La disciplina de mamá 25

La zorrita va a ser ordeñada sistemáticamente por mamá durante todo un día, aunque con unas buenas dosis de dolor y humillación.

-Se acercan los exámenes zorrita y quiero que te concentres en estudiar.- Como bien recordaran mamá había decidido que yo estudiara en casa y que a final de curso me presentara a los exámenes. Ya hacía meses que yo estudiaba bajo su régimen de férrea disciplina, pero era hora de dar el último sprint para los exámenes finales.

Mamá estaba recostada sobre la cama en una de sus batas de seda y medias negras mientras yo la escuchaba, arrodillado a los pies de la cama. Llevaba el dispositivo de castidad metálico bien sujeto a mis genitales y unas braguitas azules cubriéndolo. Mamá terminaba de desayunar mientras me comunicaba sus pensamientos.

-Solo aceptaré unas notas excelentes, por eso vamos a cambiar un poco tu rutina. Como eres una zorra calentorra que solo piensa en sexo voy aprovechar estos días para hacerte correr a diario varias veces. Creo que con las pelotas bien vacías podrás concentrarte mejor.

-Gracias mamá. – Acerté a responder. La verdad es que después de tanto tiempo con los orgasmos espaciados aquello era un cambio muy agradable, aunque en ese momento no sabía que aquello tendría otras contrapartidas, pero eso es adelantarse a los acontecimientos. En aquel momento, ante la perspectiva de correrse a diario mi pene reaccionó dentro de su jaula.

-Levántate. – Ordenó y en un segundo estuve de pie a su lado. De un tirón me bajó las braguitas hasta las rodillas y me sacó el dispositivo de castidad, dejando mi sexo al aire. Acarició mi falo, cosquilleándolo con la punta de los dedos hasta que estuve completamente duro. Jugueteó con el glande y suspiré de placer. –Nada de correrse aún. – Me advirtió volviéndome a subir las braguitas. La tela mostraba el bulto de mi erección y mamá empezó a frotarlo, pajeándome a través de la tela.

Mientras me masturbaba de aquella manera abrió su bata para mostrarme su cuerpo, enfundado en un atractivo conjunto de lencería de encaje roja compuesto por sujetador y culote. Con una mano frotaba mi sexo y con la otra empezó a tocarse por encima de su ropa interior de manera lasciva.

-Mi niñito fetichista… como te gusta que te pajeé con las braguitas puestas. – Me dijo antes de hacerme sitio en la cama y ordenarme que me tendiera junto a ella. Acabó de desprenderse de la bata y también se despojó del sujetador, liberando sus dos tetazas. Se colocó a la altura justa para mi boca quedara a la altura de sus pezones y empecé a lamerlos y chuparlos mientras ella seguía frotando el bulto de mis braguitas. Cogía el pene a través de la tela y me masturbaba con los dedos a la vez que yo seguía succionando sus pezones con fruición.

Después de unos minutos mamá se separó un poco para poder sentarse a horcajadas sobre mí. Su culote y mis braguitas se rozaban y el calor de nuestros genitales traspasaba la tela, envolviéndose uno con otro. La cercanía de su coño con mi pene, aún con las barreras de la ropa interior, me volvía loco de excitación. Empecé a recorrer sus muslos con mis manos, le acaricié el vientre y busqué sus pechos, pero mamá me apartó la mano de un manotazo. Se incorporó un poco para coger un trozo de cuerda que guardaba en la mesita de noche y me ató las manos al cabezal de la cama.

-Así está mejor. –Dijo cuando tuvo mis manos inmovilizadas. Me puso un par de dedos en la boca y empecé a chuparlos, lamerlos y succionarlos. La otra mano de mamá recorrió mi pecho hasta llegar a uno de los pezones. Lo apretó, pellizcándolo y tirando él. Ignoré el dolor y seguí chupándole los dedos.

Mamá sacó los dedos de mi boca y sin dejar de pellizcar mis pezones empezó a apretarme suavemente el bulto de mis braguitas. El placer se mezcló con el dolor, haciéndome gemir con fuerza.

-Agh… mami… si… - Mamá se inclinó un poco y aprovechando mi boca entreabierta escupió en su interior.

-¿Quieres que te desvirgue? – Aquella pregunta me dejó desconcertado y por un segundo pensé que por fin había llegado el día, pero rápidamente me desengañé. Conocía suficientemente bien a Mamá para saber que aún no había llegado el momento. Poco a poco había ido comprendiendo que iba a someterme a muchas más humillaciones antes de dejarme follar de verdad, como un hombre, si es que alguna vez lo hacía. Igualmente respondí.

-Sí, mamá, por favor. – Mamá bajó la tela de mis braguitas y me agarró el erecto falo. Empezó a masturbarme muy lentamente.

-Qué serías capaz de hacer para que te desvirgue. – Me miraba con sus ojos oscuros directamente a los míos.

-Haré lo que quieras, siempre, me desvirgues o no. – Mamá sonrió ante mi respuesta. Era completamente sincera.

-Veremos,… de momento no lo voy a hacer. – Dijo perversamente. – Me encanta que seas mi niñito virgen, me pone tan cachonda que no te lo puedes ni imaginar. Además, con está pollita no sé si serías capaz de complacerme. – Mi pene era de un tamaño bastante normal y ella solo quería humillarme. Lo consiguió y giré la cara, callándome la contestación a su pulla. Ella continuó masturbándome, pellizcándome los pezones. - ¿Se ha enfadado mi niño?

Seguí callado mientras seguía burlándose. Agarró bien mi pene para frotarlo contra su culote rojo. Sentí el calor emanante de debajo de la tela, su suavidad contra mi glande,… Apartó un poco la prenda con dos dedos para mostrarme su peludo coño. Estaba brillante e hinchado por la excitación. Pensé en cómo sería penetrarlo, estar dentro de él,… pero mamá me había dejado claro que de momento, esto no sucedería. Me sentí frustrado y ansioso.

-Pobre zorrita que no puede gozar del coño de mami como es debido. Pero es lo que tiene ser un niñito virgen. Solo podrás complacerme con la boca y la lengua, nada más,… tal vez para siempre. ¿Te gustaría ser el niñito virgen de mami para siempre?

Callé de nuevo. Mamá era capaz de cumplir su amenaza, de dejarme virgen para siempre. Aquel pensamiento me aterró por un segundo, pero al instante me tranquilicé. Ser el niñito virgen de mami para siempre significaba que nunca me separaría de ella y aquello me llenó de felicidad y tranquilidad. No podía imaginarme mi vida de otra manera que la de estar sometido a mamá. Mis pensamientos se interrumpieron cuando empezó a frotar el pene directamente contra su mojada vagina. Los pelos me hacían unas agradables cosquillas, su calor se apoderaba de todo mi falo, su humedad y suavidad eran embriagantes,… tuve con aunar todas mis fuerzas para no correrme en aquel mismo instante. Ella se dio cuenta y se separó un poco, dejando mi pene al aire, sediento de más caricias y de su coño.

Se levantó y sacó un preservativo de la mesita de noche. Me lo colocó con habilidad y se tumbó a mi lado. Empezó a masturbarme con fuerza.

-Córrete mi zorrita. Córrete para mami. Mi niñito virgen. – Me susurró mientras me mordisqueaba el lóbulo de la oreja.

-Si… oh mami… quiero ser tuyo, para siempre. Me da igual… si sigo siendo virgen… pero contigo…- Jadeé, sincerándome completamente en aquel momento de placer máximo. Sentí el orgasmo agolparse en la punta de falo y empecé a descargar una buena corrida dentro del látex del condón.

En unos segundos me recuperé del orgasmo y la miré. Su expresión era de pura satisfacción, de orgullo maternal, de amor y como siempre, de perversa lujuria. Sin decirme nada me besó en los labios y me sacó en preservativo. Le dio la vuelta y lo colocó en mi boca, exprimiéndolo para que me comiera toda la corrida. Lo hice, ya acostumbrado a aquel sabor.

-Muy bien zorrita. – Me dijo cuándo me terminé todo el contenido del profiláctico. Me limpió bien con unas toallitas, me encerró en el dispositivo de castidad, me subió las braguitas y me desató. – Ahora a estudiar. A la hora de comer haremos otro descansito.

(…)

Estuve enfrascado en mis libros de texto toda la mañana. La verdad es que con los testículos vacíos me concentré mucho mejor. A la hora de comer mamá me llamó a la cocina. Allí me ató las manos detrás de la espalda, me quitó las braguitas dejándolas a un lado y ordenó que me arrodillara. Mamá no se había molestado en cambiarse y llevaba la misma bata que antes, aunque esta vez estaba abierta. Tampoco se había puesto el sujetador y podía ver perfectamente sus enormes pechos, su vientre firme y su culote rojo. Empezó a comer mientras con uno de sus pies, enfundado en las medias negras, jugueteaba con mi encerrado pene y mis testículos.

Me acercó a la boca un trozo de pan y lo cogí con los labios. Le encantaba darme de comer con las manos, escupir en mi comida o masticarla antes de tirarla en mi boca y para que engañarles, a mí también. Empecé a sentir la presión de una erección en la jaula del pene. La suavidad de las medias de mamá sobre mis testículos era deliciosa y la presión que el dorso de su pie ejercía era terriblemente excitante.

La observaba mientras comía, esperando como un pajarito que me alimentara. Masticó un trozo de carne y se inclinó. Abrí la boca y escupió dentro la mezcla de comida y saliva. Tragué.

-Gracias. – La verdad es que aparte de caliente estaba hambriento. Mamá volvió a ponerse un trocito de carne en la boca, lo masticó parsimoniosamente pero esta vez en lugar de escupirlo directamente en mi boca lo hizo en el suelo. Me incliné y lo recogí con mis labios. Mamá aprovechó que mi cabeza estaba pegada al suelo para pisarla.

-Zorra pervertida, seguro que te encanta comer del suelo como los animales. – Apretó más su pie, restregando mi cara contra las frías baldosas. Finalmente me liberó, escupió otro masticado y ensalivado trozo de carne y volví a recogerlo con la lengua del suelo.-Eres una guarra sin remedio, pero al menos estás empezando a aceptarlo.

Terminamos de comer y mamá se inclinó para quitarme el dispositivo de castidad. En apenas unos segundos mi pene creció hasta mostrar una dura erección.

-Cómo te gusta que te humille. – Dijo mamá al ver la rápida reacción de mi sexo.  Me rodeó el pene con ambos pies y empezó a masturbarme con ellos. Esta vez la suavidad de sus medias sobre mi glande fue demasiado.

-Agh… oh… mami… - Gemí.

-Apenas te toco y ya estás a punto de correrte. Virgen, eyaculador precoz, zorra,… lo tienes todo. – Desde que mamá había empezado a usar el dispositivo de castidad notaba que me costaba mucho más contenerme. Aunque hiciera solo unas horas de mi último orgasmo sentía que pronto iba a perder el control. Me concentré para intentar aguantar. Por un lado quería seguir disfrutando de la paja con  los pies que mamá me estaba haciendo y por otro quería demostrarle que podía aguantar. Me mordí los labios, intentando no llegar al orgasmo demasiado pronto y sin su explicito permiso.

Lo conseguí. Mamá estuvo un buen rato pajeándome con los pies hasta que por fin me corrí. Mi semen se esparció por sus medias negras, manchándolas completamente. En el momento que terminé de escupir sobre sus pies todo el esperma me ordenó que le dejara las medias bien limpias. Me incline sobre sus pies y con la punta de la lengua recogí todo el esperma hasta que las manchas blancas desaparecieron. Mamá me limpió y volvió a ponerme el dispositivo de castidad. Pasé el resto de la tarde estudiando.

(…)

No fue hasta la hora de cenar que saqué la cabeza de los libros. Mamá había preparado la mesa de una manera muy original. En el suelo del comedor había extendido un mantel y había depositado sobre él varios platos con comida. Ella también se había cambiado y ahora iba con corsé negro de encaje que se le ajustaba a la rotunda figura como un guante. No llevaba ropa interior por lo que coño peludo y su culo redondo estaban a la vista. Calzaba unas botas de tacón alto que le estilizaban el voluptuoso cuerpo. A mí me quitó las braguitas y el dispositivo de castidad, dejándome completamente desnudo.

Mamá se recostó sobre el mantel con las piernas abiertas. Con la mano cogió de uno de los platos de comida una buena cantidad de puré de patatas. Se esparció todo el puré por el pubis, embadurnando su sexo y su vello de comida.

-Vamos cariño, que se te enfría la cena. – Me dijo con su voz más sensual y turbadora. No me hice de rogar y me arrodillé entre sus piernas. Empecé a sorber el puré de su coño, limpiando bien su vello púbico de cada gota. Di amplios lengüetazos a la par que tragaba. Pronto el sabor de la comida se mezcló con el de los flujos de mamá, convirtiéndola de buena en deliciosa. Me comí todo el puré, dejando su coño reluciente, pero seguí con la cabeza hundida entre sus piernas, lamiendo. Mamá alcanzó un orgasmo que anunció tirándome del pelo y restregando mi rostro contra sus genitales. Cuando terminé mi pene estaba duro. – ¿Estaba bueno el puré?

-Delicioso. – Acerté a decir. Entonces mamá me ordenó que me tumbara en el suelo bocarriba. Ella se colocó de cuclillas y cogió una fina salchicha. Vi como cuidadosamente se la introducía en el ano hasta que solo asomaba la punta. Se colocó justo encima de mí.

-Venga zorrita. – Levanté un poco la cabeza y aprisioné la punta de la salchicha entre mis labios. Poco a poco fui tirando de ella para sacársela del culo mientras masticaba y tragaba. Me sentí terriblemente sucio, comiendo directamente de su ano y aquello solo hizo que excitarme más. Mamá repitió la operación otra vez y de nuevo engullí la salchicha entera, estirándola del interior de su ano para después engullirla de unos pocos mordiscos.

Lo siguiente que preparó mamá fue un panecillo. Me ordenó arrodillarme a su lado para ver bien como se lo restregaba por el coño para que cogiera su aroma y sabor y después me envolvió el pene con él. Empezó a pajearme a través del pan.

-Córrete para mami…- Me susurró a la par que me mordía el cuello. – Dame tu salsita especial.

Mientras me pajeaba me obligó a abrir la boca para escupir en ella, me pellizcó los pezones con fuerza e incluso empezó a juguetear con la otra mano en mi culo. Al sentir como sus dedos se deslizaban hasta el interior de mi ano no aguanté mucho y me corrí, embadurnando el panecillo de semen. Me dejó sentarme para recuperarme del orgasmo mientras ella seguía preparándome aquel asqueroso y delicioso plato. Escupió varias veces en el panecillo, mezclando flujos vaginales, semen y saliva. Se introdujo un par de salchichas más, tanto en la vagina como en él ano y las colocó cuidadosamente dentro del panecillo. Con un cuchillo cortó el bocadillo en varias porciones más pequeñas y los dejó en suelo, al lado del mantel y directamente sobre las baldosas. Se puso de pie y con sus finas botas de cuero empezó a pisar los trozos hasta que se quedaron hechos una pasta pegada tanto al suelo, como a la punta, el tacón y la suela de sus botas.

-Vamos, que esperas. – Gateando me acerqué donde estaba la pisoteada comida y empecé a recogerla del suelo con la lengua. – Come del suelo como la perra que eres. – Me decía mientras lamía la pasta que se había quedado. Sus botas también estaban sucias y con abundantes restos de comida, por lo que acerqué mi cabeza y empecé a lamer. Mamá me ayudó levantando una pierna. Chupé la punta de sus botas, lamí la suela y me puse en la boca el vertiginoso talón para succionarlo todo. Repetí la operación con la segunda la bota. Cuando terminé volvía a estar empalmado. A pesar de que me había corrido tres veces ese día mi pene parecía querer más. Mamá se alegró, pues al parecer de verdad me quería con las pelotas bien vacías y aquella misma noche volvería a secármelas.

(…)

Mamá también comió algo, aunque de una manera más higiénica, y después me ordenó limpiarlo todo mientras me esperaba en el dormitorio. Cuando terminé me mandó al baño para ducharme y limpiarme bien la boca. Nada más entrar en el cuarto mamá me obligó a ponerme a cuatro patas sobre la cama con las piernas separadas. Iba vestida igual, con corsé, sin bragas y con botas de cuero negro de vertiginoso tacón de aguja. Empezó a juguetear con sus dedos en mi ano y de la mesita de noche sacó uno de sus vibradores de forma fálica. Antes de ponérmelo en el culo me obligo a mamarlo. Me lo introdujo en la boca de un golpe y empezó a moverlo hacia delante y atrás violentamente. El vibrador se clavaba hasta la garganta y me produjo arcadas, pero aquello solo animó más a mamá.

-Venga zorra, que se te gusta. Voy a hacer de ti una chupapollas profesional. – Decía mientras me presionaba con el vibrador hasta el fondo y las primeras lágrimas saltaban de mis ojos. Finalmente se cansó de violar mi boca y pasó a hacerlo con mi culo. Aprovechando la abundancia de saliva que recorría el aparató como lubricante me enculó y lo encendió a máxima potencia. Sentí como el aparató se removía en mi interior.

-Agh… mami…- Jadeé.

-Túmbate en el suelo. – Con dificultad por el vibrador zumbando en mis entrañas me levanté de la cama y me tendí sobre el suelo bocarriba. Mi pene estaba erecto, duro y preparado para más acción. Después de tres orgasmos sentía la piel algo irritada y dolorida, pero tras de tanto tiempo sin disfrutar de qué mamá me ordeñara de aquella manera era una molestia menor.

Una vez tumbado aprovechó para sentarse encima de mi cara, con su redondo culo justo encajonado en mi rostro. Sin necesidad de ninguna orden empecé a pugnar con las trémulas carnes de sus nalgas para conseguir llegar hasta su ano. Mi lengua le relamió la raja, buscando la entrada para penetrar su agujerito. Ella me ayudó, revolcando su trasero en mi rostro hasta que por fin encontré el ano. Lo penetré con la lengua, intentando meterla lo más hondo posible.

-Cómo te gusta comerme el culo,… que buena zorra eres. – Escuché las palabras de mamá amortiguadas por sus muslos, por su trasero y sus cálidas carnes. Mientras yo seguía adorando su culo con la boca ella se apoderó de mis genitales con las manos. Con una agarró mis testículos y apretó y con la otra empezó a masturbarme. El dolorcillo de mis huevos acrecentó el placer de mi pene.

Mamá siguió removiéndose en mi cara, aplastándome con su culazo mientras me masturbaba y machacaba mis testículos apretando con la mano cada vez más fuerte. Se removió un poco y a la altura de la boca dejó de estar su culo para estar su coño. Como siempre, su abundante vello púbico me hacía cosquillas en las mejillas. Con la misma meticulosidad con la que le había comido el culo empecé a hacerlo con su coño. Esta vez mi lengua se encontró con la palpitante, tierna y húmeda vagina. La recorrí entera, no solo lamiéndola sino que también chupando, besando, succionando,… El vibrador seguía zumbando en mi culo y mamá seguía masturbándome mientras dejaba mis apretaba mis testículos y a pesar de eso le comí el coño a mamá con mi habitual habilidad. Nada había más importante que complacerla a ella, ni siquiera la mezcla de placer y dolor que provenía de la parte baja de mi cuerpo.

-Si… zorrita… sigue… cómemelo todo… mi niñito virgen… comecoños. – Pronto alcanzó el orgasmo, bañando mi boca de sus fluidos vaginales. Acabó de restregarme el coño por la cara antes de levantarse y dejarme respirar. Lamenté que también hubiera separado sus manos de mis genitales, aunque no estuvieron mucho rato sin su atención.

Sin avisarme lo más mínimo levantó su pierna para apoyar la bota de cuero de talón alto en mi pecho. Levantó el otro pie, apoyando todo su peso en mi cuerpo, para pisarme con la punta de la bota mi pene. Sentí un dolor terrible, tanto el pecho como en los genitales. Las botas se clavaban fuertes en mi piel.

-¡Duele! Mamá, por favor. – Supliqué con un quejido.

-No todo va a ser placer. – Dijo como única respuesta. –Ya sabes que tienes que sufrir un poquito. –Terminó estas palabras apretando mi pene con la planta del pie, restregándola de una manera que no solo me produjo una punzada de dolor, sino que también cierto placer. Continuó removiendo el pie de en mis genitales, pero esta vez encaro el talón contra los testículos, encajándolo entre los dos y apretando de nuevo. Esta vez el dolor, intenso y agudo, fue el único protagonista. Igualmente me quedé quieto, tumbado, dejando a mamá torturarme a su gusto y placer.

A pesar del tormento al que estaba siendo sometido mi lujuria, mi primario deseo de ser humillado y degradado me mantenían el sexo duro mientras ella seguía pisándome el pecho y los genitales, clavándome los tacones en la piel y presionando para que aullara de dolor. Grité, lloré, supliqué que parara,… pero ella continuaba de pie, apoyándose en mi cuerpo y se reía ante cada uno de mis gimoteos.

-No te quejes tanto que sigues empalmado, tanto daño no te estaré haciendo. – Fue su respuesta a mi llanto. – Apuesto a que podría sacarte el semen a patadas y pisotones.

Por suerte no intentó comprobarlo y al final bajó sus piernas, con sus botas, de mi cuerpo. Se sentó al borde de la cama y me ordenó que me arrodillara enfrente de ella.

-Estoy cansada, hazte tú la paja y córrete en las botas. -  Empecé a masturbarme con fuerza mientras mamá recorría con la punta de la bota mis testículos, jugueteando con ellos. Así, al cabo de unos minutos, alcance mi cuarto orgasmo del día. Mi corrida no fue muy abundante pues tenía las pelotas bastante vacías ya. Igualmente manché las botas de cuero con grumos de lefa blanca. Obviamente mamá me obligó a limpiarlas con la boca y de nuevo sorbí, lamí y me comí mi propia corrida.

AL terminar mamá volvió a encerrarme el pene en la jaula de castidad. Aquella noche dormí como hacía días que no lo conseguía. A pesar de que sentía cierto dolor genital por sus crueles pisotones mi sexo estaba relajado y tranquilo gracias a las múltiples descargas. Cuando el sueño me venció, sonreía feliz por lo buena que mamá era conmigo.

Continuará…