamente hacia el despacho.

En cuanto llegué a mi mesa abrí el cajón y volví a ponerme rápidamente mis bragas. Cuando Benito llegó lucía una mancha de agua de buen tamaño. Se acercó, me abrazó y me susurró al oído- Gracias, me siento mucho mejor. Nunca lo olvidaré.

Le miré a los ojos, le sonreí y le dije que podía contar conmigo cuando me necesitase pero que disimulara para que no se supiera. Yo también había disfrutado, sobre todo viéndole tan animado.

Al día siguiente Benito tenía mejor cara. Seguía serio pero al menos estaba más animado y trabajaba con ganas. Me dijo que se sentía muy solo y que seguía pensando en Rosa. También me dijo que ahora la imagen que tenía en su mente eran mis ojos cerrados mientras le cabalgaba en el servicio. Decía que era lo más morboso que había hecho nunca pues Rosa era demasiado tímida para pensar en hacerlo en un sitio así.

B- Lucía, no te he preguntado ¿te gustó?

L- Bueno, me gustó ayudarte. No disfruté pero fue agradable. Creo que tú sí que disfrutaste.

B- No sabes cuánto, fue maravilloso. Nadie había hecho algo así por mi de manera desinteresada.

L- Ya te dije que te aprecio y que puedes contar conmigo para lo que necesites.

B- ¿Y si te digo que te necesito y que querría repetirlo?

L- ¿Pero por quién me has tomado, por tu putita particular?

B- Lucía no te enfades. Ni mucho menos. Te quiero como amiga y mucho más aún después de lo de ayer. Lo que pasa es que me gustó mucho, muchísimo, y también querría agradecértelo haciéndote disfrutar a ti también.

L- No sé Benito. Me da miedo que esto se complique. No lo he hecho porque necesite placer, pues nunca tuve un orgasmo y por eso no puedo echarlo de menos, sino por animarte.

B- Pues eso, sigue animándome y, además, intentaré que tengas tu orgasmo. No es justo que una mujer tan buena persona no lo haya sentido nunca.

Reconozco que Benito es guapo y no me era desagradable. No sabía qué hacer: por un lado me había gustado mucho sentir su lengua en mi entrepierna (Alberto no me lo había hecho nunca) y, además, siempre me había gustado sentirme "llena", antes con el pene de mi marido y ahora con el de Benito. Por otro lado tenía miedo de cómo podía afectar esta relación a mi vida, porque parecía que Benito no estaba dispuesto a que solo hubiera sucedido una vez y se acabó.

Me había cogido la mano mientras me decía todo esto. Yo no sabía qué contestar. Entonces me puso en pie, me subió la falda estrecha hasta las rodillas que llevaba, me quitó las bragas (esta vez me había puesto una preciosas, blancas con flores bordadas) y me hizo apoyarme en el borde de la mesa. Se arrodilló y empezó a lamerme delicadamente. Era fantástico. Mi cuerpo recordaba la agradable sensación del día anterior y se relajó rápidamente. Notaba como su lengua recorría toda la vulva, los labios y el clítoris e intentaba penetrar en mi vagina. Una y otra vez acariciaba mi clítoris, aunque con pequeñas pausas para sacarse los pelos que le entraban en la boca. En ese momento sonó el teléfono y contesté mientras Benito seguía con su tarea. Notaba que mi voz flaqueaba cuando su lengua tocaba mi clítoris por lo que le hice levantar y le besé levemente. Noté mi olor en su cara y con un gesto le indiqué que fuera a lavarse. Cogí mis bragas para ponérmelas y me las arrebató metiéndolas en su bolsillo.

B- Esto es parte del calentamiento: hoy estarás sin ellas.

L- Benito no me hagas esto. No estoy acostumbrada. Siempre las llevo. No podré concentrarme.

B- En lo que tienes que concentrarte es en disfrutar con lo que voy a hacerte - y se marchó riéndose por el pasillo.

Era una sensación extraña notar el aire acariciando mi sexo. Siempre siempre las llevaba puestas, aunque estuviera sola en casa, aunque hiciera mucho calor en verano, siempre las llevaba puestas. Aunque tenía mi ropa perfectamente colocada me sentía desnuda y estaba ligeramente ruborizada. Intenté concentrarme en el trabajo pero era difícil. Seguía pensando en cómo estaba cambiando la situación, en las agradables sensaciones de su lengua y ¡en que estaba sin mis bragas!

Benito me dejó sola casi toda la mañana para hacer su trabajo habitual mientras yo le daba vueltas a todo esto. Casi a la hora de comer vino de nuevo. Se me acercó por detrás y comenzó a besar mi nuca. Aquello me excitó muchísimo y más aún cuando comenzó a acariciar mis pechos sobre el sujetador. Mientras hacía que me incorporara inclinándome sobre la mesa, apartó la silla y se situó detrás de mí. Notaba su bulto contra mi culo y como sus manos acariciaban mis muslos mientras levantaba mi falda hasta la cintura. Su lengua recorría mi nuca y orejas y sus manos mi vientre y mi vello púbico.

Yo estaba con la boca abierta de sorpresa, temor y excitación. Sorpresa porque no había imaginado lo que Benito me estaba haciendo, temor porque en cualquier momento podía entrar alguien al despacho y excitación porque me estaba poniendo tan caliente que empezaba a olvidarme del temor a que nos pillaran.

Benito se agachó y comenzó a recorrer mi vagina con su lengua llegando hasta el ano. Tras unos minutos se levantó bajó la cremallera de sus pantalones y puso su pene en la entrada. Comenzó lentamente a penetrarme. Lo hacía sin preservativo pues yo ya tenía la menopausia y no había riesgo de embarazo. Delicadamente aceleró el ritmo de sus acometidas. Me gustaba, me gustaba mucho, estaba lejos aún del orgasmo pero me gustaba cada vez más.

Entonces sucedió lo que había temido, Tony entró con una carpeta en la mano. Se quedó con la boca abierta y una cara de incredulidad muy cómica aunque yo no tenía ganas de reírme, como puedes comprender. Me incorporé recolocándome rápidamente la ropa mientras Benito se giraba para subirse la cremallera.

T- ¿Qué estáis haciendo?

B- Tranquilo Tony, Lucía me está ayudando a superar a Rosa, eso es todo. Ya sabes cómo nos aprecia a todos y cómo se preocupa por lo que nos pasa. Yo lo estoy pasando muy mal y ella estaba preocupada. Me ha ayudado en lo que yo necesitaba.

Yo estaba muerta de vergüenza de cara a la pared en un rincón y con las manos tapándome la cara. Benito se acercó puso sus manos en mis hombros y siguió hablando.

B- Le estoy muy agradecido por lo que ha hecho por mí y tan solo lamento que alguien se haya enterado. Te pido que no digas nada pues Lucía no se lo merece. Por favor, ¡dime que no se lo dirás a nadie!

T- Tranquilos que no lo contaré. Yo también te aprecio Lucía y no quiero que te sientas mal- dijo mientras acariciaba mi espalda y ponía su mano sobre la mía que seguía tapando mi cara.

Yo quería que la tierra me tragara. Acababa de darme cuenta de golpe de lo que estaba haciendo: ¡estaba follando con un compañero de trabajo! Y lo estaba haciendo en mi puesto de trabajo y sobre mi mesa. Yo era una respetable señora de casi cincuenta años que estaba realizando la "poco respetable tarea" de tirarme a un compañero de trabajo que casi podía ser mi hijo.

Benito me apartó del rincón y mientras me acariciaba la cabeza y me besaba dulcemente intentaba que yo quitara las manos de mi cara. Quedé muy abatida con los brazos caídos a los costados y la mirada en mis zapatos. Tony también me cogió suavemente del brazo y me decía que no me preocupara, que no pasaba nada. Levantó mi barbilla y me sonrió mirándome cálidamente a los ojos. Ambos me abrazaron. Como era la hora de comer, me cogió cada uno de una mano y me dijeron que me invitaban, que comeríamos los tres donde yo quisiera. Señalé con los ojos el bolsillo de Benito y rápidamente sacó discretamente mis bragas que fui pudorosamente a ponérmelas al servicio.

Fuimos a un pequeño restaurante cercano y nos sentamos en una mesa que quedaba un poco separada de las demás. Mientras comíamos intentaban conversar de temas alegres para que me animara. Poco a poco me fui tranquilizando creo que ayudada por los 2 o 3 vasos de vino que bebí. No suelo beber porque siempre se me sube a la cabeza pero ese día tenía una especie de nudo en la garganta y necesitaba beber. La conversación fue girando hacia lo sucedido entre Benito y yo.

T- ¿Tan mal estabas Benito que preocupaste tanto a Lucía?

B- Sí muy mal, fue un golpe duro pues yo quería mucho a Rosa. Como sabes, llevábamos ya tres años y yo la quería sinceramente. Lucía vio que lo que yo necesitaba era tener a otra mujer y se ofreció desinteresadamente. No hay nada sentimental entre nosotros, tan solo que yo necesitaba algo que Lucía me proporcionó.

T- ¿Es eso así, Lucía?

L- Bueno, sí. El sexo no me atrae pero no le doy más importancia que la que tiene. Compréndeme, no soy una puta que lo hace con cualquiera, pero podría hacerlo si un amigo lo necesitara de verdad, tal como ha pasado con Benito. Pero tengo que estar segura de su sinceridad y de que no perderé ni su amistad ni su respeto.

T- ¿Y lo habéis hecho muchas veces?

B- No, que va, nos has pillado en la segunda vez. La otra fue en el servicio y fue maravilloso. Lucía es encantadora- dijo mientras cogía mi mano.

T- ¿Y vais a seguir con ello?

Benito me miró a los ojos, tímidamente, cono una mezcla de miedo y súplica. ¿Qué hacer? Tenía miedo de que me volvieran a pillar, pero Benito me necesitaba y tenía que reconocer que empezaba a gustarme el sexo.

L- No sé, quizás sí pero con todas las precauciones para que no se repita- dije mientras miraba a Benito con un reproche.

T- Eso está bien porque no es agradable que te pillen sin bragas, ja ja ja

L- Sí, ja ja ja es una situación nada deseable.

T- Lucía, yo no puedo decirte que estoy pasando una mala racha como Benito, pero sí quisiera pedirte que pudiéramos hacerlo en alguna ocasión. Eres muy guapa y siempre me has atraído. Me gustas mucho, no me digas que no por favor. Yo también seré discreto pero no me rechaces.

Esto era lo que yo no quería. Ya era complicada la situación con Benito pero si se unía Tony se volvería realmente difícil. Tony me miraba con ojitos suplicantes mientras alargaba el brazo y colocaba su mano junto a la mía sobre la mesa ...

L- Tony, por favor, no me lo pidas. Me da mucha vergüenza, me siento sucia.

T- No, Lucía, no es eso. Te quiero mucho y no quiero que te sientas así. Tan solo es que dijiste que lo harías con un amigo que lo necesitara de verdad y ese es mi caso. Hace más de diez años que estoy casado y la relación se está enfriando. El poderlo hacer alguna vez contigo relajaría la situación con mi mujer y rendiría más en el trabajo. Te lo digo de verdad, sería muy importante para mi.

L- Puede ser cierto pero eso me coloca en medio de tu matrimonio y eso no está bien. No quiero ser la culpable de que se rompiera y, aunque no fuera mi culpa, yo me sentiría así.

T- Que no, es lo contrario: la relación con mi mujer es buena, lo único que no funciona es la cama. Sin esa tensión mi matrimonio puede seguir para siempre.

L- Bueno, si eso es así ... Pero habrá que ser muy discretos que no quiero ampliar "los miembros del club" ¿vale?

B+T- Sí sí, tendremos cuidado- dijeron casi a coro.

Volvimos al trabajo. Habíamos acordado que durante la tarde buscaríamos el momento de que pudiera estar con cada uno de ellos, por separado por supuesto. Yo iría al servicio y, primero Benito y luego Tony, vendrían un minuto después. Habíamos acordado un horario para que estuvieran atentos y pudieran verme pasar a través de la puerta entreabierta de su despacho.

Yo volvía a estar sin bragas. Benito me las pidió cuando llegábamos a la puerta. Fuimos a mi despacho y me levanté un poco la falda pero, cuando ya se agachaba, le dije que era Tony quien las tenía que quitar y debería volver a poner cuando termináramos ya que era el segundo. Estaba sorprendida de mi respuesta, me estaba volviendo un poco picarona. Tony se agachó, puso sus manos en mis costados y las fue bajando lentamente. Antes de sacarlas de mis pies levantó un instante el borde de la falda para admirar la vista. Recogió las bragas, las desplegó para que ambos las vieran bien, las olió y se las guardó con una sonrisa.

El tiempo voló y llegó la hora de mi cita con Benito. Puntualmente recorrí el pasillo y un instante después entraba él. Hizo intención de prepararse para lamer mi sexo pero le indiqué con un gesto que ya estaba suficientemente lubricada pues había estado pensando todo el rato en la tarde que me esperaba.

Le di la espalda, levanté mi falda hasta la cintura mostrándole mi culo y me agaché apoyándome en la cisterna del inodoro y separando bien las piernas. Benito acarició mi sexo abierto introduciendo levemente dos dedos en mi vagina. Bajó sus pantalones y me metió su pene sin la menor dificultad empezando un vigoroso movimiento de mete saca que fue ganando en rapidez.

Sus manos acariciaban mi espalda y se sujetaban en mi cintura para hacer más fuerza. Algunas veces se inclinaba sobre mi y trataba de tocar mis pechos a través de la blusa. Tras unos diez minutos me sujetó por los hombros mientras su pene se introducía profundamente y descargaba su blanca cosecha.

Sentada de nuevo en mi silla respiré profundamente. Había estado muy bien. Me había gustado. Había algo en mi conciencia que me decía que estaba haciendo algo malo, pero otro algo me decía que Benito estaba feliz, y eso me gustaba. Además, comenzaba a disfrutar con las agradables sensaciones que el sexo me procuraba.

Los minutos pasaron rápidamente y llegó la segunda cita. Al pasar frente a la puerta de Tony nuestras miradas coincidieron y una leve sonrisa apareció en mis labios. ¡Qué largo se me hizo el minuto que tardó en llegar! Me abrazó y besó apasionadamente. Sus manos recorrían mi espalda y de repente noté que mi sujetador estaba desabrochado. No perdimos el tiempo. Levanté mi falda hasta la cintura (gracias a Dios casi siempre llevaba falda, apenas me gustan los pantalones) y me coloqué en la misma postura que antes.

Tony acarició mis muslos y mi culo subiendo sus manos por mi espalda bajo la blusa. Mientras me acariciaba sus manos abrieron el broche del sujetador y rápidamente bajaron y amasaron mis pechos. Como ya tenía bajados los pantalones noté como su pene rozaba mi culo buscando instintivamente mi vagina. Pronto encontró la entrada y comenzó a entrar y salir con vigor. Era muy agradable sentir el cuerpo de Tony sobre mi espalda, sus manos en mis pechos, su pene en mi vagina y su boca que me preguntaba al oído si me hacía daño y si me estaba gustando.

Fue muy suave y muy amable. Apenas noté cuando alcanzó su orgasmo. Se quedó un instante recostado sobre mi con su pene aún dentro y susurrándome una y otra vez –Gracias, gracias- al oído. No me dejó incorporarme y con mucho cuidado me limpió los líquidos y jugos que salían de mi sexo. Besó toda la zona incluyendo mi ano, al que acarició con su lengua. Me puso frente a él y se agachó introduciéndome las bragas por los pies y subiéndolas suavemente. Puso mucho cuidado en colocármelas perfectamente y bajó y alisó mi falda. Salí mientras él se arreglaba la ropa y volví a mi despacho.

Media hora más tarde vinieron ambos a mi despacho. Me abrumaron con elogios y caricias. Decían que tenían mucha suerte de que una mujer tan atractiva fuera al mismo tiempo comprensiva con sus necesidades y estuviera dispuesta a satisfacerles. Yo sabía que tenían razón pero intenté humildemente quitarle importancia con lo que abría aún más la puerta a nuevos encuentros.

Por la noche, en mi casa mientras veía una película, me di cuenta de que me sentía muy contenta, como orgullosa de estar haciendo una "buena obra" con mis compañeros. Sí, seguiría "atendiéndoles" a ambos.

En los días siguientes Tony y Benito se portaron muy bien conmigo. Me traían pequeños regalos, flores, revistas, lencería, cosas que me hacían mucha ilusión. Seguían hablando conmigo de las mismas cosas que siempre como si nada estuviese pasando, y eso era lo que yo quería pues no quería que la amistad se rompiera. Seguíamos con nuestros encuentros diarios. A veces era en el servicio y otras en mi despacho, pero para evitar sorpresas el que no participaba vigilaba discretamente. En el despacho podíamos utilizar otras posturas imposibles en el servicio. Me gustaba tumbarme sobre la mesa poniendo los pies sobre dos sillas, así él podía acariciar todo mi cuerpo mientras me penetraba a su ritmo. Cada vez me gustaba más que me acariciaran el clítoris pues cada vez sentía más placer sintiendo pequeños orgasmos.

El despacho también nos proporcionaba contactos más largos en los que ellos se recreaban lamiendo mi clítoris produciéndome escalofríos de placer que me dejaban muy relajada y dispuesta a que disfrutaran como quisieran. Tan relajada me quedo que no me di cuenta de las intenciones de Benito hasta que noté que tenía su pene profundamente alojado en mi ano. No había notado nada. Había lubricado tanto mi ano con su lengua e introducido su dedo para dilatarlo que había podido introducir su pene sin mayor problema. Le miré muy sorprendida y me preguntó si me dolía. Le contesté que en absoluto a pesar de ser mi primera vez y que podía continuar. Así lo hizo y al cabo de pocos minutos se corrió llenando mi recto con su semen.

Se mantuvo dentro mientras reducía su tamaño. Nos reímos como si hubiéramos hecho una travesura, luego lamió mi ano para reducir el posible escozor que tuviera aunque no era el caso. Parecía que ambos eran fetichistas de las bragas pues siempre se empeñaban en ponérmelas personalmente aprovechando para sobarme a gusto una vez estaban en su sitio. Se comportaban muy amablemente y no hacían que me sintiera avergonzada sino muy deseada.

Tras la experiencia con Benito decidí que también podían utilizar mi ano. Lo único que me resistía a hacerles era la felación pues me daba un poco de asco y sentía como si me rebajara. Mentalmente no me causaba demasiado problema abrirme de piernas (o de culo) pero no podía imaginarme de rodillas chupando un pene. Me sentiría como si fuera un ser inferior y eso sí que no, es una relación entre iguales, entre amigos, y nadie es inferior a nadie. Al menor gesto de menosprecio por su parte todo terminaría.

Me follaban por la vagina o el ano sin mayor diferencia. Tan solo les pedía que me lubricaran bien con su lengua y fueran despacio cuando lo hacían por el ano. Ellos decían que ambos orificios eran estrechitos y les daban mucho placer. Tan solo me dolía un poco cuando me follaba analmente Tony pues su pene era algo más grueso, pero no me importaba pues era el que mejor manejaba su lengua y me proporcionaba unos orgasmos muy buenos.

Así pasamos unas cinco semanas, cuando una de las veces que Benito estaba conmigo ayudándome empezó a decirme ...

B- Es maravilloso lo que haces por Tony y por mí. Como lo haces con mucho gusto ¿no podrías hacer lo mismo por los demás?

Quedé paralizada y poco a poco fui girando la cabeza para mirarle con ojos incrédulos.

L- ¿Qué has dicho?

B- Pues que sería genial que pudieras ayudar también a Juan, Paco y Miguel. Ellos tienen los mismos problemas y necesidades que nosotros y no tienen la suerte de tener a alguien tan maravilloso como tú. ¿No crees que tengo razón?

L- ¡Estás loco! ¡Se lo habéis contado a ellos! ¿Quién ha sido, Tony o fuiste tú?

B- No, no, tranquila que no hemos dicho nada a nadie. ¡Te lo habíamos prometido! Tan solo es que me da pena que ellos no puedan participar, nada más. Además, así no habría que andar escondiéndose ... Lucía, tu eres muy generosa con nosotros, absolutamente desinteresada, y me preguntaba si también lo podrías ser con los demás, eso es todo.

L- Pero eso no puede ser. Es cierto que ellos están en la misma situación que vosotros dos pero sería muy duro para mi. Si tengo que hacerlo todos los días con todos, como seguro que vais a querer, voy a terminar dolorida. Es cierto que no me importa hacerlo con amigos sin que haya ningún compromiso pero terminar sin poder siquiera cerrar las piernas no. Además ¿qué van a pensar de mí? ¡me queréis convertir en una puta!

B- No, no, en absoluto. Ellos van a pensar lo mismo que nosotros dos: que eres una gran amiga, una gran persona y que te sacrificas desinteresadamente por los demás. Ellos te adorarán como lo hacemos nosotros. Y por la cantidad no te preocupes que serás tú quien decida cuándo, cuánto, dónde y con quién. Tony y yo podemos tener abstinencia mientras sea necesario. De verdad, te aseguro que todo saldrá bien.

L- Todo eso está muy bien ¿pero cómo se les dice? ¿llego ante ellos en pelotas...? No, Benito, que no puede ser.

B- Te repito que no te preocupes por nada. Yo me encargo, no habrá problema.

L- Bueno, la verdad es que yo también lo había pensado pero no terminaba de decidirme. Vale, esperemos que no terminen desastre.

No podía reconocerme: Acababa de dar mi consentimiento a que se lo contara a los otros tres compañeros ¡Tendría que hacerlo con los cinco! Bueno, ¡que sea lo que Dios quiera!

A la mañana siguiente mientras estábamos todos juntos tomando el café de media mañana y charlando de las cosas habituales Benito le preguntó a Jose ...

B- ¿Cuál sería la mejor cosa, la más desinteresada que una mujer pudiera hacer por ti?

J- Ya estás con tus adivinanzas. Pues yo que sé, que se pagara siempre las copas cuando salimos, ja ja ja

B- Vamos Juan, deja las coñas y responde.

J- Pues no se ... oye es un corte decirlo delante de Lucía, no quiero que se enfade conmigo.

B- Venga hombre, ¡que no pasa nada!

J- Bueno, pues qué va a ser: acostarme con ella sin problemas de compromisos.

B- ¿Todos estáis de acuerdo con Juan?

Hubo un asentimiento general con comentarios de todo tipo.

B- ¿Y qué me diríais si yo os dijera que ese sueño de todos es realizable?

A- Pues que no me lo creo, esa mujer no existe, no hay una mujer que no quiera algo.

B- Pues estáis equivocados: Lucía es esa mujer increíble.

Todos giraron sus ojos hacia mi esperando mi airada respuesta. Pero no se produjo. Tan solo me quedé mirándoles con la cara más roja que un tomate. Tenía miedo de su reacción pues temía que o se burlaran o me insultaran o cualquier otra reacción desagradable. No sabía cómo reaccionar. Manu preguntó:

A- ¿Es eso cierto, Lucía?

Antes de que pudiera decir nada Tony contestó.

T- Sí, Lucía es tan increíblemente generosa que con su acción sacó a Benito de la depresión que tenía cuando le dejó su novia. Y también es maravillosa conmigo. No tiene por qué hacerlo pero lo hace con gusto por ayudarnos porque somos sus amigos. Es tan amable que está dispuesta a incluiros a vosotros tres y lo único que pide es que nada cambie, que la sigáis tratando con la misma amistad que ahora tenemos. ¿Qué decís?

Los tres se habían quedado atónitos y se miraban con cara de sorpresa. Paco tomó la iniciativa tomándome de la mano

P- Creo que hablo en nombre de todos, sabes que te queremos mucho y que te apreciamos como amiga, nunca haríamos nada que hiciera que te sintieras mal. ¡Puedes contar con nosotros!

Yo les sonreí con los ojos y asentí con la cabeza. Juan preguntó

J- Bueno, ¿y esto como va, hay turnos o ...?

L- Hasta ahora me reunía con Benito y Tony para ver si uno o casi siempre los dos querían que nos viéramos y acordar en cómo y cuándo sin que notarais nuestros encuentros. Ahora será más fácil pues tan solo habrá que tener cuidado de cuándo viene José Luis. Espero que tengáis el mismo cuidado y delicadeza de Tony y Benito y no me hagáis daño. Si queréis podéis establecer un turno entre vosotros e intentaré atenderos a todos cuando me lo pidáis. No sé si mi cuerpo podrá con tanto pene con ganas por lo que quizás os tenga que decir en algún momento "eres el primero de mañana" si veo que me duele. ¿Os parece bien?

A- Pues claro que sí, lo que tú digas. ¿Cuándo podemos empezar?

L- Vaya, pues ... hoy si queréis.

J- ¿Y cómo lo prefieres, a solas o podemos mirar?

L- Oye Juan, así empezamos mal. Vale que este no sea el comportamiento normal de una señora como yo pero esa pregunta me ofende. Una cosa es que esté dispuesta a hacerlo con vosotros y otra muy distinta que vaya a hacer porno.

J- Perdóname Lucía, te juro que no quería ofenderte. Lo que desconozco es cómo te gusta a ti, no lo he dicho por nosotros. Te aseguro que no era mi intención.

L- Vale, de acuerdo. Pues uno por uno y en mi despacho y yo os voy avisando. Para que veas que no me enfado si quieres puedes ser el primero.

Jose se situó junto a mí y recorrimos el pequeño trayecto por el pasillo hasta mi despacho. Allí me giré y le pedí que me quitara las bragas (preciosas, de encaje, regalo de Tony) y me situé sobre el borde de la mesa. Le dije que podía lamerme para lubricarme o utilizar vaselina. Rápidamente situó su cabeza entre mis piernas y sus lametones fueron claramente audibles. Era muy bueno con la lengua y en unos minutos tuve un maravilloso orgasmo. Se incorporó y bajó sus pantalones apareciendo ante mi un pene totalmente erecto. No era muy grueso ni largo pero no era recto, dibujaba como una media luna hacia la izquierda. Me pidió un preservativo pero le dije que ya no tenía el período y no había riesgo de embarazo. Me aseguró que tan solo lo hacía con su mujer por lo que no había tampoco riesgo de enfermedades venéreas.

Había lubricado bien mi vagina y su pene entró sin dificultad. Me preguntó qué tal estaba y tras mi respuesta afirmativa comenzó un ritmo no muy rápido muy agradable sacando casi todo el miembro para volverlo a meter de manera enérgica. Me gustaba y además estaba excitada. Los jugos que salían de mi vagina mojaban mi ano. Le acaricié la mejilla y le indiqué que podía penetrar mi ano si quería. Todavía con su pene dentro de mi vagina, metió un dedo en mi ano que entró fácilmente. Introdujo un segundo dedo para seguir dilatando mientras seguía follándome lentamente. Entonces retiró sus dedos al mismo tiempo que su pene entraba en mi ano. Hubo un primer instante de dolor que Jose notó quedándose quieto inmediatamente. Un minuto después atraje su cintura con mis manos para que comenzara el vaivén anal. No habían pasado ni dos minutos cuando se corrió con un gemido llenando mis intestinos con su semen. Todavía dentro de mi acercó su cara y me dio un tierno beso en los labios. Le pedí que me trajera un poco de papel para limpiarme y que le dijera a Paco que viniera.

Paco no tardó en aparecer por la puerta preguntando si podía pasar. Yo me había incorporado pues me parecía indecoroso que al entrar me viera despatarrada sobre la mesa, no era esa la imagen que yo quería dar. Se acercó a mí y se quedó parado. Yo cogí su mano y la acerqué a mi pierna. Su mano bajó por mi pierna buscando la forma de introducirse bajo la tela mientras llevaba mi mano sobre el bulto de su pantalón. Le besé la mejilla mientras retiraba mi mano. La suya intentaba introducirse en mi vagina, lo que facilité al apoyarme en el borde de la mesa y abriendo mis piernas. Notó la cantidad de fluidos que salían y se despojó de los pantalones.

El pene era el mayor de todos en longitud y de un grosor importante. Le pedí que fuera despacio y comenzó a meterlo en mi vagina. Noté que mi vagina estaba muy dilatada sintiendo un poco de dolor cada vez que entraba. También notaba que me llenaba totalmente no pudiendo introducirlo en toda su longitud sin hacerme daño. Le pedí que parara y tras recuperarme le dije que podía continuar lentamente.

Ahora era mejor, parecía que mi vagina se estaba adaptando a la talla del aparato que la llenaba. Con el movimiento rozaba mi clítoris haciéndome llegar a un agradable orgasmo por primera vez sin que fuera con la lengua. Mientras lo disfrutaba Paco llegó también al suyo corriéndose abundantemente.

Al marcharse Paco me preguntó si avisaba a Alex a lo que contesté que yo lo haría. Necesitaba recuperarme un poco de la excitación y de las dos cabalgadas. Notaba que mi vagina estaba un poco dolorida por la agresión sufrida por el grueso pene. Estaba claro que no dejaría que Paco taladrara mi ano, si había dejado mi vagina dolorida no quería ni pensar la que haría en mi culo.

Unté un poco de crema en mi vagina para aliviar las molestias y me senté a recapacitar. Me sentía contenta pues todos habían tomado la situación con la normalidad que yo quería. Ellos estaban satisfechos con mis "atenciones" y yo también pues no solo había conocido lo que es el orgasmo sino que incluso esa mañana ya llevaba dos. Todo estaba resultando mejor de lo esperado.

Llamé por el teléfono interno a Alex para que viniera. Entró tímidamente y se acercó lentamente. Le dije que no pasaba nada que no le iba a morder estallando ambos en una carcajada. Roto el hielo levanté mi falda para que viera que seguía sin bragas y le pedí que se quitara los pantalones. Su miembro estaba semi-erecto. Le tomé con mi mano y empecé a masajearlo para que llegara a su tamaño "de batalla".

A- Lucía, chúpamela un poco, por favor.

L- Lo siento Alex pero eso no puede ser. Me resulta muy desagradable, lo siento.

A- ¿Por qué? si es muy agradable.

L- No para mí. Me resulta incómodo tener que abrir tanto la boca y además me siento como si me rebajase. ¿Cómo dices que es agradable, acaso lo has hecho tú alguna vez?

A- Pues sí, algunas veces.

L- Entonces eso es que te gustan los hombres ¿qué haces aquí conmigo?

A- Bueno, en realidad me gustan mucho más las mujeres pero hay algunos hombres que están también muy bien y no desaprovecho ninguna ocasión que se presente de disfrutar.

L- ¿Eres lo que llaman bisexual?

A- Creo que sí, podíamos decir que sí.

L- ¿Y hay alguno de los compañeros entre tus conquistas?

A- Sí, Paco. Tan solo con Paco. Nos hemos visto varias veces en mi casa cuando no está mi novia.

L- ¿Con Paco? ¿Pero si la tiene gordísima! ¿Y solo se la chupas o también te la mete?

A- También me la mete. Al principio duele pero luego está muy bien. Luego él me la chupa a mí, aunque nunca me ha dejado metérsela, no sé por qué pero no quiere.

L- ¿Y lo saben los demás?

A- No, no saben nada, somos muy discretos. Realmente no nos gustan los hombres, solo lo hacemos entre nosotros, nada más.

Toda esta conversación transcurría mientras seguía masturbándole con mi mano. Entre el masaje y la excitante conversación ya estaba preparado para lo siguiente. Como no era muy grueso y aún me molestaba la vagina le dije que lubricara mi ano con su lengua y que lo intentara por ahí.

Me agaché sobre la mesa y Alex levantó mi falda acercando su cara a mi culo. Su lengua se movía en círculos alrededor de mi ano introduciéndose de vez en cuando. Me estaba volviendo loca de gusto. Mientras lamía comenzó a introducir un dedo y otro a continuación metiéndolos y sacándolos para facilitar la dilatación. Metió incluso un tercero y a continuación los sacó poniendo la punta sobre mi ano presionando suavemente. Gracias a sus esfuerzos no le costó nada que se fuera introduciendo hasta el final sin yo sentir ninguna molestia.

Comenzó con un ritmo lento al principio introduciendo su pene totalmente. Me gustaba como sus testículos golpeaban mis labios vaginales. Luego lo fue variando y tan pronto aceleraba frenéticamente como volvía a un ritmo más pausado. Estaba disfrutando, se le notaba y yo también. Cuando mejor lo estaba pasando noté como crecía de grosor y se derramaba en mis intestinos. Se salió muy rápido y noté como el aire fresco entraba en mi ano refrescándolo.

Me incorporé y le di un beso en los labios, ¡me había gustado muchísimo! Noté como su semen caía por mis piernas y no me importó aunque pronto me limpié. ¡Estaba feliz! un poco cansada pero muy contenta. Entonces pensé que todavía me quedaban dos por atender, Tony y Benito.

L- Estoy pensando una cosa Alex: me imagino que, al igual que pasaba con Benito y Tony, vosotros tres también vais a querer que lo hagamos todos los días ¿no? Eso será muy duro para mi cuerpo y no creo que pueda aguantarlo mucho tiempo. ¿No podrías ayudarme un poco en la tarea? Tal vez de la misma manera que lo has hecho a veces con Paco podrías hacerlo también con los demás y así entre los dos terminábamos antes y podremos volver al trabajo que hoy llevo más de una hora con solo vosotros tres. ¿Qué me dices?

A- Bueno, visto así, por qué no. Ya sabes que puedes contar conmigo para lo que pidas y estoy de acuerdo en que sería demasiado duro para ti sola. De acuerdo, les diré que mi culo también está a su disposición y así a ver si alguno más se anima. Además así conseguiré unas buenas mamadas que es lo que más me gusta.

Acompañé a Alex y juntos avisamos a todos para hablar en la sala de reuniones.

L- Os he reunido aquí porque quiero deciros que estoy muy contenta de cómo va todo. Realmente sois muy tiernos cuando lo estáis haciendo y muy amables conmigo. Pero hay una novedad: voy a contar con ayuda para atenderos. No, no he hablado con ninguna amiga para que venga. No quiero que prejuzguéis lo que voy a decir, refrenar vuestra mente. Se trata de una persona que, aunque le gustan las mujeres, no le desagrada sentir un miembro en su recto. No es un maricón al igual que yo no soy una puta. Ambos lo único que queremos es que todos seamos felices. ¿Estamos todos de acuerdo? ¿De verdad? Pues es Alex, a quien le estoy agradecida por su ofrecimiento. Una cosa: al igual que a mi me gusta que utilicéis vuestra boca en mi vagina y ano, a Alex le gusta que se la chupen y es lo que pide a cambio.

Los cuatro se miraron e intercambiaron asentimientos con la cabeza.

B- Creo que hablo en nombre de todos cuando digo que estamos de acuerdo. ¿Podremos elegir con quien o cómo va esto?

A- Bueno, creo que eso da igual. No es importante. Creo que lo que todos buscamos es pasarlo bien ¿no? A mi me gustaría hacerlo con cada uno al menos una vez.

L- También tenéis que tener en cuenta que si me duele por demasiado "trabajo" ese día se acabó, es lógico ¿no?

P- Claro, claro, además hay que probarlo todo ¿no, chicos?

A- De acuerdo entonces. Podemos empezar hoy mismo. ¿Benito con Lucía y Tony conmigo? ¿De acuerdo? Adelante entonces.

J- ¿Podemos mirar? Así perderemos la vergüenza ...

L- Vaaale, ¡al final lo has conseguido!

Tal como estábamos, Benito se acercó a mi y me ayudó a subirme al borde de la mesa, levantando mi falda y comenzando a lamerme.

Alex se había arrodillado delante de Tony y estaba sacando su pene de los pantalones. Se lo metió en la boca y comenzó a mamarlo. Se notaba que tenía experiencia y algunas veces se lo metía hasta la garganta. Cuando alcanzó su tamaño se dio la vuelta bajándose los pantalones y se tumbó boca abajo sobre la mesa. Jose diligentemente puso vaselina en el ano de Alex metiendo un poco dos dedos en su interior.

Benito seguía lamiéndome sin dejar de mirar lo que ellos hacían.

Tony puso la cabeza del pene en el ano y presionó. Alex tensó los músculos de la cara aunque hizo una señal de que prosiguiera. Poco a poco el pene de Tony fue desapareciendo en el interior mientras la cara de Alex recobraba la normalidad. Tony fue incrementando el ritmo ¡y de qué manera! parecía un motor.

La situación era tan morbosa que, a pesar de que la lengua de Benito se había parado pues no dejaba de mirarles, yo estaba muy lubricada. Tiré de la cabeza de Benito para que se levantara y me follara, lo que inmediatamente hizo y casi con la misma velocidad que Tony a Alex. Tan caliente estaba que no tardó ni dos minutos en correrse.

Tony tardaba, se notaba que prefería mi ano o el de cualquier mujer al de Alex. Hizo una seña a Jose quien se acercó. Le dijo algo al oído y Jose asintió. Se agachó entre las piernas de Alex y comenzó a mamarle el pene. Casi al instante tanto Alex como Tony gimieron al llegar a sus orgasmos.

L- ¿Qué tal chicos, os ha gustado?

A- Ya lo creo, es la primera vez que me la chupan mientras me dan por el culo y es increíble. ¿Alguno se anima?

Todos negaron. Ya estaba bien por ese día y teníamos el trabajo abandonado. Habría que trabajar duro si no queríamos que D. Miguel empezara a preguntarse qué es lo que pasaba.

Así fueron pasando los días. A la hora del café nos reuníamos y decidíamos quien follaba a quien, en qué orden, etc. Me di cuenta de que Tony evitaba con mucho disimulo tener que mamarle el pene a Alex mientras que Jose se ofrecía voluntario a mamárselo e incluso a los otros tres también. De esa manera a veces se formaban tres parejas en las que uno me follaba vaginal o analmente (salvo Paco a quien seguía temiendo), otro follaba a Alex y Jose se la chupaba al último. Me solían follar dos o tres pues alguno gustaba de repetir.

Recuerdo la primera vez que Alex me pidió que hiciéramos un tren. Yo le pregunté extrañada que en qué consistía.

A- Mejor que decírtelo lo vamos a hacer. Mira, yo me apoyo con las manos en el borde la mesa. Jose, métemela. Así, despacio, muy bien. Tú, Lucía, ahora ponte delante de mi y reclínate en la mesa. Muy bien. Ahora relaja el ano que te voy a penetrar. Jose, avanza conmigo para que pueda metérsela. Eso es, ya estamos lo tres "enganchados". Ahora vamos a comenzar a movernos al compás.

Estuvo muy bien. Les costó un poco al principio coger el ritmo pero pronto lo solucionaron. El que mejor se lo estaba pasando era Alex quien disfrutaba por delante y por detrás. Tuvo mucho éxito y casi todos los días jugábamos al tren, unas veces por la vagina y otras por el ano. Jose se volvió un goloso y siempre se tragaba el semen que llenaba una su boca tras cada mamada. Tan bien lo hacía que terminó teniendo más "clientes" que yo.

Un día vino Paco a verme y me dijo:

P- Mañana es mi cumpleaños y quería pedirte algo especial.

L- Bueno, no te prometo nada porque me dan mucho miedo vuestras ocurrencias, pero procuraré hacer una excepción y que sea un día especial. ¿Qué es lo que quieres?

P- No te lo digo. Mañana, así será una sorpresa.

Por la noche no dejaba de pensar en qué querría que hiciéramos. Nada más llegar fui a ver a Paco y a felicitarle:

L- Muchas felicidades Paco. No te he traído ningún regalo ya que me dijiste que querías algo especial.

P- Así es, el regalo es para ti- y me tendió un paquete envuelto con un bonito lazo.

Procedí a abrirlo y encontré dos penes de goma, uno más grande que el otro y ambos terminaban en una ventosa.

L- ¿Qué es esto, Paco? Algo me imagino, pero dime.

P- Pues es para "mejorar" tu silla. Ponlos pegados en ella y luego te sientas, ¡verás que bien!

Me quedé pensativa mirando los aparatos y di media vuelta para ir a mi despacho y utilizarlos. Todos se dispusieron a acompañarme pero me volví y les dije que el cumpleaños era de Paco y que ellos se quedaran donde estaban. Protestaron pero obedecieron. Paco vino conmigo pues quería que me ayudara. Él estaba muy contento, parecía un niño el día de los Reyes Magos. Yo dudaba pues no sabía cómo iba a ser esto. Bueno, podía haber sido peor si me hubiera pedido darme por el culo ...

P- Lucía, déjame quitarte las bragas, por favor. Vale, siéntate un momento para ver por donde queda más o menos tu culo. Bien, ahora procedo a pegar la ventosa sobre la silla, aquí el grande y muy cerca el pequeño. Bien, ya está. Ahora siéntate despacio.

Fui bajando lentamente hasta que noté la punta del grande rozar la parte posterior de mis piernas. Con mucho cuidado fui bajando mientras Paco hacía que mi vagina y el aparato coincidieran. Como estaba lubricado con vaselina, fue penetrando sin dificultad. También el pequeño se alojó sin problemas en mi ano y quedé sentada y empalada. La postura era cómoda y no parecía molestarme ni siquiera para trabajar. Cuando comprobó que todo estaba como él quería me besó en la mejilla y salió por la puerta.

Al instante noté con sorpresa que ambos penes vibraban y grité llamando a Paco. Entró inmediatamente pues no se había alejado de la puerta y con una gran sonrisa me dijo que qué me pasaba.

L- Paco, ¡han comenzado a vibrar!

P- Pues claro, yo tengo el mando a distancia- dijo mostrándome una pequeña caja de plástico.

P- Yo puedo hacer que vibren o se paren a voluntad- y apretó varias veces un pequeño botón. Los penes obedecían al instante sus instrucciones.

P- Perdóname la travesura pero hoy me gustaría hacerte de rabiar un poco y torturarte mientras trabajas. ¿Me vas a dar este capricho?

L- Vale, pero prepárate para cuando sea el mío que falta menos de dos semanas.

Asintió divertido y salió dejándolos en funcionamiento. Reconozco que el cosquilleo me gustaba, no era molesto y poco a poco notaba que me estaba excitando. Estuvieron funcionando unos veinte minutos y de repente se detuvieron. Me sentí contrariada: me estaba gustando y, aunque seguían en mi interior, me sentía como vacía sin que vibraran.

Proseguí con mi trabajo sin darle mayor importancia. Tuve que ponerme en pie para archivar unos papeles y volví a sentarme con cuidado para volver a introducirlos en mis orificios. Estaba hablando por teléfono cuando de repente se volvieron a conectar. La sensación era reconfortante aunque mi interlocutor debió de notar algún cambio en mi voz pues me preguntó si me pasaba algo. Era excitante estar hablando con alguien mientras todo mi cuerpo era recorrido por una vibración seductora.

Estuvieron vibrando y deteniéndose hasta que llegó la hora de la habitual pausa para el café que aprovechábamos para realizar nuestros encuentros sexuales. Vinieron todos a mi despacho para ver como salían ambos aparatos de mi cuerpo. Ese día estaba tan excitada que les grité que comenzaran a poseerme sin ningún preámbulo y los cinco me follaron uno tras otro provocándome los mejores orgasmos que nunca había tenido. Me quedé tan satisfecha que me di la vuelta y les dije que mi culo estaba a disposición del que lo quisiera, y los cinco volvieron a follarme. Tan solo indiqué que Paco fuera el último. Tras los cuatro primeros mi ano aceptó sin mucho problema el grueso pene de Paco.

Había sido increíble. La mezcla de las sensaciones provocadas por los juguetes junto con los orgasmos de las diez folladas recibidas me habían dejada totalmente agotada. Jose me llevó en su coche a mi casa para que me recuperara y me aseguró que entre todos se ocuparían de hacer mi trabajo además del suyo, que solo me preocupara de descansar.

Al día siguiente...

P- Buenos días Lucía. ¿Qué tal estás?

L- Buenos días. Muy bien, ya estoy muy bien.

P- Fantástico. Oye, ¿vas a querer utilizarlos de nuevo?

L- Lo he estado pensando. Por un lado me asusta un poco la forma en que ayer me descontrolé. Recuerda que los cinco me follásteis dos veces cada uno y eso es muchísimo para mi, pero estaba como loca. Las vibraciones me habían puesto cachondísima y vuestros penes me provocaron un orgasmo tras otro, lo que me dejó agotada. Pero el vibrador de mi culo me lo había dejado con ganas y por eso os pedí que me dierais por el culo. Entonces fue cuando ya no pude realmente más. Estaba tan cansada como satisfecha. Había sido la primera vez que realmente había querido y pedido que me follaran y esa no soy yo. Eso es lo que me asusta. Pero también me encantó y creo que alguna que otra vez querré repetir. No te lleves los vibradores, es más, dámelos que yo me los pondré cuando me vuelva a apetecer. Pero no te preocupes que cuando me los vaya a poner te daré el mando a distancia.

P- Por mi vale, lo hacemos así. Toma, aquí los tienes en este estuche. ¿Hoy vas a querer o te duele algo?

L- No me duele pero no se si voy a querer que me folléis. Creo que os pediré que utilicéis vuestras lenguas con mi clítoris y luego... ya veremos.

A la semana siguiente decidí probar solo con el pequeño del ano pero sin vibrar, solo como dilatador. Me encantó. Ese día también dejé que los cinco me dieran por el culo. Realmente era prodigioso el efecto que me producía.

Y entonces llegó el día de mi cumpleaños. Por un lado quería cumplir el compromiso de vengarme del capricho de los vibradores pero por otro lado realmente no solo no había sido malo para mi sino que me encantaba. Pero decidí darle un poco de su medicina.

L- Bueno chicos, hoy es mi cumpleaños y, al igual que Paco hace unos días, hoy seré yo quien mande. Paco pon el tu silla el vibrador pequeño y siéntate. No olvides bajarte los pantalones o les harás un agujero, ja ja ja.

Y vosotros ir calentando vuestras lenguas pues no vais a para hasta que cada uno de vosotros cuatro me provoque un orgasmo. Los dos mejores recibirán un premio.

Cuando Paco tuvo su ano lleno con el vibrador conecté el dispositivo, me despojé de las bragas y me dispuse a recibir las ávidas lenguas. Uno tras otro lamieron mi clítoris, labios vaginales y ano con gran placer por mi parte y creo que también por la suya. La noche anterior había decidido depilarme totalmente todo mi sexo dejando tan solo un pequeño triángulo de vello pùbico muy bonito. Su saliva aliviaba el ligero escozor que me había provocado la depilación y la sensación era sumamente placentera.

Los orgasmos fueron maravillosos y el concurso lo ganaron Tony y Alex. Hice que Paco se incorporara y pedí a Alex que lamiera el dolorido ano. Después le dije que le pusiera un poco de vaselina. Ordené a Paco que se arrodillara y mamara el pene de Alex para ponerlo a tono. Paco se imaginaba lo que le iba a pasar. Cuando estuvo totalmente erecto él mismo se giró agachándose y abriéndose los carrillos del culo para facilitar la penetración. Primero Alex y luego Tony se corrieron abundantemente. Acaricié la mejilla de Paco y le besé. Hice que se girara y le apliqué una pomada suavizante.

P- Bueno Lucía, ya te has divertido ¿no? No te preocupes que no pasa nada: no me ha disgustado. El aparato me había dilatado bien y no me ha dolido. Ha estado bastante bien y ahora ya se lo que es que te den por el culo, ja ja ja.

Todo siguió con normalidad: D. Miguel estaba tan solo a primera hora de la mañana y de la tarde, teníamos nuestra buena ración de sexo a media mañana y luego trabajábamos duro para recuperar el tiempo empleado en nuestras "actividades". Aproximadamente cada diez días le entregaba el mando a distancia a Paco para que activara a su gusto los vibradores que había colocado en mi silla y que eran el preámbulo a lo que llamábamos "sesiones especiales". Alex seguía poniendo su culo y Jose disfrutando de hacer mamadas.

Solo salíamos de la rutina con los cumpleaños, el primero fue el de Benito.

B- Lucía, como hoy es mi cumpleaños, yo también tengo mi petición.

L- Felicidades. ¿Qué has pensado qué te gustaría?

B- Pues una mamada. No pongas esa cara, por favor. Ya se que no te gusta y quizás es por eso por lo que no puedo quitármelo de la cabeza. Por favor, por favor, solo una vez, anda, sí.

L- Vale, pero con una condición: que te tapes los ojos- así evitaría sentirme rebajada: si no me veía mamársela mi imagen no se resentiría.

Les dije a los demás que se fueran y que luego tendríamos nuestra sesión, pero que ahora era el momento de Benito. Le quité los pantalones y calzoncillos. Le tapé los ojos con su asegurándome de que la visión fuera realmente nula. Limpié su pene y testículos con una toallita húmeda que saqué de mi bolso y comencé a acariciarle. Mientras lo hacía le dije que tenía que avisarme cuando fuera a correrse pues no quería que lo hiciera en mi boca. Me quité la blusa y el sujetador pues no quería que se mancharan.

Comencé a lamer el pene en toda su longitud dando pequeñas chupadas al glande. Acariciaba sus testículos mientras metía la parte del pene que me cabía en la boca. Mi lengua jugaba acariciándolo. Una de las veces que tenía dentro de mi boca todo lo que cabía Benito cogió mi cabeza intentando que metiera el trozo que aún quedaba fuera. Eché para atrás la cabeza y le dije que haría lo que pudiera pero que no me empujara. Volví a intentarlo pero me daban arcadas. Poco a poco mi garganta se fue acostumbrando y conseguí que mis labios tocaran la base de su pene. En ese momento tragué un poco de saliva. Al parecer el movimiento de los músculos de mi garganta terminó de estimular el pene de Benito que descargó directamente en mi garganta sin que pudiera evitarlo.

Me levanté enfadada: no solo no me había avisado sino que había hecho que me lo tragara. Le di una bofetada y le dije que no se quitara la venda. Me giré de espaldas y me puse rápidamente el sujetador y la blusa.

L- Eso no era lo acordado: ¡tenías que avisarme! ¿no te acuerdas? Me has engañado y eso no se me hace.

B- ¡Perdóname, perdóname! No he podido evitarlo, ha venido de pronto. Te aseguro que quería avisarte pero no pude.

L- No digas tonterías. Si hubieras querido lo habrías evitado. Ya puedes quitarte la corbata de los ojos.

B- Lucía perdóname. Te lo pido de corazón. Dime qué quieres que haga para que me perdones y lo haré. ¡Lo que sea!

L- ¿Lo que sea? ¿De verdad?

B- Sí, sí, lo que sea. Lo haré sin dudar.

L- Bien. Yo he tragado algo que no quería, ahora te toca a ti. Túmbate en el suelo y abre la boca. Muy bien, realmente rápido. Me quité las bragas y puse un pie a cada lado de la cabeza de Benito.

L- Ahora abre bien la boca y pega los labios a mi sexo. Así, muy bien- y comencé una pequeña meada que llenó su boca y que fue tragando mientras se producía para que no rebasara. Oía los esfuerzos que Benito realizaba para no atragantarse. Al terminar me levanté un poco y le pregunté si estaba bien. Tras su respuesta afirmativa le ordené que me limpiara con su lengua, lo que hizo eficientemente. Y nos pudimos de pie.

L- Ahora estamos en paz. Así aprenderás a controlarte pues no tengo muy claro si lo hiciste a propósito o no. Por mi parte lo tengo olvidado. Tú verás si quieres que los demás lo sepan o no, tú decides.

B- Vuelvo a asegurarte que no lo hice a propósito, pero da igual. Lo he pasado un poco mal para tragar a medida que mi boca se llenaba y el sabor fuerte hace que me escueza un poco la garganta, pero debo decirte que siempre había tenido esta fantasía. ¿Podrá pedirte alguna otra vez que vuelvas a orinar en mi boca?

L- ¡Pero que pervertido que eres! ¿Y yo que pensaba que me había pasado? Por mi vale, cada vez que quieras. Te has manchado la camisa de orín. ¿Qué vas a hacer?

B- Acércate por favor a mi mesa y trae con disimulo una camisa que siempre tengo de repuesto. No me importa si se enteran pero prefiero que sea nuestro secreto ¿de acuerdo?

L- OK, voy a por ella.

Tras cambiarse de camisa fuimos con el resto de compañeros y, aunque ellos insistieron en que les diera detalles de cómo había sido, él tan solo les dijo que muy bien y cambió de tema. Para que se olvidaran del tema les dije que lo haría con todos ellos, en vez de con dos o tres como solían ser. Para dar un poco más de emoción hice que sortearan el orden de participación y también si por delante o por detrás. Fue divertido.

Pasaron dos meses y llegó el de Tony. No me pilló de sorpresa pues lo comentaba siempre que podía. También tenía su petición.

T- Gracias por la felicitación, Lucía. ¿Puedo hacerte ya mi petición?

L- Claro Tony, pero no me lo pongas muy difícil o tendré que suprimir esta costumbre...

T- Verás, no te gusta mamar los penes y sueles hacerlo tanto por la vagina como por el ano ¿correcto? Pues lo que me gustaría es que lo hicieras conmigo y con otro a la vez. Quiero hacer un trio.

L- ¿Quéeee? ¿Qué es eso? Acláramelo.

T- Pues que quiero que tengas dos penes dentro a la vez, uno te folla por la vagina y otro por el ano, nada más.

L- Pero eso será doloroso, seguro. No voy a hacerlo.

T- No, no, en absoluto. Hagamos una cosa: si te duele aunque solo sea un poco lo dejamos al instante ¿vale? Dime que sí, por favor.

L- Tony, sois muy retorcidos. ¡Vaya con las peticiones! Vale, pero si os lo digo paráis de inmediato y sin protestar ¿eh?

Asintieron todos como si fueran todos a participar. Tony decidió que el tercer participante fuera Benito. Por primera vez decidimos arriesgarnos y hacerlo en el despacho de D. Miguel ya que había un sofá en el que estaríamos más cómodos. Antes de nada me subí al borde de la mesa para que ambos se turnaran en provocarme un orgasmo con sus lenguas y me lubricaran y dilataran el ano. Se dedicaron con mucho ánimo y consiguieron ambos objetivos.

Entonces hice que Tony se tumbara en el sofá. Yo me dispuse a ponerme a cuatro patas encima con la falda recogida en la cintura cuando él me pidió que me desnudara totalmente.

L- No Tony, ya sabes que soy muy pudorosa y me da vergüenza que me veáis desnuda. Si quieres me quito el sostén y me abro un poco la blusa para que puedas acariciarme los pechos pero no me voy a desnudar.

Me acerqué a un rincón y con la habilidad propia de las mujeres me despojé del sujetador sin quitarme la blusa. Me di la vuelta y volví al sofá desabrochando dos botones de la blusa. Me subí al sofá y Benito se colocó detrás de mí. Ambos estaban sin nada de cintura para abajo. Hice una señal y Benito subió mi falda hasta la cintura y comenzó a penetrarme. Fue fácil pues la tiene algo pequeña y yo estaba bien dilatada. Cuando estaba mi ano totalmente traspasado bajé mi pelvis buscando el pene de Tony. Su mano dirigió el extremo hasta mi vagina y comenzó a entrar.

La ventaja de mi posición me permitía controlar el ritmo de entrada y la profundidad alcanzada. La cabeza del pene entró bien pero al seguir bajando notaba que apenas había espacio pues estaba ocupado por el de Benito. Paré un poco para relajarme y volví a bajar un poco más. No me dolía pero me estaba estirando la vagina produciéndome incomodidad. Notaba que el de Tony no entraba en el ángulo habitual pues el de Benito se lo impedía. Poco a poco fue entrando hasta que conseguí tener a ambos en mi interior.

Entonces les dije que se podían comenzar a moverse pero que lo hicieran despacio. Benito empezó al instante pero Tony no podía pues yo estaba sobre él, por lo que empecé yo. Las manos de Tony se introdujeron por el escote de mi blusa para acariciar mis pechos. Los dos botones desabrochados no dejaban espacio suficiente para que pudiera operar con comodidad por lo que le di permiso para abrir la blusa un poco más.

Le dije a Benito que redujera el ritmo pues empezaba a dolerme un poco. Ambos emitían gemidos de placer y me decían que era increíble la sensación que les producía notar el pene del otro a través de la delgada pared que separa vagina del ano. Les hice parar y que sacaran sus penes de mi interior pues ya me dolía. No nos movimos de la posición. En cuanto mi cuerpo se recuperó me ensarté en el pene de Tony y Benito hizo lo propio. Ahora consiguieron un mejor ritmo. Notaba como se movían en mi interior.

El ligero dolor había dejado paso al placer y quizás hubiera llegado al orgasmo si la postura que no era cómoda y la vergüenza que me daba que Tony y los demás vieran mis pechos me lo hubieran permitido. Ambos llegaron a sus orgasmos casi al mismo tiempo. Con cuidado abandonaron sus posiciones y, sin dejarme mover, procedieron a limpiar, refrescar y suavizar mi vagina y ano. Toda la zona estaba irritada por el esfuerzo y el rozamiento y me molestaba. La crema me alivió.

Jose, Paco y Alex se ocuparon entre los tres pues yo no estaba para nada más. Paco penetró a Alex mientras Jose le hacía una mamada. Para terminar la sesión Benito masturbó a Jose y todos quedaron satisfechos.

No volvimos a realizar más tríos pues, aunque no era tan doloroso como yo pensaba, sí que era molesto, yo no disfrutaba y me daba un poco de vergüenza. Decidí que solo lo haría de nuevo en otros cumpleaños. Y volvimos a nuestra normalidad. Me gustaba lo que yo en mi cabeza llamaba "la hora del café con pene" en la que yo era el café donde ellos "mojaban". Por fin llegó el de Alex y su petición.

A- Bueno amigos. Mi petición no es solo para Lucía sino para todos. Lucía, hoy se van a cambiar los papeles y vas a pasar de ser follada a folladora- y sacó un paquete que traía en una bolsa de plástico. Comencé a abrirlo mientras Alex seguía diciendo... Y quiero que vosotros me hagáis una mamada cada uno. Quiero sentir vuestras bocas en mi pene mientras Lucía me folla el culo. Es mi ilusión.

Yo había terminado de abrir la caja en la que se encontraba un pene de goma de un tamaño bastante grande y de color negro con un montón de correas. Lo extraje con un poco de asco pues parecía un pene de verdad.

A- Lucía, vas a tener que quitarte del todo la falda porque si no será muy difícil colocártelo. Sí ya se lo de la vergüenza pero hoy es mi cumple, andaaa se buena.

No me gustaba pero comencé a quitarme la falda. Ya se que es un poco raro pero lo siento soy así: no me importa hacer el amor con todos ellos y que vean mi sexo al hacerlo, pero me da vergüenza que me vean desnuda. No puedo evitarlo. Al ver mi cara Jose me detuvo y me subió al borde de la mesa y, apartando hacia un lado mis bragas, comenzó a lamer mi sexo que yo mantenía bien depilado. Hizo un trabajo excelente quedando muy relajada.

Me incorporé y terminé de desprenderme de la falda y bragas quedando desnuda de cintura para abajo por primera vez frente a ellos. Alex se acercó con el negro pene. Observé que tenía uno más pequeño en la parte posterior inferior. Lo acercó a mi sexo introduciendo el pequeño en mi vagina. Pasó las correas entre mis piernas y las sujetó a otras que rodeaban mi cintura. De repente me encontré "masculinizada" con el negro y erecto pene sobre mi pubis.

Probé su consistencia y vi que estaba bien sujeto. Se movía conmigo como si fuera una parte de mi y no era molesto. Me sentía rara. Mientras, Alex se había desnudado completamente. Untó bien mi pene con vaselina y se colocó apoyando las manos en el borde de la mesa con las piernas bien abiertas.

A- Bien. Ahora penétrame con tu pene, Lucía, pero despacito por favor.

Me acerqué con mi bamboleante pene y puse la punta sobre el ano de Alex. Acaricié su espalda, me agarré de su cintura y moví mi pelvis hacia delante introduciendo unos centímetros. Un grito de dolor salió de la garganta de Alex. El tamaño de mi prótesis era un poco mayor que el mayor de los del grupo. Dejé mi lugar a Paco quien suavemente penetró a Alex. Cuando ya estuvo bien dilatado volví a mi lugar tras el culo de Alex. Con cierto temor volví a intentar la penetración. A Alex ya no le dolía y lentamente mi negro pene desapareció en el interior del ano de Alex. Paré para que se terminara de acostumbrar y él eligió al primero que se pondría entre sus piernas para realizarle la primera mamada.

Comencé a mover mis caderas y el primero comenzó a mamar. Nunca había "follado" a nadie por lo que me costaba hacerlo bien. No me movía con la soltura que ellos me follaban a mi. Además me cansaba pronto y tenía que detenerme a descansar. El primero consiguió que Alex se corriera muy pronto, al segundo le costó un poco más. Antes de empezar con el tercero pidió que descansáramos un poco para recuperarse.

Cuando le tocó al último yo estaba cansadísima. Movimos la mesa junto a la pared para que yo me recostara contra ella y Alex fuera quien se autoempalara con mi prótesis. La última mamada fue larguísima pero Alex había sido previsor y había dejado a Jose "el mamador goloso" para el cuarto turno. Gracias a su dedicación y a su gusto por las mamadas consiguió que se corriera por cuarta vez.

Alex estaba destrozado. Agotado por las cuatro corridas y con el culo en carne viva por mi pene (al que no había querido renunciar a pesar del escozor que sentía) no estaba en condiciones de seguir trabajando. Paco le acompañó a su casa y le cuidó lo mejor que pudo antes de volver. Nos ocupamos de su trabajo. Al día siguiente nos felicitó y agradeció lo feliz que le habíamos hecho al hacer realidad su sueño.

Antes del cumpleaños de Jose llegó la Navidad. No solíamos hacernos regalos, tan solo hacíamos una comida entre nosotros. Pero yo decidí que quería hacerles un regalo, algo especial, algo que les gustara a todos y no sabía el qué. A todos les gustaría que les mamara los penes pero seguía dándome mucho asco. No, tendría que ser otra cosa. Los tríos también les gustaban a juzgar por las caras que ponían los tres que no participaron, pero me resultó incómodo y algo doloroso. No, tampoco. Entonces se me ocurrió. Sí, ya estaba eso sería lo que les regalaría ...

La mañana del día de Navidad D. Miguel no vino ya que había salido de viaje para cenar con su familia en otra ciudad. Nos juntamos como era costumbre a la hora del café aunque en vez de café abrieron una botella de champán para brindar. A mi la bebida se me sube siempre a la cabeza y eso precisamente me ayudó. Tras brindar varias veces me sentía relajada, un poco eufórica. Entonces decidí que era la hora de su regalo. Me alejé tres pasos del grupo y mirándoles fijamente comencé a desabotonar mi blusa de seda. Las risas se detuvieron de inmediato y miradas de incredulidad aparecieron en sus caras.

La blusa quedó sobre el respaldo de una silla y sobre mi piel resaltaba el precioso sujetador de encaje color burdeos que formaba parte de un carísimo conjunto de lencería que me habían regalado ellos en mi cumpleaños. Me sentaba muy bien y hacía que mis lindos y bastante grandes pechos resultaran hipnóticos para sus ojos. Me moví de manera sugerente para que pudieran admirarlos.

Les di la espalda para que pudieran observar como bajaba la cremallera de mi falda de tubo color crema. Fui bajándola lentamente con mis manos hasta el suelo sin doblar las rodillas para que pudieran recrearse con la aparición de mi culo enfundado en las bragas que hacían juego con el sujetador. Al irme inclinando pudieron ver mi redondo culo, no tan majestuoso como cuando tenía veinte años pero atractivo, y el lugar que tanto les gustaba: mi entrepierna. Mis piernas estaban enfundadas en medias de rejilla con elásticos en la parte superior para que se mantuvieran en su sitio y zapatos de tacón terminaban el conjunto. Seguro que la vista era impresionante.

Me quedé unos segundos en esa postura antes de sacar los pies del borde de la falda y giré mi cabeza para ver el efecto que les producía. Estaban todos embobados, algunos con la boca abierta. Terminé lentamente de sacar mis pies de la falda y la recogí dejándola sobre la misma silla. Me volví y giré levantando los brazos de forma voluptuosa.

Puse mis manos en la espalda y solté el cierre del sujetador. Mientras con una mano sujetaba las copas con la otra hacía que los tirantes salieran de mis brazos. Finalmente terminé por dejarlo sobre la silla aunque mis brazos tapaban mis pechos. Les miraba con mirada pícara sin quitar los brazos de mis pechos. En ese punto pedí si había algún ayudante y Jose fue el más rápido. Le dije que se pusiera al lado y fuera bajándolas por mis piernas. Cuando en su viaje mis bragas empezaban a dejar al descubierto mi vello púbico, mi brazo izquierdo mantuvo la posición sobre mis pechos y mi mano derecha tapó pudorosamente mi sexo con los dedos muy estirados. Las bragas terminaron su viaje saliendo por mis pies y Jose, tras olerlas, las dejó bien extendidas sobre mi ropa en la silla.

Estaba frente a mis cinco compañeros con tan solo las medias y mis zapatos. Sobra decir que las caras de todos rebosaban excitación. Todos estaban expectantes para ver el final del espectáculo que les estaba ofreciendo. Les hice esperar unos segundos para mantener la expectación y entonces giré mi cara hacia la derecha mostrándoles mi perfil mientras mis brazos y piernas formaban una X. Los cinco pares de manos aplaudieron calurosamente con pequeños gritos de júbilo.

Pasados unos instantes dejé mi pose y me coloqué en medio del grupo en pelotas como estaba pidiendo quien me podía ofrecer una copa de champán. Todos hacían comentarios sobre lo buena que estaba, el tamaño de mis pechos y lo fantástico que había resultado el striptease mirándome sin recato aunque sin atreverse a tocarme. Les dije que me había costado decidirme y que me daba más vergüenza pensar en que estaba desnuda frente a ellos que la que realmente sentía en ese momento.

Cuando casi se habían acabado las copas uno me pidió con delicadeza si podía acariciar mis pechos. Sonreí, cerré los ojos, puse mis brazos en cruz con las palmas hacia arriba, abrí mis piernas y les dije –chicos, disfrutad. Sentí como lo que parecían decenas de manos acariciaban mis pechos, espalda, culo, vientre y sexo. Lenguas y labios se dedicaban a excitar mis pezones. Notaba como sus dedos penetraban todos mis orificios incluida mi boca. Era indescriptible. Abrí los ojos para disfrutar mejor de sus manipulaciones. Al rato, antes de que la cosa se desmadrara cerré mis piernas y bajé los brazos dando por terminado el toqueteo.

Estaba contenta pues había superado mi vergüenza y había conseguido estar completamente desnuda en medio de cinco hombres completamente vestidos ¡incluso mientras me sobaban! No me lo podía creer pues me sentía a gusto sintiendo sus ojos descarados sobre mis pechos desnudos, sintiendo como me deseaban. Había descubierto mi faceta exhibicionista. Con cierto descaro recogí mi ropa doblándome de manera exagerada para que disfrutaran un poco más de la visión de mi sexo depilado. Y ese día ya no hubo más.

Ese día fue muy importante pues algo había cambiado dentro de mí. Me sentía como "muy liberada", con ganas de hacerlo. Ya no solo lo hacía por ellos sino que también lo hacía por mi. No es que tuviera necesidad de tener orgasmo diariamente, pero me gustaba, me apetecía sentir sus lenguas en mi sexo y sus penes pentrándome. Además, había comenzado a desnudarme completamente, al menos algunas veces, sobre todo cuando utilizaba los vibradores que me ponían calentísima. Cuando eso sucedía me presentaba frente a ellos con tan solo los zapatos, cerraba los ojos y les daba libertad para hacer conmigo lo que quisieran. Sí, en esos momentos a veces les permitía hacerme dobles penetraciones, también llamados tríos, e incluso algunos pequeños lametones a sus penes pero que en justicia no podían llamarse mamadas.

Por fin llegó el cumpleaños de Jose.

L- Muchas felicidades Jose. También tendrás una petición ¿no?

J- Pues claro, no voy a dejar pasar una ocasión así.

L- Claro, claro, ¿y cual es?

J- Quiero dormir contigo.

L- ¿Eso qué significa, que quieres que nos echemos una siesta?

J- Ja, ja, no te hagas la tonta que no te pega: quiero pasar toda una noche contigo. Y digo pasar puesto que no creo que durmamos mucho, ja, ja, ja.

L- Pero eso se sale de lo acordado. Siempre nos hemos mantenido dentro de la oficina, otra cosa sería un gran riesgo, yo soy una viuda y tengo mi imagen. Además, tú estás casado ¿qué le dirías a tu mujer?

J- Es cierto que por la noche es difícil preparar una coartada pero yo soy pescador y los sábados cuando voy a pescar con los amigos salimos muy muy temprano pues vamos lejos y volvemos ya de noche. Podría ser este sábado ¿no?

L- Puede ser, pero seguimos saliéndonos de las normas ...

J- Bueno, es cierto que siempre lo hemos mantenido todo aquí dentro pero eso no quiere decir que tenga que ser así ¿no chicos? La costumbre es hacer realidad un deseo o una fantasía y mi deseo es ese.

L- De acuerdo, pero qué dirían mis vecinas si me ven llegar a casa con un hombre, empezarían las habladurías y eso sí que no. Por ahí no paso.

J- Bueno, pero yo puedo estar en tu casa a las seis de la mañana y a esa hora no creo que ninguna de tus vecinas esté ya levantada.

L- Tú lo ves todo muy fácil pero yo no.

J- ¿Entonces prefieres que vayamos a un hotel?

L- No, no, qué vergüenza, mucho peor. Vale pero tendrás que venir a las seis y marcharte tarde.

J- Por mi perfecto ¿quedamos así?

L- Si no hay más remedio ... Siempre os salís con la vuestra.

Era jueves, así que faltaban dos días para la cita. No me hacía ninguna gracia que viniera a mi casa pero no había alternativa mejor. Intenté olvidarlo hasta que llegara el momento.

Y el sábado llegó. El viernes me había acostado tarde viendo una película y me despertó el timbre de la puerta. Eran las seis en punto de la mañana, Jose era realmente puntual. Me dirigí a la puerta sin ponerme la bata aunque era Febrero con el camisón con el que suelo dormir y unas braguitas blancas un poco viejas. En la puerta me encontré con la gran sonrisa de Jose.

J- Buenos días, ¿te he despertado? Lo siento, es la hora a la que habíamos quedado ¿no?

L- Sí, sí, cállate y pasa que las puertas tienen orejas- dije cerrando rápidamente la puerta tras su espalda.

J- No creo que tus vecinas ya estén levantadas y escuchando.

L- Levantadas quizás no pero alguna sí que estará despierta y escuchando. ¡Menudas son! ¿Quieres desayunar?

J- He tomado café en casa pero si me preparas otro...

L- La cocina está ahí, a tu disposición. Yo me voy a acostar otro poquito que estoy muerta de sueño. Estás en tu casa- y me di media vuelta encaminándome a mi habitación. Tenía mucho sueño y era demasiado pronto para empezar con los juegos sexuales, Jose tendría que esperar. Mientras me dormía oí las manipulaciones de Jose en la cocina.

Un agradable aroma a café recién hecho y unas manos recorriendo mis piernas me despertaron de mi letargo. Abrí los ojos y descubrí que Jose había preparado una gran bandeja con un desayuno completo. Me parecía que habían pasado diez minutos pero ya eran casi las nueve, había dormido tres horitas. Mientras desayunaba Jose me confirmó que había estado viendo la tele y curioseando la casa. Comentó lo cómoda y bonita que estaba y alabó mi gusto al decorarla.

Terminé de desayunar y se empeño en recogerlo todo mientras me duchaba. En ello estaba cuando se abrió la mampara de cristal y Jose se introdujo conmigo en la ducha. Lucía una erección impresionante. Su pene, habitualmente de tamaño mediano, había crecido como unos tres centímetros de largo aunque el grosor no había cambiado.

L- Vaya, Jose, ¡qué "contento" te veo!

J- Es que he tomado una pastillita azul para que la cosa "dure".

Con la excusa de la ducha ambos nos sobamos a conciencia disfrutando del cuerpo del otro. Jose acababa de cumplir 42 (8 más que yo) pero se conservaba bien. Hacía algo deporte para evitar que la incipiente barriguita creciese. No es que fuese "guapo" pero no estaba mal, sería una sesión agradable.

Cuando nos cansamos de estar en la ducha nos secamos mutuamente y volvimos a la cama. Quitamos las mantas dejando tan solo las almohadas. Hice que se tumbara y comencé a mamarle el pene. No me suele gustar pero estaba tan erecto que me apetecía. Comencé golosa a lamer y, sin avisarle, me levanté y salí corriendo. En unos segundos había vuelto y él me miraba con cara sorprendida. Le dije que cerrara los ojos y con mis dedos unté su pene con el contenido del tarro de mermelada de fresa que había ido a buscar. Al notar algo pringoso resbalando abrió sus ojos justo cuando me lamía los dedos para limpiarlos.

L- Andá, te he manchado- dije con gesto picarón –Ahora te limpio- y comencé a lamer a conciencia.

La mermelada de fresa es uno de los pocos placeres que me permito. Lamí y lamí toda la superficie disfrutando del sabor de la fresa metiendo buena parte en mi boca. Jose ponía los ojos en blanco del placer que le estaba proporcionando. Me pidió que me lo metiera completo en la boca llegando hasta el final. Lo intenté pero las arcadas me lo impidieron. Proseguí con el juego recreándome y disfrutando. Una de las veces, al meterlo, comenzó a escupir sus jugos. Me giré y le mostré mi boca llena de su leche, me atrajo con sus manos y su lengua penetró en mi boca llevándose su semen. Era la primera vez que notaba ese sabor ya que la anterior había ido directamente a mi garganta. No era una maravilla pero no estaba mal.

A pesar de la corrida el pene no había mermado en su erección gracias a la pastilla. Mi sexo estaba caliente y se lo ofrecí sin palabras tumbándome en la cama con las piernas bien abiertas y mis manos acariciando el clítoris. Su miembro entró con fuerza. Comenzó un ritmo rápido que me hacía estremecer de placer. Sin dejar de bombear levantó mis piernas poniéndolas sobre sus hombros facilitando la penetración. Ahora su pene rozaba más y llegué al orgasmo. Jose no se detuvo, siguió y siguió dándome sin parar. Tan solo a veces reducía el ritmo que luego volvía a aumentar. Yo no era más que un muñeco en sus brazos. Jose me movía y colocaba en la postura que quería en cada momento: a cuatro patas, de lado, boca a bajo, etc. Y su pene seguía duro como una piedra. Mi cabeza estaba como en una nube y yo tan solo me dejaba hacer. El placer me inundaba y no sabía si era un único orgasmo que subía y bajaba o era una sucesión de ellos pero estaba en la gloria.

Por fin se detuvo. Supongo que se había corrido. Digo supongo porque yo estaba como mareada, mi vagina estaba inundada de los jugos de ambos y la cama era en revoltijo de sábanas. Jose estaba tumbado a mi lado con le respiración todavía agitada. Su pene seguía erguido. Miré el reloj: las once y media. No me lo podía creer, descontando el rato de la mamada había estado follando unas dos horas. Jose se quedó dormido, le arropé un poco y fui al baño a darme una nueva ducha que me despejara.

Me sentía muy bien aunque me dolían un poco las piernas, tal vez por alguna de las posturas. Pensé en vestirme pero me di cuenta que no me iba a durar mucho puesta. No me gusta andar desnuda por la casa así que me decidí por una camiseta muy holgada y larga que era de mi marido y unas bragas. No es que estuviera revuelto, pero se notaba que Jose había curioseado mi ropa íntima mientras yo dormía.

Me puse unas blancas de algodón (él ya estaba bastante excitado y no necesitaba que le provocara más) y decidí curiosear sus cosas. Solo había traído un chaquetón que estaba colgado del perchero en la entrada. Rebusqué en los bolsillos y tan solo encontré como interesante una bolsa. Al abrirla descubrí que había traído la pareja de vibradores de Paco. Vaya, vaya, sí que estaba juguetón. Decidí darle de su propia medicina y unté bien de vaselina el pequeño. Tuve suerte pues Jose estaba dormido boca abajo. Me agaché y lamí su ano. Inmediatamente su culo se relajó. Introduje un poco mi dedo y realicé movimientos circulares. Al momento cogí el pequeño vibrador y lo introduje en su ano. Jose siguió durmiendo plácidamente y le dejé así.

Fui a la cocina para prepararme unos bocadillos pues estaba hambrienta. Al sentarme para saborearlo pensé en el culo de Jose relleno de vibrador. Seguramente el mío también sería llenado pronto por lo que saqué de su chaqueta el vibrador grande. Lo coloqué sobre la silla untándolo con vaselina y unté también mi ano. Me costó un poco pero lo conseguí poniéndome de nuevo las blancas bragas y sentándome en la silla. Accioné el mando para que mi vibrador se pusiera en marcha. Me gustaba la vibración y, como aunque el pene era de buen tamaño no era exagerado, estaba a gusto así empalada.

Cuando estaba disfrutando de mi café Jose apareció por la puerta de la cocina. Me quitó la taza de café que tomaba y cogió uno de los bocadillos que quedaban.

J- Gracias por el café, ja ja. ¿Qué tal estás?¿Satisfecha?

L- Estaba un poco cansada pero ahora repuesta y dispuesta. Y tú ¿qué tal estás?

J- Sigo empalmado como puedes ver y con ganas de continuar.

L- ¿Nada más? ¿Todo bien?

J- Nada más.

L- Ven siéntate aquí junto a mí.

Nada más sentarse volvió a ponerse en pie de un salto llevándose una mano a su culo.

J- ¿Qué es esto?¿Qué has hecho?

L- Nada. Tan solo darte a probar tu juguete, ja ja, ja, ja. Lo puse en marcha para que sintiera el cosquilleo de la vibración.

J- ¡Qué mala eres! Acabas de desvirgarme el culo

L- Pues claro, ya que te gusta dar por el culo tienes que saber qué sentimos ¿no?

J- Vale, pero ya quítamelo.

Lo hice y aproveché para meter dos dedos en su dilatado ano tirando hacia arriba y provocándole un gritito.

L- ¿Qué? Duele ¿a que sí?

J- Un poco, pero ahora verás- y se abalanzó sobre mí tratando de inmovilizarme. Me escabullí y salí corriendo hacia el salón. Allí me atrapó tirándome sobre el sofá. Me quitó la camiseta y las bragas sobándome y besuqueándome por todas partes. Me gustaba verle así de excitado y juguetón. Fue al ponerme a cuatro patas cuando descubrió que mi ano ya estaba ocupado. Quitó el vibrador y lo sustituyó por su pene duro como un garrote. Estuvimos probando montones de posturas y utilizamos gran parte de los muebles y lugares de toda la casa.

No me importa que me den por el culo pero no siento el mismo placer que por la vagina, por eso, en cuanto se corrió llenando mis intestinos con su semen, le dije que ya era bastante y que me dolía, aunque no era cierto. Tras descansar un buen rato acariciándonos, estuvimos haciendo un agradable 69 hasta que decidió hacerlo más difícil y se puso en pie sujetándome fuertemente de la cintura quedando yo con la cabeza hacia abajo, como si estuviera haciendo el pino. Estuvimos un rato pero hubo que dejarlo pues me dolía la cabeza de tanta presión.

Con diferentes juegos llegó la hora de comer. Comimos comida china que nos trajeron de un restaurante cercano. Se le ocurrió proponerme que le "pagara" la comida al repartidor en el dormitorio, a lo que me negué rotundamente. De haberlo hecho corría el riesgo de que alguien del barrio se enterara y no me gustaba la idea.

Más tarde volvimos a tener ganas. Recordó los vibradores que había traído y me pidió hacer un trío. Le miré sorprendida. Pegó el pequeño sobre el borde de la mesa y me hizo metérmelo por el ano. Cuando así estaba Jose me penetró por la vagina. Cuando conecté la vibración fue increíble la cara de placer que puso Jose. Luego cambiamos y me tumbé sobre la mesa con el grande metido en la vagina y mi culo se rellenó con el pene. Después estuvimos probando todas las posturas raras que se nos ocurrían, hasta que a media tarde yo ya estaba agotada y el pene de Jose empezaba a mostrar que los efectos de la pastilla estaban acabándose.

Nos despedimos tras hacer un repaso a los múltiples momentos en que ambos habíamos disfrutado y emplazándonos a repetirlo el año siguiente. Yo estaba cansada pero había tenido un montón de orgasmos y me sentía contenta. Me metí en la bañera para darme un agradable baño de espuma que me relajara.

Cada vez disfrutaba más con las sesiones de sexo. La última con Jose no había sido menos. Había sido increíble lo duro que había mantenido el pene y la asombrosa cantidad de posturas que habíamos probado. Me había gustado bastante follar teniendo insertados los penes de plástico por lo que decidí que debería darle otra oportunidad a follar con dos hombres a la vez.

Pasados unos días volví a colocarme los dos vibradores en mi silla de la oficina conectándolos. A la media hora mis orificios estaban chorreando de ganas de ser penetrados por penes naturales. Me dirigí a mis compañeros a la hora habitual de nuestros encuentros.

L- Bien, chicos. Hoy es vuestro día de suerte. Quiero ser vuestra de dos en dos. No pongáis esas caras y empezad ya que no tengo ganas de hacer más horas extras para tener al día el trabajo.

Mientras decía esto me comencé a desnudar, aunque antes de estarlo completamente ellos ya me habían ganado. De manera espontánea los dos que primero terminaron, Tony y Jose, ya me estaban magreando mientras me llevaban al sofá del despacho de D. Miguel. Jose se tumbó y yo me inserté en la vagina su duro pene. Inmediatamente la punta del de Tony estaba presionando mi dilatado ano comenzando una cabalgada furiosa que apenas me permitía moverme sobre Jose. Apenas tardaron unos minutos en correrse dada la gran calentura que les había provocado. Benito y Paco ocuparon sus lugares vacantes. Antes de que me diera cuenta tenía el gran pene de Paco insertado en mi culo. No es que me doliera pero lo notaba muy dilatado casi a punto de romperse. Le pedí que fuera suave y comenzaron. Me sentía increíblemente llena con aquellos dos grandes penes en mi interior moviéndose con dificultad. Cuando hubieron terminado fueron Alex y Jose quienes se pusieron a la tarea.

Era increíble para mí. Realmente deseaba ser penetrada una y otra vez de esa manera tan agresiva para mis orificios. Me gustaba sentirles moverse dentro de mi, tanto que les dije que no esperaran a que el compañero hubiera terminado para quitarse ambos y que tan pronto uno hubiera acabado otro le sustituyera inmediatamente. Cerré los ojos para disfrutar más aún el placer que me producían sus penes y sus manos que me acariciaban. Tuve varios orgasmos en cadena que me llevaban al éxtasis. Ellos siguieron y siguieron hasta que noté que sus fuerzas flaqueaban y el ritmo se hacía extrañamente lento.

Tenía mis orificios y las piernas llenas de su semen y mis jugos. Habíamos estado hora y media follando sin control. Todos se habían corrido varias veces, el que más fue Paco con cinco. Me acompañaron al servicio y me llevaron la ropa para vestirme tras asearme un poco. Me había encantado y lo repetiría de vez en cuando.

No era muy habitual tener esos "ataques" ninfómanos. Habitualmente seguía comportándome de manera más comedida y me limitaba a atender a los que me lo pedían. Sí que es cierto que ya no me importaba que los cinco me lo pidieran el mismo día ya que mi cuerpo se había acostumbrado. Además me gustaba hacerlo no solo por hacerles felices sino porque a mí también me apetecía. Benito venía a veces a pedirme que le meara en la boca como aquella primera vez hasta que lo encontré normal Incluso hubo ocasiones en que fui yo quien le llamé en lugar de ir al servicio. En esas ocasiones le recompensé (aunque no hiciera falta) con una paja con mis tetas, lo que se suele llamar "una cubana". Otros días me encontraba que habían colocado los dos vibradores en mi silla, etc. Era divertido y seguía habiendo una buena relación entre todos y nunca nunca me faltaban al respeto.

Un día, tomando el café tras una breve sesión...

L- Pues tengo unas amigas que están preparando un crucero por el caribe. Me han estado enseñando la publicidad del viaje y es de ensueño. Me encantaría poder ir pero es demasiado caro para mí.

B- Venga, seguro que tienes unos ahorrillos que podrás gastar.

L- Bueno, sí que tengo ahorrillos pero ya tienen un objetivo. No puedo tocarlos, y con lo que gano aquí tengo para ir tirando pero no para guardar tanto. No, es una pena pero no tengo para el viaje, y eso que realmente me hace ilusión pues mis amigas son muy animadas y nos lo pasaríamos muy bien pero...

T- ¿Y no puedes hacer pluriempleo?

L- Mucho tiempo libre no me queda. Sería para trabajar un par de horas al día y con eso tardaría un año en ganarlo. El viaje es dentro de dos meses por lo que no hay forma.

P- Bueno, hay una forma pero no se si te gustará.

L- Dime, porque sí que tengo ganas si fuera posible.

P- Verás, tengo una amiga que tiene una empresa en la que hacen despedidas de soltero y siempre está buscando gente.

L- ¿Y qué hay que hacer? ¿Salir de una tarta en bikini?

P- Eso también. Tiene chicas que hacen striptease como el que nos hiciste, pero de esas ya tiene. Lo que busca son chicas que den un paso más, ¡que se acuesten con los clientes, vamos!

L- ¡Pero eso es trabajar de puta! ¿Estás loco?

P- Bueno, sí que es trabajar de puta, pero es la única manera que veo posible. Además solo sería una vez o dos y tendrías el dinero para ese viaje fantástico.

L- ¡Pero sería hacerlo con un grupo de gente desconocida! Eso sería demasiado arriesgado. ¡Y yo no soy una puta!

P- Tranquila Lucía, que todos sabemos que no lo eres. Eres una mujer de gran corazón y amiga de tus amigos. Eso lo tenemos todos muy claro. Por supuesto que es algo distinto a lo que aquí hacemos pero es una forma fácil de conseguir el dinero. Ten en cuenta que sexo en grupo ya haces con nosotros ¿no? Además la primera vez no sería con desconocidos del todo. Verás, el viernes de la semana próxima se casa mi cuñado y mi suegro quiere hacerle una despedida de soltero de ese tipo. Seremos ocho, todos familiares del novio y la novia y yo estaré también. Puedo evitar que la cosa se salga de lo previsto para que estés tranquila, y te ganarás un buen dinero. Calculo que casi la mitad de lo que cuesta tu viaje. ¿Qué me dices?

L- No sé, Paco. Aunque estés tú los demás son desconocidos... Me da mucha vergüenza.

P- Una cosa que podemos hacer es que lleves un antifaz, así nadie te reconocerá después aunque te volvieran a ver.

L- Lo del antifaz no es mala idea, pero no se cómo sería lo que tendría que hacer.

P- Nada muy especial. Llegas con tu antifaz puesto al salón donde estaremos. Nos haces un striptease y empiezas a hacerlo con el novio y a continuación con los demás según vaya la cosa. La duración será de unas dos horas más o menos. Cuanto más tiempo más pasta claro. Luego te vistes y a casa. Por supuesto cobras por adelantado. Como ves no hay ningún problema y yo estaré allí. Tampoco creo que te demos demasiado trabajo ya que hay tres o cuatro que tienen más de cincuenta años y esos con un único polvo ya tienen bastante. ¿Qué te parece?

L- Tú lo pones muy fácil pero la que se va a encerrar durante tres horas con ocho hombres soy yo, y no termino de verlo claro.

P- Que sí, mujer. Piensa que no es más de lo que aquí hemos hecho algunas veces. Te lo aseguro.

L- Vale, está bien, lo haré, pero como no salga como dices no vuelvas a hablarme y mucho menos de participar en las reuniones ¿eh?

P- De acuerdo.

L- ¿Y estás seguro de que les valgo? Ten en cuenta que tengo algunos años...

P- Claro que sí, estás muy buena y lo único que quieren es echar un polvo y te aseguro que tú tienes un buen polvo. Solo hay una pequeña cosa: tendrás que chuparles los penes, eso es seguro.

L- Lo ves, ya empezamos con los problemas. Ya sabes que no me gusta.

P- Pero no te preocupes, tenemos unos días para enseñarte algunos trucos y que no te sea molesto. Ya verás como irá bien. Mira, mañana tráete un antifaz y empezamos con las prácticas.

Asentí aunque seguía con mis dudas. Al día siguiente llevé al trabajo un antifaz que había comprado en una tienda de disfraces. Era de gatita. Unos minutos antes de la hora en la que solíamos tomar café en la cocina de la oficina vino Paco a verme.

P- ¿Qué tal Lucía, más tranquila?

L- Algo más tranquila pero no del todo.

P- Mira, vamos a ensayar como si estuvieras en el "trabajo". Te pones el antifaz antes de entrar y nos haces el striptease. Luego empiezas a chuparnos los penes y te vamos diciendo lo que tienes que hacer ¿vale?

A los cinco minutos de irse Paco me puse el antifaz, tomé aire y me encaminé por el pasillo. Abrí la puerta y me planté frente a ellos comenzando un baile. Poco a poco las prendas fueron quedando sobre una silla hasta que quedé en cueros tan solo con las medias y los zapatos. Me vi reflejada en un espejo y estaba impresionante. Hubo un pequeño aplauso. Me acerqué al que tenía más cerca y comencé a soltarle el cinturón. Me indicaron que me agachara y lo hiciera en cuclillas. Seguí hasta que los pantalones y calzoncillos quedaron en el suelo. Cogí un preservativo que traía en mis medias. Comenzaron a protestar. Me levanté y le dije a Paco con cara muy seria que ese día todos utilizarían preservativos fuera cual fuera el agujero que utilizaran, que él tendría que responsabilizarse de que todos lo cumplieran y que las "clases" serían de la misma forma para irme acostumbrando. Poco a poco cesaron las protestas y volví a mi postura. Había comprado una caja de preservativos con sabores a frutas. No estaban mal, demasiado artificiales pero... Empecé a lamer el pene. Ellos me iban indicando lo que debía hacer en cada momento, la forma de usar la lengua, como metérmelo en la boca mientras con la mano le masturbaba, etc. Poco a poco fui aprendiendo. Los dos primeros me costaron más. En los últimos apenas necesité sus indicaciones y ya me comporté con soltura.

En los días siguientes probamos otras formas posibles. Me costó hacérselo a varios a la vez. Me enseñaron pelis porno para que viera como la chica de rodillas se encontraba rodeada de cuatro o seis penes y su boca iba de uno a otro mientras sus dos manos masturbaban a otros. Me costó pero también lo conseguí. También practicamos como mamar un pene mientras era follada anal o vaginalmente. Esa forma me gustó aunque el problema era cuando se ponían de acuerdo y ambos penes entraban al mismo tiempo haciendo que el de la boca llegara hasta mi garganta. Finalmente conseguí atender a los cinco al mismo tiempo: triple penetración y mis dos manos en los penes que quedaban al aire. Ya estaba preparada. Las clases habían sido duras pero había aprendido todo lo que necesitaba. Tampoco me sentía mal pues con el antifaz parecía como si fuera otra persona, me sentía como oculta y mi vergüenza desaparecía.

Finalmente llegó el día de mi "trabajo" en la despedida de soltero del cuñado de Paco. Me habían dado la dirección de un hotel de las afueras y el número de habitación. Llegué frente a la puerta y me coloqué el antifaz, llamando a continuación. Me abrió un hombre joven y me hizo pasar. Más que habitación era una suite pues además del dormitorio y del cuarto de baño había un salón sin puerta de separación. Me recibieron con gritos de alegría. Paco estaba al fondo del salón, me sentí más tranquila. Tal como me había dicho tan solo había tres jóvenes (entre ellos Paco), había otros tres que rondaban la cuarentena y dos más viejos que debían ser los padres del novio y novia.

Hicieron un semicírculo a mi alrededor y pusieron música. Yo comencé mi actuación aunque estaba nerviosa. Las prendas que me quitaba me eran rápidamente arrebatadas y pasadas de mano en mano entre risotadas. Mis braguitas fueron olidas por todos o casi todos y terminaron en poder del novio que estaba sentado en el centro del grupo sobre la cama. Al quedarme desnuda todos de acercaron sobándome a conciencia y metiendo sus dedos por mis orificios. Había sido previsora y durante el trayecto en mi coche había tenido introducidos los dos famosos vibradores (con lo que ya estaba caliente) y en la puerta, además del antifaz me puse un poco de lubricante en ambos agujeros, con lo que sus dedos no me molestaban.

Me acerqué al novio, le quité los pantalones poniéndole el preservativo y comenzando la mamada. Noté unas manos que tiraron de mis caderas hacia arriba. Me giré y con una sonrisa picarona les dije que tuvieran paciencia que debía atender al novio como se merecía y que tras el novio tendrían su oportunidad. Seguí con la mamada hasta que me hizo parar, se tumbó en la cama y me pidió que le cabalgara. Así lo hice mientras parejas de manos me acariciaban la espalda y sobaban mis pechos y en menos de cinco minutos se corrió entre gruñidos de placer.

Rápidamente otro de los jóvenes quiso ocupar su lugar. Yo les pregunté si no debían de dejar que primero atendiera a los dos más mayores. Asintieron y ellos se acercaron. Me dijeron que me pusiera a cuatro patas sobre la cama. Tras ponerse los preservativos no sin dificultad, mientras uno me follaba la vagina el otro introducía su pequeño y semi-flácido miembro en mi boca. Los dos consuegros ahora compartían mi cuerpo. El miembro de mi boca fue ganando en tamaño tanto que tuve que cogerlo con mi mano para evitar que me llegara a la garganta. No tardó demasiado en correrse y antes de quitarse de mi cara el de la vagina también terminó. Los otros cuatro, más Paco, se dispusieron a disfrutarme. Uno se situó detrás y noté como su pene se situaba contra mi ano y rápidamente lo comenzaba a introducir. Sin apenas darme tiempo a acostumbrarme a su grosor ya había comenzado un fuerte ritmo. Dos penes se pusieron junto a mi boca por lo que comencé a lamerlos alternativamente. Unos dedos se introducían en mi vagina. Otros penes ocuparon su sitio en mi boca cuando el del ano acabó. Uno se tumbó junto a mí en la cama y me pidió que le cabalgara. Comencé a follarle y unas manos me detuvieron para que un pene pudiera introducirse en mi ano ya dilatado. Unas manos en mis costados me ayudaban en mi cabalgada sobre los dos penes permitiendo que mis manos masturbaran a otros dos.

Mi cuerpo respondía a la perfección sin ningún dolor por la doble penetración y llenándose suavemente de placer. Según fueron terminando otros penes ocupaban su lugar. Paco comprobaba que no faltaran los preservativos haciéndome pequeños gestos que miraba de refilón hasta que el orgasmo hizo que todo me diera igual. Me tumbaron boca arriba sobre la cama con mi cabeza colgando por el borde. Mientras uno me follaba otro metía suavemente su pene hasta mi garganta sin que me molestara en exceso. Todos se sucedían sobre mi cuerpo sin apenas dejarme descansar. Alguno levantaba mis piernas sobre sus hombros para tener más fácil acceso a mi ano, etc.

Así fue pasando la velada, cambiando de postura, cambiando de jinete. Tuve varios orgasmos que hacían que aceptara cualquier petición que me formularan. Los dos viejos apenas me dieron más trabajo pues intentaron follarme pero sus penes no llegaron a ponerse lo suficientemente duros. Cuando ya flojeaban las fuerzas de todos ellos uno de los viejos me pidió si le podía hacer la lluvia dorada, a lo que accedí. Se desvistió totalmente tumbándose en la bañera. Yo me situé sobre él en cuclillas y comencé a mearle en la cara. En ese momento varios chorros de orín golpearon sobre mi cuerpo lo mismo que sus risotadas en mis oídos. No me gustó en absoluto porque no me habían pedido permiso pero ya nada podía hacer. Mucho peor era para el viejo que tumbado como estaba recibía no solo mi orín sino el de ellos que escurría de mi cuerpo. Al menos había sido en mi cuerpo y no habían llegado a la cara.

Me dejaron tranquila para que pudiera ducharme cómodamente y al salir estaba mi ropa bien doblada a mi disposición. Me vestí y salí al salón donde todos me besaron en la cara agradeciéndome lo bien que lo habían pasado. Uno de los viejos metió varios billetes doblados en mi canalillo mientras me daba las gracias al oído. Era una buena propina. Con un rápido gesto me quité el pequeño tanga que introduje en el bolsillo de su camisa, dándole un beso en la boca y uno con lengua al novio. Y volví a casa con una agradable experiencia. Sí, parece que tengo algo de madera de puta, creo que sí.

A la mañana siguiente tuve una llamada de mi hijo Carlos. Me decía que acababa de llegar a la ciudad pues había terminado por fin sus estudios de postgrado. Le dije que viniera inmediatamente. Llamé a la oficina y les dije que no me encontraba bien y que ese día no iría a trabajar. Pasé todo el día con mi hijo paseando por la ciudad, charlando de su experiencia en Alemania y contándome sus proyectos de futuro. Mientras comíamos me dijo que había encontrado trabajo en una ciudad a unas cuatro horas en coche por lo que nos veríamos de vez en cuando. Yo le conté lo de mi crucero con las amigas. Le pareció fantástico y me animó a hacerlo. Fue un día fantástico en el que disfruté de mi hijo como hacía mucho, lástima que por la noche se marchó.

Unos días después Paco me presentó a Rosa, la jefa de la empresa de despedidas de soltero, etc. Era una mujer de una edad similar a la mía aunque el exceso de pintura la hacía parecer mayor. Paco me acompañó a la entrevista y le explicó cómo se había desarrollado mi actividad y lo contentos que habían quedado que hasta el tacaño de su suegro me había dado una espléndida propina. Rosa le agradeció sus datos y más aún por traerle a una mujer como yo tan eficiente según sus informaciones y dispuesta a hacer los trabajos para los que apenas tenía quien los atendiera y le pidió que nos dejara solas. Paco me dio un beso en los labios y se marchó guiñándome el ojo.

R- Bien, Lucía, parece que eres una pequeña joya según Paco. Fantástico. Te contaré lo que hacemos aquí. Recibo muchos encargos de diferentes tipos. Los más habituales son los que piden chicas para gastar una broma haciendo un striptease o despedidos de soltero en las que quieren una chica para que baile y poco más. Eso es lo más habitual pero también hay grupos como en el que estuviste que quieren tener relaciones con la chica. Eso obviamente es mucho más caro. También llaman grupos de tres o cuatro hombres que quieren una mujer para que les atienda mientras ven un partido de fútbol por la tele o juegan a las cartas. Otras veces se trata de un matrimonio que quiere hacer un trío e incluso encargos más raros: lluvia dorada, sado, etc.

L- Bueno, yo en principio lo único que buscaba era hacer unos trabajitos para financiarme un viaje que quiero hacer con unas amigas, nada más. No pensaba en algo más duradero.

R- Eso lo decides tú. Aquí el trabajo no falta y te aseguro que se saca mucho dinero, sobre todo en los trabajos especiales. Si quieres puedes empezar y más adelante decides ¿te parece bien?

L- Sí, de acuerdo. Puedo empezar cuando quieras. Lo único es que trabajo durante la semana por lo que solo tengo libre los fines de semana. Si te vale así.

R- Hay trabajo toda la semana pero si solo te es posible los fines de semana nos adaptaremos. ¿Empiezas ya?

L- Pueees, sí, empiezo ya.

R- Perfecto. Mira para el viernes por la noche hay un matrimonio que quiere hacer un trío y pagan bien ¿qué te parece?

L- ¿Y tendría que hacerlo con la mujer también?

R- Claro.

L- Nunca he estado con una mujer.

R- Eso no es problema, yo te puedo enseñar- y sin darme tiempo a contestar se levantó de su sillón tras la mesa de despacho y tomándome de la mano me llevó hacia un sofá. - Tranquila, verás lo fácil que es- y cogió mi cara entre sus manos dándome mi primer beso lésbico. Su lengua fue separando mis labios buscando jugar con la mía. Me dejé llevar. Sus manos pasaron por mis hombros y mis costados de camino a mis pechos. Tras jugar con ellos comenzaron a desabrochar mi blusa. Cogió mis manos y las llevó a sus pechos indicándome que hiciera lo mismo que ella me hacía. Lentamente nuestras prendas fueron cayendo al suelo mientras nuestras lenguas combatían una contra otra. Una vez desnudas hizo que me tumbara en el sofá colocándose sobre mi formando un 69. Era la primera vez que tenía una vagina tan cerca de mi cara. Notaba su olor que, aunque no era desagradable, no me atraía. Acaricié sus labios vaginales con mis dedos antes de decidirme a introducir mi lengua. Procuraba apartar su vello pues no lo tenía depilado como yo. Notaba como su boca recorría todo mi sexo llevándome a la gloria. Procuré concentrarme en darle el mismo placer que yo sentía y al rato ambas nos sacudimos en sendos orgasmos.

R- Te ha gustado ¿verdad? Ya ves que es mejor de lo que pensabas. Para ser tu primera vez te has entregado muy bien.

Dentro de mi cabeza me di cuenta mientras nos vestíamos de que cada vez estaba más abierta a nuevas experiencias y de que cada vez me era más fácil disfrutar y llegar al orgasmo. Jamás había sentido nada por ninguna mujer. Hace un año la simple idea de besar unos labios femeninos me repugnaba y ahora acababa de lamer un clítoris hasta el orgasmo.

R- ¿Te atreves con la cita con la pareja de la que te hablé? Son una pareja de clase alta, muy educados y elegantes.

L- Tras lo que me has mostrado, creo que sí. Sí, acepto el encargo. ¿Podré llevar mi antifaz?

R- No creo que haya problema, pero ellos mandan.

Salí a la calle pensando en cómo estaba cambiando en poco tiempo mientras me alejaba de camino a mi casa.

El viernes a la hora indicada llegué a la dirección que Rosa me había dado. Se trataba de un enorme piso en un gran edificio de uno de los mejores barrios de la ciudad. Me puse el antifaz y llamé. Tras oír unos pasos la puerta se abrió dejándome ver a una mujer de unos cuarenta años con vestido de noche negro y varias joyas de apariencia muy caras. Me llevó al salón donde estaba un hombre de una edad similar aunque el pelo empezaba a mostrar canas por los laterales de la cabeza. Se levantó y estrechó mi mano.

E- Puedes llamarme Eduardo. ¿Tú eres...?

L- Laura, soy Laura- mentí. No había pensado en mi nombre "artístico" y Laura siempre me gustó.

E- Bien, Laura. Esta es... digamos que... Carmen, mi mujer. Nos saludamos con una mirada.

E- ¿Te apetece una copa de champaña? Perfecto, pero nos gustaría poder disfrutar de la visión de tu cuerpo mientras saboreamos el campaña. Por favor...eeh Carmen, desnúdala.

Carmen se acercó hacia mí y sus manos me acariciaron sobre el vestido que llevaba. Mientras sus manos recorrían mi cuerpo hacían pequeñas paradas para soltar botones o bajar hombreras. En pocos minutos no quedó nada sobre mí. Sus manos seguían acariciando mi cuerpo ahora desnudo. Eduardo se levantó trayendo mi copa y mientras me la daba su otra mano me quitó el antifaz.

E- No es justo que nos prives de la visión de tu belleza, Laura.

Quedamos los tres de pie con nuestras copas en la mano, ellos elegantemente vestidos y yo completamente desnuda. Me sentía incómoda sin ropa y sobre todo sin mi antifaz, aunque intenté disimular. Las yemas de los dedos de Carmen recorrían mi torso entre el ombligo y mis hombros mientras Eduardo bebía su copa a pequeños sorbos y me comía con la mirada. Empecé yo también a acariciar a Carmen. Eduardo nos tomó por la cintura y nos llevó hasta una habitación con una gran cama. Retomamos allí las caricias. En ellas bajé los tirantes del vestido de Carmen, que cayó al suelo dejándola desnuda tan solo con unas medias muy bonitas. Nuestras caricias se dirigieron hacia nuestros sexos introduciendo ambas las puntas de los dedos mientras nos besábamos. Caímos sobre la cama y cambiamos de postura para que fueran las lenguas las que jugaran con nuestros sexos, quedando yo debajo. Carmen tenía su pubis afeitado como el mío y despedía un olor muy agradable. Comencé a lamer su clítoris de la misma forma que lo hice con el de Rosa y sus gemidos aumentaron. Estaba en esa tarea cuando el pene de Eduardo pasó junto a mi cara y se introdujo en la lubricada vagina de Carmen. Giré un poco mi cabeza para que mi lengua lamiera el clítoris de Carmen y la base del pene de Eduardo según entraba y salía. Aumentó la cantidad de líquidos que goteaban de ambos sexos que entraban en mi boca sin yo poder ni querer impedirlo. Me gustaban las sensaciones que experimentaba.

Llevábamos así un buen rato cuando el pene salió de la vagina y se paró en mis labios. Yo abrí la boca y noté como se introducía profundamente en mi boca. Empezó a bombear suavemente. Yo saqué mi lengua para dejarle sitio y que pudiera penetrar mi garganta de manera cómoda para los dos.

Empezó entonces un juego en el que alternaba la vagina de Carmen con mi garganta llenando mi boca con el sabor de sus jugos. Tras un buen rato, nos pidió que modificáramos la postura. Carmen quedó tal como estaba pero yo cambié hasta situarme bajo Carmen en su misma postura. Nuestras bocas se juntaron en un cálido beso y nuestras lenguas buscaron introducirse en la otra boca. Entonces notamos como Eduardo nos colocaba para que nuestros pubis quedaran uno junto a otro y con las piernas separadas. Nuestro hombre volvió a repetir el juego alternando esta vez las vaginas durante largo rato. Estaban tan juntos que los jugos de ella caían sobre los míos mezclándose. Noté como la mano de Eduardo recogía esos jugos y momentos después noté como Carmen se ponía rígida sacando su lengua de mi boca y con una mueca de dolor en su rostro. Adiviné que Eduardo había usado los jugos para lubricar minimamente el ano de Carmen y la estaba sodomizando.

Lamí su cuello y acaricié sus pechos. Al poco el dolor remitió y volvimos a besarnos. Una de mis manos bajó hasta su clítoris acariciándolo. Mi mano logró provocar su orgasmo y casi al mismo tiempo Eduardo llegaba al suyo llenando los intestinos de Carmen. Nos tumbamos los tres en la cama para recobrar el aliento besándonos y acariciándonos.

E- Carmen, Laura aún no se ha corrido, ¿qué te parece si le presentas a Manolo?

Yo me quedé sorprendida pues no me habían dicho nada de que fueran a participar más hombres. Carmen se levantó saliendo por la puerta y volviendo al instante con un aparato en la mano. Se trataba de un arnés con un pene artificial de bastante calibre con sus correas para ajustarlo y otro pene más pequeño en sentido opuesto. Eduardo se incorporó ayudando a Carmen a introducirse el pequeño en su vagina y ajustando las correas a sus piernas y cintura. Ella estaba muy erótica y me sentí atraída. Carmen tenía una cara preciosa, su cuerpo mantenía una belleza que el paso de los años apenas había reducido, con unos pechos que se mantenían erguidos. El gran pene entre sus piernas le daba una apariencia muy sexual. Entonces levantó sus ojos y me dirigió una mirada llena de lujuria que hizo que me estremeciera de placer y que sintiera como me llenaba de jugos para recibir el placer que me esperaba.

Carmen se me acercó, me besó dulcemente y me llevó hacia la cama. Me tumbó y se colocó sobre mi mientras nuestras lenguas jugaban. Con gran dulzura fue introduciendo el pene de goma en mi ya dilatada vagina para evitar que su tamaño me lastimara. Cuando todo estuvo en mi interior Carmen hizo que comenzara a vibrar. Era muy agradable. A la vibración se unía el movimiento de sus caderas haciendo que entrara y saliera muy suavemente. Me gustaba aquella sensación de ser poseída por una mujer. Me follaba sin la urgencia que suelen emplear los hombres. Me estaba llevando al cielo. Mientras tanto Eduardo se masturbaba en una butaca junto a la cama.

Cambiamos de postura quedando yo sobre ella. Era increíble sentir como me penetraba y sin embargo ver y besar una cara de mujer. Al poco noté que Eduardo subía a la cama y se situaba detrás de mí. Sus dedos acariciaron mi ano introduciéndose en mi interior. Pronto fueron sustituidos por la cabeza de su pene que luchaba con el de goma dentro de mí por un poco de espacio. Cuando ambos estuvieron dentro me sentí repleta. Les dije que no se movieran y comencé a mover mi pelvis haciendo que ambos salieran y entraran al mismo tiempo. Pero Eduardo no pudo contenerse y tomó la iniciativa. Logró que cuando él entraba en mi ano casi se saliera el de goma de mi vagina, haciendo que siempre tuviera al menos uno en mi interior.

Estaba en el cielo. A pesar del tamaño de lo que tenía alojado, o quizás gracias a ello, estaba envuelta en una nube de sensaciones que me estaban llevando hacia el orgasmo. Pero Carmen me ganó. El pequeño vibrador de su vagina junto a la expresión de placer de mi cara y el sentir que ellos juntos me estaban follando hizo que explotara en un gran orgasmo preludio del mío. Me gustó muchísimo pues me sentía muy llena, sin asomo de dolor a pesar de que el sexo anal no era muy de mi agrado y con la vibración que se transmitía a mi clítoris prolongando su duración.

Nosotras quedamos exhaustas y quietas con nuestras mejillas juntas. Eduardo hizo un intento de detenerse ralentizando el ritmo, pero yo le urgí a que siguiera. Me preguntó si me molestaba y si podía seguir follando mi ano, a lo que le contesté que yo estaba allí para darles todo el placer, que no me dolía y que podía hacer cualquier cosa que le resultara placentera.

E- Muy bien, así lo haré.

Siguió sodomizándome e incrementó el ritmo. A los pocos minutos se salió de mi trasero acercando su pene a mi boca mientras se masturbaba. Nada más abrir la boca su semen saltó al interior. Permanecí con ella abierta hasta el final acumulándolo. Carmen se incorporó para limpiar las últimas gotas con su lengua. Yo estaba estática buscando dónde escupir el contenido de mi boca cuando oí a Eduardo pedirme que me lo tragara. Puse cara de espanto pues no me apetecía nada hacerlo pues ya me parecía mucho haberle permitido vaciarse en mi boca.

C- ¿Lo compartes conmigo? –dijo Carmen mientras se tumbaba sobre la cama. Puse mi boca sobre la suya y dejé que cayera sobre la suya. Movió su lengua jugando con el semen y se incorporó para darme un beso y así pasarme un poco. Así lo hicimos y juntas abrimos nuestras bocas para enseñarle a Eduardo el contenido. Vimos la expresión de agrado en su cara y lo tragamos. No fue muy desagradable, al contrario, casi me gustó.

L- ¿Puedo haceros una pregunta? ¿Cómo es que tenéis a Manolo?

C- Pues porque nos gusta mucho probar cosas y hemos descubierto que a Eduardo le gusta que le sodomicen. Como has podido comprobar lo que le gustan somos las mujeres pero le agrada sentir su culo siendo penetrado y como no quiere compartir su cama con ningún hombre pues tenemos a Manolo. Cariño ¿quieres?- dijo acariciando el grueso pene de goma.

Eduardo se colocó a cuatro patas sobre la cama y Carmen tras él. Con una facilidad pasmosa, a pesar del grosor Manolo desapareció en el ano de Eduardo en un instante. No había nada de dolor en su cara y se advertía que le resultaba placentero. Carmen se movía dulcemente.

C- ¿Ves? Le gusta mucho y a mi también pues con el pequeño en mi interior yo también recibo mucho placer. Pasamos largas sesiones de esta manera: unos días él es el hombre y otras veces lo soy yo. ¿Te gustaría probar? No te importa ¿verdad Eduardo?

E- Claro que no. Ya sabes cuánto me gusta y Laura es encantadora.

L- Pues sí, creo que sí, si realmente no os importa.

C- Al contrario, insistimos.

Carmen se separó del culo de Eduardo quien se apresuró a soltarle las sujeciones. En unos instantes tenía a Manolito, como bauticé al pequeño que se introducía en la vagina, dentro de mi y el conjunto fuertemente sujeto a mi cuerpo. Eduardo retomó la postura y me encontré acercándome con mi falso pene en ristre hacia el dilatado ano. Puse la vibración en funcionamiento y comprobé que el esfuerzo de meter y sacar a Manolo del ano hacía que se moviera ligeramente en mi vagina incrementando el placer de la vibración.

Carmen se acercó y comenzó a besarme y acariciarme los pechos. Entonces le dije que antes ella me había follado a mi y que me gustaría poder hacerle lo mismo.

C- ¡Que picarona eres! Me parece bien pero luego quiero realizar contigo una fantasía que siempre he tenido ¿te parece bien?

L- Pues claro, no quiero negarte nada.

E- ¡Eh! ¿Y yo? Es que nadie cuenta conmigo.

C- No te quejes que nos has follado a las dos por todos nuestros agujeros, nos hemos tragado tu semen y hasta hemos follado tu feo culo. Si quieres puedes hacernos unas fotos pero nada más.

L- ¿Fotos? Por favor, no.

C- Tranquila cielo que no pasa nada. Son solo para nosotros y nunca las enseñamos a nadie. Además las va a hacer de forma que no se te vea la cara ¿verdad cariño?

E- Pues claro, no se te podrá reconocer. Si quieres después te enseñamos nuestro álbum de recuerdos.

Acepté pues la cámara de fotos era digital y podría borrar las que no me gustaran. Estuve follando a Carmen en todas las posturas imaginables y luego hice lo mismo con su culo. Resultó muy divertido y ambas nos corrimos varias veces hasta que ya no pudimos más.

C- Bueno, ahora cumplirás mi fantasía ¿verdad?

L- Claro, ese era el trato. ¿Qué tengo que hacer?

C- Verás, hace unos meses vimos una película en la que una mujer se orinaba en la boca de otra que bebía sin derramar gota. No te puedes imaginar la de veces que he alcanzado el orgasmo recordando aquella escena.

L- Pero eso es asqueroso. No lo dices en serio, no puede ser cierto.

C- Bueno, bueno, no te lo tomes así. No te voy a forzar si no quieres, pero sí que hubiera querido experimentarlo.

E- No lo sabía mi amor. De habérmelo imaginado lo habría hecho yo. ¿Quieres que lo hagamos?

C- No es lo mismo. Preferiría con una mujer, así la fantasía estaría completa. Además no hace falta que sea mucha cantidad, con un poquito es bastante para cumplirla y sería muy generosa. ¿Qué me dices Laura?

No sabía qué hacer. Lo que me pedía era asqueroso: ¡mearse en mi boca y que me lo tragara! Yo debía estar loca si aceptaba. Habían sido encantadores conmigo y prometía ser generosa en el pago del capricho, pero era mucho.

L- Carmen, debo estar loca al decir esto pero acepto con dos condiciones: que pares cuando yo te lo diga y que luego tú bebas la mía.

C- Pues claro, me parece justo. Vamos.

Me tomó de la mano y los tres fuimos al cuarto de baño. Era enorme. Tenía una ducha grande como la de un gimnasio en la que el sumidero estaba directamente sobre el suelo. Tomó dos grandes toallas de un armario y las extendimos en el suelo junto al sumidero. Me hizo tumbarme boca arriba y se puso en cuclillas con su sexo rozando mi boca.

C- Bueno, ahora voy a juntar mi sexo con tu boca. Tendrás tus manos en mis muslos y si me empujas pararé y me levantaré. Dejaré salir pequeñas cantidades para que puedas ir tragando, ¿te parece bien? Pues entonces cierra los ojos.

Abrí mi boca para intentar abarcar su sexo y que nada de orina pudiera caerme en los ojos pues me escocería. Noté como un potente chorro chocaba contra el fondo de mi garganta llenando mi boca. Presioné sus muslos y el chorro se detuvo. Tragué y noté como me rascaba la garganta una sensación como de quemazón. Parecía como cuando bebes un licor muy fuerte. Abrí mucho los ojos y me preguntó que qué tal estaba yo y si podía seguir. Por toda respuesta volví a cerrar los ojos y un nuevo chorro inundó mi boca. Volví a tragar y notaba como mi estómago también protestaba por la acidez de lo que estaba recibiendo. Tras la segunda parada aprendí a tragar sin cerrar la boca, como cuando bebes de una bota, y ya no hizo falta que parara hasta que su vejiga quedó vacía.

Intentó levantarse al terminar pero la detuve y limpié todo su sexo con mi lengua: estaba decidida a que la recompensa fuera muy generosa. Me escocía la garganta y me molestaba un poco el estómago pero se podía aguantar. Eduardo me ofreció agua, líquido para enjuague bucal y cualquier bebida o zumo que quisiera. Me enjuagué con agua y el líquido bucal y pedí un zumo de melocotón que ayudó a calmar el estómago.

C- Ha sido mucho mejor de lo que yo pensaba. Muchas gracias Laura, eres increíble. Ahora es tu turno, ¿vamos?

E- Un momento. Me habéis dejado de lado y yo quiero participar. Se me ocurre una cosa: ¿qué te parece si Laura orina en un recipiente y tú y yo nos lo bebemos a medias? ¿Lo hacemos?

Ambas estuvimos de acuerdo. A mí me daba igual la forma mientras ella probara lo asqueroso que era y además podría ver su cara. A Carmen supongo que la idea de no tener que beber tanto también le agradaba. Eduardo apareció con una jarra de cristal y dos copas grandes de agua. La puse en el suelo y me acuclillé. Me costó porque no tenía muchas ganas, porque era la primera vez que orinaba frente a otras personas y porque además me hacía fotos. Cuando terminé había casi un litro. Carmen insistió en limpiarme con su lengua mientras Eduardo llenaba ambas copas con el líquido caliente. Me dieron la cámara de fotos y me explicó su funcionamiento. Hicieron chocar las copas y se dispusieron a beber. Carmen se atragantó y escupió la orina por la nariz mientras Eduardo ponía cara de repugnancia pero bebía.

C- Dios mío, Laura, ¿Cómo pudiste hacerlo? Es peor de lo que pensaba.

E- Pero mi amor, ¿qué creías, que era como beber champán? Entonces todo el mundo lo haría.

C- Por supuesto que no, pero no podía suponer que era tan fuerte. ¡Como raspa la garganta!

E- Bueno, cálmate que todavía tienes la copa llena y no hablemos de la jarra.

L- Tampoco voy a obligaros. Si no quiere más pues ya está.

E- No, no. Al menos que se termine la copa. Es lo justo.

Carmen respiró profundamente varias veces y comenzó a dar pequeños sorbos a la copa. Su cara era un poema. Finalmente la terminó y bebió un gran vaso de agua. Eduardo había terminado su copa antes y la había vuelto a llenar. Se lo bebió de un solo trago mientras me miraba a los ojos como retándome.

L- Muy bien Eduardo, pero no era necesario.

E- Claro que sí, esto no puede quedar así, ja ja.

L- Bien, entonces te propongo algo: si te terminas la jarra y no bebes nada después para calmar el ardor dejaré que te orines en mis intestinos.

E- Pero eso no se puede: para orinar el pene tiene que estar flácido y flácido no puede pasar la barrera de tu esfínter anal.

L- Yo te digo que sí, ¿aceptas el reto?

Aceptó. Tomó la jarra con las dos manos y lentamente mientras me sostenía la mirada fue bebiendo hasta terminar el contenido.

L- Bien, ya está. Hay que ver lo que me arde la garganta pero todo sea por el reto. ¿Cómo lo vas a hacer?

Sin decir nada me arrodillé y comencé a mamarle el pene mirándole a los ojos. Rápidamente se puso erecto y bien duro. Entonces le dije que se sentara sobre el inodoro. Cuando lo hizo me senté sobre él introduciendo su pene erecto en mi ano. Al estar yo sobre él no podía moverse y no había sobre-excitación. Entonces comencé a charlar con ambos comentando las cosas que habíamos hecho y las sensaciones que había sentido al ser follada por Carmen a través de Manolo. Pasaron unos minutos y el pene en mi culo había perdido su dureza, por lo que le tomé de la mano indicándole que yo me pondría a cuatro patas sobre la toalla para que pudiera orinar. Le costó pues decía que se sentía raro orinando con mi ano rodeando su pene pero al final lo consiguió. Yo había bajado mis hombros hasta tocar la toalla para que la postura favoreciera la entrada y permanencia del líquido. Carmen me introdujo a Manolito para que hiciera de tapón y así pudiera apreciar las sensaciones de tener mis intestinos llenos de orina hasta que minutos después saqué el tapón y dejé que se vaciaran. Tomamos una caliente y agradable ducha los tres juntos con muchas caricias y besos.

Nos secamos los unos a los otros y desnudos pasamos al salón donde Eduardo trajo champán mientras Carmen traía un álbum de fotos. Tras brindar por nosotros y por el placer obtenido comenzamos a mirar las fotos. Se notaba que disfrutaban con el sexo. En las primeras hojas se les veía como más vergonzosos y a medida que pasaban las hojas la expresión era más distendida. Muchas eran de ellos dos solos en diferentes actitudes. Me dijeron que empezaron usando un trípode y el temporizador para realizarlas. Luego empezaron a aparecer otros participantes a los que no se les veía la cara. Tan solo algunos terminaban posando junto a Eduardo y Carmen. Había tanto mujeres como hombres, a veces incluso dos hombres además del marido consiguiendo ocupar todos los orificios de Carmen al mismo tiempo. Vi unas fotos con una señora bastante mayor que ella identificó como su madre. Mostré mi extrañeza pero me dijo con total tranquilidad que el que fuera mayor no le quitaba derecho a recibir placer y que ella como hija se sentía muy contenta de podérselo dar. En la siguiente hoja me indicó que la pareja que les acompañaba eran en realidad el hermano y la hermana de Eduardo. Realmente una familia muy abierta.

Había fotos de toda clase de posturas con múltiples participantes, pero lo que me dejó atónita fueron las fotos de una mujer mientras un enorme perro la follaba. No se le veía la cara por lo que deduje que era una profesional contratada como yo. Me confirmó mis sospechas y me dijo que la mujer no solo no sufrió daño alguno sino que repitió la sesión con el perro dos ocasiones más, mostrándome las fotos de cada sesión. Incluso ella misma lo había hecho una vez por curiosidad.

C- ¿Quieres conocer a Rufo? Así podrás ver lo cariñoso y juguetón que es. Te gustará.

L- No gracias, los perros me dan un poco de miedo y jamás se me había ocurrido que se pudiera hacerlo con ellos.

Seguimos viendo fotos. Apareció un joven adolescente follando con Carmen y en la siguiente estaba dando por el culo a Eduardo. Me mostré sorprendida pues me habían dicho que a Eduardo no le gustan los hombres y prefiere a "Manolo". Me dijeron que solo había una excepción y era su hijo. Se rieron de la expresión de mi cara y me indicaron que el chaval estaba estudiando en el extranjero. Había empezado pocos años atrás cuando les sorprendió en una sesión con su abuela. Desde entonces cada vez que volvía por vacaciones tenían sesiones intensas en las que ambos hombres se sodomizaban respectivamente.

Terminado el álbum me entregaron la cámara para que revisara las fotos a través del visor. Fui pasándolas y comprobé que no se me reconocía en ninguna, por lo que se la devolví para que pusieran en el álbum las que más les gustaran.

Les propuse que, como habíamos descansado un buen rato podíamos volver a follar si les apetecía. Tuve que insistir y les propuse que mientras él me follaba a su gusto yo le daría placer a Carmen con mi lengua. Carmen se tumbó sobre la mesa del salón y mientras yo lamía su sexo Eduardo folló alternando mi vagina y ano pausadamente. Estuvimos como una media hora mientras ambos se corrían fruto de mi juguetona lengua y mi cálido ano.

Tras una nueva ducha, ambos se empeñaron en vestirme y me dieron el dinero convenido y una muy generosa gratificación. Me despedí de ambos dándoles mi teléfono directo para repetir cuando ellos quisieran. Carmen me arrancó la promesa de reconsiderar la posibilidad de incluir a Rufo en una futura sesión, aunque yo dudaba que alguna vez follara con un perro.

El sábado me llamó Rosa para saber qué tal me había ido con el matrimonio.

R- ¿Qué tal Lucía, cómo te fue anoche?

L- Muy bien, realmente lo pasé bien. Tanto que realicé cosas que ni imaginaba que nunca llegara a hacer.

R- Me alegro de que te haya gustado. Me han llamado ellos para felicitarme por tu trabajo. También han quedado muy satisfechos y gratamente sorprendidos por tu belleza y atención. Me han asegurado que quieren volver a verte pronto.

L- Bueno, pero algo más adelante, ahora estoy agotada.

R- ¿Sí? Pues te llamaba también para ofrecerte otro trabajo.

L- Hoy no, necesito descansar.

R- Bueno, pues tengo otro para mañana domingo por la tarde. Son cinco muchachos que quieren pasar la tarde viendo fútbol en buena compañía. Si te interesa

L- ¿Cinco chicos? ¿Y no quieren a alguien más joven, más de su edad?

R- En principio sí, pero me han dicho que les da igual, solo quieren pasarlo bien.

L- No se, siendo jóvenes tendrán mucho aguante. ¡Me van a dejar machacada!

R- Chica, tú eres muy fuerte. Además son solo tres horas y el dinero está muy bien. Piénsatelo: cinco jóvenes atractivos… para ti sola… suena muy bien ¿no?

L- Vale, me has convencido. Dame la dirección. Espero no arrepentirme.

Apunté la dirección en mi agenda. A las 7 de la tarde me esperaban tres horas de trabajo que seguro serían intensas. Pasé el sábado arreglando la casa y haciendo compras. La mañana del domingo disfruté de un largo paseo y de una agradable comida en un pequeño restaurante del centro de la ciudad. Volví a casa y me preparé para llegar puntual.

El piso estaba situado en un céntrico edificio de una gran avenida. Me abrió un joven de unos 25 años que se apartó ligeramente para que pasara pero que no dejó escapar la oportunidad de tocarme el culo. Avancé hasta el salón donde un gran sofá presidía la habitación situado frente a un enorme televisor donde dos periodistas deportivos hablaban sobre el partido que estaban a punto de retransmitir. Otros dos jóvenes de edad similar aparecieron por el pasillo acercándose a mí y tocándome sobre la ropa. Me dijeron sus nombres pero no presté mucha atención. Hablaban entre ellos comentando lo buena que estaba y lo bien que lo iban a pasar. Giraban a mi alrededor tocando y sobando mi cuerpo. Intentaban meter sus manos por entre mi ropa para tocar mi piel pero era muy ajustada y no podían. Uno quiso quitarme el antifaz y se quedó sorprendido. Para evitar que pudieran quitármelo ese día decidí pintármelo. Lo hice con maquillaje resistente para que no se quitara con el roce y aguantara la sesión.

L- Tranquilos, chicos, que la tarde es larga y aquí hay para todos. ¿No sois cinco? ¿Dónde están los otros dos?

Me dijeron que venían de camino, que llegarían en un rato pero que empezaríamos sin ellos. Se sentaron en el sofá y me pidieron que me desnudara mientras uno de ellos preparaba unas bebidas. Comencé a moverme como bailando y poco a poco mis ropas quedaron depositadas sobre una silla. Tan solo quedaron sobre mi piel las medias sobre mis muslos y los zapatos. Seguí bailando desnuda frente a ellos hasta que ellos se despojaron de sus vaqueros y camisetas. Sus penes tenían unas erecciones impresionantes. Los tres estaban sentados en el sofá masajeando sus penes y me dijeron que se los chupara. Me acerqué contoneándome hacia el primero de los tres. Fui a agacharme para hacerlo más cómoda pero la mano del que estaba a su mano acariciándome mi abdomen me lo impidió. Además en pocos segundos noté como un pene se introducía en mi sexo. Menos mal que había tenido la precaución de ponerme lubricante nada más desnudarme.

Estaba siendo bastante agradable pues el pene que mamaba no era demasiado grueso y el que me follaba también se adaptaba muy bien. Lo único que me molestaba era que las manos que me sobaban parecían especialmente interesadas en estirar mis pezones haciéndome un poco de daño. El que estaba recibiendo mi mamada me dijo que lo estaba haciendo muy bien, que le faltaba poco para correrse y que si me tragaba todas las corridas tendría un suplemento al pasarles la factura. Apenas había terminado de decírmelo cuando noté como varios chorros de semen golpeaban contra mi garganta. Sin sacarme el pene de la boca procedía a limpiarlo, abrí la boca para enseñarle su contenido y me lo tragué relamiéndome. Eso les puso a cien. Me aseguró que no me arrepentiría mientras el de las manos me acercaba hasta su pene para que le diera el mismo tratamiento. Ya me había acostumbrado al sabor del semen y no me producía demasiado asco; no es que me gustara pero tampoco lo rechazaba. El que había recibido la mamada se puso a contarle al que me follaba la cara de viciosa que yo había puesto al relamerme consiguiendo que también se corriera. La corrida había sido abundante y el semen empezaba a resbalar por mis piernas. Sacándome un momento el intruso de la boca les pedí que me limpiaran un poco. Rápidamente noté como utilizaban toallitas húmedas para limpiar mis piernas introduciéndose también en mi vagina.

Seis manos acariciaban mi cuerpo: las del de la mamada mis pechos y las de los otros mi espalda culo, vagina y ano. Noté que más de un dedo a la vez entraba y salía dilatando mi ano. Es increíble lo que hace la juventud pues el primero en correrse ya estaba otra vez empalmado y comenzaba a follarme el culo. Pronto volví a sentir mi garganta inundada de semen que, con increíble alegría por su parte, me tragué. El otro siguió follándome el culo y así estábamos cuando no habían pasado ni diez minutos y el que antes me había follado la vagina me pidió que hiciéramos un doblete (vagina y ano a la vez). Yo me preocupé pues, aunque ya había practicado la doble penetración, nunca había sido durante mucho rato y estos con la fuerza de su juventud parecían dispuestos a no dejarme descansar ni un solo minuto de las tres horas contratadas. Les dije que si se portaban bien les dejaría hacérmelo pero solo al final. Nos les gustó mucho la idea pero terminaron aceptando. Me costó que aceptaran pues decían que al contratar no les habían puesto ningún límite. Entonces tuve una idea: les dije que si se corrían en un recipiente yo me bebería todas sus corridas juntas. La idea pareció entusiasmarles y aceptaron.

Volví a tener la boca llena. El que estaba mirando vino con un cuenco grande para recoger la corrida del que me había follado el culo metiendo los dedos para recuperar todo el semen posible y ocupándolo a su vez. Entonces llamaron a la puerta y entraron los dos participantes que faltaban. Empezaron una conversación entre todos en la los recién llegados les recriminaban que no estuvieran haciendo caso al partido de fútbol (pues ninguno de los tres sabía cómo estaba el marcador) y estos se disculpaban alegando lo contentos que estaban con la puta a pesar de mi edad e informándoles del acuerdo sobre el cuenco y sus corridas.

En eso estaban ellos y yo con mi culo y boca rellenos cuando descubrí algo que me heló las venas: uno de los recién llegados era mi hijo Carlos. Me quedé paralizada unos instantes aunque ellos me instaron a que no parara. Les dije que tenía que ir al servicio y que continuábamos en seguida. Cuando llegué tuve que sentarme en el inodoro pues las piernas apenas me sostenían. ¡Mi hijo estaba en el grupo de clientes! No sabía qué hacer pues siempre me ha horrorizado la idea del incesto, pero lo había forma de evitarlo sin descubrir el parentesco. Empecé a pensar en cómo le afectaría saber que su madre era una puta y cómo reaccionaría. Además estaba la vergüenza que le haría pasar frente a sus amigos. No podía descubrirme pero la idea de follar con mi hijo me repugnaba.

Intensifiqué el maquillaje para intentar que no me reconociera y salí de nuevo al salón. Carlos y su acompañante hicieron valer que los otros tres ya habían recibido su parte y que ellos todavía no. Sin mirarle a los ojos hice que Carlos se sentara en el sofá y rápidamente me metí su pene en la boca. Sabía que no podía dejarle sin su ración de sexo pero prefería mamársela a que me follara. Su compañero empezó a follarme y yo fui venciendo mi resistencia mental intentando evitar pensar que el pene que llegaba hasta mi garganta era el de mi hijo. Su pene tenía buen sabor y era bastante largo aunque no muy grueso. Eso hacía que me resultara más cómodo pues había mejorado mucho mi técnica consiguiendo evitar que la lengua se echara hacia atrás y así dejar espacio para que el pene entrara bien en la garganta de manera cómoda para ambos. Tanto le gustó que pronto me avisó que estaba a punto de correrse pidiendo el cuenco para descargar.

Todo mi interés era evitar que pudiera follarme y para eso lo mejor era mantenerlo bajo mi control, pues yo no veía lo que hacían los que estaban detrás. Así que no le dejé levantarse y volví a meterme su pene en la boca. Se quedó sorprendido y le dije que haría que volviera a correrse. Los demás protestaron pero entonces alguien marcó un gol y todos centraron su interés en la tele. Apenas un momento después tanto el que me follaba como mi hijo me dejaron para unirse al grupo que observaba atentamente las repeticiones de la jugada. Yo aproveché que su atención estaba en el fútbol y en prepararse bebidas para ir de nuevo al servicio para poder descansar un momento.

Estaba asustada. Hasta el momento había conseguido que Carlos no se diera cuenta de quién era yo, aunque me miraba muy fijamente. Yo mantenía la mirada baja evitándole. Pero me preocupaba si podría conseguir evitar follar con él. Era el más atractivo de todos (y no es amor de madre) pero era mi hijo y siempre he considerado antinatural el incesto. Pero peor era que los demás se dieran cuenta. Aproveché esos momentos para limpiar mis orificios, calmar el escozor que tanta penetración me había causado y aplicarme crema suavizante y lubricante. Unos golpes en la puerta y sus voces llamándome hicieron que tuviera que salir de inmediato.

Habían pasado casi dos horas de las tres contratadas y parecía que tenían muchas ganas de aprovechar el tiempo. Habían apartado el sofá y colocado un colchón en el centro del salón. Uno de ellos estaba tumbado boca arriba y me llamaba para que calmara su excitación con mi vagina. Nada más colocarme sobre él otro del grupo se colocó detrás introduciendo su pene en mi ano a pesar de mis protestas. De nada me sirvieron pues me recordaron que había accedido a hacerlo al final y ahora era el final. ¡Vaya hora me esperaba! Tras empalarme empezaron a moverse acompasadamente dentro de mi. Otro de los chicos ocupó mi boca y sujetando mi cabeza comenzó a follarme la boca como si de una vagina se tratase. Saqué un poco la lengua para que su pene entrara en la garganta y evitar que me hiciera daño. Otro más se acercó haciendo que mi mano derecha le pajeara. Estaba realmente ocupada y sus embestidas me hacían muy difícil mantener el equilibrio. Mi hijo miraba la escena y de pronto sacó un teléfono móvil para hacerme una foto. Le hice señas de que no lo hiciera pero al ver que no me hacía caso opté por ocultar mi cara en lo posible haciendo como que me colocaba el cabello. Hizo varias fotos pero conseguí que no se me reconociera.

Se corrió el que follaba mi culo y trajeron de nuevo el cuenco. Tras la operación el que estaba siendo pajeado ocupó su lugar. Después lo hizo el de la boca y tuve que escupirlo todo en el cuenco. Llamé a mi hijo para que pudiera chupársela: cualquier cosa antes de que me follara. En cuanto se corrió el de la vagina otro se colocó en su puesto y así fueron rotando no dejándome descansar nada y manteniendo mis tres orificios ocupados. Carlos también se corrió en mi boca y se fue a tomar una bebida.

Eran incansables. No hacía ni cinco minutos que se habían corrido y ya volvían a tener unas erecciones imponentes. La verdad es que yo les estaba dando un espectáculo impresionante a los que descansaban pues verme como follaba con tres a la vez era ver porno del muy duro. A veces les pedía parar unos momentos para retomar el aliento y ellos lo hacían ralentizando muchísimo el ritmo los dos de abajo y sacándolo el otro de mi boca para que pudiera respirar. Así fueron pasando por todos mis agujeros. Cada vez que se acercaba mi hijo le atraía hacia mi boca. Se me mamé varias veces haciendo esfuerzos para darle el máximo de placer y así evitar que quisiera follarme.

Estaba molida de tanto follar con todos estos jóvenes incansables. El cuenco ya tenía una buena cantidad de semen con un aspecto grumoso y blanquecino nada apetitoso. Aprovechando una pequeña parada, uno dijo que ya era hora de "alimentar" a la puta y otros le secundaron. Les pedí un minuto para asearme un poco en el baño y prepararme mentalmente para lo que me esperaba. Cuando volví al salón todos estaban rodeando la mesa sobre la que reposaba el cuenco y su contenido. Hice intención de acercármelo a la boca y tuve que contener una arcada. Desde luego yo era tonta por haberme puesto yo sola en esa situación. Si bien no me desagradaba demasiado tragarme el semen del que se hubiera corrido en mi boca, muy distinto era tragarme todo el contenido de ese cuenco con más de veinte corridas juntas. Les pedí si tenían un zumo o algo así para mezclarlo y hacerlo algo menos desagradable. Rápidamente uno vino de la cocina con una botella de yogurt líquido. No era mala idea juntar dos tipos "de leche". Vertí una buena cantidad y lo removí con el dedo procediendo a beberlo sin parar ni una sola vez para no arrepentirme. Era asqueroso pero el yogurt hacía que fuera pasable y lo tragué todo.

Ya casi era la hora de irme. Se lo habían pasado muy bien: su equipo había ganado (aunque lo habían hecho mucho caso al partido), habían follado conmigo todo lo que habían querido y además les había dado el gusto de ver como me tragaba el cuenco de sus corridas. Estaban bastantes borrachos cuando uno de ellos le dijo a Carlos que había sido el único que no me había follado y que solo había disfrutado de mi boca. Los demás le hicieron coro y dijeron que aprovechara que aún estaba allí. Yo había empezado a vestirme pero me lo impidieron alegando que no habían terminado y que Carlos tenía que follarme. Mi hijo no parecía demasiado entusiasmado y se dejaba llevar por el grupo. Yo les dije que estaba molida, que había hecho todo lo que habían querido y más aún (el cuenco) y que quería marcharme ya. Pero no me escuchaban. Me quitaron las bragas y me tumbaron en el colchón. Carlos se colocó sobre mí y me penetró.

Me quedé bloqueada pues había sucedido lo que de ninguna manera quería: follar con mi hijo. Estuve sin habla unos instantes y unas lágrimas aparecieron en mis ojos. Carlos me miró con extrañeza pues aunque lo estaba haciendo en contra de mi voluntad tampoco habían empleado violencia en su acción. Se quedó mirándome tratando de comprender el por qué de mis lágrimas cuando poco a poco sus ojos se fueron iluminando al irme reconociendo tras el maquillaje de mi máscara. Entonces lo atraje hacia mí y le dije al oído que no pasaba nada, que siguiera y que ya le contaría todo en otro momento. Mantuvo su movimiento aunque de manera torpe y sin interés. Su miembro había perdido todo su grosor. Afortunadamente sus compañeros no nos prestaban atención y no se dieron cuenta de nada. Carlos hizo lo que le pedí y en seguida gimió fingiendo un orgasmo y se retiró permitiendo que me incorporara. Le recibieron con sus voces gangosas por la bebida mientras yo retomaba la tarea de vestirme. Dos se acercaron con el dinero convenido mientras se quedaban con mi ropa interior "para sortearla". Ya todo me daba igual, solo quería irme. Me puse el vestido sin nada debajo salvo las medias. Carlos se acercó y, mientras fingía que me besaba, me dijo que nos veríamos en mi casa. Estuve a punto de romper a llorar de nuevo, y salí.

Había sido muy duro y no solo porque apenas había descansado en esas tres horas de duro e intenso sexo. Lo más duro había sido que mi hijo me viera ejerciendo de puta y tener que hacerlo con él. Entre los tres "trabajos" había conseguido el dinero que necesitaba para el viaje con mis amigas y no necesitaba volver a ejercer. Estuve pensando que, si quitábamos el encuentro con mi hijo, las experiencias no habían sido desagradables. La despedida de soltero estuvo bien; la noche con el matrimonio también fue interesante y si no hubiera estado nerviosa por la presencia de mi hijo también habría desfrutado con los jóvenes. Pero Carlos me había descubierto y no sabía cómo reaccionaría. Muerto mi marido solo le tenía a él y, aunque hacía su propia vida lejos de mi, necesitaba su cariño. Estaba muerta de vergüenza por lo que pensaría de mi y como no podría quitarse de la cabeza mi imagen follando con todos al mismo tiempo o tragándome el cuenco de semen.

Llegué a casa y me di una larga y caliente ducha. Al salir no sabía qué ponerme pues Carlos vendría para hablar. Me decidí por una blusa y una falda muy sencillas con las que me sentía muy cómoda. Me miré al espejo y vi a una señora, no había ni rastro de la puta de hacía una hora. Preparé café.

Una llave se introdujo en la cerradura y mi querido hijo Carlos apareció frente a mi. Corrí a abrazarle pero extendió la mano con mi ropa interior.

C- Creo que esto es tuyo.

L- Hijo mío, déjame que te explique… verás yo

C- No digas nada. No puedo creer que mi madre sea una puta.

L- Carlos, corazón, no me digas eso por favor. Ha sido una equivocación, perdóname. No volverá a pasar. Ha sido una locura. Yo

C- ¿Pero cómo has podido hacer algo así? Es increíble.

L- Hijo, por favor, cálmate y déjame que te cuente. Te lo ruego. He preparado café. Ven, te sentará bien.

Hice que se sentara. Puse dos tazas llenas del aromático líquido y una bandeja con unas pastas.

L- Por favor, hijo mío, no me interrumpas. Voy a intentar explicártelo todo aunque no se por dónde empezar.

Vamos a ver… no es que haya disfrutado nunca mucho con el sexo pero me gustaba hacer feliz a tu padre. Cuando él murió me quedé muy sola pues tú estabas estudiando, pero no es un reproche ¿vale? Bien. Un compañero del trabajo estaba pasándolo mal y no se bien cómo me acosté con él. No por nada en especial, solo quería que se sintiera mejor. Entiéndeme: el sexo no me atrae pero nunca me ha disgustado. Si puedo ayudar a alguien pues lo hago y si necesita sexo… pues se lo di. Poco a poco la situación se hizo extensiva a otros compañeros. No, no, por favor, no digas nada, déjame terminar. Sí, es inconcebible, lo se, pero ocurrió y no me arrepiento. No me arrepiento porque todos ganamos: ellos tienen sexo gratificante sin mayor problema y yo me siento feliz al verles felices además de haber aprendido a tener orgasmos. Sí, es cierto, amé y amo a tu padre pero nunca tuve un orgasmo con él. Tampoco los eché de menos entonces pero ahora se que me perdí algo importante.

Continúo, hace poco mis amigas decidieron irse de crucero. Yo quería irme con ellas pero no tengo dinero. Uno de los compañeros de trabajo me sugirió la posibilidad de hacer unos "trabajillos" y finalmente acepté. Esta es la tercera vez que lo he hecho y no habrá más.

Lo siento, hijo, de verdad que siento que me hayas visto así y espero que me perdones.

Carlos estaba muy quieto. Me miraba fijamente aunque su mirada no expresaba nada.

C- No tenía idea de nada, mamá. Los hijos no sabemos nada de la vida sexual de nuestros padres. Siento que papá no te haya hecho feliz.

L- No es eso. Verás

C- Ahora estoy hablando yo, por favor. Vale, quizás hayas sido feliz pero no te hizo feliz en la cama. También eres mayorcita para acostarte con quien quieras o con toda la oficina si te apetece. ¡Pero hacer de puta…! Mamá, no me lo puedo creer. ¿Por qué no me llamaste antes de hace algo así? Si necesitabas dinero ¿por qué no me lo pediste? No es que yo tenga mucho pero algo habríamos hecho ¿no? Ahora estoy también muy dolido por esta falta de confianza.

L- Pero hijo, no puedo pedirte dinero para un crucero. Recurriría a ti para una cosa grave pero esto es un capricho. Además pensaba que nunca nadie se enteraría

C- Pues me he enterado ¡y de qué forma! No puedo quitármelo de la cabeza.

L- Claro hijo, yo tampoco. El que me vieras con tus amigos

C- No es eso mamá, es que hemos estado follando. Todos los hijos hemos soñado alguna vez con hacerlo con nuestra madre. Pero son solo sueños, que nunca se hacen realidad. Pero nosotros lo hemos hecho y eso lo cambia todo.

L- Es cierto, ¿pero qué quieres decir con que lo cambia todo? ¿Qué es lo que cambia? Yo te quiero igual

C- Pues que ahora se ha roto el tabú. Ya hemos hecho el amor y nada nos impide que volvamos a hacerlo.

L- ¿Pero estás loco? Ha sido un accidente, algo que no debería haber pasado y que no volverá a pasar.

C- De eso nada, mamá. Ha sido un accidente, cierto, pero que ha hecho que todo cambie. Yo ya no puedo verte solo como mi madre. Estás ahí con esa ropa tan seria pero yo te sigo viendo tragando del cuenco y follando con mis cuatro amigos. No puedo dejar de pensar en cuando te reconocí y cómo mi poya estaba en tu coño, ¿o no te acuerdas de eso, mamá? ¡Te estuve follando! y no puedo ni quiero olvidarlo.

L- Pero tienes que olvidarlo. Yo… ¡perdóname!

C- Te perdono, mamá, pero no puedo olvidar lo que he sentido. Y quiero volverlo a sentir. No hablemos más, ven, por favor.

Y tomándome de la mano me llevó a pesar de mi ligera resistencia hasta la alcoba. Allí me besó una y otra vez. Sus manos recorrían mi cuerpo. Yo estaba paralizada. No quería que esto pasara pero era cierto que algo había cambiado entre nosotros. Mi boca le había dado placer varias veces. Había probado el sabor de su semen y su pene había estado dentro de mi vagina. Necesitaba su perdón, pero el precio

Sus manos me desnudaron. Noté su pecho desnudo sobre mi piel y la calidez de sus besos y su lengua por todo mi cuerpo hasta llegar a mi sexo ¡y me rendí! Acepté sus caricias y la situación: era mi hijo y mi amante. Le daría todo mi amor de madre y todo el placer que una mujer pueda proporcionar a su hombre.

Hicimos el amor pausadamente durante horas. Probamos infinidad de posturas y su pene se vació en repetidas ocasiones en mí. Nada le negué, no podía hacerlo: era mi hombre.

Desde ese día la situación cambió aunque no mucho. Él ha aceptado que siga atendiendo a mis compañeros. Conseguí convencerle de que era una especie de obra de caridad que hacía con ellos y que me sentía bien al verles felices.

He dejado la prostitución pero "no hemos dejado la prostitución". Sí, ahora la ejercemos juntos. Al principio lo dejé pero Rosa insistió mucho en que siguiera pues el matrimonio quería volver a verme. Yo le dije que ahora tenía pareja y que no podía engañarle. Me insistió en que él también podría participar si yo quería, que por parte del matrimonio no habría problema. Finalmente confesé que se trataba de mi hijo y me dijo que mucho mejor aún. Ahora tenemos frecuentes citas con ellos y con algunos de sus amigos. Más que trabajo es placer pues ambos lo pasamos muy bien con ellos. Eduardo está encantado con Carlos y tienen relaciones. Conocimos a varios de sus amigos en sesiones en grupo. A veces también les visitamos en sus casas. Ellas están encantadas con mi hijo por su juventud y resistencia, además el que seamos madre e hijo les da mucho morbo. Es perfecto pues tenemos mucho sexo agradable con todos ellos y además obtenemos un buen dinero extra.

Nosotros. Al principio Carlos venía todos los fines de semana para pasarlos juntos con tremendos maratones de sexo, luego consiguió trabajo en mi ciudad y vive conmigo. Dormimos juntos, abrazados, como enamorados. Él tiene sus novias, chicas de su edad con las que sale por ahí y que a veces trae a casa para tener relaciones. No son nada serio, solo chicas de su edad con las que se divierte una temporada, pero a quien quiere en realidad es a mi. Tenemos una especie de código: cuando está con una chica en su habitación y deja algo de ropa sobre el pomo de la puerta significa que quiere que pasado una hora entre desnuda para participar con ellos. Hay veces que la chica está avisada y otras en las que es una enorme sorpresa para ella. Es muy gracioso ver su cara cuando ve como "su chico" mete mano y se folla a su madre delante de ella. Algunas salen corriendo pero la mayoría se quedan y participan de un agradable trío. En una ocasión vino con dos chicas gemelas con las que quería tener relaciones pero que se le resistían. Vinieron a casa y se quedaron boquiabiertas cuando me arrodillé y comencé a hacerle una mamada de campeonato a mi hijo. Preparamos una gran orgía que se repitió varias veces.

A Carlos le gusta que siempre esté desnuda por la casa o solo con ropa interior. Me trae conjuntos muy bonitos llenos de encajes y transparencias. Me hace sentir una mujer muy deseada. Dice que tengo un cuerpo precioso (es verdad) y que quiere verlo en todo su esplendor. A veces me pide que esté desnuda y lo hago aunque es muy comprometido cuando tengo que salir a la ventana para tender la ropa. Me he dado cuenta que algunos vecinos me observan e incluso creo que me hacen fotos, pero me da igual: tengo unos pechos preciosos y con o sin sujetador no me importa que los vean.

Carlos es muy fogoso y siempre está caliente. Le gusta ver como me muevo por la casa casi desnuda. Se acerca a menudo para besarme y acariciarme y terminamos haciéndolo por toda la casa. Es increíble cómo puede hacerme el amor varias veces por la tarde y seguir con ganas cuando nos vamos a la cama. Dice que nunca tiene bastante de mí.

Ahora mi vida es muy sexual pues por las mañanas estoy con mis compañeros de trabajo, por la tarde y por la noche con Carlos y los fines de semana con el grupo de matrimonios. Además también lo hacemos con las chicas que ocasionalmente trae, con compañeros de mi trabajo que a veces se presentan (incluso con sus esposas) para pasar un buen rato y también con algunos de sus amigos, entre los que están los cuatro de la tarde del partido de fútbol. Son los más asiduos y me lo paso muy bien. Me tratan con gran respeto y me llaman "mamá". Parece que están tratando su "complejo de Edipo" conmigo y me encanta.

Soy muy feliz pues estoy rodeada de gente contenta a los que hago felices gracias al sexo. Yo me he acostumbrado a sentir el roce de las manos sobre mi cuerpo y a que me inunde el placer de largos orgasmos. Antes nunca tuve y ahora los tengo a diario. Carlos me hace muy feliz, es un gran hombre. Me encanta como me mima y como está atento a cualquier cosa que le digo. Le he pedido que piense en que más adelante tendrá que buscarse una mujer que le quiera y que le de hijos. Pero me dice que nunca me dejará y que la elegirá entre las que acepten compartirle conmigo. Desde luego voy a ser una suegra muy atípica ya que voy a tener con mi futura nuera una relación muy "intensa". He aprendido a dar y recibir sexo de mujeres y me encanta. Estaré junto a ellos y siempre que quieran me tendrán.

Este es el relato de mi transformación. Descubrí que compartir sexo es algo muy gratificante. Ahora soy una dispensadora de sexo y estoy orgullosa.

Fin