La disciplina de mamá 19
Mamá deja a su zorrita a cargo de Júlia, su novia, durante unas horas para que esta pueda tormentar a la zorrita con nuevas e interesantes degradaciones.
Supongo que recordaran a Júlia. Había sido mi mejor amiga y la chica de la que yo había estado locamente enamorado antes de irme a vivir con mamá. Mi progenitora le había contado lo que hacía conmigo y en más de una vez se había unido a nosotros, incluso mamá la había escogido para ser mi “novia”.
Aprovechando que mamá tenía algunos asuntos que resolver en la ciudad y que las compañeras de piso de Júlia no estaban me dejó en casa de la chica para qué pasara un rato con mi impuesta “novia” mientras ella atendía a sus cosas. Antes de marcharse me recordó que debía obedecer a Júlia de la misma manera que lo hacía con ella. Además le dio la llave de mi dispositivo de castidad.
Pensé que Júlia querría jugar conmigo inmediatamente, pero en lugar de eso me llevó a su habitación para verla cambiarse y ponerse ropa de deporte. Era una chica muy guapa. Delgada, menuda, de culo pequeño pero firme, duro y redondo; pechitos también pequeños pero bien formados; ojos azules de mirada angelical, melena castaña clara casi rubia y un precioso coñito depilado, rosado y apetecible. Se desnudó sin pudor delante de mí y se vistió con un tanguita rosado, unas ajustadas mallas negras, una camiseta de tirantes y se calzó unas zapatillas deportivas.
-Me voy a ir a correr. Durante este rato quiero que limpies la cocina y el comedor. – Me dijo antes de tirarme una de sus braguitas para que yo me pusiera por encima de la jaula de castidad mientras hacia las tareas que me había asignado. Esa iba a ser mi única ropa. – Después ya jugaremos zorrita. – Añadió pícara, me dio un beso y salió a hacer deporte.
(…)
Júlia regresó al cabo de una hora, resoplando y empapada de sudor. Yo estaba terminando las tareas que me había encomendado. Me miró. Su habitual expresión, dulce, tierna e inocente había sido sustituida por una de lujuria y crueldad. Se acercó a mí, pegando su duro y fibrado cuerpo al mío. Me cogió el paquete por encima de las braguitas y se topó con la dureza del dispositivo de castidad.
-Estoy sudada, sucia,… - Me susurró en el oído. - … y tú vas a limpiarme, con la lengua. -Al decirme esto fui consciente de que apestaba a sudor por el ejercicio físico. No era, pero, un olor del todo desagradable,… al menos para mí. La miré a los ojos, sonreía y me miraba de manera cruel, en una mueca muy parecida a la de mamá. Levantó el brazo y me señaló una de sus axilas. Estaba perlada de pequeñas gotas de sudor. Acerqué la lengua hasta allí para poder recoger aquel preciado líquido. Me obligó a lamerle las axilas, el cuello, los brazos,… al cabo de unos minutos el sabor de su sudor inundaba mi boca. – Continuemos en mi cuarto.
Me llevó hasta allí y se sentó en el borde de la cama mientras a mí me obligaba a tumbarme en el suelo bocarriba. Sentí las frías baldosas en mi espalda. Júlia se quitó la camiseta y pude ver sus pequeños pechitos, eran como dos melocotones verdes, apetecibles, duros,… Sus pezoncitos rosados contrastaban con la nívea piel. Entre ambas tetas colgaba la llave de mi jaula de castidad.
-Abre bien la boca. – La camiseta estaba empapada de sudor y Júlia la retorció por encima de mi cara, exprimiéndola. Unas gotas se estrellaron por mi cara y otras entraron directamente por la boca. Su sudor sabía salado, gustoso,... Se quitó los zapatos y las mallas y se quedó solo con un tanguita rosado y los calcetines cortos de deporte. Repitió la misma operación que con la camiseta, exprimiendo las empapadas mallas en mi rostro. El sabor de su sudor ya empezaba a parecerme maravilloso y debajo de las braguitas la jaula metálica de castidad impedía una erección. Así me había convertido yo de depravado, me ponía cachondo hasta la suciedad. La siguiente acción de Júlia rebajó un poco de excitación para aumentar mi asco y degradación.
Levantó un poco la pierna y sin esperarlo yo colocó su pie en la boca, penetrándola y forzándola todo lo que pudo. Si el sabor y el aroma antes habían sido intensos pero soportables, el hedor de sus calcetines sudados fue mareante, intenso, fuerte,… A pesar de eso abrí más la boca, dejando que entrara y aquel aroma y sabor me embargaran. De mientras empezó a restregar su otro pie contra el bulto de mis braguitas. Maldecí de nuevo la jaula de castidad, pues estaba desesperado por aquel contacto.
-Quítame el calcetín con la boca. – Me dijo, divertida por la situación, aunque su voz escondía un turbador y sensual tono. Retiró un poco el pie para que yo pudiera morder el calcetín. Moví el cuello torpemente para estirarlo fuera del pie. Ella me ayudó moviendo un poco la pierna y finalmente el calcetín salió. Júlia se inclinó un poco para retirarme la pieza de ropa y dejarla sobre mi pecho y me colocó el pie desnudo sobre los labios. Lo lamí, substituyendo el sudor por saliva. – Te has vuelto una zorrita muy obediente. – Seguí chupando, lamiendo y besando aquel pie sudado. Después de unos minutos Júlia lo apartó. Recogió el calcetín que estaba arrugado en mi pecho y me lo puso en la boca. Se quitó la cadena con la llave de la jaula y se inclinó sobre mí. – Como eres tan buena zorrita jugaremos un rato con la pollita virgen. – Apartó un poco las braguitas, dejando el borde debajo de mis testículos, y en unos segundos la jaula estaba fuera. Mi pene creció cuando ella empezó a frotarlo con el pie contra mi barriga. Me quitó el calcetín de la boca.
-Gracias,… - Suspiré. Su pie, humedecido por mi saliva, se deslizaba por mi sexo, apartando el glande y provocándome escalofríos de placer.
-No me lo agradezcas tan pronto. – Respondió perversa. – Recuerda que no tienes permiso para correrte. - Para reafirmar sus palabras me dio una pequeña patadita en la entrepierna. Hubiera soltado un quejido, pero el pie que aún conservaba el calcetín violó mi boca. El fuerte sabor y aroma de Júlia me inundaron los sentidos de nuevo. - ¿Te gusta de verdad? – Era más una afirmación que una pregunta y por eso ella misma respondió. – Eres una puta pervertida,… la zorrita virgen de mami,… y mía. – Siguió restregando su pie en mi polla mientras que el otro entraba y salía de mi boca, como si quisiera follármela. Me ordenó que también le quitara el calcetín y otra vez con los dientes y torpes movimientos de cabeza lo hice. Relamí la sudada y desnuda piel del pie de Júlia, resiguiendo con la lengua la planta, chupé sus dedos, besé el dorso,…
-Oh… - La paja que me estaba haciendo me tenía ya cerca de explotar y gemí, retorciéndome en el suelo por los calambres de placer. Ella pareció leer las señales de mi cuerpo y apartó ambos pies. Había dejado lo mejor para el final,… su escueto tanguita rosado. Se sentó encima de mi cara, restregando donde estaba su sexo por mi rostro. El olor esta vez no solo era de sudor, pues allí estaba el aroma de su femenina humedad,… Abrí la boca para sacar la lengua y saborear la tela de su tanguita. Era delicioso.
-Ponte de rodillas. – Me ordenó separándose un poco de mí para que yo pudiera obedecer. Ella se quedó de pie, con su sexo a la altura de mi cara. Se quitó sensualmente el tanguita y pude ver su sexo, depilado y rosado, hinchado por el deseo. Antes de ordenarme nada más restregó el tanga por mi cara y me lo puso en la boca. – Como estas disfrutando,… - Confirmó al ver que yo seguía erecto. Levantó el pie para darme algunas pataditas en el sexo, más sensuales que dolorosas. Volvió a quitarme el tanguita de la boca, pues quería usarla. Con dos dedos separó los labios de su sexo y con voz falsamente inocente me preguntó.- ¿Vas a comerme el chochito? También esta sudadito,… seguro que te gusta.
No tardé en acercar mi cara hasta aquella rosada y húmeda rajita. Cubrí su sexo con mi lengua y labios, primero suave y sutilmente. Júlia gimió quedamente. Me cogió la cabeza para apretarme más contra su vagina e interpreté que quería más de mi boca. Lamí intensamente, penetrándola con la lengua, buscando sus labios, su clítoris,…
-Si… zorrita comecoños,… -Continuó jadeando mientras yo seguía arrodillado, comiéndole aquel delicioso coñito. No era el de mamá, la mujer que yo idolatraba, pero también tenía sentimientos por Júlia y no me importaba que de vez en cuando mi progenitora me compartiera con ella. Seguí chupando, besando, relamiendo,… hasta que ella se vio sacudida por un intenso orgasmo.- Si…oh… - Después de alcanzar el clímax se dio la vuelta, enseñándome su culo prieto, duro, pequeño, redondo,… estaba brillante por el omnipresente sudor. – Cómeme el culo.
Lo había estado esperando. La cogí con suavidad de las caderas y me acerque a su nalga. Le di un profundo lengüetazo, besé su piel, la chupé,… Repetí con la otra nalga y finalmente las separé ambas. Mi lengua recorrió toda la raja del culo una y otra vez, de arriba abajo. Finalmente introduje mi lengua en su ano para explorar sus entrañas. Le di un intenso beso negro, comiéndole el culo, sumiso y obediente. Mi lengua buscaba penetrarla al máximo, besando aquel agujero como si fuera una boca. Seguí así varios minutos hasta que Júlia se dio por satisfecha.
-Muy bien zorrita, cada día eres más degenerada. –Asintió contenta, acariciándome el pelo.
(…)
Observé de rodillas en el baño como Júlia se duchaba, caliente por la sesión de lametones que le había dado a su cuerpo. Una vez terminó me mandó a mí a la ducha. Me obligó a lavarme con agua helada, porque según ella yo necesitaba que me bajaran un poco la temperatura. No era del todo mentira, pues estaba cachondo y empalmado.
Júlia se vistió con una batita corta y unas braguitas y a mí me dejó desnudo. No me puso el dispositivo de castidad porque según sus propias palabras, quería jugar un rato más con mi pollita virgen.
En el centro comedor del piso de Júlia había una viga cuadrada en medio del comedor. Me llevó allí completamente desnudo y me hizo sentar en el suelo, apoyando la espalda sobre dicha columna y me ató las manos detrás de esta. Se fue durante unos segundos para regresar con una especie de saco de ropa.
-Tengo una sorpresa para ti. Sé que eres un fetichista pervertido y te he preparado algo que seguro que te gusta. – Júlia abrió el saco y pude ver que estaba lleno de ropa interior. Eran bragas, tangas, sujetadores,… - Es mi ropa interior sucia de toda la semana, mía y de mis compañeras de piso. Huele. – Se inclinó para que yo pudiera percibir el fuerte aroma que desprendían aquellas prendas. Olía a sudor, a suciedad, a hembra,… Mi pene reaccionó instintivamente endureciéndose de nuevo. – Veo que te gusta. – Dijo burlona. Cogió una de las bragas del saco y empezó a restregármela por el rostro. Mi nariz percibió más intensamente aquel aroma a mujer. – Eres una zorra pervertida. – Júlia cogió otra de las bragas y con ellas enrolló mi pene y empezó a masturbarme.
-Agh… - Gemí de placer al sentir mi pene rodeado de aquellas braguitas de encaje y siendo pajeado con ellas. Mientras ella seguía restregándome otra prenda por la cara, insultándome, riéndose y recordándome mi condición.
-Eres una zorra degenerada,… una putita guarra,… - Repetía una y otra vez. La paja que me estaba haciendo amenazaba en hacerme explotar y empecé a removerme, a temblar y a intentar zafarme de mis ataduras de manera inconsciente. Ella, al ver la reacción de mi cuerpo, dejó de pajearme y me sacó las bragas de la cara. – No puedes correrte aún. –Cogió con ambas manos en saco de ropa interior sucia y lo abrió bien. –Inclínate y pon la cara dentro. –Obedecí y está vez la intensidad de olor fue casi mareante. Me encontré con la cara totalmente hundida en un popurrí de ropa interior sucia. Julia aprovechó para acabar de empujar mi cabeza totalmente en el interior del saco y lo cerró alrededor de mi cuello. -¿Te gusta verdad? Puta fetichista de la ropa interior,…
Me empujó contra la contra la columna. Me quedé con toda la cabeza encerrada entre bragas, tangas y sujetadores. El aroma a mujer y sudor me embargó completamente. No podía ver nada, simplemente oler. Sentí como ella volvía a cogerme el sexo con una mano mientras con la otra agarraba mis testículos con fuerza. Empezó a pajearme.
-Eres una pervertida. Seguro que estas disfrutando como una perra el olor a chochito sucio. – En cierta manera era cierto. Aquel aroma a hembra era terriblemente sexual y embriagador. Por otro lado me sentía agobiado, respirando con dificultad tanto por tener el saco enrollado alrededor del cuello como por el fuerte olor que desprendía toda aquella ropa interior. Apretó un poco más testículos antes de soltarlos. Percibí como se levantaba y regresaba al cabo de unos segundos. Sentí en mi glande algo frío del tacto del cristal. Comprendí que Júlia quería hacerme correr y recoger todo mi esperma en algún vaso o recipiente similar. –Córrete para mi zorrita. – Sus palabras confirmaron mis sospechas y empezó a masturbarme con más fuerza.
La velocidad de su mano y la intensidad de las sensaciones que ocupaban mi cuerpo y mente hicieron el resto. Un intenso orgasmo me alcanzó y mi pene empezó a expulsar chorros de esperma. Gruñí, ahogándome dulcemente entre prendas de ropa interior femenina. Cuando Júlia se aseguró que mis pelotas estaban bien vacías me liberó del saco, quitándomelo de la cabeza. Respiré hondamente, recuperándome poco a poco. Vi en suelo, entre mis piernas, el recipiente de cristal de una batidora manchado con mi abundante corrida. Júlia me miraba sonriente.
-Gracias. – Dije recuperando el aliento. Me había dado un orgasmo y tenía que agradecérselo.
-Muy bien zorrita. Ahora a comer. – Se llevó el saco de la ropa sucia, pero dejó el recipiente donde había recogido mi semen. Regresó con una bolsa de plástico llena con varias cosas de comer. Sacó de allí un bollo dulce relleno de cacao. – Tienes que recuperar fuerzas. – Me dijo con una sonrisa pícara. Mordió un trozo del bollo y lo masticó parsimoniosamente. Una vez tuvo una bola de comida y saliva en la boca la escupió sobre el recipiente y lo removió un poco, mezclándolo con el semen. Repitió la operación varias veces hasta que se terminó el bollo. El fondo del recipiente de la batidora se empezó a llenar de una espesa pasta. De la bolsa de comida sacó un bote de papilla infantil de frutas y verduras. – Ya verás cómo te gusta la sopa que te voy a preparar. – Abrió el bote y dejó caer el contenido en el recipiente de la batidora.
-No me hagas comer eso, por favor. – La mezcla no tenía muy buena pinta, además, Júlia aún no había terminado. Cascó un par de huevos y también los lanzó al bol.
-Shhh. – Me mandó callar con un dedo en los labios. Escupió varias veces, añadiendo una buena dosis de saliva a la sopa. –Necesitas recuperar fuerzas. Además, si le digo a tu mami que no te he dado de comer se enfadara. No te preocupes, ahora le pondremos el ingrediente secreto. Me han dicho que te gusta mucho. – Se levantó un poco, separando las piernas. Con una mano se apartó las braguitas mientras que con la otra sujetó la batidora. De su sexo empezaron a brotar unas gotas de orina que pronto se convirtieron en un chorro constante. Terminó de mear y le puso la tapa a la batidora. – Ya verás cómo te gusta. – Apretó el botón de encendido. La extraña sopa que me había preparado emulsionó, mezclando su variopinto contenido y convirtiéndose en un espeso líquido parduzco. Era asqueroso.
-Por favor, no me hagas esto. – Repetí mientras ella vertía la sopa en un plato y cogía una cuchara. Se arrodilló a mi lado.
-¿No te vas a comer la sopa que te he preparado con tanto amor? – Hizo un falso mohín de pena, aunque en sus ojos azules brillaba una chispa de crueldad. – ¿De verdad me harás este feo? – Obviamente se estaba burlando. Dejó un segundo el plato en el suelo para cogerme el sexo. Después del orgasmo se había vuelto pequeño y arrugado, pero bajo las caricias de Júlia recuperó todo su vigor. Apenas le costó unos segundos. – Se bueno y comete toda la sopita.
-Por favor,… - Ella me ignoró. Recogió el plato y se sentó en mi regazo con las piernas abiertas. Mi polla dura se quedó aplastada entre mi barriga y la suya, cubierta por aquella fina batita de estar por casa. Llenó la cuchara y la acercó a mis labios. Los cerré con fuerza.
-Vamos zorrita. Tienes que comerte toda la sopita por mí. – Entreabrí un poco la boca y ella dejó caer la sopa. Aquella mezcla de semen, comida masticada, orina y saliva era asquerosa. La orina la hacía algo caliente y al ser consciente de eso ahogué una arcada. Engullí rápidamente, intentando que el sabor pasara lo más rápido posible. -¡Muy bien! – Júlia lo celebró como una niña pequeña y riéndose por mi cara de asco. - ¿A que esta buena? – No esperó a la respuesta, pues ya me ponía otra cucharada en la boca. Tragué. - ¿Te vas a comer toda la sopita? –Afirmé entre lágrimas mientras ella preparaba otra cucharada y me alimentaba con ella. Siguió dándome aquella sopa y aún no sé cómo no vomité. Me acabé todo el plato y al final mi boca tenía un regusto asqueroso. A pesar de todo cuando terminó, mi erección era más que evidente y estaba excitadísimo. Cada nueva degradación, ya fuera de mamá o de Júlia, era un acicate para mi perversión. Ella, pero, pareció quedarse satisfecha y me desató, mandándome al baño.
Pude lavarme los dientes y la boca y la verdad es que nunca no le he hecho con tanta meticulosidad y entusiasmo y no paré hasta que mi aliento quedó limpio y oliendo al dentífrico de menta. Júlia me vigiló, observándome en silencio. Cuando terminé me llevo a hasta su cuarto. Allí me puso una de sus braguitas y me ató las manos y los tobillos detrás de la espalda. Quede tendido, indefenso, en su cama y hecho un ovillo. Para terminar su faena volvió a ponerme el saco de la ropa sucia en la cabeza, atándolo a mi cuello.
-Cuando vuelva tu mami seguiremos jugando. – Fue una amenaza, fue una promesa,… y me sentí impaciente por los tormentos y placeres que encerraban sus palabras.
Continuará…