La Disciplina de Mamá 26

Mamá y la zorrita reciben la visita de Júlia. Durante la noche tendrán más visitas y en una inolvidable sesión de sexo, la zorrita virgen se convertirá en algo más: en la zorrita limpiacorridas.

NOTA DEL AUTOR

Apreciados lectores y lectoras, sé qué hace tiempo que esperaban una nueva entrega de la Disciplina de Mamá. Permítanme disculparme primero de todo. A veces uno no tiene ni el tiempo ni las ganas de escribir. Además, la Disciplina de Mamá se acerca a su final y ya lleva muchos capítulos, por lo que es difícil hacer avanzar la historia e inventar nuevas situaciones cada vez más degradantes.

En todo caso espero poderles traer un nuevo capítulo pronto y terminar finalmente esta historia.

Finalmente y antes de dejarles con el nuevo capítulo les avanzo que espero publicar nuevos relatos, esta vez mucho más cortos que la Saga la Disciplina de Mamá, pero ojalá igual de excitantes.

Me despido de ustedes y ahora sí, les dejó con la vigesimosexta entrega de la Disciplina de Mamá. Disfrútenla.

-Como pronto empezarán los exámenes le hago unas cuantas pajas al día para que se desahogue y después este más calmadito y concentrado a la hora de estudiar. – Le contaba Mamá a Júlia mientras me masturbaba.

Ambas mujeres estaban sentadas en la cocina, tomándose un delicioso desayuno que yo había preparado. Mamá vestía una faldita corta, medias negras, zapatos de tacón y escotada blusa roja. Su pelo moreno estaba peinado y le caía sobre uno de los hombros. Júlia, que había venido a pasar el fin de semana con nosotros, estaba enfundada en unos ajustadísimos tejanos y en una camiseta de tirantes que le destacaba los pequeños pero bien formados pechitos. Su pelo castaño casi rubio estaba peinado en dos coletas que le caían a cada lado de la cabeza. Yo, por mi parte, estaba completamente desnudo, de pie y con las manos atadas detrás de la espalda, enfrente de mamá, mientras ella iba pajeándome como si fuera lo más normal del mundo. A pesar de la paja charlaba con Júlia con tranquilidad y como si yo no estuviera ni allí.

-Puedes correrte zorrita. –Mamá percibió que yo estaba al límite y me permití relajarme para disfrutar del orgasmo. Cuando mi pene empezó a escupir su blanquecino contenido mamá colocó su otra mano en forma de cazoleta para recoger allí todo el esperma expulsado de mis genitales. Cuando terminé de correrme vi el charquito espeso y blanco formado por mi semen. Solo tuvo que lanzarme una mirada para saber lo que quería. Me arrodillé y ella acercó aquella mano a mis labios.

Empecé a sorber y chupar mi propia corrida en la mano de mamá, arrodillado y soportando las burlas de Júlia.

-Como le gusta el semen a la muy zorra,… La tienes totalmente sometida, comiendo de tu mano, nunca mejor dicho. – Mamá soltó una carcajada mientras yo le dejaba bien limpia la mano, sin rastro de esperma.

-Casi cada vez se corre hago que se coma la lefa. – Respondía mamá mientras yo hacía desaparecer los últimos restos de corrida a lengüetazos. – Últimamente se porta muy bien. Parece que poco a poco va aprendiendo cuál es su lugar y casi no tengo que castigarlo. Empieza a estar preparado para nuevos juegos y le falta poco para que ya lo tenga completamente adiestrado. –La referencia a nuevos juegos me sorprendió, pues mamá había expandido todos mis límites y en aquellos momentos no creía que le quedaran muchas cosas por hacerme. Aún era un iluso.

Las dos mujeres, mi madre y mi impuesta novia, seguían hablando de mí como si yo no estuviera. Apenas me importaba ser humillado de aquella manera, todo lo contrario. Mamá tenía razón cuando decía que mi adiestramiento como esclavo sometido estaba a punto de completarse. Cuando me ordenaba algo, por degradante, asqueroso, doloroso o humillante que fuera yo obedecía sin protestar. Yo mismo me sorprendía y ni siquiera me molestaba demasiado continuar siendo virgen. Había entregado toda mi voluntad, mi ser y mi alma a Mamá y había aprendido a vivir con las consecuencias. Estaba algo distraído hasta que me sacó de mis pensamientos interpelándome.

-Júlia y yo saldremos y no vendremos a comer. Quiero que estudies todo el día, hasta que lleguemos. – Asentí. – Esta noche tendrás una sorpresa, aunque no sé si te gustará.

Mamá me limpió bien el pene para después enjaularlo y las dos mujeres se marcharon, dejándome solo con mis libros. Durante un rato estuve rumiando sobre la sorpresa de mamá, pero finalmente me concentré en estudiar. En el fondo me daba igual, haría cualquier cosa que me ordenará, me gustara o no.

(…)

Mamá y Júlia no llegaron solas. Les acompañaban tres tipos que reconocí como algunos de los habituales “amigos” de mamá. Eran tres hombres sobre la treintena, fuertes y musculosos. Comprendí que la sorpresa que me esperaba era ver follar a todos mientras yo me quedaba con las ganas. Mientras se servían algo de beber mamá me llevó a un aparte.

-Esta noche quiero que hagas todo lo que te diga o sufrirás las consecuencias. ¿Entendido?- Asentí con la cabeza de manera sumisa. Mamá me sonrió perversamente.

Cuando volvimos al comedor vi que Júlia no había perdido el tiempo. Dos de los hombres estaban sentados en sillas, tomándose una copa mientras que el tercero estaba en el sofá. Júlia estaba arrodillada ante este último y le estaba haciendo una mamada espectacular. Se tragaba todo el falo, lo chupaba y lo relamía como una auténtica profesional. Mamá, viendo que me había quedado mirando a la muchacha como hipnotizado, aprovechó para atarme las manos detrás de la espalda. Con un empujón me obligó a arrodillarme al lado de Júlia mientras esta seguía chupando y mamando el enorme pene del hombre. Hilillos de saliva le caían por la comisura de los labios.

-Dale un besito. – Dijo Mamá. Me quedé un segundo sin comprender lo que quería decir hasta que Júlia abandonó el pene para acercarse a mi cara. Me abrió la boca con los dedos y escupió aquella saliva que había estado lubricando la polla del hombre en el interior de mi boca. Antes de que pudiera hacer nada me besó. Sentí un profundo asco por aquel beso, sobretodo sabiendo donde habían estado aquellos labios hacia tan solo un segundo. La lengua de Júlia se paseó por toda mi boca mientras yo me tragaba las babas generadas por la mamada.

-¿Sientes mi aliento a polla? –Me dijo cuándo nuestros labios se separaron. – ¿Notas el sabor a polla? Seguro que te gusta. - Júlia me sonrió perversamente y volvió a hundir la cabeza entre las piernas del hombre.

-Si no fuera por el dispositivo de castidad seguro que estaría empalmado. – Corroboró mamá. -  Es una enferma. – La verdad es que en aquellos momentos no estaba excitado para nada, por mucho que me gustara que me humillaran o me trataran como una zorrita yo seguía siendo completamente heterosexual. Los genitales de otros hombres me producían una profunda repulsa.

Júlia no parecía tener los mismos ascos que yo y seguía mamando con ganas la polla del hombre. Se la sacó un segundo de la boca para volver a besarme, llenándome de nuevo la mía de babas y saliva. Su beso era pasional, cargado de deseo y esta vez respondí a pesar del asco. Poco a poco mi repulsa inicial se fue disipando y empecé a excitarme, no tanto por besar una boca que estaba haciéndole una mamada a otro como por el beso en sí y la humillación que aquello comportaba. Antes de volver a abalanzarse contra aquel pene Júlia se quitó la camiseta y los pantalones. Llevaba un conjunto de lencería roja de encaje que aún resaltaba más su belleza, su cuerpo delgado, sus pechitos pequeños y bien formados,… El pelo castaño casi rubio le caía por la espalda y en sus ojos claros  brillaban de excitación y deseo.

Mientras Júlia continuaba la mamada mamá también se había desprendido de sus ropas. Su cuerpo, en contraste con el de mi “novia”, era moreno, rotundo y maduro. Mamá se despojó de todo excepto de unas bragas de encaje negras y medias del mismo color. Se había arrodillado y bajado los pantalones de los dos hombres y con una mano masturbaba a uno a la par que se la mamaba al otro.

Durante unos minutos me quede observando como ambas mujeres se llenaban las bocas de pene hasta que Júlia volvió a requerirme. Después de otro beso cargado de lujuria y babas a partes iguales me ordenó que me arrodillara detrás de ella para poder comerle el culo. Lo puso en pompa y aparté la telita del tanguita con los dientes para acceder a su ano.

El culo de Júlia era duro, pequeño y redondo. Saboreé su rajita con un profundo lametón que la recorrió toda de una punta a otra. Sabía a dulce sudor de hembra. Me fui hundiendo más en el culo de Júlia mientras escuchaba los sonidos de los lametones, chupadas y succiones que hacían las bocas de las dos mientras mamaban. Introduje la lengua en el blando agujerito del ano de Júlia y empecé a moverla haciendo círculos, penetrándola hondo .

Júlia pronto pareció cansarse de aquella postura y se levantó. Acabó de despojarse de toda la ropa y pude admirar su magnífico cuerpo desnudo. Su coñito rosadito completamente depilado, sus pezoncitos pequeños y erguidos que coronaban un pecho no demasiado voluminoso pero perfectamente formado, sus muslos duros y torneados,… Se puso de pie y me escupió de nuevo en el interior de la boca la saliva con la que había lubricado el pene de uno de los hombres. Me besó antes de acomodar el interior de las piernas en mi cara. Con  la misma diligencia con la que le había comido el culo ahora lo hice con su vagina. La rajita se humedeció rápidamente pero Júlia no me dejó llevarla al orgasmo. Me apartó de un violento empujón y se fue directamente a uno de los hombres para sentarse encima de su polla. Empezó a cabalgarlo con una violencia inusitada y desde mi posición tenía una visión privilegiada de como el pene del hombre entraba y salía de la vagina de la muchacha.

-Más… más… dame duro… - La voz de mamá me hizo girar la cabeza. Se había quitado las bragas y uno de los hombres se la estaba follando. El otro estaba sentando en el sillón y mamá se la chupaba, tragándosela toda.

Cuando ambas mujeres llegaron al orgasmo, bastante seguido el de una y el de la otra, Mamá decidió trasladar la fiesta a su habitación.

Júlia no tardo en ponerse a cuatro patas sobre la cama, comiéndose la polla de uno de los hombres mientras el otro se la follaba por detrás. Mamá estaba con el tercer hombre, arrodillada delante de él y haciéndole una paja con sus enormes tetazas. Yo me encontraba a los pies de la cama, arrodillado también y luchando por no mirar como gozaban ambas mujeres. Era imposible y mis ojos alternaban entre ambas, viéndolas como daban placer a otras pollas mientras la mía permanecía encerrada en una jaula de metal.

El hombre que estaba con mamá fue el primero en correrse, manchando sus dos grandes pechos de espesa esperma blanca.

-Zorrita, ven aquí. –Ordenó mamá. Dando pequeños pasos con las rodillas me acerqué a ella. – Las tetas de mamá están sucias,… límpialas.

No estaba preparado para aquella orden. Una cosa era comerme mi propio semen, pero no estaba dispuesto a hacerlo con el de otro hombre. Mamá observó mi horrorizada expresión con una mirada enigmática, esperando mientras yo asimilaba su orden. No tuve tiempo. Júlia se había separado de los otros hombres y estaba de pie, detrás de mí. Cogió mi cabeza y la empujó contra las tetas de mamá, restregándome el rostro en las manchas de semen.

-Vamos zorra. Tu madre te ha ordenado que le limpies las tetas. Ya estás acostumbrado a comer tu semen, aunque este no es el de una zorrita virgen como tú, es la de un hombre de verdad, ya verás cómo está más rico.

-Venga zorrita. –Mientras que Júlia había sido brusca y humillante mamá era dulce. Me cogió la cabeza y la sostuvo unos instantes mirándome divertida, lasciva y con su extraño amor maternal. – Se buena y limpia las tetas de mami.

Ni siquiera me di cuenta cuando obedecí, abriendo la boca tímidamente y explorando con mi lengua los pechos de mamá. Cuando tragué el primer grumo de esperma tuve una arcada, aun así continué. Me sentí sucio, degradado,… pero seguí lamiendo el semen de desconocido de las tetazas de mi madre. Cuando terminé los senos estaban limpios y brillaban de mi saliva.

-Muy bien, mi zorrita degenerada. Como veo que te gusta tanto el semen esta noche te vas a hartar. – No protesté ni respondí, simplemente la miré con mi mejor de cara de pena, aunque sabía que no la conmovería.

Mamá se levantó y entre ella y Júlia se esmeraron para conseguir más semen para mí de los otros hombres. Aunque Júlia era más joven y atractiva mamá era más degenerada, mejor en la cama. Consiguió que uno de los hombres se corriera en el interior de su coño en apenas unos segundos de follada. Separó las piernas y Júlia me acomodó entre ellas.

El interior de la vagina de mamá rezumaba semen, manchando su abundante vello púbico. Empecé por allí, succionando cada gotita que se escapaba de su raja para después concentrarme en el interior. Bebí los flujos de mamá mezclados con la corrida del hombre, ignorando ya el asco que me producía, sintiéndome cada vez más humillado. Era uno de aquellos momentos en que entraba en comunión con la “zorrita” auténtica que llevaba en mi interior y quería ser tratado como tal.

-Mi pequeña zorrita. – Escuche a mamá entre gemidos. A pesar de que ya no quedaba semen en su interior seguí lamiéndola hasta que se corrió en mi boca.

Al terminar levanté la vista y vi como Júlia había vuelto a colocarse a cuatro patas sobre la cama y era duramente follada por el único hombre que aún no se había corrido. No tardó mucho. Se la quitó de dentro y empezó a pajearse mientras frotaba su pene con la raja del culo de la muchacha. Se corrió, manchándole todas las nalgas.

Mamá me agarró y encaró mi cabeza en aquel manchado culo. Mi lengua fue recogiendo todo el semen de la piel de Júlia y mamá se aseguró que no dejara ni una gota. Pensé que por fin se había terminado aquella tortura y que mamá despediría a los hombres, pero me equivoqué.

Fui tirado al suelo mientras los tres hombres se tumbaban en la cama y las dos mujeres se arrodillaban entre sus piernas para volver a endurecerlos con bocas y manos. A una orden de Mamá yo también me arrodillé a los pies de la cama para chuparles los pies a ambas, alternando mi boca entre una y la otra. Lamí las plantas, me puse los dedos en la boca y succioné,… mientras ambas seguían mamando y pajeando. Continuaba con las manos atadas y simplemente inclinaba mi cabeza, alternando entre los cuatro pies.

Las dos mujeres pajearon y mamaron tan bien que no tardaron en tener a los hombres preparados para un segundo round. Mamá se montó encima de una de las pollas mientras un segundo hombre se ponía de pie sobre la cama para seguir recibiendo de mi progenitora una espectacular mamada. Al otro lado de la cama Júlia se recostó con las piernas abiertas para que el tercer hombre se tumbara encima de ella y empezara a percutirla con fuerza.

Solo me quedaban al alcance los pies de Júlia, por lo que me concentré en ellos, lamiéndolos, besándolos, chupándolos,… De vez en cuando levantaba la vista para poder admirar a aquellas dos hembras insaciables, para verlas como follaban y daban y recibían placer como auténticas ninfómanas. Noté como mi pene se clavaba en el metal de la jaula de castidad y como la carne sobresalía de entre los pequeños barrotes, hinchándose dolorosamente.

Mamá se levantó, deshaciéndose de las dos pollas por un momento para volver a centrarse en mí. La boca le rezumaba saliva y babas por la mamada que había estado haciendo y lo escupió todo en mi cara. Sentí su aliento a polla mientras me cogía la cabeza para besarme pasionalmente.

-No creas que me he olvidado de ti, zorrita limpiacorridas. – Me dijo con tono lascivo después de su húmedo beso. Me tendió en el mismo suelo mientras hacía indicaciones a uno de los hombres para que se acercara. Se recostó a cuatro patas con su velludo sexo a escasos centímetros de mi cara y sus carnosos muslos rodeándome la cabeza. Pude ver en primera persona como el hombre se la clavaba de un golpe.

El coño de mamá estaba tan húmedo que incluso me salpicaron en el rostro algunas gotitas de sus fluidos. El hombre la taladraba sin piedad, embistiendo su sexo sin descanso. Ella se retorcía, gimiendo, jadeando y gozando sin fin.

-Sí,… oh…, mira bien,… zorrita, mira como folla… un hombre de verdad,… - Repetía una y otra vez, con las palabras entrecortadas por su placer.

Vi como llegaba al orgasmo, tensando la carne de sus muslos y mojándose aún más. El hombre se la sacó y ella se derrumbó del todo sobre mí, apoyando todo su peso y restregando su follada vagina por mi cara.

En unos segundos se levantó y giré la cara para ver, encima de la cama, como Júlia disfrutaba de aquellas dos pollas que habían quedado para ella. Era follada por uno de los hombres a cuatro patas mientras le hacía una mamada al otro. Sin sacarse la polla de la boca me miró, divertida y cachonda, humillándome solo con los ojos.  Sus tetitas se balanceaban a cada uno de los violentos envites que recibía en su grupa.

Mamá me arrastró hasta la cama y me hizo subir y sentar al lado de Júlia. Ella dejó de mamar la polla para besarme, hurgando con su lengua hasta mi garganta. Sentí una nueva punzada de dolor cuando mi pene se clavó en el metal en que estaba encerrado, abortando la enésima erección. Tanto Júlia como Mamá percibieron mi frustrada excitación.

-Seguro que la pobre pollita tiene ganas de salir,… - Escuché a mamá, recostada detrás de mí. Cogió mis testículos y los acarició, torturándome y calentándome a la vez.

-Tal vez tendríamos que sacarla a pasear,… eso sí,… después de que la zorrita se tome la leche. – Dijo Júlia con voz de burla, forzadamente infantil. –Será mejor que acabemos de preparársela.

Ambas mujeres se aplicaron a ello, intentando sacar una nueva ronda de corridas de los tres hombres. Mamá fue la primera en conseguir el semen. Arrodillada en suelo dejó que el hombre la duchara en lefá, manchándole toda la cara y los senos. Pensé que sería reclamado de nuevo para que mi lengua limpiara el estropicio, pero Mamá me hizo girar la cara para ver como Júlia recibía su dosis de esperma. El otro hombre le dejó la cara hecha un cuadro y enormes goterones blancos y espesos se deslizaban lentamente por sus arrobadas mejillas y sus sensuales y atractivos labios.

Los dos hombres que se habían corrido se retiraron del cuarto, exhaustos por aquellas dos insaciables hembras mientras que el restante se quedó unos segundos en el rincón, pajeándose, después de una indicación de mamá. A mí me tumbaron en la cama, con ellas a cada lado.

-Mi pequeña zorrita degenerada. – Dijo mamá sonriendo mientras recogía con su dedo un grumo de semen de su pecho y me lo ponía en la boca. Empecé a chuparlo cual caramelo mientras Júlia me acariciaba sensualmente los testículos y jugaba con mi sexo enjaulado. – Como estas siendo tan buena guarra tendrás un pequeño premio. – Mamá cogió la llave del dispositivo de castidad de la mesita de noche y empezó a manipularlo para liberarme. Mientras Júlia cogió mi cara y empezó a besarme. Sus labios estaban profusamente manchados de esperma pero en aquel momento ya ni me importaba, estaba más allá de cualquier tipo de sentimiento de asco o vergüenza. Nuestras bocas se entrelazaron y nuestras salivas se entremezclaron entre ellas y con el semen del hombre que se le había corrido en el rostro.

No tardé en notar como mi pene quedaba totalmente liberado. Apenas mamá acabo de retirar la jaula metálica mi polla se empalmó rápidamente. Ella empezó a acariciarme con apenas un dedo, frotándolo por el tronco y el glande.

-agh… - Suspiré, separando mis labios de los de Júlia.

-Que cachonda está nuestra putita. Parece que le gusta demasiado la leche. – Se burló Júlia uniéndose a la caricia de mamá en mi sexo.

Mamá me cogió la cabeza para llevarla hasta uno de sus manchados senos. Lo lamí, llevándome a la boca no solo la teta, sino también más semen. Júlia se unió y acabamos los tres besándonos, intercambiando la lefa en nuestras bocas. Ambas mujeres jugueteaban con mi polla con sus manos, dándome placer pero controlando para que yo no me corriera aún.

No me di ni cuenta cuando mamá llamó al último de los hombres. Mientras Júlia y yo seguíamos besándonos y ella masturbándome mamá se encargó de que el hombre se corriera. Se tragó toda la polla y empezó a mamársela frenéticamente. El tipo apenas duró unos segundos antes de soltar un gruñido y correrse en el interior de la boca de mi madre, depositando todo su semen en el interior.

Júlia separó sus labios de los míos y me metió los dedos dentro de la boca para asegurarse que la mantenía abierta. Mamá se inclinó sobre mí y entreabrió su boca. Un hilillo de esperma empezó a caer en el interior de la mía, forzadamente abierta.

-No te lo tragues aún. – Me advirtió Júlia en tono burlón. –Eres una guarra insaciable pero las demás también queremos un poco de semen.

Mamá, poco a poco, dejó caer toda la corrida en mi boca. La guardé allí para que a continuación pasarsela a Júlia. Ella se puso debajo de mí, abriendo también su boca para que yo le depositara el semen igual que mamá había hecho conmigo. Ellas también se intercambiaron la lefa, muy sensualmente, besándose. El esperma finalmente terminó en mi boca y me lo tragué todo a una orden de mamá. Ya ni siquiera me daba asco. Solo sentía aquella mezcla de completa humillación y degradación sumada a una terrible excitación sexual que iba más allá de toda lógica.

-La zorrita se merece un premio. – Dijo mamá.

Ambas mujeres se inclinaron sobre mi polla. Sus lenguas empezaron a hacer diabluras sobre mi sexo. Se besaban con mi pene en medio, lo lamían, lo chupaban, lo succionaban,… en una genial doble mamada. Recibí permiso para correrme. Descargué por fin, manchándoles el rostro a ambas ahora si de mi semen.

-Me encanta cuando te portas tan bien. – Mamá sonreía satisfecha delante de lo que había sido una nueva prueba de mi completa transformación en su zorrita virgen y ahora, también limpiacorridas.

Continuará…